domingo, 19 de marzo de 2023

Mística del silencio: Edith Stein - II (Silencio - XVIII)



Edith Stein, tanto por su bagaje filosófico como por su experiencia posterior como carmelita descalza, sabe bien el valor del silencio como acceso a lo interior del ser y para el encuentro personal con el Salvador. Por ello explica la grandeza y necesidad de la oración silenciosa, sea personal, sea en el Oficio divino, y esto como camino para todos:



            “Todos necesitamos de esas horas en las que escuchamos en silencio y dejamos que la Palabra divina obre en nosotros hasta el momento en que ella nos conduce a ser fructíferos en la ofrenda de alabanza y en la ofrenda de las obras concretas. Todos nosotros necesitamos de las formas que nos han sido transmitidas y de la participación en el culto divino público, para que de esa manera nuestra vida interior sea motivada y conducida por rectos caminos y para que allí encuentre sus modos de expresión más convenientes. La solemne alabanza divina tiene que tener también un lugar en este mundo, donde ha de alcanzar la más grande perfección de la que los hombres son capaces.

            Sólo desde aquí puede elevarse al cielo por el bien de toda la Iglesia, y transformar a sus miembros, despertar la vida interior y animarla a la coherencia exterior. La oración pública, a su vez, tiene que ser vivificada por dentro en tanto que deja espacio a las moradas interiores del alma para una profundización silenciosa y recogida. De no ser así se convertiría en una charlatanería estéril y falta de vida. Las moradas de la vida interior ofrecen un refugio contra ese peligro, ellas son los lugares donde las almas están en presencia de Dios en silencio y soledad, para convertirse en amor vivificante en el corazón de la Iglesia” (La oración de la Iglesia, OC V, 120).

viernes, 17 de marzo de 2023

Principios innegociables para la liturgia (y II)



 2. Los rudimentos los podríamos encontrar, por ejemplo, en la constitución  Sacrosanctum concilium del Concilio Vaticano II, que dedica un apartado, en el capítulo I, a la “naturaleza de la sagrada liturgia y su importancia en la vida de la Iglesia”. 



¿Se estudia esta constitución y se leen sus principios? 

¿O todo el mundo habla del “espíritu del Concilio”, de lo que “el Concilio dijo que la liturgia fuera así o así”, sin haberla leído e inventándolo todo? 

Parece, nos tememos, que lo que ha pasado es la segunda opción.

Para una buena formación en materia litúrgica, sea como asignatura, sea como estudio en catequesis, hay que asumir las directrices que esta Constitución marca y se verá con nuevos ojos, y con más respeto y unción, la realidad de la liturgia.

El documento que venimos tomando como base, “La formación litúrgica en los seminarios” (: FLS) señala cómo hay que exponer e ilustrar la doctrina de la constitución Sacrosanctum concilium[1]; y cuando esto se hace, muchos lo oyen y lo ven por vez primera, ¡aunque nunca se les cae el Vaticano II de la boca!, pero es que no lo han leído…

miércoles, 15 de marzo de 2023

La luz, la Gloria del Señor



         Un lenguaje de la gloria más estilístico y poético es la luz, como reflejo de la majestad del Señor. Se relaciona con conceptos tales como oriente, Sol, aurora, que matizan cómo el Señor es el Sol que va creciendo hasta el mediodía, el que lo ilumina todo y lleva todo a su plenitud. Es un teologúmeno muy usado que se expresa por medio de la figura "luz". Luz "es símbolo de la salvación... de la curación y de la iluminación que irradia el rostro de Dios"[1].



         La luz es la gloria del Señor que brilla en su plenitud para el pueblo elegido: "hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación llamee como antorcha" (Is 62,1b) mostrando la salvación que Dios ofrece. El culmen de esta gloria será para los profetas, el retorno a la Jerusalén santa, donde brillará la luz de la gloria: "¡Levántate Jerusalén que ha llegado tu luz, la gloria de Yahvé amanece sobre ti! Pues mira cómo la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece" (Is 60,1-2).

         Para Isaías, en particular, la luz se asociará a la gloria que conocerá el siervo de Yahvé, una vez que haya sido triturado por nuestros crímenes, y que, a su vez, se convertirá en luz para las gentes. "Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra" (Is 50,6b), ya que "por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará" (Is 53,11). Yahvé manifestará su gloria en el Siervo sufriente, entregado por los pecados de los hombres.

lunes, 13 de marzo de 2023

La alabanza de la Iglesia (SC - XXIII)



Además de la evangelización y la misión, siempre necesarias; además de la catequesis que educa y transmite orgánicamente el depósito de la fe; además de la caridad y la misericordia con los pobres, necesitados, enfermos y ancianos; además de la enseñanza religiosa escolar y la educación católica en colegios; además de la liturgia y los sacramentos que santifican… además de todo esto, que se ha de dar para ser la Iglesia de Cristo, la alabanza y la oración forman parte de la naturaleza y de la vida de la Iglesia.



            1. El activismo es una parálisis del alma que la debilita y una Iglesia activista, devorada por lo inmediato, atosigada de acciones pastorales, trabajos y reuniones, muy pronto perdería su alma, se diluiría su identidad eclesial. Esa es la gran tentación y, en ocasiones, ya el gran pecado, de la Iglesia contemporánea.

            También la alabanza a Dios es misión de la Iglesia, glorificarle y cantar sus maravillas. Alabar al Señor no es perder el tiempo o quitar energías para otros empeños pastorales.

            Ya los salmos exhortan y animan constantemente: “Cantad al Señor un cántico nuevo” (Sal 97), “alabad al Señor” (Sal 116), “resuene su alabanza en la asamblea de los fieles” (Sal 149), “alaba, alma mía, al Señor” (Sal 145), “cantaré al Señor por el bien que me ha hecho” (Sal 12). Esa misma alabanza, acción de gracias y glorificación, es recomendada por las cartas apostólicas del NT (cf. Ef 5,19-20; Col 3,15-17; 1Ts 5,18; 1Tm 2,1).

viernes, 10 de marzo de 2023

"Señor, no soy digno de que entres..." - y II (Respuestas - XLVI)



3. El rito romano empleó una fórmula distinta a la del resto de familias litúrgicas (“lo Santo para los santos”) suscitando la humildad de todos antes de acercarse a recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor. Dice el sacerdote: “Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor”, y todos a una con el sacerdote, responden: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Todo esto se realiza sosteniendo el sacerdote un fragmento del Pan consagrado, ya fraccionado, sobre la patena o sobre el cáliz (cf. IGMR 84) invitando “al banquete de Cristo” (ibid.)


            Se suscita de este modo humildad y un profundo espíritu de fe para acercarse dignamente a la sagrada comunión: “pronuncia un acto de humildad, usando las palabras evangélicas prescritas” (IGMR 84).

            Lo que recibimos en la comunión ni es algo ni es un símbolo de nada ni es una construcción humana ni es un alimento común. Recibimos a Alguien, al mismo Cristo Señor en el Sacramento: de ahí el rito de preparación, y por eso, también, el cuidado al comulgar, la reverencia y la solemnidad de ese momento –sin canalizaciones, ni saludos, ni conversaciones, ni distribuir la comunión apresuradamente-:

            “Lo que se nos entrega en la comunión no es un trozo de cuerpo, no es una casa, sino Cristo mismo, el Resucitado, la persona que se nos comunica en su amor que ha pasado por la Cruz. Esto significa que comulgar es siempre una relación personal. No es un simple rito comunitario, que podamos despachar como cualquier otro asunto comunitario. En el acto de comulgar, soy yo quien me presento ante el Señor, que se me comunica a mí. Por esta razón, la comunión sacramental ha de ser siempre, al mismo tiempo, comunión espiritual. Por esta razón, antes de la comunión, la liturgia pasa del nosotros al yo. En esos momentos soy yo quien es llamado en causa. Soy yo quien es invitado a salir fuera de mí mismo, a ir a su encuentro, a llamarlo”[1].

miércoles, 8 de marzo de 2023

Abandono (Palabras sobre la santidad - CVI)



            Supieron Quién los llamaba, Quién los guiaba, Quién los sostenía, y se aferraron a su mano, bien firmes, para caminar allí por donde el Señor los fuere llevando. No dudaron, no temblaron, tampoco preguntaron: la mano del Señor los iba conduciendo y eso les era garantía segura.


            Los santos han sido mirados por Dios con su mirada de amor y de misericordia (“el mirar de Dios es amar”, dice San Juan de la Cruz, CB 19,6), y los ha llamado, y los ha reconocido como hijos adoptivos suyos, y los ha ido haciendo semejantes a Él. Ellos, humildemente, han sido dóciles a tanta gracia, han respondido, y su respuesta ha estado llena de fidelidad y entrega con un “sí” irrevocable, con un “fiat” definitivo y total. Pero el primer paso no fue de ellos, la iniciativa no fue de ellos: el primer paso lo da Dios, su elección libre, gratuita y misteriosa… su mirada de amor.

            Este núcleo central, la elección de Dios, su libre disposición, hay que repetirlo a nuestro mundo, a nuestra Iglesia. Los santos, y nosotros, hemos sido mirados por Dios y Dios ha querido hacernos hijos suyos y conducirnos a que vivamos plenamente esa filiación. Lo que han hecho los santos, lo que ahora nos toca a nosotros, es responder a este amor gratuito de Dios.

lunes, 6 de marzo de 2023

Cantar (Acciones sacramentales - y IV)



            Cantar ha sido una de las acciones más antiguas de la liturgia, expresando la alegría y la devoción. Cantar es propio de quien ama afirmaba S. Agustín, tajantemente. 



            Cantar tiene un valor propio en muchos momentos de la liturgia: el Gloria, el salmo responsorial, el Aleluya, el Santo... son cantos con entidad por sí mismos, para que toda la asamblea vibre o medite aquello que canta. Hay que educar, pues, para cantar, sabiendo que es forma de participar plena y activamente en la liturgia.

            Atendamos lo que enseña el Catecismo:

jueves, 2 de marzo de 2023

La devoción, virtud cristiana (I)

Una virtud que se valora muy poco, tal vez porque se la desconozca, es la devoción, virtud de la religión y del modo de vivir nuestra relación con Dios. 

Según sea nuestra devoción así será nuestro trato íntimo con el Señor, lejos de confundir devoción con devociones (el mucho recitar sin que sepamos ni por dónde vamos).



La rutina mata el espíritu, el ritmo mecánico y febril nos habitúa a la repetición sin vida de costumbres, horarios, modos de vida. Todo esto vivido de forma anodina y gris es rutina, vacía el corazón y se pierde en gran medida hasta el sentido de lo que hacemos. 

La monotonía de la sucesión de los tiempos y las horas, provoca el hastío del espíritu. Además, el hombre contemporáneo ha perdido la capacidad de disfrutar del día a día, saborear lo que hacemos; mirar el mundo, las cosas, al otro con ojos de admiración, de novedad. Todo lejano de la monotonía y la rutina: capacidad de disfrutar, de admiración, de sorpresa. Por eso se buscan novedades casi como un estimulante, pero sin saber vivir en profundidad y con amor y con deleite  lo de cada día, nuestro propio trato con Cristo en la liturgia y en la oración.

martes, 28 de febrero de 2023

¿Cómo se comulga en la mano?

La educación litúrgica requiere que, a veces, se recuerden cosas que se dan por sabidas.

La comunión en la mano está permitida para todo aquel que lo desee, a tenor de nuestra Conferencia episcopal, que lo solicitó a la Santa Sede.


¿Cómo se comulga en la mano? ¡Hemos de conocer las disposiciones de la Iglesia para quien desee comulgar así!, porque en muchísimas ocasiones se hace mal, de forma completamente irrespetuosa.

Debe cuidarse la dignidad de este gesto, sin que desdiga de la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía como si fuese un mero trozo de pan que se recibe de cualquier forma: al aire, agarrando la Forma de cualquier manera,  o con una sola mano... Actitudes que desdicen de la adoración debida.


Debe cuidarse la dignidad de este gesto, sin que desdiga de la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía como si fuese un mero trozo de pan que se recibe de cualquier forma:

“Sobre todo en esta forma de recibir la sagrada Comunión, se han de tener bien presentes algunas cosas que la misma experiencia aconseja. Cuando la Sagrada Especie se deposita en las manos del comulgante, tanto el ministro como el fiel pongan sumo cuidado y atención a las partículas que pueden desprenderse de las manos de los fieles, debe ir acompañada, necesariamente, de la oportuna instrucción o catequesis sobre la doctrina católica acerca de la presencia real y permanente de Jesucristo bajo las especies eucarísticas y del respeto debido al Sacramento”[1].

domingo, 26 de febrero de 2023

Mística del silencio: Edith Stein - I (Silencio - XVII)



El contacto cotidiano con el Salvador nos dispone para aceptar su plan de salvación, tomar nuestra cruz y cooperar con Él en la redención, expiando. Nos hace disponibles para escuchar su voz y acoger su santa voluntad. Para ello hay que procurar un tiempo silencioso de oración diaria, donde se renueva el alma en unión con Dios y se ora cotidianamente; un espacio de silencio y oración que se ha de defender sin ceder a otras urgencias:



            “¿Es que no es posible ahorrar una hora en la mañana en la que podamos recogernos en vez de distraernos, en la que no malgastemos nuestras energías, sino que ganemos fuerzas para vencer con ellas en las luchas que nos depara el día? Sin duda alguna se necesita para ello algo más que una hora. Hemos de vivir de tal manera que a la una se suceda la otra y éstas preparen a las que vienen. De ese modo se hace imposible “dejarse llevar por la corriente” del día, aunque no sea más que transitoriamente…

            Lo mismo ocurre en nuestra relación diaria con el Salvador: cada día crece nuestra sensibilidad para percibir lo que le agrada y lo que no le agrada. Si hasta ese momento estábamos relativamente contentos con nosotros mismos, a partir de nuestro encuentro con Él se van a transformar muchas cosas en nuestra vida. Vamos a descubrir muchas facetas que no son del todo buenas e intentaremos cambiarlas en la medida de lo posible, y otras que tampoco son buenas, pero que a la vez son casi imposibles de cambiar. Con ello podremos crecer en humildad y llegaremos a ser pacientes y comprensivos frente a la paja en el ojo ajeno, pues tendremos clara conciencia de la viga en el propio. Finalmente aprenderemos a aceptarnos tal cual somos a la luz de la presencia divina y abandonarnos a la misericordia de Dios que puede alcanzar todo aquello de lo que nuestras propias fuerzas son incapaces” (El misterio de la Navidad, OC V, 489).

miércoles, 22 de febrero de 2023

Partir el Pan (Acciones sacramentales - III)



            Es uno de los grandes gestos del NT y de nuestra liturgia. La Eucaristía es designada en el NT como "la fracción del pan". Consistía en un gesto de bendición a Dios y de comulgar unidos de un solo pan que era partido en tantos trozos cuantos comensales había. Por la gran amplitud de las asambleas se fue perdiendo el gesto de partir todo el pan y se introdujeron las hostias pequeñas que todos conocemos (a partir del s. X).



            El carácter sacrificial

            La fracción del pan eucarístico tiene un carácter sacrificial. Cristo, el Cordero de Dios, se entrega, es partido, para comunicar su vida y su salvación. Es así un gesto sacrificial. Es Cristo, "como oveja llevada al matadero" (Is 53) "el cordero sin defecto ni mancha" (1Pe) que se entrega al Padre para el perdón de los pecados. En la liturgia se subraya este carácter sacrificial con el canto del Cordero de Dios (introducido por la papa Sergio I en el siglo VII).

            Signo de la fraternidad eclesial

            La fracción del pan apunta a la existencia de un solo pan, del que todos participan. La comunión es comulgar todos en fraternidad de un solo Señor para que la vida de la Iglesia sea una en Cristo. Al comulgar un solo pan, nos hacemos un solo Cuerpo con Cristo.

            "Porque aún siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo nos hacemos, pues todos participamos de un solo pan" (1Co 10,17).

            "Como este pan estaba disperso por los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino" (Didajé, cap. IX).

lunes, 20 de febrero de 2023

También la dimensión dogmática de la liturgia (Nicolás Cabasilas)

La liturgia, para Nicolás Cabasilas, en su obra, es también una fuente para la dogmática y, por tanto, sirve y es utílisima para la comprensión de las verdades de la fe.

Junto a la dimensión espiritual, presente en su "Explicación", hallamos igualmente la dimensión dogmática con la que explica, mistagógicamente, el misterio de la Divina Liturgia.



El orden doctrinal-dogmático es, siempre, el hilo conductor de Nicolás Cabásilas para desarrollar la dinámica interna de la Divina Liturgia. Ésta es la presencia dinámica de toda la economía redentora para la Iglesia, la actualización de todos los misterios salvadores que se visualizan en ritos y gestos, que poseen eficacia salvífica en los sacramentos. En esta obra se palpa hasta qué punto la lex orandi es lex credendi porque absolutamente todo tiene un sentido y una explicación teológica. La liturgia misma es una gran teología. 

* El pan se prepara antes de la celebración con un ritual, en el que se parten diversos fragmentos que se ofrecen, y se deja otra parte para ser eulogias o pan bendito. ¿Por qué no se ofrece un pan entero sino sólo un fragmento? Escribe Nicolás: 

“Pero el cuerpo del Señor que fue separado, por el mismo Cristo, en tanto que sacerdote, de los otros cuerpos: fue presentado, propuesto y ofrecido a Dios, y finalmente inmolado. Es el Hijo de Dios en persona quien escogió, él mismo, este cuerpo y lo tomó de la masa que formamos; él mismo se entregó como ofrenda a Dios, él mismo puso esta ofrenda en el seno del Padre, él, que, sin haberse separado nunca de este seno del Padre, creó en él este cuerpo del que se revistió, de manera que este cuerpo fue formado y al mismo tiempo ofrecido a Dios. Finalmente, él mismo llevó hasta cruz este cuerpo y él mismo lo inmoló. He aquí porqué el pan que debe ser transformado en este Cuerpo, es el mismo sacerdote quien lo separa de los otros y quien lo ofrece a Dios colocándolo sobre la sagrada patena; después, lo lleva al altar y lo ofrece en sacrificio” (V, 3-4).

sábado, 18 de febrero de 2023

El fuego: la Gloria del Señor



En estrecha relación con lo anterior, la imagen del fuego, en cuanto columna, que se mueve con vida propia, refleja el poder y la gloria del Señor, su presencia.

Ezequiel ve la visión del Carro de Yahvé, al inicio de su libro, y es descrito como fuego: "Yo miré: vi un viento huracanado... una gran nube de fuego" (Ez 1,4). Solamente recoge una tradición ya muy antigua en las Escrituras que podemos hallar, incluso, en la literatura patriarcal. 



El Señor realiza un pacto con Abraham, y se compromete el Señor a realizar sus promesas mediante el pacto hecho con víctimas partidas por la mitad, entonces "puesto ya el sol, surgió en medio de densas tinieblas un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre aquellos animales partidos" (Gn 15,17): era el paso del mismo Señor.

 El fuego es un elemento teofánico que revela la potencia y majestad del Señor; por eso, aparece en la cumbre del monte en diversos momentos. El primero en la revelación de Yahvé a Moisés: "El Ángel de Yahvé se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero que no se consumía" (Ex 3,2); saldrá de nuevo esta imagen del fuego en el Sinaí, cuando Dios, en su majestad, se manifiesta a su pueblo estableciendo una Alianza fundante de Israel: "La gloria de Yahvé aparecía a la vista de los hijos de Israel como fuego devorador sobre la cumbre del monte" (Ex 24,17), por tal razón siempre se recordará que "Yahvé os habló entonces de en medio del fuego" (Dt 4,12), manifestándose en la majestad de su gloria.

jueves, 16 de febrero de 2023

La Iglesia y los sacramentos (SC - XXII)



Constantemente, para ser Iglesia, debe recibir la vida de su Señor. Los sacramentos construyen y edifican la Iglesia, le comunican a la Iglesia la gracia de Jesucristo, le hace partícipe de su vida divina, y sin ellos, la Iglesia no sería tal Iglesia, sino simple agregación humana, una sociedad de amigos, una organización filantrópica, o benéfica, o solidaria, entre tantas otras.

            Constituida por los sacramentos, éstos regeneran el Cuerpo eclesial y la unen a su Esposo, Maestro y Señor. Recordemos esa dinámica sacramental tal como la expone la constitución dogmática Lumen Gentium; es un número extenso que conviene conocer:


“El carácter sagrado y orgánicamente estructurado de la comunidad sacerdotal se actualiza por los sacramentos y por las virtudes. Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo, quedan destinados por el carácter al culto de la religión cristiana, y, regenerados como hijos de Dios, están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios mediante la Iglesia. Por el sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras. Participando del sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella. Y así, sea por la oblación o sea por la sagrada comunión, todos tienen en la celebración litúrgica una parte propia, no confusamente, sino cada uno de modo distinto. Más aún, confortados con el cuerpo de Cristo en la sagrada liturgia eucarística, muestran de un modo concreto la unidad del Pueblo de Dios, significada con propiedad y maravillosamente realizada por este augustísimo sacramento.

Quienes se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de la ofensa hecha a El y al mismo tiempo se reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron pecando, y que colabora a su conversión con la caridad, con el ejemplo y las oraciones. Con la unción de los enfermos y la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda los enfermos al Señor paciente y glorificado, para que los alivie y los salve (cf. St 5,14-16), e incluso les exhorta a que, asociándose voluntariamente a la pasión y muerte de Cristo (cf. Rm 8,17; Col 1,24; 2 Tm 2,11-12; 1 P 4,13), contribuyan así al bien del Pueblo de Dios. A su vez, aquellos de entre los fieles que están sellados con el orden sagrado son destinados a apacentar la Iglesia por la palabra y gracia de Dios, en nombre de Cristo. Finalmente, los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del matrimonio, por el que significan y participan el misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5,32), se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y educación de la prole, y por eso poseen su propio don, dentro del Pueblo de Dios, en su estado y forma de vida. De este consorcio procede la familia…
Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre” (LG 11).

martes, 14 de febrero de 2023

La virtud de la humildad (y IV)

6. La humildad es el cimiento de todas las virtudes, y sin la humildad, las virtudes se vienen abajo, se destruyen. La humildad les da fuerza y consistencia. 




Se ha de pedir siempre la humildad sincera como un don precioso del Señor, y toda oración personal acabarla en conocimiento propio, en conocerse tal como uno es en presencia de Dios, que esto da humildad. 

A mayor trato e intimidad con Cristo en la oración, mayor humildad que es andar en verdad reconociendo lo poco que uno es y lo grande y bueno que es el Señor a pesar de nuestra miseria.

Existen unos medios para adquirir y ganar humildad, siendo el primero pedir la verdadera humildad al Señor.

Para adquirir humildad con el prójimo, es importante admirar sin celos ni envidias las cualidades del prójimo. Además no fijarnos en los defectos del prójimo –que siempre resaltan más a los ojos del soberbio- sino excusar sus defectos o callarlos. Y finalmente, considerarnos inferiores a los demás porque sabemos bien que nos falta mucho para responder plenamente a la gracia.

domingo, 12 de febrero de 2023

Principios innegociables para la liturgia (I)



1. Para conocer bien la grandeza de la liturgia, y entenderla con las distintas dimensiones que se dan en ella, hay que establecer bien los principios teológicos que dan las claves de comprensión. 



Muy probablemente, el desconocimiento de estos principios es lo que ha provocado el “desastre” y la anarquía en la liturgia, de la que tantos fieles y sacerdotes se quejan y sufren:

-          entender que es expresión de fe del grupo o asamblea celebrante y, por tanto, el grupo es dueño de la liturgia y la cambia para expresarse mejor;

-          entenderla como mero encuentro festivo o sentimental, por lo que se favorece la emotividad, lo sensible, y el mejor calificativo para este tipo de liturgia es que “fue muy emotiva”, “unas palabras muy emocionantes”;

-          o también vivirla con un exceso de antropocentrismo, poniendo al hombre en el centro, haciéndolo protagonista: el sacerdote parece más bien un showman, micrófono en mano, que debe divertir y entretener; multiplicación de personas que suben y bajan del presbiterio (para muchas moniciones, un lector para cada petición, una larguísima procesión de ofrendas, un aplauso para no sé quién, etc.);

viernes, 10 de febrero de 2023

"Señor, no soy digno de que entres..." - I (Respuestas - XLV)



1. Es usual y dato común en todas las liturgias, ya sean orientales, ya sean occidentales, que inmediatamente antes de distribuir la comunión eucarística, el sacerdote se dirija al pueblo y lo invite a acercarse a comulgar con disposiciones de fe, humildad, santo temor de Dios y, por tanto, en gracia y no en pecado mortal. No es un acceso indiscriminado a todos, sino que se ha de estar preparado y en estado de gracia.

          
  El Catecismo lo recuerda afirmando que “para responder a esta invitación debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia… Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar” (CAT 1385). También, muy claramente, Juan Pablo II escribía: “el juicio sobre el estado de gracia, obviamente, corresponde solamente al interesado tratándose de una valoración de conciencia. No obstante, en los casos de un comportamiento externo grave, abierta y establemente contrario a la norma moral, la Iglesia, en su cuidado pastoral por el buen orden comunitario y por respeto al Sacramento, no puede mostrarse indiferente. A esta situación de manifiesta indisposición moral se refiere la norma del Código de Derecho Canónico que no permite la admisión a la comunión eucarística a los que ‘obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave’ (cn. 915)” (Ecclesia de Eucharistia, 37).


            2. Por eso, recordando la santidad de la Eucaristía misma y la necesaria disposición de los fieles, la liturgia introdujo una invitación sacerdotal que es una admonición, una advertencia para todos. La más difundida y corriente es “Sancta sanctis”, es decir, “lo Santo (o las cosas santas) para los santos”. Los fieles todos aclaman y responden con humildad: “sólo Tú eres santo”, reconociendo que, aunque puedan comulgar y están en gracia, son pequeños comparados con la santidad absoluta de Jesucristo.

            ¿Testimonios? El primero que se puede aducir lo hallamos en las catequesis de S. Cirilo de Jerusalén, en el siglo IV:

miércoles, 8 de febrero de 2023

Mística del silencio: S. Juan de la Cruz (Silencio - XVI)



Muchas anotaciones se hallan sobre el silencio en san Juan de la Cruz como un elemento pedagógico del proceso interior para vivir una auténtica experiencia de Dios.

           
Para este doctor el silencio tiene una dimensión teologal, de cara a la relación con Dios. Por una parte es fundamental entender que Dios se comunica en el silencio, por iniciativa divina. Es famoso el aviso de S. Juan: “Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma” (A 2,21), como dirá también en la Subida, texto de sobra conocido: “Porque, en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar” (2S 22,3). El silencio es acogida de la revelación, recibir a Cristo a mismo. En el silencio, y sólo en el silencio, Dios se expresa a sí mismo.

            En el silencio están contenidos todos los tesoros del saber y del conocer; advierte entonces: “mire aquél infinito saber y aquél secreto escondido: ¡qué paz, qué amor, qué silencio está en aquel pecho divino!” (Av 6,17). La presencia de Dios en el hombre es silenciosa y en silencio se expresa, en “el centro y fondo del alma” y allí mora “secreta y calladamente” (LlB 4,3).

            Dios, sumamente Amado, en Cristo es “música callada, soledad sonora”. Deliciosa es la descripción del Amado que realiza en el Cántico espiritual:

            “Y llama esta música callada porque, como habemos dicho, es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así, se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio. Y así, dice que su Amado es esta música callada, porque en él se conoce y gusta esta armonía de música espiritual. Y no sólo eso, sino que también es “la soledad sonora”.
            Lo cual es casi lo mismo que la música callada, porque, aunque aquella música es callada cuanto a los sentidos y potencias naturales, es soledad muy sonora para las potencias espirituales; porque, estando ellas solas y vacías de todas las formas y aprehensiones naturales, pueden recibir bien el sentido espiritual sonorísimamente en el espíritu de la excelencia de Dios en sí y en sus criaturas…
            Y por cuanto el alma recibe esta sonora música, no sin soledad y enajenación de todas las cosas exteriores, la llama “la música callada y la soledad sonora”, la cual dice que es su Amado” (CB 14,25-26.27).

lunes, 6 de febrero de 2023

¿Qué es un santo? ¿Quién es un santo? (Palabras sobre la santidad - CV)



            Maravilloso y variadísimo es el paisaje de la santidad, con mil tonalidades distintas que reflejan una belleza superior y que fascina al contemplarlo No es un único color, ni un solo tono cromático, ni una misma intensidad: el paisaje los recoge a todos creando un panorama digno de ser contemplado con finura de alma.



            Cada santo es como un color concreto, con su intensidad y sus matices porque cada uno es fruto de una historia de amor del Señor, de una peculiar vivencia, de un trabajo específico de la gracia.

            Un santo nace y se forja por la Pascua de Jesucristo, y cada santo ha vivido en plenitud el misterio pascual del Señor. La resurrección el Señor la celebramos y la vemos realizada místicamente en los santos que se llenaron de la vida nueva de Cristo, que murieron a sí mismos y resucitaron con Cristo. Los santos no lo son en virtud de sus méritos sino porque se abrieron totalmente a la gracia que nace de la Pascua del Señor.

martes, 24 de enero de 2023

Las unciones (Acciones sacramentales - II)



            El aceite siempre tuvo en la antigüedad una gran importancia y era usado para dar masajes, como tonificador, como elemento curativo.



            En las Escrituras

            a) El aceite es considerado, junto con el trigo y el vino, como signo de bienestar y de las bendiciones de Dios. "Aceite perfumado alegra el corazón, la dulzura del amigo consuela el alma" (Prov 27,9), "ved qué dulzura y qué delicia, convivir los hermanos unidos: es ungüento precioso en la cabeza" (Sal 132).

            b) El aceite es signo de la fortaleza que otorga Dios: "tus enemigos perecerán... pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo" (Sal 91).

            c) El aceite derramado por la cabeza era el signo de la consagración que Dios otorgaba a una persona. Así David fue ungido rey (1Sm 16,13), Aarón como Sumo Sacerdote (Ex 29,4), Eliseo como profeta (1R 19,16).

            d) Se ungen también los lugares destinados al culto y a la liturgia para que sean santificados: Tienda, Arca, Mesa de los Sacrificios, el Templo (Lv 8, Ex 30).

domingo, 22 de enero de 2023

Mística del silencio: San Juan de Ávila (Silencio - XV)



El silencio es una actitud del corazón que necesita un cierto ambiente externo que lo favorezca y proteja.

            El silencio de las facultades humanas (memoria, inteligencia y voluntad) ante la grande de Dios es ya una forma de alabarlo y glorificarlo. Es silencio de adoración y admiración: “Y este silencio es honra muy propia de Dios, porque es confesión que se le deben tales alabanzas, que son inefables a toda criatura” (AF 31).



            La misma oración, en muchísimas ocasiones, más se ha de expresar con el silencio que con las palabras; esto es así porque las facultades humanas son más movidas por la gracia que por el propio esfuerzo de concentrarse:

            “De tal manera obrad vuestro ejercicio que estéis arrimada a las fuerzas del Señor, que os ayuda para pensar. Y, si esto no supiéredes hacer, y sentís que la cabeza o sienes sienten trabajo notable, no prosigáis adelante, mas sosegaos, y quitad aquella angustia del corazón, y humillaos a Dios con sosiego y simplicidad, pidiéndole gracia para pensar como Él quiere” (AF 75,2).

viernes, 20 de enero de 2023

La liturgia en la unidad de la Iglesia



La liturgia es la vida de la Iglesia y expresa la unidad de la Iglesia. La unidad de rito es expresión de esa unidad interior, de esa nota de la misma Iglesia. Por eso la liturgia pertenece a la Iglesia, no a nadie particular ni a ningún sujeto privado, y es la Iglesia la que reglamenta la liturgia y la ofrece así íntegra a todos.

            En este sentido, en esta dirección, hay afirmaciones tajantes de la constitución Sacrosanctum Concilium que han sido postergadas, silenciadas, ignoradas, sustituidas por una afirmación del etéreo “espíritu del Concilio” donde se magnifica la adaptación de cada cual, la improvisación, la innovación, las modificaciones, los cambios. La liturgia –según ese “espíritu del Concilio”- como es una “fiesta” pertenece al grupo, comunidad, asamblea, que puede recrear la liturgia constantemente y lo justifica señalando que es “por pastoral” porque “la liturgia no es pastoral”. Pero nada de esto se encuentra ni se puede justificar con el Concilio Vaticano II. Más bien hallamos todo lo contrario.


            1. Ya es significativo que este Concilio dedique una Constitución “sobre la sagrada liturgia”, y la califique así, “sagrada”, como algo santo y no manipulable. Expresión ésta que repetirá varias veces a lo largo del documento (título del cap. I; nn. 9, 12, 13, 14, 15, etc.).

            La sagrada liturgia es presentada como acción de Cristo y de la Iglesia. Pertenece la sagrada liturgia a todo el cuerpo eclesial, a la Iglesia misma, porque su naturaleza es eclesial. A la Iglesia misma “le corresponde de un modo particular proveer a la reforma y al fomento de la sagrada liturgia” (SC 1).

            Cristo y la Iglesia realizan juntos la obra de la liturgia: “el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro” (SC 7), de forma que la liturgia es vivida por la Iglesia de un modo santo: “por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (SC 7).


miércoles, 18 de enero de 2023

La virtud de la humildad (III)

5. Humildad muy elevada es la de quien es pobre de espíritu, y pone su vida entera en las manos de Dios, con gran desprendimiento, viviendo en el abandono más perfecto (dentro de lo limitado de nuestro ser humano), dejando que la vida, las circunstancias, los problemas, la cruz, todo, lo lleve y resuelva el Señor, confiando plenamente en Él. 



Es una gran libertad de espíritu para vivir desprendidos, poniendo toda la confianza en el Señor. Este abandono sólo lo puede hacer el humilde, pues el soberbio pretende en todo llevar las riendas de su vida y se alza orgulloso contra Dios protestando y rebelándose.

Una preciosa definición de la pobreza de espíritu unida a la verdadera humildad, la da S. Juan de Ávila en uno de sus sermones: 


“¿Quién es pobre? Pobre es aquel que desconfía de sí mismo y confía sólo en Dios; pobre es aquel que desconfía de su parecer propio y fuerzas, de su hacienda, de su saber, de su poder; aquel es pobre que conoce su bajeza, su gran poquedad; que conoce ser un gusano, una podredumbre, y pone juntamente con esto su arrimo sólo en Dios y confía que es tanta su misericordia, que no le dejará vacío de consolación. Los deseos de estos tales oye Dios” (Serm. 27 Domingo infraoctava de la Ascensión).

lunes, 16 de enero de 2023

Dimensión espiritual de la liturgia (Nicolás Cabasilas)

En "Explicación de la divina Liturgia", de Nicolás Cabasilas, hallamos cómo, para educar en la verdadera espiritualidad litúrgica, se comenta desde los mismos textos y ritos.

Pero los comentarios que ofrece no están cargados de alegorías complicadas, ni tampoco son comentarios de corte moral.




La liturgia, fuente de espiritualidad, es comentada en el orden dogmático, en las verdades de fe que contienen y se expresan y en el orden espiritual o modo de vivir santamente.


Veamos solamente algunos ritos de la Divina Liturgia resaltando la dimensión espiritual que el autor comenta.

*  En las otras fórmulas para la oblación, después de la preparación del pan con los misterios del Salvador, se indica la fórmula y se explica: 

     “¿Qué significa esto? Que la acción de gracias a Dios y la súplica constituyen la ocasión, el motivo de la presentación de las ofrendas... Esto es lo que sucede de manera manifiesta en cuanto a las oblaciones y ofrendas presentadas a Dios con estas dos intenciones: es porque ya hemos recibido y es a fin de recibir que damos gracias a Dios o le suplicamos. Acción de gracias por los favores recibidos, súplicas por los favores que vamos a recibir, de tal manera que las oblaciones son a la vez eucarísticas e impetratorias” (X, 5. 6). Así se indica el modo de ofrecer y disponerse.

sábado, 14 de enero de 2023

Lenguajes de la gloria del Señor: la nube



         Recorriendo las Escrituras, podemos ir descubriendo un rico y amplio lenguaje bíblico para irnos describiendo la gloria del Señor. En un breve análisis, veamos los distintos términos.




La nube:

         Tanto en el libro del Éxodo como en Ezequiel, la gloria del Señor (kabod Yahvé) se manifiesta en forma de nube que lo invade todo y lo llena todo, una presencia que es bien visible a los ojos de todo el pueblo de Israel.

         La nube tiene unas características que son propias[1], en las que cabe destacar su volumen; no es una cortina de humo, es algo más que tiene consistencia en sí mismo y que no permite que haya nadie en el espacio sagrado; Moisés no podrá entrar en el Santuario "pues la nube moraba sobre ella y la gloria de Yahvé llenaba la Morada" (Ex 40, 35) y, por eso, los sacerdotes no podrán oficiar cuando llegue la nube al templo (1Re 8,11), nube que se describirá siempre como "densa" (Ex 20,21).

jueves, 12 de enero de 2023

Formación litúrgica más profunda (y II)



3. Y así, para una formación litúrgica, de manera cíclica, volviendo una y otra vez, un año tras otro, se recuerda que “puede ser útil tratar del año litúrgico y explicar sus diversos tiempos a medida que son celebrados. Así también el estudio de la liturgia de los sacramentos se podrá unir convenientemente con el estudio de su teología”[1].


            Por eso:

            a) Cada ciclo litúrgico requiere ser presentado cada año: sentido que tiene, su historia y formación, ejes de espiritualidad, ritos particulares que pueda tener, estructura, la selección de textos bíblicos en el leccionario, los textos litúrgicos, etc. Esta presentación ayudará a asimilar el desarrollo del año litúrgico, renovarlo anualmente, también en retiros y predicaciones, en homilías y grupos de formación, así como en la asignatura de liturgia.


            b) A la hora de explicar cada sacramento, hay que recurrir también a su liturgia con el respectivo ritual. En cada sacramento se explica su teología, la gracia santificante y particular, la materia y la forma, el ministro, su desarrollo dogmático a lo largo de la historia, su fundamentación bíblica y patrística, etc., pero esto sería incompleto si no se enseñase a vivirlo en su celebración concreta hoy: sus ritos, sus oraciones, los textos litúrgicos. Las asignaturas de teología sacramental deben incluir la liturgia del sacramento con el estudio sosegado del respectivo ritual.

martes, 10 de enero de 2023

Cordero de Dios - y II (Respuestas - XLIV)




3. Al ser un rito que duraba tiempo, como hemos visto, pronto apareció un canto que lo acompañase, apropiado para ese rito eucarístico tan entrañable.

            Por ejemplo, en el rito hispano-mozárabe, el pan se parte (y luego se colocan 9 trozos en forma de cruz sobre la patena evocando cada misterio de Cristo) mientras se canta la “antífona ad confractionem”, la antífona para la fracción. El Ordinario ofrece varias:

            “Cristo, acuérdate de nosotros en tu reino, y haznos dignos de tu resurrección”.

            “Acepta, Señor, en tu presencia nuestro sacrificio, y sea de tu agrado”.


            “Danos, Señor, la comida a su tiempo, abre tu mano, y sacia nuestras almas con tus bendiciones”.

            “Descienda sobre nosotros, Señor, tu misericordia, como la esperamos de ti”.

            Y en el santo tiempo pascual: “Venció el león de la tribu de Judá, la raíz de David, aleluya”.

            El rito romano introdujo a finales del siglo VII una letanía de origen griego: “Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo”. Según el Liber pontificalis, un Papa de origen griego, Sergio I (687-701) fue quien introdujo esta letanía.

domingo, 8 de enero de 2023

Santidad, reforma y pecado en la Iglesia (Palabras sobre la santidad - CIV)



            El tema da para mucho: una Iglesia santa que contiene y experimenta el pecado en su interior y que continuamente debe reformarse. Sí, reformarse, ¿pero hacia dónde?, ¿en qué sentido?, ¿en qué dirección?, ¿en qué condiciones? Y también: ¿quiénes llevan a cabo una reforma verdadera?, ¿quiénes serán capaces?



            La Iglesia es santa, hermosamente santa. Es la Esposa de Cristo, “revestida con oro de Ofir” (cf. Sal 44). Si la Iglesia es en sí misma santa e infalible, sólo puede serlo porque es de Dios y en cuanto es de Dios, no como construcción humana o mera comunidad de seguidores de Jesús, como algunas malas eclesiologías propagan. Lo que es de Dios, lo que a Él le pertenece es santo porque recibe de su misma santidad.

            La Iglesia es santa porque es de Dios. “La santidad de la Iglesia y la de los fieles se apoya siempre en lo que en ellos es de Dios, pero comporta un estatuto de mayor interioridad; hay una comunicación real de la santidad de Dios a la Iglesia y a los fieles. De hecho, la Iglesia antigua ha tenido conciencia de sí misma como organismo de vida espiritual comunicada desde lo alto. Sea cual fuera la fecha en que se dio a sí misma el predicado de “santa”, ha sido el primero por el que se la caracterizó: es verdaderamente la santa Iglesia” (Congar, Y. M., Verdadera y falsa reforma en la Iglesia, Salamanca 2014, 91).

miércoles, 4 de enero de 2023

Bautizar - imposición de manos (Acciones sacramentales - I)

La liturgia es un conglomerado muy amplio donde se unen diversos elementos para formar el culto cristiano. No sólo palabras (oraciones) y silencios, sino también la liturgia son acciones sacramentales, acciones que deben ser expresivas, significativas, elocuentes. La liturgia la componen elementos materiales (agua, incienso, ceniza, velas, anillos, manteles...) así como ritos y gestos (bendecir, imponer las manos, velar, arrodillarse, besar, etc.). Todos estos elementos del culto cristiano requieren su mistagogia para vivirlos y entenderlos. Así comenzaremos una larga serie de catequesis en tres grupos: 1) Acciones sacramentales, 2) Elementos materiales, 3) Ritos y gestos.

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            Bautizar es todo un signo. Por una parte el agua es signo de limpieza, y en el bautismo se lavan y se borran todos los pecados. Por otra parte también es signo de la Pascua, pasar por el Mar Rojo para alcanzar la tierra prometida. Igualmente es, siguiendo a S. Pablo, Rm 6, signo de muerte y de vida, es decir, ser sepultado en el agua -la muerte de Cristo- y salir del agua -la resurrección del Señor.

            Siguiendo la simbología paulina, el Bautismo se aplicó en la Iglesia siguiendo dos modos:

                        a) por inmersión: meter a toda la persona en la fuente bautismal tres veces, invocando el nombre de cada una de las personas de la Trinidad en cada inmersión (el neófito se sumerge en la vida de Dios).

                        b) Por infusión: derramar el agua sobre la cabeza del néofito. Es un signo más pobre.

            Con la reforma de la liturgia, los rituales indican que lo normal debería ser por inmersión, más fácil de realizar en el caso de los niños. ¡Cuestión de acostumbrarse! Por la visibilidad del gesto y por su claridad y sencillez, explicar la sepultura y resurrección en Cristo se expresa mejor por la inmersión que por unas pocas gotas de agua en la cabeza.

La Imposición de manos es uno de los gestos más repetidos en la liturgia, muy polivalente, con la elocuente expresividad de unas manos que se extienden sobre la cabeza de una persona o sobre una cosa, a ser posible con contacto físico. Su sentido queda concretado por las palabras que le acompañan:

                        a) "Yo te absuelvo de tus pecados..."

                        b) "Santifica, Señor, estos dones con la efusión de tu Espíritu..."

                        c) "Envía, Señor, la fuerza de tu Espíritu sobre estos siervos tuyos..."

                   d) "Envía sobre ellos la gracia del Espíritu Santo, para que tu amor, derramado en sus corazones, los haga permanecer fieles en la alianza conyugal".

            Es un gesto heredado de la Escritura y de la liturgia sinagogal. A veces significa bendición, como Jacob bendice a sus nietos Efraín y Manasés (Gn 48,14-16); otras veces es la consagración para una tarea, como Moisés que le impone las manos a Josué (Nm 27,18-23), o la identificación con el sacrificio, así el Sumo Sacerdote impone las manos sobre el animal que se va a sacrificar significando a todo el pueblo que se ofrece a Dios (cf. Lv 1,4; 3,2).

            También aparece en el NT, como bendición: Jesús imponía las manos a los niños (Mt 19,13-15); también es signo de curación, como Jairo le pide a Jesús para su niña (Mc 5,23). Es signo y transmisión del Espíritu para una misión: "hicieron oración y les impusieron las manos" (Hch 6,6) enviando a Pablo y Bernabé a evangelizar. Y consagración del hombre a Dios, como iniciación cristiana: "les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo" (Hch 8,17). Con la imposición de manos también se cura y se atiende a los enfermos: Pablo cura a un enfermo imponiéndole las manos: "entró a verle, hizo oración, le impuso las manos y curó" (Hch 28,8-9).

            La imposición de manos es siempre signo del Espíritu Santo que se comunica para curar, enviar, santificar o consagrar.

            La imposición de manos se debe realizar muy lentamente, de forma expresiva, tocando la cabeza de aquellos a los que se les comunica la gracia. Es cercanía de Dios que envía hoy su Espíritu.