1. La paciencia es una virtud que
casi todos conocemos, aunque la practiquemos poco. La recomendamos con
frecuencia a los demás pero en vez de decir “paciencia” queremos decir “resignación”,
algo más bien pasivo, un aguantarse porque no hay más remedio.
La
paciencia es virtud de los fuertes que saben sobreponerse ante el mal que se
padece injustamente y resisten y es virtud de los que han puesto su esperanza
en Dios y permanecen firmes frente a las adversidades que se van presentando en
lo normal de la vida.
La impaciencia actúa muchas veces
con ira, queriendo eliminar bruscamente el objeto, la persona o las
circunstancias que nos dañan; a veces la impaciencia se convierte en rebeldía
pidiendo cuentas a Dios y volviéndose contra Él. Pero la paciencia sabe esperar,
resistir y aguardar a que Dios, como siempre, saque bienes del mal que aflige
momentáneamente, porque “Dios da trabajos, para que, sufridos con paciencia
pueda hacer mayores mercedes” (Ep. 29,2).