sábado, 31 de julio de 2010

Conceptos claros: ¿Cómo responder al secularismo? (IV)


Ante la situación del secularismo y la secularización, se plantean interrogantes varios. ¿Se puede construir un mundo sin Dios? ¿Puede haber un humanismo auténtico que no sea cristiano? ¿Sin Dios, el hombre es más hombre, más pleno, más auténtico? Y el segundo interrogante es la postura ante esta secularización, ya que algunos la ven muy positivamente para reforzar y purificar la fe de los creyentes, eso sí, esperando una Iglesia de minorías, de selectos convencidos y comprometidos, donde los pequeños con su fe sencilla, apenas tienen lugar.

Pablo VI formulaba así estos interrogantes: “En todo caso, se nos presenta con fuerza una doble pregunta: ¿Es posible fundamentar un humanismo auténtico partiendo de perspectivas prácticamente ateas, es decir, de un mundo desacralizado y secularizado, sin referencia a Dios, aun dejando en pie la posibilidad de que quienes quieran y puedan, reconozcan un Dios trascendente y personal? ¿Es deseable, por otra parte, llegar hasta ahí en el proceso de secularización, para purificar y revalorizar, como dicen, la fe de los creyentes?” (Discurso al Secretariado para los no-creyentes, 18-marzo-1971).


El primer punto es el humanismo, o mejor, el del falso humanismo reinante frente al humanismo cristiano. “A la primera pregunta, la respuesta, en el plano práctico, no es tal vez muy fácil, y sin duda es preciso desconfiar de una apologética demasiado sencilla, de acuerdo con la tesis de que, como se ha dicho con frase lapidaria, “un pueblo se deshumaniza a medida que se descristianiza”; y sin Dios todo va a la deriva en el plano humano: la verdad, el bien, el respeto a las personas, su felicidad, su esperanza.


Y, sin embargo, después de haber asistido durante más de un siglo a los estremecedores esfuerzos de diversos humanismos ateos, ¿no se advierte efectivamente que lo que ahora parece mal asegurado es el sentido del hombre, hasta el punto de que algunos no se atreven ya a hablar de humanismo? En todo caso, para nosotros creyentes no es dudosa esta convicción: un humanismo errado, que excluye a Dios, tarde o temprano acabará por revelarse inhumano.


viernes, 30 de julio de 2010

Algunos pensamientos de San Agustín

El estilo literario de san Agustín forja frases precisas y preciosas, a modo de sentencias, que son muy iluminadoras y a la vez fáciles de retener en la memoria.

Algunas de ellas, de sus libros sobre La Trinidad, las ofrecemos aquí, no sólo como algo piadoso, sino para acostumbrarnos al lenguaje de los Padres de la Iglesia y enriquecernos con la Tradición.

* "La vida eterna consiste en aquella contemplación por la que vemos a Dios y no para pena, sino como galardón de eterno gozo" (I,13,31).

* "Nadie es docto si a la razón contradice,
nadie cristiano si rechaza las Escrituras,
nadie amigo de la paz si siente contra la Iglesia" (IV,7,11).

* "Hay quienes creen poderse purificar por su propio esfuerzo para unirse y contemplar a Dios; a éstos los enloda la soberbia" (IV,15,20).

* "La verdad es siempre inmortal, incorruptible, inmutable. Y la verdadera inmortalidad, la verdadera incorruptibilidad, la inconmutabilidad verdadera, es la misma eternidad" (IV,18,24).

* "Nosotros seremos felices en Él, con Él y por Él" (VI,5,7).

* "Si por amor a Él te adhieres, serás al instante feliz" (VIII,3,5).

* "Abraza al Dios Amor y abraza a Dios por amor" (VIII,8,12).

* "Sólo es feliz el que posee todo lo que desea y no desea nada malo" (XIII,5,8).

* "Nuestra ciencia es Cristo, y nuestra sabiduría es también Cristo" (XIII,19,24).

* "Debe el hombre ser inteligente para buscar a Dios" (XV,2,2).

jueves, 29 de julio de 2010

Santa Marta: Un poco de tranquilidad, por favor

La figura de Santa Marta es, como pocas, un espejo en el que todos, más o menos, nos vemos reflejados. ¡Admirable mujer, amiga del Señor! Movida por esta amistad y por el deber sagrado de la hospitalidad, ¡no para! No para de correr, de hacer cosas, de que todo esté a punto, perfecto, para alguien tan importante y querido como es el Señor.

Nosotros, como ella, tenemos siempre trabajo por delante, y si el carácter es muy activo, nervioso, con más razón, porque estar quietos nos parece incluso una infidelidad. Lo nuestro, como Marta, es trabajar: en el mundo nos santificamos mediante el trabajo, siempre hecho por amor de Dios, con visión sobrenatural, con la mayor perfección posible y la mayor capacitación que logremos. En el mundo, en el ámbito de lo social, del trabajo, la profesión y la familia, servimos a Cristo mediante el trabajo. No hay otro lugar para la santidad secular más que el mundo... como santa Marta. Y mucho cuidado habremos de tener con buscar santidades extraordinarias, cosas excepcionales -en trabajos, en apostolados...- que nos apartan del esfuerzo y del rigor del trabajo cotidiano. Algunos viven para lo extraordinario, pero son incapaces de ser constantes, diligentes, laboriosos, ordenados, perseverantes en las tareas de cada día (nada brillantes, rutinarias, aburridas tal vez).

Sólo una cosa: no perdamos la paz en el trabajo, en la actividad, en la profesión. Andar inquietos y nerviosos no es bueno para la salud psicológica ni la salud espiritual. Hemos de trabajar y mucho, pero siempre con paz.

Por eso es sumamente recomendable, casi obligatorio, para todos, combinar las horas de actividad y trabajo, con los pequeños ratos cotidianos con el Señor; unas normas de vida, un plan de vida (que incluya oración, Misa diaria, lectura del Evangelio...) que oxigenan el alma, que permiten recobrar fuerzas, interpretar lo que vivimos y somos según la luz de Cristo, ofrecer el trabajo. La oración no es tiempo perdido, sino inversión en fecundidad.

Era el consejo de Santa Teresa de Jesús: "Marta y María han de andar juntas" (7M 4,12). Ajustemos nuestra vida... y esta brevísima y apresurada catequesis sobre santa Marta nos ayude (cual catequesis de adultos) a ir cambiando y mejorando cristianamente.


miércoles, 28 de julio de 2010

Para no decir tonterías sobre los resultados del Vaticano II

Se ha puesto de moda, desgraciadamente, y con demasiada facilidad, afirmar que los problemas de la Iglesia hoy (por ejemplo, la gran masa que se ha alejado, la poca práctica de asistencia a la Eucaristía, los brotes secularizadores), todos y cada uno de ellos son resultado directo y proporcional a la aplicación del Concilio Vaticano II, sin ver el contexto cultural de cambio y crisis, ni los movimientos sociales, etc. Simple, pura y llanamente, culpa del Concilio Vaticano II, afirmando, también a la ligera, lo bien que iba todo en la Iglesia antes del Concilio: todo fervor, santidad, apostolado, masas creyentes, liturgia dignísima y maravillosa, todo el mundo era cristiano.

Es evidente que esto cae en el simplismo: pero como se dice, hay que refutarlo. Ni todo está tan mal ahora, ni todo era tan perfecto hasta 1962. El Concilio Vaticano II quiere ser una respuesta a una situación de crisis latente en la Iglesia en muchos campos y hacerlo dulcemente, sin lenguajes de condenas y anatemas, pero respondiendo e intentando superar la situación de crisis que se iba arrastrando.

¿En qué nos basamos?

Pues para que nadie pueda acusar de irresponsabilidad o ligereza en lo dicho anteriormente, en un diagnóstico del teólogo Joseph Ratzinger, pronunciado en una conferencia en 1958 y publicado en "El nuevo pueblo de Dios". ¿Qué decía Ratzinger? ¿Cuál era el triste panorama de antes, que algunos pintan ahora idealizado y perfecto?

"Según las estadísticas religiosas, la vieja Europa sigue siendo casi por completo un continente cristiano. Pero apenas habrá otro caso en que se pueda ver tan puntualmente como aquí que las estadísticas engañan. Esta Europa cristiana de nombre, ha venido a ser, desde hace 400 años en números redondos, el lugar de nacimiento de un nuevo paganismo que crece inconteniblemente en el corazón de la Iglesia misma y amenaza con corroerla desde dentro. La imagen de la Iglesia en los tiempos modernos está esencialmente definida por el hecho de haber venido a ser, de manera enteramente nueva una Iglesia de gentiles, y de serlo cada día más: no ya, como antaño, Iglesia compuesta de gentiles que se hicieron cristianos, sino Iglesia de gentiles que siguen llamándose critianos, pero que en realidad han vuelto al paganismo. La gentilidad se asienta hoy día en la Iglesia misma y la característica tanto de la Iglesia de nuestros días como de la nueva gentilidad es cabalmente que se trata de una gentilidad en la Iglesia, y de una Iglesia en cuyo corazón vive la gentilidad. Por eso, no puede hablarse en este contexto del paganismo que en el ateísmo oriental ha cuajado en grupo compacto contra la Iglesia enfrentándose como un nuevo poder anticristiano a la comunidad de los creyentes, siquiera no pueda olvidarse tampoco que este grupo tiene la particularidad de ser un paganismo nuevo, un paganismo, consiguientemente, que ha nacido en la Iglesia y de ella ha tomado prestados algunos elementos esenciales, que definen de un modo decisivo su imagen y su fuerza. Hay que hablar más bien del fenómeno mucho más característico de nuestro tiempo, que constituye el verdadero ataque a lo cristiano, el paganismo dentro de la Iglesia, que es como la "abominación de la desolación en el lugar santo" (Mc 13,14).

martes, 27 de julio de 2010

Misterio de la Eucaristía

La Eucaristía “es el centro de la vida de la Iglesia” (Eucharisticum Mysterium, 1; RCCE 1); sin la Eucaristía la Iglesia no puede existir ni ser, porque la Iglesia, en cuanto Iglesia, es eucarística. La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia porque contiene al Autor mismo de la santidad, y todos los sacramentos se ordenan a la Eucaristía y en ella alcanzan su plenitud. La Eucaristía es el Gran Sacramento. 


“La celebración de la Eucaristía es el Centro de toda la vida cristiana, tanto para la Iglesia universal como para las asambleas locales de la misma Iglesia. Pues «los demás sacramentos, al igual que todos los ministerios eclesiásticos y las obras del apostolado, están unidos con la Eucaristía y hacia ella se ordenan. Pues en la sagrada Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo en persona, nuestra Pascua y pan vivo que, por su carne vivificada y que vivifica por el Espíritu Santo, da vida a los hombres que de esta forma son invitados y estimulados a ofrecerse a sí mismos, sus trabajos y todas las cosas creadas juntamente con él»” (RCCE, 1).

    La doctrina eucarística está muy bien desplegada en Eucharisticum Mysterium. Distintas facetas posee la Eucaristía, vertientes de un mismo Misterio, y para entender la Eucaristía hay que considerar la totalidad de los aspectos, o, como dice EM, “conviene, en efecto, que el misterio eucarístico, considerado en su totalidad bajo sus diversos aspectos, brille ante los fieles con el esplendor debido, y que se fomente en la vida y en el espíritu de los fieles la relación que, según la doctrina de la Iglesia, existe objetivamente entre los aspectos de este misterio” (n. 2), alertando así frente a las desviaciones eucarísticas negando una faceta o destacando otra de tal forma que se convirtiese en la única dimensión.

    Las tres dimensiones inseparables de la Eucaristía son: Sacrificio, Memorial y Banquete. 
 
  • El Sacrificio es la entrega del Señor en la cruz, realizada de una vez para siempre, cumbre de la redención. 
  • El Memorial es la actualización de ese mismo Misterio que se hace presente cada vez que se celebra la Eucaristía; no es memoria psicológica, ni una evocación afectiva o piadosa, sino presencia del Misterio real y con su misma capacidad salvífica; 
  • y es Banquete porque la Eucaristía es el pan de la vida, dispuesto para ser comido y ser adorado; Banquete pascual, con su contenido explícitamente religioso y no secularista, y con un matiz escatológico, pues prefigura el banquete de Bodas del Cordero.

lunes, 26 de julio de 2010

Planteamiento general de la catequesis de adultos

Es tremendamente significativo que el primer nivel de catequesis que remarca el Directorio General de Catequesis es el de adultos. Es una gran renovación para la mentalidad eclesial: la catequesis de adultos es una acción prioritaria para toda comunidad cristiana, puesto que al ser catequizados los adultos se va renovando la Iglesia, creando familias católicas como la familia de Nazaret, donde niños y jóvenes sean educados por sus padres en una certera transmisión de la fe en el santuario familiar, en la liturgia doméstica. La exhortación apostólica Catechesi tradendae de Juan Pablo II incluso, aun cuando reconoce la importancia de esta catequesis, no la ponía al principio, sino detrás de la catequesis a niños, jóvenes, minusválidos; no obstante es iluminador el mensaje de Juan Pablo II:

                "[La catequesis de adultos] es la forma principal de la catequesis, porque está dirigida a las personas que tienen las mayores responsabilidades y la capacidad de vivir el Mensaje cristiano bajo su forma plenamente desarrollada. La comunidad cristiana no podría hacer una catequesis permanente sin la participación directa y experimentada de los adultos, bien sean ellos destinatarios o promotores de la actividad catequética. El mundo en el que los jóvenes están llamados a vivir y dar testimonio de la fe que la catequesis quiere ahondar y afianzar, está gobernado por los adultos; la fe de éstos debería, igualmente, ser iluminada, estimulada o renovada sin cesar con el fin de penetrar las realidades temporales de las que ellos son responsables. Así pues, para que sea eficaz, la catequesis ha de ser permanente, y sería ciertamente vana si se detuviera precisamente en el umbral de la edad madura, puesto que, si bien ciertamente de otra forma, se revela no menos necesaria para los adultos" (CT 43).

    "La transmisión del mensaje de la fe a los adultos que ha de tener muy en cuenta las experiencias vividas, los condicionamientos y los desafíos que tales adultos encuentran, así como sus múltiples interrogantes y necesidades respecto a la fe" (DGC 172).

sábado, 24 de julio de 2010

El Evangelio en nuestra oración


“Bien meditado, el Evangelio es todo él una oración. El Evangelio es Jesús hablando con su Padre en nombre de los hombres o con éstos en nombre de su Padre, o son los hombres hablando con el Padre por medio de Jesús y el Padre hablando con los hombres por medio de su Hijo. Siempre en diálogo afectuoso expresado por medio de palabras, de obras, de miradas, de gestos, de lágrimas, de alabanzas, de acciones de gracias, de bendiciones...

Y bajo este aspecto, ¡qué gran maestro de oración, y de oración en todas sus formas y en todos sus grados, es el Evangelio! Leyendo despacio el Evangelio, necesariamente se aprende a orar de todos los modos en que se puede orar.

Por sus páginas se ven desfilar, ante la Misericordia infinita del Corazón de Jesús, representaciones de todas las miserias humanas desde las más materiales y groseras hasta las más espirituales; desde el leproso, condenado al aislamiento y al asco de los hombres, hasta Dimas, pidiendo el cielo en el cadalso; desde los niños hebreos cantando el ¡Hosanna! del triunfo de Jesús, hasta el aullido de los endemoniados pidiendo libertad.


¡Cuántas miserias de rodillas y con los brazos suplicantes ante el amor misericordioso del dulce Nazareno que pasaba, nos presentan las páginas el Evangelio! Y ¡cuántas veces se enternece nuestro corazón ante el Sí grande, majestuoso, omnipotente, con que responde y se pone a mirar al afligido y confiado suplicante!

¡Ah! ¡Cómo ante las caricias de esa Misericordia tan propicia y tan para nosotros, se vienen ganas de pasarnos la vida orando y casi, casi de tener más miserias que contar y que exponer para tener más ocasión de vernos envueltos en aquellas miradas de bondad y atraídos por aquellas preguntas de curiosidad tan de padre y bañados y ungidos en la virtud de aquellas manos, de aquellos ojos y hasta de aquella orla de su vestido!

Si san Agustín, en un santo atrevimiento de amor, pudo exclamar: “¡Oh feliz culpa que mereció tener tan grande Redentor!”, la gratitud del corazón humano puede prorrumpir en este grito: “¡Feliz miseria, que hace probar y gustar a los desgraciados hijos de Eva las dulzuras de las misericordias del Padre que está en los cielos y del Hijo que vive en los Sagrarios de la tierra!”.

Beato D. Manuel González, Oremos en el sagrario,
en O.C., Vol. I, nn. 898-899.

viernes, 23 de julio de 2010

La Sabiduría (textos isidorianos)


La sabiduría es un don, una gracia y, asimismo, un lento trabajo humano de estudio, reflexión, lectura y oración... sabiduría última que es el conocimiento amoroso de Dios. Leamos a san Isidoro de Sevilla:

"10. Se llama necedad a la simplicidad unida a la pereza; mas sabiduría, a la simplicidad acompañada de la prudencia.

11. Es provechoso poseer muchos conocimientos y vivir con rectitud. Pero, si no podemos conseguir ambas cosas, es mejor preocuparse de vivir rectamente que de saber mucho.


12. El saber no ayuda a la consecución de la felicidad, ni se es feliz por conocer muchas verdades, pero es gran cosa vivir felizmente.


13. De nada aprovecha poseer toda la sabiduría, si se desconoce a Dios; y a los que conocen a Dios, en nada les perjudica desconocer el mundo. Mas aquel tiene perfecta sabiduría que primero conoce a Dios, y estas otras cosas no por sí mismas, sino en orden a Dios.


14. En nada le perjudica a uno que por una cierta simplicidad juzgue erróneamente de los elementos, con tal que exponga verdades acerca de Dios. Pues, aunque uno no pueda discutir acerca de las naturalezas incorpóreas ni de las corporales, sin embargo, le hace dichoso la integridad de vida animada por la fe".


(S. Isidoro, Sentencias, II, c. 1, 10-14).

jueves, 22 de julio de 2010

Cumplimos un añito

Hoy cumple un año este blog.

Ponemos la tarta con una velita y hacemos soplar a la criaturita mientras cantamos de fondo, de manera desafinada como en todos los cumpleaños: "¡¡y que cumplas muchos más!!" Bieeenn...


En un año de vida 52.600 visitas, que no sé a cuántas personas corresponderán, pero que durante el curso se eleva a unas 70-80 personas diariamente y ahora en verano, por lo que se ve, 50-60. ¿Pocas, muchas, está bien este número? ¡No lo sé, no tengo términos de comparación! Pero el deseo es que siga creciendo y se difunda entre más personas, que sean más los lectores. Y eso tal vez no me toca a mí ya, sino a vosotros, los amables y pacientes lectores, que lo recomienden a sus amigos, a sus grupos, etc.

Pasen, adelante. Está abierto: este blog es un salón de catequesis de adultos. Tomen asiento y dispongánse a participar. Es un proceso formativo continuado, por tanto, lo que hoy se insinúa de pasada, otro día es el tema central; lo que hoy queda en penumbras, otro día es iluminado; las dudas que surgen se van resolviendo... Todo va rodando como en círculos concéntricos que se despliegan en torno a un mismo centro: Jesucristo y la Iglesia.

Nada fuera de la enseñanza de la Iglesia, ¡faltaría más! Nada que sean simplemente anécdotas, o noticias de actualidad. Sólo enseñanza: Jesucristo, la Iglesia, la liturgia, la iniciación a la oración, la moral, la teología... y el análisis real de lo que vivimos (cultura actual, contexto, secularismo...). Quisiéramos una fundamentación teológica, quisiéramos esa apología racional de la fe y de la esperanza que hoy se necesita para no ser arrastrados por las corrientes de hoy.

Pasen, no se queden fuera del salón parroquial "virtual". Hay sitio para todos; por favor, no se retrasen, la puntualidad es una virtud (y virtud sin orden, rara virtud). Durante la catequesis, con respeto, pueden preguntar, comentar, exponer sus vivencias, ya que ésa es la función de los comentarios.

Pasen. Hay catequesis en este salón parroquial casi todos los días. Y las hay porque aunque no escribo ni mucho menos todos los días, sino los ratos libres de unos días de vacaciones, se preparan la catequesis para muchos meses, convencido de que esto es PASTORAL. Se guardan las catequesis y se programan para que vayan apareciendo en su día y en su hora.

La PASTORAL fue mi deseo, pero la pastoral sin visos de amiguismo, ni cariz secularista, sino la de conducir con el Corazón del Buen Pastor hacia fuentes de agua viva y no agua estancada. Así fue la presentación del blog, así también mi plegaria inicial ante el Sagrario y así es hoy, cada jornada, mi plegaria por el blog: "Señor, da fecundidad al blog; te pido por sus lectores y sus necesidades; te pido, Señor, que el blog les haga bien".

Cumplimos un añito en la fiesta de Santa María Magdalena, aquella mujer admirable, de la que Cristo expulsó siete demonios y que amó al Señor con locura, con pasión, con deseo santo. Así, encomendando a ella en este día el blog pido que esta catequesis virtual expulse todos los demonios (el error, la ignorancia, la tibieza...) e infunda verdadera pasión por Jesucristo, un gran deseo de Dios y un profundo y renovado amor a Él.

Pasen, que el salón ya está dispuesto, las sillas ordenadas, la pizarra limpia y con tiza, las fotocopias en la mesa. Pasen a catequesis, inviten a otros muchos a este salón parroquial en Internet. Así, ¡¡mucha pastoral!! construiremos la Iglesia.

Felicidades a quienes consideráis ya el blog como vuestro. ¡Vamos a celebrarlo!

P.D. Disculpen si no pruebo la tarta que aparece en la imagen: es de chocolate y tengo alergia, pero pueden comer lo que quieran. ¡Pero no manchen el salón y, por favor, déjenlo todo recogido después!

miércoles, 21 de julio de 2010

Conceptos claros: lo que ha generado el secularismo (III)

El secularismo ha desatado un proceso en el cual estamos inmersos: por una parte la creación de un "cristianismo secular", altamente peligroso, por otra parte, el repliegue del catolicismo a su interior, desentendiéndose del mundo en buena medida para preservarse.

La primera confusión la palpamos constantemente en grupos cristianos, en el lenguaje que se predica, en la espiritualidad inmanentista que se ofrece. Se ha buscado para responder al secularismo un cristianismo secular que ya es simplemente una caricatura de sí mismo.

¿Qué características tiene este “cristianismo secular”? Sabiendo que esta descripción sería un retrato de muchas situaciones eclesiales hoy:

-Cultiva y destaca sólo los valores del hombre, lo inmanente, cayendo en un moralismo


-Se fija sólo en los aspectos seculares del cristianismo, olvidando la trascendencia, la divinidad de Jesucristo, la gracia y la escatología: todo, absolutamente todo, es intramundano, la búsqueda de la justicia aquí y ahora, la opción por los pobres, la tolerancia...

-Diluye el cristianismo en una fuerza social dirigida a la “revolución” o, al menos, a la evolución y progreso de la sociedad

-Quita a Dios y pone el hombre en su lugar en aras de un consenso social e interreligioso; y este hombre es un hombre “idealizado”, “bueno en sí mismo”, con ausencia del pecado original y de los propios pecados personales. Es el optimismo antropológico, ¡y ya no necesita un Redentor y Salvador!

-La cristología se vuelve inútil y sin sentido porque “Jesús de Nazaret” (el nombre único que usan) es nada más que un modelo de profeta, de hombre justo, un ejemplar para incitarnos a nosotros a la transformación del mundo. Este ideal, ¿no es el antiguo pelagianismo en su versión moral, con lenguaje nuevo?

-Este “cristianismo secular” verá la espiritualidad y la oración, en general, como alienantes del mundo y el compromiso, y las aceptarán en tanto en cuanto sean una reflexión sobre qué hacer y en qué comprometerse.

-La liturgia deja de ser glorificación de Dios y santificación de los hombres, para ser celebración de la comunidad en cuanto comunidad y medio pedagógico-instructivo de mover las conciencias en la dirección de la transformación social. Se desacraliza para devenir antropocéntrica.

martes, 20 de julio de 2010

El rito de la paz, el osculum pacis y el martirio

El rito de la paz en la celebración eucarística (privativo, por cierto, de la liturgia eucarística y no extensible a la Liturgia de las Horas u otras celebraciones, como se puede ver en el esquema de la liturgia del Viernes Santo, por ejemplo) posee un contenido profundo, anclado en la Tradición de la Iglesia.

1. El significado

El rito de la paz se realiza con el intercambio de un beso entre los miembros de la Iglesia para expresar la Comunión de la Iglesia. Quien da y recibe el beso de paz está en la Comunión de la Iglesia, y quien no lo puede dar y recibir (como los penitentes o los catecúmenos, que salen antes de la liturgia eucarística) deberán esperar a ser reconciliados por la Penitencia para volver a la Pax Ecclesiae, a la Paz y Comunión de la Iglesia. Este rito de la paz -ya sea en el rito hispano-mozárabe después de los Dípticos y antes de la anáfora, ya sea en el rito romano después del Padrenuestro según la modificación de san Gregorio Magno- se expresa con un signo (un beso) y remite a la Comunión fraterna.

Una profunda visión espiritual y eclesial reviste el beso de la paz. Tal vez lo hemos perdido, convirtiéndolo en un simple gesto afectivo y afectuoso de saludo, algo revoltoso... pero su verdad es la verdad de la Comunión de la Iglesia; tal vez, en una visión espiritualista de la vida cristiana y de la liturgia, todo se mide en una relación vertical de intimismo entre Dios y la persona, y se prefiere omitir el beso de la paz, o interpretarlo sólo como un gesto íntimo de pedir a Dios la paz para no romper la propia devoción personal. Esta interpretación (sorprendente) minimiza el alcance y el significado del osculum pacis, lo ve un estorbo al recogimiento, innecesario, superficial. Algunos han llegado a escribir en el blog:

lunes, 19 de julio de 2010

¿Cómo se ora?

“Con esta noción sencilla, pero fundamental de la oración, puedo responder: Se ora como se pide y se pide según se siente la miseria propia y según se cree y se confía en la misericordia de Dios.

A más conocimiento de aquélla y a mayor fe y confianza más viva en ésta, más eficaz oración.

Por eso toda oración envuelve o exige algo de nuestro entendimiento como meditación, reflexión o contemplación de las necesidades propias, voluntarias o involuntarias, de sus causas, efectos remedios posibles y comparación con las ajenas y para eso ayudan los libros ascéticos, la conversación de los buenos, la contemplación de la naturaleza, etc., y algo, lo principal, del Espíritu Santo, Agente Supremo del mundo sobrenatural, infundiendo, excitando, fomentando, avivando nuestra fe y nuestra confianza y nuestro descanso en la Misericordia de Dios, para que más claramente veamos y más fuertemente sintamos y saboreemos a Dios, Padre rico que ha hecho de la oración llave de sus tesoros en favor de nosotros, hijos pobrísimos.


Meditando, pues, solamente o con sólo el ejercicio de nuestro entendimiento, no oramos; sino conversando afectuosamente con Padre Dios sobre nuestras necesidades, dejándonos llevar de la moción o impulso del Espíritu Santo.


Y como con este divino Introductor contamos siempre, ¿quién podrá decir con verdad que no puede echar un rato de conversación afectuosa con Dios como de hijo pobre con su Padre rico y bueno?


A los que dicen: yo no sé orar, yo no puedo orar... decidles: ¿Pero tan rico, tan perfecto, tan señor, tan cabal, tan independiente, tan sin faltas ni peligros eres tú que no necesitas de Dios?


Y aunque así fueras, ¿no necesitas siquiera darle gracias por tanto como te di y pedírselas para que no lo pierdas? ¿O es que no crees que Dios, tu Padre, quiere y puede y ha prometido pro ese medio remediarte?

¿Quién no necesita pedir a Dios?


¿Todos? Pues todos necesitamos orar”.
Beato D. Manuel González, Oremos en el Sagrario,
en O.C., Vol. I, nn. 895-897.

domingo, 18 de julio de 2010

Plegaria a la Presencia amorosa del Señor


Tú te sientas en el trono a la derecha del Padre
en el reino de su eterna gloria
como Palabra de Dios desde un principio.


Tú gobiernas en el altísimo trono
también en transfigurada forma humana

después de haber consumado tu obra en la tierra.


Así creo yo, porque tu Palabra me lo enseña,

y porque lo creo me siento feliz,

y de ahí florece una dichosa esperanza:


Pues donde estás tú allí están también los tuyos,

el cielo es mi maravillosa patria,
yo participo contigo el trono del Padre.


El Eterno, que todo ser creó,
Él, tres veces santo, que abarca todo ser,
tiene su propio reino silencioso.


El habitáculo más íntimo del alma humana

es el más querido lugar de la Trinidad,

su trono celestial en la tierra.


Para redimir este reino celestial de las manos del enemigo

ha venido el Hijo de Dios como hijo del hombre,

y dado su sangre en rescate.


En el corazón de Jesús, que fue atravesado,

el reino celestial y la tierra están unidos,
aquí está para nosotros la fuente de la vida.


Este corazón es el corazón de la Trinidad divina

y centro de todo corazón humano,
que nos da la vida de la Divinidad.
(Edith Stein, “Yo estoy con vosotros”,
en Obras completas, vol. 5, Burgos 2004, pp. 799-803).

sábado, 17 de julio de 2010

"¡A ver si nos callamos!"

Ya sé que no soy uno de esos magníficos pastoralistas, tan en boga hoy, de teatros, excursiones, meriendas, campamentos... Ya sé que no soy uno de esos pastoralistas que presumen de serlo, que a todas horas tienen en la boca la palabra "pastoral" para justificar hasta lo injustificable, es decir, las maneras secularizadas de atraer y entretener a la gente para centrarlas en su propio "yo" y no para vincularlas al "Yo de Cristo" (o sea, crear su grupo de amigos, de fans, de seguidores y admiradores). Sí, no soy pastoralista al uso de lo que hoy se dice y se lleva. Me han puesto esa etiqueta y ya no se quita.

Yo soy más raro; tan raro que se me ocurre leer, profundizar, acudir constantemente a la patrística antes de predicar un retiro u organizar un curso de formación o una catequesis de adultos. Pero para algunos eso no es pastoral.

Pues como soy raro, preparando un cursillo de liturgia que tengo que impartir en septiembre, me he encontrado con una cita de Orígenes en sus homilías sobre el Génesis. Veo que nada nuevo bajo el sol. Recordarán que más de una vez he hablado del silencio en general, pero también del silencio en las iglesias. Por lo que parece, los que no somos pastoralistas y queremos silencio en las iglesias para orar y escuchar, un cierto respeto, siempre hemos tenido que recordarlo y decirlo una y otra vez, aunque los fieles charlatanes se molesten por la amonestación.

¿Qué decía Orígenes en la refinada y culta Iglesia de Alejandría (en Egipto)?

"Luego, ¿qué debo hacer? ¿Dónde y cuándo encontraré el tiempo que os conviene a vosotros? La mayor parte del mismo, más aún, casi todo, lo empleáis en ocupaciones mundanas; una parte lo consumís en el foro, la otra en los negocios; uno [tiene tiempo] para el campo; otro, para los procesos; y ninguno o muy pocos tienen tiempo para escuchar la palabra de Dios.

Pero ¿por qué os culpo de vuestras ocupaciones? ¿Por qué me lamento de los ausentes? Tampoco vosotros, los presentes, que estáis ya en la iglesia, prestáis la debida atención, sino que soléis dedicaros a charlar de cosas banales, volviendo la espalda a la palabra de Dios y a las lecturas divinas" (Hom. Gen., X,1).
O sea, desde siempre ha habido el mismo problema: muchos van a la iglesia y no escuchan, se dedican a parlotear entre ellos. Pero hay que mandar silencio, educarlos en callar, orar y escuchar. Y si eso no es pastoral, ¡que venga Dios y lo vea! Porque lo fácil -"lo pastoral" que diría alguno- sería callarse para que nadie se moleste, porque, por lo menos, están en la iglesia.... ¡y así va todo!

viernes, 16 de julio de 2010

Cuando la teología deviene modernista...

Cuando la teología se seculariza, adoptando como premisa los principios de la postmodernidad, deviene en arma arrojadiza contra la misma Iglesia, a la que califica de anticuada, desfasada, y contra el Magisterio, calificado de jerarquía opresora, limitador de la libertad, y otras lindezas por el estilo. En vez del diálogo con el mundo para el anuncio de Cristo, en lugar de meditar el misterio de Dios para exponerlo amorosamente, asume acríticamente el pensamiento del mundo y quiere ajustar la fe a lo que el mundo quiere escuchar en la postmodernidad.

La teología, en la elaboración de su reflexión, estará atenta al mundo, a la cultura, a las búsquedas e interrogantes del hombre contemporáneo y procurará expresar el Misterio con palabras inteligibles hoy, iluminando, cuestionando, provocando: “los teólogos, guardando los métodos y las exigencias propias de la ciencia sagrada, están invitados a buscar siempre un modo más apropiado de comunicar la doctrina a los hombres de su época; porque una cosa es el depósito mismo de la fe, o sea, sus verdades, y otra cosa es el modo de formularlas conservando el mismo sentido y el mismo significado” (GS 62). Si esto no se respeta, se genera la confusión cambiando no sólo el lenguaje o la expresión teológica, sino el mismo contenido.

jueves, 15 de julio de 2010

Conceptos claros: secularización y secularismo (II)

La secularización ha generado el secularismo, como una forma militante, virulenta en ocasiones, de imponer la secularización en todos los ámbitos de la vida, de la sociedad, del pensamiento.

“Esta secularización, que lleva consigo una creciente autonomía de lo profano, es un hecho relevante de nuestras civilizaciones occidentales. En esta situación es donde ha aparecido el secularismo como sistema ideológico. El secularismo no sólo justifica ese hecho, sino que lo toma como objetivo, como fuente y como norma del progreso humano; y llega hasta reivindicar una autonomía absoluta del hombre ante su propio destino. Se trata entonces, podríamos decir, de una ideología, de una concepción nueva del mundo sin apertura y que funciona exactamente como una nueva religión.


Esta forma de naturalismo es una visión de las cosas que excluye toda referencia a Dios y a la trascendencia, y por eso tiende a identificarse con el ateísmo y a aparecer como un enemigo mortal del cristianismo, que una conciencia cristiana no podría aceptar sin negarse a sí misma. ¡Tan cierto es, que el verdadero ateísmo se sitúa, por definición, en el plano de una inmanencia, cerrada sobre sí misma, del hombre y del mundo”!


Esto es muy claro. Pero los espíritus adheridos a la fe muestran más perplejidad ante la fortuna y los peligros de la secularización misma” (Pablo VI, Discurso al Secretariado para los no-creyentes, 18-marzo-1971).


Por tanto:


- creciente autonomía de lo profano
- autonomía absoluta del hombre, sin vínculo ni referencia a Dios

- se establece como una nueva religión a la que todo se sacrifica: ¡el progreso es el nuevo dios!

- se sitúa sólo en lo inmanente, en el mundo, en lo inmediato.

El secularismo, a pesar de su falsa apariencia de libertad, no tiene lugar para el catolicismo; es más, el secularismo es el reto y el desafío constante para los católicos. No podemos vivir de espaldas a estos desafíos tan agresivos, ni formar católicos como si nada pasase o incluso adaptándonos a ese medio ambiente secularista que se respira: clara identidad católica, solidez en los principios y en la doctrina, madura espiritualidad.


La secularización y el secularismo han creado confusiones que conviene aclarar.


“Si no es necesario recordar la legitimidad de una cierta autonomía de las realidades terrestres y de las sociedades mismas, que tienen sus leyes y sus valores propios, y consiguientemente se distinguen del reino de Dios, es preciso, sin embargo, rechazar sin equívocos dos confusiones ruinosas entre estos dos dominios.


La primera es desastrosa. Propone una versión secular del cristianismo, que engloba toda la fe cristiana en un humanismo en el que el término “divino”, si figura todavía, no es sino una manera de designar cualidades inmanentes del hombre. Se llegaría por ahí a vaciar el mensaje de Cristo de todo su alcance teocéntrico y a promover lo que no habría más remedio que llamar, sin preocuparse por la contradicción de los términos, un “ateísmo cristiano”. Cierta teología de la muerte de Dios no ha escapado, por desgracia, a este extraño absurdo.


Por el lado opuesto, algunos creyentes están tentados de negar toda posibilidad de filosofía humana, de solución humana a los problemas de este mundo, fuera de la fe de la Iglesia y de la aplicación de los principios cristianos. Llevando las cosas al extremo, ¿no sería eso negar la responsabilidad humana, que precisamente forma parte de la grandeza del hombre, creado a imagen de Dios, y rehusar toda colaboración sincera con los hombres de buena voluntad que no tienen nuestra fe? Semejante monolitismo confunde demasiado el reino de Dios y el mundo de aquí abajo.


Mantener la distinción entre ambos dominios no equivale a oponerlos excesivamente, como si las realidades temporales no tuvieran, al fin, relación ninguna con el reino de Dios, como si las obras de aquí abajo importasen poco a la fe que espera la salvación de Jesucristo. Esta incompatibilidad ha seducido a algunas almas nobles de los creyentes, porque parece salvaguardarse la trascendencia de Dios. En realidad, lleva con demasiada frecuencia a echarle fuera de la vida humana. La doctrina católica ha desconfiado siempre de ese exceso. Porque el Creador, el Redentor, el Santificador, ¿no son uno y el mismo Dios?” (Id.)


El diagnóstico es sumamente preciso.
Merece una descripción más detallada y seguir reflexionando.


miércoles, 14 de julio de 2010

Ritos con los enfermos

No todo en la pastoral con los enfermos es la Santa Unción, máxime cuando ésta se administra últimamente de manera que no parece sacramento de Enfermos (por gravedad, por estado grave de salud) sino casi como un sacramento de la ancianidad, a todos a partir de que hayan cumplido los 65 años y que se ponen en fila a recibirlo, cuando aún no son sujetos de este Sacramento de la Unción. Es una manera de trivializar el Sacramento.

"Aprendiz" lo preguntaba el otro día y hoy le respondo con libros litúrgicos en la mano.

Para muchos que estando enfermos, no son enfermedades gravísimas ni viven sus últimos momentos, sino que soportan debilidad física e incluso moral (los achaques de la edad, por ejemplo), la Iglesia ofrece otro rito, tanto en la casa del enfermo como para celebrarlo en la iglesia, de manera comunitaria, que es la Bendición de los enfermos. La liturgia de la Iglesia es muy rica y si se la conoce, pastoralmente daría una impronta espiritual.

El Bendicional dice:

"Existe la antiquísima costumbre, que tiene su origen en la manera de obrar del mismo Cristo y de los apóstoles, de que los enfermos sean bendecidos por los ministros de la Iglesia. Los ministros, cuando visitan a los enfermos, deben conservar diligentemente lo que se dice en el Ritual  de la unción y de la pastoral de los enfermos, núms. 87-90; pero sobre todo les han de poner de manifiesto la solicitud y el amor de Cristo y de la Iglesia.

El rito que aquí se describe puede utilizarlo el sacerdote, el diácono y también el laico, con los ritos y preces previstos para el laico; todos estos, respetando la estructura y los principales elementos del rito, adaptarán la celebración a las circunstancias concretas de los enfermos y del lugar" (Bend., n. 293. 295).

martes, 13 de julio de 2010

Comprender qué es la oración


“San Agustín definía bellamente la oración como “la omnipotencia del hombre y la debilidad de Dios”. Por eso afirmaba que orar es pedir. San Juan Damasceno entendía la oración como “la petición de las cosas convenientes”. A la pregunta “¿Qué es orar?” responde el catecismo de Ripalda diciendo que es “levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes”. Y con frase graciosamente honda, santa Teresa la define así: “Tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. Santa Teresita del Niño Jesús se expresa así: “¡Qué grande es el poder de la oración! Se la diría una reina que en todo momento tiene acceso libre al rey, y que puede conseguir todo lo que pide. Para que sea escuchada no es necesario leer en un libro determinada fórmula compuesta para las circunstancias... Para mí la oración es un impulso de l corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de gratitud y de amor, tanto en medio de la tribulación, como en medio de la alegría. En fin, es algo sobrenatural que me dilata el alma y me une con Jesús”.
Beato D. Manuel González, Oremos en el Sagrario,
en O.C., Vol. I, n. 894.

domingo, 11 de julio de 2010

Parábola cristológica del Buen samaritano

Me han felicitado por la homilía de hoy: ¿por qué? ¿Tan buen orador he sido, tan magníficamente he conmovido los corazones? ¡Qué va! Simplemente porque un servidor ha expuesto la parábola del Buen samaritano leída en el contexto de la Tradición de la Iglesia, es decir, una lectura cristológica del pasaje; como no lo habían escuchado así nunca, les ha llamado la atención. Pero no es para tanto. Es vivir de la Tradición y que la Tradición sigue siendo elocuente.

Vamos a la parábola. Y lo siguiente es un extracto de mi tesina de licenciatura (donde marginalmente he de explicar al Buen samaritano porque así se denomina a Cristo en los textos litúrgicos).

La imagen de Jesús como buen samaritano expresa e ilustra con claridad el misterio de la redención de los hombres. Esta parábola el evangelio de san Lucas cobra una nueva luz cuando se la interpreta cristológicamente, cuando se ve en el buen samaritano una imagen, una figura, del mismo Salvador nuestro que cura las heridas de quien se encuentra caído y herido por los salteadores.

    Este hombre asaltado, apaleado y que ha quedado en el camino herido y medio muerto es cada hombre, cada persona, es el género humano: ¡es Adán!, que se ha alejado de Jerusalén -Dios, el mundo de lo divino, de la santidad- y baja a Jericó, desciende a lo mundano, a la gentilidad, habiendo perdido el paraíso. El Enemigo del hombre, el Maligno, y los pecados han abatido a la humanidad, la han dejado herida, maltrecha, imposibilitada. Yace en el camino. No puede caminar ni levantarse.

  

Alabanza por la resurrección de Cristo


Luego, después que a la muerte puso fin y al hombre devolvió la vida, sube victorioso al encumbrado tribunal de su excelso Padre, llevando al cielo la gloria esclarecida de su pasión.

¡Honor a Ti, Juez de los muertos; honor a Ti, Rey de los vivos; a Ti que, por tus méritos en todas partes conocido, estás sentado a la derecha del Padre, de donde habrás de venir como justo vengador de todo crimen!


¡Que a Ti canten los ancianos y los jóvenes; a Ti el coro de los niños, la multitud de madres y de vírgenes, y las niñas cándidas, a una vez y con sus cantos puros!


¡Las cascadas y las aguas de los ríos, el estruendo de los litorales, la lluvia, el calor, la nieve, la escarcha, el bosque y el viento, la noche y el día, te glorifiquen a una por todos los siglos de los siglos!

Prudencio, Himno de todas las horas, vv. 106-115.

sábado, 10 de julio de 2010

Dedicar tiempo a confesar

Entiendo la queja de algunas personas que buscando confesar, encuentran casi siempre los confesionarios vacíos, y que para poder celebrar el sacramento han de ir a la saristía a pedirlo expresamente.

Junto a este fenómeno hay otro que debemos tener en cuenta: las malas caras de otras personas si cuando van al despacho parroquial el sacerdote está en el confesionario, y protestan, ¡vaya si protestan! Sin embargo, muchas de las tareas de administración y archivo en un despacho las puede realizar un laico competente, pero el sacramento de la Penitencia es exclusivo de un sacerdote.

Y siempre es seguro que más bien puede hacer un sacerdote confesando que estando sentado en el despacho departiendo con quienes van al despacho, muchas veces a saludar y echar un ratito sentados.

Un sacerdote que dedique un tiempo fijo, amplio, cada día al confesionario está evangelizando: porque en cada Sacramento entrega la Gracia y la Misericordia, y ayuda personalmente en la Reconciliación a que el penitente interiorice el Evangelio, confronte su vida con Cristo y avance en el camino de la santidad.

Da igual si van o no van muchos a confesar: el sacerdote aguarda en el confesionario cada día. Aunque algunos más secularizados no califiquen esto de "pastoral" ("la pastoral es estar con la gente"), es un ejercicio indispensable del ministerio pastoral.

Benedicto XVI proponiendo a San José Cafasso en una de sus catequesis semanales subrayaba:

"San José Cafasso intentó llevar a cabo este modelo en la formación de los jóvenes sacerdotes, para que, a su vez, se convirtiesen en formadores de otros sacerdotes, religiosos y laicos, según una especial y eficaz cadena. Desde su cátedra de teología moral educaba a ser buenos confesores y directores espirituales, preocupados por el verdadero bien espiritual de la persona, animados por un gran equilibrio en hacer sentir la misericordia de Dios y, al mismo tiempo, un agudo y vivo sentido del pecado. Tres eran las virtudes principales del Cafasso profesor, como recuerda san Juan Bosco: calma, delicadeza y prudencia. Para él la verificación de la enseñanza transmitida estaba constituida por el ministerio de la confesión, a la cual él mismo dedicaba muchas horas de la jornada; a él se dirigían obispos, sacerdotes, religiosos, laicos eminentes y gente sencilla: a todos sabía ofrecer el tiempo necesario. De muchos, también, que llegaron a ser santos y fundadores de institutos religiosos, fue sabio consejero espiritual. Su enseñanza nunca era abstracta, basada solo en los libros que se utilizaban en ese tiempo, sino que nacía de la experiencia viva de la misericordia de Dios y del profundo conocimiento del alma humana adquirida en el largo tiempo transcurrido en el confesionario y en la dirección espiritual: la suya era una verdadera escuela de vida sacerdotal".

viernes, 9 de julio de 2010

Silentium facite!


Necesitamos silencio, silencio interior y silencio exterior ante tanto alboroto, ruidos, voces, músicas... y a la vez que lo necesitamos y somos conscientes de su valor, somos incapaces de entrar en él.

Al principio cuando hacemos silencio experimentamos bienestar, equilibrio, paz, pero al poco tiempo la angustia nos invade, los pensamientos nos asaltan y nos dejamos conducir por ellos.

El silencio requiere disciplina cotidiana, saber estar, frenar sin angustia cuanto nos molesta de nuestra memoria y de nuestra imaginación y, en ese silencio, percibir la Presencia que sostiene la propia vida y mirar la propia verdad, la realidad de cada uno, que siempre hemos enmascarado.
El silencio es condición para escuchar la Presencia del Misterio en la propia vida, el silencio es exigencia de salud espiritual para orar y para escuchar la Palabra de Quien siempre habla. El silencio es la premisa primera para poder entrar en uno mismo y conocerse como Dios nos conoce. Pero exige disciplina, ascesis, momentos diarios breves al principio y luego más prolongados, para vencer la dispersión y el ruido.

La misma liturgia es educadora de este silencio; la misma liturgia ofrece el silencio en diversos momentos convirtiéndose así en pedagoga del silencio ante el Misterio. En algunas liturgias orientales aún el diácono llama a los fieles al silencio antes de las lecturas: “¡silencio, sabiduría!” y antes en nuestro rito hispano-mozárabe el diácono clamaba “Silentium facite!”, un silencio que era epiclético, para permitir el paso del Espíritu Santo al proclamarse las lecturas, silencio ante Dios que pasa.
(Monición diaconal que se realizaba al paso a la lectura del Apóstol o en otras tradiciones, antes del Evangelio mismo: ¡lástima que con la reforma del Misal se eliminió esta fórmula diaconal!).

Atendamos pues lo que Juan Pablo II escribía sobre el silencio en su relación con la liturgia:

“Ahora bien, este misterio continuamente se vela, se cubre de silencio, para evitar que, en lugar de Dios, construyamos un ídolo. Sólo en una purificación progresiva del conocimiento de comunión, el hombre y Dios se encontrarán y reconocerán en el abrazo eterno su connaturalidad de amor, nunca destruida.

Nace así lo que se suele llamar el apofatismo del Oriente cristiano: cuanto más crece el hombre en el conocimiento de Dios, tanto más lo percibe como misterio inaccesible, inaferrable en su esencia. Eso no se ha de confundir con un misticismo oscuro, donde el hombre se pierde en enigmáticas realidades impersonales. Más aún, los cristianos de Oriente se dirigen a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo, personas vivas, tiernamente presentes, a las que expresan una doxología litúrgica solemne y humilde, majestuosa y sencilla. Sin embargo, perciben que a esta presencia nos acercamos sobre todo dejándonos educar en un silencio adorante, porque en el culmen del conocimiento y de la experiencia de Dios está su absoluta trascendencia. A ello se llega, más que a través de una meditación sistemática, mediante la asimilación orante de la Escritura y de la Liturgia.


En esta humilde aceptación del límite creatural frente a la infinita trascendencia de un Dios que no cesa de revelarse como el Dios-Amor, Padre de nuestro Señor Jesucristo, en el gozo del Espíritu Santo, veo expresada la actitud de la oración y el método teológico que el Oriente prefiere y sigue ofreciendo a todos los creyentes en Cristo.


Debemos confesar que todos tenemos necesidad de este silencio penetrado de presencia adorada: la teología, para poder valorizar plenamente su propia alma sapiencial y espiritual; la oración, para que no se olvide nunca de que ver a Dios significa bajar del monte con un rostro tan radiante que obligue a cubrirlo con un velo (cfr. Ex 34, 33) y para que nuestras asambleas sepan hacer espacio a la presencia de Dios, evitando celebrarse a sí mismas; la predicación, para que no se engañe pensando que basta multiplicar las palabras para atraer hacia la experiencia de Dios; el compromiso, para renunciar a encerrarse en una lucha sin amor y perdón. De ese silencio tiene necesidad el hombre de hoy, que a menudo no sabe callar por miedo de encontrarse a sí mismo, de descubrirse, de sentir el vacío que se convierte en demanda de significado; el hombre que se aturde en el ruido. Todos, tanto creyentes como no creyentes, necesitan aprender un silencio que permita al Otro hablar, cuando quiera y como quiera, y a nosotros comprender esa palabra” (Carta apostólica Orientale lumen, 16).

jueves, 8 de julio de 2010

El contexto cultural europeo

Hemos de conocer el mundo en que vivimos, sus luces, sus carencias y oscuridades, sus retos y desafíos. En la exhortación apostólica "Ecclesia in Europa", Juan Pablo II ofrecía su análisis certero.

"Quisiera recordar la pérdida de la memoria y de la herencia cristianas, unida a una especie de agnosticismo práctico y de indiferencia religiosa, por lo cual muchos europeos dan la impresión de vivir sin base espiritual y como herederos que han despilfarrado el patrimonio recibido a lo largo de la historia. Por eso no han de sorprender demasiado los intentos de dar a Europa una identidad que excluye su herencia religiosa y, en particular, su arraigada alma cristiana, fundando los derechos de los pueblos que la conforman sin injertarlos en el tronco vivificado por la savia del cristianismo.
En el Continente europeo no faltan ciertamente símbolos prestigiosos de la presencia cristiana, pero éstos, con el lento y progresivo avance del laicismo, corren el riesgo de convertirse en mero vestigio del pasado. Muchos ya no logran integrar el mensaje evangélico en la experiencia cotidiana; aumenta la dificultad de vivir la propia fe en Jesús en un contexto social y cultural en que el proyecto de vida cristiano se ve continuamente desdeñado y amenazado; en muchos ambientes públicos es más fácil declararse agnóstico que creyente; se tiene la impresión de que lo obvio es no creer, mientras que creer requiere una legitimación social que no es indiscutible ni puede darse por descontada.

8. Esta pérdida de la memoria cristiana va unida a un cierto miedo en afrontar el futuro. La imagen del porvenir que se propone resulta a menudo vaga e incierta. Del futuro se tiene más temor que deseo. Lo demuestran, entre otros signos preocupantes, el vacío interior que atenaza a muchas personas y la pérdida del sentido de la vida. Como manifestaciones y frutos de esta angustia existencial pueden mencionarse, en particular, el dramático descenso de la natalidad, la disminución de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, la resistencia, cuando no el rechazo, a tomar decisiones definitivas de vida incluso en el matrimonio.

Se está dando una difusa fragmentación de la existencia; prevalece una sensación de soledad; se multiplican las divisiones y las contraposiciones. Entre otros síntomas de este estado de cosas, la situación europea actual experimenta el grave fenómeno de las crisis familiares y el deterioro del concepto mismo de familia, la persistencia y los rebrotes de conflictos étnicos, el resurgir de algunas actitudes racistas, las mismas tensiones interreligiosas, el egocentrismo que encierra en sí mismos a las personas y los grupos, el crecimiento de una indiferencia ética general y una búsqueda obsesiva de los propios intereses y privilegios. Para muchos, la globalización que se está produciendo, en vez de llevar a una mayor unidad del género humano, amenaza con seguir una lógica que margina a los más débiles y aumenta el número de los pobres de la tierra.

miércoles, 7 de julio de 2010

Lo "fácil" de la oración

Ayer recordábamos las tres normas para predicar o dar catequesis: rezar, estudiar y amar. ¡Qué buena síntesis!

Tal vez alguien -de los "superocupados", de los que son "muy pastorales ellos"- pensará que lo de "orar" no es para tanto, ni es tan importante: lo importante son las reuniones, el estar en el bar para estar con la gente, organizar una "chocolatada" y un teatrito... y verán pérdida de tiempo tanto el estudiar como el orar. Una lástima, claro, porque luego se nota y repercute en todo.

Centrémonos hoy en un punto: la oración. ¿Tan difícil es? ¿Nos cuesta tanto conversar con Cristo en el Sagrario? ¿Tanta "pastoral" hay que luego no hay tiempo de estar "con el Señor de toda pastoral", con el Buen Pastor?

Pues para todos vendrá bien -empecemos por los sacerdotes "tan pastoralistas"- la sencillez de la oración. 



"¿No es cosa difícil? ¿No está vedado a los rudos, a los ocupados, a los activos? ¿No es de sólo los escogidos o de los moradores de los claustros? ¿No ha menester estudios o preparativos prolijos? ¿Cómo se ora?...


martes, 6 de julio de 2010

3 normas para predicar o dar catequesis o cursillos


El diario de la Santa Sede se ha hecho eco de la publicación de un manuscrito del Papa Pablo VI, fechado en 1969, publicado a su vez por “Noticiario” del Instituto Bresciano. Se trata de unos apuntes del Papa con tres reglas de oro para la predicación, todo un tesoro de sabiduría de la inteligencia y del corazón que pueden ser bien útiles. Este es el texto traducido:

“Para la predicación es necesario:


1.- REZAR: Es decir, una preparación interior de fe, de hacer hacia Dios, de invocación humilde, muy humilde y confiada en la asistencia del Espíritu Santo, “sermonem dictans gutturi”.

2.- ESTUDIAR: Es decir, saber bien de lo que se debe hablar; estudiar la Palabra de Dios y su interpretación teológica ortodoxa; estudiar las cuestiones humanas a las que se refiera predicación, que no de debe ser empírica, aproximativa, impresionista y superficial, sino sencilla y llana.

3.- AMAR. Es necesario tener en la voluntad un verdadero interés por el bien de aquellos a quienes se habla, una simpatía, un afecto, una amor hacia quienes van a escuchar la predicación”.

lunes, 5 de julio de 2010

Cristo revela el hombre al hombre


Jesucristo es la respuesta, la clave, la solución.

Jesucristo es la luz que vence toda tiniebla.

Jesucristo es el agua que calma toda sed.

Jesucristo es el pan que sacia toda hambre.


Jesucristo es la Verdad que corresponde a lo razonable.


Jesucristo es la Vida que anula nuestras muertes.

Jesucristo es la Fortaleza que sostiene nuestra debilidad.

Jesucristo es el Amor que responde a nuestro deseo.

Jesucristo es el Salvador que expía nuestro pecado.


Jesucristo, ¡bendito Nombre!, es el Camino, la Verdad, la Vida, y quien lo descubre halla el verdadero tesoro enterrado, la perla escondida, por los que vale arriesgarlo todo para adquirirlos.

domingo, 4 de julio de 2010

El descenso a los infiernos del Señor


Pero mientras Dios ilumina con su luz de oro los antros de la muerte, mientras lleva Él radiante día a las tinieblas espasmadas, las estrellas del firmamento oscuro palidecieron de tristeza.

El sol huyó, y, sucio en sarro lúgubre, dejó el brillante cielo y se ocultó afligido; se dice que el mundo horrorizado temió llegar el caos de una eterna noche.


¡Suelta tu voz, alma mía sonorosa; suelta tu lengua ágil, canta el trofeo de la pasión, canta el triunfo de la cruz, canta la bandera, cuya señal refulge en nuestras frentes!

¡Oh milagro inaudito de una herida en esta muerte maravillosa! Fluyó, de un lado de ella, sangre; de otro, agua; el agua nos da el bautismo, de la sangre brota la corona del martirio.


La serpiente vio inmolada la víctima del cuerpo sagrado; la vio, y al punto perdió el veneno de su hiel abrasada, herida de dolor intenso, quebrados sus silbantes cuellos.

¿De qué te aprovechó, sacrílega serpiente, cuando el mundo era reciente, el haber arruinado al primer hombre con tu mudable astucia? La naturaleza mortal, que Dios se revistió, ha deshecho su culpa.

Por breve tiempo se entregó a la muerte el Guía de la salvación, para acostumbrar a los muertos, ha tiempo sepultados, al retorno a la vida, sueltos ya los lazos de los antiguos pecados.


Entonces, los patriarcas y muchos santos, siguiendo al Creador, que, abriendo paso, retornaba ya por fin al día tercero, recogen la envoltura de su carne y salen del sepulcro.


Era de ver cómo de las áridas cenizas surgían y se unían los mortales miembros, cómo el polvo frío se calentaba al recobrar las venas, cómo los huesos, los músculos y las médulas se cubrían con el tejido de la piel.

Prudencio, Himno de todas las horas, vv. 76-103.

sábado, 3 de julio de 2010

Un poco de silencio, por favor

El evangelio nos decía que "Jesús regañó" a aquellos hermanos, hijos del Trueno, que querían que bajase fuego del cielo y devorase la aldea de Samaría. Tal cual: regañó. Y a veces esto sigue siendo necesario, regañar, corregir, llamar la atención. Ya sé bien que entonces ya uno deja de ser un buen cura; ya no es agradable. El buen cura, para el gusto de la mayoría, es el que traga carros y carretas, el que se calla. Pero Jesús regañó y a veces hay que regañar, decir una palabra seria con firmeza aunque sin ridiculizar ni señalar a nadie.

Se habla mucho en nuestras iglesias, se habla por los codos, se habla y hay ruido como de gallinas en un corral.  

Las "señoras principales y devotas", que decía el libro de los Hechos, que hacen la colecta, que parecen muy disponibles... esas mismas llegan con tiempo para sentarse a charlar cómodamente en la iglesia y como alguna persona les haga señas de que guarden silencio, se molestan muy dignas ellas.

Quienes más charlan en las iglesias son "los de casa", que llegan al templo y entran con excesiva familiaridad: miembros del equipo de Cáritas, la catequista tan agradable que habla en voz alta y va saludando... y que antes de la Misa aprovecha el tiempo dando recados, realizando gestiones. 

Y el cura que antes era tan bueno, tan agradable, tan buen predicador, cuando "regaña" como Jesús tuvo que hacer con sus discípulos, resulta ya desagradable, arisco, demasiado recto.

Se habla demasiado en nuestras iglesias.

Pero nuestras iglesias son casas de oración y como tal deben cuidar el ambiente de recogimiento, la atmósfera propicia para poder orar personalmente y encontrarse con el Señor.

  • Lo primero que hay que hacer al llegar a una iglesia es ir al Sagrario, hacer la genuflexión (rodilla derecha en tierra) pausadamente, y dirigir una breve plegaria a Cristo presente.
  • Lo segundo, situarse para la celebración, orando antes. Si hay ensayo de cantos participar en él, evidentemente, pero el ensayo debe terminar unos minutos antes de la Misa para provocar el recogimiento.
  • Al acabar la celebración, salir del templo y ya fuera, o en el patio, o en los locales parroquiales, o en la calle, saludar, detenerse a compartir un rato.
  • Si a veces al entrar en la iglesia vemos personas conocidas, una sonrisa agradable, un gesto afectuoso, serán más que suficientes; tiempo habrá después de la Misa de hablar.
Ya desde antes de la celebración misma, es laudable que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristía, en el “secretarium” y en los lugares más cercanos para que todos se dispongan devota y debidamente para la acción sagrada (IGMR 45).

Un poco de silencio en las iglesias, por favor. Ojalá no haya que repetirlo.
 

viernes, 2 de julio de 2010

Conceptos claros: secularización y secularismo (I)


La claridad y la precisión de los conceptos es fundamental porque nos sirven para orientarnos, saber dar respuestas a los retos y evitar caer en la ingenuidad de un optimismo superficial. A veces, al desconocer qué terreno pisamos, los mejores proyectos apostólicos devienen estériles, la acción pastoral infecunda. Se han edificado nuevos muros que encierran el catolicismo imposibilitándole ninguna obra, ahogando su voz, y desde dentro de esos muros algunos han pretendido para ser aceptados fuera, que el catolicismo se reinventase, fuese una creación ex novo, cercana a los ideales, valores, sensibilidad de ese mundo que había ya edificado los muros segregadores.

Por tanto nos encontramos con dos problemas, uno externo y otro interno, problemas que son fruto de la mentalidad de una época y de unas generaciones “educadas” así. Estamos inmersos en un proceso cultural que ha debilitado la vitalidad misma del catolicismo.


Pablo VI (siempre incomprendido, con clarividencia y lucidez expositiva) analizaba estos fenómenos en un discurso que nos pueden ayudar ahora a comprender lo que vivimos, tanto cultural como eclesialmente.


“Hoy va a retener nuestra atención una realidad del mundo moderno, muy compleja y apreciada diversamente: el fenómeno de la secularización en su relación con el ateísmo.

El proceso de secularización, que afecta a nuestras sociedades de manera radical, puede parecer irreversible. No es puramente el hecho de que se sustraen al poder o control de la jerarquía de la Iglesia instituciones, bienes, personas. ¿Qué hay, en efecto, más normal, si se piensa en las tareas humanas de suplencia que ha tenido que ejercer la Iglesia en el pasado?


Pero el fenómeno, lo sabéis, va mucho más lejos en los planos cultural y sociológico. No solamente las ciencias –comprendidas las ciencias humanas-, las artes, sino también la historia, la filosofía y la moral tienen tendencia a tomar como fuente única de referencia al hombre, su razón, su libertad, sus intereses terrenos, más acá de una perspectiva religiosa, que no es compartida ya por todos.


Y la sociedad misma, deseando permanecer neutral frente al pluralismo ideológico, se organiza independientemente de toda religión, relegando lo sagrado a la subjetividad de las conciencias individuales” (Discurso al Secretariado para los no-creyentes, 18-marzo-1971).


Esa descripción se ajusta tal cual a lo que vivimos y padecemos. La secularización de la sociedad se rige por una razón que no ve más allá de sí misma, cerrando el horizonte a la trascendencia y quedándose con lo inmediato. Es una razón que ha abdicado de sus posibilidades más elevadas. La Verdad es negada por el concepto relativista de la “opinión”, la “pluralidad”. El hecho religioso mismo pierde su valor y su referencia pues es relegado a la “subjetividad de las conciencias individuales”, a la esfera íntima, privada y personal siempre que no entre en confrontación con lo cultural y políticamente admitido. En todo caso, y casi como una concesión, lo religioso es un producto cultural, tradiciones arraigadas, procesiones y fiestas de primavera, que se preservan por la fuerza de la costumbre e incluso del turismo, desgajadas de su verdad y su significado. La voz de la Iglesia o la voz de los católicos (rectamente formados) es ignorada en los foros sociales, culturales, políticos, como una voz de tiempos pasados, sin valor real en sus proposiciones.