sábado, 20 de abril de 2024

El discernimiento, virtud (I)

1. El discernimiento es una gran virtud, casi imprescindible, pero que, a la vez, es un don de Dios y hay que suplicarle constantemente el saber discernir. Si S. Pablo señalaba: “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (1Ts 5,21), el discernimiento viene a ser la cima de muchas virtudes y lo propio de los hombres y mujeres de Dios al saber examinarlo todo, quedarse con lo bueno, y lo bueno siempre es la voluntad de Dios, la Presencia de Dios.



Este discernimiento es un examen, un juicio que divide y separa, para hallar en todo la voluntad de Dios, o interpretar los acontecimientos, o conocer qué es de Dios, y esto sólo lo realizan los hombres espirituales, esto es, aquellos que viven sumergidos en el Misterio de Dios, en profunda comunión con Cristo y siempre dóciles al Espíritu Santo por la oración. 

El que es espiritual reconoce –en el espíritu- los signos de la Presencia de Dios y de su voluntad. Lejos de convertir el proceso de discernimiento en una técnica de examen, o en una disciplina que se “pudiese comprar” de algún modo, su premisa es el trato y la familiaridad íntima con Cristo para saber entender el lenguaje de Dios, descubrir su voz en todo.

jueves, 18 de abril de 2024

El effetá (Ritos y gestos - VIII)



            Es un rito litúrgico que reproduce el gesto mismo del Señor con el sordomudo y la liturgia lo empleó gustosamente en los ritos catecumenales.



            En el RICA, el effetá se sitúa en la mañana del Sábado Santo junto con otros ritos que preparan para los sacramentos en la Vigilia pascual (cf. RICA 26).

            “Con este rito en virtud del propio simbolismo, se inculca la necesidad de la gracia, para que se pueda escuchar la palabra de Dios con provecho sobrenatural para la salvación” (RICA 200).

            Se proclama el evangelio del effetá (Mc 7, 31-37), tras lo cual “el celebrante toca con el pulgar los oídos derecho e izquierdo de cada uno de los elegidos, y la boca, sobre los labios cerrados, mientras dice:

Effetá, que significa: ábrete,
para que profeses la fe, que has escuchado,
para alabanza y gloria de Dios” (RICA 202).

jueves, 4 de abril de 2024

Silencio en las celebraciones penitenciales (Silencio - XXXVIII)



En el Ritual de la Penitencia se hallan las celebraciones penitenciales, estructuradas a modo de celebraciones de la Palabra de Dios que disponen a la penitencia interior y a la contrición.



            Así, no sólo en la celebración del sacramento en la forma B, sino las mismas celebraciones penitenciales, o celebraciones de la Palabra de Dios con tono penitencial, el silencio es un elemento más de la liturgia que envuelve las lecturas de la Palabra de Dios para orar personalmente y poder meditar pausadamente:

            “Es conveniente que después del rito inicial (canto, salutación y oración) se proclamen una o más lecturas –intercalando cantos o salmos, o momentos de silencio- y que en la homilía se expliquen y apliquen a los fieles reunidos… Después de la homilía y la meditación de la palabra de Dios, es conveniente que la asamblea de los fieles ore formando un solo corazón y una sola voz, mediante alguna plegaria titánica u otro medio apto para favorecer la participación de los fieles…” (RP 36).

martes, 2 de abril de 2024

Conocimiento propio (virtud - y III)

El conocimiento propio es una herramienta del itinerario espiritual de crecimiento, una preciosa virtud que favorece que vayamos adquiriendo la “imagen de Cristo” (Rm 8,29). No es un simple examen o repaso de faltas en un catálogo moral externo a nosotros, es conocernos –de nuevo- como Dios nos conoce, (cf. 1Co 13,12), en una tarea que siempre va a abarcar toda la vida. ¿No era el grito de San Agustín: Que me conozca, que te conozca?   


Una experiencia espiritual honda incluye un verdadero conocimiento de sí mismo, de las virtudes y cualidades personales, y también de los propios límites, reconocidos en la verdad y aceptados para ser integrados y no ser fuente de conflictos al no aceptarse uno tal cual es. Esta madurez del conocimiento propio se adquiere mirándose con una cierta distancia crítica de uno mismo, estando abierto para aprender, saber aceptar las correcciones que nos hagan y estar dispuesto a corregirse para crecer.

 Si la experiencia espiritual cristiana es verdadera y no meramente sensible o afectiva, uno de los signos más claros es la necesidad de andar en verdad. La fe engendra el andar en verdad y el conocimiento propio es tarea de cada hombre y obra de Dios con su gracia. Sólo Dios nos muestra la verdad de nuestro ser totalmente con entrañas de misericordia. “Jamás nos acabamos de conocer si no procuramos conocer a Dios” (Sta. Teresa, 1M 2,9): ¡conocernos en Dios, sabiéndonos amados por Él tal cual somos!, ya que sólo quien se sabe amado es capaz de crecer y caminar.

domingo, 24 de marzo de 2024

Las entregas (Ritos y gestos - VII), y 2ª parte



Entregas en la bendición del abad o abadesa

            El abad o abadesa son cabeza del monasterio y signo de Cristo para la comunidad monástica, padres espirituales que conducen hasta Dios. En la bendición del oficio abacial se quiere significar su misión con las entregas.




            Más numerosas y expresivas son las entregas en la bendición de abad.

            Se le entrega el libro de la Regla:

Recibe la Regla, transmitida por los santos Padres,
para que, apoyado en la gracia de Dios,
dentro de los límites de la fragilidad humana,
rijas y custodies a los hermanos
que Dios te ha confiado.

            El anillo también:

Recibe este anillo, signo de fidelidad,
para que, con fortaleza de espíritu
y con amor fraterno,
guardes a esta comunidad (a esta familia monástica).

            Se le impone la mitra en silencio y luego se le entrega el báculo.

Recibe el báculo pastoral,
y vela con solicitud por los hermanos
que se te han confiado,
y de quienes habrás de dar cuenta a Dios.

viernes, 22 de marzo de 2024

Las entregas (Ritos y gestos - VII), 1ª parte



            Son ritos litúrgicos en los cuales a determinados miembros de la Iglesia se les da algunos elementos que simbolizan o un avance en su proceso (como en el caso de los catecúmenos) o una misión específica (en el sacramento del Orden) o un signo peculiar de una vida nueva (profesión religiosa y consagración de vírgenes) o un servicio (ministerios laicales).



            Salvo las entregas a los catecúmenos, que son un rito propio de catecumenado, una celebración en sí misma, las demás entregas se hacen en la liturgia tras la plegaria solemne de ordenación o de bendición, visualizando ritualmente lo que la plegaria ha obrado en el interior de los candidatos.


Las entregas en el proceso de Iniciación cristiana

             Las entregas en el catecumenado están en el contexto del tiempo de purificación e iluminación, la Cuaresma previa a la Iniciación cristiana. Así se busca una preparación intensiva de ánimo, la formación espiritual y la instrucción doctrinal, dirigiéndose a los corazones y a las mentes para purificarlas por el examen de conciencia y la penitencia e iluminarlas con un conocimiento más profundo de Cristo, el Salvador. Y esto se verifica tanto por los escrutinios como por las entregas:

            “Las entregas, por las cuales la Iglesia entrega o confía a los elegidos antiquísimos documentos de la fe y de la oración, a saber: el Símbolo y la Oración dominical, tienden a la iluminación de los elegidos. En el Símbolo, en que se recuerdan las grandezas y maravillas de Dios para la salvación de los hombres, se inundan de fe y de gozo los ojos de los elegidos; en la Oración dominical, en cambio, descubren más profundamente el nuevo espíritu de los hijos, gracias al cual llaman Padre a Dios, sobre todo durante la reunión eucarística” (RICA 25).

lunes, 18 de marzo de 2024

La santidad que suplicamos (Palabras sobre la santidad - CXX)



            Como la santidad es don y gracia, hay que suplicarla una y otra vez en oración a Dios, pedírsela humilde y confiadamente. No es lo que nosotros hagamos, o construyamos, sino acción gratuita del Señor y de su gracia.

            En la liturgia suplicamos esa santidad; lo hacemos con mucha frecuencia en las preces de Laudes, para vivir la nueva jornada que empieza en santidad y justicia.


            Sigamos el hilo de las preces de Laudes de los tiempos fuertes de la liturgia y hallaremos unas bellas perspectivas de la santidad cristiana, esa santidad que ha de ser nuestro deseo y anhelo constantes.

´           1) En primer lugar, a Dios se le pide que nos haga santos, que nos dé santidad porque sólo de Él puede provenir, sólo Él puede regalarla. Dios es quien nos santifica: “Santifica, Señor, todo nuestro espíritu, alma y cuerpo, y guárdanos sin reproche hasta el día de la venida de tu Hijo” (Domingo I Adviento); “Tú que eres la fuente de toda santidad, consérvanos santos y sin tacha hasta el día de tu venida” (Jueves I Adv); “Tú que llamas y santificas a los que eliges, llévanos a nosotros, pecadores, a tu felicidad y corónanos en tu reino” (Viernes I Adv).

            Dios da la santidad y la conserva: “Oh Dios, que prometiste a tu pueblo en vástago que haría justicia, vela por la santidad de tu Iglesia” (Sábado I Adv); “inclina, oh Dios, el corazón de los hombres a tu palabra, y afianza la santidad de tus fieles” (Sábado I Adv).

            Es el Señor el autor de toda santidad: “Tú que te has hecho semejante a nosotros, concédenos a nosotros ser semejantes a ti” (Sta. María, 1 de enero); es la santidad participación en la vida divina: “Tú que sin dejar de ser Dios como el Padre, quisiste hacerte hombre como nosotros, haz que nuestra vida alcance su plenitud por la participación en tu vida divina” (8 de enero); es la santidad configuración con Cristo: “Señor de misericordia, que en el bautismo nos diste una vida nueva, te pedimos que nos hagas cada día más conformes a ti” (Lunes I Cuaresma).

sábado, 16 de marzo de 2024

Conocimiento propio (virtud - II)

La tarea del conocimiento propio resulta siempre necesaria y siempre actual: siempre evolucionamos, cambiamos en cosas o actitudes sin darnos cuenta; valoramos y amamos de modos distintos; respondemos de forma diferente a los problemas o circunstancias; algunas veces algo que ya teníamos adquirido lo hemos dejado enfriar o ha quedado atrofiado cuando antes esa virtud nos había costado mucho esfuerzo adquirirla. 




Es necesario entonces, como un vigilante, el conocimiento propio, que nos pone en guardia, nos avisa de cómo estamos internamente.

Este conocimiento propio es siempre una medida de una identidad  personal clara y ajustada, porque uno sabe quién es por el conocimiento real y claro que tenga de sí mismo, tal como es en la presencia de Dios. Por eso se puede afirmar que uno tiene una identidad suficientemente integrada y auténtica cuando tiene la capacidad habitual de entrar en contacto con el propio mundo interior, (San Agustín al hablar de esta experiencia se lamentaba del tiempo que había pasado “buscándote fuera”, en los sentidos, en el mundo, sin haber penetrado en su interior).   

Este entrar en contacto con el propio mundo interior se realiza por el “conocimiento interno” propio, que permite dialogar con nuestro interior y abrirse a nuevas experiencias, sin miedo, para incorporarlas e ir elaborando el crecimiento de la propia identidad. Esto puede ocurrir durante todas las etapas de la vida y otras muchas circunstancias de la vida.

jueves, 14 de marzo de 2024

Silencio en la adoración eucarística (Silencio - XXXVII)



La exposición del Santísimo, ya sea breve o prolongada, requiere el silencio que permita adorar, entrar en el misterio insondable de Cristo y rendirle el corazón. La sucesión de plegarias vocales, rosario y preces para dar inmediatamente la bendición eucarística no permite orar un rato en silencio y los documentos de la Iglesia lo corrigen.



            Siempre que se expone el Santísimo Sacramento, debe guardarse un rato amplio de silencio para poder orar, meditar y contemplar al Señor:

            “Durante la exposición todo debe organizarse de manera que los fieles, atentos a la oración, se dediquen a Cristo, el Señor.

            Para alimentar la oración íntima pueden admitirse lecturas de la Sagrada Escritura con homilía o breves exhortaciones que lleven a una mayor estima del misterio eucarístico. Conviene también que los fieles respondan cantando a la palabra de Dios. En momentos oportunos debe guardarse un silencio sagrado” (Inst. Eucharisticum mysterium, 62).

sábado, 2 de marzo de 2024

La aspersión (Ritos y gestos - VI)



            En varios momentos de la liturgia, se emplea el agua bendecida para rociar con ella a los fieles o al altar mismo.





Aspersión en la Misa dominical


            En cierto modo, la aspersión era una preparación espiritual de todos los fieles para la celebración eucarística. Se rociaba a los fieles con agua bendita los domingos antes de la misa mayor, mientras se canta el “Asperges” o el “Vidi aquam”; el primero con ideas de arrepentimiento y purificación del salmo Miserere; la segunda antífona con versículos del salmo 117 evocando el misterio pascual –y reservada para la cincuentena pascual-.

            Según el Misal de S. Pío V, el Asperges debe hacerse en las Catedrales y Colegiatas antes de la Misa conventual los domingos; se puede antes de la Misa cantada o solemne de los domingos en las parroquias y demás iglesias.

            Se hace estando el sacerdote revestido con capa pluvial: primero asperja el altar, luego a sí mismo, al diácono y subdiácono, y luego a los fieles desde la entrada del presbiterio (Martínez de Antoñana, I, pp. 587-589). Entonces deja la capa pluvial, se reviste la casulla y comienza la Misa.

miércoles, 28 de febrero de 2024

Conocimiento propio (virtud - I)



El conocimiento propio es una virtud ya que necesita muchos actos de conocimiento hasta que se forme el hábito, la sana costumbre, de conocerse. Y es virtud, porque engendra la capacidad de corregirse y de crecer, dando lugar a la humildad, siempre muy unida al conocimiento propio.




El conocimiento propio permite saber los límites de cada cual, y por tanto, usará de la templanza para medir; conoce los impulsos y las respuestas que se dan, y por eso, acudirá a la virtud de la prudencia para saber qué hacer, cómo hacerlo y en qué momento es más eficaz y prudente; quien se conoce, sabe cuáles son sus límites y no es ni temerario ni cobarde, recurriendo a la virtud de la fortaleza; quien se conoce, finalmente, es objetivo para dar lo que es justo según la virtud de la justicia, pues quien no se conoce puede extralimitarse o quedarse siempre en el menos por su propio interés o avaricia.

¿Qué hará quien no se conoce? ¡Correr mil peligros en su vida moral! ¿Qué hará quien no se conoce? ¡Tener mil caídas que se podrían haber evitado! 

Quien no se conoce jamás crecerá, le será muy difícil avanzar y progresar, y es que no sabe en qué necesita crecer, qué es lo que necesita avanzar en su alma.

lunes, 26 de febrero de 2024

Silencio en la Unción de enfermos (Silencio - XXXVI)



El sacramento de la Unción de los enfermos, en su parte propiamente sacramental, “consiste primordialmente en lo siguiente: previa la imposición de manos por los presbíteros de la Iglesia, se proclama la oración de la fe y se unge a los enfermos con el óleo santificado por la bendición de Dios: con este rito se significa y se confiere la gracia del Sacramento” (RU 5).



            La imposición de manos es un signo sacramental de comunicación del Espíritu: “la liturgia del signo subraya la importancia de la oración de la fe, la imposición de manos, y la propia Unción como un momento culminante de la celebración” (RU 72).

            El rito de la imposición de las manos se realiza en profundo y absoluto silencio: “Ahora el sacerdote, en silencio, impone las manos sobre la cabeza del enfermo” (RU 139).

            Las preces litánicas previas desembocan en esta silenciosa imposición de manos: “Da vida y salud a quien en tu nombre vamos a imponer las manos” (RU 136. 138).

sábado, 24 de febrero de 2024

Santos en el mundo, santos en lo cotidiano (Palabras sobre la santidad - CXIX)



            Cuando se acostumbra uno a orar pausadamente los textos litúrgicos, meditándolos en oración personal, se adquiere una profunda sabiduría espiritual, vivida en el seno de la Tradición. Se impregna uno de eclesialidad, de fe eclesial profesada en los textos litúrgicos. Entonces se avanza en la comprensión del Misterio.



            El común de santos y santas del Misal romano presenta en sus textos eucológicos aquello que la Iglesia cree de la santidad en el mundo, la santidad de lo cotidiano, aquellos santos que, en el estado laical, vivieron en el mundo, santificándose en lo cotidiano, en las obligaciones y trabajos de cada día, sin destellos de lo extraordinario ni misiones especiales, deslumbrantes, que podrían ser recordadas en las páginas de la historia de la Iglesia. Santos de lo común, santos de lo ordinario… santos en lo concreto de cada día.

            En estos santos, Dios nos revela su amor: “Dios todopoderoso y eterno, tú has querido darnos una prueba suprema de tu amor en la glorificación de tus santos” (OC, Misa I). Dios mismo nos “protege con la intercesión de sus santos” (cf. OF, Misa I), y nos regala a los santos para que “su ejemplo nos mueva a imitar fielmente a tu Hijo” (ibíd.).

viernes, 16 de febrero de 2024

El gesto de la paz (Ritos y gestos - V)



            Es un gesto que se ha vuelto a recuperar con la reforma litúrgica, pero cuya realización práctica está siendo desmesurada.
                                                                          
Su historia

            Los primeros cristianos se daban en la celebración el famoso "osculum pacis" del que habla varias veces San Pablo (Rm 16,16; 1Co 16,20; 2Co 13,12).



            El gesto tenía lugar, en los primeros siglos, al final de la liturgia de la Palabra, antes de presentar el pan y el vino: antes de presentar las ofrendas al altar, debemos reconciliarnos con el hermano. También con el beso santo de paz se sellaba la oración de los fieles; Dios aceptará la oración concorde de sus hijos.

            En el siglo V, con el Papa Inocencio I se cambia el lugar de la paz en el rito romano y se pone antes de la comunión "en señal de consentimiento del pueblo con todo lo que se ha hecho en los misterios". Más tarde, con San Gregorio Magno evolucionó el gesto como preparación para la comunión. En el siglo XI se fue perdiendo la riqueza del gesto, y se pasó al sacerdote y los ministros y luego se daba a besar el "portapaz".

lunes, 12 de febrero de 2024

La delicadeza como virtud (y IV)

3. Consigo mismo

            a) De cuerpo

            -La primera delicadeza consigo mismo brota de una convicción: “soy templo del Espíritu Santo” y este templo no debe estar descuidado o desaliñado, sino limpio, pulcramente vestido, con cuidado hacia la propia salud (higiene, alimentación, descanso). Hay que dominar las pasiones mediante la mortificación pero sin caer en el peligro opuesto de castigar la corporalidad de tal forma que el sujeto pueda corromperse o debilitarse. Es necesario una buena alimentación y el descanso necesario sin forzar.


            b) De alma

            -La delicadeza de la propia alma permite ser sensible hacia los propios pecados. El examen de conciencia induce a conocimiento propio y es medio de estar vigilante. Sin esta sensibilidad, el corazón se vuelve de piedra, apenas si siente las faltas y los pecados veniales, y puede llegar a justificar cualquier pecado. La delicadeza es estar atento a todo aquello que sea frialdad o desamor al Señor; delicadeza es no acostumbrarnos a cargar siempre con los mismos defectos, pasiones y pecados, sino rechazarlos y dolernos de ellos. Esta sensibilidad de alma la da el Amor de Dios y el trato con el Señor.

            -La delicadeza, la finura espiritual, impulsa al alma a caminar tras el Señor, de modo que hay un deseo de avanzar en mayor perfección, plenitud y amor. Nunca se siente satisfecha con lo ya alcanzado, desea más porque allí halla la realización y vocación perfecta del hombre a la libertad y a la entrega.

sábado, 3 de febrero de 2024

Eficacia de la acción de los santos (Palabras sobre la santidad - CXVIII)



            No están muertos, sino que viven en el Señor. No los mencionamos como personajes de la historia que ya no tienen nada que ver con nosotros sino como hermanos y amigos que nos tienden una mano, que nos auxilian, que velan por nosotros. La acción y obras de los santos no se restringen ni se limitan a su vida terrena, a su existencia histórica y temporal, se extiende al cielo donde siguen trabajando y obrando.



            El prefacio II de los santos nos permite asombrarnos, casi extasiarnos, al cantar la grandeza de los santos y sus intervenciones en favor nuestro.

            Para la Iglesia entera, sin duda, los santos son importantes.

            “Porque mediante el testimonio admirable de tus santos fecundas sin cesar a tu Iglesia”. La Iglesia muestra toda su vitalidad, toda su maternidad, en los santos a los que da a luz en cada época. Los santos son signos de una Iglesia felizmente viva y fiel al Señor: entonces abundan los santos; en épocas de crisis y decaimiento surgirán menos santos en número, pero Dios los suscita para revitalizar la Iglesia.

jueves, 1 de febrero de 2024

Silencio en la comunión fuera de la Misa y a los enfermos (Silencio - XXXV)



Los comulgantes o los enfermos a los que se les lleva la comunión a su hogar, deben prepararse con silencio para la comunión y en el rito mismo poder orar en silencio cuando han recibido al Señor:

 
            “Antes de recibir la sagrada Eucaristía es aconsejable recogerse por algún tiempo en silencio y meditación, reconociendo así la dignidad del Sacramento y fomentando el gozo por la Venida del Señor. Y, por lo que se refiere a los enfermos, será señal suficiente de su devoción y respeto dedicar unos minutos a preparar su alma a tan profundo misterio” (Inst. Inmensae caritatis, 3).

            El mismo rito señala algunos momentos de silencio que es importante preservar. 

Se comienza con el saludo y el acto penitencial, por ello, tras la invitación para reconocer los pecados “se hace una breve pausa en silencio” (RCCE 28). Tras la proclamación de la lectura bíblica, o de unos versículos evangélicos, “también puede observarse en su lugar una pausa en silencio” (RCCE 29) para que la Palabra se medite brevemente en el corazón. Finalmente, tras distribuir la comunión, se observa un silencio de acción de gracias: “Si se juzga conveniente, se puede observar algún momento de silencio, o se puede entonar algún salmo o cántico de alabanza” (RCCE 37) o, según el Ritual de la Unción y pastoral de enfermos: “Pueden seguir unos momentos de silencio” (RU 107).

            Específicamente referido a la comunión a los enfermos, el ritual da un aviso lleno de sensatez, en función del silencio y la oración: “También convendrá escoger el momento más oportuno para el enfermo, evitando la coincidencia con los cuidados médicos, horas de comidas, etc., con el fin de que disponga de un momento de calma suficiente para atender al don que recibe y a la plegaria personal” (RU 64c).


martes, 30 de enero de 2024

La delicadeza como virtud (III)



2. Con los demás

            a) Talante espiritual

-La corrección fraterna pide una delicadeza sobrenatural, y se realiza una vez que se ha rezado por la otra persona y se ha pedido al Espíritu que ponga sus palabras en nuestra boca. Realizar la corrección en privado, estando calmados y con un tono de voz amable intentando más convencer que imponer o recriminar, sin humillar, firmes en aquello que decimos, pero muy suaves en el modo para no provocar rechazo en la corrección y que el otro, por rebeldía se haga fuerte en su error, sino suscitando aceptación y ganas de mejorar.




-La finura con los demás invita a esperar y confiar en el ritmo de crecimiento del otro, y tiene paciencia. Instruye, excita el deseo al mostrar el camino de la virtud y no acelera el crecimiento, pues puede ser perjudicial y aparente, sin que el fondo se haya tocado, las instancias psíquicas no hayan sido afectadas. Tener paciencia sin desanimarse, esperar sin imponer el propio ritmo de crecimiento a los demás.

-La delicadeza lleva a expresar y demostrar ternura y afecto, sin sentimentalismo falso, pero, según S. Pablo, “siendo cariñosos unos con otros”: una sonrisa, un gesto de cariño o ternura, una pequeña atención o detalle con alguien, un animar con una broma a quien está decaído, una palabra agradable y dulce que destruya un clima enrarecido, triste; ser instrumento de reconciliación en los pequeños y normales roces diarios. En esta delicadeza se procura que la caída del sol no nos sorprenda en nuestro enojo, sino que se sea capaz de pedir perdón antes de que acabe el día para que las heridas no sean profundas, sino que pronto, por el perdón, la reconciliación, se cicatricen lo antes posible. El modo de pedir perdón debe responder y adaptarse a la gravedad de la ofensa; muchas veces con una pequeña sonrisa está todo dicho, o un pequeño detalle.
 

domingo, 28 de enero de 2024

Golpe de pecho (Ritos y gestos - IV)



            En nuestra celebración litúrgica hay gestos que quieren expresar la actitud interior de humildad.

            Uno de los gestos penitenciales más clásicos es el de darse golpes de pecho. Así describe Jesús al publicano (Lc 18,9-14); es también la actitud de la muchedumbre ante el gran acontecimiento de la muerte de Cristo: "y todos los que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho" (Lc 23,48).



            Es uno de los gestos más populares. Los golpes de pecho, es decir, del corazón, son un gesto que expresan un sentimiento interno, la contrición del corazón, por la culpa cometida, cuyo origen está en el corazón.

            La piedad cristiana adoptó este gesto penitencial desde los primeros siglos, con alguna fórmula genérica de confesión de las culpas, parecida al actual “Yo confieso”; encontramos alusiones de esto a principios del siglo VIII.

            Era un gesto bien arraigado en los fieles, como san Agustín da testimonio, cuando los fieles simplemente escuchaban la palabra “confieso”:

jueves, 18 de enero de 2024

Silencio en la Liturgia de las Horas (Silencio - XXXIV)



Lo que cualifica a la Liturgia de las Horas es ser la gran oración de la Iglesia, el Oficio divino de alabanza y súplica; por ser una liturgia eminentemente orante, el silencio deberá resplandecer aún más con su intensidad.

            Entre los momentos de silencio previstos para el Oficio divino, estaría el silencio después de la lectura o de la homilía (si la hubiere) en la celebración con el pueblo: “Igualmente, si se juzga oportuno, puede dejarse también un espacio de silencio a continuación de la lectura o de la homilía” (IGLH 48).



            Recuperando una antigua tradición, en el Oficio se pueden emplear oraciones sálmicas que interpretan cristológicamente el salmo que antes se ha cantado; si se emplean, se recitan después de un momento de silencio orante:

            “Las oraciones sálmicas, que sirven de ayuda para una interpretación específicamente cristiana de los salmos… pueden ser utilizadas libremente según la norma de la antigua tradición: concluido el salmo y observado un momento de silencio, se concluye con una oración que sintetiza los sentimientos de los participantes” (IGLH 112).

            Las preces, en Laudes y en Vísperas, pueden ser respondidas con un silencio orante por parte de todos, no es necesario contestar con una frase de respuesta:

martes, 16 de enero de 2024

Dios mío, ven en mi auxilio (Respuestas - LVI)



Desde muy antiguo, sobre el siglo V-VI, la Liturgia de las Horas se comienza entonando el que preside: “Dios mío, ven en mi auxilio”, a lo que todos responden: “Señor, date prisa en socorrerme”, añadiéndole después el “Gloria al Padre y al Hijo… Amén. (Aleluya)”. Así se entonan las alabanzas divinas.


            “Dios mío, ven en mi auxilio…” es un versículo del salmo 69,2. Se pide la ayuda de Dios para comenzar a cantar debidamente su gloria. Ya san Benito da testimonio de esta práctica en su Regla: “En primer lugar dígase el verso “Dios mío ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme”, el gloria y el himno de cada hora” (RB 18,1).

            ¿Cuál es el alcance de este versículo? ¿Qué dice, qué expresa, qué suplica? San Agustín lo glosa diciendo: “Luego clamemos todos al unísono con estas palabras: Dios mío, ven en mi auxilio. Pues necesitamos de continua ayuda en este mundo. ¡Cuándo no la necesitaremos! Sin embargo, ahora, colocados en medio de la tribulación digamos de modo particular: Dios mío, ven en mi auxilio” (Enar. in Ps. 69,2).

            En esta vida terrena, peregrina, siempre seremos –con expresión agustiniana- mendigos de Dios, mendigos de su gracia: suplicamos siempre su ayuda, su asistencia.

domingo, 14 de enero de 2024

La delicadeza como virtud (II)



La delicadeza de alma tiene pues su reflejo y su manifestación en cuanto somos, en lo que hacemos, en el modo de ser y de tratar a los demás. Un espíritu fino y atento, delicado, entregado, desde la misma suavidad y dulzura de Dios, y su sabia pedagogía y ternura para con sus hijos. 



Desde la experiencia ya gustada de la delicadeza exquisita de Dios con cada alma, uno aprende a ser delicado y correcto, incluso elegante, con Dios, con los demás y con uno mismo. 

¿En qué ser delicado y de qué modo?

1. Con el Señor

a) Trato con Dios orante

            -Decirle a lo largo del día: “Te amo, Señor” o repetir alguna frase de la oración litúrgica de Laudes para estar constantemente en su presencia. Es delicadeza para no vivir en un continuo olvido de Dios, sino en su presencia.

            -Visitar el Sagrario hablándole desde el corazón, adorándole en silencio.

            -En la oración, hacer siempre un acto de amor de la presencia de Dios: Dios está aquí y voy a tratar con Él. Asombrarse y adorar el Misterio que se está entregando al alma en la oración. Lo mismo que es delicadeza que en la oración, miremos al Sagrario o a la custodia con una mirada de amor.

            -Es una fina delicadeza traer la memoria de la Encarnación rezando el Ángelus en silencio, aunque sea trabajando, dando gracias por este Acontecimiento que nos ha dado el mayor bien posible: Jesucristo.

            -Si se ve que se ha perdido delicadeza en el trato con el Señor, pedirle humildemente, de rodillas: “Señor, dame el amor primero”. El Señor no negará esa gracia.

lunes, 8 de enero de 2024

La gloria de la santidad (Palabras sobre la santidad - CXVII)



            El Señor es el único Santo, Santísimo, y enriquece a sus hijos con la gloria de la santidad, les hace partícipes de su propia santidad. Es el don mayor. Es la esperanza final del cristiano, ser santo. Es la vocación bautismal recibida por todos para que sea desarrollada a lo largo de la vida. Es la garantía de la fidelidad de la Iglesia a Cristo, lo que la embellece y hermosea, como Esposa del Señor.


            La santidad brilla en el mundo señalando la dirección correcta. Es signo de la presencia de Dios, de su acción entre sus hijos. La santidad es el fruto maduro, perfecto y precioso del cristianismo, de vivir cristianamente la existencia.

            La liturgia celebra y conmemora la santidad de sus hijos. En sus textos litúrgicos hallamos preciosas definiciones de la santidad, perspectivas de la santidad, incluso un canto a la santidad misma. Son bellos los textos litúrgicos: concisos, breves, pero conteniendo teología y espiritualidad, manifestando la fe de la Iglesia y no opiniones subjetivas.

            Un primer texto es el prefacio I de los santos, que lleva como título: “La gloria de los santos”.

jueves, 4 de enero de 2024

Signarse (Ritos y gestos - III)



            Los cristianos hacemos la señal de la cruz con frecuencia. O nos la hacen otros, como en el Bautismo, en la Confirmación con el crisma o en las bendiciones.

            Al principio parece que era costumbre hacerla sólo sobre la frente. Luego se extendió poco a poco a lo que hoy conocemos: o hacer la gran cruz sobre nosotros mismos (frente, pecho, hombros) o la triple cruz (frente, boca, pecho).


            En la Traditio apostolica, aparece esta signación en la frente: “Signo tu frente con el signo de la cruz para que venzas a Satanás”. Es, pues, una costumbre muy antigua. Tertuliano lo muestra como un gesto piadoso muy extendido entre los cristianos: al ponerse en camino, al salir o al entrar, vestirse, lavarse, ir a la mesa, a la cama, al sentarnos… (De coron. milittis, III).

También lo comenta san Cirilo de Jerusalén en una catequesis:

           “No nos avergoncemos de confesar al crucificado. Hagamos confiadamente con los dedos la señal de la cruz sobre la frente, y que la cruz esté presente en todo momento: sobre el pan que comemos y sobre los líquidos que bebemos; al entrar y al salir; antes de dormir; al acostarse y al levantarse; al ir de camino y cuando se está parado. Es una gran protección; de balde, en favor de los pobres; sin esfuerzo, en atención a los débiles, puesto que la gracia viene de Dios; señal de los fieles y terror de los demonios, ya que triunfó de ellos en la cruz exhibiéndolos públicamente. Cuando ven la cruz se acuerdan del crucificado, tiemblan ante quien quebrantó la cabeza del Leviatán. No menosprecies la señal de la cruz por ser un regalo; justamente por eso tienes que mostrar mejor el reconocimiento con tu bienhechor” (S. Cirilo de Jerusalén, Cat. 13,36).