domingo, 15 de diciembre de 2019

"Gloria a Dios en el cielo" - I (Respuestas - VII)



El nuevo día amanece y todo lo ilumina. La Iglesia canta la alabanza del Señor y glorifica la resurrección de Cristo cada mañana, en un oficio matutino de alabanza. Así nació, en Oriente, un himno que ha alcanzado una inmensa divulgación: “Gloria a Dios en el cielo”.


            Es tan bello, fue tan inmensamente popular, contiene una alabanza fuertemente teológica y muy literaria, que se extendió desde Oriente a las Iglesias de Occidente que lo recibieron y emplearon en su liturgia.

            Por ejemplo, en nuestro rito hispano-mozárabe, tan oriental y con tantos contactos con las liturgias orientales, lo introdujo en la celebración de la Misa. Así el sacerdote, durante el canto inicial (praelegendum, se llama) reza inclinado al pie del altar, sube a besarlo, y se dirige a la sede-chorus (que no es exactamente la sede presidencial romana, situada en el ábside según la tradición, sino más bien en el crucero de la iglesia) y se entona directamente el Gloria.

            Tras el Gloria, el sacerdote recita una oración llamada “post-gloriam” (sin decir “Oremos”, sino como si fuera una continuación del himno) que suele glosar o desarrollar algunas frases del himno que se acaba de entonar. Por ejemplo, la oración post-gloriam de la solemnidad de Santa María, el 18 de diciembre, es una resonancia del Gloria:

viernes, 13 de diciembre de 2019

Acto y método del discernimiento



Cualquier método de discernimiento exige que el cristiano se acerque a Dios con el sincero deseo de descubrir la voluntad divina, con el propósito de elegir el camino más adecuado para la mayor gloria de Dios y servicio de la Iglesia. 



Es necesaria una auténtica disponibilidad interior (la indiferencia de la que habla S. Ignacio de Loyola) para escuchar y secundar la llamada de Dios aun cuando ello suponga luchar contra nuestros propios egoísmos o preferencias personales más o menos justificadas. 

Debemos hacer esta reflexión o deliberación personal en un clima de oración, meditando la palabra de Dios, contemplando los misterios de la vida de Jesucristo y observando atentamente los movimientos interiores de nuestro espíritu, nuestras inclinaciones, nuestros sentimientos y, sobre todo, aquellos horizontes en los que encontramos una paz especial, silenciosa, que no procede de la satisfacción de pasiones egoístas, ni del engaño con que inconscientemente nos hacemos prisioneros de nosotros mismos, sino a la acción del Espíritu de Dios. Esta paz va unida a la generosidad y a la humildad.

El cristiano, al hacer este esfuerzo de deliberación, reflexión o discernimiento, debe reconocer que tiene necesidad de ser ayudado por otros miembros de la comunidad cristiana. en la tradición espiritual de la Iglesia se concedió siempre gran importancia al "padre espiritual", o al "confesor", cuyo papel no es el de suplantar la personalidad del penitente, sino ayudarle a descubrir la llamada de Dios y a secundar la acción del Espíritu. Además es bueno la comunicación con los demás hermanos en la fe.

La dinámica del deseo en el alma le imprime un carácter siempre inquieto; el alma siempre está en movimiento, en tensión, porque anda siempre en una búsqueda de plenitud, y ésta sólo se halla en Dios y en su voluntad amorosa y salvífica. Es Dios mismo el que infunde el deseo en el alma, el que inspira los caminos de la búsqueda y el que da alas al alma para volar y posarse en el desierto del Señor. 

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Reparamos en la comunión de los santos



Insertos en la Comunión de los santos, todo me viene entregado y regalado, y lo “mío” ya no es mío, es de la Iglesia y repercute en la Iglesia, y cada uno vive de la Iglesia y se ofrece a la Iglesia. En palabras de Von Balthasar: 



“En la Iglesia nada se hace, todo se otorga como don; y con la fecundidad del don del creyente ha de producir el treinta, el sesenta o el ciento por uno. Y nada es para uno mismo, sino para la totalidad que Jesús designa como “reino de Dios”. Ni siquiera se toma por cuenta propia la oración”[1]


Así mi oración santifica a otros, mi sufrimiento contribuye a la conversión de los pecadores, mi pequeña penitencia fortalece a los que son tentados, mis actos de paciencia y vencimiento sirven a aquellos más débiles, que sufren tribulación para que no desfallezcan porque “los sufrimientos humanos, unidos al sufrimiento redentor de Cristo, constituyen un particular apoyo a las fuerzas del bien, abriendo el camino a la victoria de estas fuerzas salvíficas”[2]; mi entrega hace que muchos abran sus vidas al Evangelio; mis sacrificios, que muchos crezcan en la fe, los que antes andaban en tinieblas[3]. Y del mismo modo, en el silencio del Misterio, yo soy sostenido y apoyado por los otros miembros de la Iglesia.

Estos principios se aplican tanto a la santidad como al pecado de los miembros de la Iglesia puesto que todo influye en el misterio de la Comunión de los santos.

martes, 10 de diciembre de 2019

Hombres de una pieza (Palabras sobre la santidad - LXXX)



Como el cristianismo es para valientes y fuertes, como la fe no es el opio del pueblo sino un revulsivo para vivir la realidad cotidiana de otro modo, los santos son hombres y mujeres que lograron una gran madurez humana, psicológica y espiritual en su vida.



Eran niños por la sencillez de su alma, pero muy lejanos al infantilismo caprichoso que busca llamar y acaparar la atención de todos; eran alegres e incluso joviales algunos de ellos, pero muy extraños al eterno adolescente –que tanto abunda hoy- que vive de su inmadurez y egocentrismo, haciendo que todo gire en torno a ellos, incapaces de donarse, sólo de demandar de los demás. Eran libres en su alma, pero no independientes de los demás, no con miedo a entablar vínculos sólidos con los otros. Eran soñadores con los pies en la tierra, con profundas dosis de realismo y confianza en la Providencia, pero nunca se crearon su propio mundo, alejado de la realidad. Eran fieles a su palabra, a los compromisos asumidos y a la misión recibida del Señor, sin fluctuar ni oscilar, vacilando de un punto a otro, cambiando de opinión, variando de ruta, sin saber dónde ir para, al final, quedarse estancados.

¡Éste es el perfil de los santos! Con la infinita variedad de caracteres y temperamentos, de estilos y de vocación, de circunstancias exteriores y de formación, todos ellos, no obstante, aparecen como “tipos humanos” plenamente realizados, maduros, cohesionados, cabales, de una pieza.

La santidad, o por mejor decir, la gracia, aceleró en los santos su madurez y su “autorrealización” (empleando términos hoy muy difundidos) que llaman mucho la atención a quien los observa sin prejuicios.

sábado, 7 de diciembre de 2019

Enfermos santos: ¡valor redentor!




“Completo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo en favor de su Cuerpo que es la Iglesia” (Col 1,24).

“Los enfermos, con el peso de sus sufrimientos soportados por amor a Cristo, constituyen un tesoro precioso para la Iglesia, que tiene en ellos unos colaboradores eficacísimos en la acción evangelizadora” (JUAN PABLO II, Audiencia general, 24-junio-1998).




Es un ejercicio de compasión a imitación de nuestro Padre que está en el cielo, el pasar por nuestro corazón las miserias de los de más, las debilidades de los otros, las fragilidades de nuestro prójimo. Es ejercicio de compasión, el pedir y el orar por los enfermos, a los que tenemos presente en la oración litúrgica y en la Santa Misa.

La enfermedad es la mayor pobreza, la salud es un bien preciado, pero que no podemos ni comprar ni atesorar. Esa es una realidad delicada, que nos da miedo, sin embargo, oremos en primer lugar por los que están hospitalizados, a los que hemos de recordar con frecuencia en nuestra plegaria personal o en las preces de Vísperas, o en el rosario ofrecer un misterio por los enfermos, y algún sacrificio o penitencia por los enfermos, sobre todo por aquellos que no conocemos, porque “si lo hacemos con los que nos aman, ¿qué mérito tenemos?” Más bien por aquellos que no conocemos. 

Hemos de pedir por los que están hospitalizados, por los moribundos, por aquellos que están impedidos de un modo o de otro, que están casi arrinconados en su casa porque están impedidos y a los que también nuestra compasión cristiana debe llegar. Orar y pedir como ejercicio de misericordia y compasión, y plantear y dar luz sobre el sentido profundo de la enfermedad.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Sentencias y pensamientos (XI)



15. Contempla en tu oración más la acción de Dios que tus propias deficiencias y limitaciones; contempla el gozo de tu vocación y desecha las insinuaciones del Maligno donde sólo se destaca lo negativo y pecaminoso de la propia alma.



16. La libertad de espíritu es un don precioso. Sé muy libre. 




17. Si las cabezas no funcionan, si las cabezas están huecas, si se carece de teología, ¿qué espiritualidad puede haber? Una piedad cogida con alfileres, que deja insatisfecho.



18. Cristo te toma, se adueña de tu alma, y en tu corazón canta y adora al Padre, en tu corazón intercede por la humanidad, en tu voz repara el pecado de los hombres. Y tú, contemplativamente viviendo la liturgia, eres el signo de la Iglesia Esposa que se une a su Esposo Cristo en comunión de plegaria y amor.