lunes, 30 de octubre de 2017

Culminando en la santidad (o el fin de la oración)

La vida de oración verdadera y honda, a través de sus fases, de sus purificaciones, de la búsqueda incesante de Cristo a pesar de no sentir y vivir en oscuridad ("aunque es de noche"), desemboca en la santidad.

Esta santidad es la la plena unión con Cristo, el Amado: un amor ya verdadero y despojado de toda impureza o imperfección, que ha sido sometido por el Espíritu Santo a un proceso largo, quemando en su fuego todo lo que no era oro de amor, sino metal de baja calidad.

La unión con Cristo se consuma en la oración, y nada puede romper esta comunión personal. Ya Cristo, el Amado, ha tomado para sí -después de purificarla- al alma-Esposa, su amada. Se vive de otro modo, se ama de otro modo. Incluso la oración ha ido adquiriendo otra forma: menos ideas y discursos, más amor sereno y presencia, estando en silencio, contemplando.

La santidad en la que desemboca la vida de oración teologal se puede presentar con aquella canción de la Noche oscura de san Juan de la Cruz:

¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

Es entonces, siguiendo el hilo de esas canciones, cuando ya todo se deja en el Amado, en un sublime abandono confiado:

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

sábado, 28 de octubre de 2017

El Misterio (León Bloy)

Una de esas sentencias luminosas de Bloy da pie a una breve catequesis:


" El texto sagrado no es oscuro, sino misterioso. El Misterio es luminoso e impenetrable. La Oscuridad es esencialmente penetreble, puesto que el hombre puede realizar en ella más de una inmersión" (Diarios, 29-septiembre- 1894).


En el lenguaje cristiano, "Misterio" se refiere a Dios y es comprensible, aunque siempre supera la razón. Es decir, podemos atisbar mucho del Misterio, penetrar en él cuando somos conducidos por Dios y, de hecho, es Dios mismo quien nos ha revelado su Misterio.

Pero Misterio no significa lo que no podemos conocer, o lo que el hombre no puede alcanzar. Es luminoso, porque se refiere a Dios y Dios mismo nos lo va desvelando. Sólo en la vida eterna lo veremos cara a cara y comprenderemos todo y conoceremos todo.

jueves, 26 de octubre de 2017

Un pueblo santo, de santos y para ser santos (Palabras sobre la santidad - XLVII)

Es frecuente en el lenguaje bíblico calificar al Pueblo de Dios como un pueblo santo, porque pertenece a Dios, es de Dios, de su exclusiva propiedad, y participa de su santidad. Ha entrado en la esfera de la santidad de Dios viviendo de su vida. Ha sido consagrado a Dios. Vive en el mundo, entre los hombres, como consagrado a Dios, de ahí que el Pueblo de Dios sea un pueblo santo (cf. Is 62,12).


Los miembros de este Pueblo de Dios han sido consagrados y agraciados por Dios en el Bautismo y la Confirmación, participan de la santidad de Dios y reciben su Espíritu Santo.

"Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del designio y gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el bautismo, sacramento de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente santos. En consecuencia, es necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen en su vida la santificación que recibieron" (LG 40)

De ahí que los miembros de la Iglesia son llamados "santos", los cristianos son "los santos"; cuando se narra la conversión de Saulo, se narra cómo fue perseguidor e hizo mucho daño a "los santos de Jerusalén" (Hch 9,13). Él "visitó a los santos que vivían en Lidia" (Hch 9,32). Narrando él su conversión, reconoce que "encarcelé a un gran número de santos" (Hch 26,10) refiriéndose, es obvio, a los cristianos que encarceló por el Nombre de Jesús.

Ya Apóstol, saludará en sus cartas a los "santos": "a Olimpia y a todos los santos que viven con ellos" (Rm 16,15); saluda "junto con todos los santos" (2Co 1,1), "saluda a los santos que creen en Cristo Jesús" (Ef 1,1), "saluda a todos los santos en Cristo Jesús" (Flp 1,1), "saludan a los santos de Colosas" (Col 1,2), etc.

jueves, 19 de octubre de 2017

Espiritualidad de la adoración (XXVI)

Con palabras sencillas, dirigidas a niños que le preguntaban, el papa Benedicto XVI explicó qué es la adoración eucarística y con dichas palabras nosotros podremos aprender con humildad a adorar.

"Adriano:  Santo Padre, nos han dicho que hoy haremos adoración eucarística. ¿Qué es? ¿Cómo se hace? ¿Puedes explicárnoslo? Gracias.

Bueno, ¿qué es la adoración eucarística?, ¿cómo se hace? Lo veremos enseguida, porque todo está bien preparado:  rezaremos oraciones, entonaremos cantos, nos pondremos de rodillas, y así estaremos delante de Jesús. Pero, naturalmente, tu pregunta exige una respuesta más profunda:  no sólo cómo se hace, sino también qué es la adoración. Diría que la adoración es reconocer que Jesús es mi Señor, que Jesús me señala el camino que debo tomar, me hace comprender que sólo vivo bien si conozco el camino indicado por él, sólo si sigo el camino que él me señala. Así pues, adorar es decir:  "Jesús, yo soy tuyo y te sigo en mi vida; no quisiera perder jamás esta amistad, esta comunión contigo". También podría decir que la adoración es, en su esencia, un abrazo con Jesús, en el que le digo:  "Yo soy tuyo y te pido que tú también estés siempre conmigo"" (Benedicto XVI, Encuentro con los niños de primera comunión, 15-octubre-2005).

martes, 17 de octubre de 2017

La paciencia (Tertuliano - XI)

La impaciencia todo lo destruye, y deja el alma arrasada, mientras que la paciencia, laboriosa, va engendrando virtudes que arraigan en el corazón humano.


Para adquirir cualquier virtud es necesaria su consideración, la repetición de actos hasta que se convierten en hábitos firmes del alma y lleguen ser parte de nosotros mismos. Esto no se consigue de un día para otro, ni de la noche a la mañana. No se deja ningún vicio del alma inmediatamente para que arraigue ya una nueva virtud. El trabajo es lento y paciente.

Por eso la paciencia trae consigo un conjunto de virtudes que se van haciendo nuestras con el paso del tiempo, lentamente, y refrena la impaciencia con sus vicios.


"Capítulo 11: La paciencia, madre de todas las virtudes
Después de haber tratado -dentro de nuestras posibilidades- los temas principales sobre la paciencia, ¿sobre qué otros trataremos?, ¿serán los de casa o los de afuera? Abundante y extensa es la labor del demonio. Variadísimos los dardos de este arquero dañino. A veces son pequeños y otras muy grandes. A los menores los desprecias en razón de su misma pequeñez; pero de los mayores, ¡huye a causa de su violencia! 

domingo, 15 de octubre de 2017

Obras de santa Teresa de Jesús



Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia, ejerció un magisterio propio mediante sus escritos; esos libros suyos son hoy igualmente un magisterio vivo y muy sugerente, una escuela de vida cristiana y del seguimiento radical del Señor, teniendo como cimiento la oración.



            Fueron sus confesores los que la obligaron a empezar a escribir, y santa Teresa obedeció gustosa. Sacaba ratos por la noche para escribir; no hacía borrador alguno, ni tenía tiempo para revisar lo escrito, con lo cual hay digresiones y repeticiones. Quería enseñar y transmitir, no buscaba el esteticismo literario ni la perfección estilística de una obra acabada para generaciones venideras.

            Escribe como habla, porque está entablando una conversación con el lector. Es un lenguaje directo, rico, con muchas imágenes, giros preciosos, frases lapidarias. Enriquece sus obras con su propia experiencia, y el marco de su experiencia es la referencia, sin que lo eleve a norma absoluta, porque sabe bien que Dios lleva a cada alma por distintos senderos. Tiene ingenio, posee buen humor, capta bien la atención del lector. Y como escribe delante del Señor, en su presencia, muchas veces corta el hilo de la narración o de la exposición, deja en suspenso al lector, y escribe a Dios rezando. De esa manera, el lector reza también con Teresa, juntos, a Su Majestad.

sábado, 14 de octubre de 2017

Dones de Dios en la oración (teología de la oración)

Maravillosamente, y de manera imprevista, Dios tiene como oficio amar, y el amar en Dios es darse. No lo hace en virtud de nuestros méritos, ¿cuáles?, sino en virtud de su amor, de sí mismo. El ejercicio de la oración es una receptividad para el don que es Dios mismo y para los dones que Él quiere comunicar libremente.

Sus dones son constantes. Otra cosa bien distinta es que nuestros sentidos estén embotados, distraidos y metidos en sus cosas y no sintamos ni la presencia de Dios ni su actuación en nuestra alma. Pensamos que Dios no está ni se comunica y sin embargo somos nosotros los que en muchos momentos somos incapaces de sentir y percibir a Dios.

Como las aguas profundas están calmadas y en paz aunque en la superficie haya oleaje, así nuestra alma, débil, experimenta oleajes, ya sea por la imaginación y las distracciones, ya sea por sequedad y largos períodos de purificación, mientras que en lo más interior del alma, sin que lo sintamos, Dios está dándose.

Detengámonos ahora en ver qué da Dios, qué entrega gratuitamente al alma. Así aprenderemos a ir a la oración para buscar a Dios, sólo a Dios, y recibir humildísimamente lo que Él se digne dar.


"... para una infusión de Amor, en lo secreto...

Es posible responder, conservando en la acción de Dios su carácter necesariamente misterioso: son "las cosas de mucho secreto" que pasan "entre Dios y el alma" (1M 1,3). Escuchemos a nuestros dos doctores decirnos este maravilloso enriquecimiento que Dios procura al alma: "Dios enseña el alma y la habla de la manera que queda dicha... Pone el Señor lo que quiere que el alma entienda, en lo muy interior del alma, y allí lo representa sin imagen ni forma de palabras, sino a manera de esta visión que queda dicha. Y nótese mucho esta manera de hacer Dios que entienda el alma lo que El quiere y grandes verdades y misterios" (V 27,6). "Es Dios, el cual oculta y quietamente anda poniendo en el alma sabiduría y noticia amorosa... Pero los bienes que esta callada comunicación y contemplación deja impresos en el alma, sin ella sentirlo entonces, como digo, son inestimables; porque son unciones secretísimas, y por tanto delicadísimas, del Espíritu Santo, que secretamente llenan el alma de riquezas" (L 3, 33. 40).

lunes, 9 de octubre de 2017

Apostolados santos (Palabras sobre la santidad - XLV)

La fecundidad del apostolado radica en la santidad, si bien esta fecundidad, en muchísimas ocasiones, apenas tenga nada que ver con éxitos numéricos, aplastantes, rápidos o instantáneos. A veces esta fecundidad ni los propios santos apóstoles la ven, sólo se revela a largo plazo y de modo inesperado.


Pero sí es condición del apostolado la santidad.

Este apostolado se identifica con la santidad del apóstol, lleno de Dios, respondiendo a la gracia, sin depender simplemente de estrategias humanas, de planificaciones pastorales, de un estilo democraticista -que decía Juan Pablo II en Tertio millennio adveniente-. Es menos cuestión de estrategias y reuniones, de métodos pastorales o del empleo de audiovisuales y textos, cuanto de la santidad del apóstol que anuncia y da testimonio y acompaña a los demás llevándolos a Cristo.