viernes, 30 de mayo de 2014

Los santos, reformadores (Palabras sobre la santidad - III)

La Iglesia, el Cuerpo de Cristo en la historia de los hombres, a la vez que es santa, está necesitada de reforma y renovación, por las adherencias de los hombres, de los tiempos, y por los propios pecados de quienes la forman.


Se encarna en las culturas diferentes y el paso del tiempo hace que algunos elementos se distorsionen, o no respondan a su verdad, o no sean ya útiles sino un lastre. Insistamos, el mayor lastre es el pecado de los hombres que deforma la belleza de la Iglesia. La Constitución Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, afirma:

"mientras Cristo, «santo, inocente, inmaculado» (Hb 7,26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5,21), sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2,17), la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación" (LG 8).

jueves, 29 de mayo de 2014

¡El Espíritu del Señor!

El culmen y plenitud de la Pascua es la efusión del Espíritu Santo. Cristo va al Padre pero su acción eficaz continuará en nosotros mediante su Santo Espíritu. Desde el cielo, lo derramará con abundancia. Convenía que Él se fuese para que viniera el Espíritu actuando ya interiormente en los hijos renacidos por el Bautismo.


No nos quedamos huérfanos por la Ascensión del Señor y su desaparición visible de la escena de este mundo. Él da otro Paráclito, el Consolador, el Defensor, que aliviará nuestra tristeza, la tristeza de no ver físicamente al Señor Jesús. Su Espíritu Santo es llamado por Jesús "Consolador". "Jesús sugiere este sentido, porque promete a los discípulos la presencia del Espíritu Santo como remedio a la tristeza provocada por su partida" (Juan Pablo II, Audiencia general, 13-marzo-1991).

miércoles, 28 de mayo de 2014

Aguardando al Espíritu (Preces de Laudes de Pascua - VII)



La liturgia, con sus oraciones y ritos, se convierte en la mejor escuela de vida cristiana, el ámbito en que se forja el espíritu cristiano y, por la fuerza de la misma liturgia, sin necesidad de otros añadidos, es la mejor catequesis y la mejor cátedra de teología.


            Ahora, en Pascua, nos abre el espíritu y mueve nuestro deseo hacia las insondables riquezas del Espíritu Santo. La pneumatología –o tratado sobre el Espíritu Santo- halla aquí recursos constantes, pinceladas a base de oración y súplica. Toda la Pascua es tiempo del Espíritu y su culmen es la santa fiesta de Pentecostés, donde Cristo desde el Padre entrega su gran Don pascual, derramando el Espíritu prometido.

            La petición de la Iglesia es vivir con el fuego del Espíritu Santo que abrasa, purifica e ilumina: “Tú que por medio de tu Hijo resucitado has derramado sobre el mundo el Espíritu Santo, enciende nuestros corazones con el fuego de este mismo Espíritu” (Lun II); Cristo es el Mediador que asegura la perenne efusión del Espíritu.

            La acción del Espíritu Santo es purificadora; quema los restos de egoísmo otorgándonos una caridad diligente y activa: “Haz, Señor, que la fuerza del Espíritu Santo nos purifique y nos fortalezca” (Mier II). El Espíritu todo lo renueva, superando lo caduco en nosotros, aquello que está muerto o paralizado, y de ese modo nos transforma y nos defiende del pecado y del Maligno: “Tú que te apareciste repetidas veces a los apóstoles y les comunicaste el Espíritu Santo, renuévanos por el Espíritu Defensor” (Mart III).

martes, 27 de mayo de 2014

Certezas de la fe

Hay momentos de crecimiento en la fe que todos vamos pasando, de manera más brusca o más suave, para que la fe busque más y mejor solamente a Jesucristo, y en Él se afiance la vida entera, dejando de ser "costumbre" a ser una adhesión vital, una respuesta completa de la vida entera.


¿Es cierto lo que creo? ¿Sólo he asimilado algo que me han dicho o es una verdad palpitante, fascinante? ¿En qué me baso para creer? ¿Cómo puedo saber que creo de verdad?

Son preguntas que se hace quien vive la fe pero busca creer mejor, más firme, más libre, más entregadamente. Un joven, sincero y audaz, a mi juicio de gran valía, me escribió:



lunes, 26 de mayo de 2014

Adoración eucarística - V



Es importante el culto eucarístico, la vida de piedad y adoración al Santísimo. El Papa Juan Pablo II lo recuerda en su encíclica “Ecclesia de Eucharistia” dado el olvido generalizado de la adoración eucarística en muchísimas comunidades eclesiales, parroquias, movimientos, Asociaciones, incluso Monasterios.

  

          Si hay culto y adoración eucarística es que Cristo está allí, es decir, hay una PRESENCIA REAL de Cristo es el pan y el vino consagrados que permanecen en las especies consagradas después de la Misa. Es punto fundamental de nuestra fe ¡que se ha olvidado! Es la fe de la Iglesia explicitada en el Catecismo de la Iglesia Católica (CAT 1373ss), expresada por el término técnico de fe TRANSUSTANCIACIÓN, y la encíclica Mysterium Fidei, de Pablo VI:


            El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos. En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero. Esta presencia se denomina “real”, no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen “reales”, sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y Hombre, se hace totalmente presente (CAT 1374).


domingo, 25 de mayo de 2014

La evangelización de los apóstoles

El dinamismo pascual está expresado en el libro de los Hechos de los apóstoles. La Iglesia nace de la Pascua y comienza su gran evangelización entre el mundo judío y luego con los gentiles. El Espíritu Santo va llevando adelante la tarea evangelizadora, abriendo nuevas puertas y señalando nuevos rumbos y formas.


Durante la Misa diaria y la primera lectura dominical, leemos, por esa razón, el libro de los Hechos que debe ser un espejo en el que mirar cómo vivimos nuestro ser eclesial y qué apertura real tenemos al Espíritu del Señor para lanzarnos.

Los apóstoles y junto a ellos los demás bautizados, allí por donde van, son evangelizadores. Ni pueden contener su experiencia del Resucitado ni pueden acallar el impulso del Espíritu. Moviéndose por toda la cuenca mediterránea, ¡parece increíble!, predican y nacen así comunidades cristianas florecientes.

sábado, 24 de mayo de 2014

Nuestro sacerdocio bautismal

El tiempo pascual es el tiempo del bautismo: la Iglesia siempre bautizó uniendo al catecúmeno a la muerte y resurrección de Cristo celebrada en el tiempo pascual.

Este es el tiempo del bautismo.


Los nuevos hijos de la Iglesia reciben por las aguas bautismales y la unción con santo Crisma una impronta, un estatuto nuevo: ya son profetas, sacerdotes y reyes. Esto marca la vida cristiana señalándole un tono muy concreto para vivir en el mundo.

¿Pero cómo se es sacerdote por el bautismo? ¿Qué da, qué significa, qué conlleva, que todos somos sacerdotes por nuestro bautismo? ¿Cuál es este "sacerdocio común", que así se llama?

Vayamos a la doctrina de la Constitución Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II:

viernes, 23 de mayo de 2014

Y dice el Apocalipsis...

En el tiempo pascual, la Iglesia lee el Apocalipsis en su liturgia, siguiendo la antigua tradición hispana: baste recordar los distintos Códices ilustrando el Apocalipsis, como el Beato de Liébana.


Por la Pascua, la Iglesia recobra su esperanza. El libro del Apocalipsis sustenta esa esperanza de la Iglesia viendo que las fuerzas del mal, del pecado y del Maligno no pueden contra Aquel que está sentado en el trono; el mundo, lleno de tanta maldad y pecado, se ve transformado en un mundo nuevo, un cielo nuevo y un anueva tierra, donde ya no habrá muerte ni luto ni llanto ni dolor. El cosmos entero canta "Amén. Aleluya". Todo, porque Cristo ha resucitado.

La escatología, que se ha inaugurado con la Resurrección de Jesús, afecta a todo lo creado sin excluir nada:

miércoles, 21 de mayo de 2014

Mi primer libro (publicidad)

Me alegra comunicaros que, providencialmente, y gracias a Dios, acaba de salir publicado mi primer libro, "Orad sin cesar", en "Credo ediciones", con 364 páginas.



En ese libro se recopilan las catequesis sobre la oración que impartí en distintas parroquias en catequesis de adultos y las pláticas de retiros mensuales, etc., y algunos artículos de este blog, tanto ya publicados, como programados aún para algunos años.

El libro tiene un subtítulo: "Manual de iniciación a la oración", porque pretende, ante todo, describir qué es la oración, cómo realizarla, qué tipos de oración hay, cómo situarse ante la presencia del Señor, etc.

Se compra por Internet y os dejo el enlace:

https://www.credo-ediciones.com/catalog/details//store/es/book/978-3-639-52164-1/orad-sin-cesar

La Librería Diocesana de Córdoba (España) lo ha encargado a la editorial para distribuirlo también; tal vez sea más fácil para todos.


Éste es el sumario-índice del libro:


martes, 20 de mayo de 2014

El verdadero Médico es el Salvador

Miremos a Cristo, acudamos a Él.

Nadie hay que no tenga dolor, nadie que no experimente sufrimiento en su cuerpo o en su alma.

Remedios humanos fracasan porque son limitados. ¿Quién puede curarnos? ¿Quién puede salvarnos?


La Iglesia contempló a Cristo y se maravilló de sus aciones redentoras, llamándolo Médico de los cuerpos y de las almas.

"Él, Médico divino, "pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo" (Hch 10,38). En el misterio de su pasión, muerte y resurrección, el sufrimiento humano encuentra sentido y la plenitud de luz" (Benedicto XVI, Mensaje para la XVIII Jornada Mundial del Enfermo, 22-noviembre-2009).

lunes, 19 de mayo de 2014

La vida nueva del cristiano (Preces de Laudes de Pascua - VI)




Renovado todo por la santa Pascua, la existencia cristiana es transformada y renovada. Hay un estilo cristiano que confiere su sello particular a lo que es la verdadera vida cristiana. Es una vida, aquí y ahora, pascual; y esta vida misma se convierte en un signo para todos: “Haz que nuestra vida, escondida con Cristo en ti, brille en el mundo como signo que anuncie el cielo y la tierra nuevos” (Dom Octava).


            Salvados por Cristo, vivimos de la fe desarrollando todo lo contenido en el bautismo y que se nos dio gratuitamente: “Tú que nos has salvado por la fe, haz que vivamos hoy según la fe que profesamos en nuestro bautismo” (Dom Octava). Se adquiere, por gracia, la vida modelada según el Evangelio, traducción concreta y vital, de las palabras del Evangelio: “concédenos vivir auténticamente el espíritu evangélico, para que hoy y siempre sigamos el camino de tus mandamientos” (Mart II). De los labios cristianos brotará siempre la oración, la acción de gracias y la alabanza, porque el cristiano es hombre de oración: “Llénanos, desde el principio de este nuevo día, de tu misericordia, para que en toda nuestra jornada encontremos nuestro gozo en alabarte” (Mier II). Esta vida cristiana es ejercicio sacerdotal de ofrecimiento y de alabanza: “Tú que has hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes, enséñanos a ofrecer con alegría nuestro sacrificio de alabanza” (Dom III).

            La vida cristiana, pascual, se configura con Cristo y vive con Él; por eso se suplica: “Señor Jesús, que anduviste los caminos de la pasión y de la cruz, concédenos que, unidos a ti en el dolor y en la muerte, resucitemos también contigo” (Dom III). Es una vida nueva, verdadera vida: “Tú que alejaste de nosotros la muerte y nos has dado nueva vida, concédenos andar hoy por la senda de tu vida nueva” (Lun III).

            La santidad de vida es una nota esencial para la existencia cristiana; el cristiano es santo por su consagración bautismal y llamado a vivir en santidad: “purifícanos con tu verdad y encamina nuestras pasos por las sendas de la santidad, para que obremos siempre el bien según tu agrado” (Vier III). La santidad cristiana desarrolla la filiación divina, el gozo de ser hijos de Dios. “Señor Jesús, haz que nos dejemos llevar durante todo el día por el Espíritu Santo y que siempre nos comportemos como hijos de Dios” (Dom VII); el cristiano entra en el Misterio de Dios, lo adora, adquiere un conocimiento sobrenatural. “Danos, Señor, el sentido de Dios, para que, ayudados por tu Espíritu, crezcamos en el conocimiento de ti y del Padre” (Dom VII).

domingo, 18 de mayo de 2014

La Eucaristía es nuestro viático

Viático es el alimento de los peregrinos, aquello que toman para recobrar las fuerzas y proseguir en el camino. Nosotros, peregrinos del cielo, estamos sostenidos por un alimento distinto, el pan del cielo, el Cuerpo del Señor.

Todo el capítulo 6 de san Juan está escrito para mostrar esta verdad del Alimento divino. El pan que comieron en el desierto como alimento era imagen del verdadero Pan que Cristo nos iba a dar; si con aquel pan murieron, con este Pan tendremos vida. El pan que dio Moisés los nutría físicamente para seguir peregrinando por el desierto, pero el verdadero Pan, el que nos da el Padre del cielo, nutre nuestro ser entero para proseguir caminando. 

Es Viático; además en un sentido especialísimo: será el Pan que nos sostenga en nuestro tránsito pascual, en la hora de nuestra muerte para unirnos a la Muerte del Señor y a su Vida, nuestra Pascua personal. Durante toda nuestra existencia terrena la Eucaristía ha sido siendo un fármaco, medicina de inmortalidad; llegada la hora de nuestra muerte, la Eucaristía será un germen de vida para quien siempre se haya nutrido de ella. "El que coma de este pan vivirá para siempre... Y yo le resucitaré en el último día"

La Iglesia lo proclama cantando el III prefacio de la Eucaristía:

sábado, 17 de mayo de 2014

Los dones y gracias pascuales (Preces de Laudes de Pascua - V)



La santa Pascua de Cristo, gozosa, feliz, comunica sus bienes a los bautizados, a los que enriquece constantemente con toda gracia. Es un tiempo bienaventurado en el cual la vida resucitada del Señor se expande a las almas cristianas.



            Se mira al cielo, adonde está Cristo, y ya se desean bienes superiores, mayores, que no meramente terrenos. Así se implora gracia para que el pecado no nos atraiga, ni la concupiscencia nos arrastre, sino que vivamos orientados: “Tú que quieres que busquemos los bienes de allá arriba, donde está Cristo sentado a tu derecha, líbranos de la seducción del pecado” (Dom Octava). Es la renovación absoluta, en gracia y en verdad; la Pascua renueva y se celebra de otro modo, viviendo santamente: “Haz, Señor, que quitemos la levadura vieja de la corrupción y de la maldad, para que vivamos la Pascua de Cristo con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad” (Mart II).

            Destaca de modo particular el don de la alegría como fruto permanente de la Pascua, ya prometida y anunciada por Jesús. Es la alegría de la Vida de Cristo, la alegría del Espíritu, la alegría colmada, aquella alegría que es participación en el Corazón insondable de Cristo y que nos transfigura. Cristo es nuestra alegría verdadera: “Sé tú mismo, Señor, nuestra alegría, la que nadie puede quitarnos, y haz que, alejados de toda tristeza, fruto del pecado, tengamos hambre de poseer tu vida eterna” (Sab II). El cristiano vive alegre en el Señor, una alegría transfigurada, y con esa alegría interior y firme ofrece todo y se entrega por completo a Dios: “Hijo del Padre, maestro y hermano nuestro, tú que has hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes, enséñanos a ofrecer con alegría nuestro sacrificio de alabanza” (Dom III).

viernes, 16 de mayo de 2014

Directores espirituales

La dirección espiritual es un arte, prácticamente un carisma, una gracia, para acompañar a otra persona, iluminar sus situaciones, ayudarla en sus discernimientos y permitirle que crezca respetuosamente hasta la medida de Cristo en su plenitud. La enseña a orar, a vivir la oración, reconoce los signos en los que su oración ha quedado, tal vez estacanda, y Dios quiere que suba un poco más, de otra manera.

La dirección espiritual se puede confundir con un cierto "control", en muchas ocasiones necesario, para ver si vivimos ciertas normas de vida, de piedad, realizamos los objetivos trazados en un plan personal de vida, o verificar si desarrollamos determinados compromisos libremente asumidos. Esta sería una tarea más bien formativa, externa, pero que no llega al fuero interno, al alma misma. Este nivel, propiamente hablando, no es dirección espiritual.

La dirección espiritual tiene mucho que ver con el Espíritu Santo y su don de consejo, con una relación donde tanto la persona que dirige como la persona que se dirige se muestran dóciles al Espíritu Santo. Y hay momentos en la vida, etapas de discernimiento, de crecimiento o de búsqueda, que un director espiritual es imprescindible para lograr vislumbrar lo que Dios pide.

El director espiritual, a ser posible, debe ser santo y letrado, es decir, santo y con mucha y sólida teología, y si no se encuentra alguien con las dos condiciones, al menos, que posea una sólida teología porque no aconsejará movido por ñoñerías, sentimentalismos ni errores "de buena voluntad". Ante todo, letras debe poseer el director espiritual, es decir, teología, conocimiento hondo de la teología, de la espiritualidad, de los Padres de la Iglesia, del Magisterio.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Con Cristo, todo es nuevo

"Nuestro Salvador, después de la resurrección, cuando ya había pasado lo viejo y todas las cosas habían sido renovadas, siendo él mismo el hombre nuevo y el primogénito de entre los muertos, renovados también los apóstoles por la fe en la resurrección, dijo: "Recibid el Espíritu Santo". Esto es lo que el mismo Señor y Salvador decía en el evangelio cuando negaba que se pudiera poner el vino nuevo en los odres viejos, sino que mandaba que se hicieran odres nuevos, es decir, que los hombres caminaran en la novedad de vida, para que recibieran el vino nuevo, es decir, la novedad de Cristo" (Orígenes, De principiis, I, 3, 7).

martes, 13 de mayo de 2014

Testigos de la Pascua (Preces de Laudes de Pascua - IV)



El Señor resucitado se hizo ver a sus apóstoles para que fueran testigos de su resurrección: no era un fantasma, ni una imagen ni una ensoñación, sino Él mismo que hablaba, comía con ellos, desaparecía de pronto. ¡Era Él!

            Con esa experiencia pascual del Resucitado, con su mandato expreso de ser testigos y con el Espíritu Santo que se les daría, comienza el testimonio, una cadena de testigos ante los hombres y ante el mundo.


            “¡Seréis mis testigos!” (Hch 1,8), y ante el envío del Señor, la oración eclesial ruega vivir apostólicamente el testimonio, suplica las gracias necesarias: “Tú que cooperas siempre con los pregoneros de tu Evangelio y confirmas su palabra con tu gracia, haz que durante este día proclamemos tu resurrección con nuestras palabras y con nuestra vida” (Sab II).

            Los cristianos, por la experiencia de la santa Pascua, por los dones sacramentales del Bautismo y la Confirmación, somos testigos de Jesucristo ante los hombres: “Oh Cristo Salvador, que en tu resurrección anunciaste la alegría a las mujeres y a los apóstoles y salvaste al universo entero, conviértenos en testigos del Dios viviente” (Mart III). Los apóstoles, y todos los miembros de la Iglesia, son constituidos en testigos, apóstoles, misioneros, evangelizadores: “haz de nosotros mensajeros del Evangelio de la vida” (Mart III).

            Fuertes y firmes en la fe, consolidados y cimentados en Cristo, la Iglesia anuncia el Evangelio y da testimonio de su Señor: “aumenta la fe de tu Iglesia, peregrina en la tierra, para que dé al mundo testimonio de tu resurrección” (Sab III). Al subir a los cielos, glorificado, envió a sus discípulos como testigos y les prometió el Espíritu Santo, vida y alma de la evangelización, protagonista de la misión: “Tú que en el día de hoy prometiste a los apóstoles el Espíritu Santo, para que fueran tus testigos hasta los confines del mundo, con la fuerza de este mismo Espíritu robustece también nuestro testimonio cristiano” (Ascenc).

lunes, 12 de mayo de 2014

"...Y lo he ungido con óleo sagrado"

Así canta el salmo 88, y como todo salmo, anuncia a Cristo y se cumple en Cristo: "encontré a David mi siervo y lo he ungido con óleo sagrado". David, consagrado rey por Samuel, fue encontrado pastoreando y Samuel tomando el cuerno de aceite lo derramó sobre él. Entonces fue constituido rey, pastor de Israel.

El precioso salmo 44, salmo nupcial, leído cristológicamente, anuncia la realidad del Misterio de Cristo. Por su encarnación, Cristo "es el más bello de los hombres", "en sus labios se derrama la gracia, el Señor lo bendice eternamente". Él, el Señor, recibe la Unción: "por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros".

Recordemos también algunos textos proféticos. Sobre el Mesías que va a venir, el Señor y Salvador, el Niño que "nos va a nacer", "reposa el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, espíritu del temor del Señor" (Is 11). El mismo Señor, por boca del profeta, dice: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido, me ha enviado..." (Is 61).

domingo, 11 de mayo de 2014

Cesan los ayunos (testimonios)

La Cuaresma es la preparación intensa, austera y penitente, de todos para la Pascua, ya sean penitentes, catecúmenos o el pueblo fiel. En esa preparación el ayuno caracteriza el tiempo cuaresmal, con la privación de alimento y los viernes, además abstinencia de carne. Un ayuno generoso, es decir, con rigor y austeridad, prepara bien el cuerpo y el espíritu para la santísima Pascua.

Pero cuando resucita el Señor, cesan los ayunos, se rompe el ayuno con la Comunión eucarística de la Vigilia pascual y comienza la fiesta cristiana con gozo espiritual.





Los cincuenta días de Pascua se viven con el gozo de comer y beber en honor del Señor, sin la privación del ayuno. Son días festivos que vivimos felices porque Cristo resucitó.


Ya el mismo Señor decía que "ayunarán cuando el Esposo les sea arrebatado", pero ahora que está vivo y glorioso, "¿cómo pueden ayunar los amigos del novio cuando el novio está con ellos?" El mismo Señor resucitado se hace presente e invita a comer, en varias ocasiones, a sus apóstoles el pan y peces asados. Las imágenes del banquete le sirven a Cristo para explicar la vida eterna y el Reino de Dios como una comunión feliz y festiva entre todos, presididos por Él.

El rigor del ayuno -que hemos de cuidar- da lugar a la alegría de la fiesta y del alimento. Sólo si se vive bien el ayuno se podrá apreciar el cambio de los cincuenta días de Pascua pudiendo comer con alegría.

sábado, 10 de mayo de 2014

Sacerdote de una pieza: san Juan de Ávila



            En octubre de 2012, san Juan de Ávila fue proclamado doctor de la Iglesia y en Montilla, donde está su sepulcro, se abrió un "trienio jubilar". Es una alegría para todos, pero muy especialmente para la diócesis de Córdoba al ver elevado a tal honor a uno de sus sacerdotes. Él es un sacerdote de una pieza, y su propia vida cotidiana, su estilo, son una indicación concreta para ver qué es un sacerdote, cómo ha de ser y para que todos valoremos realmente y apreciemos sinceramente el ministerio sacerdotal.


            No sólo su altísima espiritualidad sacerdotal o su teología son válidas, perennes, sino que en san Juan de Ávila su modo concreto y cotidiano de vivir el sacerdocio y desempeñar el ministerio, pueden ser una luz y una referencia hoy. 

          Aun cuando él no estuvo al frente de una parroquia, su estilo sacerdotal puede ayudarnos en el desempeño pastoral y, a todos, considerar la amplitud del ministerio sacerdotal, viendo las múltiples facetas que desarrolló san Juan de Ávila.


            “Juan es un hombre pobre y modesto por propia elección. Ni siquiera está respaldado por la inserción en los cuadros operativos del sistema canónico; no es párroco, no es religioso; es un simple sacerdote de escasa salud y de más escasa fortuna después de las primeras experiencias de su ministerio: sufre enseguida la prueba más amarga que puede imponerse a un apóstol fiel y fervoroso: la de un proceso con su relativa detención, por sospecha de herejía, como era costumbre entonces. Él no tiene ni siquiera la suerte de poderse proteger abrazando un gran ideal de aventura. Quería ir de misionero a las tierras americanas, las “Indias” occidentales, entonces recientemente descubiertas; pero no le fue dado el permiso” (Pablo VI, Hom. en la canonización, 31-mayo-1970).

 

viernes, 9 de mayo de 2014

Salmo 105: un salmo histórico

Con el salmo de hoy, salmo 105, tenemos una nueva característica de los salmos.

Hay salmos que son plegarias dirigidas directamente a Dios. Por ejemplo, hay salmos, muchos, que están por completo dirigidos a Dios: “Señor, date prisa en socorrerme; tú me salvaste”. Hay otros salmos que no están dirigidos directamente a Dios, sino como decía el papa Pablo VI, “no dirigidos a Dios, sino que se cantan delante de Dios”, y siguen siendo oración.

 Los llamados salmos históricos son ese tipo de canto que no están siendo una oración dirigida  de Dios: “tú Dios mío, me salvaste, tú Dios mío...”, sino que se cantan delante de Dios: “el Señor me salvó, el Señor hizo, el  Señor dejó de hacer...”  Estos salmos históricos que se cantan delante de Dios, pero que no van dirigidos en el lenguaje a Dios, suelen ser muy largos en el número de versículos. Y lo que hacen es mirar atrás y ver todas las cosas que les han ocurrido como venidas de la mano de Dios, aunque en su momento no lo entendieran. Tampoco tenemos siempre la asistencia directa del Espíritu Santo: hay muchas cosas que nos ocurren y no las entendemos,  pasan los años y decimos: “¡Ah! El Señor permitió esto por esto”. Y esto es lo que hacen estos salmos, interpretar la historia viéndola como una obra de Dios, una actuación de Dios.

 El salmo está contando lo que ocurrió al pueblo de Israel, y los castigos, es decir, las cosas que ocurrieron y que ellos luego interpretan como pensando que “El Señor nos estuvo corrigiendo para que nos diéramos cuenta”.


jueves, 8 de mayo de 2014

El valor de la teología (con palabras de Newman)

La teología es importantísima y es una vocación y un servicio a la Iglesia. Se podría definir, porque es así, un carisma, "el carisma de la teología". Y como tal carisma, debe ser apreciado, custodiado, valorado, respaldado.


Newman destacaba su importancia y función en la Iglesia al decir:

"Nunca se halla la religión en mayor peligro como cuando, a consecuencia de las turbulencias nacionales o internacionales, las instituciones de estudio teológico han sido clausuradas o han dejado de existir... La teología es el principio fundamental y el principio regulador de todo el sistema eclesial. La teología es proporcionada a la revelación y la revelación es la idea inicial y esencial del cristianismo. La teología es el contenido de la función profética, su causa formal y su expresión; y en cuanto es función profética, ha creado tanto la función regia como la sacerdotal" (Prólogo a la tercera edición -1877- de Vía Media de la Iglesia anglicana...).

La teología es una función necesaria en la Iglesia y quien la lleva a cabo recibe un particular carisma y vocación. Por eso la teología, sin situarse por encima de la Iglesia ni del Magisterio, ni ser una instancia crítica contra la Iglesia, debe ser valorada y respetada. Ya sabemos que no es una mera repetición de documentos magisteriales; ya sabemos que no es una disidencia disfrazada de "voz profética"; ya sabemos que tampoco es una búsqueda exagerada de herejías para adoptar un lenguaje condenatorio y no aportar nada. Es algo más, más hermoso, más bello, más eclesial, más razonable.

miércoles, 7 de mayo de 2014

La gloria de Cristo y su Pascua (Preces de Laudes de la Pascua - III)



3. Las preces


            3.1. Hijos de la luz

            La luz de la Pascua es la vida de Cristo glorioso que se expande, brillante, sobre las tinieblas que cubrían el orbe entero. Su “luz nos hace ver la luz” (Sal 35) y nos hace “pasar de las tinieblas al reino de su luz admirable” (1P 2,9). El deseo del cristiano es vivir y permanecer en la luz: “Padre santo, que hiciste pasar a tu Hijo amado de las tinieblas de la muerte a la luz de tu gloria, haz que podamos llegar también nosotros a tu luz admirable” (Dom. Octava). La luz de Cristo nos envuelve y nos permite caminar por sendas de vida nueva cada jornada: “Dios, Padre de los astros, que has querido iluminar el mundo con la gloria de Cristo resucitado, ilumina, desde el principio de este día, nuestras almas con la luz de la fe” (Lun II).

            Vivir en la luz, siendo hijos de la luz, nos renueva y llena de gozo, provocando la acción de gracias a Dios y la alabanza: “Dios, Padre de los astros, te aclamamos con acción de gracias en esta mañana, porque nos has llamado a entrar en tu luz maravillosa y te has compadecido de nosotros” (Mier II). La luz de la resurrección nos ilumina constantemente: “Tú que con la columna de fuego iluminaste a tu pueblo en el desierto, ilumina hoy con la resurrección de Cristo el día que empezamos” (Juev II).

            Mientras que la oscuridad y las tinieblas provocan inseguridad y angustia, la luz da seguridad y paz; se sabe dónde se está, se contempla todo, se ve al caminar. Cristo con su luz nos alegra: “Cristo, luz esplendorosa que brillas en las tinieblas, rey de la vida y salvador de los que han muerto, concédenos vivir hoy en tu alabanza” (Dom III). A Él, resucitado, suplicamos: “ilumina hoy nuestras mentes” (Mier III); Él, resucitado, ilumina y nos hace reflejar su gloria: “ilumina tu rostro sobre nosotros, para que, libres de todo mal, nos saciemos con los bienes de tu casa” (Vier III).


            3.2. Cristo nuestra Pascua

            La liturgia pascual permite ahondar en el misterio de Cristo; descubrimos y nos gozamos en quién es Cristo y en lo que ha realizado por su Muerte y gloriosa Resurrección. Siempre será una contemplación inacabada, imperfecta, pero necesaria, de la Persona del Señor resucitado.

            ¿Quién es Cristo? ¿Cuál es la grandeza del Misterio pascual del Señor?

            Dios hizo “pasar a tu Hijo amado de las tinieblas de la muerte a la luz de tu gloria” (Dom. Octava). Por la fuerza de la cruz y de la resurrección hemos sido redimidos y santificados: “por medio de tu Hijo resucitado de entre los muertos has abierto a los hombres las puertas de la salvación” (Lun II), y por Cristo, el Espíritu Santo ha sido derramado en nuestros corazones: “por medio de tu Hijo resucitado has derramado sobre el mundo el Espíritu Santo” (Lun II). Cristo, y solamente Cristo, es nuestra salvación, que se nos da como Don inmerecido: “Que Cristo, el Señor, clavado en la cruz para librarnos, sea hoy para nosotros salvación y redención” (Lun II).


martes, 6 de mayo de 2014

La corporalidad asumida, ha sido redimida

Todo el ser personal, que es cuerpo y es alma como dos co-principios, se ven implicados en la santa Resurrección del Señor y por la Pascua de Cristo vemos de qué manera la escatología -lo venidero, lo futuro, lo eterno- incluyen también la corporalidad.


Se podría decir que una verdadera teología del cuerpo no sólo incluye el momento creador de Dios, en el Génesis, sino que incluye, y hay que sumar, la resurrección de Cristo y la escatología. Sólo así hay una verdadera teología del cuerpo que pueda llamarse cristiana.

Y es que para mirar y valorar al hombre, y pensar cristianamente en su corporeidad, la resurrección de Jesucristo es determinante. Ahí se ofrece la más alta perfección al cuerpo humano y la mejor teología del cuerpo que podamos encontrar.

El Espíritu Santo tiene mucho que ver: Él "espiritualiza", "pneumatiza", la carne de Jesús y la deja vivificada y traspasada de Gloria; y esa es la obra de redención escatológica del Espíritu en nuestra propia carne (en la resurrección del último día).

lunes, 5 de mayo de 2014

Magisterio: sobre la evangelización (XVI)

Una buena dosis de creatividad es necesaria para la nueva evangelización en la que estamos inmersos. Creatividad sana en virtud del principio: "nueva en su ardor, nueva en su método, nueva en sus expresiones", que dijo Juan Pablo II, al convocar para la nueva evangelización.

Probablemente estamos en una larga fase de tanteos cuando nos hemos querido dar cuenta. Sabemos que no hay fórmulas mágicas, ni programas pastorales que resuelvan las situaciones difíciles a las que hemos de dar respuesta. El programa es Jesucristo.

Ahora bien, la cultura ha cambiado en pocos años, las preguntas del hombre post-moderno (pocas preguntas desde luego) piden una respuesta comprensible. El gran reto hoy es evangelizar el mundo de la cultura. Como suena, sin que parezca algo lejano ni reservado a especialistas.

Primero, buscar al hombre, salir a su encuentro:
"En nombre de la fe cristiana el Concilio comprometió a la Iglesia entera a ponerse a la escucha del hombre moderno para comprenderlo e inventar un nuevo tipo de diálogo que le permita introducir la originalidad del mensaje evangélico en el corazón de la mentalidad actual. Hemos de encontrar de nuevo la creatividad apostólica y la potencia profética de los primeros discípulos para afrontar las nuevas culturas. Es necesario presentar la palabra de Cristo en toda su lozanía a las generaciones jóvenes, cuyas actitudes a veces son difíciles de comprender para los espíritus tradicionales, si bien están lejos de cerrarse a los valores espirituales" (Juan Pablo II, Discurso a la plenaria del Pontificio Consejo para la cultura, 18-enero-1983).
Y entonces, ¿qué? Comenzar -proseguir, mejor dicho- un diálogo con las culturas, franco, abierto, elevador; implicar también a evangelizadores en el mundo de la cultura, cuan amplio es.

domingo, 4 de mayo de 2014

Lo que hace la pastoral de enfermos en la parroquia

Sabemos que la comunidad cristiana, delimitada por el territorio parroquial, cuida de sus enfermos. El amor de Cristo crucificado impulsa a servir y amar a nuestros hermanos más débiles, más pobres, que carecen de salud, de movilidad, muchas veces de ánimo y de esperanza, expuestos también y sobre todo a sufrimientos morales y espirituales, luchas y tentaciones. Tal vez la tan llevada y traída "opción preferencial por los pobres" se ha olvidado de esta pastoral de enfermos realizada siempre en las parroquias, considerada como "sacramentalismo". Pero Cristo curó a los enfermos, los apóstoles fueron enviados a los enfermos.

Quienes se dedican a la pastoral de enfermos en una parroquia realizan una tarea muy poco visible y muy poco reconocida, no luce mucho ante los demás, y sin embargo, es exquisita y delicada tarea.
  1. Deben poseer una firmeza en la fe a base de horas de Sagrario y vida sacramental para que, firmes en Cristo, comuniquen luz, serenidad, paz, fe, en el nombre del Señor.
  2. Deben poseer o adquirir unas virtudes humanas y espirituales para el desempeño de este ministerio: suavidad en las formas, delicadeza, capacidad de escuchar, valentía para hablar con perspectivas de fe, paciencia y yo incluso añadiría ternura y una buena sonrisa serena y pacificadora.
  3. Deben formarse -tal vez en la parroquia- en la comprensión cristiana de la enfermedad y del sufrimiento, conocer las situaciones interiores por las que el enfermo pasa, detectar las tentaciones e iluminarlas con la fe.
  4. Deben, por último, orar por los enfermos de la parroquia y por sus familiares.

¿Cuáles son las tareas para la pastoral de enfermos en una parroquia?

sábado, 3 de mayo de 2014

Impartir patrología (y II)

Continuamos con las reflexiones o ideas sueltas que me han ido brotando al tener que impartir Patrología por primera vez y no será la última.

La primera idea era el tiempo dedicado a escribir con mirada de futuro, con una visión a largo plazo, que tanto fruto ha dado.




            2) Es llamativo el interés de los Padres de la Iglesia por la predicación, siendo ésta amplia, reposada, honda.

            Una homilía o sermón patrístico puede muy bien rondar casi una hora, con el concurso general de los fieles que se mostraban muy receptivos y expresivos con lo que oían (me remito a A. Olivar, La predicación cristiana antigua). Ciertamente, era una cultura oral durante muchos siglos, donde los oyentes se deleitaban en un buen orador, y ahora eso no se da ni de lejos. Pero es un tiempo amplio de exposición homilética.

            Se ve, además, cómo los Padres preparan sus sermones o al hilo del año litúrgico o, sobre todo, siguiendo de manera continuada el comentario a algún libro bíblico que la liturgia proponía o que el propio obispo marcaba que se leyera durante un cierto tiempo. Ahondaba en cada sección, en cada capítulo y hasta en cada versículo. Lo agotaba. Sacaba primero su interpretación literal –qué dice en sí y porqué lo dice-, pasaba a la lectura moral, sugiriendo cómo vivir cristianamente a la luz de lo escuchado, para terminar con la interpretación espiritual, donde se descubría a Cristo, la Iglesia, la vida eterna, y una profunda mística de unión con el Señor.

viernes, 2 de mayo de 2014

La resurrección del Señor

Siendo la verdad central de nuestra fe, el quicio sobre el que todo gira, el apoyo en el que todo se edifica, la Iglesia predicó la resurrección del Señor. Mostró su verdad. Y la predicación patrística es amplísima en destacar este misterio de salvación ante el desprecio de la materia de todos los gnosticismos y de la filosofía griega.


La carne que el Verbo asumió de María es ahora glorificada en su Pascua. Su carne es redentora porque es verdad su encarnación: ni fue la cárcel de su alma, ni fue un disfraz, ni era un hombre sólo en apariencia. Era Dios y hombre, Persona divina con doble naturaleza, humana y divina, y por tanto su carne formaba parte intrínseca de Él. Asumiendo la carne la redimió, porque nada ha sido salvado que no haya sido redimido. La asumió por nosotros. La redimió y la glorificó por la resurrección.

Ésta es nuestra fe.

"Resucitó la carne depuesta en el sepulcro pra que se cumpliese lo dicho por el profeta: No permitirás que tu Santo vea la corrupción. Retorna pues, vencedor de los muertos, llevando consigo los despojos del infierno. En efecto, liberó a los que la muerte tenía sujetos" (Rufino de Aquileya, Expl. Sim., 27).

jueves, 1 de mayo de 2014

Oramos alegres (Preces de Laudes de Pascua - II)




2. Las respuestas de las preces


            Súplica y confesión de fe a un mismo tiempo, las respuestas de las preces de Laudes orientan la oración eclesial invocando al Señor, Alfa y Omega, Resucitado de entre los muertos. La Iglesia alaba a su Señor glorificado.

            “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12) proclamó Cristo; y como Luz brilló en la noche de Pascua, rompiendo las tinieblas que envolvían al orbe entero (cf. Pregón pascual). Su luz brilló; “la luz de Cristo que resucita glorioso disipe las tinieblas del corazón y del espíritu” oraba la Iglesia en el lucernario de la Vigilia pascual. La luz es vida, la oscuridad es muerte. Por eso la Iglesia, deseando vivir a la luz del Señor, reza: “Ilumínanos, Señor, con la luz de Cristo” (Dom. Octava). También la inteligencia del hombre, en ocasiones, ofuscada, necesita una luz orientadora en el camino de la Verdad: “Ilumina, Señor, nuestras mentes” (Lun II), y también: “Ilumínanos, Señor, con la claridad de Cristo” (Mier II).

            Cristo es la Vida del mundo, la vida de los hombres; es Vida y resurrección. Él, ahora, resucitado, es “Espíritu que da vida” (1Co 15,45), nuevo Adán. La muerte ha sido destruida y Él lo vivifica todo. ¿Cómo no pedir su vida: “Autor de la vida, vivifícanos” (Mart II)? ¿Vida fuera de Cristo? ¿Vida sin Cristo, al margen de Cristo? ¡Poca vida sería realmente! Así nuestro deseo es vivir con Él, por Él y para Él; que su vida se nos dé, que Él lo sea todo: “Que el Señor Jesús sea nuestra vida” (Juev II). Él es el que ha vencido; victorioso y triunfante, ahora es Salvador del mundo: “Por tu victoria, sálvanos, Señor” (Lun III).

            El gran Don y regalo de Cristo resucitado es el Espíritu Santo con el que da vida a su Cuerpo que es la Iglesia; su Espíritu todo lo santifica, conduce a la Verdad completa, recuerda su Palabra, genera ministerios, carismas, dones y virtudes que enriquecen a la Iglesia. Dirige sabiamente las almas con sus siete dones y empuja a la Iglesia en su misión evangelizadora. ¡Pascua es el tiempo del Espíritu Santo!, y los mismos textos de la liturgia nos llevan a reconocer la acción y la presencia del Espíritu Santo.

            Es nuestra súplica: “Vivifícanos, Señor, con tu Espíritu Santo” (Vier II). La liturgia pascual es una preciosa fuente para la pneumatología, es decir, para el tratado sobre el Espíritu Santo. Lo hace de modo orante, suplicante. El Espíritu Santo “viene en ayuda de nuestra debilidad” (Rm 8,26); lo suplicamos porque sin Él nadie puede progresar en el bien ni en la virtud ni en la santidad: “Que tu Espíritu, Señor, venga en nuestra ayuda” (Dom VII). Es el Espíritu un Don inmerecido que, como en el Cenáculo apostólico, hemos de suplicar y prepararnos para su recepción: “Señor, danos tu Espíritu” (Lun VII), “Señor Jesucristo, danos tu Espíritu” (Mart VII), “Señor Jesús, santifícanos en el Espíritu” (Sab VII).