Una de las tareas a las que san Juan Bosco dedicó tiempo, esfuerzo e interés, fue la imprenta en sus talleres y la Editorial para facilitar a todos lecturas sólidas, de corte apologético en muchos casos, en otros de carácter devocional. Él fue un prolífico escritor. Él se preocupó no solamente del "apostolado de la buena prensa", sino de libros como tales.
Este aspecto enriquece muchísimo la figura de don Bosco, sin reducirlo; fue otro campo de apostolado al que concedió la máxima importancia. Los libros sirven para formar, ofrecen criterios, razonan, se convierten en interlocutor del lector.
¿Qué se ofrece hoy en muchas editoriales pseudo-católicas? Muchas veces una fe teñida de moralismo, un lenguaje modernista aplicado a la fe, cuando no lo confunde todo con psicologismo y autoayuda. ¡Qué difícil a veces encontrar buenas editoriales y buenos libros! Los hay, por supuesto; pero no todo lo que se presenta como católico lo es.
Don Bosco tenía muy claro que el campo editorial debe ser cultivado, y él lo hizo, dedicando mucho esfuerzo en un apostolado más dentro de su inmensa actividad, seleccionando lo que se editaba, animando a teólogos a escribir determinadas obras y redactando él infinidad de obras y opúsculos.