El canto en la liturgia es un modo muy santo, saludable, de participar en la liturgia, es decir, de que todos los fieles participen en la liturgia. Cantar juntos, responder juntos cantando, entonar el Gloria alabando a Dios, etc., son modos de participar los fieles en la liturgia y, si queremos una participación auténtica en la liturgia, hemos de cuidar el canto litúrgico y hemos de cantar en la liturgia, sin miedo, sin titubeos.
En la liturgia se canta porque la liturgia implica, de por sí, el canto, aunque eso no signifique en todas las Misas se cante todo o que haya que cantar todo. Es distinto vivir la liturgia de la Vigilia pascual o de un domingo pascual, que un sencillo domingo del Tiempo Ordinario, o un día de la Octava de Navidad, o una feria cuaresmal.
Según
el grado de solemnidad de cada celebración, habrá que cantar algunos elementos
o todos, pero hay una gradación en la elección de las partes cantadas. El
primer grado, el que es siempre más aconsejable, incluye la parte propia de
todos los fieles fomentando así una participación orante, activa y espiritual:
“Pertenecen
al primer grado:
a) En los ritos de entrada:
– El saludo
del sacerdote con la respuesta del pueblo.
– La oración.
b) En la liturgia de la palabra:
– Las
aclamaciones al Evangelio.
c) En la liturgia eucarística:
– La oración
sobre las ofrendas.
– El prefacio
con su diálogo y el Sanctus.
– La doxología
final del canon.
– La oración
del Señor –Padrenuestro– con su monición y embolismo.
– El Pax
Domini.
– La oración
después de la comunión.
– Las fórmulas
de despedida” (Instrucción Musicam sacram, n. 29).
Incluyendo
lo anterior, el segundo grado para el canto sería:
“Pertenecen al segundo grado:
a) Kyrie, Gloria y Agnus Dei.
b) El Credo.
c) La oración de los fieles” (Instrucción Musicam sacram, n. 30).
a) Kyrie, Gloria y Agnus Dei.
b) El Credo.
c) La oración de los fieles” (Instrucción Musicam sacram, n. 30).
Y, por último, el tercer grado en importancia del canto:
“Pertenecen al tercer grado:
a) Los cantos procesionales de entrada, y de comunión.
b) El canto después de la lectura o la epístola.
c) El Alleluia antes del Evangelio.
d) El canto del ofertorio.
e) Las lecturas de la Sagrada Escritura, a no ser que se juzgue más oportuno proclamarlas sin canto” (Instrucción Musicam sacram, n. 31).
a) Los cantos procesionales de entrada, y de comunión.
b) El canto después de la lectura o la epístola.
c) El Alleluia antes del Evangelio.
d) El canto del ofertorio.
e) Las lecturas de la Sagrada Escritura, a no ser que se juzgue más oportuno proclamarlas sin canto” (Instrucción Musicam sacram, n. 31).
Dentro
de los cantos “Propios” de cada Misa, destaca el salmo responsorial que por su
naturaleza está destinado para ser cantado, tomando parte los fieles en la
respuesta. “Dentro del «Propio», tiene particular importancia el canto situado
después de las lecturas en forma de gradual o de salmo responsorial. Por su
naturaleza, es una parte de la liturgia de la palabra; por consiguiente, se ha
de ejecutar estando todos sentados y escuchando; mejor aún, en cuanto sea
posible, tomando parte en él” (Instrucción Musicam sacram, n. 33). También la
Ordenación del leccionario de la Misa destaca el salmo responsorial:
“20. El salmo
responsorial ordinariamente ha de cantarse. Hay dos formas de cantar el salmo
después de la primera lectura: la forma responsorial y la forma directa. En la
forma responsorial, que se ha de preferir en cuanto sea posible, el salmista o
el cantor del salmo, canta la estrofa del salmo, y toda la asamblea participa cantando
la respuesta. En la forma directa, el salmo se canta sin que la asamblea
intercale la respuesta, y lo cantan, o bien el salmista o cantor del salmo él
solo, y la asamblea escucha, o bien el salmista y los fieles juntos.
21. El canto
del salmo o de la sola respuesta contribuye mucho a comprender el sentido
espiritual del salmo y a meditarlo profundamente”.
El
canto corresponde a lo que es la liturgia, acción sagrada, fomentando la unión
de las voces y el corazón, la solemnidad, suscita sentimientos espirituales y
se glorifica a Dios. La liturgia se vive mejor, más santamente, y se participa
con más fruto, si tomamos parte en el canto común en aquellos momentos en que
todo el pueblo interviene, y si escuchamos interiormente los cantos que sólo
correspondan al coro.
“Mediante la unión de las voces, se llega a una más profunda unión de corazones; desde la belleza de lo sagrado, el espíritu se eleva más fácilmente a lo invisible; en fin, toda la celebración prefigura con más claridad la liturgia santa de la nueva Jerusalén.
Por tanto, los pastores de almas se esforzarán con diligencia por conseguir tal forma de celebración” (Instrucción Musicam sacram, n. 5).
Salvando
los excesos de música y canto, a veces no propiamente litúrgicos ni
convenientes para la sagrada liturgia, con demasiado ritmo y ruido, se tiende
en ocasiones a presentar la participación en la Misa como una devoción privada
donde sólo haya silencio absoluto, los fieles estén en silencio y contemplen
piadosamente lo que el sacerdote realiza en el altar. De un extremo se pasa
fácilmente al otro extremo. Pero ya vemos que cantar no estorba el
recogimiento, sino que ya de por sí es oración y medio de participación. No se
puede interpretar restrictivamente la adoración y la devoción con el mutismo
absoluto durante la Eucaristía.
La
liturgia incluye el canto como un elemento más, un elemento propio de las
acciones sagradas de la Iglesia. Por tal razón, se participa cuando todos toman
parte del canto común, responden cantando, oran cantando y no simplemente oyen
lo que cantan otros como un adorno añadido.
Entendamos
entonces que se participa más cantando, por ejemplo, la respuesta “y con tu
espíritu”, “Amén”, o el versículo del salmo responsorial, que si tuviéramos que
intervenir leyendo una monición o llevando una ofrenda de las llamadas
“simbólicas”. Cuando cantamos, haciendo oración nuestro canto, estamos
participando interior, activa, fructuosamente, en la liturgia.
La belleza del canto,
la música y la solemnidad adecuada, el fomento del verdadero canto litúrgico,
etc., serán medios para incrementar una auténtica participación de todos en la
liturgia. El canto es algo más que un medio de solemnizar la liturgia, o de
hacerla amable (simpática, entretenida). Conlleva implicaciones espirituales
muy concretas para que sea el cántico nuevo que elevamos al Señor. “Los Obispos
y demás pastores de almas procuren cuidadosamente que en cualquier acción
sagrada con canto, toda la comunidad de los fieles pueda aportar la
participación activa que le corresponde” (SC 114).
Ya he comentado alguna vez que prefiero que canten todos los fieles y no únicamente un coro. Cantar ensancha no sólo los pulmones, también el espíritu.
ResponderEliminarLo que observo en Murcia es la producción de un círculo vicioso: los fieles no cantan ya sea por vergüenza, falta de costumbre o porque no se saben "la letra" y los sacerdotes "invitan" poco a cantar quizá porque cuando lo hacen escuchan pocas voces de fieles cantando. Ambas situaciones se retroalimentan.
Al son de instrumentos cantaremos tu poder (de las antífonas de Vísperas)
Julia María:
EliminarSin duda, así es.
Hay cantos para que todos canten y respondan, otros que sólo son del coro. Pero cantar en lo que a todos nos toque ensancha el alma.
Lo del círculo vicioso es horrible: no cantan..., por vergüenza, por no destacarse, por no desafinar... Y el sacerdote se queda solo muchas veces (es mi caso) con algo tan simple como el Aleluya o el Sanctus.