martes, 29 de marzo de 2016

La Iglesia y el misterio de lo personal

Ganaríamos mucho si viviésemos la Iglesia como la Comunidad a la que ofrezco cuanto soy y en la que aporto mis cualidades, virtudes y dones y si viéramos la Iglesia como la Comunidad que me sostiene, me espolea, me desafía a crecer, me ayuda a caminar; por supuesto, en el plano sobrenatural mediante la Gracia.


La Iglesia es esa bendita Comunidad y Cuerpo del Señor donde la unidad jamás significa uniformidad, y donde lo comunitario no significa gregarismo alguno o despersonalización; la santa Comunidad donde unos y otros estamos relacionados en el Espíritu Santo y donde unos y otros mutuamente se enriquecen y se edifican. Este gran organismo sobrenatural permite el desarrollo pleno y santo de cada uno de sus miembros, respetando sus ritmos de crecimiento, su vocación, sus cualidades, hasta alcanzar la imagen de Cristo o la madurez perfecta en Cristo Jesús.

Las presentaciones parciales de la Iglesia o la vivencia desfigurada de la Iglesia al considerarla una institución jerárquica alejada de mí, distante de mí, e incluso en cierto modo, frenadora de lo mejor de cada uno, deben ser superadas para alcanzar una visión de totalidad del Misterio de la Iglesia.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Lo bautismal en la Vigilia pascual

La Iglesia reservó la administración del Bautismo en una ocasión especial, la noche de la Pascua, porque era la noche de la Vida del Resucitado que se comunicaba a los suyos mediante los sacramentos. Era la noche bautismal, la noche de la Iniciación Cristiana.


La Vigilia pascual es bautismal por su propia naturaleza, aunque, en la práctica pastoral, sean pocas las parroquias que celebren bautismos en esta celebración anual solemnísima.

No obstante, las resonancias bautismales son constantes en los textos litúrgicos de la Vigilia pascual, incluso cuando no se van a celebrar bautismos. Así a todos los fieles son situados ante las grandes realidades sacramentales del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía como participación en la vida divina del Señor resucitado.

Un rápida panorámica nos permitirá captarlo. En el mismo inicio de la Vigilia pascual, el Pregón pascual alaba la noche santísima como noche que regenera y lava las manchas: "Ésta es la noche en la que, por toda la tierra, los que confiesan su fe en Cristo son arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados a los santos... Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos..."

martes, 22 de marzo de 2016

La Eucaristía y la creación

La Eucaristía, por el dinamismo de transformación del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre del Señor resucitado, es primicia de la nueva creación. Especialmente visible e impactante en el contexto de la Vigilia pascual: ciclo anual que llega en la primavera, con la luna nueva; cuando todo parecía muerto y acabado, el Señor resucita y apoderándose del pan y del vino cambia la sustancia de éstos por su propio ser: son su Cuerpo y su Sangre.


La creación, en la Eucaristía, es elevada a la nueva creación. Ésta la podemos vislumbrar viendo cómo estos elementos creados -pan y vino- son transformados, elevados a su mayor potencia de ser, anticipando la novedad absoluta del Reino. 

domingo, 20 de marzo de 2016

Conversión, también eclesial, para evangelizar

La conversión, que es una realidad profundamente personal e intransferible, también es eclesial. El pueblo cristiano vuelve a mirar a Dios y se deja interrogar y purificar por Él para responder a su plan salvador.

Es el pueblo cristiano, la Iglesia, la que es llamada a entrar en el desierto para escuchar la voz de Aquel que lo ha llamado, cambiar su mentalidad, renovar sus afectos, librarse de adherencias inoportunas para dar el fruto que pide la conversión. ¿Cuál? Una renovada fidelidad a Jesucristo y un compartir su misión, que es evangelizar y redimir y salvar.

El mundo nos desafía y nos cuestiona. Necesita de Dios aunque no lo reconozca o no se dé cuenta siquiera. La cultura se ha secularizado agresivamente y ha dejado a muchos al borde del camino, al arbitrio del más fuerte, desvalidos y despojados de sí mismos.

Y mientras, ¿cómo nos encontramos al interior de la Iglesia? ¿Qué fuerza evangelizadora, qué entusiasmo, qué convicción poseen nuestras parroquias, comunidades, movimientos, asociaciones?

viernes, 18 de marzo de 2016

Poema de teología y espiritualidad: la Vigilia pascual

La expresión del título, "poema de teología y de espiritualidad", está tomada de Pablo VI en una homilía de la santísima Vigilia pascual.

En efecto, la liturgia de la Vigilia pascual, la celebración nocturna de la Pascua del Señor, es la liturgia más solemne y esplendorosa que tenemos anualmente; su desarrollo es el más cuidado. 





El momento -la noche misma-, el combate entre luz y tinieblas, el fuego nuevo y el encendido del Cirio pascual; la sucesión de nueve lecturas, sus salmos y oraciones; los ritos bautismales, la renovación de las promesas bautismales y la aspersión con el agua bendecida a todos los fieles; la solemne oración de los fieles, participando por vez primera los nuevos fieles, es decir, los nuevos bautizados; y la Eucaristía pascual celebrado con todo cuidado, toda solemnidad...


Es la noche de las noches, esplendorosa, cuando resucita el Señor y la Iglesia, como las vírgenes prudentes, están con las lámparas encendidas aguardando a Cristo. 

La Iglesia desborda de gozo y fiesta: las mejores vestiduras litúrgicas y los más finos manteles para el altar; el exorno floral casi desbordante, como jardín del Reino; las patenas, cálices y copones mejor labrados y cincelados; los candelabros y la cera nueva...

En lo interior, el rito mismo, con ritos solemnes, lecturas y oraciones, permite y logra que todo confluya en el Señor resucitado y que los fieles vean y vivan una obra maestra de teología y espiritualidad, de vivencia y actualización. Si se dejan llenar del espíritu de la Vigilia pascual, si entran en el Misterio, si dejan empapar sus almas de lo que allí se realiza santamente, percibirán hasta qué punto la Vigilia pascual es central en la vida y experiencia cristiana y cómo en ella se eleva un poema al Señor, lleno de teología y de honda espiritualidad.


miércoles, 16 de marzo de 2016

Cáritas y Triduo pascual




Cáritas, es decir, la virtud de la caridad junto con el ejercicio de Cáritas como asociación y parte de la parroquia, reciben una luz y una impronta fundamental, decisiva, determinante, con el Triduo pascual: desde la Misa en la Cena del Señor, el Jueves Santo, pasando por la Acción litúrgica del Viernes Santo para llegar a su máxima solemnidad en importancia y participación: la Vigilia pascual en la noche de Pascua.




            Y esto desde dos perspectivas: teológica y litúrgica.

La teología del Triduo pascual nos señala claramente que es el amor del Padre y el amor del Corazón de Cristo el que le lleva a la cruz y la resurrección por nosotros y nos deja como prenda y memorial la Eucaristía. Todo el Triduo pascual es un ejercicio del amor de Cristo, amándonos, dejándonos amar por Él, aprendiendo a amar así: primero amando a Cristo, luego amando a nuestros hermanos.

“Esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros”.
“Tomad, bebed, éste es el cáliz de mi sangre...”

La Eucaristía se vuelve signo de amor, delicadeza de caridad, pues el Señor constantemente se da, sin condiciones, con amor y amor esponsal a su Esposa, la Iglesia. La Eucaristía, que actualiza todo el Misterio Pascual, nos educa en la Cáritas.

 La fuente verdadera de la caridad es la Eucaristía. Recibir y vivir el amor de Cristo, hecho sacramento, colma el corazón e imprime un dinamismo de éxtasis, es decir, de salida de uno mismo para ir al encuentro del prójimo y amarlo y servirlo.

 De la Eucaristía nace el amor. El amor de Cristo entregado en el sacrificio de la cruz -actualizado en la Santa Misa- pide la respuesta de amor, y este amor -caridad, en lenguaje cristiano- toma forma en las obras de amor, de misericordia, de entrega, de servicialidad, al prójimo, al hermano. Comienza así la caridad eucarística a transformar el mundo no desde los grandes discursos, ampulosos, sobre las estructuras de pecado y la injusticia del sistema, sino desde mi propia entrega que acreciente un poco más el bien y el amor en el mundo.

Quienes, además por vocación especial, se dedican a la caridad, sólo podrán realizar su difícil vocación o carisma apoyados en una sólida vida eucarística. Trabajar en Cáritas, ser miembro de algún voluntariado católico o vivir como religioso en algún Instituto dedicado a la caridad, exige una solidez eucarística, que da madurez personal y entrega sin límites, y que jamás se puede sustituir por el voluntarismo, o la opción errada de secularizar la caridad, sin referencia a Jesucristo.

lunes, 14 de marzo de 2016

La Fiesta de las fiestas en cincuenta días (textos)

Conocemos y sabemos cómo la Iglesia, desde el siglo II-III festejó la santísima Pascua del Señor con cincuenta días de fiesta, las siete semanas pascuales, con costumbres propias y una mirada al Señor glorificado que derrama su Espíritu Santo y a quien esperamos que venga glorioso desde el cielo.


El deseo de seguir, no una contemplación del Misterio, sino algo más palpable como es la cronología, hizo que se introdujese un desglose del Misterio según las fechas, y así se introdujo a los cuarenta días de la resurrección la solemnidad de la Ascensión.

La Ascensión es un acontecimiento salvador que se inserta dentro de la glorificación pascual del Señor. Resucita y es entronizado a la derecha del Padre para desde allí enviar al Paráclito, al Espíritu Santo.

Es un movimiento más, un acontecimiento salvador del mismo Señor resucitado, por tanto, una secuencia más de la Pascua de Cristo.

sábado, 12 de marzo de 2016

¡Todos a la Vigilia pascual!



            Joya y corona, corazón y centro de todo el año litúrgico, es la santísima Vigilia pascual, en la noche de la Pascua, del sábado al domingo de Resurrección. Vivirla es una experiencia espiritual profundamente impactante, enriquecedora. Fortalece la fe, sostiene la esperanza, enciende la caridad.

            ¿Cómo perdérsela? ¿Quién será capaz de faltar?

            El miércoles de ceniza abrió la cuaresma. La ceniza sobre nuestra cabeza (sí, cabeza, no frente) fue el billete de entrada para ir a la Vigilia pascual; fue el pasaporte para un largo viaje de 40 días y aterrizar en la Vigilia pascual. ¡Ese es su sentido!

            La ceniza sobre nuestra cabeza sólo se lava y se quita de verdad con el agua de la aspersión bautismal de la Vigilia pascual. Ahí somos lavados y purificados, renovando la gracia del bautismo.

            Los ayunos cuaresmales, verdaderos ayunos y privaciones (de alimentos, de cena, de dulces, de bebidas), se rompen definitivamente con la Comunión eucarística de la santa Vigilia pascual y la fiesta cristiana.  Ayunábamos porque teníamos hambre de Cristo. Llega la santa Vigilia pascual, ¡Cristo vivo y resucitado!, y comemos de Él.

            El silencio exterior e interior, la austeridad de la Cuaresma, se termina en la Vigilia pascual: ya se canta el Gloria (esa noche sí se tocan las campanas al cantarlo como un rito propio, no en Navidad) y por fin, ¡por fin!, vuelve el solemne y alegre “Aleluya” que resuena jubiloso.

            ¡Todos a la Vigilia pascual! 

jueves, 10 de marzo de 2016

Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica... (IV)

La tercera y última parte del Credo está dirigida a la profesión de fe en el Espíritu Santo, Persona divina.

Su acción es real y eficaz -no es mera 'fuerza del universo', 'energía cósmica' o simple sentimiento-: vive y actúa y diviniza porque Él mismo es Dios.


Esta acción del Espíritu Santo tiene lugar, como ámbito privilegiadísimo, la santa Iglesia Católica: en ella el Espíritu Santo nos aglutina en una Comunión relacionándonos a unos con otros, formando la Comunión de los santos.

Por el Espíritu Santo se nos da el perdón de los pecados -la blasfemia sería pensar que Él no puede ni perdonarnos ni obrar la redención, cerrándonos a Él-; Él nos resucitará porque es Espíritu de vida y nuestra carne está llamada a la resurrección cuando el Espíritu Santo sople y nos resucite; por Él, con su impulso, se nos da la vida eterna.

Decimos en el Credo:

miércoles, 9 de marzo de 2016

Plegaria: la Pasión del Señor (s. Juan de Ávila)

Siempre edifica, y mucho, considerar la Pasión del Señor, sus terribles sufrimientos físicos, morales y espirituales ya que es la muestra del gran y mayor amor que Cristo nos tiene.

¡Quién habrá que no se conmueva!


Es su amor tan grande que es capaz de asumir la Pasión y entregarse a ella voluntariamente. Mucho le costó su amor por nosotros, muchos sufrimientos para cargar y quitar los pecados del mundo.

Consideremos este amor y oremos a Cristo, con palabras de san Juan de Ávila, doctor de la Iglesia.



"Amor infinito de Cristo en su Pasión


            ¡Oh alegría de los ángeles y río de su deleite, en cuya faz desean ellos mirarse, y por cuyas sobrepujantes ondas son ellos embestidos, viéndose dentro de ti, nadando en tu dulzura tan sobrada!

            ¿Y de qué se alegra tu corazón en el día de tus trabajos?

            ¿De qué te alegras entre los azotes, y clavos, y deshonras y muerte?

lunes, 7 de marzo de 2016

Padeció, fue crucificado, resucitó, subió al cielo... (IV)

En los misterios de Cristo se cifra nuestra salvación y redención.

Todo lo que Cristo vivió e hizo y padeció fue, no por Él, sino por nuestra salvación.

Todo lo vivido por Jesucristo en su Triduo pascual son acontecimientos salvadores.


Al llegar a este punto, recitando el Símbolo (el Credo), profesamos la fe en Cristo Salvador y Redentor por medio de su pasión y su cruz, por medio de su santísima resurrección y glorificación al cielo. Recordemos, como canta el pregón pascual, que "de nada nos habría valido nacer si no hubiéramos sido redimidos".

Profesamos:


Creo en Jesucristo...
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos,
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

sábado, 5 de marzo de 2016

"Costumbres" pascuales (textos)

A medida que se fue formando el año litúrgico, con características propias y tiempos litúrgicos, en una larga y lenta evolución, la cincuentena pascual, las siete semanas de Pascua, fue el primer "tiempo litúrgico" que se formó.


Primero fue el domingo, fiesta primordial de los cristianos; después se solemnizó la Pascua anual y se consideró bien pronto que hasta el día de Pentecostés era un tiempo nuevo y distinto, con la Cuaresma como preparación intensiva de los catecúmenos y los penitentes. Ya finalmente la Natividad del Señor y el Adviento.

Las siete semanas de Pascua tuvieron en todas partes, a pesar de la variedad litúrgicas de las distintas regiones y familias, algunos trazos comunes, unas determinadas "costumbres" pascuales universales: tiempo de fiesta y alegría, prohibición de rezar de rodillas y supresión del ayuno.

Es decir, la gran Tradición consideró desde el principio que las siete semanas de Pascua, sus cincuenta días, eran celebradas como un solo y gran domingo.

Estas "costumbres" pascuales las subraya san Ireneo, en el siglo II, diciendo:

martes, 1 de marzo de 2016

Pensamientos de san Agustín (XXXVIII)

Lo propio del hombre redimido, justificado y agraciado, es vivir el bien y obrar el bien, porque -y esto no es moralismo, ni "compromiso"- participa del Bien que es Dios, de su misma vida divina. Por eso san Agustín plantea que hay dos tipos de hombres inútiles:
No hay más de dos clases de hombres inútiles para la raza humana: una, la de los que la dañan, y otra, la de quienes no quieren donar el bien que tienen en esta vida terrena, perdiéndolos, como silos derramaran en la tierra (San Agustín, Contra Fausto 22,84)
El centro de todo es Jesucristo; por ello también ha de estar en el centro del núcleo familiar, y ser Señor ahí también:
Reserva un puesto para Cristo en medio de tus hijos, añádase a tu familia tu Señor; súmese a la prole tu creador, cuéntese entre tus hijos tu hermano (San Agustín, Sermón 86,13).
Un apunte o nota moral: sobre la soberbia y la envidia. La soberbia siempre será la madre de todos los pecados y la envidia brotará de ella:
No es la envidia la que engendra la soberbia, sino la soberbia la que engendra la envidia. Sólo el amor a sobresalir es causa de envidia (San Agustín, Sermón 354,6).
Podremos ver acciones bien hechas o mal hechas, pero jamás podremos entrar en la intención que las mueve; a veces la buena intención comete errores.