La liturgia es un conglomerado muy amplio donde se unen diversos elementos para formar el culto cristiano. No sólo palabras (oraciones) y silencios, sino también la liturgia son acciones sacramentales, acciones que deben ser expresivas, significativas, elocuentes. La liturgia la componen elementos materiales (agua, incienso, ceniza, velas, anillos, manteles...) así como ritos y gestos (bendecir, imponer las manos, velar, arrodillarse, besar, etc.). Todos estos elementos del culto cristiano requieren su mistagogia para vivirlos y entenderlos. Así comenzaremos una larga serie de catequesis en tres grupos: 1) Acciones sacramentales, 2) Elementos materiales, 3) Ritos y gestos.
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Bautizar
es todo un signo. Por una parte el agua es signo de limpieza, y en el bautismo
se lavan y se borran todos los pecados. Por otra parte también es signo de la
Pascua, pasar por el Mar Rojo para alcanzar la tierra prometida. Igualmente es,
siguiendo a S. Pablo, Rm 6, signo de muerte y de vida, es decir, ser sepultado
en el agua -la muerte de Cristo- y salir del agua -la resurrección del Señor.
Siguiendo
la simbología paulina, el Bautismo se aplicó en la Iglesia siguiendo dos modos:
a)
por inmersión: meter a toda la persona en la fuente bautismal tres veces,
invocando el nombre de cada una de las personas de la Trinidad en cada
inmersión (el neófito se sumerge en la vida de Dios).
b)
Por infusión: derramar el agua sobre la cabeza del néofito. Es un signo más
pobre.
Con
la reforma de la liturgia, los rituales indican que lo normal debería ser por
inmersión, más fácil de realizar en el caso de los niños. ¡Cuestión de
acostumbrarse! Por la visibilidad del gesto y por su claridad y sencillez,
explicar la sepultura y resurrección en Cristo se expresa mejor por la
inmersión que por unas pocas gotas de agua en la cabeza.
La
Imposición de manos es
uno de los gestos más repetidos en la liturgia, muy polivalente, con la
elocuente expresividad de unas manos que se extienden sobre la cabeza de una
persona o sobre una cosa, a ser posible con contacto físico. Su sentido queda
concretado por las palabras que le acompañan:
a)
"Yo te absuelvo de tus pecados..."
b)
"Santifica, Señor, estos dones con la efusión de tu Espíritu..."
c)
"Envía, Señor, la fuerza de tu Espíritu sobre estos siervos tuyos..."
d)
"Envía sobre ellos la gracia del Espíritu Santo, para que tu amor,
derramado en sus corazones, los haga permanecer fieles en la alianza
conyugal".
Es
un gesto heredado de la Escritura y de la liturgia sinagogal. A veces significa
bendición, como Jacob bendice a sus nietos Efraín y Manasés (Gn 48,14-16);
otras veces es la consagración para una tarea, como Moisés que le impone las
manos a Josué (Nm 27,18-23), o la identificación con el sacrificio, así el Sumo
Sacerdote impone las manos sobre el animal que se va a sacrificar significando
a todo el pueblo que se ofrece a Dios (cf. Lv 1,4; 3,2).
También
aparece en el NT, como bendición: Jesús imponía las manos a los niños (Mt
19,13-15); también es signo de curación, como Jairo le pide a Jesús para su
niña (Mc 5,23). Es signo y transmisión del Espíritu para una misión: "hicieron
oración y les impusieron las manos" (Hch 6,6) enviando a Pablo y
Bernabé a evangelizar. Y consagración del hombre a Dios, como iniciación
cristiana: "les impusieron las manos y recibieron el Espíritu
Santo" (Hch 8,17). Con la imposición de manos también se cura y se
atiende a los enfermos: Pablo cura a un enfermo imponiéndole las manos: "entró
a verle, hizo oración, le impuso las manos y curó" (Hch 28,8-9).
La
imposición de manos es siempre signo del Espíritu Santo que se comunica para
curar, enviar, santificar o consagrar.
La
imposición de manos se debe realizar muy lentamente, de forma expresiva,
tocando la cabeza de aquellos a los que se les comunica la gracia. Es cercanía
de Dios que envía hoy su Espíritu.