viernes, 31 de enero de 2014

Pedagogía y estilo de san Juan Bosco

Como gran educador que fue, san Juan Bosco tenía su método, su fina pedagogía para educar mediante los Oratorios. Allí acudían muchachos y jóvenes, sin apenas instrucción ni mucho menos formación religiosa. Y lo que don Bosco buscaba no era meramente entretenerlos, sino llevarlos a Dios; y no era una pedagogía de los valores tal como la entendemos hoy, con lenguaje secularizado, sino virtudes cristianas, vida cristiana y vida de la gracia.


Don Bosco es un evangelizador, es decir, quiere que aquellos muchachos y jóvenes conozcan a Cristo y vivan la vida de la gracia. No funda una ONG, ni una asociación recreativa, sino lugares de formación cristiana, ámbitos cristianos de vida mediante la oración, la enseñanza, la predicación y también el juego, la recreación, el teatro... y la eterna alegría cristiana.

Las imágenes secularizadas de los santos, leídos en las claves hoy de lo políticamente correcto, les hacen un flaco favor. Y a veces el trabajo con los jóvenes se puede convertir más en mera distracción juvenil que en formación cristiana; en dinámicas de grupos más que en doctrina cristiana explicada.

Pero, ¿qué hacía Don Bosco? ¿Cómo trabajaba para evangelizar a los jóvenes?

En el "Resumen Histórico", de 1862, Don Bosco escribe detallando las actividades de los domingos:

miércoles, 29 de enero de 2014

El enfermo en la maternidad de la Iglesia

La Iglesia es Madre solícita, providente, amorosa. Ninguna circunstancia de nuestra vida le es ajena o extraña, sino que se muestra como Madre en la vida de sus hijos.

Con el catecumenado formó a sus hijos con catequesis, lecturas bíblicas, exorcismos y oraciones; en el Bautismo dio a luz estos hijos, renacidos para una vida nueva y santa; en la Confirmación, les comunicó el Espíritu Santo para que sean imagen plena de Jesucristo, ungidos con el Espíritu del Señor; y los alimenta constantemente, cada día, con el sagrado banquete (sacrum convivium) del Cuerpo y Sangre del Señor. La Iglesia, Madre, ofrece su corazón como un hogar, recibiendo a todos y compartiendo la vida como "familia de Dios".

También la Iglesia se muestra como Madre en las situaciones de debilidad, de enfermedad de sus hijos, ofreciéndoles remedios adecuados.

Ante las situaciones de pecado, la Iglesia ejerce su maternidad en el sacramento de la Penitencia, y acompaña a sus hijos orando por ellos.

Ante las situaciones de enfermedad y postración, la Iglesia ofrece el don del Espíritu Santo en el sacramento de la Unción de los Enfermos, llevando la comunión eucarística a los enfermos, visitándolos y pidiendo al Señor por su salud de cuerpo y alma.


lunes, 27 de enero de 2014

Magisterio: sobre la evangelización (XIII)

La Iglesia, nunca instalada, se calza constantemente las sandalias, se reviste la túnica, y con el celo por el anuncio del Evangelio, sale a los caminos del hombre para mostrarle a Cristo.

Tarea permanente, nunca acabada, es ésta de la evangelización. La Iglesia siempre está in statu missionis, en estado de misión. Esa conciencia de misión es la que hoy debe alentar el espíritu y toda pastoral, el compromiso pastoral y cualquier apostolado, toda iniciativa nueva sea parroquial o sea en los nuevos areópagos de la fe y la razón, de la cultura, del arte...

"La Iglesia ha adquirido una conciencia aún más clara de su innata vocación misionera, reconociendo en ella un elemento constitutivo de su misma naturaleza. En obediencia al mandato de Cristo, que envió a sus discípulos a anunciar el Evangelio a todas las gentes (cf. Mt 28, 18-20), también en nuestra época la comunidad cristiana se siente enviada a los hombres y a las mujeres del tercer milenio, para darles a conocer la verdad del mensaje evangélico y abrirles de este modo el camino de la salvación. Y esto como decía no es algo facultativo, sino la vocación propia del pueblo de Dios, un deber que le incumbe por mandato del mismo Señor Jesucristo (cf. Evangelii nuntiandi, 5). Más aún, el anuncio y el testimonio del Evangelio son el primer servicio que los cristianos pueden dar a cada persona y a todo el género humano, por estar llamados a comunicar a todos el amor de Dios, que se manifestó plenamente en el único Redentor del mundo, Jesucristo" (Benedicto XVI, Discurso a un Congreso sobre el 40 aniversario del decreto Ad Gentes, 11-marzo-2006). 

Obsérvese bien: el primer servicio que podemos prestar es evangelizar. La evangelización no es un momento posterior a la promoción humana, a la educación, al desarrollo, o a ese "estar anónimamente" inserto en la ciudad o en el barrio pensando que sólo "estar" como uno más ya es significativo. La evangelización es "el primer servicio" que podemos prestar porque orienta la vida del hombre en el encuentro con Cristo. 

domingo, 26 de enero de 2014

La vida íntima del teólogo

¿A qué nos referimos con la vida íntima del teólogo?

A aquello que es la fuente de su vida y la dirección que marca su vocación teológica.

La fuente de la vida del teólogo es el Logos, que lo ha aprehendido, y el teólogo se ha dejado llevar, contemplando, razonando, amando, dejándose interpelar... Este Logos, la Razón, el Verbo, la Palabra, se ha hecho carne en Jesucristo. El teólogo se pone a la escucha y ejercita la fe que busca entender. Superando un mero racionalismo, descubre el Logos y las posibilidades de la razón puestas en el orden de la fe y al servicio de la fe.

"No es que yo crea que con sus libros los teólogos hayan sido los operarios más serviciales en la Iglesia; no, pero también estoy convencido de que sin ellos ciertas misiones sagradas suyas no se pueden cumplir. Sin el logos del teólogo, la fe puede convertirse en magia o en ideología, sucumbir al poder o desconocer sus orígenes en una historia particular, olvidar que ella se nutre de memoria, experiencia y esperanza, que, por tanto, siendo la vida presente sagrada, ella reclama y abre a la vida eterna, aquella que sólo Dios nos puede otorgar. La teología, hoy como siempre, es un carisma al servicio de Dios y de los hombres en la Iglesia.

Quienes nos dedicamos a ella no la hemos elegido, sino que nos hemos encontrado elegidos para esa misión por una especial invitación de Dios o por obediencia a quienes con la autoridad apostólica nos encargaron su cultivo. Ella es un servicio a la fe, la esperanza y la caridad" (O. González de Cardedal, La teología en España (1959-2009), Madrid 2010, p. 444).

jueves, 23 de enero de 2014

Hablando del cuerpo (en positivo)

Restos de maniqueísmo, de dualismo, siguen persistiendo en la Iglesia. Un desmedido afán espiritualista continúa despreciando o rechazando la corporalidad, mirándola con sospecha. Pareciera que todo lo material, lo corporal, es de por sí pecaminoso, fuente de pecado. Más aún, en nuestro lenguaje, apenas se presta atención a la resurrección de la carne, sino que nos limitamos a hablar del "alma" para la vida eterna, mutilando la escatología; bueno, mutilando la escatología, la antropología, la cristología y la redención.

El cuerpo forma parte de uno mismo, ya que la persona tiene dos co-principios para ser tal persona: el cuerpo y su alma. La visión cristiana sobre el cuerpo es muy rica, serena y equilibrada. Hay que dominarlo para que la concupiscencia de la carne no nos arrastre, pero no porque el cuerpo mismo sea fuente de pecado, sino porque nuestra alma herida por la concupiscencia se desorienta. Recordemos la belleza y la inocencia original de Adán y Eva y cómo, por el pecado, el cuerpo del otro era ya mirado con pasión y deseo, a la vez con vergüenza, y debe ser cubierto, vestido.

Veamos una perspectiva teológica del cuerpo y de la corporalidad, ofrecida por Benedicto XVI con sublime maestría:

"Conjugar la teología del cuerpo con la del amor para encontrar la unidad del camino del hombre: este es el tema que quisiera indicaros para vuestro trabajo.

Poco después de la muerte de Miguel Ángel, Paolo Veronese fue llamado ante la Inquisición, con la acusación de haber pintado figuras inapropiadas alrededor de la Última Cena. El pintor respondió que también en la Capilla Sixtina los cuerpos estaban representados desnudos, con poca reverencia. Fue el mismo inquisidor el que defendió a Miguel Ángel con una respuesta que se hizo famosa: “¿No sabes que en estas figuras no hay nada que no sea espíritu?”. En la actualidad nos cuesta entender estas palabras, porque el cuerpo aparece como materia inerte, pesada, opuesta al conocimiento y a la libertad propias del espíritu. Pero los cuerpos pintados por Miguel Ángel están llenos de luz, vida, esplendor.


martes, 21 de enero de 2014

Confiar (en Dios, claro)

El creyente es un hombre que confía en Dios, una confianza sin fisuras. "Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor".

La fe, siempre razonable, sabe que nadie es más digno de confianza, nadie más digno de crédito -y se lo gana a pulso- que Dios.


¡Confiar! Sí, aunque a veces sea un confiar en noche cerrada, gimiendo, sin sentir ni experimentar nada. Entonces se grita: ¡Abba!, ¡Padre!

Una confianza que permite al hombre edificarse sobre Roca y no sobre las arenas movedizas de otras seguridades, más inmediatas y aparentes, pero más falsas y peligrosas.

Un creyente es un hombre de fe inquebrantable en Dios, de confianza firme y probada en Dios.

"Dios me ha creado para un servicio preciso; me ha encomendado un trabajo que no ha encomendado a nadie más. Tengo una misión que cumplir que quizá no llegue a conocer nunca en esta vida, pero se me dirá en la otra... No me ha creado para nada. Haré el bien, ejecutaré la tarea que me ha encomendado... sin ni siquiera quererlo, si observo sus mandamientos y le sirvo en el lugar que me corresponde.

domingo, 19 de enero de 2014

Quien no interviene, ¿participa? -¡Sí!


               Quien no interviene, ¿participa?

            La respuesta es fácil: todos participan de la liturgia, según su modo propio (sacerdote, diácono, lector, cantor, asamblea santa), pero no todos realizan un servicio litúrgico directo. La participación pertenece a todos aquellos fieles cristianos que asisten a la divina liturgia, y los diferentes ministerios litúrgicos son servicios en orden a la participación de todos los fieles.


Muchos fieles participan en la Eucaristía gracias a Dios: ni todos leen, ni todos son cantores, ni todos llevan ofrendas de pan y vino… y sin embargo participan perfectamente: rezan, responden, escuchan la Palabra de Dios y responden en su corazón, se ofrecen con Cristo, cantan, interceden en la oración de los fieles y, sobre todo, comulgan el Cuerpo y la Sangre del Señor debidamente preparados. No intervienen, pero todos participan, ya que ésa es la verdadera participación, el culto en Espíritu y en Verdad.

            Además, en determinadas celebraciones sacramentales, quienes reciben un Sacramento tienen un modo propio de participar y es recibir el Sacramento, vivirlo intensamente.

sábado, 18 de enero de 2014

En la Comunión de los Santos estamos todos

"Creo en la comunión de los santos". ¿En qué? En que estamos unos vinculados y relacionados con los otros, sin ser nunca islotes separados, preocupados únicamente por su vida individual, su salvación individual, su oración privadísima.


Más bien formamos parte de un todo complejo, el Cristo total, Cabeza y miembros, y todo lo bueno y lo malo que hagamos repercute de manera visible o invisible en los hermanos; el bien, la belleza de la virtud, el acto más sencillo y humilde de ofrecimiento, una plegaria rezada ante el Sagrario, refuerza a otro hermano a quien ni siquiera conocemos y que puede estar lejísimos en el espacio, pero cercanísimos en el mismo Corazón eclesial.

Se explica que toda la humanidad es una, así como la Iglesia es una; y lo mismo que hay una solidaridad en el mal en el género humano (por el pecado de Adán), hay una solidaridad en el bien que recorre todo el Cuerpo del Cristo total.

Me viene a la memoria un ejemplo sencillo de Santa Teresa de Lisieux; ella daba largas caminatas por el jardín del monasterio hasta cansarse pidiendo que su cansancio aliviara las caminatas de los misioneros. Sobre ella cargaba algo pesado, de manera que otro fuera librado. Esta es la Comunión de los Santos.

jueves, 16 de enero de 2014

Evitar las malas compañías (Exht. a un hijo espiritual - XVII)

"De los hombres consumados, precisamente, disfruta su compañía y que tu alma se deleite en convivir con los que practican la abstinencia y que no se aparte de tu oído de sus conversaciones: que sus palabras son palabras de vida y salvada está el alma de quienes gustosamente las escuchan. En efecto, como la salida del sol ahuyenta las sombras, así también la doctrina de los santos disipa las tinieblas de tu interior. Por favor, no esquives la compañía de tales hombres, para que con sus consejos tu espiritu se eleve derecho al cielo; que puedas despreciar, por no valer nada, la gloria fugaz de este mundo y tus sentidos beban, hasta acabar, las virtudes del alma.

Esquiva a esos hombres que ves renuentes a los mandamientos de Dios, los que están muertos para las virtudes y parece que viven para las pasiones, porque se alegran de sus propios caprichos y están privados del gozo divino. Ni te juntes con los hombres de esta calaña, ni pretendas estar continuamente de cháchara con ellos, a menos que puedas apartarlos de su errático caminar. Pero si eres incapaz, evítalos como a un enemigo público: pues, a menudo, por una oveja enferma se contamina todo el rebaño y un poquito de hiel vuelve amargo lo que antes era muy dulce y "un poco de levadura altera toda la masa".

Es a esa clase de levadura a la que Dios nos manda estar atentos. A esta levadura, la de los sujetos más viles, se la reconoce bien gracias a la ayuda de la doctrina: pues aunque uno en el porte parezca una persona esclarecida y noble, y aunque te diga dulces palabras con elegancia, la falsía de su corazón se reconoce por su manera de actuar a continuación. Que no es por sus palabras sino por sus frutos por los que se distingue a una persona.

martes, 14 de enero de 2014

Salmo 89: Tú has sido nuestro refugio...

Nos encontramos con el salmo 89  una meditación sapiencial, una reflexión ante el Señor. Y la reflexión que hace es sobre la vida, sobre la muerte, sobre el tiempo y sobre la historia.
“Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: Retornad, hijos de Adán”. La muerte es un hecho evidente, está ahí. Es el Señor el que nos llama puesto que nuestra vida no es nuestra, es del Señor, y nosotros no somos dueños de nuestra vida, sino que es el Creador el dueño de nuestra vida. Y es el Señor el que nos llama: “Retornad hijos de Adán”. Y reduce al polvo y a la muerte.

Nosotros sabemos, por la fe, y cristianizando este salmo, que este polvo de la muerte, del sepulcro, no es lo último. El hombre del Antiguo Testamento lo intuía pero no lo llegaba a saber; nosotros sí podemos saber ya que la muerte no es lo último; que en ese “retornad hijos de Adán”, le falta una segunda parte, el “Ven a mi casa, y yo te resucitaré en el último día”. Cristo es la resurrección y la vida; no tiene la muerte, entonces, la última palabra.

    “Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna”. Dios es eterno. No cuenta el tiempo como nosotros: “Mil años”, ¡lo que son para nosotros mil años, un milenio!, ¡con la guerra que nos dieron con el cambio de milenio, y que los ordenadores se estropeaban!, “son un ayer que pasó” para el Señor. Nuestro tiempo es pequeñísimo ante Dios, somos muy pequeños, somos criaturas, no valemos tanto como a veces nos pensamos. 

“Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna”. La vela, la guardia, la vigilancia de los soldados, en turno por la noche; eso es: una vela nocturna, un vigilar por la noche y se acabó la vida. No somos tan grandes. En esa vela nocturna, descubrimos aquello que el Señor nos decía en el Evangelio: “Estad en vela”, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. En medio de la noche de nuestra vida hemos de estar vigilantes como el soldado, como el centinela, porque “a la hora que menos pensemos viene el Hijo del hombre”, para llevarnos con Él; aparece la muerte a la cual no debemos temer, sí debemos saber enfrentarnos a ella y hasta con S. Francisco de Asís decirle: “Bienvenida hermana muerte”, porque es el paso para la vida. “Estad en vela porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”.

  

lunes, 13 de enero de 2014

Pensamientos de San Agustín (XXIII)

Tal vez los grandes discursos doctrinales, que no son especialmente sistemáticos y organizados, puedan ser difíciles de asumir, leer e interiorizar. Muchos escritos de los Padres de la Iglesia son profundísimos, contemplativos más que escolásticos, y requieren un gran ejercicio intelectual para captarlos. Pero no cabe duda de que su estilo en frases y sentencias facilitan enormemente la penetración en el alma de principios doctrinales y espirituales para la vida cristiana.


San Agustín es un maestro. Sabe exponer al pueblo fiel algunas ideas con frases ágiles, y su brevedad y concisión no significan menor intensidad sino mayor concentración. Por eso nos acercamos tantas veces a san Agustín con sus pensamientos, gracias al trabajo de Miserere, para ir adquiriendo una mentalidad cristiana mediante estos rayos fugaces.

Su lectura pide luego nuestro trabajo interior: pensarlos despacio y, tal vez, memorizar algunas frases que sean siempre una ayuda.

domingo, 12 de enero de 2014

Bautismo: padres y padrinos

En el sacramento del Bautismo de los párvulos -los niños-, es fundamental la misión de padres y padrinos. Durante la celebración litúrgica se expresa en distintos momentos y se les exhorta a que sean "educadores de la fe", se les pide el compromiso de "educar según la ley de Cristo y de su Iglesia", se pide por ellos para que desempeñen esa misión.


El sacramento del Bautismo es grande y hermoso: se perdona el pecado, se otorga la filiación divina, se convierte en miembro de la Iglesia, se infunden las virtudes teologales. Para que llegue a su pleno desarrollo la gracia bautismal, es imprescindible la educación en la fe y el acompañamiento. Los padres presentan a sus hijos a la Iglesia el bautismo, sabedores de que esto forma parte de su vocación de padres y colaboran en el crecimiento de la fe de sus hijos; los padrinos, que ya han recorrido su propia iniciación cristiana incluido el sacramento de la Confirmación son una ayuda eficaz, y en ocasiones, una suplencia, para que el bautizado sea educado en la fe en la que ha sido bautizado.

Estas tareas demuestran un importante valor del apostolado seglar: la transmisión y vivencia de la fe en el hogar, como Iglesia doméstica y primer santuario. Abdicar de la educación cristiana de los hijos es traicionar la dimensión profunda de la paternidad/maternidad; considerar el bautismo como una ceremonia obligada, o una tradición cultural, es desperdiciar la ocasión y el paso de Dios.

Cada año, con la fiesta del Bautismo del Señor, el Santo Padre nos regala homilías magníficas sobre el sacramento del Bautismo y lo que gira en torno a él. En esta ocasión, centrémonos con su homilía en la misión educativa de los padres y de los padrinos.


"Habéis venido —lo habéis dicho en voz alta— para que vuestros hijos recién nacidos reciban el don de la gracia de Dios, la semilla de la vida eterna. Vosotros, los padres, lo habéis querido. Habéis pensado en el bautismo incluso antes de que vuestro niño o vuestra niña fuera dado a luz. Vuestra responsabilidad de padres cristianos os hizo pensar enseguida en el sacramento que marca la entrada en la vida divina, en la comunidad de la Iglesia. Podemos decir que ésta ha sido vuestra primera elección educativa como testigos de la fe respecto a vuestros hijos: ¡la elección es fundamental!

La misión de los padres, ayudados por el padrino y la madrina, es educar al hijo o la hija. Educar es comprometedor; a veces es arduo para nuestras capacidades humanas, siempre limitadas. Pero educar se convierte en una maravillosa misión si se la realiza en colaboración con Dios, que es el primer y verdadero educador de cada ser humano.

viernes, 10 de enero de 2014

La plena revelación de Dios (Preces de Laudes de Navidad - y VIII)



3.8. Alegría y esperanza


            No se puede estar triste ni la angustia puede consumir cuando está Dios, verdadera y única fuente de eterna alegría, serenidad y paz. En su Hijo, nacido por nosotros, nos ha mostrado hasta qué punto nos ama: ¿cómo estar triste? “Cristo, Palabra eterna, que al venir al mundo anunciaste la alegría a la tierra, alegra nuestros corazones con la gracia de tu visita” (25 dic).


           Nace y nos da esperanza, un futuro, unas promesas que sabemos que cumplirá porque siempre se está mostrando Fiel. Nuestra alegría está colmada de esperanza: “Oh Cristo, nuevo Adán, que renovaste al hombre caduco y nos preparaste una mansión en tu reino, te pedimos que levantes la esperanza de los que se sienten oprimidos” (2 ene).

            Ha nacido y su Presencia se prolonga por los siglos en el sacramento eucarístico y cada altar es Belén, la “Casa del Pan”, que ésa es su traducción, que sostiene e infunde alegría y esperanza: “Tú que por nosotros te hiciste pan vivo para la vida eterna, alegra nuestros corazones con el sacramento de tu altar” (9 ene).


            3.9. El amor divino y cristiano


            El Amor desbordante de Dios se ha manifestado en su Hijo y en Él nos lo ha dado todo. La experiencia cristiana, desde ese momento, está marcada por ese amor, vive de ese amor, sirve con amor.

            Los días de Navidad son explosión de júbilo por el amor de Dios, que precede, que lo abarca todo y a todos, y que es redentor. La liturgia de Navidad canta el amor de Dios: “Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, en estos días en que la Iglesia celebra tu amor salvífico, dígnate acoger benigno nuestras alabanzas” (29 dic).

            El amor de Dios, acogido, transforma completamente: ahora se puede amar de un modo nuevo y pleno, ahora es posible la fraternidad, el amor fraterno: “Hijo de Dios, que en el principio estabas junto al Padre y, en el momento culminante de la historia, has querido nacer como hombre, haz que todos nos amemos como hermanos” (30 dic).

            Nuestro amor es una participación en el amor divino; amamos con su amor; le respondemos con amor porque Él nos amó primero (cf. 1Jn 4,19); y ese amor, que es difusivo de sí, nos permite donarnos a los demás: “Hijo de Dios, que nos has revelado el amor del Padre, haz que también nuestra caridad manifieste a los hombres el amor de Dios” (4 ene).

            Por ese amor de Dios, y como consecuencia, se aborrece toda discriminación y todo desprecio a los demás; se ama y se sirve a todos por igual, especialmente a los más pequeños, a los más necesitados de mil pobrezas: “Señor del cielo, que desde tu solio real bajaste a lo más humilde de la tierra, enséñanos a honrar siempre a nuestros hermanos de condición más humilde” (5 ene).

            El amor de Dios eleva mientras el pecado abaja, vuelve carnales y terrenos. Si ya en Adviento, en una oración de postcomunión suplicaba la Iglesia que “sopesemos los bienes de la tierra amando intensamente los del cielo”, ahora al conocer el amor de Dios se ruega: “Oh Cristo, luz eterna, que al asumir nuestra carne no fuiste contaminado por nuestro pecado, haz que tus fieles, al usar de los bienes de este mundo, no se vean embrutecidos por ellos” (5 ene). El amor es criterio y medida para usarlo todo, si conviene, pero no atarnos a nada, sino buscar los bienes del cielo, donde el amor nos hace llegar y desear: “Oh Cristo, contemplado por los ángeles, danos a gustar ya en la tierra de los bienes de tu reino” (Epifanía).

            Al amor de Dios sólo se le puede responder con amor, entregándole todo, sin reservarse nada, amándole con todo el corazón, las fuerzas, la mente, amándole y ofreciéndole todo: “Con todos los santos, que han sido testigos de la Iglesia, te consagramos nuestra vida de todo corazón” (10 ene). Entonces, a través nuestra, brillará el amor de Dios con nuestros gestos, palabras y obras: “Hijo de Dios, que nos has manifestado el amor del Padre, manifiéstalo a los hombres por medio de nuestra caridad fraterna” (12 ene).

jueves, 9 de enero de 2014

El estilo cristiano que brota de Jesús (Preces de Laudes de Navidad - VII)


3.6. El estilo cristiano

            El nacimiento de nuestro Salvador nos enseña y educa para un estilo cristiano de vivir. Es específico y propio del cristianismo porque toma como modelo y ejemplo las lecciones que nos imparte y testifica la humanidad santísima de Jesús, siempre norma de vida.


            * Dios se ha mostrado fiel a su pueblo realizando las promesas que hizo y que los profetas proclamaron. La fidelidad de Dios, inquebrantable, marca el signo del cristiano: es fiel, fiel a Dios siempre, fiel a la palabra dada, fiel a la Verdad, fiel a sí mismo, fiel en el amor y la entrega. “Salvador del mundo, que con tu nacimiento nos has revelado la fidelidad de Dios, haz que nosotros seamos también fieles a las promesas de nuestro bautismo” (25 dic).

            Esa fidelidad se muestra también en el medio cotidiano y ordinario de santificación, como es el propio trabajo o profesión; la fidelidad se muestra en la dedicación y delicadeza con que se trabaja, con un fino sentido sobrenatural: “Oh Cristo, tú que creaste el universo y quisiste ser llamado hijo del carpintero, enséñanos a trabajar, con empeño y a conciencia, en nuestras propias tareas” (Sgda. Familia).


            * Ya que la Palabra se ha hecho carne y ha acampado entre nosotros (cf. Jn 1,14), el estilo cristiano escucha siempre atentamente la Palabra, se deja formar y moldear por ella, la toma como lámpara para sus pasos y luz en el sendero, y la medita constantemente: “Otórganos un corazón recto y sincero que atienda siempre a tu palabra, y lleva en plenitud en nosotros y en todos los hombres tu plan de salvación” (30 dic).

            Modelo cristiano de esta escucha y acogida de la Palabra es la Virgen María, perfecta discípula: “Maestro de los hombres, que quisiste que María, tu madre, conservara en su corazón tus palabras y tus acciones, enséñanos a escuchar con corazón puro y bueno las palabras de tu boca” (Sgda. Familia). Así viviremos de su Palabra que se hará carne en nuestra existencia: “Tú que nos has dado el pleno conocimiento de Dios, nuestro Padre, ayúdanos a vivir plenamente de tu palabra por nuestra fe y por nuestras obras” (7 ene). Su Palabra es luz y forma del cristiano: “Tú que al venir al mundo has querido ser luz de los paganos y maestro de todos los hombres, haz que tu palabra sea lámpara para nuestros pasos” (8 ene); entonces Cristo tomará forma en el cristiano: “Palabra de Dios, que te hiciste carne en el seno de María Virgen y viniste al mundo, dígnate habitar siempre por la fe en nuestros corazones” (8 ene).

miércoles, 8 de enero de 2014

Evangelios epifánicos

Tras la solemnísima celebración de la Epifanía del Señor, su Aparición, su Manifestación en la verdad de nuestra carne -como dice el Canon romano en su embolismo para esa fiesta-, los evangelios de la Misa diaria hasta la fiesta del Bautismo contienen un claro sabor epifánico. 


Todos ellos quieren conducirnos no a aspectos periféricos, para meditar o predicar ideas que convienen a otro momento tal vez, sino que estos evangelios buscan mostrar quién es Cristo; quieren manifestar su divinidad escondida tras los velos de nuestra carne. Lo vemos hombre, y es realmente hombre, y al mismo tiempo, es Dios con nosotros.

Los evangelios de estos días son un eco de la Epifanía del Señor a los Magos. Son evangelios de revelación para conocer mejor quién es Cristo.

En los leccionarios, cada lectura lleva un "título", escrito en rojo, que pretende señalar la intención y la clave de interpretación de esa lectura en el tiempo litúrgico en que se lee. Ese mismo "título" suele aparecer en los misalitos que podemos tener en casa, si son buenas ediciones; si no son buenas ediciones, los omiten...

Acudiendo a los títulos de esos evangelios para estos días, oiremos los siguientes:

martes, 7 de enero de 2014

La teología de la Navidad (Preces de Laudes de Navidad - VI)



3.4. Cumplimiento de las profecías y revelación


            Cristo ha roto el velo que cubría el Antiguo Testamento y ahora se puede entender con total claridad (cf. 2Co 13-15): todo el Antiguo Testamento hablaba de Cristo, en formas, tipos, figuras, acontecimientos, profecías. Todo hablaba de Cristo, señalaba a Cristo.


            Ahora, con su Nacimiento y su Manifestación gloriosa, advertimos cómo todo lo que estaba escrito se ha cumplido y Dios ha sido fiel a sus promesas: “con tu nacimiento nos has revelado la fidelidad de Dios” (25 dic). Estamos ahora en la etapa del cumplimiento de las promesas, en la que Dios muestra a las claras que Él es fiel.

            En el orden del cumplimiento, las profecías se vean realizadas ahora. Dios, “desde el principio prometiste que, por Cristo, darías tu victoria a los hombres” (29 dic), derrotando al mal y al pecado. El día de Cristo, es decir, el mismo Cristo en su gloria, es lo que llenó de gozo a Abrahán (cf. Jn 8,56) y al que las naciones desearon (cf. Ag 2,7): “Para gloria de tu Hijo, cuyo día Abrahán contempló lleno de alegría, los patriarcas esperaron, los profetas anunciaron y todos los pueblos desearon” (29 dic).

            ¡Dichosos nosotros que lo vemos y oímos!, ¡cuántos otros quisieron esto y no pudieron verlo! (cf. Lc 10,23-24).

            Todo lo que ahora celebramos, ya se encontraba profetizado en las Escrituras: “Oh Cristo, Hijo consubstancial del Padre, engendrado antes de la aurora, que naciste en Belén para que se cumplieran las Escrituras” (31 dic).

            Siendo Cristo el Logos, la Palabra de Dios, la Sabiduría misma, su misión es reveladora. En Él Dios se manifiesta, habla, se nos da plenamente para que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tm 2,4) porque “ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti y a tu enviado, Jesucristo” (Jn 17,3).

domingo, 5 de enero de 2014

Lo que Cristo nacido nos da (Preces de Laudes de Navidad - V)



3.2. El mirabile commercium o admirable intercambio


            Ya abordamos en su momento, al ver los encabezamientos de las preces, la teología tan fecunda del “admirable intercambio” que resuena constantemente en el ciclo de Navidad-Manifestación. Es un lenguaje de contraposición, entre lo que es Dios y lo que es el hombre, y sin embargo, al hacerse Dios hijo del hombre, aporta al hombre los bienes de Dios. Toma lo nuestro para darnos de lo suyo propio.


            Este lenguaje y esta rica teología enriquecen de veras la comprensión del Misterio y facilitan una vivencia espiritual más honda, orientándonos, conduciéndonos, a un conocimiento mayor de Dios y de su obra.

            Con textos paulinos engarzados (cf. 2Co 8,9; Flp 2,5-11), confesamos: “te has hecho pobre para que, con tu pobreza, nosotros nos hagamos ricos y te despojaste de tu rango para que, con tu humillación, nosotros resucitáramos y llegáramos a participar de tu gloria” (30 dic). Al hacerse hombre, permite al hombre asemejarse a Él, comenzando, por gracia, a tener una vida divina, sobrenatural: “Tú que te has hecho semejante a nosotros, concédenos a nosotros ser semejantes a ti” (1 ene).

            Al entrar en nuestro mundo y en nuestra tierra posibilita otro intercambio: ser “ciudadanos del cielo” (Flp 3,20), peregrinos para otra patria verdadera y ciudad permanente (cf. Hb 11,16; 13,13-14): “Tú que has querido ser ciudadano de nuestro mundo, concédenos a nosotros ser ciudadanos de tu reino” (1 ene), y en el mismo sentido: “Tú que quisiste acampar entre nosotros, haznos dignos de morar contigo en tu reino” (4 ene).

            Por su Encarnación y Nacimiento, recibimos los bienes de su divinidad: “Tú que, sin dejar de ser Dios como el Padre, quisiste hacerte hombre como nosotros, haz que nuestra vida alcance su plenitud por la participación en tu vida divina” (8 ene). Todo es, así pues, motivo de gracia y don para el hombre.


viernes, 3 de enero de 2014

¿Cómo denominamos a Cristo? (Preces de Laudes de Navidad - IV)



3. Las preces


            Como las preces de Laudes tienen su peculiar tonalidad litúrgica y espiritual, que es consagrar el día, y no directamente de intercesión, su lenguaje se presta mucho más a la descripción del Misterio que se celebra y que va a iluminar la jornada concreta. Por eso son un venero de espiritualidad y de dogma aplicado a la vida.



            3.1. Títulos cristológicos

            Los títulos cristológicos se suceden uno tras otro, proclamando y confesando quién es Cristo. Es una continua confesión de fe llena de amor. Es un reconocimiento a la Persona del Salvador. Si Jesús preguntó: “¿Quién decís que soy yo?” (Mt 16,15), la Iglesia responde enumerando aspectos del Misterio del Señor. Enlazando textos bíblicos, la liturgia, mediante estas preces de las Laudes, nos ayuda a avanzar en el conocimiento de Cristo y fijar amorosamente la atención en Él.

            ¿Un profeta más? ¿Un personaje religioso llamativo? ¿Un ideólogo? ¿Acaso un revolucionario social o un ilustrado moralista?

            ¡En absoluto! Es más, mucho más.

            Las mismas preces del día de Natividad acumulan invocaciones cristológicos: “Cristo, Palabra eterna”, “Salvador del mundo”, “Rey del cielo y de la tierra”, “vid verdadera que nos diera el fruto de vida”. Esta mera suma de títulos ensancha el horizonte de nuestra comprensión. Es “Palabra eterna del Padre” y “Maestro de los hombres”, “que creaste el universo” (Sgda. Familia): es la Sabiduría misma que se ha encarnado y se expresa y habla en lenguaje humano para conducirnos a Dios: “Tú que nos has dado el pleno conocimiento de Dios” (7 ene).

            “Estaba junto a Dios” (Jn 1,1) y en el momento culminante, “en la plenitud de los tiempos” (Gal 4,4) se ha encarnado siendo así el Dios-con-nosotros (cf. Mt 1,23), el mismo Dios habitando entre los hombres: “Hijo de Dios, que en el principio estabas junto al Padre y, en el momento culminante de la historia, has querido nacer como hombre” (30 dic). Confesamos la divinidad de Jesús sin ambages ni confusión: “Oh Cristo, Hijo consubstancial del Padre, engendrado antes de la aurora, que naciste en Belén para que se cumplieran las Escrituras” (31 dic), aludiendo al salmo 109: “yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora”; asimismo confesamos: “Tú, Señor, eres Dios y hombre, Señor de David y también hijo suyo, y en ti se han cumplido todas las profecías” (31 dic).

            La Iglesia Esposa no se cansa en su continua alabanza a Cristo, Dios y hombre, invocándolo y exponiendo su Misterio: “Hijo admirable y príncipe de la paz” (1 ene), “Rey y Dios nuestro” (1 ene), “sol de justicia” (2 ene), “nuevo Adán” (2 ene), “Libertador del género humano” (4 ene), “Esposo divino de la Iglesia” (5 ene), “Redentor de todos los pueblos” (7 ene), “luz de los paganos y maestro de todos los hombres” (8 ene).

            En su Encarnación se descubren paradojas y contrastes: Él que es rico, se hace pobre; Él que es Dios, asume la naturaleza humana; Él que es Creador, se hace criatura; Él que es Señor del tiempo, deviene temporal; Él que es Dueño de la vida, se convierte en mortal… y así podríamos seguir enumerando las paradojas del Misterio.

            La liturgia subraya algunas de esas paradojas: “Rey del universo, a quien los pastores encontraron envuelto en pañales” (5 ene), “Señor del cielo, que desde tu solio real bajaste a lo más humilde de la tierra” (5 ene), “Tú que, sin dejar de ser Dios como el Padre, quisiste hacerte hombre como nosotros” (8 ene), “Tú, Señor, que existiendo desde siempre has querido asumir una vida nueva al hacerte hombre” (8 ene), “Creador del género humano, que te has hecho hombre entre los hombres por medio de la Virgen inmaculada” (11 ene).


jueves, 2 de enero de 2014

Orando el Misterio por la mañana (Preces de Laudes de Navidad - III)


2. Las respuestas


            Las preces de Laudes, con su tono de alabanza matutino y celebración del Misterio, ofrecen en las respuestas que se pueden repetir un nuevo elemento para la alabanza divina. Al mismo tiempo que pueden servir como jaculatorias a lo largo del día, presentan una síntesis del Misterio. De nuevo la liturgia es escuela de la vida cristiana y fuente de toda teología verdadera, que sea teología arrodillada.


  
          * “Que se goce la tierra, Señor, con tu venida” (25 dic). Es un júbilo incontenible el que llena el corazón de los hombres viéndose tan amados por Dios hasta el punto de que su Hijo se encarne, pero es la creación entera, esta tierra nueva, la que también advierte su Presencia y se alegra por su transformación.

            ¿De qué modo? La tierra se goza porque ha sido transformada y renovada. Había sido anunciado por Isaías: “Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar” (Is 11,1ss); y también: “Alumbraré ríos en cumbres peladas; en medio de las vaguadas, manantiales; transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua; pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos, y olivos; plantaré en la estepa cipreses, y olmos y alerces, juntos” (Is 43,11ss). Por eso, la tierra se goza: “aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad” (Sal 97).