martes, 30 de octubre de 2012

Educar a los hijos

Uno de los puntos débiles que hoy tenemos, fruto de la secularización, es la transmisión de la fe en la familia. Ésta, con la dignidad peculiar de ser "Iglesia doméstica", es el primer y habitual ámbito de educación en la fe, con la palabra y con los gestos sencillos cristianos. Los esposos han recibido para ello la gracia propia y peculiar del sacramento del Matrimonio.


Es incongruente que, después de bautizar a los hijos -a veces por motivos pintorescos, poco coherentes con la fe- se piense que la formación cristiana de los niños llegará una hora a la semana con la catequesis de primera comunión (¡caramba, para esto todos tienen prisa e interés de pronto!) y con la clase de religión... Ilusos, a veces pensamos que hacemos una gran labor con estas catequesis en las parroquias y colegios, dedicando horas, recursos y energías, sin darnos cuenta de que no servirán para nada si no está detrás el respaldo, el ambiente cálido, de la fe en la familia. Lo siento, no sirve como consuelo piadoso pensar que al menos han aprendido algo en una hora a la semana: primero porque no se trata de "aprender" (meramente el nivel nocional, por otra parte, reducido a mínimos), sino de forjar una personalidad cristiana y esto, si la familia no lo vive, no se puede lograr.

En el semanario Alfa y Omega, que siempre es interesante leer cada jueves, venía hace ya tiempo una serie de puntos sobre cómo educar a los hijos. Básicos. Lógicos, incluso. Pero ¡muy poco practicados! Decía:

Para llevar a tus hijos al cielo:
- Primero vivamos nosotros mismos una relación profunda con Dios: si damos importancia a Dios, Dios será importante para nuestros hijos.

- Procuremos no vivir solos la fe: unirnos a un grupo, a una comunidad en la que alimentarnos y vivir. 

- La familia que reza unida...: los padres deben rezar juntos, y también con los hijos, todos los días.

- Sólo el amor es digno de fe: quiéreles como el Señor los quiere, y ellos darán crédito a tus palabras, y a la Suya.

- No reducir la fe a una moral: el Niño Jesús también nos quiere cuando somos malos: éste puede ser el primer encuentro de un niño con la misericordia de Dios.

domingo, 28 de octubre de 2012

Confesar los pecados

Me encontré un texto de san León Magno, para mí desconocido, pero que me parece claro en un punto. Se refiere al hecho de confesar los pecados.

Me explico.


En los años 70 se pensaba que el Sacramento de la Penitencia debía ser, también en los signos exteriores, algo comunitario. Se creó la fórmula C -confesión y absolución comunitaria- que se reserva para casos gravísimos y con permiso explícito del Ordinario del lugar (excepto en una catástrofe). Pero muchos, precipitadamente, querían presentar estas celebraciones con la absolución comunitaria como lo más acorde con lo que fue la Tradición de la Iglesia en el Sacramento. Pensaban que todo era comunitario: la absolución y hasta la propia acusación de los pecados, si bien esta acusación la presentaban como genérica ("soy pecador") sin concretar más.

Craso error.

En el Orden de los Penitentes se ingresaba en la antigüedad para expiar los pecados, durante un tiempo prolongado (un año, tres años...) con salmos diarios, ayunos prescritos de pan y agua, expulsión de la asamblea después de la homilía, hasta que pasado ese tiempo en una solemne liturgia el Jueves Santo por la mañana, uno a uno recibían la absolución y la imposición de manos del Obispo en la catedral para que pudieran participar, ya reconciliados en la Vigilia pascual.

sábado, 27 de octubre de 2012

La fe compromete toda la vida

Compromete toda la vida en su duración, pero también compromete toda la vida en el sentido de todas las dimensiones de lo que somos, en lo que hacemos, vivimos, sentimos, trabajamos. La fe tiene que ver con todo. Ningún compartimento estanco, ni cerrado en exclusiva, sino que la fe dinamiza, eleva, ilumina, a toda la persona en sus diferentes ámbitos.


¿Acaso se puede poner la fe entre paréntesis o entre corchetes, y ser cristiano para unas cosas sí y para otras no, para unos temas pensar en cristiano y para otros no? ¿Tal y tan grande sería la división en el ser personal? La secularización que es una forma cultural que lo arrasa todo, ha relegado la fe a lo privado, a lo íntimo, a lo afectivo, sin que pueda tener ninguna resonancia ni espacio públicos; lo más que se tolera son las manifestaciones arraigadas en la cultura popular que se viven -y se van deformando- como tradicionales populares que poco tienen que ver con la fe.

Una fe débil se debilitará aún más, y si toma en consideración el discurso secularizador, reservará la fe a la esfera del sentimiento y de las "creencias", así tan en general, y optará por un lenguaje y unos comportamientos secularizados: los valores, la ética común, el sincretismo (una amalgama y mezcla de religiones), etc. etc. La fe se sustituirá por la ética y el moralismo, y Cristo desplazado por los "valores" y el demagógico y cansino discurso de la "justicia social". Sobran ejemplos.

Pero hemos de volver al centro y raíz, a la comprensión global de la fe. Y ésta se revela como un dinamismo que abraza y transforma toda la vida y a toda la persona por completo.

"Para nuestro fin práctico de este coloquio semanal pueden reducirse [las consideraciones sobre el martirio de los apóstoles] a una sencilla pero importante observación: la fe implica un peligro, un riesgo tal vez un atentado contra la propia tranquilidad e incolumidad.

jueves, 25 de octubre de 2012

Salmo 26: El Señor es mi luz y mi salvación...

    La catequesis sobre los salmos ayuda a descubrir a Cristo en los salmos y cómo poner estos salmos en boca de Cristo, y lo que significan, y cómo Cristo está oculto en cada versículo del salmo. Es un modo de introducirnos a los salmos para orar con ellos, y sobre todo, para saber interpretarlos. Esto no quita para que los salmos también, siendo oración de Cristo al Padre y descubriendo la voz de Cristo en el salmo, puedan ser también perfectamente nuestra propia oración; es, en vez de la voz de Cristo, nuestra propia voz al orar, y es el caso de este salmo. El salmo expresa un deseo y una situación de vida.

“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” El mundo habla de paz, de seguridad, pero todo es falsa paz, falsa seguridad, en el fondo, sólo el Señor. “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?” Y contemplamos al Señor como luz, como salvación y como defensa. Está hablando aquí de la situación de oscuridad de los que viven en el mundo  según el pecado, pero “vosotros hermanos no vivís en tinieblas, para ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día”. Por el bautismo caminamos como hijos de la luz en un mundo que, por el pecado, anda en tinieblas, y podemos caminar en esa luz porque “el Señor es nuestra luz y nuestra salvación”. Y en las tinieblas del mundo, a nada ni a nadie podemos temer porque el Señor es nuestra defensa y la Luz brilla en las tinieblas.

“Una cosa pido al Señor: eso buscaré”. Aquí hay una petición que es clave, el nervio fundamental, de lo que es para nosotros la vida cristiana. Porque pedimos muchas cosas al Señor, dice el salmo “una cosa pido al Señor”; si pide una cosa, es que es lo más importante. 

¿Qué pide el salmo? “Habitar en la casa del Señor por los días de mi vida”. Es un deseo y un anhelo de Dios, de que lo que empezamos a gustar aquí en la tierra, la experiencia de Dios en los sacramentos, en la oración, en nuestra propia vida en la que vamos viendo la mano providente de Dios, un día, en la vida eterna, también lo podamos disfrutar.  Nuestra petición: “habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida”, gozar de estar siempre en la casa de Dios, de estar con Dios. “Gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo”. Dios es dulce, es tierno, es materno, tiene entrañas de misericordia, y lo que  deseamos es que la dulzura que ya experimentamos, la podamos gustar eternamente, emborracharnos de Dios, la “sobria ebriedad del Espíritu”, dice la frase de un himno latino. “Contemplando su templo”, contemplando el mismo rostro de Dios.

martes, 23 de octubre de 2012

Amor a Cristo (Exh. a un hijo espiritual - III)

"Cristo debe ser amado más que nuestros padres, porque no nos dan nuestros padres lo que Cristo nos da. ¿Y quién podría referir cumplidamente sus favores? ¿No nos lo da todo y no deja de proporcionárnoslo cada día? Y es que Dios, al vernos bajo la culpa de innumerables pecados, no nos miró con desprecio sino que nos redimió; ni, vagabundos como íbamos, alejados de Él, por distintos caminos equivocados, no nos condujo a precipitarnos a la muerte, sino que nos llamó a la vida eterna.

Y cuando, como unos desagradecidos a tantos favores suyos, habíamos huido de Él, cual Padre clementísimo vino a buscarnos: sentado como estaba en su trono sublime, por nosotros bajó a la tierra y llegó a tal grado de humildad que tomó la condición de esclavo; y quien en su puño puede encerrar el mundo entero, fue envuelto en pañales en un pesebre; y quien con la palma de sumano abarca elcielo, no tuvo dónde reclinar su cabeza. Siendo rico se hizo pobre para que nos enriqueciéramos con Él; y el que sobre las nubes ha de venir a juzgar a vivos y muertos, aceptó el juicio de un hombre; y aunque para los sedientos es fuente eterna, cuando tuvo sed le pidió agua a la samaritana. El que con su propia carne sació nuestra hambre, tuvo hambre al ser tentado en el desierto; y Aquel a quien, junto con el Padre, sirven los ángeles, se digna servir a los hombres.

Sus manos, con las que obró muchísimos milagros, por nosotros fueron traspasadas con clavos; y a su boca, con la que predicó a la humanidad la doctrina salvadora, le dieron hiel en vez de comida. El que ni hirió ni dañó a nadie, fue golpeado y sufrió ultrajes; y Aquel con cuya sola inclinación de cabeza resucitaron todos los muertos, soportó voluntariamente una muerte en la cruz. Y todo esto lo padeció para regalarnos la vida eterna.

Y aunque nos hace inmensos favores, nada nos exige, salvo que conservemos para Él sin mancha nuestros templos, para que pueda habitar siempre dentro de nosotros y nosotros permanezcamos en Él. No nos pide oro ni plata ni nada de esto, pues si lo tenemos, nos manda repartírselo a los pobres: nos busca a nosotros, nos echa de menos, en nosotros desea descansar"

(S. Basilio, Exh. a un hijo espiritual, n. 3).

lunes, 22 de octubre de 2012

Velar por la integridad de la fe

Las catequesis y en general las palabras de Pablo VI durante el Año de la Fe (1968) pueden ser sin duda una palabra reflexiva y orientadora para la situación que ahora vivimos y el año de la Fe que acaba de empezar.

Toda catequesis debe evangelizarnos, es decir, cuestionarnos para, entrando en la verdad de nuestro cristianismo, cuestionarnos, revitalizarlo. Si damos por hecho el vigor de la fe en nosotros, o su enraizamiento, caeríamos en el aviso de paulino sobre el que está muy seguro de estar en pie... ¡cuidado no caiga!


Ser evangelizados constantemente es que la enseñanza de la Iglesia, una y otra vez, llegue hasta nosotros, riegue nuestro ser, nos interpele. La meditación constante y el estudio de la verdad revelada permitirán, pues, crecer en la fe, encarnarla en la propia existencia frágil y renovada, dará fecundidad a la vida.

Pero, siempre, hemos de velar por la integridad de nuestra fe, expuesta a corrientes y vientos distintos, a ideologías, modas secularizadoras, cuestionamientos desde fuera a los que a veces ni sabemos responder. La integridad de la fe, como un depósito, ha de ser salvaguardada para no vivir en una mentira, ni con un sucedáneo, ni, por nuestra cuenta y riesgo, hacerla acomodaticia a las expectativas de un mundo post-moderno que vive de espaldas a Dios y que relega la fe a un sentimiento o práctica privada e inocua.

Ante estos riesgos, la autorizada palabra de Pablo VI muestra el trabajo constante de velar por la integridad y la pureza de la fe.

"¿Cuál debe ser en este período siguiente al Concilio el pensamiento dominante de todos, pastores y fieles, que se toman a pecho la revitalización auténtica y operante del mensaje de salvación, traído al mundo por Cristo, para la renovación espiritual de su Iglesia, para la reestructuración de todos los cristianos en su unidad efectiva y para la eficacia restauradora e inspiradora del mundo?

sábado, 20 de octubre de 2012

Ídolos del corazón, salmo de libertad


Es una tentación muy antigua, que persigue siempre al hombre en todo momento de su vida y sobre la cual tiene que estar vigilante para no dejarse seducir, engatusar, atrapar, porque todo ídolo es una gran mentira: una mentira que se le presenta a nuestros sentidos, a nuestra imaginación, prometiendo cosas falsas. La serpiente sedujo a Adán y Eva con una promesa falsa: “seréis como dioses”, esto es, “seréis plenamente felices, lo tendrás todo, no necesitarás de Dios, de nadie. Tú serás un dios para ti mismo”. Se idolatraron a sí mismos. Pero, ¿qué? ¿les sirvió para algo? A base de idolatrarse cayeron en lo más hondo, se dieron cuenta de que estaban desnudos, sintieron vergüenza, rompieron la armonía entre ellos, con la creación y con el Dios creador. La idolatría es la gran mentira de la serpiente.
    El pueblo de Israel lo experimentó en su historia en múltiples ocasiones, desde el becerro de oro en el desierto hasta el destierro de Babilonia. Es quitar a Dios y poner una estatua en su lugar; quitar a Dios y poner los ídolos, rechazando así a Dios, rompiendo la alianza hecha gratuitamente por el Señor y ratificada, “alianza nueva y eterna”, definitiva, por la sangre del Cordero, Cristo Jesús.

    ¿Cómo son los ídolos? El salmo 113B es el gran canto al Dios único, vivo y verdadero, el canto a la grandeza de Dios y a la libertad de sus hijos obtenida por la cruz del Señor: “nuestro Dios está en el cielo y lo que quiere lo hace; sus ídolos en cambio son plata y oro, hechura de manos humanas: tienen boca y no hablan; tienen ojos y no ven; tienen orejas y no oyen...” Los ídolos son todo apariencia, engaño. ¿Qué ídolos tiene el hombre hoy ya que no adora becerros de oro?
 
El primer gran ídolo es uno mismo, el yo; cuando uno se hace a sí mismo medida de todas las cosas, juez de todo y de todos, siempre midiendo y tasando a los demás, usándolos. “Es que yo...”, “porque yo soy...” 

¿Otro ídolo? La afectividad, es decir, buscar ser querido, amado y aceptado, mendigando cariño; esclavo de los afectos y sin descubrir que la libertad está en amar y aceptar al otro tal cual es y no como uno quisiera que fuera. 

viernes, 19 de octubre de 2012

Brilla el misterio de la Cruz (XVII)

"Fue crucificado por nosotros.
Su Cruz es nuestra vida, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
Él es el Misterio escondido, alegría inefable...

Gracias a la Cruz, la humanidad que la lleva ahora
no puede ser separada de Dios.
Es una fuerza vivamente deseada e inseparable de Dios.

Nuestros labios no lo pueden expresar debidamente.

En un tiempo estuvo oculto, ahora se nos revela como Misterio.

Se muestra a los fieles, no como simple apariencia, sino en su realidad.
Es la Cruz en la que nos gloriamos, para ser gloriosos también nosotros.
Por la Cruz, los fieles perfectos que la llevan se separan de todo lo que es sensible y visible como de algo que no es real.
Vosotros, los fuertes, buscad en ella vuestra fuerza,
cerrad vuestros oídos visibles,
cegad vuestros ojos exteriores,
para conocer la voluntad de Cristo
y todo el Misterio de vuestra liberación"

(Testamentum Domini).

martes, 16 de octubre de 2012

La fe sobre la roca apostólica

La fe de la Iglesia descansa sobre la fe de los apóstoles. Ellos la recibieron, fueron establecidos como rocas y columnas, la testificaron con su vida y con su muerte martirial.

Así el criterio de la fe siempre se debe medir y ajustar con la fe de los apóstoles, sin inventar una fe "nueva" o un sucedáneo que rompe la cadena de los testigos de la fe, de la Tradición recibida, vivida, amada, estudiada y transmitida a la siguiente generación.

Pedro y Pablo sellaron la fe con el martirio en Roma, y ellos son los custodios de la fe, con distintos ministerios; Pedro, la roca, el maestro de la fe, Pablo el apóstol insigne que la interpretó.

Al comenzar el año de la Fe, y acudiendo a las enseñanzas de Pablo VI en aquel año de la Fe de 1967-1968, partimos hoy de la fe apostólica, aquella que es el sello de garantía hoy para nosotros.

"Para Nos es ésta una solemne recordación; la memoria adquiere en Nos conciencia y claridad; nos evoca la muerte trágica y gloriosa de estos dos peregrinos venidos de la tierra de Jesús y convertidos mediante su predicación, su ministerio y su martirio en fundadores de la Roma Católica. Se llamaban Pedro y Pablo.

Entrambos, de diverso modo, fueron discípulos primero del Mesías, Hijo de Dios e Hijo de María, Jesús, Maestro y Salvador del mundo; luego sus apóstoles, los que anunciaron el Evangelio de Cristo y supieron descubrir en él por obra del Espíritu Santo la novedad liberadora de la antigua concepción particularista de la verdadera religión y revelaron a la humanidad el carácter unitario y universal del cristianismo, su genio renovador de las conciencias y de las formas de vida humana, su esperanza escatológica.

lunes, 15 de octubre de 2012

Santa Teresa, reformadora (y II)

Madre de espirituales, reformadora del Carmelo, santa Teresa de Jesús entregó su corazón por completo a Cristo y Cristo se le dio.

Su acción apostólica y reformadora fue muy amplia, pero si fue amplia es porque antes se entregó a Cristo en horas de contemplación. No es la reformadora de discursos ni de reuniones, de panfletos o manifiestos, sino la reforma que nace del interior de la persona que se ha dado a Cristo y experimenta una conversión profunda.

Ella funda los conventos carmelitanos donde irradiar una acción apostólica desde la contemplación, sirviendo a la Iglesia. Y sus mismos escritos son apostólicos por cuanto son un apostolado sobre las almas, no únicamente de sus hijas carmelitas, sino de todos los que se acercan a ellos.

Un 24 de agosto de 1562 comenzó la reforma teresiana con la fundación del convento de San José de Ávila, hace ahora 450 años; y pronto se multiplicaron los Carmelos. Era una acción desbordante la que nacía de la contemplación.

Completemos la visión de conjunto sobre santa Teresa que nos ofrece el papa Benedicto XVI en el Mensaje con motivo de ese aniversario fundacional:


"4. También hoy, como en el siglo XVI, y entre rápidas transformaciones, es preciso que la plegaria confiada sea el alma del apostolado, para que resuene con meridiana claridad y pujante dinamismo el mensaje redentor de Jesucristo. Es apremiante que la Palabra de vida vibre en las almas de forma armoniosa, con notas sonoras y atrayentes.

En esta apasionante tarea, el ejemplo de Teresa de Ávila nos es de gran ayuda. Podemos afirmar que, en su momento, la Santa evangelizó sin tibiezas, con ardor nunca apagado, con métodos alejados de la inercia, con expresiones nimbadas de luz. Esto conserva toda su frescura en la encrucijada actual, que siente la urgencia de que los bautizados renueven su corazón a través de la oración personal, centrada también, siguiendo el dictado de la Mística abulense, en la contemplación de la Sacratísima Humanidad de Cristo como único camino para hallar la gloria de Dios (cf. Libro de la Vida 22,1; Las Moradas 6,7). Así se podrán formar familias auténticas, que descubran en el Evangelio el fuego de su hogar; comunidades cristianas vivas y unidas, cimentadas en Cristo como en su piedra angular y que tengan sed de una vida de servicio fraterno y generoso. También es de desear que la plegaria incesante promueva el cultivo prioritario de la pastoral vocacional, subrayando peculiarmente la belleza de la vida consagrada, que hay que acompañar debidamente como tesoro que es de la Iglesia, como torrente de gracias, tanto en su dimensión activa como contemplativa.

domingo, 14 de octubre de 2012

La Iglesia en la sociedad

La Iglesia, como tal Iglesia, busca el bien del hombre, el bien concreto y real de esta humanidad concreta que se configura como una comunidad política y social. Su voz busca iluminar las realidades humanas contribuyendo al bien. Por eso tiene el deber y la obligación de hablar y no por ello está buscando una "intromisión" en la política o buscando un "poder" político, como algunos le atribuyen desde sus propias concepciones partidistas y autocráticas.

 "La Santa Sede pone todo su empeño en servir a la causa de la promoción integral del hombre y de los pueblos. Debería ser convicción de todos que los obstáculos a esta promoción no son sólo de orden económico, sino que dependen de actitudes y valores más profundos: los valores morales y espirituales que determinan el comportamiento de cada ser humano para consigo mismo, los demás y la creación entera. La presencia del Señor Embajador en este lugar testimonia la voluntad que Portugal tiene de dar un lugar importante a estos valores, sin los cuales una sociedad no se puede establecer de modo duradero.
Cuando la Iglesia, en su país, promueve la conciencia de que estos mismos valores deben inspirar la vida pública y particular, habla no por ambiciones políticas, sino para ser fiel a la misión que su divino Fundador le ha confiado. “Dado que la Iglesia – son palabras del Concilio Vaticano II – no está ligada, por fuerza de su misión y naturaleza, a ninguna forma particular de cultura o sistema político, económico o social, puede gracias a esta universalidad suya, constituir un lazo muy estrecho entre las diversas comunidades y naciones, siempre que confíen en ella y le reconozcan la verdadera libertad para cumplir esta misión suya" (Const. Gaudium et spes, 42). Ella no representa modelos parciales y pasajeros de sociedad, sino que tiende a la transformación de los corazones y de las mentes, para que el hombre pueda descubrirse y reconocerse a sí mismo en la verdad plena de su humanidad. Y dado que su misión es de carácter moral y religioso, la Iglesia respeta el área específica de responsabilidad del Estado. Al mismo tiempo anima a los cristianos a asumir plenamente sus responsabilidades como ciudadanos para, juntamente con los demás, contribuir eficazmente al bien común y a las grandes causas del hombre.
De una colaboración respetuosa y de un leal entendimiento entre la Iglesia y el poder civil, se podrían derivar beneficios para la sociedad portuguesa" (Benedicto XVI, Discurso al nuevo embajador de Portugal, 22-octubre-2010).

Los problemas hoy no son exclusivamente de orden económico; la tan llevada y traída crisis económica es el reflejo de las aguas agitadas de fondo en las que nos movemos: crisis cultural, crisis moral, crisis espiritual y crisis de humanidad. Muchos -¿todos?- se empeñan en negarlo y proponen soluciones económicas a una crisis para restablecer el orden económico desde el liberalismo económico. Pero, ¿y el mal de fondo? ¿Se cura, se atiende, se corta de raíz? ¿Sus causas no son la ambición, el utilitarismo, la falta de justicia, de Verdad y de caridad? ¿No se mide todo por el rasero económico y productivo, y se desecha lo que estorbe, comenzando por la misma vida humana, amenazada y eliminada por el aborto y la eutanasia?

La crisis debe ser iluminada por la Iglesia: su voz debe poder oirse con total libertad para mostrar la verdad. 

sábado, 13 de octubre de 2012

Santa Teresa, reformadora (I)

Hace 450 años se fundó en Ávila, un día de san Bartolomé, el primer Carmelo reformado.

Nacía así un estilo nuevo, el estilo teresiano, que tanta luz iba a dar no solamente a sus hijas carmelitas descalzas, sino a todos aquellos que quisieran emprender el camino de entrar hasta Dios por el castillo interior.


Es un hecho significativo esta fundación, y nos permite mirar el valor de esta fundación y el beneficio de la doctrina teresiana.

Con tal fecha memorable, Benedicto XVI dirigió un Mensaje al Obispo de Ávila (16-julio-2012) que resulta orientador.


"Al venerado Hermano
Monseñor Jesús GARCÍA BURILLO,
Obispo de Ávila

1. Resplendens stella. «Una estrella que diese de sí gran resplandor» (Libro de la Vida 32,11). Con estas palabras, el Señor animó a Santa Teresa de Jesús para la fundación en Ávila del monasterio de San José, inicio de la reforma del Carmelo, de la cual, el próximo 24 de agosto, se cumplen cuatrocientos cincuenta años. Con ocasión de esa feliz circunstancia, quiero unirme a la alegría de la querida Diócesis abulense, de la Orden del Carmelo Descalzo, del Pueblo de Dios que peregrina en España y de todos los que, en la Iglesia universal, han encontrado en la espiritualidad teresiana una luz segura para descubrir que por Cristo llega al hombre la verdadera renovación de su vida. Enamorada del Señor, esta preclara mujer no ansió sino agradarlo en todo. En efecto, un santo no es aquel que realiza grandes proezas basándose en la excelencia de sus cualidades humanas, sino el que consiente con humildad que Cristo penetre en su alma, actúe a través de su persona, sea Él el verdadero protagonista de todas sus acciones y deseos, quien inspire cada iniciativa y sostenga cada silencio.

miércoles, 10 de octubre de 2012

El amor a Dios (Exh. a un hijo espiritual- II)

"Así pues, ama a Dios con todas tus fuerzas para que en todos tus actos le complazcas. Pues, si quien contrae matrimonio se apresura a complacer a su esposa, mucho más aún el monje [entiéndase en sentido general, el hombre de Dios solo ante Dios] debe complacer a Cristo de todas las maneras. Quien ama a Dios, guarda sus mandamientos. Que Dios no quiere ser amado sólo de boquilla, sino con pureza de corazón y justicia en las obras. Pues quien dice: "Amo a Dios", pero no guarda sus mandamientos, es un mentiroso.

En efecto, un hombre de esta clase se engaña a sí mismo y por sí mismo se deja seducir. Y Dios no escruta las palabras sino el corazón, y ama a los que le sirven con un corazón sencillo. Si con tal cariño amamos a los padres terrenales, que tan escaso tiempo soportaron fatigas por nosotros, ¿no deberemos amar aún más al celestial?

Ciertamente también ese cuidado que ellos nos prestaron, es un favor a nosotros que nos hace Cristo, el máximo dispensador de todo. En verdad, antes de que naciéramos en este mundo, su providencia ya preparó a nuestros padres para que sus cuidados nos nutrieran: ¡pero es que hasta los pechos de la madre se llenan de leche cuando el niño ha nacido!

Amemos, entonces, por encima de todo a Dios, que nos modeló a nosotros y a nuestros familiares con sus propias manos, y cuantas cosas buenas se nos hacen cada día atribuyámoslas a ese favor suyo. Y amemos también a nuestros padres como a nuestras propias entrañas si no nos impiden llegar a servir a Cristo..." (S. Basilio, Exh. a un hijo espiritual, n. 3).

martes, 9 de octubre de 2012

Laicismo y secularización

¿En qué lugar queda Dios?

¿Qué sitio se le deja a Dios?

Los cambios en el pensamiento occidental, con una secularización absoluta de todas las realidades, dejan ya poco lugar a Dios. Pero si Dios no tiene espacio ni relevancia alguna, el hombre, en el fondo, tampoco. Puede ser ignorado, arrinconado, destruido y con una pérdida de sentido tal, que la existencia se convierte en angustia de la que hay que escapar y anestesiar con lo que sea.


"Y todavía hoy es fácil que se admita a Dios, a un Ente Supremo, con tal de que quede claro que no tiene nada que ver con la realidad humana. Ciertamente no se le niega, pero a condición de que se acepte que el hombre puede prescindir de él. Y si alguien realmente no puede prescindir de él, la religión tendrá su derecho a expresarse en un lugar apartado de la vida social ordinaria, un lugar extraño. El principio del "confinamiento policíaco de la religión" define la genialidad moderna en este campo. Autosuficiencia del hombre que hace de sí el criterio último, separación de Dios: el hombre puede cometer este error en todas las épocas, pero la nuestra le ha dado tal resonancia que ha sido capaz de influir en la mentalidad de todos. En el hombre moderno sigue vigente la tentación de siempre, pero nuestra época está dominada por criterios, temas y preocupaciones que censuran la auténtica sensibilidad religiosa.

Esta mentalidad deriva del racionalismo, pero es fruto de una larga disgregación, y ha llegado a inspirar la sociedad entera en todas sus formas, en especial las educativas: se llama laicismo.

Ahora bien, como ya dijimos al comienzo de este trabajo, un Dios del cual queda algo fuera no es ya Dios, es alguien al que fácilmente podemos sustituir. Por eso, el laicismo es, al menos implícitamente, ateísmo: vida sin Dios. O mejor todavía, el ateísmo es la actitud más consecuente, teórica y práctica, del laicismo.

domingo, 7 de octubre de 2012

Pensamientos de San Agustín (XIV)

Siempre me ha parecido un snobismo con visos de insensatez cuando todo el mundo que se cree actualizado, moderno, pone de moda a un autor contemporáneo como si fuera un gran maestro espiritual, un nuevo gurú, y se compran sus libros, y se leen incluso en comunidad, como si fueran los grandes autores espirituales de referencia. Pero, además de que en general no valen tanto, suele ser una espiritualidad muy difusa, muy psicologizante, al gusto de la post-modernidad. Duran lo que dura la promoción que le hacen las librerías y editoriales.


Sin embargo, hay autores que son perennes y que han demostrado su solera de vino bueno, saciando a generaciones y generaciones pero que hoy, con el prurito de ser modernos y estar encarnados, apenas se conocen. Son los Padres de la Iglesia y son los grandes autores espirituales (Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Edith Stein..., la rica familia carmelitana tan querida para mí).

San Agustín es más actual que muchos de esos pseudo-espirituales en boga. Baste leerlo para sacar siempre algo de provecho con hondura teológica, no sentimental, y belleza para la vida cristiana.

¿Qué dice, qué predica, qué aconseja, qué enseña, qué inculca?

¡Dios y sólo Dios! Por eso, lo primero en el camino del hombre interior es volverse a la propia interioridad y descubrir a Dios en lugar de mirarse a uno mismo; atribuir a Dios lo bueno y bello como autor en lugar de una vanagloria pasajera y engañosa.

sábado, 6 de octubre de 2012

"Los invitados a la Cena del Señor" "...no soy dignO"

Hace ya casi año y medio -¡año y medio!- ofrecí una catequesis aquí de pequeños detalles sobre la liturgia que resultan de tremenda actualidad, es decir, vas a un sitio u otro y sufres los mismos errores en esos pequeños detalles. No se hunde el mundo, ciertamente, ni se arruina el valor de la Santa Misa, ni su carácter latreútico, eucarístico, impetratorio, etc., pero es una nota disonante en medio de todo el concierto sinfónico.


Pues volvamos a ello.

El sacerdote dice, en el rito romano, antes de la Comunión: "dichosos los invitados a la Cena del Señor". Y todos los fieles, varones o mujeres, responden pidiendo las palabras prestadas al centurión romano: "Señor, no soy DIGNO -¡no "¡digna!"- de que entres en mi casa..."

Una breve explicación fue la que se ofreció en esta catequesis: Pequeños detalles, que tuvo muchos comentarios. Os animo a pinchar esa catequesis y releerla.

jueves, 4 de octubre de 2012

San Juan de Ávila, doctor (IX)

Reconocer a san Juan de Ávila como doctor de la Iglesia, y proclamarlo así, supone validar toda su enseñanza y doctrina como una aportación digna de ser tenida en cuenta por todo el pueblo cristiano.

Es un Maestro con palabras válidas; es una doctrina teológica, pastoral y mística que posee un sello de eclesialidad y que igualmente para nosotros, lectores hoy, pueden ser una ayuda.

Él ejerció ampliamente su sacerdocio mediante la escritura: escribir y escribir, tratados y libros, avisos y cartas, legando así a la posteridad un magisterio que no puede reducirse a las bibliotecas o a los Seminarios, sino estar otra vez en las manos de los fieles, como en su tiempo estuvieron.

Al reconocerlo como doctor, y aceptarlo así nosotros con alegría, procuremos empaparnos de su figura y de su pensamiento.

Es la propuesta que nos hace la Conferencia episcopal española en su Mensaje ante la proclamación del doctorado:


"3. Maestro y testigo de vida cristiana

Juan de Ávila se había encontrado con Jesucristo y, en Él, con el profundo misterio del amor de Dios. Uno de sus primeros biógrafos dice que «vivía de la oración, en la que gastó la mayor parte de su vida». Antes de hablar de Dios dedicaba mucho tiempo a profundizar en la Sagrada Escritura y a dialogar con Él, porque deseaba «ir al púlpito templado».

Centrado en lo que llamaba “beneficio de Cristo”, misterio que captó con singular clarividencia, podríamos calificarlo como el Doctor del amor de Dios a los hombres en Cristo Jesús; el maestro y el místico del beneficio de la redención. Estas son sus palabras: «Grande misericordia y grande favor fue sacarnos de las miserias y del captiverio en que estábamos, y sacarnos para hacernos no siervos, sino hijos. Y no para en esto. Pudiera hacernos hijos suyos y comunicarnos esta honra, y la hacienda y el mayorazgo se lo llevara el primogénito, y que nosotros nos quedáramos pobres. Pero no fue así»[4]. Y toma a continuación el texto de Col 1, 13: Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino del Hijo de su Amor.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Decálogo del catequista

Comenzando un nuevo curso, la vida pastoral recobra su ritmo y se inician las catequesis en las parroquias. Convocatorias y programaciones para la catequesis de niños, de jóvenes y, por supuesto, de adultos: es el deseo de una transmisión sólida y eficaz de la fe, de iniciación a la vida cristiana, de formación permanente y actualizada, forjando católicos.


Para este proceso formativo que incluye a todas las edades y grupos, y que es irrenunciable, un servicio imprescindible, un apostolado santísimo y que debe ser muy humilde, es el de los catequistas. Sin buscar protagonismo alguno, sin competencias ni rivalidades, los catequistas primero son formados -en la escuela de catequistas de la parroquia-, se enraizan en Cristo con una sólida vida espiritual y educan y acompañan a diferentes personas en grupos para que conozcan bien la fe católica y la vivan gozosamente -¡lejos de hablar de valores, hablan de Cristo!-.

Como una ayuda para los catequistas, y también para formar criterios en todos, la revista Ecclesia publicó un "Decálogo del catequista" que es una orientación concreta.


martes, 2 de octubre de 2012

Oración del universitario católico

De las cosas que uno casualmente encuentra, he hallado esta oración, a mi gusto, preciosa, del "universitario católico", escrita por el papa Pío XII (¡qué gran Papa!) a petición del Rector de la Universidad Católica de Milán (en Ecclesia 1957 (I), p. 482.

Ahora, iniciando un nuevo curso, podría ser el contenido de esta oración la tónica que anime a los jóvenes católicos y a los docentes. Oremos pues hoy:

Oh Señor, omnipotente y eterno, Dios de la sabiduría y de la ciencia,
en quien todas las verdades tienen su origen y su ejemplar,
y todas pueden ser contempladas y admiradas como en su propia fuente,
escucha benigno las súplicas que, profesores y alumnos, te dirigimos,
para no desmerecer en nuestro trabajo,
para no errar nunca en la dirección de nuestros esfuerzos
y para conseguir finalmente la alta meta que nos hemos propuesto
[en esta nuestra queridísima Universidad Católica del Sagrado Corazón].

Sé tú, oh Señor, nuestra ayuda y nuestro sostén
en las arduas pero excelsas horas dedicadas al estudio,
cuando nuestras pobres mentes se afanan por encumbrarse
hasta los más elevados vértices de la ciencia
y se acumulan las dificultades ante nosotros.


Sé tú también, oh Verdad Infinita,
la luz que ilumina constantemente nuestros pasos
y nos manifiesta el camino seguro,
descubriéndonos las asechanzas y las insidias del error y de la malicia,
guardándonos de los capciosos senderos que quisieran desviarnos,
disipando ante nuestros ojos las nieblas y las sombras
del engaño y de la mentira.


Concédenos que conquistemos la verdad,
aquella verdad que es una manifestación de tu pensamiento eterno
en la inmensa armonía de las obras de tu mano,
una imperfecta expresión de tu suprema voluntad
al determinar el modo de ser y de obrar de todas las cosas,
una pálida imagen de tu misma esencia,
débilmente reflejada en la bondad, en la belleza
y en la imponente y arcana actitud de todo lo creado.