jueves, 30 de diciembre de 2021

La virtud de la justicia (I)



5. La segunda virtud cardinal es la virtud de la justicia; consiste en la voluntad constante, habitual y perpetua de dar a cada uno lo que le corresponde, guardando el derecho, lo establecido, y la palabra dada. Ser justo es rectitud de vida y hoy es bien difícil practicarla por el materialismo que ha creado toda una cultura, los modos de vivir, y el individualismo, donde sólo importa el “yo”.



La justicia es de absoluta necesidad, tanto en el orden individual como social, pues sin justicia no hay caridad, ni concordia, ni la paz puede existir. ¡Qué sabiduría tiene la Palabra: “Amad la justicia, los que regís la tierra” (Sb 1,1)! 

Los salmos cantan a menudo la justicia alabándola. Ante Dios en su monte santo, sólo puede hospedarse “el que procede honradamente y practica la justicia; el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua; el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor; el que no retracta lo que juró aun en daño propio, el que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que así obra nunca fallará” (Sal 14). Con mucha razón exclama S. Juan de la Cruz: “Bienaventurado el que ha dejado aparte su gusto e inclinación mira las cosas en razón y justicia para hacerlas” (A 1, 42).

miércoles, 29 de diciembre de 2021

"Anunciamos tu muerte..." - I (Respuestas - XXXI)



1.Con el paso de los siglos, y sin tardar mucho, la gran plegaria eucarística o anáfora, recitada por el obispo o el sacerdote, recibió distintas aclamaciones o intervenciones de los fieles que se vinculaban así, más estrechamente a la gran y solemne oración de consagración.

            Las más antiguas intervenciones, según nos consta, fueron las palabras del diálogo inicial (“y con tu espíritu”, “lo tenemos levantado hacia el Señor”, “es justo y necesario”) y el gran y solemne “Amén” final. Éstas son comunes a todos los ritos y familias litúrgicas. Pronto se incorporó, como vimos ya, el “Santo” cantado, el Trisagion.



            Pero muchas familias litúrgicas, especialmente orientales o influidas por el estilo de la liturgia oriental, añadieron más y constantes intervenciones.


            2. La divina liturgia de san Juan Crisóstomo, en el ámbito bizantino, es una buena muestra de ello.

            El inicio de la plegaria es, ¡cómo no!, el diálogo inicial: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros”, “-Y con tu espíritu”. “Levantemos el corazón” “-Lo tenemos levantado hacia el Señor”. “Demos gracias al Señor”, “-Es justo y necesario (adorar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, la Trinidad Una en esencia e inseparable)”.

lunes, 27 de diciembre de 2021

Presencia de Cristo en la liturgia (SC - VII)



Todo lo que se ha ido viendo (la gracia, la obra de la salvación, etc.) sólo es posible y real si la liturgia no es una construcción humana, una celebración emotiva que el grupo fabrica, un símbolo para canalizar sus vivencias y compromisos.

  
          La liturgia, como obra de la salvación de Dios y comunicación de la gracia, es posible sólo porque Cristo está presente en la liturgia. Es decir, la liturgia es obra de Cristo, no de los hombres o del grupo o de la comunidad; la liturgia es glorificación de Dios y sólo tiene, sólo puede tener, un único protagonista, Jesucristo, hacia quien convergen las miradas y los corazones, y nos eleva al Padre: ¡levantemos el corazón! Es un craso y grave error la distorsión de la secularización: los participantes se convierten en protagonistas, acaparando el espacio y la atención, y Cristo queda como una excusa o justificación para celebrarse ellos mismos a sí mismos. Es la liturgia convertida en espectáculo, el sacerdote en showman o telepredicador, los fieles en actores que suben y bajan al presbiterio para hacer algo cada uno (una monición, una petición, llevar una ofrenda, la que sea con tal de subir) reclamando su derecho a tener su minuto de gloria. No hay silencio en ningún momento, ni oración, ni escucha contemplativa, ni ofrenda de la propia vida, ni adoración. Nada de esto aparece en el Vaticano II ni en la Constitución sobre la sagrada liturgia, más bien lo contrario.

            Al estar Cristo presente en la liturgia, ésta es acción de Cristo por su Espíritu Santo y todo en la liturgia debe contribuir a que brille sólo el Señor, a que sólo Cristo sea el centro de toda la liturgia, eliminando cualquier otro protagonismo (del yo, del grupo, del sacerdote, del movimiento) que oscurezca la gloria de Cristo en la liturgia.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

Internet: foro e intercambio (e Iglesia presente)



Internet ha irrumpido con una fuerza enorme en el campo de la comunicación, modificando la conducta, creando un nuevo rostro para la cultura, siendo un lugar de encuentro para el hombre contemporáneo. 



Se ha constituido como una plaza en medio de la aldea global donde los hombres se reúnen, discuten, intercambian puntos de vista, piensan, dialogan.

Viendo así la red, se la puede definir, en primer lugar, como un areópago, al estilo del areópago de Atenas al que san Pablo acudió a predicar y donde hoy, igualmente, la Iglesia deberá hacerse presente. 

“El areópago representaba entonces el centro de la cultura del docto pueblo ateniense, y hoy puede ser tomado como símbolo de los nuevos ambientes donde debe proclamarse el evangelio” (Juan Pablo II, Redemptoris missio, n. 37).   

domingo, 19 de diciembre de 2021

Acción sagrada e inigualable - (5)



            La grandeza de la liturgia consiste en que no es un “hacer” humano, a medida del hombre, algo que los hombres se diesen a sí mismos como una seña de identidad cristiana, o un modo de inculcar valores y recordar unos compromisos; no es un “hacer” humano, sino una actuación divina.

            Ya el Concilio Vaticano II recuerda que “la liturgia es una acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (SC 7), por lo que nadie puede ampararse en el Concilio Vaticano II para desacralizar la liturgia o secularizarla o banalizarla. En la liturgia, la Iglesia halla su fuente y su culmen.



            Lo más santo que posee la Iglesia es el sacramento de la Eucaristía, por ser actualización del sacrificio de Cristo, Memorial de su Pascua, presencia real y sustancial del mismo Señor. Es el Santísimo Sacramento, es la mayor acción sagrada de la Iglesia. Una clara conciencia de fe lleva a adorar el Sacramento y a dignificar, con amor, la celebración eucarística.

            El reconocimiento creyente de la santidad de este Sacramento conduce a cuidar y potenciar su sacralidad, ya que “el carácter de ‘sacrum’ de la Eucaristía, esto es, de acción santa y sagrada. Santa y sagrada, porque en ella está continuamente presente y actúa Cristo, el ‘Santo’ de Dios, ‘ungido por el Espíritu Santo’, ‘consagrado por el Padre’, para dar libremente y recobrar su vida, ‘Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza’. Es él, en efecto, quien representado por el sacerdote, hace su ingreso en el santuario y anuncia su evangelio. Es Él ‘el oferente y el ofrecido, el consagrante y el consagrado’. Acción santa y sagrada, porque es constitutiva de las especies sagradas, del ‘Sancta sanctis’, es decir, de las ‘cosas santas –Cristo el Santo- dadas a los santos’, como cantan todas las liturgias de Oriente en el momento en que se alza el pan eucarístico para invitar a los fieles a la Cena del Señor” (Juan Pablo II, Carta Dominicae Cenae, 8), a lo que habría que añadir también la liturgia hispano-mozárabe, tan oriental, que proclama ese “Sancta sanctis”.

            Todos los ritos y familias litúrgicas de Oriente y de Occidente, reconociendo ese “sacrum”, esa sacralidad de la Eucaristía, han cuidado el desarrollo de la liturgia, con solemnidad, con veneración, con signos exteriores, y con disposiciones internas de fe, humildad, alabanza.

viernes, 17 de diciembre de 2021

Santos creativos (Palabras sobre la santidad - XCVI)



            En la historia de la Iglesia, los santos demuestran tener una gran capacidad de respuesta a las dificultades que se les plantean o a los problemas de su época. No se quedaron quietos, pasivos, sino que fueron sumamente originales para trazar nuevos caminos y ofrecer respuestas adecuadas. Eran así porque seguían las mociones del Espíritu Santo, recibían su luz y podían ver la realidad con mirada sobrenatural, en sus justas dimensiones.



            Su creatividad fue grande, adaptándose a cada momento de la historia, perseverantes con la gracia de Dios. Cuando el Imperio romano cae, y con él la cultura, san Benito es el gran creativo que va a fundar Europa: cultivarán el campo, con comunidades cristianas que combinan oración y trabajo, y conservando la cultura en la biblioteca de los monasterios. Con ese esquema, se cambió la faz de Europa.

            O ante las graves carencias de formación e instrucción más elemental de niños y jóvenes, que los arrojaban a la indigencia más absoluta, la creatividad de los grandes santos educadores: san José de Calasanz, san Juan Bta. de la Salle, san Juan Bosco, etc.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Argumentos bíblicos de S. Isidoro sobre liturgia



San Isidoro considera la liturgia como una manifestación más de la Tradición misma de la Iglesia y al presentar la liturgia lo hará entroncándola con sus raíces más puras y teológicas. Nada, como tal, es “invento”, “creatividad” o “ingenio” de los hombres, sino que se sigue algo que es recibido porque así se ha transmitido. Incluso las nuevas disposiciones canónicas que se pudieran dar y se dieron (como en el IV Concilio de Toledo) vienen a explicitar la Tradición recibida. La liturgia es, pues, un hecho y acto de Tradición.



Sabiendo esto, asimilando la comprensión del misterio litúrgico del gran Isidoro, veremos lógicamente el razonamiento que va a emplear a lo largo de toda la obra y que presenta en la Introducción a los dos libros:


            “Descubrimos que todo cuanto se celebra en los Oficios eclesiásticos fue estatuido, en por parte por la autoridad de las Sagradas Escrituras, en parte por tradición apostólica o por costumbre de la Iglesia Universal. Acudiendo a los orígenes, señalaremos, como ya hemos dicho, los autores de los que traen origen”.


San Isidoro recurre a la Sagrada Escritura donde ve las prescripciones en materia litúrgica, las exhortaciones apostólicas, los ejemplos del Señor mismo. Pero, asimismo, recurre al Antiguo Testamento para ilustrar la realidad de la liturgia cristiana, en cierto sentido, realizando una lectura tipológica de las Escrituras o descubriendo en ellas la prefiguración de lo que la Iglesia de Dios realiza en el culto divino hoy.

El título de cristianos viene de Cristo, tal como tuvo su origen en Antioquía, según los Hechos de los Apóstoles (I, 1[1]). La Iglesia construye verdaderos templos, “la fe de nuestros tiempos consagró, en el universo mundo, altares a Cristo” (I, 2), cumpliendo en la realidad lo mismo que hizo Moisés levantando un tabernáculo al Señor, o Salomón construyendo un templo.

Atendiendo a los cantos y lecturas de la liturgia, san Isidoro presenta su origen bíblico. El canto de los coros proviene de los coros de cantores de Moisés cuando atravesó el Mar Rojo (I, 3); el cántico “es voz humana; salmo, si se acompaña con el salterio"”(I, 4) y afirma que fue Moisés quien inventó los cánticos después de cruzar el Mar Rojo, y recuerda a Débora con su ministerio de cantora. 

lunes, 13 de diciembre de 2021

La virtud de la prudencia (y II)



3. El Señor aconseja en el Evangelio: “sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10,16). A esta prudencia en hacer el bien se refiere; pero también lo señala para que la prudencia evite el mal, el pecado, el evitar las tentaciones y saber salir de ellas. 



La prudencia nos puede enseñar, a partir de nuestros errores y de pecados que hayamos cometido, cómo huir del pecado, saber cómo nos vienen las tentaciones, cómo caímos una vez y ver ahora cómo salir de ellas. Los errores, los pecados, son experiencia que la prudencia aprovecha para evitar el caer de nuevo, señalando los remedios oportunos. 

Evitaríamos muchos pecados si fuéramos prudentes aprendiendo del pasado y no arriesgándonos ni jugando con las tentaciones.

domingo, 12 de diciembre de 2021

Mecanismos de la liturgia (y VII) y horizontes...

Finalmente, para celebrar bien, el camino es la mistagogia de la misma liturgia, es decir, la comprensión espiritual de sus ritos, el conocimiento de la liturgia en sí.

La formación litúrgica es una tarea constante.






           b) El segundo camino es la necesaria formación o mistagogia, la introducción espiritual y teológica a los Misterios celebrados en la liturgia.

            Sólo parece complicada y extraña si, viéndola celebrar mal o descuidadamente, nadie la explica. Es conveniente una mayor y más amplia mistagogia para todos, ministros y fieles, que conduzca a entender qué significa cada parte, cada gesto o rito, cómo se realiza, qué implicaciones espirituales conlleva.

            Así como en Derecho o en Teología moral escuchamos a los expertos y no opinamos, en materia litúrgica todos creen ser expertos, y todos opinan e inventan. Sin embargo, la formación litúrgica es imprescindible, conociendo las rúbricas, la espiritualidad y la teología de la liturgia.

            Los pastores de almas, sacerdotes, diáconos y ministros deben ser los primeros en tener un conocimiento amplio de la liturgia; el mismo Concilio Vaticano II lo pedía, con razón, en bien de los fieles: 


Al reformar y fomentar la sagrada Liturgia hay que tener muy en cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo, porque es la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano, y por lo mismo, los pastores de almas deben aspirar a ella con diligencia en toda su actuación pastoral, por medio de una educación adecuada. Y como no se puede esperar que esto ocurra, si antes los mismos pastores de almas no se impregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de la Liturgia y llegan a ser maestros de la misma, es indispensable que se provea antes que nada a la educación litúrgica del clero” (SC 14). 


viernes, 10 de diciembre de 2021

Sentir con la Iglesia (¡¡Creo en la Iglesia!!)



Llegamos al final a dos actitudes vitales, dos disposiciones cordiales e íntimas para el católico, tanto más necesarias hoy cuanto más se ataca, se discute, se está distante de la Iglesia; y las dos disposiciones espirituales y profundas serán el amor a la Iglesia y renovar la confianza en la Iglesia.

            Sí, ¡amar la Iglesia tal cual es, como el Señor la quiso!



            “No le tengáis miedo; amadla. Os decimos con san Agustín: Amate hanc Ecclesiam, estote in tali Ecclesia, estote talis Ecclesia (Serm. 138). Y percibid la relación única personal y vital que esta misteriosa institución, a la que podemos llamar sin duda sacramento de salvación (cf. LG 48), tiene con cada uno de nosotros, como intermediaria obligada y decisiva en el problema central e inevitable de nuestro destino, el problema religioso. Porque son siempre verdaderas y urgentes las palabras de Cipriano: “Para que cada uno pueda tener a Dios como Padre, debe tener primero a la Iglesia como madre” (De cath. unit., c. 6)” (PABLO VI, Discurso al Congreso Internacional de Derecho canónico organizado por la Universidad Civil de Roma, 19-enero-1970).


            Sí, también, y al mismo tiempo, una renovada confianza en la santa Iglesia y no la desconfianza reinante de su doctrina, enseñanza, vida, liturgia, magisterio. 


“La Iglesia no es un fenómeno histórico y social cualquiera que se pueda modificar a capricho. Es un hecho espiritual y religioso: una fe lo engendra, una autoridad lo dirige, un Espíritu lo vivifica. La Iglesia merece nuestra confianza, nuestra fidelidad, nuestro servicio, nuestro amor” (PABLO VI, Audiencia general, 22-octubre-1969). 


¡Confianza en la Iglesia, Madre y maestra, Esposa de Cristo!


            “Y nosotros, nosotros, ¿somos cristianos de verdad?, ¿qué relaciones de fe y de gracia nos unen a esta bendita y presagiosa Iglesia de Dios?,  ¿somos cristianos de verdad?, ¿somos católicos?, ¿sólo de nombre o en la realidad de nuestra vida?, ¿la Iglesia es, realmente, nuestra Madre, nuestra Maestra?, ¿es, realmente, nuestra nave para la gran travesía sobre el mar tempestuoso del mundo presente, nuestra confianza? Hermanos, sea éste un momento decisivo para nuestra vida. Renovemos aquí... nuestro compromiso humilde, fuerte y fiel; sí, ¡seremos fieles! Su Iglesia será nuestra sabiduría, nuestra concordia, nuestra palestra de caridad. ¡Qué gozo para toda nuestra vida!” (PABLO VI, Audiencia general, 22-junio-1977).


lunes, 6 de diciembre de 2021

Iglesia e Internet



Desde hace unos unos (julio - 2009), tras consultar y luego discernir, comencé un blog, http://corazoneucaristicodejesus.blogspot.com que en breve fue incluido como blog en el portal de www.religionenlibertad.com a petición de Álex del Rosal, periodista, director de dicho portal católico, que es una iniciativa periodística del Grupo LibrosLibres, del cual forman parte además las editoriales LibrosLibres y Voz de Papel, la productora audiovisual LibreFilms, Kayros Media y, en régimen de participación, la editorial Buenas Letras, Criteria Club de Lectores y Media Punta.



Los datos de experiencia han de ser elevados a reflexión; los meses y ya años, escribiendo el blog –alojado en dos sitios- permiten pensar y repensar la realidad de Internet, su valor y sus límites, siguiendo las directrices mismas de la Iglesia ante este mundo nuevo y arrollador en tan pocos años.

1. Interactividad: todos participantes

            La red –Internet- supera el ámbito de la información para permitir una interacción entre las páginas y los lectores; éstos intervienen, valoran, dejan escritos sus comentarios entablando una conversación entre todos los lectores, compartiendo opiniones, puntos de vista o datos esclarecedores. ¡Esto es nuevo! 

De la pasividad de quien lee un periódico, oye una emisora o ve la televisión, siendo introducido irremisiblemente en el pensamiento único y en los paradigmas culturales establecidos por los que a sí mismos se llaman “los intelectuales”, “la progresía”, se ha dado un paso gigantesco a la interacción de quien lee en Internet: ¡puede hablar, rebatir, opinar, unirse a grupos muy diferentes que no encajan en el pensamiento único y que ahora tienen su espacio propio, unos lectores amigos y libertad de expresión”. 

Esta libertad es importante para la doctrina social de la Iglesia, es la libertad de expresión unida siempre a la Verdad, ya que, si no, sería la gran mentira que a todos engaña. 

sábado, 4 de diciembre de 2021

Fe es adhesión a la Persona de Cristo


La plenitud de la fe tiene un aspecto más: no sólo creemos, es decir, nos fiamos y aceptamos lo que Dios nos dice apoyando nuestra existencia en su Palabra, sino que la fe plena conduce a unirnos a Jesús; es algo personal, es comunión de vida con Jesús, es participar de Jesús, de su Corazón, de su Persona. 




            “Para la fe, Cristo no es solo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquel con quien nos unimos para poder creer” (Lumen fidei, 18).

            La fe es tan personal que conduce al encuentro con Cristo para vivir con Él, junto a Él, sin separarse de Él. La fe es cristiana y no una vaga creencia, porque implica una unión personalísima con Cristo, de persona a persona, de corazón a corazón. Hasta punto es así que la vida ya no se concibe ni se entiende sin Cristo: ¡es el único necesario! 


“La fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver” (Lumen fidei, 18).


            Si vemos como Jesús, ¡qué distintas son las cosas, el corazón del hombre, sus acciones! Vemos mejor, más claro y con más misericordia: ¡vemos de verdad!, sin dejarnos llevar por prejuicios, prevenciones, primeras impresiones o superficialmente.

jueves, 2 de diciembre de 2021

La nube en Ex 40 (análisis - II)



                        "Moisés no podía entrar en la tienda del encuentro, porque la nube estaba encima de ella, y la gloria del Señor llenaba su morada." La gloria del Señor es infinita, terrible y majestuosa y nadie puede entrar en la tienda porque sería, en definitiva, entrar en la presencia directa del Señor. Asimismo, tenemos que hacer notar que la nube es entendida como algo que tiene consistencia, ocupa un lugar, un volumen; no es simplemente aire. La nube es algo tangible que ocupa el arca; por estas dos razones -presencia del Señor, "volumen" de la nube- no es posible el acceso al interior de la tienda. Se destaca con esto la presencia del Misterio, inaccesible por parte del hombre, ya que éste nunca lo podrá abarcar ni conocer su Nombre.



         De pronto toma un giro el relato sobre la gloria del Señor: recuerda cómo la gloria del Señor que ahora llena la morada, haciéndose así presente y solidario con su pueblo, es la misma que guiaba al pueblo de Israel en su largo éxodo por el desierto tras la Pascua. Dice así: "Durante el tiempo que duró su caminar, los israelitas se ponían en marcha cuando la nube se levantaba de la morada. Si la nube no se levantaba, no partían hasta el día en que se levantaba, porque la nube del Señor se posaba de día sobre la morada, y de noche brillaba como fuego a la vista de todo Israel, durante todas las etapas de su camino." 

La nube es identificada ciertamente, con la gloria del Señor, según el pasaje que estamos analizando (Ex 40,38). Una gloria que se manifiesta en forma de luz que va guiando. Es la presencia consoladora del Señor, que es providente con su pueblo y lo dirige en su caminar hacia la tierra prometida. Esta nube del Señor los acompañaba "durante el tiempo que duró su caminar", poniendo de relieve que el Señor nunca los abandonó, sino que siempre estuvo con ellos. Esto cobra fuerza y vigor si, situando esta redacción del sacerdotal en el destierro, nos damos cuenta del valor teológico que esta afirmación reviste: el Señor, a los desterrados, no los abandona nunca, como no abandonó a sus padres en su salida de Egipto. 

martes, 30 de noviembre de 2021

La místic y lo místico (Palabras sobre la santidad - XCV)



            En la vida cristiana, nada tomar, nada rechazar; no somos nosotros quienes decidimos ni vamos optando. Se trata más bien de recibir disponible y humildemente aquello que la mano generosa del Señor quiera concedernos, lo que quiera entregarnos. Lo nuestro, lo que hicieron los santos, no fue abalanzarse para coger nada, fue esperar la bondad del Señor y acoger lo que Él les daba. Es recepción, acogida, disponibilidad, cuyo prototipo es la Virgen María en la Anunciación.



            Por eso la vida mística, en primer lugar, es recibir lo que el Señor dé, sin exigir, sin desear otra cosa: “Cristo hace con los suyos lo que quiere porque no dicta el camino el siervo al señor sino el señor al siervo. La aceptación y el amoroso seguimiento de su voluntad da la medida de la cristianía, que puede ser vivida en una plétora de sentimientos y afectos, en experiencia o sequedad de sentimientos y afectos, en carencia de visiones y locuciones, a la vez en lúcida disponibilidad” (González de Cardedal, O., Cristianismo y mística, Madrid 2015, 178).

            La vida mística es accesible a todos porque no es sino el pleno desarrollo de la gracia del bautismo y de los dones del Espíritu Santo en el alma. En este sentido, a todos incumbe. Supone una unión cada vez más perfecta con Dios, un desarrollo y florecimiento de la vida teologal (por la fe, la esperanza y la caridad), y una vida de oración sólida, asidua, constante.

domingo, 28 de noviembre de 2021

Mecanismos de la liturgia (VI) y caminos para celebrarla bien...

Al conocer los mecanismos de la liturgia, es decir, estas leyes internas que la conforman, se abre también una nueva perspectiva: ¿cómo vivir mejor estas realidades?


Los caminos para una liturgia renovada no transitan por la salvaje creatividad y la libertad anárquica, sino por el desarrollo ordenado y solemne: amar la liturgia, celebrarla bien.



Visto todo lo anterior, para que la liturgia no sea algo “complicado y extraño”, la Iglesia nos señala algunos caminos.

            a) Celebrar bien, el “ars celebrandi”.

            Cuando se celebra bien, con humildad y devoción, atenta y amorosamente, siguiendo los libros litúrgicos, sin falsas creatividades, ni añadidos, omisiones o cambios[1], entonces la liturgia resplandece con su noble sencillez[2] y es comprensible, entrando en ella por la vía de la celebración misma. Nada mejor que una celebración litúrgica realizada así, dignamente, para que se comprensible situando a todos dentro del Misterio de Cristo[3].

            En esta dirección, el Papa Benedicto XVI marca el camino de la Iglesia. El “ars celebrandi” no puede ser descuidado, informal, improvisado, ni tampoco monótono, cansino, rápido, siempre pensando que los demás son los que se cansan en la liturgia y todo ha de ser breve.

            El cuidado a la hora de celebrar consigue que Cristo aparezca en el centro de todo y el protagonista sea el Espíritu Santo, sin concesiones a los protagonismos humanos que corrompen y adulteran la liturgia.

viernes, 26 de noviembre de 2021

Criterios del Ritual para la adoración eucarística



Éstos son los principios, entonces, tanto teológicos y espirituales como litúrgicos, que orientan cómo organizar la adoración comunitaria en la exposición prolongada.



            -En los signos externos debe expresar su relación con la Misa (Eucharisticum Mysterium, n. 60): número de velas, exorno floral, el altar como lugar habitual de la exposición, etc., por tanto las velas y cirios no tienen que entorpecer ni el paso ni la visión de la custodia...

            -Acomodada a la índole litúrgica de cada tiempo (cf. SC 119), por ejemplo en el canto inicial que el Ritual no determina que sea explícitamente eucarístico sino sugiere más como canto de entrada: “congregado el pueblo, que puede entonar algún canto, si se juzga oportuno, el ministro se acerca al altar” (RCCE, n. 93), en las lecturas que se escojan, etc.

            -El silencio es un elemento fundamental (cf. Eucharisticum Mysterium, n. 62) para orar, interiorizar y adorar personalmente en común, superando el verbalismo pseudo-catequético con el que se reviste la liturgia habitualmente. Tan importante es este silencio que se le llama “silencio sagrado” (ibíd.). No se concibe exponer el Santísimo, rezar preces, oraciones y demás, e inmediatamente dar la Bendición sin haber dejado un amplio espacio de silencio para orar personalmente ante Cristo Eucaristía.

          -La adoración eucarística está centrada sólo en Jesucristo y no como tiempo para practicar ejercicios piadosos en honor de la Virgen María o de los santos. La normativa litúrgica es clara: “Durante la exposición todo debe organizarse de manera que los fieles, atentos a la oración, se dediquen a Cristo, el Señor” (Eucharisticum Mysterium, n. 62). El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia dice: “En estos momentos de adoración se debe ayudar a los fieles para que empleen la Sagrada Escritura como incomparable libro de oración, para que empleen cantos y oraciones adecuadas, para que se familiaricen con algunos modelos sencillos de la Liturgia de las Horas, para que sigan el ritmo del año litúrgico, para que permanezcan en oración silenciosa. De este modo comprenderán progresivamente que durante la adoración del santísimo Sacramento no se deben realizar otras prácticas devocionales en honor de la Virgen María y de los santos” (n. 165). Por ello, exponer el Santísimo y realizar ejercicios de piedad en honor de la Santísima Virgen o de un Santo es una contradicción en ese momento, porque toda la atención debe centrarse en Cristo; estos laudables ejercicios de devoción deberían situarse después de la Bendición y reserva.

jueves, 25 de noviembre de 2021

La Iglesia comunica la salvación (SC - VI)



La historia de la salvación realizada por Dios se hace definitiva y de una vez para siempre en el Misterio pascual de su Hijo. Él es nuestra salvación, Él es el Salvador del mundo, bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos (cf. 1Jn 4,15; Hch 4,12).


           El mismo Cristo ha asociado a la Iglesia a su obra salvadora. Ella es su Cuerpo, su Esposa. Todo el tesoro de la salvación se lo ha confiado a la Iglesia que lo distribuye a los hombres a manos llenas. Se convierte así en dispensadora de la salvación, administradora de los misterios de Dios (cf. 1Co 4,1) que Cristo le ha confiado para la salvación de los hombres. Por eso, la constitución Sacrosanctum Concilium, recogiendo un pensamiento común a varios Padres de la Iglesia, como S. Ambrosio, S. Juan Crisóstomo o S. Agustín, plantean el paralelismo (el tipo) de Adán y Eva con el de Cristo y la Iglesia: “Del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera” (SC 5). La Iglesia, nacida del costado abierto de Cristo, prolongará la salvación de su Señor.

            Esta bellísima imagen ofrece una preciosa contemplación del Misterio mismo de la Iglesia y de la liturgia en su vida y misión. Los sacramentos originan la Iglesia, la constituyen, por ellos nace la Iglesia…, y, naciendo, la Iglesia recibe como vocación prolongar, entregar, distribuir, la salvación de Cristo a los hombres:

“Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la cruz. "El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento" (LG 3). "Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia" (SC 5). Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la cruz (cf. San Ambrosio, Expositio evangelii secundum Lucam, 2, 85-89)” (CAT 766).

            Así, la constitución Sacrosanctum Concilium da un paso más en los principios fundamentales de la naturaleza teológica de la liturgia, tan indispensable para conocerla, valorarla y celebrarla correctamente: la obra de la salvación continuada por la Iglesia se realiza en la liturgia. Es el modo sacramental en que la Iglesia obedece a Cristo continuando el plan de salvación.

martes, 23 de noviembre de 2021

La virtud de la prudencia (I)

1. Tras las virtudes teologales, dadas gratuitamente por Dios, infundidas por Él mediante su Santo Espíritu, nos encontramos con las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Se llaman cardinales porque son el quicio en torno al cual giran otras virtudes; son cardinales porque vertebran, como cuatro columnas, el ser moral del cristiano. 


Si bien hay una parte en estas virtudes cardinales que son infusas, sobrenaturales, y por tanto, provienen del Señor, estas virtudes corresponden muy bien a la naturaleza humana, que la guía y orienta, y pueden ir siendo adquiridas por el hombre mediante actos repetidos, con perseverancia y movidos y auxiliados por la gracia, hasta que formen parte habitual y orientativa de nuestro existir.

Una rápida descripción de cada una de estas virtudes cardinales puede servir de referencia ya para su comprensión, para luego meditar en silencio y comenzar a desearlas intensamente:


  • La prudencia dirige el entendimiento práctico, la inteligencia qué piensa cómo obrar, y la orienta en sus decisiones y el modo de realizarlas;
  • La justicia perfecciona la voluntad para dar a cada uno lo que le corresponde;
  • La fortaleza refuerza la voluntad para tolerar lo desagradable y acometer aquello que deba hacerse a pesar de las dificultades o inconvenientes y molestias;
  • La templanza pone orden en el recto uso y disfrute de las cosas placenteros y agradables.
  

lunes, 22 de noviembre de 2021

"Santo, Santo, Santo es el Señor..." (Respuestas - XXX)



1. El canto del Sanctus es una de las intervenciones de los fieles en la plegaria eucarística, aclamando a Dios y adorándolo. Su naturaleza exige el canto. A la acción de gracias que el sacerdote ha entonado solemnemente en el prefacio, los fieles prorrumpen alabando a Dios.

            Posee una característica peculiar ya que explícitamente se afirma cómo en este canto el cielo y la tierra se unen; la Iglesia peregrina, los fieles presentes, comparten el himno con los ángeles, los arcángeles y todos los santos, es decir, la Iglesia peregrina se une al himno incesante de la Iglesia del cielo: ¡la comunión de los santos! “Toda la asamblea se une a la alabanza incesante que la Iglesia celestial, los ángeles y todos los santos, cantan al Dios tres veces santo” (CAT 1360).



            ¿Cómo concluyen los prefacios? ¡Destacando esa unión!:

Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria (Pf Común I)

Por él, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza (Pf Común II)

Por él, los ángeles te cantan con júbilo eterno, y nosotros nos unimos a sus voces cantando humildemente tu alabanza (Pf Dominical III)

Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos llenos de alegría (Pf Dominical VIII).

            El canto del Santo en la liturgia permite paladear la liturgia celestial y estar, adorantes, ante el Misterio. Es un “asomarse el cielo sobre la tierra” (cf. Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, 35). Con palabras del Concilio Vaticano II en la constitución Sacrosanctum Concilium:

“En la Liturgia terrena preguntamos y tomamos parte en aquella Liturgia celestial, que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero, cantamos al Señor el himno de gloria con todo el ejército celestial; venerando la memoria de los santos esperamos tener parte con ellos y gozar de su compañía; aguardamos al Salvador, Nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste El, nuestra vida, y nosotros nos manifestamos también gloriosos con El” (n. 8).

domingo, 21 de noviembre de 2021

La nube en Ex 40 (análisis - I)



ANÁLISIS DEL TEXTO: Ex 40,34-38


         Este pasaje encierra una serie de notas muy características de toda esta teología de la nube que estamos desarrollando. Esto no resta para que, completando el sentido de lo que vayamos exponiendo con referencia a este pasaje concreto, no acudamos a otros textos de P que puedan iluminar o reafirmar alguna idea.




         Ex 40,34-38, no es un apéndice, como algo que se presente apartado de todo el material anterior, sino que es presentado como el culmen y finalización; "entonces la nube..." es el enlace que el redactor pone para que captemos desde el principio el nexo de unión entre lo que se va a narrar ahora y las prescripciones litúrgicas anteriores. Esto de por sí, ya es significativo: la presencia del Señor en la nube confirma que todo el aparato ritual-cultual descrito con anterioridad en los capítulos precedentes, no son mera invención humana, sino que tiene un carácter divino: es el mismo Señor el que rubrica todo lo anterior, manifestándose.


                        "Entonces la nube cubrió...": cubrir hace alusión a la sombra que proyecta la nube sobre todo aquello que se encuentra por debajo de ella (idéntica expresión encontraremos en Lc 1,35, cuando el ángel anuncie a María la encarnación del Hijo de Dios). Recordemos que la nube por el día producía sombra -de ahí el cubrir- y por la noche se convertía en una columna de fuego, según la plástica descripción que encontramos en Ex 13,21-22; 16,10; 19,9... y también en el capítulo que estamos analizando (40,38). Nube, en hebreo, viene expresado por el término anan, y se relaciona con la sombra proyectada porque de ahí se deriva el verbo anan que significa cubrir[1]. El concepto de la nube se confunde muchas veces con el término de Gloria del Señor siendo sustituidos metafóricamente por el redactor, ya que ambos conceptos están estrechamente relacionados, desde el punto de vista de la teología de P. Así dice, de nuevo, Auzou: "en lenguaje sacerdotal tal manifestación [venida, presencia] se llama kabod. Esta palabra juntamente con la de nube la encontramos en los textos de P: Ex 16,10; 24,15-18; 40,34-38; Nm 9,15-23;... en los cuales hay que añadir los textos que mencionan el kabod, pero sobrentendiendo la nube: Nm 14,10; 16,19; Lv 9,6.23"[2].


viernes, 19 de noviembre de 2021

Secularización en la liturgia - (4)




            Pudiera parecer sorprendente que lo más santo y sagrado, con tanta carga de sacralidad, devoción y espiritualidad como es la liturgia, pudiera secularizarse, pero así ha ido sucediendo.

            El proceso de secularización ha sido tan persistente que ha penetrado por las ventanas de la Iglesia y ha alcanzado a la misma liturgia pervirtiéndola. Un grave mal que hoy se padece es la secularización interna de la Iglesia, y como la liturgia es epifanía de la Iglesia, su manifestación visible, una Iglesia secularizada se reflejará en su liturgia igualmente secularizada.



            Detengámonos en ver los rasgos e intenciones de esta secularización y comprenderemos mejor el alcance que tiene en la liturgia.

            1) La secularización detesta lo religioso y sus expresiones, y quiere en todo caso reducirlo a la conciencia privada de cada cual.

            2) La secularización, de la mano del relativismo, piensa que no existe la Verdad y por ello todo son opiniones igualmente válidas. Es la dictadura del relativismo que denunció Benedicto XVI.

            3) La secularización sustituye a Dios o por el hombre o por el progreso social o por los valores de moda (ecología, solidaridad, paz…)

            4) La secularización sólo respeta de la religión aquello que puede servir a su proyecto: las obras asistenciales y de caridad y la enseñanza que se acomoda a sus postulados de sólo valores, sólo lo “políticamente correcto”.

            5) La secularización ignora la trascendencia y lo superior, y quiere volcarlo todo en lo terreno, en lo temporal, en el aquí y ahora.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

La fe es un camino



“¿Cuál es la ruta que la fe nos descubre? ¿De dónde procede su luz poderosa que permite iluminar el camino de una vida lograda y fecunda, llena de fruto?” (Lumen fidei, 7).


            La fe nos pone en camino, nos traza una ruta. ¿Adónde nos lleva? ¿Cómo es que la fe es un camino? 



¿Hay que avanzar y progresar? 

¿No se tiene de una vez para siempre y ya podemos despreocuparnos? 

¿La fe no es quedarse quietecitos, estancados? 

¡La fe es camino! Siempre caminantes: así son los creyentes; siempre adelante, avanzando, progresando; nunca inmóviles, aletargados, pasivos, inertes.

 Para ese camino, la fe ofrece su luz y nos va llevando y guiando. No caminamos a tientas, vemos por dónde vamos paso a paso –no más allá, pero sí paso a paso- y conocemos la meta. Eso nos basta. 

El recorrido del camino entero sólo lo conoce el Señor y a cada uno lo va llevando por diferentes caminos y formas. Para entender mejor esto, hay que hacer una incursión en el pasado, ver “el camino de los hombres creyentes” (Lumen fidei, 8), comenzando por Abrahán y siguiendo por la fe de Israel, hasta llegar a la plenitud de la fe cristiana.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Valores espirituales de la adoración eucarística




 A la par que el aspecto pastoral, el aspecto espiritual de la adoración eucarística, una veta de espiritualidad como lo atestiguan tantos santos y almas eucarísticas. La adoración eucarística lleva a reconocer la presencia maravillosa de Cristo que cumple realmente su palabra cuando dice: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,29); en cierto modo a la petición de los discípulos de Emaús, “quédate con nosotros, Señor” (cf. Lc 24,29), Cristo responde con el don de la Eucaristía. 


La fe lo reconoce presente y los mismos signos litúrgicos, el trato, la reverencia, la delicadeza con el Sacramento revelan esa Presencia que se hace Compañía: se está ante el Señor y esos signos sensibles significan la Presencia real que quien los ve puede percibir  la grandeza del Misterio y adorar.

            La adoración eucarística invita a los fieles a la comunión de corazón con Jesucristo: “permaneced en mí y yo en vosotros” (Jn 15,4). La adoración eucarística permite establecer una corriente dinámica de amor entre el Señor y el fiel; es una Presencia de amor que espera, suscita y pide una correspondencia en el amor, una entrega personal a Aquel que se entrega para que se llegue a la plenitud bautismal, “ser uno con Cristo” y poder afirmar como el Apóstol: “vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). La comunión es una realidad vital fundada en el amor donde hay una donación recíproca en libertad.

La instrucción Eucharisticum Mysterium, en el n. 50, ofrece unas preciosas indicaciones espirituales, de alto valor pedagógico y catequético, incluso mistagógico, que educan en la oración ante el Santísimo Sacramento, marcando los fines y el sentido de esta oración, y por tanto orientando tanto el espíritu de la oración privada como el tono de la oración comunitaria en forma de Hora Santa o celebración ante el Santísimo Sacramento –como puede ser alguna Hora del Oficio divino: Laudes o Vísperas-.

sábado, 13 de noviembre de 2021

Dinamismo y vida de la comunidad cristiana (y II)

Los dos primeros elementos, ya vistos, eran la predicación de los apóstoles que era asidua y la unión fraterna, como notas bien características de la comunidad cristiana recién nacida.

Faltan dos características por ver, siguiendo el sumario del libro de los Hechos de los apóstoles: la oración y la Eucaristía. Estos cuatro elementos, juntos, unidos, inseparables, marcan el rostro de la comunidad cristiana y siguen delineando hoy la fisonomía de cualquier comunidad que sea cristiana: parroquial, o monástica, etc.





            3. En las oraciones

            No había que demostrar nada: la oración era el aire que había que respirar, la fortaleza del Espíritu para caminar. Sería impensable el cristianismo sin oración. Se rezaba por la mañana y por la noche, cada cual en su casa o reuniéndose a veces en común, leyendo un texto de la Escritura, cantando salmos y rezando con las manos extendidas el Padrenuestro.

            Era una pequeña liturgia doméstica que se hacía muchas veces en familia; otras veces, a horas tempranas, se reunían presididos por el apóstol para la oración litúrgica en común, las Laudes.

            Se reunían para orar, leer la Escritura, cantar los salmos e interceder por las necesidades de los hombres. ¿Les sonaba extraño? ¿Una novedad, una improvisación del cristianismo naciente? Seguían la tradición judía, confirmada por los apóstoles, de la oración tres veces al día, en el Templo y/o en la reunión comunitaria.

jueves, 11 de noviembre de 2021

¿Cómo nos situamos ante la Iglesia?



A la reflexión sobre el ser y la misión de la Iglesia, sobre su naturaleza y misterio, debe seguir la adhesión cordial y fiel a la Iglesia y un examen de conciencia sincero: ¿Cuáles son nuestras disposiciones de espíritu? ¿Cuál es nuestro sentimiento profundo y personal, al menos el dominante, ante la Iglesia? ¿Cuál es nuestra actitud ante la Iglesia? 



“Ante esa Iglesia a la cual Cristo antes que nadie, como su Fundador, Maestro y Redentor, consagró tantos pensamientos, tantos deseos, tantas preocupaciones y, para decirlo todo con una palabra, tanto amor: “Cristo amó a la Iglesia, escribe san Pablo, y se entregó por ella” (Ef 5,25)” (Pablo VI, Audiencia general, 12-septiembre-1973).


            ¿Cómo nos situamos ante la Iglesia? ¿Y qué lugar ocupa la Iglesia en nuestro corazón?

            Unos se sienten indiferentes ante la Iglesia, la consideran un conjunto de instituciones, normas y ritos que nada serio tienen que ver con ellos. No atacan a la Iglesia, pero tampoco la sienten  como suya. Están dentro de la Iglesia pero como si no estuvieran; se desentienden de la vida y misión de la Iglesia y sólo quieren que la Iglesia esté a su servicio para determinados actos y para poder celebrar algunos sacramentos sin apenas incidencia en sus propias vidas. Su sentido religioso y su relación con Dios está atrofiado. La Iglesia se vuelve para ellos un simple templo, un edificio, una realidad distante de la que se desentienden y que, eso sí, se creen con derecho a exigir cuando algo quieren.

            Otros, en la Iglesia, se sitúan como críticos, que se creen poseedores de una verdad superior y que tienen siempre la solución a todos los retos y problemas pastorales mientras que la Iglesia, para ellos, siempre va con retraso, nunca acierta, necesita modernizarse, adaptarse a los tiempos y las modas. Estos críticos, por encima de la Iglesia, siempre miran con recelo a la Iglesia misma, a su Tradición y Magisterio, a sus pastores, a su liturgia, pretendiendo crear una Iglesia paralela, moderna, atractiva, que sólo existe en su mente. Son críticos destructores, llenos de amargura y resentimiento, que se disfrazan con el traje de “profetas”. Decía Pablo VI:


            “Hoy está bastante extendido este espíritu pesimista, que cuando se trata de la Iglesia sólo tiene ojos para denunciar sus deformidades, tanto las verdaderas como las falsas, y para sacar de aquí un argumento farisaico en alabanza propia y en condenación de ella. A estos críticos tan severos, y a veces influenciados por prejuicios, y carentes de generosidad, querríamos invitarles a una mayor serenidad: a aquella serenidad que hace posible el diálogo y que vuelve a encender el amor en el corazón. ¿Cómo podríamos pretender construir la Iglesia sin amor?” (Ibíd.).


martes, 9 de noviembre de 2021

Mecanismos de la liturgia (V)... ¿o falsas creatividades?



            6. Los añadidos y creatividades sí que hacen complicada la liturgia. Interrumpiendo el ritmo celebrativo, y por encima de las normas del Misal o de los respectivos libros litúrgicos, se introducen en la liturgia elementos extraños que requieren de sus correspondientes palabras (llamadas moniciones) para explicarlos. 




Sólo dos ejemplos pueden ilustrarnos.

            La presentación de las ofrendas siempre, ¡siempre!, ha consistido en una procesión en que los fieles aportaban el pan y vino necesarios para el Sacrificio eucarístico y dones para la iglesia o los pobres. El diácono los recogía y mientras se entonaba un canto que acompañaba la procesión. Pero se introdujeron las ofrendas “simbólicas”, tanto que ya no hay canto sino una monición explicatoria de qué significa lo que se ofrece (un libro, un rosario, una flor, unas sandalias, una guitarra, un balón…), y en lugar de una procesión, van de dos en dos, recorriendo la iglesia mientras está la monición. Terminado este nuevo rito, entonces se introduce un canto. 

¿No es esto complicar la liturgia? 
¿No es más claro realizar una verdadera procesión, uno tras otro mientras suena el canto o el órgano, aportando al altar toda la materia del sacrificio (sean dos, cinco o diez copones más el vino y el agua)? ¿Requiere mucha explicación ver avanzar una procesión que lleva al altar todo el pan y vino necesarios para disponer el sacrificio de la Eucaristía?