martes, 9 de noviembre de 2021

Mecanismos de la liturgia (V)... ¿o falsas creatividades?



            6. Los añadidos y creatividades sí que hacen complicada la liturgia. Interrumpiendo el ritmo celebrativo, y por encima de las normas del Misal o de los respectivos libros litúrgicos, se introducen en la liturgia elementos extraños que requieren de sus correspondientes palabras (llamadas moniciones) para explicarlos. 




Sólo dos ejemplos pueden ilustrarnos.

            La presentación de las ofrendas siempre, ¡siempre!, ha consistido en una procesión en que los fieles aportaban el pan y vino necesarios para el Sacrificio eucarístico y dones para la iglesia o los pobres. El diácono los recogía y mientras se entonaba un canto que acompañaba la procesión. Pero se introdujeron las ofrendas “simbólicas”, tanto que ya no hay canto sino una monición explicatoria de qué significa lo que se ofrece (un libro, un rosario, una flor, unas sandalias, una guitarra, un balón…), y en lugar de una procesión, van de dos en dos, recorriendo la iglesia mientras está la monición. Terminado este nuevo rito, entonces se introduce un canto. 

¿No es esto complicar la liturgia? 
¿No es más claro realizar una verdadera procesión, uno tras otro mientras suena el canto o el órgano, aportando al altar toda la materia del sacrificio (sean dos, cinco o diez copones más el vino y el agua)? ¿Requiere mucha explicación ver avanzar una procesión que lleva al altar todo el pan y vino necesarios para disponer el sacrificio de la Eucaristía?


            Simplemente, leamos lo que dice el Misal:

73. Se traen las ofrendas: el pan y el vino, que es laudable que sean presentados por los fieles. Cuando las ofrendas son traídas por los fieles, el sacerdote o el diácono las reciben en un lugar apropiado y son ellos quienes las llevan al altar. Aunque los fieles ya no traigan, de los suyos, el pan y el vino destinados para la liturgia, como se hacía antiguamente, sin embargo el rito de presentarlos conserva su fuerza y su significado espiritual.

También pueden recibirse dinero u otros dones para los pobres o para la iglesia, traídos por los fieles o recolectados en la iglesia, los cuales se colocarán en el sitio apropiado, fuera de la mesa eucarística.

74. Acompaña a esta procesión en la que se llevan los dones, el canto del ofertorio (cfr. n.37 b), que se prolonga por lo menos hasta cuando los dones hayan sido depositados sobre el altar”.

            En ningún momento se piensa en moniciones por cada ofrenda ni que ésta sea “simbólica”.

            Otro momento que se alarga y se complica es el llamado de “acción de gracias”. Aquí parece que lo importante es que alguien suba y lea un escrito de acción de gracias, largo, con el falso argumento de que así eso es “participar”. 

Sin embargo, de nuevo esto es complicar la liturgia y alargarla, rompiendo el ritmo celebrativo, dándose casos de una distribución de la Sgda. Comunión demasiado apresurada, casi con poco respeto para que no dure mucho, y un parón grande para que alguien lea esa acción de gracias. Se invierten las cosas: lo importante pasa a ser secundario y lo secundario a ser lo importante.

            Pero si vamos otra vez al Misal descubriremos las líneas maestras de este momento después de la Comunión: se purifican los vasos sagrados y después hay silencio o un canto o salmo o himno de acción de gracias, terminando el sacerdote con la oración de postcomunión (que es la acción de gracias común, de todos):


88. Terminada la distribución de la Comunión, si resulta oportuno, el sacerdote y los fieles oran en silencio por algún intervalo de tiempo. Si se quiere, la asamblea entera también puede cantar un salmo u otro canto de alabanza o un himno.

89. Para terminar la súplica del pueblo de Dios y también para concluir todo el rito de la Comunión, el sacerdote dice la oración después de la Comunión, en la que se suplican los frutos del misterio celebrado.

            Es mucho más sencillo, más íntimo y más orante.

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