martes, 30 de julio de 2013

Sólo Dios puede colmarnos

Escribo esto después de haber leído y predicado un versículo del evangelio de la Samaritana: "Si conocieras el don de Dios..."

¡Ay!, si lo conociéramos de verdad y no de oídas -como decía Job-, si lo conociéramos y nos hubiera impactado... ¡qué distinto sería todo!


Si conociéramos el don de Dios, seríamos verdaderos creyentes y Dios sería el centro de todo lo mío, de todo lo nuestro, de lo que somos, sentimos, vivimos, soñamos...

Si conociéramos el don de Dios, estaríamos transformados en nuestras relaciones con los demás, con un apostolado verdadero que condujera a Dios, con una caridad exquisita, una educación amable, un trato respetuoso absolutamente a todos, sin despreciar ni humillar ni menospreciar...

Si conociéramos el don de Dios, ofreceríamos el auténtico culto en Espíritu y Verdad, culto racional (Rm 12,1), culto de toda la vida ofrecida, entregada, ungida por el Espíritu Santo, sin beateríos ni oraciones precipitadas para que nos vean, sino la plegaria cordial, sincera, silenciosa, amante...

Si conociéramos el don de Dios... no idolatraríamos a nadie, erigiéndole un pedestal en el corazón, y girando nuestra vida en torno al ídolo fabricado al que solo le vemos gracias y virtudes y cuyos defectos los tomamos con simpatía y gracia como si no fueran tales, necesitanos girar en torno al ídolo, estar con el ídolo, acaparar y absorber al ídolo... ¡Si conociéramos el don de Dios!

Entonces, si lo conociéramos, veríamos que sólo Dios puede colmarnos.

lunes, 29 de julio de 2013

La fe renueva, no arrasa

En los difíciles años postconciliares, agitados por una crisis cultural que asolaba el occidente, y con la tarea de aplicar las enseñanzas del Concilio, no pocas confusiones surgieron, no pocas desviaciones.

En nombre de la fe, más que renovar la vida cristiana y la Iglesia (semper reformanda), se llegó a destruir todo lo anterior, embestir contra las verdades de la fe, la liturgia y la espiritualidad, buscando un genuino espíritu de libertad contestatario. Se vivía de novedades e innovaciones. ¿Eso era la fe o producto de la fe?


La exaltación de la época y un ingenuo optimismo se tradujeron en corrientes demoledoras. El "aggiornamento" ya no era una puesta al día, una renovación fiel, sino un producto nuevo.

Lo que entonces, en nombre de la fe -más bien una forma de exaltada imaginación- se hizo, hoy se continúa de modo distinto, o menos virulento pero también eficaz, que es la penetración de la secularización en la vida interna de la Iglesia. Sin embargo, la fe cristiana es principio de vida y no de demolición, de renovación en fidelidad y no de construcción con otros cimientos distintos y ajenos.

¿Qué hacer? ¿Qué tarea corresponde al católico que ordena su vida según la fe verdadera? ¿Cómo situarse ante la Iglesia? ¿De qué manera buscar un justo equilibrio ante tantas fuerzas antagónicas que pugnan por renovar destruyendo la Iglesia?

Pablo VI sabía bien enseñar.

domingo, 28 de julio de 2013

Magisterio: sobre la evangelización (VIII)

Bastaría que mirásemos un poco para darnos cuenta de la tremenda secularización en la que vivimos, de la descristianización vigente, como también de la secularización interna de la Iglesia.

Se soñó que plagiando los modos y métodos del mundo, asumiendo el nuevo credo de la postmodernidad, la Iglesia se encarnaría más y mejor y llevaría el Evangelio a todos. Se soñó que los problemas reales eran de organización, de estructura, de lenguaje y sobre todo de contenido, donde la Iglesia sería la que tendría que aprender del mundo y de la cultura actual y modernizarse. Los contenidos de la fe se sustituían por aquello que el mundo esperaba a oír.

¿Éxito? Sólo se podía esperar un gran fracaso. La Iglesia -entiéndase que se generaliza, claro- por ese camino se convertía en sal sin sabor, en una luz apagada.

La realidad se impone. Muchísimos bautizos de párvulos se realizan por "tradición", sin garantías reales de educación en la fe del bautizado, porque sus padres no viven la fe; las primeras comuniones de los niños, convertidas por los pastoralistas en un inmenso y pueril festival sin unción religiosa alguna, es un trámite, un rito social de paso; los matrimonios que aún se realizan sacramentalmente suelen ser por motivos más bien espúreos a la fe: la belleza del templo, la escalinata, etc., sin la verdad sacramental de hacer lo que hace la Iglesia y aceptar todas y cada una de las dimensiones del Matrimonio cristiano en el fuero interno. No seamos ilusos, por favor. Ésta es la realidad y se nota en tantísimos detalles: no saben ni el Padrenuestro, no han participado en la Misa del domingo.

Miremos, por ejemplo, la asiduidad o el recurso a la práctica del sacramento de la Penitencia: escasísimo para la inmensa mayoría de cristianos; miremos la participación dominical e inserción eclesial de muchos miembros -hijos de esta generación, sin mala voluntad probablemente- de asociaciones con sede en la parroquia.

A veces somos ilusos: vemos ocasionalmente llena la iglesia (unas primeras comuniones, por ejemplo) y pensamos que ya está la evangelización, que no estamos tal mal porque al menos estos niños "han recibido al Señor". ¿Nada más?

Con un balance parecido del Papa Juan Pablo II en un discurso, concluía lanzando el reto de la nueva evangelización, igualmente válido hoy a más de 30 años de ser pronunciado:

sábado, 27 de julio de 2013

"Católica", ¿sí,?, ¿en qué sentido?

Vamos a dejarnos catequizar hoy por el sentido "católico" que tiene la Iglesia, por esa nota tan definitoria, tan íntima a su ser y que verifica su autenticidad. Sólo la Iglesia de Cristo, que continúa su Presencia, es Católica, es "la Católica". Éste era el término preferido de los Padres al hablar de la Iglesia.

En ella nos insertamos y de su catolicidad participamos.

"'La Iglesia tenía... un título de honor que todos concordaban en reconocerle...; un título que precisamente por esto era empleado por los Padres. Era un título que las sectas no podían reclamar para sí, de cuya posesión no podían privar a su propietario legítimo... puesto que era la denominación característica de la Iglesia en el Credo... San Pablo nos dice que el hereje "se condena a sí mismo"; y la Iglesia no necesitó contra las sectas de los primeros siglos testimonio más claro que el que las propias sectas daban por sí solas dado el contraste entre ellas y la postura de la Iglesia en aquel tiempo. Las sectas, dicen los Padres, son llamadas con el nombre de sus fundadores, de su lugar de nacimiento o de la doctrina que profesan. Así fue desde el principio: "Yo soy de Pablo, y yo de Apolo, y yo de Cefas"; pero le fue prometido a la Iglesia que no tendría ningún señor en la tierra y que "reuniría en uno solo a los hijos de Dios dispersos por el mundo". Su nombre habitual, que se escuchaba en la plaza del mercado y se pronunciaba en los palacios, el nombre que conocía incluso el recién llegado y que empleaban los edictos del Estado, era el de Iglesia 'Católica''.

Así es como Newman, tratando sobre la Iglesia en el siglo IV y sus relaciones con las sectas y las herejías, indica el rasgo distintivo con el que se encuentra designada desde el siglo II, ya que a medida que la Iglesia tomaba conciencia de su singularidad, experimentada desde sus orígenes, se aprestaba a expresarla con la preocupación constante de poner de manifiesto sus dimensiones esenciales. Este es precisamente el caso de su catolicidad. 

martes, 23 de julio de 2013

Tentación del protagonismo en el apostolado (V)

Se impone un discerniminto, dado que este tema es más delicado. ¿Qué considerar como protagonismo? Sería aquella forma de actuar y aquel talante que mueve al sujeto a realizar las diversas tareas pastorales y de apostolado con el único fin de aparecer delante de los demás como bueno y justo, o buscando la gratificación fácil del aplauso y del reconocimiento de los demás.

Suele ser una tentación clara y evidente: lucirse, figurar, acaparar. 

Esta tentación induce a buscar tareas y apostolados que lucen y que se realizan a los ojos de todos: difícilmente se sentirá a gusto realizando actividades escondidas y humildes, sean las que sean, sino que se escabullirá o las dejará apartadas. Necesita ser visto y actúa para ser visto; desde fuera, al principio, parecerá una persona con gran fuego interior y celo apostólico, pero en cuanto las tareas apostólicas ya sean discretas u ocultas, desistirá rápido o ni siquiera las empezará. Y es que el motivo de su actuar no era sobrenatural (por puro amor de Cristo), sino por vanagloria.

Esta tentación es distinta a la humildad de realizar el apostolado o las tareas pastorales por puro amor de Jesucristo, aunque se realicen delante de los demás, y distinta de la actitud sana del quiere que el ministerio encomendado salga a flote aunque le exija más trabajo y todo lo tenga que realizar él solo. Porque la humildad le hace a uno ser muy libre, para acometer apostolados o tareas que son muy visibles o para los apostolados humildes que nadie ve... porque sólo va buscando la Gloria del Señor.

domingo, 21 de julio de 2013

"¿Y qué es la verdad?"

¡Casi nada!

Es la gran pregunta del escéptico, Pilato, aunque no exenta de búsqueda.

Es la pregunta del hombre de hoy al que se le ha inculcado que todo "depende", bebiendo del relativismo existente.


"Depende": depende lo útil porque si no sirve, para qué la verdad, "depende" de las ideologías y de las modas del momento; "depende" de la confianza que se tenga en la razón o de su negación... "¡Depende!"

El diálogo -¿o era monólogo?- de Pilato sintetiza las dudas y cuestiones del hombre postmoderno, tan pagado de sí mismo, anclado en el relativismo y desconfiando de la razón para proyectar el peso fuerte en el sentimiento (vitalismo, emotividad, afectividad desordenadísima, impulsos).
¿Y qué es la verdad?

sábado, 20 de julio de 2013

De la fe nace la alegría verdadera

¿Podría estar triste o angustiado quien se ha encontrado con el Señor resucitado?

¿Podría vencer el pesimismo a quien ha palpado que Cristo vive y vence?

¿Podría ser la tristeza la nota habitual de quien ha recibido el Espíritu Santo?

¿Acaso el mal y el pecado pueden impregnarlo todo? ¿O no es el Señor quien lo domina todo?


La fe, don sobrenatural, suscita la esperanza auténtica, y de ahí a la alegría, don del Espíritu Santo, hay un pequeñísimo paso. La existencia creyente se acompasa por el fruto espiritual de una alegría, de un gozo, que nadie nos puede arrebatar porque su origen es el Señor que está vivo y actuante, salvando y redimiendo, santificando.

Muchas pueden ser las dificultades y hasta las persecuciones; grande el pecado que nos abate o que parece triunfar en la mundanidad, pero ni el pesimismo ni la angustia pueden hallar cobijo en el corazón cristiano.

Ciertamente es una alegría distinta y superior, alejada de la superficialidad de quien está vacío; ni tampoco es el optimismo ingenuo que ignora la verdad y proyecta una realidad desde una febril imaginación. La alegría que brota de Cristo y nos da el Espíritu Santo es realista, serena, pacífica, eficaz. 

La fe nos conduce a la alegría, la fe es alegre, gozosa, y su premio es la bienaventuranza, o sea, la felicidad, la dicha, la sonrisa eterna.

jueves, 18 de julio de 2013

La aspiración a la humildad (Exht. a un hijo espiritual - X)

"Hijo, por encima de todo aspira a la humildad, que es cosa más sublime que cualquier otra virtud, para que así puedas alcanzar la cima de la perfección, porque los justos empeños no se cumplen de otro modo sino gracias a la humildad y los esfuerzos realizados durante mucho tiempo, por culpa de la soberbia no valen nada.

Un hombre humilde es semejante a Dios y lo lleva en el templo de su corazón. Y el soberbio, por ser aborrecible a Dios, es semejante al diablo.
El humilde, aunque en el porte parezca el más vil, sin duda es glorioso por sus virtudes. El soberbio, en cambio, aun pareciendo digno y distinguido en su aspecto, sin embargo sus actos lo revelan como un inútil y por su semblante, sus andares y sus movimientos se reconoce su soberbia, y por sus palabras quedará pública y notoria su vanidad. Siempre ansía que lo alaben y se desvive por que se prediquen de él virtudes a las que en realidad es ajeno.

No soporta estar sujeto a nadie sino que siempre quiere el primer lugar e intenta meterse hasta llegar a una posición más alta; y lo que no puede conseguir por sus méritos, se apresura a alcanzarlo a fuerza de intrigar: siempre va andando hinchado como un odre vacío lleno de aire. Y lo mismo que un barco sin timonel cuando lo sacuden las olas, así de vanoe inconsistente lo van llevando de acá para allá todos sus actos. El humilde, por el contrario, rechaza todo honor terrenal y se considera el último de todos los hombres.

En verdad, aunque se muestre mediocre en su aspecto, sobresale a los ojos del Señor. Aunque haya cumplido todos los mandamientos del Señor, declara no haber hecho nada y se apresura a ocultar todas las virtudes de su alma; pero el Señor divulga todas sus obras y las saca a la luz; glorifica sus acciones y a él lo ensalzará y lo hará célebre; y lo que pide en el momento de rezar lo obtendrá"

(S. Basilio Magno, Exh. a un hijo espiritual, n. 10).


miércoles, 17 de julio de 2013

Alabanza al misterio de la Iglesia

"La Iglesia comparece ante el tribunal de Dios,
para invocarle con la oración como madre llena de compasión:

...

¡Pon freno a la justicia, oh Señor del mundo,
tu fuerza debe cesar! Los hombres son demasiado débiles.
La bondad te inspiró al principio para fundar la tierra,
el amor guió tu mano cuando formaste al hombre.
Ahora que está ahí, formadopor ti, sé indulgente con él.
Mira, un padre soporta incluso la injuria de su hijo,
y una madre se mantiene en calma si los hijos
hablan en tono duro,
¡así también soporta tú, Dios mío, los pecados de los hombres!

...

Mira, Señor mío, también en nuestros días nuestra tierra
cuenta con numerosos fieles tuyos atareados sólo en la verdad.
Se han edificado monasterios, y detrás de sus muros
viven los hombres de corazón fuerte y perfecto.
Observa, los eremitas habitan las grietas de las rocas
y los grandes hombres de oración en el desierto, los cuales
hacen así obra de reconciliación.

...

lunes, 15 de julio de 2013

"Apostolicam actuositatem": líneas de fuerza para el laicado

El Decreto Apostolicam actuositatem, del Concilio Ecuménico Vaticano II, como sabemos, trata del apostolado seglar, es decir, de la vocación del fiel laico en el mundo y en la Iglesia, de su misión y de su naturaleza eclesial, ya que "el apostolado de los laicos, que surge de su misma vocación cristiana nunca puede faltar en la Iglesia" (AA 1).


Pertenece a la naturaleza del laicado la santificación en el orden terreno y temporal, tratando con la materia del mundo para presentarla transformada a Dios, ofreciendo así un culto lógico, espiritual (cf. Rm 12,1s) y ante el laicado se despliega un campo de misión y actuación amplísimo: el matrimonio y la familia, lo profesional, técnico, cultural, artístico, y su aportación a la vida de la comunidad cristiana como un miembro vivo. Siempre conservando su peculiar condición laical, sin clericalización, sin resguardarse en ámbitos cálidos afectivos en el seno de las sacristías, sino en una exposición permanente a la intemperie del mundo:

"ejercen el apostolado con su trabajo para la evangelización y santificación de los hombres, y para la función y el desempeño de los negocios temporales, llevado a cabo con espíritu evangélico de forma que su laboriosidad en este aspecto sea un claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres. Pero siendo propio del estado de los laicos el vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, ellos son llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento" (AA 2).

La misma Constitución Lumen Gentium dedica todo el capítulo V al laicado. Primero lo define, señalando el origen bautismal de toda gracia y vocación, y luego lo ubica: en la Iglesia y como miembro de la Iglesia, insertado en el mundo y en el orden temporal:

"Con el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la Iglesia. Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde" (LG 31).

sábado, 13 de julio de 2013

La fe es adhesión personal a Cristo y a su Iglesia

Entre las catequesis sobre la fe que vamos recibiendo para formarnos, revisarnos, crecer y avanzar, llegamos hoy a una enseñanza que muy bien se podría calificar de deliciosa, del papa Pablo VI, sobre la adhesión personal a Cristo, que libera a la persona y la orienta a la Verdad, y como consecuencia real la adhesión personal, renovada, gozosa, a la Iglesia.


No son sólo los contenidos, es incluso la expresión oral y literaria de Pablo VI la que podría hoy seducir nuestros corazones y crecer en las dimensiones reales de la fe: su centralidad cristológica, su incorporación eclesial.

La fe recobra así su totalidad, permitiendo la unidad de la persona: seguimos a Cristo, le amamos, le confiamos la vida y nos ponemos a su disposición; hallamos en Él la Verdad porque es Él quien ha salido a nuestro encuentro. Pero sin arbitrariedad, ni subjetivismo que haga un Cristo o un Evangelio a nuestra medida personal, somos introducidos en una Compañía, en un Cuerpo, en un torrente de vida: ¡la Iglesia!

"Cristo llama a los jóvenes de hoy

Detengamos ahora nuestra atención sobre este acontecimiento: Jesús, reconocido y aclamado como Mesías, como el Cristo por su pueblo, y de una manera especial por las voces y los vítores de los jóvenes. El acontecimiento se repite hoy en la celebración litúrgica. Vosotros, jóvenes, sois en este momento, junto con la comunidad de los fieles, los heraldos de Cristo. Perpetuáis en nuestro tiempo, en nuestro ambiente, el momento de gloria de la realeza mesiánica del Señor Jesús. Renováis el acto de fe en su persona y en su misión. Lo reconocéis como Maestro de la humanidad, lo proclamáis Profeta de los destinos del mundo, lo declaráis Rey Divino, en el cual se centra la suerte de todo hombre y en torno al cual se forma el designio total de la historia. Jesús es la verdad de la existencia humana, más aún, Él mismo es la Vida, el principio de nuestra salvación, presente y futura.

¿Nos escucháis, queridos hijos? 
¿Nos comprendéis? 
¿Os parece lejana nuestra voz? 
¿Os suena a extraña e incomprensible? 

viernes, 12 de julio de 2013

Cristo es el buen samaritano

Normalmente, cuando leemos la preciosa parábola del buen samaritano, aquel hombre que siendo extranjero al pueblo de Israel, se hizo prójimo del hombre que había sido robado y apaleado y estaba tirado y herido al borde del camino, nos quedamos con su primer sentido. Es el más evidente: amar es hacerse prójimo de quien sufre.


¿Qué es la caridad? ¿Qué es el amor? Cargar sobre nuestros hombros el dolor de nuestros hermanos y procurar aliviarlo, ayudarlo. El amor es una entrega servicial que, generalmente, poco tiene que ver con los sentimientos y estados afectivos. Amar es servir, amar es acercarse, amar es curar.

Pero avanzando más en la lectura e interpretación de esta parábola, llegamos ya a un segundo sentido, más hondo, el cristológico. En la parábola vemos a Cristo; en el buen samaritano reconocemos a Cristo, el verdadero buen samaritano.

Ya hace tiempo lo explicamos y así aprendemos también a interpretar cristológicamente toda la Escritura, pues Cristo está "como escondido" en todo, y todo nos habla de Él. Recordemos esa catequesis sobre la parábola cristológicamente explicada del buen samaritano

miércoles, 10 de julio de 2013

Tentación del miedo (apostolado IV)

¡Cuántas veces el Señor dirá a sus profetas: "No les tengas miedo"! Jesucristo anunciaba que llevarían a los tribunales a sus discípulos pero que el Espíritu hablaría por sus bocas.

    El miedo irracional, tal vez timidez, tal vez pánico frente a algo nuevo, tal vez cobardía, es tentación del Maligno. Frente al apostolado, el miedo pretende paralizarnos (todo miedo paraliza como sistema de defensa) y dejarnos en la cómoda instalación, en los brazos cruzados, en los ajos y cebollas de Egipto en vez de la arriesgada libertad del Mar Rojo y del desierto. El miedo hace olvidar que el Señor despliega su brazo poderoso en favor de los elegidos y les da el Espíritu de fortaleza.

El testimonio cotidiano parece fútil e incapaz de mejorar las personas y condiciones que lo rodean. La tentación del desánimo y del cansancio es más fuerte en el testimonio que en la predicación y en las acciones organizadas de caridad y justicia, pues estas últimas suelen recibir crédito y reconocimiento. El testimonio, en cambio, por su misma naturaleza es demasiado poco espectacular y cotidiano como para suscitar -salvo casos particulares- reconocimiento explícito .

    El miedo nos ciega y no nos deja ver la Providencia del Señor. El miedo nos puede impulsar incluso a negar a Jesús antes de que el gallo cante tres veces.

  

martes, 9 de julio de 2013

El Creador y yo

Al final, al final de todo... nos damos cuenta de que lo único que cuenta es Dios Creador y uno mismo.

Al final, al final de todo... descubrimos que estamos a solas con el Solo, y que eso es lo único que vale y que sustenta la existencia.

Lo demás, en tanto en cuanto; lo demás, en Dios, por Dios, desde Dios, pero sin endiosar absolutamente nada (ni a nadie, claro): Dios, Dios, Dios.


Es una percepción nueva y liberadora: a solas con su Señor, así anda el cristiano que de verdad camina. Y quien no lo descubre, vive fuera de sí mismo, endiosando e idolatrando a cualquiera y cualquier cosa.

La experiencia personal de Newman fue así:

"Cuando tenía 15 años (en otoño de 1816) se produjo un gran cambio en mis pensamientos. Caí bajo la influencia de una creencia definida y en mi intelecto se imprimió lo que era el dogma, y eso, gracias a Dios, nunca se ha borrado ni oscurecido.
...Creí que la conversión interior de la que era consciente (y aún ahora, estoy más seguro de ello que de tener pies y manos) seguiría en mi vida futura y había sido elegido para la gloria eterna... Esta creencia influyó... en que concentrara todo mi pensamiento en los dos seres -y sólo en los dos seres- cuya evidencia era absoluta y luminosa: yo mismo y mi Creador" (Apol. 3, 107.108).

domingo, 7 de julio de 2013

Un buen libro

Un buen libro es un aliado.

Un buen libro, una buena biblioteca, es fundamental.

Los libros nos elevan, nos muestran horizontes nuevos, permiten aprender.

¡Cuanto más se lee mejor! Sí, cuanto más lee, mejor. Sin embargo, parece que cada vez se lee menos, o se lee un único libro y se cree alguien que ya es un experto por conocer un libro sobre un tema.

Los libros son fundamentales. Diversos temas, diversos autores, diversos enfoques... para que el lector piense por sí mismo, analice, contraste y rece. Sí, rezar. Un buen libro (incluso una novela, un libro de historia o similar) nos eleva a Dios mediante la petición o la acción de gracias.

El nivel de incultura generalizado no fomenta el hábito de la lectura abundante. Repito, abundante: no un libro de vez en cuando, un best-seller "obligatorio", sino la lectura de la mayor variedad posible con espíritu crítico.


¡Qué buen amigo es un libro!

"Decía el Venerable Papa Pío XII que el oficio de un buen libro es educar a una comprensión más profunda de las cosas, a pensar y a reflexionar.

sábado, 6 de julio de 2013

Elegidos y enviados, los sacerdotes

Siempre es una Gracia; el sacerdocio ministerial se debe a un Don por el que Cristo elige a los que quiera para estar con Él y enviarlos a predicar. Nadie puede arrogarse ese derecho, nadie es suficiente digno ni merecedor.


El sacerdocio ministerial es Gracia, Don y elección.

La imposición de manos configura con Cristo y convierte al sacerdote en servidor a imagen de Cristo, el Siervo de Dios. Esta conciencia de ser un servidor y un enviado despierta la gratitud y el asombro ante la propia elección y, renovada cada día, afirma el amor del sacerdote por su Señor.

jueves, 4 de julio de 2013

La fuerza de los sacramentos

¿Cuáles son las implicaciones de todo sacramento?

¿Cuál es su fuerza?

¿A dónde nos lleva cada sacramento?

"Así ocurre con el sacramento. No hay necesidad alguna de saber reflexionar, de encontrar expresiones adecuadas, de sentir emociones en consonancia con el acontecimiento que tiene lugar al celebrarse. Lo decía muy bien el catecismo, con su aguda capacidad de síntesis, cuando dejaba claro, por ejemplo, que para acercarse a comulgar es necesario "saber y pensar a quien se va a recibir", esto es, ser conscientes del significado que tiene su Presencia Grande. Por eso, uno puede llevar a cabo ese gesto partiendo de un estado de ánimo lleno de resentimento, exasperado, con el corazón frío y la mente bloqueada. Pero lo que cuenta es el libre "ir a" llevándonos como petición a nosotros mismos, lo que cuenta es la presencia de uno ante Cristo, consciente, tornándose petición...

El contenido operativo de esos gestos misteriosos que son los sacramentos, po rmedio de los cuales se nos comunica en profundidad un nuevo ser en el seno de la Iglesia, no podemos percibirlo experimentalmente nosotros. Del sacramento sólo vemos el gesto que realizamos. Por consiguiente, si tuviéramos que confiar en la manifestación de nuestros sentimientos para poder vivir a través de ellos la relación con Cristo, estaríamos a merced de nuestra fluctuación emotiva. Mientras que el signo sacramental está sólidamente anclado en su fisonomía objetiva, y a ella conduce la Iglesia la atención del hombre. Así, a la Presencia Grande que se comunica con el hombre, éste le responde con su libre presencia que pide una vida nueva. Es la forma de oración más adecuada a la disposición de nuestra naturaleza humana, la más sencilla dada su objetividad.

miércoles, 3 de julio de 2013

Pensamientos de San Agustín (XIX)

Retengamos los pensamientos de san Agustín, que sean una ayuda en nuestro crecimiento y así, de camino, nos adentremos en la riqueza de los Padres de la Iglesia, verdaderos maestros para tantas generaciones cristianas.

Las acciones del diablo son perversas. No para de rondar para que obremos contra Dios y nos elevemos contra Él.
El diablo se vale de los hijos de la infidelidad como órganos propios para perseguir a los hijos de la luz; pero también combate por sí mismo ocultamente y solicita con furor para que se diga o ejecute algo contra Dios (San Agustín, Tratado sobre la Paciencia 10,9).
El hombre humilde reconoce lo propio de Dios, santificar y salvar, y lo propio humano, aquello que hay en el corazón: desorden, concupiscencia y pecado, con una grannecesidad de redención y de la gracia de Dios.
Déjale a Dios lo de Dios y reconoce, !oh hombre!, lo propio del hombre. Ignoras la justicia de Dios, y quieres establecer la tuya; quieres, por ende, justificarme a mi; y ya es bastante para ti que seas santificado conmigo (San Agustín, Sermón 129,6).

martes, 2 de julio de 2013

La fe inmutable

Pablo VI es un verdadero maestro, con diagnósticos muy precisos, una palabra consoladora y una línea clara.

En momentos de confusión donde todo se quería cambiar, la misma fe, en lugar de intentar ser explicada con lenguaje inteligible, era cambiada en su forma y en su contenido.


La renovación de la Iglesia no es demolición, ni su puesta al día es una revolución o mutación. La fe es inmutable, fijada en dogmas o formulaciones claras y precisas de la fe; pero el lenguaje que ha de explicarla, la teología, la catequesis y la predicación, es el que debe buscar una mayor claridad para los hombres de cada cultura y generación.

Todos deberíamos entender lo mismo al escuchar o decir palabras tales como "resurrección", "eucaristía", "redención", "sacrificio"... pero el efecto demoledor que padecemos es que la explicación renovada llegó a sustituir la verdad de la fe transformando su sustancia. Cada cual hoy cree cosas distintas, por ejemplo, sobre la "resurrección". ¿Ha cambiado la fe? La fe es la misma. ¿Qué ha pasado? Una mutación que no se puede ni sostener ni defender.

Es tiempo de pasar de la confusión y de relativismo a lo nuclear y cierto de la fe católica.

"Os plantearemos una pregunta: ¿habéis comprendido el sentido del nombre simbólico de Pedro dado por Jesús a su principal discípulo, Simón, hijo de Jonás: “tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18), es decir la sociedad de aquellos que creen en mí y se congregan en mi nombre en torno a ti y de la que tú eres el fundamento? La idea que Jesús quería expresar es muy clara siendo extremadamente compleja y profunda para quien la quiera reflexionar: es la idea de la solidez, de la fijación, de la permanencia, Nos diremos incluso de la inmovilidad. Simón, hijo de Jonás, era un hombre bueno, pero –según lo que conocemos de él- entusiasta, cambiante, generoso y tímido. Al darle el título, el don, el carisma de la fuerza, de la solidez, de la resistencia, de la constancia, que son las cualidades de la piedra, de la roca, Jesús asociaba el mensaje de su palabra a la fuerza nueva y prodigiosa de este apóstol, el cual debía tener –él y sus legítimos sucesores- la misión de testimoniar, con una certeza sin igual, este mensaje que llamamos el Evangelio.

lunes, 1 de julio de 2013

La limosna (Exht. a un hijo espiritual - IX)

"Hazte siempre ajeno, hijo mío a este vicio [la avaricia] y acepta de buen grado la pobreza voluntaria.

No seas dejado ni perezoso, sino trabaja con tus manos para tener de dónde poder darle al indigente.

Dentro de tus posibilidades ofrece con moderación: que sólo se te exige lo que se te ha entregado; nadie te exige lo que no tienes. La limosna que se aporta inicuamente es una abominación a los ojos de Cristo: a Él le agrada lo honradamente aportado.

Hijo mío, la virtud de la misericordia no tiene estas mañas: que hay algunos que arrebatan lo ajeno y luego fingen dar limosna; y a unos los oprimen, mientras delante de otros fingen tener compasión. Pero Dios no se complace con sus actos, y esa falsedad de su corazón la maldice y la rechaza.

Y tú, hijo mío, aunque sea poco lo que ofrezcas fruto de tu trabajo, eso es grato y bien recibido a los ojos del Señor. No te jactes al ofrecer limosna al indigente y no te creas mejor que aquel a quien le haces un préstamo a usura, sino muéstrate humilde en todos tus actos a los ojos del Señor, porque a Dios no le agradará lo que se hace con soberbia; pero lo hecho con humildad sí es bien recibido por Él"

(S. Basilio Magno, Exh. a un hijo espiritual, n. 9).