Domingo II del Tiempo Ordinario: es un domingo casi de transición aún, con ecos clarísimos del Tiempo de Navidad-Epifanía; en cierto modo, el actual leccionario configura este domingo como una epifanía del Señor, por eso, entre otras cosas, se lee el evangelio de San Juan y no el evangelio sinóptico que corresponde al ciclo (este año, ciclo C, corresponde san Lucas).
Las bodas de Caná leídas aquí, en este momento, en este marco litúrgico, se convierte en un evangelio de epifanía.
Hay que pensar que el contexto litúrgico (y la sentencia o frase en rojo escrita en el leccionario al inicio de cada lectura) es el que da la clave de interpretación de cada evangelio. Las bodas de Caná en el leccionario de la Colección de Misas de la B. V. María se proclaman destacando el versículo:
“Y la madre de Jesús estaba allí”; si se lee este evangelio en el rito del matrimonio, se subraya el hecho mismo de unas bodas santificadas por la presencia de Cristo. Pero,
hoy domingo, no son esos los aspectos predominantes. La clave, la llave que abre el sentido, se formula en el último versículo del Evangelio
“Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él”. Esto es lo que hay que predicar, comentar, rezar, contemplar.
Se enmarca este evangelio de las bodas de Caná si recordamos las antífonas litúrgicas de la fiesta de la Epifanía del Señor, hablando de los tres signos, milagros:
“Hoy la Iglesia se ha unido a su celestial Esposo, porque, en el Jordán, Cristo la purifica de sus pecados; los magos acuden con regalos a las bodas del Rey, y los invitados se alegran por el agua convertida en vino. Aleluya” (ant. Bened.). Esto es, la Epifanía se contempla como las bodas de Cristo con la Iglesia:
- El Jordán es el baño para las bodas (en Efesios se dice que Cristo lavó a la Iglesia, la acicaló para presentarla ante sí...)
- Los magos presentan regalos de bodas
- Las bodas de Caná son las de Cristo con la Iglesia donde los invitados se alegran
La antífona del Magníficat en la Epifanía une los tres prodigios como
tres momentos de una única realidad: se desvela quién es Jesucristo. “Veneremos este día santo, honrado con tres prodigios: hoy, la estrella condujo a los magos al pesebre; hoy, el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy, Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán, para salvarnos. Aleluya”.
Acudamos a la Tradición, a la
liturgia hispano-mozárabe y veamos que une perfectamente estos tres momentos en la Misa en la Aparición del Señor (: Epifanía):
"Ahora celebramos el día de la Epifanía,
que revela la divinidad del nacido,
ensalzando los diversos prodigios que señalaron la llegada al mundo
de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Porque mandó desde el cielo la estrella que anunciaba su nacimiento,
y la hizo marchar delante de los magos estupefactos
hasta la cuna de su humana infancia.
Porque entró en el cauce del Jordán para santificar con su bautismo
las aguas que habían de bautizar a todas las naciones;
allí donde diste a entender,
por el Espíritu que volaba en forma de paloma,
que Él era tu Hijo unigénito y amado
y además lo expresaste con tu paterna voz.
Porque efectuó su primer milagro en Caná de Galilea,
enseñando, en alto y admirable sacramento,
que había venido desde los siglos a desposarse con la Iglesia
y que la fe verdadera había de trasmutarse
en el vino de la prudencia y de la espiritual sabiduría.
Y así, proclamada nuestra fe
por estas tres manifestaciones de tus maravillas,
que concurren en la solemnidad de hoy,
nuestro Señor Jesucristo es al mismo tiempo
obra viva de tu poder y anuncio de nuestra salvación.
Por eso, Señor, de acuerdo con estas tres grandes maravillas,
permanezca en nosotros la integridad de la gracia espiritual,
saboreemos en nuestros corazones el vino de la prudencia
y brille en nosotros la estrella de la santidad" (Oratio Alia).
Hoy, por tanto, es domingo epifánico.
Hoy contemplamos la revelación de quién es Cristo.
Hoy admiramos a Aquel que tiene poder para cambiar la naturaleza misma de las cosas.
Hoy empieza la nueva creación, acercándose Cristo a unos esposos como Yahvé paseaba por el jardín con Adán y Eva cuando el pecado no existía, recién inaugurada la creación.
Hoy el agua de la Antigua Alianza, se convierte en vino de la Nueva Alianza.
Hoy lo aguado de nuestras vidas se pueden convertir en el vino de la alegría del Espíritu Santo, de su sobria ebriedad.