domingo, 30 de enero de 2022

Presencia de la Iglesia en Internet (panorámica)



En Internet existen ya páginas variadísimas en el ámbito católico. La Iglesia, y los católicos en cuanto tales, han ido asumiendo el reto de la presencia en la red, de la aportación específica y de la evangelización sin hacerse de rogar.


  
          Se podrían clasificar en seis grandes grupos el tipo de páginas y de presencia católica en la red que nos permitirán una visión panorámica de su variedad.

            1) El primer apartado sería el de la documentación. Se puede hallar en Internet toda la patrística, las obras de todos los Padres de la Iglesia, todo el Magisterio pontificio, obras completas de santos, doctores de la Iglesia y autores espirituales, así como, por supuesto la Biblia, pero también textos litúrgicos, el Misal, la Liturgia de las Horas, liturgias de otros ritos, etc. Es una inmensa biblioteca digital de fuentes y patrimonio, donde prácticamente todo se puede encontrar, facilitando la investigación al estudioso o la formación de quien intente crecer en la comprensión del misterio cristiano.

            2) Internet es un medio que se caracteriza por la rapidez y por tanto el más accesible modo de estar informado de la actualidad. Cualquier noticia aparece en Internet a los pocos minutos de producirse. La vida de la Iglesia está cada vez más presente: revistas católicas, agencias de información católicas, páginas religiosas de actualidad, favorecen la vida de la Iglesia en todo el mundo, informarse de su situación, de sus retos, de sus acciones evangelizadoras, creciendo en catolicidad. Todo aparece en Internet con lo que también lo malo o lo escandaloso sale a la luz, al igual que las muchas y buenas acciones pastorales de cualquier parte del mundo. El mayor o menor éxito de este tipo de páginas radicará en su actualización constante o frecuente o en la lentitud al renovarse.

viernes, 28 de enero de 2022

La fortaleza, virtud (I)



1. Junto a la prudencia y la justicia, la fortaleza y la templanza son las otras dos virtudes morales cardinales necesarias para estructurar y guiar nuestro obrar moral. Alrededor de ellas otras virtudes más pequeñas van naciendo, perfeccionando nuestra alma en este camino de santidad. Más adelante las veremos. 




Cerramos así hoy el capítulo más grande e importante de la vida moral: las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). En el fondo es sólo configurarnos, tomar la forma del mismo Cristo en nosotros.

2. La virtud cardinal de la fortaleza ejerce la función de enardecer, impulsar, encender, aquilatar, la voluntad y el deseo (o los propósitos santos) para no desistir o cansarse en conseguir el bien que es arduo o difícil, por encima de los riesgos, las dificultades, el cansancio, la aparente esterilidad. 

miércoles, 26 de enero de 2022

Glorificación de Dios y santificación de los fieles (SC - VIII)



1. La liturgia es el culto perfecto que la Iglesia tributa a Dios, es la glorificación de Dios.

            Este lenguaje ha dejado de ser común, tan influenciados como estamos por la desacralización de la liturgia (casi vulgaridad en muchos casos), y, sin embargo, es lenguaje conciliar: “esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados” (SC 7).

            La liturgia realiza el mandato que el Señor dio: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él solo darás culto” (Dt 6,13) que repite Jesús a Satanás al ser tentado (Mt 4,10). El culto a Dios es la expresión sensible y visible, interior a la vez que exterior, del reconocimiento y entrega obediente a Dios de la fe. El culto y la adoración son signos humildes que proclaman la grandeza absoluta y única del Señor:



“La adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho (cf Sal 95, 1-6) y la omnipotencia del Salvador que nos libera del mal. Es la acción de humillar el espíritu ante el “Rey de la gloria” (Sal 14, 9-10) y el silencio respetuoso en presencia de Dios “siempre [...] mayor” (San Agustín, Enarratio in Psalmum 62, 16). La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas” (CAT 2628).

            Toda la liturgia de Israel, en el Antiguo Testamento, es adoración a Dios, escucha de su Palabra y culto exclusivo a quien es el único Dios verdadero. Israel recibe como misión particular, por elección amorosa de Dios, “glorificar al Señor” (cf. Sal 147), “alabad al Señor” (Sal 112; 145), la bendición es que “generaciones sin fin cantarán vítores” (Tb 13), el fin perfecto es “ofrecer una ofrenda pura desde donde sale el sol hasta el ocaso” (Mal 1,11), acompañando la liturgia –no despreciando la liturgia- con la sinceridad del corazón, no sólo de los labios (cf. Is 1), y de la misericordia y el conocimiento de Dios más que lo exterior y ritual cuando está vacío (cf. Os 6,6) y se vuelve un mero formalismo.

lunes, 24 de enero de 2022

Silencio, contemplación y palabras en el teólogo

Vivir la vocación teológica y desarrollarla, profundizar en la teología y enseñarla... ¡es tarea realmente muy contemplativa!

La teología, el oficio de la teología (pensar, estudiar, rezar, enseñar) es oficio de amor. Une lo contemplativo y lo activo... si no, no es buena teología.


Dice Santo Tomás: "“El hecho de que alguien comunique a otro la verdad meditada por medio de la enseñanza parece que pertenece a la vida contemplativa" (II-II, 181, a. 3, c).

Se trata, pues, de contemplar y transmitir lo contemplado como acto de amor y servicio eclesial. Es a eso a lo que von Balthasar llamó "teología de rodillas" frente al academicismo de una "teología sentada" y yo añadiría también frente a la locuacidad de quienes hablan constantemente de todo como si de todo supieran y dominaran la materia.

Antes de todo eso, para un verdadero teólogo están el silencio y la contemplación para recibir de Dios; está antes de escribir, hablar o enseñar, el imbuirse de la oración contemplativa y la adoración eucarística, de la escucha de la Palabra, de la acción litúrgica (Eucaristía y Liturgia de las Horas).

sábado, 22 de enero de 2022

La Humanidad glorificada del Verbo

Es el gran misterio: Cristo resucitó. Su carne, depositada en el sepulcro, fue glorificada y convertida en Cuerpo espiritual. Resucitó.


En la Pascua del Señor, su humanidad fue glorificada; su carne fue traspasada por el Espíritu Santo inaugurando la vida eterna y convirtiéndose en Señor del Espíritu, Señor de vida, vivificador.

Hay una identidad real, una continuidad, entre la carne que sufrió la pasión y fue crucificada y la carne glorificada del Verbo encarnado. Si fuera otro cuerpo distinto no sería resurrección; si no hubiera identidad, la resurrección realmente no sería tal. Las llagas en su Cuerpo glorioso son la señal de identidad, así como la posibilidad de comer los peces asados delante de sus apóstoles y poder ser tocado por ellos.

jueves, 20 de enero de 2022

Argumentos de Tradición para la liturgia (S. Isidoro)




La liturgia además está configurada, y como tal se recibe, por “la tradición apostólica” (I, introd.). Al ser un hecho de Tradición, junto a lo que expresamente relata o prescribe la Escritura, se recibe y se tiene como norma lo que ha llegado a la vida de la Iglesia por tradición apostólica.



La importancia del canto de los salmos en la Iglesia viene avalada por el hecho de la Tradición y por la referencia a san Agustín. “La Iglesia antigua de tal forma cantaba que mandaba salmodiar al cantor con ligera flexión de la voz, de tal manera, que más se asemejaba a un declamador que a un cantor. Por los sensuales, no por los espirituales, se introdujo en la Iglesia la costumbre de cantar, para que, a quienes no conmovían las palabras, se enterneciesen con la suavidad de la armonía” (I, 5). 


Explicado lo cual recurre a la doctrina del Doctor gratiae:


            “Así el bienaventurado Agustín, en el libro de sus Confesiones, aprueba la costumbre  de cantar en la Iglesia, “para que por el halago de los oídos, dice, al ánimo débil se eleve a la degustación de la piedad, pues en las mismas santas exhortaciones más piadosa y ardientemente se levantan nuestras almas al ardor de la piedad mediante el canto que sin él. Todos nuestros afectos según la diversidad de sones, acaso por la novedad, no me explico por qué misteriosa tendencia, se excitan más mediante el canto que se ejecuta con suave y artística voz” (I, 5).  


De la Tradición viene la práctica litúrgica de los himnos, composiciones poéticas cantadas, rechazadas en otras Iglesias. Los himnos más antiguos son compuestos por san Hilario y la composición llega a grado excelso y amplísima difusión en Occidente con san Ambrosio. Es lo que explica san Isidoro: 


“Hilario, obispo de las Galias, pictaviense de origen, conspicuo por su elocuencia, fue maestro en componer himnos. Tras él, es gloriosamente conocido el obispo Ambrosio, enaltecido varón en Cristo y doctor clarísimo en la Iglesia como prolífico autor de himnos; por él les viene el nombre de himnos ambrosianos, porque fue durante su episcopado cuando comenzaron a entonarse en la diócesis de Milán y, tan célebres se hicieron, que se extendieron a todas las iglesias de Occidente. Se da el nombre de himno a toda composición poética compuesta para alabar a Dios” (I, 6).


miércoles, 19 de enero de 2022

"Anunciamos tu muerte..." - II (Respuestas - XXXII)



4. Siempre más sobrio, el rito romano no conoce ni practicó tantas intervenciones por parte de los fieles. Tradicionalmente sólo tuvo tres: el diálogo inicial, el Sanctus y el Amén final.

            Con la reforma litúrgica y el Misal romano de 1970 se introdujo una aclamación después de la consagración. Las palabras “Mysterium fidei”, que con el transcurso de los siglos se desplazaron al interior de las palabras de la consagración del cáliz, se eliminaron de ese lugar y se colocaron tras la consagración como una afirmación de fe y aclamación que el sacerdote pronuncia: “Éste es el sacramento de nuestra fe” o “Éste es el Misterio de la fe”, y los fieles cantan o responden: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”



            Al reimprimir la segunda edición del Misal romano en castellano, en 1988, se añadieron otras dos fórmulas más, de libre elección, para esta aclamación después de la consagración. En la 2ª fórmula, el sacerdote dice: “Aclamad el misterio de la redención”, y se responde: “Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas”. Por último, en la 3ª fórmula ad libitum el sacerdote dice: “Cristo se entregó por nosotros”, prosiguiendo el pueblo: “Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor”.

            El sentido de aclamación que poseen estas fórmulas, requiere que en las Misas más solemnes se cante, enfatizando la alabanza de todos.

martes, 18 de enero de 2022

Caminos (sencillos) del humanismo cristiano

El valor de la persona, el reconocimiento del valor y dignidad del otro, el respeto a su pasado y a su presente, a su riqueza interior... en nuestro mundo, son llamada y signo de un nuevo momento y expresión histórica del cristianismo, la de un recto y profundo humanismo cristiano



Más aún, ya Juan Pablo II, en su primera encíclica, "Redemptor Hominis", programática de lo que es su pontificado, afirmaba que "el hombre es el camino de la Iglesia" (nº 14): el hombre no es un absoluto, está referido, abierto, religado, llamado, a Dios: aquí radica la mejor y más esencial referencia del humanismo cristiano, que nace en el mismo momento en que el Verbo se hizo carne (Jn 1,14) uniéndose de este modo a todo hombre (GS 22).

Se habla a menudo, en la prensa, en la televisión, de la "deshumanización" que invade nuestro mundo. El cine contemporáneo lo denuncia, la misma sociedad reclama un mundo "más humano". Mas esta plena humanización sólo encontrará su más plena y satisfactoria realización en el catolicismo.

Signos de deshumanización se denuncian cuando a los enfermos, en hospitales o consultas médicas, se les trata, a veces, como un estorbo, casi sin respeto, como un número o expediente, hacinados en los pasillos, perdiendo toda dignidad; o el trato frío de las ventanillas de cualquier oficina, donde se despersonaliza, sin una acogida ni ningún rasgo de amabilidad, de ver en el otro una persona; signos de deshumanización, incluso, en la misma Iglesia pueden ocurrir cuando se exige, se obliga, se imponen cargas pesadas pero luego no se mueve un dedo para ayudar a llevarlas (cf. Mt 23,4) siendo así que el Evangelio es descanso, yugo suave y carga (cf. Mt 11,28.30), que no agobia, ni hunde, ni provoca desconsuelo en el alma; se puede dar una deshumanización cuando en la Iglesia no se escuche al otro, sus necesidades y problemas, sus carismas y sus deseos, porque la Iglesia -en sus hijos- deberá y querrá escucharlo y recibirlo "como al mismo Cristo" (máxima que tanto insistirá S. Benito en su Regla Monástica), amarlo e intentar ganarlo para Cristo, con suavidad, con "lazos de amor" (Os 11,4).

En todas las circunstancias y en todos los ámbitos, la Iglesia sabe que el hombre es su camino, portadora Ella misma del mejor y más profundo humanismo que lo va realizando como germen, semilla y fermento del Reino. Ella misma "humaniza" porque sabe el valor que tiene toda persona (¡y el alto precio que Jesucristo pagó por ella: su propia sangre!). 

domingo, 16 de enero de 2022

Sentencias y pensamientos (XXVII)

12. ¿Eres tú o tenemos que esperar a otro? Las obras de Cristo están patentes y son fruto hoy de su Presencia en la vida de nuestros hermanos: el perdón que vence cualquier ofensa sin resentimiento; la paz en medio de tormentas de la vida; la alegría comunicativa, tal vez, en medio de una enfermedad... Es Cristo quien lo logra. Con esas obras, ¿de verdad vamos a fiarnos de otro? ¡Es Él! Ven. Ven.
 
 
 
13. Cristo sigue siempre pasando por la vida: unos Cursillos, un retiro, unos Ejercicios, una catequesis, una homilía, un rato de adoración, una enfermedad, una persona... sólo hace falta estar atentos como Zaqueo, deseosos de Él, necesitados de su Presencia.
 
 

14. El evangelio de Zaqueo es evangelio de esperanza: la misericordia inmensa de Cristo que sigue pasando por nuestra vida. Ni se escandaliza de nuestros pecados y debilidades, ni nos juzga con desprecio. Va a nuestro encuentro pasando por nuestra vida. Quien lo acoja, halla la salvación, cambia de vida, experimenta una plenitud única.

¡Qué bien, Señor, que no huyes de mí, ni pasas de largo!, ¡no me condenas, no me humillas! Me amas, me aceptas, me acoges, me abrazas y me transformas.



viernes, 14 de enero de 2022

Internet para la evangelización



Si, tal como expresó el poeta clásico Terencio, “nada de lo humano me es ajeno”, Internet no es una realidad comunicativa ajena o extraña a la Iglesia, sino que también le importa y asume esta realidad de comunicación virtual como medio de evangelización, transmisión de la fe, educación cristiana y presencia que engendra cultura. 




Pensar así, comprender de esta forma el fenómeno de Internet, implica abandonar una visión pastoral estrecha y reducida (una “pastoral de campanario”) que sólo ve lo poco que a uno le rodea limitándose a hacer “lo de siempre” y mirando como sospechoso otras formas, métodos o realidades a las que se califica despectivamente como “pérdida de tiempo”.

Si en general los nuevos medios de comunicación social eran calificados por Juan Pablo II como areópagos, Internet, más en concreto, es definido como un foro, y esto mismo ya supone una riqueza y demuestra lo interesante, apasionante incluso, que puede resultar la red:

            “Internet es ciertamente un nuevo “foro”, entendido en el antiguo sentido romano de lugar público donde se trataba de política y negocios, se cumplían los deberes religiosos, se desarrollaba una gran parte de la vida social de la ciudad, y se manifestaba lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Era un lugar de la ciudad muy concurrido y animado, que no sólo reflejaba la cultura del ambiente, sino que también creaba una cultura propia. Esto mismo sucede con el ciberespacio, que es, por decirlo así, una nueva frontera que se abre al inicio de este nuevo milenio. Como en las nuevas fronteras de otros tiempos, ésta entraña también peligros y promesas, con el mismo sentido de aventura que caracterizó otros grandes períodos de cambio. Para la Iglesia, el nuevo mundo del ciberespacio es una llamada a la gran aventura de usar su potencial para proclamar el mensaje evangélico”[1].

            De hecho, muchas páginas en Internet se llaman “foros” en función de proponer un tema de debate o coloquio donde cualquiera puede intervenir creando conversaciones virtuales apasionantes, a veces tensas, otras sumamente elevadas en contenido y argumentación. Es algo nuevo que pide participación. 

miércoles, 12 de enero de 2022

La virtud de la justicia (y II)



¿De qué modo practicar la justicia? Hay un texto paradigmático de Juan el Bautista, “el mayor nacido de mujer” (Mt 11,11) cuando unos y otros le van preguntando qué hacer para convertirse y prepararse al Mesías que llega: 


"unos publicanos le preguntaron: Maestro, ¿qué hacemos nosotros? El les contestó: No exijáis más de lo establecido. Unos militares le preguntaron: ¿Qué hacemos nosotros? El les contestó: No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga” (Lc 3,12-14).




            Siguiendo el interrogante que le hacían al Bautista, preguntamos también nosotros: ¿de qué modo practicar la justicia?

            -Evitando cualquier injusticia, por insignificante que sea, por ejemplo, si nos han devuelto más cambio al comprar, devolverlo y no callarse.

            -Se practica la justicia tratando con sumo cuidado aquello que no sea nuestro, que nos hayan prestado, y también lo que sea de uso común (en locales, la calles, limpieza en lugares públicos, etc.).

            -Es de justicia el no perjudicar en lo más mínimo el buen nombre, la fama del prójimo, evitando escrupulosamente el criticar, el ser chismoso; y si no se puede hablar bien de alguien, mejor es callarse.

lunes, 10 de enero de 2022

Los mártires y la Eucaristía


La Iglesia lleva XXI siglos de existencia, obediente a Cristo, fiel a su vocación y misión, realizando la obra de Dios en medio de los hombres. No busca ni quiere privilegios de ningún tipo; no desea protagonismos políticos; no se mueve, aunque muchos así quieran desacreditarla, por intereses económicos. 



La vocación y la vida de la Iglesia es sobrenatural, y difícilmente se la puede comprender si se le aplican categorías de pensamiento terrenales. La Iglesia no es de este mundo aunque esté en este mundo para servir al mundo.
 
  Ideólogos y políticos, reyes y poderosos, filósofos y psiquiatras, falsos intelectuales y artistas, muchos han sido los que han atacado y siguen atacando a la Iglesia desde el prejuicio, la ideología o desde otros intereses mucho más ruines y más inconfesables.

Si se mira con serenidad la historia de la Iglesia, se observará que es una historia de luces y sombras, porque el pecado de los hombres está ahí, en la Iglesia; se observará igualmente, si se es objetivo, el bien inmenso que la Iglesia ha realizado para todos los hombres: en la promoción social, la marginación y la pobreza, en la justicia y la paz, en la enseñanza, la educación, la ciencia, la cultura, las artes... La Iglesia ha hecho que el hombre responda más plenamente a su vocación humana y sobrenatural, ha creado cultura, la cultura cristiana, y el humanismo cristiano.

Todo este inmenso bien ha tenido un alto coste: la sangre de los mártires. La Iglesia -también, cómo no, en España- posee una historia martirial muy amplia desde los primeros tiempos del cristianismo; nuestra tierra es tierra de mártires (¿dónde está lo de la tolerancia, lo de la convivencia de las tres grandes culturas, si asesinaron a muchísimos cristianos sólo por ser cristianos?). 

sábado, 8 de enero de 2022

Sin autocelebrarnos - (6)



            Hay un desplazamiento secularista en la liturgia que manipula lo sagrado y lo sustituye por el “nosotros”; se quita a Cristo y se coloca la comunidad-grupo en su lugar. La liturgia se vuelve la seña de identidad del grupo para fortalecer los lazos humanos, transmitir unas consignas humanas y valores y repetir, cansinamente, que “vamos a hacer una sociedad más justa y solidaria”.



            Esto se nota en los acentos humanos, didácticos, y muy moralistas, de las moniciones y la homilía (ésta larguísima, un mitín); se nota en el tipo de cantos durante la liturgia que procuran tener ritmo y provocar la emotividad y lo sentimental; se nota, igualmente, en la forma de multiplicar elementos para que muchos intervengan subiendo al presbiterio (una monición a cada momento, un lector por petición… o incluso la lectura de un manifiesto o “compromiso”). Esa liturgia lo centra todo en el grupo concreto.

            Cuando así se actúa, hay elementos de la liturgia que quedan postergados porque ni se les ve sentido ni se sabe qué hacer con ellos: el silencio en el acto penitencial o después de la homilía; el canto del salmo responsorial, meditativo, contemplativo; las oraciones de la Misa y la misma plegaria eucarística, dirigidas a Dios, que se recitan velozmente porque ya no se sabe orar a Dios con la liturgia; los signos de adoración (genuflexión, de rodillas en la consagración, inclinación profunda al pasar delante del altar) suprimidos… así como procesiones (de entrada, Evangelio) o el incienso…

miércoles, 5 de enero de 2022

La nube en los textos del AT (I)



LECTURA TEOLÓGICA DE LA NUBE
EN OTROS TEXTOS DEL SACERDOTAL.


         Sería imposible en este trabajo, hacer un análisis exhaustivo de todos los pasajes paralelos a Ex 40,34-38 o que presenten semejanzas indirectas o alusiones. Vamos a ceñirnos a un análisis muy somero, destacando sólo el teologúmeno fundamental: El Señor, por medio de la nube, manifiesta su gloria y su poder en medio del pueblo, y conduce a su pueblo hacia la tierra prometida. Con esta perspectiva vamos a ir abordando estos textos paralelos del sacerdotal, siendo conscientes de lo mucho que se nos puede quedar en el tintero.



         Un texto semejante, casi una repetición de Ex 40,34-38, es Nm 9,15-23. Dominan, igualmente, dos ideas fundamentales, ya vistas en el análisis de Ex 40,34ss: el Señor que está en medio de su pueblo llenando la tienda del testimonio (cfr. Nm 9,15b), y también la presencia de Dios que camina con su pueblo, guiando su marcha e indicando cuándo deben partir y cuándo deben asentarse. Es una fe consoladora, porque caminan con la certeza de que el Señor no abandona a su pueblo peregrino. 

Son plenamente conscientes de la presencia del Señor en medio de ellos hasta el punto de describir casi anécdotas: "a veces la nube permanecía sobre la morada sólo durante unos días; en cualquier caso los israelitas permanecían acampados o se ponían en movimiento según lo que mandaba el Señor" (Nm 9,20). Es una fe cierta en la presencia del Señor. Fijémonos ahora en la tienda que la nube cubre, según este pasaje. Para ello, vamos a remitirnos al Comentario Bíblico S. Jerónimo:

lunes, 3 de enero de 2022

¡¡Ser hombre de Iglesia!!



La mayor aspiración de un alma católica es llegar a ser “hombre de Iglesia”, sentir con la Iglesia y sentir la Iglesia, miembro corresponsable, que la embellece por su santidad de vida, por participar en su ser y misión, abrazando a la Iglesia en sus dimensiones humanas y divinas, en sus sacramentos, carismas, expresiones de vida, caminos espirituales diversos. El hombre de Iglesia es un alma eclesial y sin la Iglesia, Comunión, Compañía, no sabría vivir porque Ella nos ofrece a Cristo y nos da la vida.



            “En su primera acepción, sin distinción obligada entre clérigo y laico, el “eclesiástico”, vir ecclesiasticus, significa hombre de Iglesia. Él es el hombre en la Iglesia. Mejor aún, es el hombre de la Iglesia, el hombre de la comunidad cristiana. Si la palabra en este sentido no puede ser arrancada del todo al pasado, que al menos perdure su realidad. ¡Que ella reviva en muchos de nosotros! “En cuanto a mí, proclamaba Orígenes, mi deseo es el de ser verdaderamente eclesiástico”. No hay otro medio, pensaba él con sobrada razón, para ser plenamente cristiano. El que formula semejante voto no se contenta con ser leal y sumiso en todo, exacto cumplidor de cuanto reclama su profesión de católico. Él ama la belleza de la Casa de Dios. La Iglesia ha arrebatado su corazón. Ella es su patria espiritual. Ella es “su madre y sus hermanos”. Nada de cuanto le afecta le deja indiferente o desinteresado. Echa sus raíces en su suelo, se forma a su imagen, se solidariza con su experiencia. Se siente rico con sus riquezas. Tiene conciencia de que por medio de ella, y sólo por medio de ella, participa en la estabilidad de Dios. Aprende de ella a vivir y a morir. No la juzga, sino que se deja juzgar por ella. Acepta con alegría todos los sacrificios que exige su unidad. Hombre de la Iglesia, ama su pasado. Medita su historia. Venera y explora su Tradición” (De Lubac, Meditación..., p. 193).


            Al sentir con la Iglesia y sentir la Iglesia, se genera una nueva mentalidad, un nuevo modo de ver y una sensibilidad distinta: el espíritu católico, siempre integrador con dimensión universal. ¡Qué gozo y qué orgullo sentirse católico y vivir como tal! Esta catolicidad en las almas define el perfil del católico, define al hombre de Iglesia. ¿Y cómo vive y es este hombre? ¿Qué caracteriza al espíritu católico? (Cf. De Lubac, Meditación..., pp. 199ss). Se niega a dejarse obsesionar por una sola idea como un fanático vulgar, porque cree con la Iglesia, según lo demuestran todo su dogma y lo confirma la historia de las herejías, “que la salud consiste en el equilibrio”. Se guarda también de confundir la ortodoxia o la firmeza doctrinal con la estrechez o pereza de espíritu.