¿De qué modo practicar la justicia? Hay un texto paradigmático de Juan el
Bautista, “el mayor nacido de mujer” (Mt 11,11) cuando
unos y otros le van preguntando qué hacer para convertirse y prepararse al
Mesías que llega:
"unos publicanos le preguntaron: Maestro, ¿qué hacemos nosotros? El les contestó: No exijáis más de lo establecido. Unos militares le preguntaron: ¿Qué hacemos nosotros? El les contestó: No hagáis extorsión a nadie, ni os aprovechéis con denuncias, sino contentaos con la paga” (Lc 3,12-14).
Siguiendo el interrogante que le
hacían al Bautista, preguntamos también nosotros: ¿de qué modo practicar la justicia?
-Evitando cualquier injusticia, por
insignificante que sea, por ejemplo, si nos han devuelto más cambio al comprar,
devolverlo y no callarse.
-Se practica la justicia tratando
con sumo cuidado aquello que no sea nuestro, que nos hayan prestado, y también
lo que sea de uso común (en locales, la calles, limpieza en lugares públicos,
etc.).
-Es de justicia el no perjudicar en
lo más mínimo el buen nombre, la fama del prójimo, evitando escrupulosamente el
criticar, el ser chismoso; y si no se puede hablar bien de alguien, mejor es
callarse.
-Igualmente es de justicia el no
contraer deudas sabiendo de antemano que no las podemos satisfacer a su debido
tiempo, porque sería ya un fraude y un engaño.
-Es de justicia dar el salario
convenido a su debido tiempo y no retrasarse en pagar a quien trabaja para
nosotros; igual que es de justicia no cobrar más de lo establecido o de lo razonable.
-Es de justicia, dando a cada uno lo
debido, que exista igualdad en el trato, en las oportunidades, en las
vacaciones, en todo, pues, a igualdad de deberes corresponde igualdad de
derechos. Es de justicia el reparto equitativo de trabajos, tareas y
obligaciones (no que unos pocos trabajes mucho, y otros apenas tengan tarea en
el mismo trabajo o empresa).
-También es de justicia social pagar
los impuestos justos establecidos por la legítima autoridad, rechazando
cualquier fraude o subterfugio legal que permita encubrir y pagar menos de lo
debido (p.e. facturas falsas, o aumentadas para desgravar, etc.).
-Es de absoluta justicia evitar
cualquier acepción de personas, como puede ser favorecer a alguien que no lo
necesita pero es amigo y dejando sin nada a quien de verdad lo necesita; es
favoritismo lo que, en lenguaje coloquial, llamamos “favores”, buscando
saltarnos el turno que nos toca, o las normas para todos, presentándolo como
“un favor que nadie se va a enterar” o exigiendo que nos hagan ese “favor”, ese
favoritismo por razones tales como la vinculación, la antigüedad, etc. Comete
injusticia tanto el que pide esa acepción y favoritismo, como el que la realiza
y otorga. Es un pecado o contra la justicia, que no por extendido, debe ser
admitido.
-Y
es importante destacar que es un deber de justicia, y muy grave, el reparar el
pecado y el daño cometido: si se ha robado, hay que devolver lo robado, con
discreción; si se ha difamado a alguien, hay que reparar la falta hablando la
verdad a quien antes le hemos dicho mentiras; si uno ha retenido el salario de
alguien, debe entregarlo con los intereses que en ese tiempo haya producido; si
se le ha faltado el respeto a alguien, es de justicia pedirle perdón. En muchos
casos, al confesar, si no se repara este tipo de pecados, la absolución es
inválida.
Hay que estar muy vigilantes y no
ceder ante las múltiples tentaciones contra la justicia que se presentan en
forma de lógica: “si nadie te ve”, “si no se va a enterar nadie”, “si todo el
mundo lo hace, no seas tonto”.
Recordemos la justicia personal y social que pedían
los profetas del Antiguo Testamento; recordemos las duras palabras de Cristo a
los fariseos hipócritas denunciando sus injusticias, y el corazón lo tenían
lejos del Señor; recordemos y oremos los salmos que alaban al justo y su
rectitud.
Andaré con rectitud de corazón
dentro de mi casa,
no pondré mis ojos en
intenciones viles.
Aborrezco al que obra mal,
no se juntará conmigo;
lejos de mí el corazón torcido,
no aprobaré al malvado.
Al que en secreto difama a su
prójimo, lo haré callar;
ojos engreídos, corazones
arrogantes,
no los soportaré” (Sal 100).
Revístenos, oh Cristo,
de tu prudencia y de tu justicia.
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