lunes, 30 de enero de 2012

Eclesiología eucarística (catequesis)

El centro de la vida de la Iglesia es la Eucaristía.

Nada hay más importante para la Iglesia que la Eucaristía, ya que en ella recibe la Iglesia su propio ser, su propia vida y se configura al modo eucarístico. Cesen los esteticismos en torno a la liturgia, acabe ya la consideración lúdico-catequética de la Misa, acudan a su naturaleza teológica. La Iglesia vive de la Eucaristía.


"La primera fase del redescubrimiento interior de la Iglesia se había centrado, como hemos dicho, en torno al concepto de Cuerpo Místico de Cristo, que se desarrolló a partir de San Pablo y que puso en primer término la idea de la presencia de Cristo y del dinamismo propio de una realidad viviente. Ulteriores investigaciones condujeron a conocimientos nuevos. Henri de Lubac, sobre todo, en una obra grandiosa llena de amplia erudición, ha puesto en claro que el término corpus mysticum designa originariamente la Sagrada Eucaristía y que, tanto para Pablo como para los Padres de la Iglesia, la idea de Iglesia como Cuerpo de Cristo estuvo inseparablemente vinculada a la idea de la Eucaristía, en la que el Señor se halla corporalmente presente y nos entrega su cuerpo como alimento. Surgió así una eclesiología eucarística, llamada también, con frecuencia, eclesiología de la communio. Esta eclesiología de la communio ha llegado a ser el auténtico corazón de la doctrina del Vaticano II sobre la Iglesia, el elemento nuevo y, al mismo tiempo, enteramente ligado a los orígenes que este Concilio ha querido ofrecernos.

Ahora bien: ¿qué debe entenderse por eclesiología eucarística? Trataré de señalar muy brevemente algunos puntos fundamentales. El primero es que la Última Cena de Jesús se reconoce como el auténtico acto de fundación de la Iglesia: Jesús ofrece a los suyos esta liturgia de su muerte y de su resurrección y les entrega así la fiesta de la vida. Repite en la Última Cena el Pacto del Sinaí, o mejor aún: lo que allí había sido solamente un presagio en forma de signo, se hace ahora completamente real: la comunión de sangre y de vida entre Dios y el hombre.

Al decir esto, resulta claro que la Última Cena anticipa la cruz y la resurrección y, al mismo tiempo, las presupone necesariamente, porque de otro modo se quedaría en mero gesto vacío. Por esta razón, los Padres de la Iglesia pudieron decir, con una imagen muy hermosa, que la Iglesia ha brotado del costado atravesado del Señor, del que salió sangre y agua.

domingo, 29 de enero de 2012

Periodistas católicos: vocación a la Verdad

Es evidente para todos la influencia de los medios de comunicación en el mundo y la cultura en que vivimos. Llegan con rapidez a todos, las nuevas tecnologías se multiplican en eficacia e inmediatez. Los medios de comunicación son hoy los que generan una mentalidad, una forma de ver las cosas y de juzgar la realidad, y así vemos cómo se disputan distintos grupos mediáticos el ámbito de poder, de audiencia, imponiendo ideologías. 

Lo que al principio resulta chocante y tal vez provoca rechazo, los medios de comunicación logran que se acepten y se vean como normales, incluyéndolo como un "valor", "progreso", "avance social", en series de TV, en discursos y debates. Se logra así, por ejemplo, la aceptación social (¡aberrante!) del aborto, se ve con compasión y sentimentalismo la eutanasia, el matrimonio (?) de personas del mismo sexo, y cualquier otro principio social que se quiera inculcar. Son poderosos los medios de comunicación.

Los noticiarios, quiérase o no, reflejan una ideología que filtra la realidad, la muestra deformada según intereses, omiten datos, agrandan lo insignificante, silencian lo religioso. Una prensa libre será la que realmente muestre la Verdad, sin componendas ni restricciones mentales. Un periodista será un hombre apasionado por la Verdad que busca transmitirla, mostrarla, destacar la verdadera humanidad, aquello -en palabras de san Pablo - que es noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o mérito.

Un católico con vocación periodística tiene apasionantes retos para su santificación y para convertir su profesión en un testimonio sincero y leal de la Verdad. Su mirada sobre la realidad integra todos los factores, nunca es parcial.

viernes, 27 de enero de 2012

El sufrimiento del apostolado

El trabajo por el Evangelio es una tarea ardua, que exige esfuerzo porque con razón es sendero angosto, puerta estrecha. Muchos se niegan a creer, rechazan explícitamente el Evangelio. Hay quienes, desde su libertad, no aceptan a Jesucristo como el Salvador de sus vidas. Otros, por muchas causas, no quieren cambiar, piensan que ya lo saben todo, que ¡tantas novedades!, etc. ¿Cómo llegar a su corazones? ¿Cómo comunicarles el Evangelio de salvación, mostrales el camino de la vida? 


El corazón del apóstol sufre, la caridad pastoral queda herida. Es el mismo dolor de impotencia que S. Pablo tuvo que sufrir en el Areópago. La misma impotencia y dolor de Jesús: "os aseguro que no me buscáis por los signos que habéis visto, sino porque comisteis pan hasta saciaros" (Jn 6,26).

    Igual que el Señor se quejaba por sus profetas: "Pues bien sé que no me escucharán, porque es un pueblo de dura cerviz; pero se convertirán en sus corazones en el país de su destierro" (Bar 2,30). Y el Señor mismo advertirá a sus profetas: "Pero no me obedecieron ni me hicieron caso, sino que se obstinaron y fueron peores que sus antepasados. Cuando les comuniques todo esto, no te escucharán; cuando los llames, no te responderán" (Jer 7,26-27).

    La tentación de la impotencia incita al apóstol a retirarse, a huir, a no negociar con los talentos, desistir de los trabajos evangélicos, bajo mil pretextos humanamente comprensibles. Pero el sembrador al sembrar sabe que su semilla cae no sólo en tierra buena, la que sí da fruto, sino que cae también en el camino, en las piedras y en las zarzas. Sólo una pequeñísima parte de la Palabra sembrada llegará a germinar, por pura gracia y misericordia de Dios. La impotencia nos invita a desistir, la perseverancia a continuar pese a mil trabajos, incomprensiones, resistencias. Al mismo tiempo, como siempre, orando para que se ablande el duro corazón de los que pueden negarse a creer y rechazar la semilla sembrada. Porque, si desiste el apóstol, "¿Cómo creerán si nadie les predica?" (Rm 10,15). 
 
En la perseverancia, en la paciencia, en un corazón anclado en los planes de Dios, el apóstol puede ser evangelizador: por encima del dolor que causa la cerrazón del corazón. "No es a ti a quien rechazan", dice el Señor a Samuel y a sus profetas, para que no se sientan rechazados y heridos en su amor propio, "es a mí a quien rechazan" (1Sam 8,7). Así advertirá Yahvé a su profeta Ezequiel: "Y tú, hijo de hombre, no los temas ni tengas miedo de sus palabras. No temas, aunque te encuentres entre cardos y zarzas, y te sientes sobre escorpiones. No temas sus palabras, ni te asustes ante ellos, porque son un pueblo rebelde. Les comunicarás mis palabras, escuchen o no, porque son un pueblo rebelde" (Ez 2,6-7).

Hay que estar muy cimentado en el Corazón de Cristo para no desistir, o retirarse cansado abandonando a su suerte a los demás, sino, reconfortado diariamente por la oración, se renueve el deseo ardiente de que todos conozcan a Cristo, lo amen y lo sigan. Entonces, repetirse una y mil veces, meditar e interiorizar: Lo nuestro es sólo sembrar. Y rezar con un himno de la liturgia: "a lo que sembramos dale crecimiento; Tú que eres la viña cuida los sarmientos".

jueves, 26 de enero de 2012

Plegaria: El deseo de Cristo

Un ejemplo de "teología de rodillas", de la vinculación entre teología y santidad, es san Ambrosio. Y si no, baste leer y orar el texto que hoy tomamos como plegaria para descubrirlo. Sólo un gran orante-contemplativo será un gran teólogo y puede orar de esta manera suplicando esa Presencia que rompe toda soledad, ahuyenta toda tiniebla, hace renacer el gozo y la esperanza.



Con las palabras de san Ambrosio oramos hoy y dejamos que el corazón y la inteligencia se evangelicen, se conformen a imagen de Cristo, con un deseo siempre creciente de su Persona.

"Ven, Señor Jesús, 
ven a buscar a tu servidor,
ven a buscar a tu oveja fatigada,
ven, pastor...

Ven sin hacerte ayudar,
sin hacerte anunciar;
hace tiempo que espero tu venida.

Sé que vendrás, pues "no he olvidado tu voluntad".

Ven sin vara, sólo con tu amor y tu espíritu de dulzura.
No dudes en dejar en las montañas a tus noventa y nueve ovejas,
pues las que están en las montañas no pueden ser atacadas por lobos rapaces:
en el paraíso la serpiente sólo pudo dañar una vez...

miércoles, 25 de enero de 2012

Converso y lleno de amor

De perseguidor pasó a ser un "instrumento elegido", y aquél que antes desconocía a Jesús, ahora proclama a Cristo por todos los rincones del Imperio romano.

Podría parecer que todo estaba perdido y que nada se podría hacer por Saulo, lleno de rabia y celoso fanático de las tradiciones de sus mayores, pero la Gracia siempre es mayor que todo y, cuando Saulo iba camino de Damasco, Cristo irrumpió en su vida: lo buscó y lo amó. La conversión siempre es posible porque la Gracia no depende de los condicionamientos humanos, ni Dios se deja atrapar de ninguna manera posible. ¡Siempre es hora de la Gracia! Dios, que puede sacar de las piedras hijos de Abraham, es capaz de transformar a un perseguidor en un discípulo, apóstol, evangelizador.

La conversión de san Pablo es signo de esperanza hoy para nosotros y un recordatorio de cómo Dios puede vencer todas las resistencias humanas y así habremos de esperar, orar y amar impetrando de su misericordia la conversión para aquellos que le niegan, le rechazan, le cierran el corazón y la inteligencia. ¡Para Dios nada hay imposible!

Oremos por la conversión de los pecadores, oremos por la conversión de los hombres a Dios. Oremos.


Iba a Damasco, lleno de celo y fanatismo, para arrasar la Iglesia, encerrar a aquellos cristianos y extirpar la fe cristiana. Su razón era una razón ciega, incapaz de verificar la realidad de lo acontecido, en el prejuicio de que el Misterio no se podía desvelar y Dios quedaba, Altísimo, fuera de la historia de los hombres. Leía y se sabía de memoria el Antiguo Testamento, pero un velo recubría su lectura, incapaz de penetrar en el sentido espiritual y pleno de las Escrituras. 

Pero en el camino de Damasco, la luz lo derrumbó de su caballo: la razón se abrió al Misterio y fue capaz de entender. 

"Si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón «ilustrada». Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia intelectual, que nos impide percibir la proximidad de Dios" (Benedicto XVI, Hom. Misa de medianoche, 25-diciembre-2011).

martes, 24 de enero de 2012

En el Sagrario se descansa de todo: silencio y paz

“...Y ese el “descansad un poco” del Sagrario, almas que por buscarle compañía de amor os afanáis.

Bien está que os paséis los días andando caminos, saltando montes, atravesando ríos, visitando pueblos y llamando de puerta en puerta en busca de almas para vuestros Sagrarios; bien está que quitéis a vuestras noches de sueño horas y horas para alargar vuestros días de labor; bien está, pero descansad un poco ante vuestro Sagrario antes de empezar vuestro día y después de darle remate.


¡Al Sagrario! Cerrados los ojos y los oídos y la memoria y la imaginación y el pensamiento para todo lo de fuera, ¡a estar con Dios solo!

¡Ya lo sentiréis llegar...!, y si permanecéis quietecitas allí, ya lo oiréis hablar, y si no quiere hablar ya veréis después cuando volváis al trabajo cómo os hizo u os dejó algo.

Por lo menos esos ratos de descanso ante el Sagrario, os servirán para que apreciéis clara y distintamente la parte de Dios y la parte vuestra en vuestro trabajo pendiente, en el afecto dominante, en la idea que halagáis, en el celo, en la virtud, que al parecer os adorna...


¿Comprendéis por qué el Maestro invitaba tantas veces al reposo a sus cooperadores?


¡Es tan fácil que la agitación del trabajo cotidiano y aun del ministerio apostólico nos quite la vista de lo que pone Dios y ponemos nosotros en ellos y nos induzca a confusiones y a equivocaciones lamentables!


¡Descansad un poco! Y veréis cómo el reposo precipita al fondo de vuestra conciencia las miserias y torpezas de la parte del hombre y hace flotar las maravillas de misericordia y gracia de la parte de Dios... Y ¿os parece poco ir sabiendo en cada obra que hacéis, en cada beneficio o persecución que recibimos la parte de Dios para agradecerla y secundarla y la parte nuestra para corregirla, si es defectuosa, reforzarla, si es débil, anularla, si es perjudicial, o guardarla perseverante, si es buena?


Vuelvo a deciros, ¡a descansar un poco todos los días en el Sagrario!, ¡a estar a solas con Dios!


Trabajad con vuestros pies, con vuestras manos, con vuestra boca, con vuestra cabeza, con todo vuestro corazón... pero, ¡por Dios!, que no olvidéis el trabajar de rodillas..., esto es, ¡descansad un poco!”

 
Beato D. Manuel González, Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario,
en O.C., Vol. I, nn. 510-513.

domingo, 22 de enero de 2012

La Iglesia Esposa (tipología)

El canto litúrgico es un vehículo formidable para expresar la fe, y por la melodía que ayuda tanto a memorizar, para grabar en las mentes la fe eclesial. Hoy los cantos, en general y viendo lo que se canta en nuestras parroquias, carecen no sólo de belleza musical (demasiado ritmo, estilo mundano) sino que la misma letra busca más lo impactante y lo sentimental-afectivo que la confesión de la fe.

Pero esto no siempre ha sido así.

Los bellos cantos del patrimonio litúrgico de la Iglesia han expresado la vivencia del Misterio con contenido teológico pero en forma poética.


Un canto de la liturgia armenia para la Dedicación de iglesias, jugando con la tipología bíblica, nos puede introducir, una vez más, en la belleza de la Iglesia y de su Misterio... ¡amando la Iglesia apasionadamente! Y de paso, aprender cómo es un verdadero canto litúrgico.


Hija de la antigua Sión, Madre del mensaje evangélico,
Hasta ti descendió, tayéndote una corona imperecedera,
el Esposo Cristo,
que estaba coronado por voluntad del Padre y del Espíritu.

He aquí que la Esposa sale, ricamente engalanada en su gloria,
al encuentro de su Señor y de su Rey, que sale también a su paso.

Ha llegado el Esposo Cristo, el Señor, invitado a tu santa tienda.
Los hijos de la Iglesia le rodean y entonan cantos en su honor.
A ti, tienda adornada y engalanada del Señor Jesús,
te pedimos que nos guardes y te apiades de nosotros.

viernes, 20 de enero de 2012

La humildad del reconocimiento

Situados en la verdad  (no en la máscara idolátrica), con un conocimiento ajustado de sí mismo, dejar a Dios ser Dios. Dios no modela el mármol de nuestro orgullo o de nuestros engaños o de nuestra hipocresía, sino el barro sencillo de nuestro espíritu. Somos creados, y recreados en el hoy de la existencia, cuando ponemos nuestro barro en las manos creadoras y providentes de Dios. No querer reconocer los propios límites y la propia y finita naturaleza humana, es poner trabas a la acción de Dios. Reconocer nuestra masa ("somos barro") es dejar que Dios actúe.

    ¿Puede Dios cambiar el corazón del fariseo? ¿No será más fácil entrar en el corazón del publicano que reconociéndose impotente pone su barro en manos del Señor? "El publicano manteniéndose a distancia, no se atrevía ni siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: 'Dios mío, ten compasión de mí, que soy un pecador'. Os digo que éste bajó a su casa reconciliado con Dios, y el otro no. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado" (Lc 18, 13-14).

    La gracia se lleva como tesoro en vasija de barro. Es el único recipiente apto para la gracia. Dios actúa en el barro, en el barro de las propias miserias, en el polvo de nuestra debilidad, en la arcilla de la propia fragilidad.

    La gracia viene en ayuda de nuestra fragilidad ("sin tu ayuda no puede sostenerse lo que se cimenta en la debilidad humana", reza una oración colecta) . El humilde deja actuar a Dios, no le opone resistencias, porque sabe que necesita de Dios. Es el enfermo que le descubre sus llagas al Médico, Cristo, para que las cure con el bálsamo del Espíritu: "También hoy como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza" (Prefacio común VIII). 

La gracia viene en ayuda de nuestra debilidad. La santidad no se consigue con los meros esfuerzos ascéticos -santidad moral, pelagiana- de cumplir unos deberes morales, sociales, de compromiso, de opción por los pobres, de prácticas "religiosas". La gracia viene al corazón débil que reconociendo la impotencia y limitación humanas -propia del ser creado- grita y clama al Señor. En sus brazos se refugia, y en Él confía su propia transformación y santidad. Ahí sí viene la gracia, gracia dada gratuitamente por Dios para llevar al hombre a la santidad y comunión con Él. ¡¡Y la gracia es verdaderamente transformante de todas las dimensiones del espíritu humano!!

miércoles, 18 de enero de 2012

Sugerencia para lectores (I)

No se preste, amigo, a confusión. No es un elenco bibliográfico o recomendación de libros al modo de una revista especializada.


Piense más bien, amable visitante, en la celebración litúrgica. Sí, la liturgia, uno de los polos de este blog que quiere ser mistagogia e introducción al misterio celebrado en la liturgia.

Sencillas sugerencias para el lector que sube al ambón -sin protagonismo, sin empujones para que otro no suba- y presta su voz a la revelación, al Espíritu que pronuncia esas Palabras de vida eterna.

Hay que saber leer para ser lector. ¿Una tautología? No, ¡qué va! Cuando por un intervencionismo en la liturgia (que confundimos con participación) hacemos leer a cualquiera, o nos fuerzan a que cualquiera lea -una boda, por ejemplo- hay un desastre comunicativo. La Palabra no resuena, extinguimos el Espíritu y el lector o lectora está allí... luciendo el modelito de ropa.

Yo, sarcástico cuando quiero, suelo decirle a estos lectores con una gran sonrisa:

"-¡Ah, el lector! Muy bien. ¿Sabes leer?

-Mmmmm.... Sí, claro, mire usted...

-Perdón. Quería decir... ¿Sabes leer en público? ¿Sabes leer para los demás, entonando, dándole sentido a las frases, pronunciando bien?

-Ahhhh... No sé..."

Y me pongo a ensayar cada palabra con el lector. A veces, con escaso resultado cuando sube al ambón.

Pues ofrezcamos sugerencias al lector.

martes, 17 de enero de 2012

¡Enamorados!

Vivir cristianamente sólo se puede si se está enamorado. ¿De qué? Más que de una acción o actividad, sería enamorado de una Persona. ¿De quién? ¡Enamorados de Jesucristo!

"Sólo si estamos enamorados del Señor, seremos capaces de llevar a los hombres a Dios y abrirles a Su amor misericordioso, y abrir así el mundo a la misericordia de Dios" (Benedicto XVI, Audiencia general, 18-agosto-2010).

Me parece sublime.

¿Cuántas veces no habrá que repetirlo?

La vida cristiana sólo se comprende si hay una relación de amor muy personal, íntimo y cercano con Jesucristo. No nos consagramos a una tarea; tampoco un apostolado o una actividad caritativa es nuestra razón de ser. No somos filántropos que aman al mundo y aman al hombre, considerado en abstracto.

Lo nuestro es algo más: ¡Jesucristo!
Lo nuestro es vivir un Amor mayor, el que Él nos entrega amándonos primero, y que suscita nuestra respuesta personal y única, que nadie puede dar por nosotros ni en nuestro lugar.

El secreto de la vida cristiana es estar enamorados del Señor.
La vitalidad de la existencia creyente es vivir llenos de un amor absoluto por Jesucristo.
La fecundidad de lo que somos y vivimos se cifra en sentir verdadera pasión por Cristo.

¡Que Él lo sea todo!
Y lo demás, vendrá por añadidura (la vida moral, el compromiso, el apostolado, la ascesis, la mortificación, la santidad...)

Enamorados, así y tal cual. Ahora bien... ¿nos notarán que estamos enamorados de Cristo, verán con meridiana claridad que rebosamos amor por Cristo? ¡Pues eso es lo que evangeliza!


lunes, 16 de enero de 2012

Ante el año de la Fe (y III)

Después de conocer las iniciativas pastorales de la Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe en los dos primeros ámbitos, Iglesia universal y Conferencias episcopales, llegamos a los ámbitos más cercanos e inmediatos en los que se desarrolla la vida eclesial cotidiana: la diócesis y las parroquias (asociaciones y movimientos inclusives). ¿No habría que añadir los blogs católicos? 


Las Iglesias diocesanas, encabezadas por su Obispo, son invitadas a las siguientes acciones:

1. Se auspicia una celebración de apertura del Año de la fe y de su solemne conclusión en el ámbito de cada Iglesia particular, para «confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo»28.

2. Será oportuno organizar en cada diócesis una jornada sobre el Catecismo de la Iglesia Católica, invitando a tomar parte en ella sobre todo a sacerdotes, personas consagradas y catequistas. En esta ocasión, por ejemplo, las eparquías católicas orientales podrán tener un encuentro con los sacerdotes para dar testimonio de su específica sensibilidad y tradición litúrgicas en la única fe en Cristo; así, las Iglesias particulares jóvenes de las tierras de misión podrán ser invitadas a ofrecer un testimonio renovado de la alegría de la fe que las distingue.

3. Cada obispo podrá dedicar una Carta pastoral al tema de la fe, recordando la importancia del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, teniendo en cuenta las circunstancias específicas de la porción de fieles a él confiada.

4. Se espera que en cada Diócesis, bajo la responsabilidad del obispo, se organicen eventos catequísticos para jóvenes y para quienes buscan encontrar el sentido de la vida, con el fin de descubrir la belleza de la fe de la Iglesia, aprovechando la oportunidad de reunirse con sus testigos más reconocidos.

5. Será oportuno verificar la recepción del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica en la vida y misión de cada Iglesia particular, especialmente en el ámbito catequístico. En tal sentido, se espera un renovado compromiso de parte de los departamentos de catequesis de las diócesis, que sostenidos por las comisiones para la catequesis de las Conferencias Episcopales, tienen en deber de ocuparse de la formación de los catequistas en lo relativo a los contenidos de la fe.

6. La formación permanente del clero podrá concentrarse, particularmente en este Año de la fe, en los documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, tratando, por ejemplo, temas como "el anuncio de Cristo resucitado", "la Iglesia sacramento de salvación", "la misión evangelizadora en el mundo de hoy", "fe e incredulidad", "fe, ecumenismo y diálogo interreligioso", "fe y vida eterna", "hermenéutica de la reforma en la continuidad" y "el Catecismo en la atención pastoral ordinaria".

7. Se invita a los Obispos a organizar celebraciones penitenciales, particularmente durante la cuaresma, en las cuales se ponga un énfasis especial en pedir perdón a Dios por los pecados contra la fe. Este año será también un tiempo favorable para acercarse con mayor fe y frecuencia al sacramento de la Penitencia.

8. Se espera la participación del mundo académico y de la cultura en un diálogo renovado y creativo entre fe y razón, a través de simposios, congresos y jornadas de estudio, especialmente en las universidades católicas, que muestren «cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad»29.

9. Será importante promover encuentros con personas que «aun no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo»30, inspirándose también en los diálogos del Patio de los Gentiles, iniciados bajo la guía del Consejo Pontificio de la Cultura.

10. El Año de la fe será una ocasión para dar mayor atención a las escuelas católicas, lugares privilegiados para ofrecer a los alumnos un testimonio vivo del Señor, y cultivar la fe con una oportuna referencia al uso de buenos instrumentos catequísticos, como por ejemplo el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica o el Youcat".

domingo, 15 de enero de 2012

Himno a la Iglesia

Para que amemos cada vez más a la Iglesia, y la consideremos en su realidad teologal, como Misterio donde acontece el amor y la salvación de Dios en Cristo, leamos este himno a la Iglesia. Y sea nuestra intención la de amar y sentir siempre con la Iglesia.



"¡Mira, en mí se arrodillan los pueblos
que hace ya mucho fenecieron,
y desde mi alma brillan hacia lo eterno muchos paganos!

Yo estaba en secreto en los templos de sus dioses,
yo estaba oscuramente en las sentencias de los sabios.
Yo estaba en las torres de los astrónomos,
yo estaba con sus mujeres solitarias
sobre las que descendía el Espíritu.

Yo fui la añoranza de todos los tiempos,
yo fui la luz de todos los tiempos,
yo soy la plenitud de los tiempos.

Yo soy su gran confluencia, yo soy su eterna armonía.

¡Yo soy el camino de todos sus caminos:
por mí los milenios se dirigen a Dios!"

(Gertrud von le Fort, Himnos a la Iglesia).



¡Qué bella, qué fecunda, qué virginal a un tiempo es la Iglesia!

¡Cómo vivifica el mundo, canalizando el Agua del Espíritu!

¡Qué hermosa: aglutina a los hombres de todos los pueblos y de todas las épocas en un pueblo nuevo, el pueblo de redimidos y los encamina hacia Dios!

¡Cuánto bien ha hecho la Iglesia!

¡Qué orgullosos podemos sentirnos de ser hijos de Ella!

viernes, 13 de enero de 2012

Pensamientos de San Agustín (VII)

Sabemos que la medida del amor es el amor sin medida. El amor no pone límites ya que si lo pone, no es amor, sino un afecto teñido del egoísmo que se cansa, se harta, cansa a los demás.

Y si la medida de amor al prójimo es "siempre", "sin límites", "setenta veces siete", mayor aún será la caridad para con Quien es Caridad, que nos amó primero y nos comunicó su Amor derramando su Espíritu Santo.


Amar a Dios: nunca lo amaremos lo suficiente, ni siquiera sabemos si ya lo amamos mucho o poco, porque Él siempre es mayor. Amémosle, supliquemos en la oración que aumente nuestro amor a Él y nos haga capaces de un mayor amor dilatando el corazón, dilatando los espacios de nuestra caridad:
No puedo medir a ciencia cierta cuánto me falta del amor para que sea bastante, a fin de que mi vida corra entre tus brazos, Señor, y no me aparte hasta que sea escondida "en lo escondido de tu rostro" (San Agustín, Conf. 13,8,9).

jueves, 12 de enero de 2012

Ante el año de la Fe (II)

La Iglesia, como vimos hace dos días en la catequesis, asume el Año de la Fe con objetivos precisos y confiada esperanza en el Señor.

Puede ser una ocasión fuerte de revitalización, un nuevo despertar, o podemos tener, desgraciadamente, el tono conformista y aburrido de realizar unas ciertas acciones puntuales por "cumplir" sin entusiasmo alguno; puede pasar este Año sin pena ni gloria, o puede ser una Gracia de Dios si no le ponemos barreras ni murallas defensivas.


En las Indicaciones de la Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe para preparar el Año, se nos deja señalado el objetivo último de todo:

"«Sé en quien he puesto mi confianza» (2 Tm 1, 12): estas palabras de San Pablo nos ayudan a comprender que la fe «es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado»17. La fe como confianza personal en el Señor y la fe que profesamos en el Credo son inseparables, se evocan y exigen mutuamente. Hay un fuerte vínculo entre la fe vivida y sus contenidos: la fe de los testigos y confesores es también la fe de los apóstoles y doctores de la Iglesia.

En este sentido, las siguientes indicaciones para el Año de la fe tienen el objetivo de favorecer el encuentro con Cristo a través de testigos auténticos de la fe y aumentar el conocimiento de sus contenidos. Se trata de propuestas que tienen la intención de solicitar una respuesta eclesial ante la invitación del Santo Padre, para vivir en plenitud este año como un especial «tiempo de gracia»18. El redescubrimiento gozoso de la fe también ayudará a consolidar la unidad y la comunión entre las distintas realidades que conforman la gran familia de la Iglesia".

En cuatro ámbitos desarrolla la Nota las distintas sugerencias y programaciones:

a) Iglesia universal
b) Conferencias episcopales
c) Diócesis
d) Parroquias, asociaciones y movimientos

miércoles, 11 de enero de 2012

Oración por los presbíteros blogueros

Son muchos los blogs que pululan por Internet, católicos me refiero; son muchos de ellos una obra llevada a cabo por sacerdotes que emplean tiempo, dedicación, inteligencia y amor, a ofrecer palabras sensatas de fe, o formación, o una cosmovisión cristiana, que sirvan a sus hermanos.


Ni es un pasatiempo ni una distracción ni una evasión ni un capricho ni la exposición de un gran ego: es trabajo pastoral, misión allí donde se puede llegar, y con Internet, desde luego, se puede llegar a todas partes.

En el precioso blog "Todo era bueno", simpático, cristiano, crítico, con humor (por tanto, un blog muy aconsejable), se nos ofreció una "oración por los presbíteros blogueros" que traigo aquí para que todos pidamos por los sacerdotes que trabajan (trabajamos) también aquí, en la red, trayendo una presencia de Cristo.

"Tú, Señor, puedes sacar presbíteros de las piedras y de los alcornoques, pero has querido mostrar tu poder eligiendo a unos pocos entre muchos seres humanos para hacerlos ministros tuyos. 

Lo que de Ti llega a través de ellos conserva su pureza aunque ellos no sean puros. 


Lo que de Ti pasa por ellos permanece limpio aunque ellos estén manchados. Esto es admirable pero, si Tú no lo evitas, redundará en daño de ellos. Porque, viendo la luz que pasa por ellos, si no son muy humildes, pensarán que son santos y se irán al infierno. 

No permitas, Señor, que se pierdan tus presbíteros. 

Derrama sobre ellos los dones del Espíritu para que puedan presentarse sin reproche ante tu altar y anunciar el Evangelio y vivir de tal modo que puedan ser llamados fieles administradores de tus blogs por Jesucristo, tu Hijo, el día de su segunda venida. (Cfr CIC 1550 y 1587) 

Padre Nuestro, Ave María y Gloria


martes, 10 de enero de 2012

Ante el año de la Fe

Sabemos todos que desde el 11 de octubre de este año 2012 al 24 de noviembre de 2013 (Cristo Rey) va a transcurrir el Año de la Fe. Lo ha convocado el santo Padre Benedicto XVI con la Carta apostólica "Porta fidei". Mucho bien esperaremos de este Año de la Fe que se inaugura a los 50 años del inicio del Concilio Ecuménico Vaticano II.




¿Cómo podremos vivirlo? ¿Qué hacer? ¿Qué iniciativas se tendrán?

Sin lugar a dudas, a todo católico incumbe, según su vocación y misión, este Año de la Fe y deberá marcar cuanto hagamos pastoralmente (ya sea en parroquias, asociaciones, movimientos... o blogs católicos) asumiendo las directrices del santo Padre.

Acaba de darse a conocer una Nota de la Congregación para la Doctrina de la fe con indicaciones pastorales para el Año de la Fe. En dos o tres entradas vamos a conocerla para que nos situemos en absoluta comunión con lo que la Iglesia quiere y vayamos preparando la mente y el corazón. No esperemos tampoco grandes novedades o iniciativas originalísimas que nunca hayamos descubierto ni realizado, pero sí vemos un programa pastoral que moviliza a la Iglesia entera.

Lo primero que hemos de tener claro es el concepto mismo de la Fe, en el cual habremos de profundizar, la cual habremos de renovar. ¿Qué es la fe? El fruto del encuentro con Cristo, el acontecimiento decisivo y original, desencadenante de una nueva existencia:

lunes, 9 de enero de 2012

Método de la revelación

La revelación de Dios tiene mucho que ver con su pedagogía. El modo en que Dios se manifiesta indica cómo es Dios.

Dios se manifiesta de manera "discreta", progresiva, paso a paso, dejando tiempo a los hombres para comprender y asimilar lo revelado antes de proseguir. La máxima y plena revelación se dio en su Hijo, Palabra encarnada; pero también esta revelación fue discreta, suave, no impositiva. Se ofrece a quien busca.


Tal vez nos gustaría una manifestación absoluta del poder divino a todos de manera que su revelación no admitiese la búsqueda sino el reconocimiento forzado. Pero los caminos de Dios son suaves, discretos, pedagógicos, para que el hombre, libremente, los transite.

Navidad es el tiempo de la revelación de Dios, de su Epifanía. Un signo de la búsqueda de Dios es la estrella, pero incluso ésta es una invitación para buscar: todos la verán, unos la seguirán, otros ni la verán.

viernes, 6 de enero de 2012

Larga consideración para la Epifanía


            Resulta ser la fiesta de hoy una fiesta realmente entrañable, tierna pero sin infantilismos, de un afecto desbordante de Dios, rostros sonrientes, ojos brillantes, ilusiones revividas. ¡Es la epifanía del Señor, su manifestación, su aparición gloriosa! Es todo aparentemente sencillo tal como lo relata San Mateo, pero, a la vez, da origen a hermosas tradiciones. 




            El Misterio es precioso. Tan precioso como esperado durante siglos. El protagonista es un “Niño”, Jesús, la Palabra que se ha hecho carne y que ha acampado ya entre nosotros, semejante en todo a nosotros excepto en el pecado. Hasta ahora, ¿quién han descubierto la realidad, la verdadera profundidad de este Niño en quien habita la plenitud de la divinidad? Han ido unos pastores, gente marginal, sencilla, pobre, los cuales han recibido un anuncio angélico: Hoy os nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. ¡Qué trabajo tuvieron los ángeles en estos días! ¿Fueron los sabios? ¿Acaso los escribas? ¿Acudieron los fariseos y saduceos?  ¿Se atrevieron, siquiera se enteraron, los sacerdotes del Templo de Jerusalén? No. No había luces especiales, no se dignaron ir los grandes del mundo. Sólo unos pastores. Hoy acuden los grandes, pero no los que se suponen oficialmente que tenían fe y creían en el Señor, sino unos magos, unos extranjeros, unos paganos... que tuvieron que recorrer muchos kilómetros. ¿Qué Dios es éste que se manifiesta a los pobres y a los sabios extranjeros?

            Van a Belén. Entran ya en la casa, tal como precisa San Mateo; una casa, ya han dejado el pesebre y la gruta y se han trasladado provisionalmente a una pequeña casa. ¿No habita este Dios en palacios? Hasta ahora va todo al revés, aparentemente. ¡Pero qué de lecciones nos regala el Señor! Las de hoy no son menos importantes que las anteriores.

jueves, 5 de enero de 2012

Cómo nos predicó

Traigo aquí un texto de Péguy que ya hace tiempo apareció en el blog como una catequesis contemplativa, poética, de la Revelación misma. Cristo, el Señor, es el Verbo encarnado, que pronuncia palabras divinas con sonidos humanos, audibles, perceptibles.

Habla, no calla; revela constantemente con el Misterio de su Persona, con los misterios que acontecieron en Él, con su palabra y con los signos-milagros que realizó.


Bendito Maestro, su carne humana permite que las más altas verdades, los tesoros de la sabiduría y la ciencia, los podamos recibir de manera comprensible, porque habla lenguaje humano.



Jesucristo, hija mía, no vino a nosotros para contarnos frivolidades.
Ya comprendes que no hizo el viaje a la tierra,
Un gran viaje, entre nosotros,
(Y estaba tan bien donde estaba).
(Antes de venir.
No tenía todas nuestras preocupaciones).
 
 

miércoles, 4 de enero de 2012

Frénese el activismo

Grandes apóstoles, seglares entregadísimos, sacerdotes de cuerpo entero... se secan si, a tanta actividad apostólica, tareas diversas, compromisos y reuniones, no corresponde el agua que todo lo riega: la oración, la contemplación, el silencio interior y exterior, la adoración eucarística.



Causa de muchos males es la desaparición de la oración sosegada, del rezo tranquilo, de la Liturgia delas Horas saboreada, del Sagrario solitario donde se reposa con Cristo. El mismo apostolado se resentirá si la oración se reduce; la acción se volverá estéril si la contemplación queda apartada.

¿Vamos a ganar y conquistar el mundo entero con nuestro activismo, con la febril actividad, con pensar que todo depende de nosotros si hacemos muchas cosas, o, peor aún, si pretendemos dar la imagen de estar muy ocupados sin hacer nada?

Todo debe estar impregnado de la oración, nacer de la oración, ser sostenido por la oración y ser revisado y ofrecido al Señor en la oración.

No es la primera vez, tampoco será la última, que dirigimos una catequesis sobre esto, ya que si estamos muy ocupados, realmente ocupados con obligaciones ineludibles, más necesidad de oración tendremos.

Que nos orienten las palabras de Pablo VI y sean una brújula que oriente nuestro existir cristiano, apostólico:


                Querríamos confiar una recomendación para vuestras reflexiones. En medio de los riegos del excesivo activismo y de la secularización a que están expuestas, hoy más que ayer, las almas consagradas al desarrollo de actividades apostólicas ocupen siempre el primer puesto la unión con Dios, el cuidado de la vida interior, el recurso a la oración, de otra manera se dispersarían energías preciosas y se comprometería la eficacia de los programas pastorales, aunque hayan sido estudiados y elaborados muy sabiamente” (Pablo VI, Audiencia general, 20-noviembre-1968).


lunes, 2 de enero de 2012

El tiempo al servicio de su Señor, Cristo

El nacimiento de Cristo, el Verbo de Dios encarnado, en el tiempo convierte a éste en un instrumeno de salvación en manos del Señor. El Eterno entra en el tiempo para hacernos, a nosotros que somos temporales y limitados, eternos.


Si ya Jesucristo era el "Alfa" de la creación porque todo fue hecho por Él y para Él, ahora, de manera absoluta, es el "Alfa", el principio desencadenante de la redención que llegará a su plenitud cuando Él vuelva, al final de los tiempos, "Omega". Pensemos en el sentido del tiempo tanto en la Navidad como en la Vigilia pascual, al signar el cirio pascual.

Oiremos en estos días esta meditación sobre el tiempo:

al revestirse tu Hijo de nuestra frágil condición
no sólo confiere dignidad eterna
a la naturaleza humana,
sino que por esta unión admirable
nos hace a nosotros eternos (Prefacio III de Navidad)

 o más claramente aún, incluso, en el prefacio II de Navidad:

el eterno, engendrado antes del tiempo,
comparte nuestra vida temporal
para asumir en sí todo lo creado,
para reconstruir lo que estaba caído
y restaurar de este modo el universo,
para llamar de nuevo al reino de los cielos
al hombre sumergido en el pecado.

 Tal cual, el Eterno entra en el tiempo -oh paradoja- para que nosotros, temporales, entremos en su eternidad, en la vida eterna. Esta tema, que supera lo que las meditaciones filosóficas pudieran alcanzar, se presenta constantemente tejiendo la alabanza litúrgica de la Iglesia:

-Tú que al entrar en el mundo has inaugurado el tiempo nuevo anunciado por los profetas, haz que tu Iglesia se rejuvenezca siempre (I Visp. Navidad).

-Rey de la eternidad, que al nacer quisiste experimentar las limitaciones humas sometiéndote a la brevedad de una vida como la nuestra, haz que nosotros, que somos caducos y mortales, participemos de tu vida eterna (II Visp. Navidad).

-Tú que quisiste nacer en nuestro tiempo, concede a los difuntos nacer a tu eternidad (Visp. 5 de enero).

-Tú que existiendo desde siempre has querido asumir una vida nueva al hacerte hombre, renuévanos a nosotros por el misterio de tu nacimiento (Laudes 8 enero).

domingo, 1 de enero de 2012

Simplemente, ¡María Madre Dios!


"Y al que tenía sólo Padre,
ya también Madre tenía,
aunque no como cualquiera
que de varón concebía,
que de las entrañas de ella
él su carne recebía;
por lo cual Hijo de Dios
y de el hombre se decía.

Ya que era llegado el tiempo
en que nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía
abrazado con su esposa,
que en sus brazos le traía,
al cual la graciosa Madre
en un pesebre ponía
entre unos animales
que a la sazón allí había.

Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales había;
pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía;
y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto de el hombre en Dios
y en el hombre la alegría,
lo cual de el uno y de el otro
tan ajeno ser solía.
(S. Juan de la Cruz, Romance In principio erat Verbum, vv. 267- 310).

            Con esta perla literaria de San Juan de la Cruz nos introducimos en esta fiesta que cierra la Octava de Navidad, la celebración litúrgica de la maternidad divina de Santa María, la más antigua fiesta de rito romano. Tal vez queda oscurecida en nosotros por el convencionalismo social de desearnos un “próspero año nuevo”, o por la Jornada por la paz, pero la fe que busca entender, se hace celebración y fiesta ante esta Maternidad: “La Madre ha dado a luz al Rey –hemos cantado en Laudes-, cuyo nombre es eterno; la que lo ha engendrado tiene al mismo tiempo el gozo de la maternidad y la gloria de la virginidad: un prodigio tal no se ha visto nunca, ni se verá de nuevo. Aleluya” (Antífona 3ª de Laudes).

¡Qué hermoso Misterio, qué belleza virginal ilumina hoy el mundo! 

¡Qué grande es nuestro Dios! 

¡Qué delicia contemplar amando la delicadeza y excelsitud de nuestro Dios que busca un modo, a la vez humano y sobrenatural, para entrar en nuestro mundo! María, Casa de Bendición; María, Custodia viviente; María, arca de la Nueva Alianza, Santuario del Señor, nueva Jerusalén, Primicia e imagen de la Iglesia. 

¡Santa María, bendita seas, claro espejo de la santa Iglesia!