1. La parroquia, la comunidad cristiana, el grupo o movimiento deben suministrar:
Los medios de santificación, la vida sacramental, la oración.
La necesaria formación doctrinal
El acompañamiento y el apoyo cristiano.
Los medios de santificación, la vida sacramental, la oración.
La necesaria formación doctrinal
El acompañamiento y el apoyo cristiano.
Y esto, no para encerrar a los cristianos en lo afectivo del propio grupo o parroquia, sino para lanzarlos a dar vida al mundo. ¡Su lugar es el mundo!
2. ¿Un laico recibe algún encargo de la Iglesia? ¡Sí! El dinamismo propio del bautismo, concretado en su vocación laical, lo lleva a vivir su vocación en el mundo asumiendo tareas que le pertenecen por su propia naturaleza. ¡Ah!, ¿pero no es la pura pasividad? ¡No! El fiel laico posee una vocación y una misión, irrenunciable, insustituible. Le pertenece a él, no al sacerdote; es suya, no del religioso o consagrado.
3. La oración con Cristo es un intercambio de miradas que llegan al corazón: "Mire que le mira", dice santa Teresa de Jesús (V 13). "Solo os pido que le miréis" (C 42,3).
El Señor nos mira y nos ama... y tan sólo hemos de dejarnos mirar por Él, amarle y entregarle el corazón. "Sin Ti, ¿Qué soy yo, Señor?" (cf. MC 4).