jueves, 16 de septiembre de 2021

Petición y efectos de la bendición del Óleo de enfermos

La plegaria de bendición del Óleo de enfermos, la antigua oración "Emitte", al explicitar el efecto que desea alcanzar el sacramento, habla de la curación de la enfermedad, del alivio del dolor y de la sanación del cuerpo.


Así dice la plegaria:




Señor Dios, Padre de todo consuelo,
                       que has querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo:
escucha con amor la oración de nuestra fe
y derrama desde el cielo tu Espíritu Santo Defensor sobre este óleo.

Tú que has hecho que el leño verde del olivo
produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con tu bendición + este óleo,
para que cuantos sean ungidos con él
sientan en el cuerpo y en el alma
tu divina protección
y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores.

Que por tu acción, Señor,
este aceite sea para nosotros óleo santo,
en nombre de Jesucristo, nuestro Señor.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.


El efecto se quiere hacer sentir, por gracia, tanto en el cuerpo como en el alma; se evita así una espiritualización como una mera acción corporal, que bien podría caer en superstición, como en algún momento de la historia ocurrió.





La oración de bendición une los efectos en el cuerpo y el alma cuando se dirige suplicante a Dios, evitando así un doble peligro: el psicologismo o la influencia gnóstica y una concepción mágica o supersticiosa del sacramento. Evitando estos dos extremos, hallaremos la fe de la Iglesia en el sacramento de la Unción, abarcando cuerpo y alma.


            a) El psicologismo, o lo que podríamos llamar influencia gnóstica, podría definirse como la forma de entender el sacramento de la Unción sólo y exclusivamente en su aspecto interior, o espiritual, pensando que lo importante es el alivio del alma, su resignación, su esperanza, su forma de vivir la enfermedad, pero que ignora o no atiende el beneficio corporal que pueda tener, por desprecio a la carne, o por una forma dolorista de entender el cristianismo presuponiendo que el cuerpo es despreciable y fuente de pecado. 

Esto, que es claramente gnóstico y que se viene repitiendo con diversos matices a lo largo de toda la historia de la teología, se concreta en la forma de plantear y ofrecer el sacramento de la Unción. 

Es bueno y recomendable pedir la salud si tal es la voluntad de Dios y confiar en que, si conviene en el plan de Dios, se puede incluso recibir la curación corporal por lo que “la liturgia nunca dejó de orar al Señor a fin de que el enfermo pudiera recobrar su salud si así convenía a su salvación (cf. DS 1696)” (CAT 1512).  


“En cuanto al efecto curativo o corporal de la unción, es indudable la gran importancia que se le concedió en los primeros siglos... La curación corporal de que se habla no es mágica, sino proveniente de la gracia, o sea, por el poder del Espíritu y la respuesta de la fe. Tampoco es una curación parcial, sino integral, del cuerpo y el alma, de los miembros heridos y del corazón pecador”[1].


            b) El segundo peligro es una concepción mágica o supersticiosa del sacramento que busca la curación corporal, la sanación inmediata sin mirar la participación interior en el misterio pascual del Señor ni la gracia del Espíritu Santo. 

El sacramento correría el riesgo grave de convertirse en una práctica mágica o supersticiosa.

Cuerpo y alma están unidos en la petición de la bendición del Óleo; la actuación del Espíritu en el enfermo incluye tanto su cuerpo como su alma en un equilibrio católico del concepto “persona”, siguiendo asimismo la práctica de Jesús mismo en su vida terrenal; más aún, es el mismo Cristo quien sigue obrando salvíficamente en el enfermo, sólo que ahora con la mediación sacramental y la eficacia del Espíritu:

            “Lo esencial en la práctica de la unción de los enfermos está en la ayuda de Cristo al enfermo, ayuda que se instrumentaliza a través de la oración y de la acción de aquellos que son sus enviados. Obrando así, la Iglesia sigue el ejemplo de Cristo y manifiesta su amor y su gracia hacia quienes son objeto de su compasión y de su acción salvadora. La Iglesia ofrece al enfermo lo que Cristo puede darle”[2].



[1] BOROBIO, D., Sacramentos y sanación..., p. 48.
[2] FLÓREZ, G., Penitencia y Unción de enfermos. Sapientia Fidei, n. 2, Madrid 1993, p. 339s.


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