martes, 14 de septiembre de 2021

¡Cristianos cabales! (testimonio)



Llamados a ser luz, sal del mundo y signo de Dios como una ciudad puesta en lo alto del monte, los cristianos han de buscar constantemente cómo ser fiel al Evangelio y responder a las llamadas del Espíritu en el seguimiento de Cristo. 

La Iglesia está embarcada en una impresionante tarea, la nueva evangelización, de todos conocida, también aquí, en Occidente, en Europa, en España, entre nosotros. 



Pues bien, uno de los caminos, arduos y lentos, pero eficaces a largo plazo, es el hecho de que los cristianos sean cristianos para que puedan evangelizar con sencillez y constancia. Cristianos, cristianos. No es una verdad lógica que se sabe y se comprende. 

Los cristianos han de ser cristianos de verdad, a fondo y con todas sus consecuencias, con una fe que llegue a mover montañas, confiando totalmente en Dios, providente y misericordioso, reunido en el nuevo Israel que es la Iglesia, de donde recibe la fe, la vive y la celebra; por tanto, vinculado a la parroquia, que es pequeña célula de la Iglesia, “la Iglesia entre las casas de sus hijos e hijas” (Juan Pablo II).

Para una nueva evangelización hoy, los cristianos no pueden seleccionar del Evangelio y de la Iglesia sólo aquello que les guste, que les sea cómodo o fácil, relegando al olvido e ignorando en la propia existencia los aspectos del Evangelio y la vida eclesial que le resulten más difíciles. 


Se es cristiano con todas las consecuencias, aceptando el Evangelio en su plenitud y totalidad, apartando de nuestra inteligencia la mentalidad mundana que se infiltra constantemente. "Sed lo que sois", decía S. Agustín constantemente a los neófitos. Sí, hay que ser lo que se es, y la fidelidad a la propia vocación bautismal requiere ser cristiano convencido de su dignidad bautismal y de su vocación.

Cristianos enteros, que confiesan la fe en Jesucristo, y ajustan la propia vida según la ley del Evangelio; cristianos, cristianos. Sólo el cristiano que viva como tal y que confiese su fe -con las obras y con la palabra- en Jesucristo podrá ser evangelizador. 

La Palabra de Dios, dirán los Padres de la Iglesia, es un espejo en el que nos debemos mirar. Para ser evangelizadores, los cristianos deberán mirarse en este espejo y "arreglarse" mientras se miran en él, como todas las mañanas nos arreglamos, nos peinamos, mirándonos en un espejo; ajustar la propia vida mirando las Escrituras, y confrontando la Palabra de Dios con la existencia personal. ¿Qué habrá que quitar, qué poner, qué sembrar? Esta Palabra de Dios será la que ilumine las propias tinieblas y oscuridades, los montes de nuestros orgullos y los valles de nuestros desánimos y cobardías. El crisol de la Palabra, la criba, el horno de fuego que forja el hierro, es el gran examen de la vida cristiana. Ser cristiano, cristiano.

El mundo necesita testigos y profetas que le traigan esperanza y salvación. El cristiano es transmisor de esperanza porque su vida está llevada por la fe, la esperanza y la caridad (virtudes teologales), y su vida debe interpelar a los demás. 

Los hombres, al ver cómo vive un cristiano, cómo se comporta, cómo trata a los demás, deberán preguntarse "¿Por qué lo hace?" y, quizás, lleguen a descubrir al Dios del Evangelio a través de la vida del cristiano. 

Éste sólo puede ser, para ser cristiano, un Evangelio vivo, una Palabra viva pronunciada en el quehacer cotidiano, donde los hombres escuchen a través de las buenas obras, la salvación que Dios ofrece al hombre.

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