Se impone un discerniminto, dado que este tema es más delicado. ¿Qué considerar como protagonismo? Sería aquella forma de actuar y aquel talante que mueve al sujeto a realizar las diversas tareas pastorales y de apostolado con el único fin de aparecer delante de los demás como bueno y justo, o buscando la gratificación fácil del aplauso y del reconocimiento de los demás.
Suele ser una tentación clara y evidente: lucirse, figurar, acaparar. Esta tentación induce a buscar tareas y apostolados que lucen y que se realizan a los ojos de todos: difícilmente se sentirá a gusto realizando actividades escondidas y humildes, sean las que sean, sino que se escabullirá o las dejará apartadas. Se molestará y tomará muy mal que se busquen más personas que colaboren porque sentirá que entran en su "territorio". Es persona que suele orar poco, pero siempre está en la sacristía perdiendo el tiempo y disponiendo sobre todo... o sentado en el despacho parroquial acaparando al sacerdote. Va de católico "de toda la vida", pero sólo vive con un barniz muy superficial. Usa el apostolado como plataforma, en cierto modo social, para que se le reconozca de algún modo.
Esta tentación es distinta a la humildad de realizar el apostolado o las tareas pastorales por puro amor de Jesucristo, aunque se realicen delante de los demás, y distinta de la actitud sana del quiere que el ministerio encomendado salga a flote aunque le exija más trabajo y todo lo tenga que realizar él solo.
El que cede al protagonismo no busca la gloria de Jesucristo, sino su propia gloria; no busca alabar y servir a Dios, sino que lo alaban a él. Y cuando los motivos del querer y del actuar no son rectos, destruye de raíz todo germen bueno que se pudiese contener en aquel “apostolado de lucimiento y vanidad”. "El que se gloríe, que se gloríe en el Señor" (1Cor 1,31).