martes, 30 de junio de 2020

Sentencias y pensamientos (XV)


18. Procura no agobiarte, descansa en Cristo, apoya la cabeza en su costado, no sufras y serena tu alma por la contemplación en la liturgia. Luego ya le hablarás al Señor como te salga. El Esposo sabe bien cómo somos... y prefiere la efusión simple y sencilla de lo que hay en nuestra alma. 








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1. La Pascua es despliegue de vida y potencia salvadora, que todo lo cambia, todo lo renueva, cambia lo estéril en fecundo, lo enfermo en robusto; y la caña cascada está ahora ágil y vigorosa, y la mecha humeante ha quedado bien encendida como lámpara en la Casa de Dios.



2. La luz pascual devuelve al hombre su primigenia hermosura, le revela lo escondido y prometido, y, también a nosotros, “nos viste de belleza y majestad”. ¡Luz de Cristo! ¡Demos gracias a Dios!


domingo, 28 de junio de 2020

El mejor evangelizador es el santo




“Seréis mis testigos” (Hch 1,8). “¡Ay de mí sino evangelizo!” (1Co 9,16). “Me he hecho todo a todos para ganar, como sea, a algunos” (1Co 9,22).

“Jamás debe olvidarse, sin embargo, que la fidelidad del evangelizador a su Señor constituye la base de la actividad misionera. Cuanto más santa sea su vida, más eficaz resultará su misión. El llamamiento a la misión es llamamiento incesante a la santidad” (JUAN PABLO II, Discurso en el X aniversario de la enc. Redemptoris Missio, 20-enero-2001).




        
 “El que no recoge conmigo desparrama”. Es éste un versículo que muestra la exigencia de Cristo, lejos de dulzonería. Para no desparramar, para no perder nada ni desperdiciar nada, es necesario recoger con Cristo y vivir unidos a Cristo.

Son tres las partes que tiene el versículo. Para vivir en santidad, ser santos, para desarrollar lo que somos, para ser cristianos, lo primero es “estar con el Señor”, vivir con una íntima unión con Jesucristo, y no sea una idea que no me toca la vida, ni tampoco el refugio casi con superstición, para cuando surjan problemas y contrariedades; “estar conmigo para recoger”, estar unidos con Cristo en una mística, oración, unión, seria, todos los cristianos tratar con el Señor y hacerlo con amor. 

Decía el Papa Juan Pablo II en la Novo Millennio ineunte que un cristiano sin oración, sin trato cordial con Cristo, va a ser siempre un cristiano con riesgo, porque el mundo es fuerte y nos puede arrollar o desfondar; porque muchos pensamientos del mundo no son de Dios, y si estamos expuestos a ellos sin tener una experiencia fuerte de Cristo, fácilmente nos arrastrarán.

“El que está conmigo para recoger”, es la expresión de aquél que trabaja con el Señor; estar con Cristo para recoger, “no para desparramar”

viernes, 26 de junio de 2020

Principios innegociables de la liturgia (formación)




            1. Para conocer bien la grandeza de la liturgia, y entenderla con las distintas dimensiones que se dan en ella, hay que establecer bien los principios teológicos que dan las claves de comprensión. Muy probablemente, el desconocimiento de estos principios es lo que ha provocado el “desastre” y la anarquía en la liturgia, de la que tantos fieles y sacerdotes se quejan y sufren:

-          entender que es expresión de fe del grupo o asamblea celebrante y, por tanto, el grupo es dueño de la liturgia y la cambia para expresarse mejor;

-          entenderla como mero encuentro festivo o sentimental, por lo que se favorece la emotividad, lo sensible, y el mejor calificativo para este tipo de liturgia es que “fue muy emotiva”, “unas palabras muy emocionantes”;



-          o también vivirla con un exceso de antropocentrismo, poniendo al hombre en el centro, haciéndolo protagonista: el sacerdote parece más bien un showman, micrófono en mano, que debe divertir y entretener; multiplicación de personas que suben y bajan del presbiterio (para muchas moniciones, un lector para cada petición, una larguísima procesión de ofrendas, un aplauso para no sé quién, etc.);

-          o quienes, como los reformadores luteranos, lo importante de la liturgia es la predicación, la catequesis y la enseñanza, lo didáctico, la ilustración moral, no la santificación, el culto a Dios y el sacrificio espiritual. De ahí se deriva el verbalismo-verborrea: mientras que las oraciones y textos litúrgicos se rezan como un mero trámite, rápidamente, sin entonación ni sentido, el tiempo se detiene para la larguísima homilía de tipo moralista, y para las otras mini-homilías pesadas del sacerdote a lo largo de la Misa (antes del Padrenuestro, antes de la bendición final), así como moniciones amplias al inicio de la Misa, a cada lectura, etc… Se piensa que la liturgia es, simplemente, catequesis, formación, para adoctrinar a los fieles y lo demás es mera envoltura sin importancia;

-          no falta quienes ven en la liturgia un espectáculo estético, vacío, formal, bellísimo; no incide en sus vidas, ni saben rezar con la liturgia y en la liturgia, pero la preocupación única en ciertos ambientes es el número de candelabros de plata, en perfecta simetría, o los exornos florales aunque estorben el paso o la visión del altar, o se suprima la sede, o el ambón sea un simple atril discreto para que luzcan otros elementos (como una imagen presidiendo)…

            Todas estas deformaciones tienen un punto en común, por muy diferentes que luego sean en sí, y es considerar la liturgia como algo externo, un culto manipulable de una manera u otra[1].

            Todos estos comportamientos, tan erróneos, obedecen a la buena voluntad pero carente de un conocimiento real de la liturgia, les falta descubrir la naturaleza teológica de la misma liturgia.

miércoles, 24 de junio de 2020

Ecclesia de Eucharistia

La última encíclica del papa Juan Pablo II fue la "Ecclesia de Eucharistia" (2003), es decir, la Iglesia que nace, que surge, que vive de la Eucaristía, del Sacramento eucarístico.

Contiene reflexiones teológicas, litúrgicas y espirituales para incrementar la vivencia de la Eucaristía y su mejor celebración litúrgica.



A esta encíclica vamos a dedicar una serie de catequesis.



            Existe un escrito de Edith Stein que tendríamos que leer casi como un gran prólogo de esta encíclica; se titula “Educación eucarística”, es decir, la Eucaristía es pedagogía divina también en la formación de las almas y quienes educan (en sentido muy amplio) deben buscar crear almas eucarísticas. (En este blog ofrecimos hace años este escrito: en este enlace "educar eucarísticamente")

            Edith Stein –Sta. Teresa Benedicta de la Cruz-, ¡qué gran mujer, teóloga, carmelita, mártir! ¡Una monja de clausura! Pues bien, prefiero que sea ella la que introduzca en el sentido de la Eucaristía y de lo que quieren conseguir estas clases-catequesis:

¿Cómo podemos encender en el corazón de los otros el amor por el Salvador eucarístico? –esto significa educar eucarísticamente. Es indiscutible que nosotras como mujeres, podemos colaborar en esta obra de un modo especial y que todas nosotras –independientemente de nuestro estilo de vida: como esposa y madre, como religiosa, como soltera, profesional o autónoma-, podemos aportar algo en común. Y qué otra cosa podría ser  sino un corazón femenino con sus deseos de entrega sin límites, y alegremente sacrificado, un corazón femenino con sus deseos de entrega sin límites y alegremente sacrificado, un corazón que en cierto modo  tiene un natural parentesco con el corazón divino  que late por todos en el Tabernáculo, y que precisamente por eso, el corazón de la mujer tendría que ser de un modo más especial receptivo a las propuestas del corazón divino. Queremos reflexionar sobre lo que de útil podemos hacer en esta obra de educación eucarística y cómo podemos cumplirlo. Un principio es válido para todas nosotras que queremos educar eucarísticamente: podemos hacerlo solamente si vivimos eucarísticamente. Si queremos conducir a alguien hacia una vida eucarística lo podremos hacer en la medida en que nosotros lo hayamos vivido anteriormente...

            El sencillo significado de esta verdad de fe requiere de nosotras el que aquí [Eucaristía, Tabernáculo] tengamos nuestro hogar, y que nos alejemos sólo en la medida en que nuestras actividades lo exijan, actividades que tendríamos que poner diariamente en las manos del Salvador eucarístico y poniendo en sus manos el trabajo realizado...

domingo, 21 de junio de 2020

El rito de la paz en la Misa (y III)

Para una digna realización del rito de la paz en la Misa, que refleje la verdad de lo que se hace -la paz de Cristo- y se evite lo que lo desfigura (meros saludos y abrazos sin más, intentando saludar a todos), la Congregación para el Culto divino, con carta de 8 de junio de 2014, ha recordado lo que ya estaba marcado.



Recoge citas del Misal romano y, explicando el sentido de este rito, recuerda cómo hay que realizarlo y cuáles son las maneras defectuosas que se han introducido.




6. El tema tratado es importante. Si los fieles no comprenden y no demuestran vivir, en sus gestos rituales, el significado correcto del rito de la paz, se debilita el concepto cristiano de la paz y se ve afectada negativamente su misma fructuosa participación en la Eucaristía. Por tanto, junto a las precedentes reflexiones, que pueden constituir el núcleo de una oportuna catequesis al respecto, para la cual se ofrecerán algunas líneas orientativas, se somete a la prudente consideración de las Conferencias de los Obispos algunas sugerencias prácticas:

a) Se aclara definitivamente que el rito de la paz alcanza ya su profundo significado con la oración y el ofrecimiento de la paz en el contexto de la Eucaristía. El darse la paz correctamente entre los participantes en la Misa enriquece su significado y confiere expresividad al rito mismo. Por tanto, es totalmente legítimo afirmar que no es necesario invitar “mecánicamente” a darse la paz. Si se prevé que tal intercambio no se llevará adecuadamente por circunstancias concretas, o se retiene pedagógicamente conveniente no realizarlo en determinadas ocasiones, se puede omitir, e incluso, debe ser omitido. Se recuerda que la rúbrica del Misal dice: “Deinde, pro opportunitate, diaconus, vel sacerdos, subiungit: Offerte vobis pacem” [8].

b) En base a las presentes reflexiones, puede ser aconsejable que, con ocasión de la publicación de la tercera edición típica del Misal Romano en el propio País, o cuando se hagan nuevas ediciones del mismo, las Conferencias consideren si es oportuno cambiar el modo de darse la paz establecido en su momento. Por ejemplo, en aquellos lugares en los que optó por gestos familiares y profanos de saludo, tras la experiencia de estos años, se podrían sustituir por otros gestos más apropiados.


viernes, 19 de junio de 2020

Riquezas insondables del Corazón de Cristo (y III)

Hondón de espiritualidad, y día de gozo, es la solemnidad del Corazón de Jesús. En Cristo lo hallamos todo; sin Él nada valemos. Con Él lo podemos todo; sin Él, nada podemos hacer.

Él es nuestra vida, nuestra salud, nuestra redención, nuestro amor.

Él, nuestro Camino; El, la Patria.

¡Jesús, Salvador, Redentor amoroso de la humanidad!



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Carta de Juan Pablo II, al P. Kolvenbach, Prepósito General de la Compañía de Jesús, en Paray-le-Monial (Francia), 5 de mayo de 1986:

            Al reverendísimo padre Peter-Hans Kolvenbach, prepósito general de la Compañía de Jesús:

            Durante mi peregrinación a Paray-le-Monial he querido venir a orar en la capilla en la que es venerada la tumba del bienaventurado Claudio la Colombière, el cual fue “el siervo fiel” que, en su amor providencial, el Señor dio como director espiritual a Santa Margarita María Alacoque. Es así como llegó en primer término a ser el difusor de su mensaje.

            En pocos años de vida religiosa y de ministerio intenso se reveló como un “hijo ejemplar” de la Compañía de Jesús, a la cual, según testimonio de la misma Santa Margarita María, Cristo confió la misión de difundir el culto de su corazón divino.

miércoles, 17 de junio de 2020

Riquezas insondables del Corazón de Cristo (II)

Con la enseñanza de Pablo VI en un documento, avancemos en la consideración del Corazón de Cristo, fuente de vida espiritual riquísima para la Iglesia, como así se ha demostrado durante siglos.

Es la devoción al Corazón de Jesús, con todo lo que ello implica y las consecuencias para la vida cristiana, un método de vida y de identidad cristiana.





Carta “Diserti interpretes”, de Pablo VI, 25-mayo-1965

Hemos mostrado abiertamente nuestro pensamiento, deseando en gran manera que “este culto al Sdo. Corazón florezca cada día con más vigor y sea estimado por todos como una insigne y segura forma de piedad”, nos sirve de extraordinario gozo contemplar los grupos generosos y humildes de vuestros hijos, que fieles a su Instituto, dan preclaro testimonio con su vida a los hombres de nuestro tiempo, de cómo deban también ellos practicar esta excelente devoción, de la que saquen como de su fuente el esfuerzo necesario “para conformar sus vidas al Evangelio, reformar valientemente sus costumbres y ajustarlas cada vez mejor a las normas de la ley divina” (ibíd., n. 5).

Éste creemos que es vuestro deber y vuestro trabajo peculiar: que puesto que libremente habéis seguido esta divina vocación, difundáis cada vez con más ardor este amor al Santísimo Corazón de Jesús y, de palabra y con el ejemplo, mostréis a todos que aquí es donde han de recibir la inspiración y la mayor eficacia, tanto para la deseada renovación interior y moral, como para una mayor virtualidad de las instituciones de la Iglesia, como reclama el Concilio Vaticano II.

lunes, 15 de junio de 2020

Riquezas insondables del Corazón de Cristo (I)

Un texto de Pablo VI sobre el Corazón de Cristo nos prepara e invita a indagar, sondear, admirar, las riquezas del Corazón de Jesús, de su amor hacia nosotros, hacia la humanidad.





Carta apostólica “Investigabiles divitias” de Pablo VI, 6 de febrero de 1965:

            1. “Las insondables riquezas de Cristo” (Ef 3,8), que brotaron del costado abierto del Divino Redentor, en el momento en que, muriendo en la Cruz, reconcilió al género humano con el Padre celestial, han brillado con luz tan clarísima en estos últimos tiempos, gracias a los progresos del culto al Sagrado Corazón, que de ello se han seguido gozosos frutos para la Iglesia.

            2. En efecto: después que nuestro misericordioso Salvador se apareció, como se dice, a la santa religiosa Margarita María en Paray-le-Monial y le pidió instantemente que los hombres todos, como en público competencia de culto, honrasen su Corazón, herido por amor nuestro, y reparasen  las ofensas por Él recibidas, es increíble cómo floreció en casi todas las partes de la tierra, entre el clero y el pueblo cristiano, esta devoción que ya antes en diversos sitios se había iniciado, principalmente por la labor de S. Juan Eudes.
            La Sede Apostólica canonizó este culto, cuando el 6 de febrero de 1765, nuestro predecesor de venerable memoria Clemente XIII, aceptando las súplicas de los Obispos de Polonia y de la Archicofradía Romana, intitulada del Corazón de Jesús, concedió a la noble nación polaca y a la antedicha cofradía el poder celebrar la fiesta litúrgica en honor del Corazón de Jesús, con Misa y Oficio propios; y a este efecto aprobó el Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos el 26 de febrero del mismo año (cf. Encíclica Haurietis Aquas de Pío XII).

sábado, 13 de junio de 2020

Algunos rasgos de la evangelización



La Iglesia ha recibido como un tesoro precioso el Evangelio, la Verdad que el Espíritu continuamente ilumina y lleva a mayor comprensión, y este tesoro no es para guardarlo, sino para entregarlo. 



“Es, ni más ni menos, que el contenido del evangelio y, por consiguiente, de la evangelización que ella conserva como un depósito viviente y precioso, no para tenerlo escondido, sino para comunicarlo” (EN 15) y no puede permitirse transformar la evangelización en la comunicación de unas ideas originales suyas, ideologías o de peculiares y privadísimas teologías.

En breve síntesis, evangelización sería el “anuncio de Cristo a aquellos que lo ignoran, de predicación, de catequesis, de bautismo y de administración de otros sacramentos” (EN 17). 

El primer sentido, que engloba toda la acción pastoral, es el anuncio de Cristo y dicho anuncio provoca la conversión de los hombres y así genera la renovación del hombre concreto, de los hombres, de las culturas, de las sociedades.

Cristo es el centro de la palabra evangelizadora; es anunciado por las palabras predicadas y por las obras; Cristo es el afán del evangelizador; Cristo es la meta de la evangelización, adonde es conducido el oyente. 

¡Cristo, centro de todo!, y conducir a todos a conocer a Cristo y vivir en Cristo y como Cristo. 

viernes, 12 de junio de 2020

El rito de la paz en la Misa (II)

La Carta de la Congregación, con fecha 8 de junio de 2014, tras recordar lo significativo de este rito en el contexto eucarístico, continúa citando la exhortación Sacramentum caritatis de Benedicto XVI:


3. En la Exhortación Apostólica post-sinodal Sacramentum caritatis el Papa Benedicto XVI había confiado a esta Congregación la tarea de considerar la problemática referente al signo de la paz [6], con el fin de salvaguardar el valor sagrado de la celebración eucarística y el sentido del misterio en el momento de la Comunión sacramental: «La Eucaristía es por su naturaleza sacramento de paz. Esta dimensión del Misterio eucarístico se expresa en la celebración litúrgica de manera específica con el rito de la paz. Se trata indudablemente de un signo de gran valor (cf. Jn 14,27). En nuestro tiempo, tan lleno de conflictos, este gesto adquiere, también desde el punto de vista de la sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia siente cada vez más como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana. [...] Por ello se comprende la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de la paz en la celebración litúrgica. A este propósito, sin embargo, durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la Comunión. Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos» [7].



miércoles, 10 de junio de 2020

Contemplativos en la acción (¡santos!)




“A los pies del Señor” (Lc 10,39). “Orad constantemente” (1Ts 5,17).

“La comunión con Dios lleva a un dinamismo incontenible. El amor no puede implicar la inactividad o el silencio, ni puede poner límites a la vida en común. En efecto, su fin es la unión. Cuanto más cerca estamos de Cristo, tanto más vivo es en nosotros el anhelo de Dios y el deseo de santidad. Así, descubrimos que el Señor quiere valerse de nosotros, para comunicar su amor a los hombres” (JUAN PABLO II, Discurso a los universitarios en el Congreso UNIV’96, 2-abril-1996).

“La acción presupone la contemplación, de ella brota y de ella se alimenta. No se puede dar amor a los hermanos si primero no se consigue en la fuente auténtica de la caridad, y esto sólo ocurre en una pausa prolongada de oración, de escucha de la Palabra de Dios, de adoración de la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana. Oración y compromiso activo constituyen un binomio vital, inseparable y fecundo” (JUAN PABLO II, Homilía en el encuentro mundial del voluntariado, 16-mayo-1999).




El capítulo 10 del evangelio de San Lucas, narra la estancia del Señor en Betania, y el diálogo con Marta y María; es un pasaje y un acontecimiento simpático y que, además, nos suele tocar muy directamente cada vez que lo acogemos. Da pie para comprender nuestra situación cristiana en el mundo y la forma de vivir la santidad cristiana.

La pobre Marta parece que es la que queda mal por tanto trabajar, pero decía Santa Teresa que también hacía falta que Marta estuviera para que le pusiera de comer al Señor. 

La vida activa, el trabajo, nuestro apostolado, nuestros afanes, con paz, son también necesarios, son también buenos, lo único que no tenemos que hacer es separar a Marta y a María. 

Nosotros que no somos monjes y monjas contemplativos, sino que vivimos en el mundo, inmersos en nuestras familias, en el trabajo, en la ciudad secular, debemos llevar en nuestro corazón y realizar en nuestra vida la síntesis ideal de Marta y María: ése es el ideal de santidad para los que vivimos en contacto con las realidades del mundo y hemos de transformarlas desde dentro inyectándole vida evangélica.

lunes, 8 de junio de 2020

Formación litúrgica más profunda



Hay que proveer una formación litúrgica cada vez más profunda, más seria, y más amplia también, y hacerlo atendiendo en primer lugar a su naturaleza y contenido teológico. Así se apreciará y valorará más la liturgia y se corregirá su derivación secularizada en muchos lugares que empobrece la liturgia y, por tanto, la vida espiritual del pueblo cristiano.




            1. Hay unas premisas importantes, especialmente para la asignatura, como tal, de liturgia, que requieren atención[1]; esas premisas sirven, igualmente, de orientación para cualquier catequesis sólida de adultos, grupos de liturgia, etc.:

·         conocer la liturgia, y conocerla bien, requiere su estudio comparativo con otros ritos y liturgias, tanto occidentales (como el rito hispano-mozárabe) como orientales; así se entiende y se valora más lo propio, se aprende de otras familias litúrgicas, no se absolutiza lo propio pero tampoco se harán mezclas indiscriminadas a capricho;

·         para conocer la liturgia se requiere un estudio mayor y más cuidadoso de la teología de la liturgia;

·         la liturgia, para los alumnos –o para los fieles en un retiro o en una catequesis- debe irse convirtiendo en alimento de la vida espiritual y así, el contacto con la liturgia, favorece la unidad y la mejor comprensión de todas las disciplinas teológicas, de todas las ramas de la teología que, evidentemente, están interrelacionadas (Trinidad, cristología, antropología, eclesiología, moral, etc…).

            2. Todo debe comenzar, para entender bien la naturaleza, el valor y eficacia de la liturgia, con explicar una introducción al misterio de Cristo y a la historia de la salvación. Lo que Cristo realizó con su misterio pascual, está presente y vivo, actual y salvífico, en la liturgia hoy de la Iglesia. La historia de la salvación se prolonga hoy en la liturgia; la liturgia es el último momento de la historia de la salvación hasta que vuelva el Señor en su gloria.

            ¡Cómo cambian las cosas cuando esto se entiende así! Cae, por su propio peso, el antropocentrismo que devasta la liturgia, el ser protagonistas de una fiesta humana y entretenida, o emotiva (buscando conmover, provocar lágrimas y aplausos), estilo happening. Se recupera la centralidad de Cristo en la liturgia, se ve, se vive, se valora, se celebra la liturgia de un modo muy distinto y muy pleno, fecundo espiritual y vitalmente.

viernes, 5 de junio de 2020

Aleluya - II (Respuestas - XIII)



2. Los testimonios sobre el Aleluya


            Pronto se hizo muy querido por el pueblo cristiano que lo entonaba con alegría.

            Tertuliano narra cómo los fieles no dejan de intercalar el Aleluya en sus salmos y oraciones: “Los más diligentes a la hora de orar suelen añadir, en las oraciones, el aleluya y ese tipo de salmos a cuyas estrofas deben responder los que se encuentran reunidos. Y es, ciertamente, una óptima costumbre todo cuanto mira a ensalzar y honrar a Dios, como es esto de presentarle una oración sobreabundante a modo de rica víctima” (De orat., 27).



            Además, el Aleluya acompañaba en todo momento la vida del fiel cristiano. San Jerónimo describe cómo en los cenobios fundados por santa Paula, las consagradas eran llamadas al Oficio divino con el cántico del Aleluya (cf. Ep. 108, ad Eustochium). También este Padre narra cómo Paula, siendo una niña pequeña, saltaba al cuello de su abuelo cantando el Aleluya (Ep. 107, ad Laetam), y que “Christi Alleluia” era la palabra que comenzó a balbucir.

            No sólo las vírgenes consagradas viviendo en el cenobio, sino los fieles cristianos en sus trabajos y labores agrícolas, como atestigua el mismo san Jerónimo:

            “Vayas adonde vayas, el labrador, esteva en mano, canta el aleluya; el segador, chorreando de sudor, se recrea con los salmos, y el viñador, mientras poda las vides con su corva hoz, entona algún poema davídico. Tales son las cantinelas de esta tierra; éstas son, como se dice vulgarmente, las canciones amatorias, esto silba el pastor, éstas son las herramientas de cultivo” (Ep. 46,12).

            Sidonio Apolinar da testimonio de los navegantes cristianos que cantaban el Aleluya deseando volver a su patria: “Mientras los navegantes entonan el Aleluya ya parece oírse su eco en la playa” (Ep. 10, Ad Hesp.).

miércoles, 3 de junio de 2020

El rito de la paz en la Misa (I)

Es característica esencial y propia del rito romano que la paz se intercambia después del Padrenuestro y -antes de la Fracción del Pan, según lo determinó en el siglo VI san Gregorio Magno: no es ningún modernismo litúrgico...


Desde entonces hasta hoy es uno de los rasgos propios del rito romano -como lo es también, por ejemplo, arrodillarse en la consagración y que las especies se muestren para la adoración después de la consagración-.

El Sínodo sobre la Eucaristía, en el pontificado de Benedicto XVI, sugirió desplazar el rito de la paz romano para anteponerlo al Ofertorio, en vistas, sobre todo, a no perturbar el ritmo de recogimiento antes de la comunión, dados los múltiples abusos de este rito que se ha visto desbordado por efusividad y movimientos.

Benedicto XVI recogió esta sugerencia en la exhortación Sacramentum Caritatis:

"La Eucaristía es por su naturaleza sacramento de paz. Esta dimensión del Misterio eucarístico se expresa en la celebración litúrgica de manera específica con el rito de la paz. Se trata indudablemente de un signo de gran valor (cf. Jn 14,27). En nuestro tiempo, tan lleno de conflictos, este gesto adquiere, también desde el punto de vista de la sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia siente cada vez más como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana. La paz es ciertamente un anhelo indeleble en el corazón de cada uno. La Iglesia se hace portavoz de la petición de paz y reconciliación que surge del alma de toda persona de buena voluntad, dirigiéndola a Aquel que « es nuestra paz » (Ef 2,14), y que puede pacificar a los pueblos y personas aun cuando fracasen las iniciativas humanas. Por ello se comprende la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de la paz en la celebración litúrgica. A este propósito, sin embargo, durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la Comunión. Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos" (n. 49).

lunes, 1 de junio de 2020

Colaborando en la reparación de Cristo

La reparación es una categoría teológica, y también espiritual, que nos conduce al núcleo de la obra de Cristo: la redención.

La reparación lograda por Jesucristo es expiación de los pecados y construcción de un puente entre Dios y los hombres, superando la enemistad que el pecado había causado.



Esta reparación de Cristo no está acabada hasta su venida gloriosa, cuando pecado, demonio y muerte sean sometidos. Mientras tanto, la gracia de Cristo nos lleva a asociarnos a Él y colaborar con Él en esa reparación.

Reparamos junto con Cristo y en la medida en que vivamos en la gracia de Cristo. Entonces, nuestras obras poseen valor redentor al ser ofrecidas, y nuestros sacrificios, cruces, alegrías y tristezas. También nuestra penitencia, nuestra oración litúrgica y personal y nuestra adoración eucarística.

Todo pasa a ser un conjunto armonioso que repara con Cristo el pecado del mundo.