miércoles, 30 de septiembre de 2020

¿Cómo se comulga en la mano?

La educación litúrgica requiere que, a veces, se recuerden cosas que se dan por sabidas.

La comunión en la mano está permitida para todo aquel que lo desee, a tenor de nuestra Conferencia episcopal, que lo solicitó a la Santa Sede.


¿Cómo se comulga en la mano? ¡Hemos de conocer las disposiciones de la Iglesia para quien desee comulgar así!, porque en muchísimas ocasiones se hace mal, de forma completamente irrespetuosa.

Debe cuidarse la dignidad de este gesto, sin que desdiga de la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía como si fuese un mero trozo de pan que se recibe de cualquier forma: al aire, agarrando la Forma de cualquier manera,  o con una sola mano... Actitudes que desdicen de la adoración debida.


Debe cuidarse la dignidad de este gesto, sin que desdiga de la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía como si fuese un mero trozo de pan que se recibe de cualquier forma:

“Sobre todo en esta forma de recibir la sagrada Comunión, se han de tener bien presentes algunas cosas que la misma experiencia aconseja. Cuando la Sagrada Especie se deposita en las manos del comulgante, tanto el ministro como el fiel pongan sumo cuidado y atención a las partículas que pueden desprenderse de las manos de los fieles, debe ir acompañada, necesariamente, de la oportuna instrucción o catequesis sobre la doctrina católica acerca de la presencia real y permanente de Jesucristo bajo las especies eucarísticas y del respeto debido al Sacramento”[1].

lunes, 28 de septiembre de 2020

Eucaristía, banquete sagrado



Este concepto  de "banquete" se ha prestado a determinadas ambigüedades, fruto de la teología protestante del XVI, hasta determinadas posturas de la teología occidental-liberal, donde el banquete sagrado se convierte  en simple “comida de fraternidad”, en compromiso por la solidaridad que más que Reino de Dios es un simple proyecto humano, secularista, algo más político que trascendente. 



Es un falso concepto de banquete, pues todos los signos litúrgicos se transforman en símbolos o se suprimen y se inventan otros para tomar conciencia de que el banquete eucarístico es la entrega de Jesús por los “pobres”, económicamente entendido este concepto. 

Se pierde lo sagrado del banquete pascual, banquete sagrado y santo, (con signos propios, cáliz y no cualquier vaso, manteles, flores, velas, incienso) por “algo sencillo”  que sea “comida” totalmente –o casi- privada de sentido trascendente. Es la reducción secularizante de la liturgia.

La encíclica Ecclesia de Eucharistia puntualiza muy bien el sentido de la Eucaristía como banquete pascual, sagrado, trascendente y señala y explica –en consonancia con toda la Tradición- qué es lo que recibimos:

            La eficacia salvífica del sacrificio se realiza plenamente cuando se comulga recibiendo el cuerpo y la sangre del Señor. De por sí, el sacrificio eucarístico  se orienta a la íntima unión de nosotros, los fieles, con Cristo mediante la comunión: le recibimos a Él mismo, que se ha ofrecido por nosotros; su cuerpo, que Él ha entregado por nosotros en la Cruz; su sangre, derramada por muchos para perdón de los pecados (Mt 26,28). Recordemos sus palabras: Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí (Jn 6,57).Jesús mismo nos asegura que esta unión, que Él pone en relación con la vida trinitaria, se realiza efectivamente. La Eucaristía es verdadero banquete, en el cual Cristo se ofrece como alimento... (nº 16).

sábado, 26 de septiembre de 2020

Sentencias y pensamientos (XVII)



13. Será el Señor el que construya la casa de nuestra santidad, y que si Él no lo hace, en vano se cansan los albañiles de nuestra alma trabajando las potencias y sentidos interiores...






14. El orgullo es muy impaciente, muy precipitado, y lo quiere todo en el momento, hasta la propia santidad.



15.Sabiendo que Dios nos ama y nos ha elegido para crecer “a la medida de Cristo en su plenitud” hemos de caminar con una profunda y sencilla humildad, que incluye nuestros fracasos, nuestras infidelidades, nuestras resistencias a la Gracia, y que uno debe tener paciencia consigo mismo, porque el alma herida por el pecado original, no hace el bien que quiere y hace el mal que no quiere.



viernes, 18 de septiembre de 2020

La "Tradición Apostólica" de Hipólito: una presentación


De todos los escritos atribuidos a Hipólito, el que más interés ha suscitado es el de la Traditio Apostolica. Si exceptuamos la Didajé, es el más antiguo y el más importante de las Constituciones eclesiásticas de la antigüedad, pues contiene un ritual rudimentario con reglas y formas fijas para la ordenación y otras funciones de los distintos grados de la jerarquía, para la celebración de la Eucaristía y de la administración del Bautismo.


 Un breve recorrido por su estructura, claramente dividida en tres partes. La primera parte se centra en la Constitución de la Iglesia (cc. 1-14) y contiene el prólogo, cánones para la elección y consagración de un obispo, la liturgia eucarística que sigue a la ordenación y las bendiciones del aceite, del queso y de las aceitunas. Siguen luego las normas y oraciones para la ordenación de sacerdotes y diáconos; finalmente, se habla de los confesores, lectores, viudas, vírgenes, subdiáconos y los que tienen el don de curar.

La intención de Hipólito era mencionar solamente las formas y los ritos que eran ya tradicionales y las costumbres establecidas ya desde antiguo. 

Si las consigna por escrito es para protestar contra las innovaciones y fijar un uso para el autor más primitivo y fiel a la Tradición y costumbres apostólicas. 

lunes, 14 de septiembre de 2020

La estructura de lo personal



Cada persona es un sujeto único e irrepetible, creado por Dios y amado profundamente por Él. No es un número ni un rostro anónimo. No es fácilmente encasillable, y ni siquiera puede ser juzgado (“la medida que uséis...”). 



Es además un misterio, que no es plenamente abarcable, ni siquiera puede ser totalmente conocido: es un abismo de belleza porque el ser humano es muy rico en posibilidades, en virtudes, cualidades y carismas. Sólo el Espíritu de Dios sondea lo profundo del hombre, y ni siquiera el hombre se puede conocer plenamente a sí mismo. Es “el misterio de la persona”, “la estructura de lo personal”.

Más aún, el Verbo de Dios, por su Encarnación, se ha unido en cierto modo a todo hombre (cf. GS 22); el otro, la persona que está al lado nuestro, es un signo de la presencia viva de Jesucristo (cf. Mt 25), y como tal, digno de ser servido, amado, acogido, perdonado. No es el otro un enemigo para nosotros, ni un posible adversario: está llamado a ser hijo de Dios en plenitud, es amado por Dios y es un signo (o icono) del mismo Señor Jesús.

Si así es el misterio inefable de la persona, nos afecta de totalmente en nuestra forma de ser, de tratar al otro, etc. 
  
El otro es digno de ser escuchado; si la persona, en su interior y posibilidades es tan rica, el otro merece ser escuchado. Lo primero es la persona, la atención personal acogiendo y escuchando, llorando con el que llora, riendo con el que ríe (cf. Rm 12,15). Todo subordinado al otro. Las agendas, las ocupaciones, las prisas, los propios proyectos “deben olvidarse” en el mismo momento en que alguien nos pide un poco de tiempo, sea para compartir, sea para ser escuchada.


sábado, 12 de septiembre de 2020

La Eucaristía en cuanto memorial

La Eucaristía es el memorial del Señor, de su sacrificio pascual. Pero memorial posee un sentido técnico muy específico: actualización, traer presente aquí y ahora con toda su virtud y fuerza redentora. Es algo más que "memoria" o mero "recuerdo".

Quien confunde "memoria" con "memorial", piensa que con eso se niega el valor de la Eucaristía como sacrificio o como culto de latría (adoración) a Dios. Pero memorial lo incluye todo.




Aquí radica un punto fundamental: las acciones de Cristo, por ser Hijo de Dios, son teándricas, divinas, y como tales, supratemporales, metahistóricas, y por tanto se pueden hacer presentes siempre con la misma eficacia salvadora.

Insistamos: hay que distinguir memorial de memoria, ya que ésta es un recuerdo subjetivo, personal, de algo que pasó, memoria psicológica, pero que no podemos modificar ni traer al presente, sólo recordar (con su carga positiva o negativa según sea el recuerdo). Tratar la Eucaristía sólo como memoria, es hacer de la Iglesia el sujeto principal, subjetivo, que recuerda, pero que no le sirve ese recuerdo psicológico de la pasión y resurrección para nada (sólo a nivel edificante o considerativo, como el Viacrucis, el Rosario o las devociones).

            El memorial es un TRAER PRESENTE, REALMENTE, lo realizado por Cristo, la PASCUA que se ACTUALIZA, SE OFRECE Y SE DA. Porque es memorial, la Eucaristía es el mismo sacrificio de Cristo de hoy de forma incruenta que sigue salvando. Así enseña la encíclica Ecclesia de Eucharistía:

jueves, 10 de septiembre de 2020

Lo sagrado es propio de la liturgia (Sacralidad - I)



Afirmar la sacralidad de la liturgia no es corriente hoy; más bien, concurriendo diversas causas para esto, se afirma lo contrario, desacralizándola, haciéndola vulgar y banal, de modo que no haya diferencia alguna entre la liturgia y lo profano, entre la liturgia y lo cotidiano. En gran medida, se ha relegado a Dios al segundo plano para exaltar al hombre y la comunidad, sus emociones, su subjetividad. La desacralización de la liturgia ha sido una opción querida y buscada, potenciando lo lúdico, lo festivo y lo didáctico.

            La liturgia es glorificación de Dios y santificación de los hombres. En la liturgia ha de cumplirse lo que Cristo recordó a Satanás en el desierto: “Al Señor, tu Dios, adorarás, y sólo a Él darás culto” (Mt 4,10). El culto divino, la expresión humana de adoración a Dios, se realiza en la liturgia de la Iglesia.



            Tampoco acaba de ser cierta la afirmación de que Cristo ha roto la separación entre lo sagrado y lo profano cuando al expirar se rasgó el velo del Templo, porque la redención aún no se ha completado y el mundo sigue siendo mundo, secular, dominado por el Príncipe de las tinieblas (cf. Jn 12,31; 2Co 4,4), el padre de la mentira (Jn 8,44), mientras que la Iglesia –y su liturgia- es el ámbito claro de lo divino, del encuentro con Dios y de su actuación salvífica. Por eso la liturgia marca un hiato, una ruptura, entre lo profano (aún por redimir) y lo sagrado, entre el mundo terreno en el que nos desenvolvemos y las realidades celestiales que pregustamos en la liturgia.

            Sí, la liturgia es el ámbito de lo sagrado; más aún, la liturgia es sagrada. Una buena imagen de lo que ocurre en la sagrada liturgia y de la actitud y el comportamiento necesarios los tenemos en el episodio de Moisés ante la zarza ardiente: se le manda que se descalce y adore porque “el sitio que pisas es terreno sagrado” (Ex 3).

domingo, 6 de septiembre de 2020

Aleluya - V (Respuestas - XVI)



5. Espiritualidad y contenido del Aleluya


            Un pueblo en fiesta canta a su Señor, ¡Aleluya!, porque Cristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y ha sido constituido Señor de todo. El Aleluya es júbilo, como júbilo se llamaba musicalmente al desarrollo de la última sílaba del Aleluya con sus melismas y modulaciones. El Aleluya es gozo en el alma. El Aleluya es alegría interior que sólo puede expresarse cantando porque las palabras se quedan pequeñas e insuficientes.


            San Agustín es un poeta del Aleluya, su gran predicador y su gran mistagogo. En muchísimas ocasiones predicó a su pueblo sobre el Aleluya, los introdujo en su significado celestial. Vamos a empaparnos de las enseñanzas, elevadas, claras a un tiempo, de este Padre.

            Los fieles cantaban el Aleluya con gusto. “Llegaron los días de cantar Aleluya… Estad atentos los que sabéis cantar y salmodiar en vuestros corazones a Dios, dando gracias siempre por todas las cosas, y alabad a Dios, pues esto significa Aleluya” (En. in Ps. 110,1).

            Dice: “Cantamos el Aleluya en determinados días, pero en todo tiempo lo tenemos en el pensamiento. Si esta palabra significa alabanza de Dios, aunque no la tengamos siempre en la boca de la carne, sin duda la tenemos en la del corazón, pues su alabanza siempre se halla en mi boca” (En. in Ps. 106,1). ¡El Aleluya está grabado en el alma!

martes, 1 de septiembre de 2020

La misión del santo (Palabras sobre la santidad - LXXXVII)



            Elegidos y predestinados por Dios, amados por Dios, cada santo ha sido llamado a desempeñar una misión específica al servicio de la Iglesia. Da igual si la misión es más representativa y visible ante todos, o es una misión oculta, apartada, discreta, tal vez hogareña o familiar. No importa lo visible de la misión, importa la misión misma como encargo recibido del Señor, y la fidelidad y perseverancia es desarrollarla y llevarla a cabo día a día.


            Algunos recibieron una misión bien visible, reconocible, son los grandes santos fácilmente identificados por todos, Padres de la Iglesia, fundadores, grandes misioneros, reformadores… A ellos les tocó una misión que no podía pasar desapercibida sino ser una luz puesta en lo alto de la casa para que alumbrase a todos. Recibieron una santidad cualificada, representativa en cierto sentido: “Los portadores de tales nombres, Basilio, Agustín, Benito, Francisco, Ignacio, no son tan grandes por su genialidad natural, sino por su santidad. Y santidad en sentido cualificado significa acoger y aceptar una misión sobrenatural, cristiana. Santidad cualificada es un “ministerio” en la Iglesia” (Balthasar, Vocación. Origen de la vida consagrada, Madrid 2015, 9).

            Otros muchos, la mayoría, recibieron una misión menos representativa ante los demás, más cotidiana, más anodina: piénsese en la misión de un padre o madre de familia, de una anónima monja de clausura en su monasterio, de un profesor ante sus alumnos, de un sacerdote en el cuidado pastoral de su parroquia, de un enfermo llamado a ofrecer sus dolores por la redención de las almas… Es la santidad ordinaria y común de los hijos de la Iglesia.