viernes, 30 de julio de 2021

Espíritu, carismas e Iglesia



La misión del Espíritu Santo es inseparable de Cristo y su Iglesia: en Ella actúa y se nos da, por lo que no hay oposición entre la Iglesia apostólica de Cristo y los carismas en la Iglesia dados por el Espíritu Santo, como si éste actuara al margen de Cristo; no hay oposición real entre aquello que llaman “Iglesia oficial” e “Iglesia carismática”.



            “No podemos dejar pasar esta ocasión que se nos presenta para rectificar ciertas opiniones que algunos se han formado sobre la acción carismática del Espíritu Santo, como si cada cual pudiera pretender ser favorecido por ella para sustraerse de este modo a la obediencia de la autoridad jerárquica; como si se pudiese apelar a una Iglesia carismática en oposición a una Iglesia institucional y jurídica, o como si los carismas del Espíritu Santo, cuando son auténticos, no fuesen gracias concedidas para utilidad de la comunidad eclesial, para la edificación del Cuerpo Místico de Cristo, o no fuesen concedidas preferentemente a quien tiene en la Iglesia especiales funciones directivas, o no estuviesen sujetas a la autoridad de la Jerarquía” (PABLO VI, Audiencia general, 26-marzo-1969).



            “¿A dónde va con frecuencia la gratuita sobrevaloración de las prerrogativas carismáticas, olvidando que ellas, aun siendo auténticas, deben encauzarse al bien de la comunidad, y contraponiéndolas a menudo, a las formas auténticas, institucionales de la Iglesia? ¿A dónde quiere llegar un cierto e indiscriminado pluralismo doctrinal, arbitrario y centrífugo? Y, ¿dónde está el acento de la fraternidad en una habitual y agresiva crítica demoledora de la estima y de la adhesión que se deben a la familia eclesial y a quien presta en ella el servicio pastoral de guía y potestad responsable?” (PABLO VI, Audiencia general, 21-julio-1971).


            Y además, procurando ser exhaustivo, para fijar el pensamiento, Pablo VI alertó de este peligro en muchas más ocasiones:


            “¿No tiene ya nuestra religión una fuerza suya propia para dar testimonio de sí, conservarse, renovarse por el camino tradicional y ordinario? ¿Es que el Espíritu sopla acaso solamente fuera del ámbito habitual de las estructuras canónicas? La Iglesia del Espíritu ¿se ha salido acaso de la Iglesia institucional? ¿Sólo en los llamados grupos espontáneos encontraremos de nuevo los carismas de la espiritualidad cristiana auténtica, primitiva, pentecostal? ...Quien altera la concepción de la Iglesia con la intención de renovar la religión en la sociedad moderna, estropea, por ello mismo, el canal del Espíritu establecido por Cristo, y compromete la religión del pueblo” (PABLO VI, Audiencia general, 21-febrero-1973).


miércoles, 28 de julio de 2021

Virtud teologal de la fe (y III)



5. Pero la fe queda incompleta si se reduce sólo a la entrega confiada y a saber interpretar y mirarlo todo con los ojos de Dios; hay que añadir que la fe es aceptación y profesión de la fe católica, de la Verdad revelada. Tiene, pues, un contenido dogmático, de recta Verdad.



Lo más razonable, lo que mejor se acomoda al espíritu humano y su inteligencia, es la fe. Ésta no es algo irracional, ni mágico. La fe, por ser lo más razonable para el hombre, puede ser pensada, formulada; se puede indagar: ésta es la tarea de la teología, esto es algo irrenunciable al hombre: pensar y comprender la fe. Predicaba S. Agustín: “cree para entender; entiende para creer”. 

La razón y la fe, dice Juan Pablo II, son las dos alas del espíritu humano para comprender la Verdad. La fe tiene que ser pensada, estudiada, ¡es la fe misma la que lo pide!, sabiendo siempre que de Dios podemos conocer muchas cosas, pero siempre serán más las que no conozcamos, porque estamos ante el Misterio que es siempre mayor que nosotros y nuestra inteligencia. 

La fe ilumina la inteligencia en este camino, pero sabiendo siempre que Dios es mayor y si pensamos la fe –la teología lo hace- es para amar y adorar más a Dios.

lunes, 26 de julio de 2021

La transformación por la gracia (SC - II)



Más que ser un cauce para expresar sentimientos y tener momentos emotivos, más que ser un espacio para adquirir unos valores sociales y tomar conciencia de la realidad para comprometerse, la liturgia expresa otras realidades más altas, más nobles, más elevadas.

            Aquí entra en juego otro aspecto más de su naturaleza teológica que nos permite comprender mejor qué es la liturgia, celebrarla correctamente y vivirla con hondura espiritual. Porque ésta es, y no otra, la perspectiva de la liturgia que buscó el Concilio Vaticano II con la Constitución sobre liturgia. Tal cual: ¡sólo hace falta leerla, estudiarla y aplicarla de verdad, sin suponer que hay un “espíritu” de la liturgia que cada cual recrea a su antojo!



            Siendo la liturgia hoy la obra de la redención de Cristo, el modo en que Cristo comunica su redención, la constitución Sacrosanctum Concilium continúa afirmando: “Contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia” (SC 2).


            1. Los fieles cristianos, cuando se sumergen en la liturgia y participan de verdad (interiormente) son transformados y sus vidas cambian. Es una transformación real que se produce por la gracia de los sacramentos, por la gracia con el encuentro con Cristo Redentor, y que se produce de día en día, avanzando de gracia en gracia, de celebración en celebración. Así, de forma amplia, se puede entender el concepto “ex opere operato”: la gracia actúa siempre en los sacramentos, transformando al hombre. Con palabras del Catecismo:

“Los sacramentos obran ex opere operato (según las palabras mismas del Concilio: "por el hecho mismo de que la acción es realizada"), es decir, en virtud de la obra salvífica de Cristo, realizada de una vez por todas. De ahí se sigue que "el sacramento no actúa en virtud de la justicia del hombre que lo da o que lo recibe, sino por el poder de Dios" (Santo Tomás de Aquino, S. Th., 3, q. 68, a.8, c). En consecuencia, siempre que un sacramento es celebrado conforme a la intención de la Iglesia, el poder de Cristo y de su Espíritu actúa en él y por él, independientemente de la santidad personal del ministro” (CAT 1128).

            La disposición y cooperación provechosa del fiel, movido por la gracia de Dios, hace que la gracia sacramental dé mucho fruto. Esto es el “ex opere operantis”: la parte humana que debe estar bien dispuesta para la liturgia con la conversión, arrepentimiento, estar en estado de gracia, devoción, recogimiento, disponibilidad, escucha, ofrecimiento, adoración. De nuevo, con palabras del Catecismo: “los frutos de los sacramentos dependen también de las disposiciones del que los recibe” (CAT 1128).

sábado, 24 de julio de 2021

Bendición del Óleo de enfermos: peticiones y efectos sacramentales

En la preciosa oración "Emitte", con la que el Obispo bendice el Óleo de los enfermos en la Misa crismal, después de la invocación, el memorial y la epíclesis, se llega a la petición, es decir, la explicitación de los efectos que se esperan alcanzar, por gracia, mediante el Sacramento.



Así vemos que la lex orandi nos conduce a la lex credendi; lo que esta antiquísima oración reza, nos ofrece la fe de la Iglesia sobre el sacramento de la Unción de enfermos.




Señor Dios, Padre de todo consuelo,
                       que has querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo:
escucha con amor la oración de nuestra fe
y derrama desde el cielo tu Espíritu Santo Defensor sobre este óleo.

Tú que has hecho que el leño verde del olivo
produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con tu bendición + este óleo,
para que cuantos sean ungidos con él
sientan en el cuerpo y en el alma
tu divina protección
y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores.

Que por tu acción, Señor,
este aceite sea para nosotros óleo santo,
en nombre de Jesucristo, nuestro Señor.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.




4. Petición y explicitación del efecto

            4.1. Efectos del sacramento

            Después de la epíclesis, con el signo de la cruz sobre la vasija con el Óleo, la oración se torna en petición que desgrana los efectos que se esperan alcanzar por medio del Óleo cuando sea materia del sacramento de la Unción.  

jueves, 22 de julio de 2021

Leer las Escrituras - III


Un método, entre otros, es el de "escrutrar las Escrituras". Puede ser útil y se suele realizar así:


                        Para leer las Escrituras, lo primero que tenemos que hacer es invocar al Espíritu Santo, pedir a Jesucristo que derrame sobre ti su Espíritu para que entiendas la Escritura, para que nuestra vida sea iluminada por la Palabra y para que esta Palabra no sea para nosotros un libro muerto sino Palabra viva que se haga vida en nosotros y nos transforme.




                        Toma un pasaje bíblico. Léelo despacio. Vuelve a leerlo y haz silencio. Lee las notas a pie de página que te pueden iluminar para comprender este pasaje. Ahora empieza versículo a versículo el pasaje, meditando. Párate en el versículo que más te atraiga o que te diga algo.

                        Piensa ahora: "¿Señor, qué me quieres decir con esta Palabra?" Mira tu vida, tu historia, tus sufrimientos, tu pecado, tu cruz... ¿Qué te dice esa Palabra dándote respuesta a todo eso? Reflexiona sobre lo que te diga el Señor Jesús.

                        Cuando hayas meditado este pasaje, deja por un momento la Escritura y haz tu oración personal al Señor. Dale gracias por todo lo que ha hecho en ti, por la Palabra que has orado... y pídele que en tu vida esa Palabra no sea letra muerta, sino se haga vida.

martes, 20 de julio de 2021

La comunión invisible con toda la Iglesia

En la celebración eucarística se realiza no sólo una comunión visible con la Iglesia apostólica y católica, sino con la Iglesia invisible, la del cielo.




La Iglesia es un Misterio de Comunión, y aquí habría que recordar y extraer las consecuencias del dogma de la Comunión de los santos. La asamblea no es un grupo particular, cerrado en sí mismo, que se mira a sí mismo, sino el Cuerpo de Cristo en comunión con la Iglesia celestial, con los santos. 

Todo lo nuestro, nuestras plegarias e intercesiones, nuestros sacrificios, la ofrenda eucarística, por la Comunión de los Santos, repercute en todo el Cuerpo Místico que es la Iglesia, aunque de modo invisible y guiados sólo por la fe. Por eso, la Iglesia, es un Misterio abierto, social, no cerrado y exclusivista. 

Existen unos vínculos espirituales, pues el Espíritu nos une a todos, tanto en el cielo como en la tierra. Es un Misterio invisible, pero no por ello menos cierto y real. Von Balthasar, en su libro “Católico”, cita un párrafo admirable de Lutero que nos puede dar esta dimensión espiritual, sobrenatural, de dimensión comunional, de la misma Eucaristía. Es una de las mejores y más amplias explicaciones de lo que es la Comunión de los santos (lo invisible de la Eucaristía), dogma que pasa tan desapercibido muchas veces en nuestra praxis espiritual y en el Misterio mismo de la Eucaristía –como si ésta fuera de una secta-.

               “Esta es la comunión de los santos de la que nos gloriamos... ¿Es que no es bueno para nosotros permanecer allí, donde todos los miembros sufren cuando un miembro padece, y donde todos se alegran cuando uno es glorificado? Por tanto, cuando sufro, no sufro solo, conmigo sufre Cristo y sufren todos los cristianos; como dice el Señor: “Quien os toque, ese toca mi pupila”. Mi carga la llevan así otros, su fuerza es la mía. La fe de la Iglesia viene en auxilio de mis temores, la castidad de otros soporta la tentación de mi concupiscencia, el ayuno de otros se convierte para mí en ganancia, la oración de otros se preocupa por mí. Y así puedo gloriarme, en verdad, de los bienes de otros como de los míos propios; y los míos son suyos en realidad cuando me deleito y me alegro junto con ellos. Yo puedo ser vergonzoso y sucio: aquellos a los que quiero, a los que apruebo, son bellos y agradables. Con este cariño me hago dueño no sólo de sus bienes, sino de ellos mismos, y así, gracias a su gloria, mi ignominia se convierte en honor, gracias a su abundancia se cubre mi necesidad, gracias a sus méritos serán perdonados mis pecados. ¿Quién quiere, pues desesperar de sus pecados? ¿Quién no querría alegrarse en sus castigos, siendo así que él no lleva por sí mismo sus pecados y castigos o, por lo menos, no los lleva él solo, cuanto tantos santos hijos de Dios, y Cristo mismo le acompañan? ¡Qué gran cosa es la Comunión de los Santos y la Iglesia de Cristo!

sábado, 17 de julio de 2021

"El Señor reciba de tus manos..." - I (Respuestas - XXVI)



1. Tras haberse lavado las manos (signo del “deseo de purificación interior”: IGMR 76, y el lavatorio es obligatorio, no opcional), el sacerdote en el centro del altar extiende las manos e invita a orar, poniéndose todos los fieles de pie (de pie “además desde la invitación Oren, hermanos”… IGMR 43). Así va a cerrarse todo el rito del ofertorio, la preparación de las ofrendas y dones eucarísticos, ya dispuestos para el sacrificio.

            La fórmula, bien clásica, con la que el sacerdote se dirige a los fieles es:

Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.



            También puede hacerlo con una de estas fórmulas aprobadas para el Misal romano en lengua española:

En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso.

Orad, hermanos, para que, llevando al altar los gozos y las fatigas de cada día nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.

            Los fieles, que ya se pusieron en pie, responden al unísono:

El Señor reciba de tus manos este sacrificio,
para alabanza y gloria de su nombre,
para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.


jueves, 15 de julio de 2021

La virtud teologal de la fe (II)



3. Ser hombre de fe, o como dice la Escritura, “el justo vivirá de la fe” (Rm 1,17) es, simplemente, una entrega confiada a Dios. 



La fe es creer que Dios existe, sí, pero creyendo que existe, entregarse con amor a Él. Creer que existe, solamente, no basta; escribe el apóstol Santiago: “también los demonios creen y tiemblan” (St 2,19c). Son los demonios los que señalan a Jesús: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios?” (Mt 8,29). 

Sabiendo que Dios existe, no por eso tienen fe, pues la fe incluye el matiz de entregarse confiadamente al Señor.

Se reconoce a Dios como Señor de la propia vida, como lo mejor que ha podido ocurrirnos nunca: ¡conocerle! Entonces, la respuesta de fe es entregarse al Señor: “mi vida ya no es mí, es toda tuya. Haz lo que quieras”, o, vivido marianamente: “hágase en mí según tu palabra”. Ya la vida no nos pertenece, se la hemos entregado al Señor porque sabemos que nos ama. 

martes, 13 de julio de 2021

La bendición del Oleo de enfermos: su epíclesis

Rica en sus brevísimas expresiones, la plegaria de bendición del Óleo de enfermos, la oración "Emitte", habla de la acción del Espíritu Santo en su epíclesis, trata de la "oración de la fe", en clara alusión a la epístola de Santiago y se detiene en considerar la materia misma de la santa Unción: el óleo o aceite.






Señor Dios, Padre de todo consuelo,
                       que has querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo:
escucha con amor la oración de nuestra fe
y derrama desde el cielo tu Espíritu Santo Defensor sobre este óleo.

Tú que has hecho que el leño verde del olivo
produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con tu bendición + este óleo,
para que cuantos sean ungidos con él
sientan en el cuerpo y en el alma
tu divina protección
y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores.

Que por tu acción, Señor,
este aceite sea para nosotros óleo santo,
en nombre de Jesucristo, nuestro Señor.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.




            3.3. El leño verde fecundo

            La petición epiclética sigue tejida de textos bíblicos. Se enriquece haciendo alusión al “leño verde” que recibe el encargo divino de producir “aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo”. Así como en otras plegarias y textos eucológicos hay una exaltación al origen de la materia que ahora va a conformar el sacramento, aquí se exalta el leño verde. 

domingo, 11 de julio de 2021

La comunión visible de la Iglesia (en la Eucaristía)



Dos tipos de comunión reseña el papa Juan Pablo II en la encíclica Ecclesia de Eucharistia: la visible y la invisible. Consideremos la primera nota: la visibilidad de la comunión eclesial significada y realizada en el sacramento eucarístico.



Es la comunión dentro de la Iglesia con la jerarquía eclesiástica, la vertebración jerárquica, es decir, comunión con el Sucesor de Pedro, comunión con el propio obispo, comunión con el Magisterio y enseñanza de fe y moral de la Iglesia, un profundo sentido de amor y obediencia a la Iglesia (Pablo VI definía bellamente a la Iglesia como “Misterio de obediencia”). 

Quien pretenda ir por libre en la Iglesia, o quien rechace o rompa la comunión con Pedro o con su obispo, quien niegue algunas de las verdades de la fe o viva al margen de la moral católica, él mismo se está excomulgando, es decir, saliéndose de la comunión visible de la Iglesia. ¿Cómo comer el Pan de la unidad cuando esa unidad se ha roto?

El Catecismo de la Iglesia Católica expone este precioso Misterio de la comunión visible de la Iglesia dentro de un amplio marco: lo que la Iglesia es en sí misma o “el Sagrado Misterio de la Unidad de la Iglesia” (UR 2):

            La Iglesia es una debido a su origen: “El modelo y principio supremo de este misterio es la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo en la Trinidad de personas” (UR 2). La Iglesia es una debido a su Fundador: “Pues el mismo Hijo encarnado, Príncipe de la Paz, por su cruz reconcilió a todos los hombres con Dios... restituyendo la unidad de todos en un solo pueblo y en un solo cuerpo” (GS 78,3). La Iglesia es una debido a su “alma”: el Espíritu Santo que habita en los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable comunión de fieles y une a todos en Cristo tan íntimamente que es el Principio de la unidad de la Iglesia” (UR 2). Por tanto, pertenece a la esencia misma de la Iglesia ser una:

            ¡Qué sorprendente misterio! Hay un solo Padre del universo, un solo Logos del universo y también un solo Espíritu Santo, idéntico en todas partes: hay también una sola virgen hecha madre, y me gusta llamarla Iglesia (Clemente de Alejandría, paed. 1,6,42).

viernes, 9 de julio de 2021

El Espíritu y la Iglesia: ¡jamás opuestos!



El Señor prometió a sus discípulos que cuando fuese glorificado enviaría el Espíritu Santo; “no os dejaré huérfanos” (Jn 14,18); “yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la Verdad” (Jn 14,15), que os lo dirá todo, que os llevará a la verdad plena (cf. Jn 16,13). Así Cristo, en la cruz, “inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19,30), y del costado de Cristo dormido en la cruz brotan el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia (bautismo y Eucaristía) y así tres son los testigos: “el Espíritu, el agua y la sangre” (1Jn 5,7-8). Como don pascual del Señor resucitado, se derrama sobre la Iglesia reunida en oración en el Cenáculo con la Virgen María. Así nace la Iglesia como obra del Espíritu Santo, como instrumento del Espíritu para prolongar la obra redentora de Cristo en la historia y entre los hombres.


  
          Hay una vinculación esencial entre la Iglesia y el Espíritu Santo; porque el Espíritu que es indivisible actúa de forma real y concreta mediante instituciones y signos para salvar, santificar e iluminar. El Espíritu Santo está en la Iglesia y fuera de ella ni contra la misma Iglesia; “la Iglesia está allí donde florece el Espíritu” (Hipólito, Trad. Apost., 35). 

La Iglesia es el ámbito del Espíritu Santo, su lugar natural de acción y santificación. La Tradición de la Iglesia así contempla la relación entre el Espíritu Santo y la Iglesia.


            “En efecto, es a la misma Iglesia, a la que ha sido confiado el “Don de Dios”... Es en ella donde se ha depositado la comunión con Cristo, es decir el Espíritu Santo, arras de la incorruptibilidad, confirmación de nuestra fe y escala de nuestra ascensión hacia Dios... Porque allí donde está la Iglesia, allí está también el Espíritu de Dios;  y allí donde está el Espíritu de Dios, está la Iglesia y toda gracia” (S. Ireneo, Adv. Haer., 3,24,1).


            El Espíritu Santo está en la Iglesia y actúa en la Iglesia y para ello genera un carisma primero que es el ministerio ordenado, instrumentos y portadores del Espíritu que lo comunican mediante los sacramentos que sellan la comunión, que gobiernan para la unidad de la Iglesia. El ministerio –al que algunos despectivamente llaman “la Iglesia oficial”- es una creación siempre actual del Espíritu Santo: “mirad por vosotros y por todo el rebaño, en medio del cual el Espíritu Santo os ha puestos como obispos para pastorear la Iglesia de Dios” (Hch 20,28); a los Apóstoles y sus sucesores –el papa y el colegio episcopal- el Señor les dice: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados, a quienes se los retengáis les quedan retenidos” (Jn 20,22-23). Luego el ministerio de Pedro (el Papa), los obispos y sacerdotes, son también un carisma, una gracia del Espíritu Santo para bien de la Iglesia.

miércoles, 7 de julio de 2021

Sentencias y pensamientos (XXIII)

24. La fe transforma por la gracia al hombre completo; la fe afecta (por amor) todas las circunstancias y situaciones de la persona; transforma lo que hace que un hombre sea persona: su memoria, su entendimiento, su voluntad, su afectividad; transforma toda la estructura psíquica y psicológica del hombre: su consciente, su inconsciente y subconsciente.




25. El Triduo Pascual será don y gracia para ti, viviéndolo como el Señor quiere ahora que lo vivas. El rito es sanante: déjate curar.



26. La Vigilia Pascual es noche de gozo. No tengas más preocupación que dejar que el rito, cada rito, por la gracia que contiene, penetre en tu vida y te trastoque totalmente.



27. Procura vivir más centrada en lo importante, dejando atrás lo que tantas veces es secundario.


lunes, 5 de julio de 2021

La obra de la redención en la liturgia (SC - I)

Muchos y en muchas ocasiones, se amparan en un supuesto "espíritu del Concilio" para hacer ejercicios de creatividad o imaginación; otros, en materia litúrgica, invocan que era lo que el Concilio dijo para avalar su práctica pastoral... cuando se ve, a las claras, que no lo conocen o no lo han leído.

En liturgia, la Iglesia se pronunció con la primera Constitución aprobda en el Concilio Vaticano II, la Constitución Sacrosanctum Concilium. Posee muchos principios que son una auténtica teología de la liturgia. Vamos a verlos en una larga serie de 25 catequesis porque es necesario saber qué dijo de verdad el Vaticano II sobre la liturgia.

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La formación litúrgica, más seria, más precisa, más honda, debe ofrecer los principios teológicos, podríamos decir “sobrenaturales”, que la sustentan y es su razón de ser.

            Alcanzar una mirada de fe y una comprensión teológica de la liturgia es el objetivo de la formación.



            Consideremos un aspecto esencial: la liturgia, obra de la redención.

            La pasión, muerte y resurrección de Cristo quedarían inútiles si no se pudiese aplicar a todos los hombres, a cada hombre, de cada generación y de cada siglo. La obra redentora del Señor debe ofrecerse y aplicarse sin interrupción, año tras año, siglo tras siglo, hasta que vuelva el Señor en su gloria.

            Si no se pudiese aplicar realmente ahora, si Cristo no comunicara aquí y ahora su redención, todo quedaría como un acto del pasado, cerrado, inaccesible. Pasó y no volvería. Lo más que se podría hacer es mirar lo que pasó, admirarlo, y sacar ejemplos o virtudes. Sería un recuerdo piadoso, pero nada más. Miraríamos a Jesús como un gran profeta, o un líder, o un hombre bueno, pero su redención se limitaría a sus contemporáneos en todo caso.

sábado, 3 de julio de 2021

Dimensiones y aspectos de un santo (Palabras sobre la santidad - XCIII)



            Para nosotros, peregrinos, que combatimos en el mundo, un santo es una referencia clara de lo que somos, de lo que estamos llamados a ser, una llamada al radicalismo evangélico y al primado de la gracia, una esperanza de que vivir así es posible, un aliento en nuestras horas bajas, una señal indicativa para unirnos más a Cristo. ¡Todo eso es un santo para nosotros!



            A un santo hay que valorarlo no desde el plano devocional, sino desde el plano teológico: la teología nos da las claves de la santidad, nos descubre el Misterio; lo devocional sólo mira a la intercesión de tal o cual santo, más milagroso o protector de determinadas causas.

            Los santos son hombres de vida densa y rica, concretos, definidos, realmente fascinantes cuando se les conoce… Son un exponente de cómo la vida sólo tiene sentido en una existencia realizada con espíritu cristiano, vivida con Cristo en Dios. Los santos, cada santo, son una alternativa evangélica para vivir de un modo distinto, modo que realmente responde al deseo profundo del corazón.