miércoles, 30 de junio de 2010

Magisterio y método teológico

El método teológico es la forma de elaborar la teología, los pasos propios de una ciencia que tiene su propio proceso de elaboración, sin que falten ninguno de ellos para no incurrir en error. Son conocidos: Escritura, Padres, recurso a las fuentes y a la liturgia, documentos, concilios y declaraciones del Magisterio, confrontación con el pensamiento contemporáneo, reflexión y síntesis, oración y contemplación...

Cuando faltan alguno de estos elementos del método teológico, la teología fácilmente se convierte en una construcción personal que se deja llevar por el subjetivismo, originando interpretaciones o planteamientos novedosos, aparentemente atractivos pero radicalmente engañosos; planteamientos o propuestas teñidas de lenguaje actual, que pretenden ser llamativas pero son construcciones personales, sin base en la Tradición, lejos del sentir de la Iglesia, distantes de la regla de la fe. Ya pueden tener un gran respaldo editorial, ser presentados como referentes en ciertos medios –prensa escrita o Internet-, ser ensalzados como “nuevos profetas”, que su teología no es teología, sino ideología, porque no ha respetado el método teológico.

Entre estos elementos del método teológico hay uno que desde hace varios decenios es sistemáticamente ignorado: el respeto al Magisterio de la Iglesia. La misión de definir la fe, de vigilar su ortodoxia, de garantizar que algo sí se ajusta a la fe eclesial, es tarea ineludible del Magisterio, como misión específica de los pastores de la Iglesia. Son éstos los maestros de la fe. Y el Magisterio se explicita en los Símbolos de la fe, en los Concilios, en la enseñanza del Papa (con el rango de importancia según sea el documento: Constitución apostólica, Bula, Encíclica, Exhortación apostólica...) y de los Obispos en comunión con Pedro.

lunes, 28 de junio de 2010

Me huelen las manos a crisma

Sí, tal cual. No es una metáfora. Las manos me huelen a crisma. Ayer después de la Misa de 11.15 tuve la celebración de un bautismo y cuando al mediodía volví a casa, todavía me olían al santo crisma. Es un aroma penetrante, duradero.

El santo crisma en mi diócesis huele bien. Algo que tendría que ser evidente y normal, sin embargo, a veces, en algunos sitios, no es tan normal. A veces en lugar de oler bien, parece aceite rancio o pasado (¿tal vez porque no renuevan los óleos en ciertas parroquias cada año?). En mi diócesis, me contaba el canónigo maestro de ceremonias, desde el año pasado, el bálsamo para mezclarlo con el aceite lo compraban en no sé cuál monasterio y se había notado el cambio. Uno abre la crismera y se desprende un suave aroma, una fragancia que "llena la casa" como María en Betania (Jn 12).

A mí me emociona el momento de ungir con el santo crisma al niño, ya recién bautizado, ya hijo de Dios. Me unjo las yemas de los dedos índice y corazón con abundante crisma y me acerco al niño, ya Templo del Espíritu, ungiendo su cabeza ampliamente. El niño desprenderá el olor del crisma, el niño desprenderá el olor de Dios. ¿No hablaba san Pablo que la vida cristiana debía desprender el "bonus odor Christi", el buen olor de Cristo (2Cor 2,15)? 

Los grandes signos litúrgicos se deben cuidar, realizar bien, ser expresivos y no limitarse al mínimo, de forma poco elocuente, poco significativa. Inventamos símbolos (¡algunos llegan a ofrecer unas sandalias y hasta unos calcetines agujereados en la presentación de las ofrendas diciendo "Te presentamos... símbolo de nuestro compromiso misionero..."!, ¡qué horror y qué mal gusto!) y sin embargo los gestos de la liturgia los realizamos pobremente. Aquí hay dos símbolos/gestos:

-el Crisma como perfume que realmente debe dar buen olor

-la unción, amplia, en la cabeza, para que el aceite esté extendido realmente (sin limpiarlo inmediatamente con un purificador o un pequeño algodón, sino dejando que se seque e impregne el aceite perfumado).

Dice el Ritual del Bautismo de niños: "Seguidamente, en silencio, el sacerdote unge en la coronilla a cada uno con el santo crisma. Si son numerosos los bautizandos y están presentes varios sacerdotes o diáconos, cada uno de ellos puede ungir a algunos niños" (n. 129). Evidentemente si se prevé la posibilidad de varios sacerdotes o diáconos es porque ungir lleva un cierto tiempo; si fuera sólo una pequenísima cruz y secarla con algodón a continuación, no harían falta más ministros para abreviar...).

Por el santo crisma, que viene de Cristo, el bautizado es llamado "cristiano". ¡Qué rito litúrgico tan espléndido si se hace bien y antes se ha explicado en la catequesis pre-bautismal!

Me olían las manos a crisma. Ni lavándome con un poco de gel se quitaba... También ahora y aquí "la casa se llenó de suave olor".

domingo, 27 de junio de 2010

Canto al poder salvador de Cristo


El que tenía cerrados los conductos del oído y no percibía los sonidos, se libera, al mandato de Cristo, de todo el espeso impedimento, se hace capaz de gozar las voces y deja paso a los susurros.

Cesa toda enfermedad, toda debilidad se aleja; habla la lengua, que tenían amarrada los silencios perezosos, y el enfermo (paralítico) lleva alegre su camilla a través de la ciudad.

Y hasta para que los infiernos no se viesen privados de su salvación, entra benigno al mismo tártaro: la puerta rota cede, cae el quicio desgajado, arrancados los cerrojos.

Aquella puerta fácil para los que entran, inflexible para los que quieren regresar, devuelve a los muertos, y, abrogada la ley, queda franco el negro umbral para ser ya desandado.

Prudencio, Himno de todas las horas, vv. 64-75.

sábado, 26 de junio de 2010

Las manos sacerdotales son de Cristo


En el día de la ordenación sacerdotal, se le ungen las manos al presbítero con el santo Crisma. Es el Espíritu Santo el que "habilita", el que "capacita" esas manos para que sean las manos de Cristo consagrando y ofreciendo el sacrificio eucarístico, derramando la misericordia en la absolución, comunicando el Espíritu Santo al enfermo en la Santa Unción... ¡Manos sacerdotales, manos ungidas, manos de Cristo! Así lo pronuncia el obispo en la crismación: "Jesucristo, el Señor, a quien el padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo, te auxilie para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el sacrificio".

Ungido con el Espíritu Santo, ¡cuántas maravillas obrará un sacerdote, o mejor, obrará Cristo por medio del sacerdote!

"Elegido de entre los hombres, el sacerdote sigue siendo uno de ellos y está llamado a servirles entregándoles la vida de Dios. Es él quien "continúa la obra de la redención en la tierra" (Nodet, p. 98). Nuestra vocación sacerdotal es un tesoro que llevamos en vasijas de barro (cf. 2 Co 4, 7). San Pablo expresó felizmente la infinita distancia que existe entre nuestra vocación y la pobreza de las respuestas que podemos dar a Dios. Desde este punto de vista existe un vínculo secreto que une el Año paulino y el Año sacerdotal. Todavía conservamos en lo más íntimo de nuestro corazón la exclamación conmovedora y confiada del Apóstol, que dice: "Cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte" (2Co 12, 10). La conciencia de esta debilidad abre a la intimidad de Dios, que da fuerza y alegría. Cuanto más persevera el sacerdote en la amistad de Dios, tanto más continuará la obra del Redentor en la tierra (cf. Nodet, p. 98). El sacerdote ya no vive para sí mismo, sino para todos (cf. Nodet, p. 100).

viernes, 25 de junio de 2010

Cantar salmos es rezar amando: ¡cantar es propio de quien ama!


"Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles. Se nos ha exhortado a cantar al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo conoce el cántico nuevo. Cantar es expresión de alegría y, si nos fijamos más detenidamente, cantar es expresión de amor. De modo que quien ha aprendido a amar la vida nueva sabe cantar el cántico nuevo. De modo que el cántico nuevo nos hace pensar en lo que es la vida nueva. El hombre nuevo, el cántico nuevo, el Testamento nuevo: todo pertenece al mismo y único reino. Por esto, el hombre nuevo cantará el cántico nuevo, porque pertenece al Testamento nuevo.

Todo hombre ama; nadie hay que no ame; pero hay que preguntar qué es lo que ama. No se nos invita a no amar, sino a que elijamos lo que hemos de amar. ¿Pero, cómo vamos a elegir si no somos primero elegidos, y cómo vamos a amar si no nos aman primero? Oíd al apóstol Juan: Nosotros amamos a Dios, porque él nos amó primero. Trata de averiguar de dónde le viene al hombre poder amar a Dios, y no encuentra otra razón sino porque Dios le amó primero. Se entregó a sí mismo para que le amáramos y con ello nos dio la posibilidad y el motivo de amarle. Escuchad al apóstol Pablo que nos habla con toda claridad de la raíz de nuestro amor: El amor de Dios –dice- ha sido derramado en nuestros corazones. Y, ¿de quién proviene este amor? ¿De nosotros tal vez? Ciertamente no proviene de nosotros. Pues, ¿de quién? Del Espíritu Santo que se nos ha dado.

Por tanto, teniendo una gran confianza, amemos a Dios en virtud del mismo don que Dios nos ha dado. Oíd a Juan que dice más claramente aún: Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él. No basta con decir: El amor es de Dios. ¿Quién de vosotros sería capaz de decir: Dios es amor? Y lo dijo quien sabía lo que se traía entre manos. Dios se nos ofrece como objeto total y nos dice: “Amadme y me poseeréis, porque no os será posible amarme si antes no me poseéis”.


jueves, 24 de junio de 2010

Juan Bautista o las cosas claras

Oh Dios, que suscitaste a san Juan Bautista para que preparase a Cristo, el Señor, un pueblo bien dispuesto, concede a tu familia el don de la alegría espiritual y dirige la voluntad de tus hijos por el camino de la salvación y de la paz.

Sabemos de la importancia y el simbolismo de la fiesta de hoy:

-Nace en el solsticio de verano, cuando las tinieblas van a empezar a crecer, mientras que Cristo nacerá en el solsticio de invierno, cuando el día crece y las tinieblas retroceden porque Cristo es Sol de justicia,

-su nacimiento, "motivo de alegría para muchos" que dice el Evangelio, se celebra en la liturgia; pensemos que lo normal es celebrar el dies natalis, el día en que un santo entra en el cielo, no su nacimiento terreno... a excepción de la Natividad del Señor, de la Virgen y de San Juan Bautista, por la alegría que causan y por la importancia de sus personas.

En la oración colecta, inspirada en un texto lucano, se reza señalando que Juan Bautista venía a preparar a Cristo "un pueblo bien dispuesto". Esa es la misión de Juan. Para ello será profeta de soledades, austero, recio, interpelante. No se callará: lo que es pecado lo denunciará, lo señalará; no se hace el loco, ni disimula, para no ser desagradable, o pensando que "no pasa nada", que no se puede ser tan recto. Su voz es una voz clara: no busca halagar, ni que los oídos no se molesten; ni es un encantador de serpientes ni su voz es un canto de sirenas que engatusa. Habla claro, demasiado claro. Y lo que predica es la conversión, señalando a cada uno en qué debe cambiar (recordemos los evangelios de Adviento) con tal de llegar a Cristo.

La Iglesia, como san Juan Bautista, sólo puede predicar a Cristo y la conversión con amabilidad, sí, pero con firmeza.

miércoles, 23 de junio de 2010

Una hora de oración antes que tanto activismo

Cada vez que me llego a leer este texto de san Juan de la Cruz, me siento tan cuestionado que experimento cierta vergüenza ante el Señor. La afirmación clave del místico castellano es que más vale una hora de oración con amor al Señor que tantas predicaciones y actividades pastorales y reuniones y ajetreo... ¡estériles tantas veces!

Leámoslo primero:

“Porque es más precioso delante de él y del alma un poquito de este puro amor, y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas esotras obras juntas. Que por eso María Magdalena, aunque con su predicación hacía gran provecho, y le hiciera muy grande después, por el gran deseo que tenía de agradar a su Esposo y aprovechar a la Iglesia, se escondió en el desierto treinta años, para entregarse de veras a este amor, pareciéndole que en todas maneras ganaría mucho más de esta manera, por lo mucho que aprovecha e importa a la Iglesia un poquito de este amor.
De donde, cuando un alma tuviese algo de este grado de solitario amor, grande agravio se le haría a ella y a la Iglesia, si aunque fuese por poco espacio, la quisiesen ocupar en cosas exteriores o activas, aunque fuesen de mucho caudal; porque, pues Dios conjura que no la recuerden de este amor, ¿quién se atreverá y quedará sin reprehensión? Al fin, para este fin de amor fuimos criados” (CB 29).

martes, 22 de junio de 2010

Grandeza del Evangelio


“Una fotografía de Jesucristo, por muy bien hecha que hubiera resultado, sería siempre un retrato de Él por fuera y en una sola actitud; el Evangelio es el retrato de Jesucristo por dentro y por fuera en variadísimas actitudes.

¿Os habéis dado bien cuenta del valor de un libro que nos retrata al vivo al ser más querido de nuestro corazón, en sus lágrimas de pobre y de perseguido y sus triunfos de Rey y de Dios, que nos conserva la descripción de sus hechos, de sus milagros y de sus virtudes, nos guarda sus sentencias, sus parábolas y sus promesas, y que, para prevenir toda duda y matar toda incredulidad, se nos presenta con todas las garantías humanas y divinas de autenticidad?

No es un santo más o menos regalado por Dios de celestiales revelaciones, no es un milagro atestiguado por mayor o menor número de testigos, es la misma Tercera Persona de la Trinidad augusta la que se ha cuidado de velar por la exactitud y verdad de ese retrato del Hijo de Dios hecho hombre.

Amigos, demos una y muchas veces gracias al Espíritu Santo por el riquísimo regalo del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.


lunes, 21 de junio de 2010

La Sabiduría

La espiritualidad hispana es muy rica, fecunda, pero poco conocida. San Isidoro es un gran maestro que escribe algunas obras de espiritualidad como las "Sentencias" o los "Sinónimos", y a él vamos a recurrir. Es Tradición también, aunque no sea romana, sino hispana.

1. “Todo el que es sabio según Dios es feliz. La vida feliz consiste en conocer la divinidad. El conocimiento de la divinidad da mérito a la obra buena, y el mérito de la obra buena es premio de la eternidad.

2. El que es sabio según el mundo, es necio según Dios. Por ello dice el profeta: “Todo hombre se ha hecho necio por su saber” (Jer 10,14).


3. El primer afán de la ciencia consiste en buscar a Dios; luego, la integridad de vida acompañada de obras de virtud.


4. Nadie recibe con plenitud la sabiduría de Dios sino aquel que se esfuerza en substraerse a toda preocupación de los negocios. De ahí que esté escrito: “La sabiduría del escriba [se acrecienta] con el bienestar, y el que restringe sus ocupaciones, ese la alcanzará” (Eclo 38,25).


5. Llega a la cima de un conocimiento no despreciable el que comprende que no puede investigar los secretos de Dios. Mas entonces justamente conocemos a Dios cuando afirmamos no conocerlo a la perfección.


6. A veces es conveniente desconocer algunas cosas. Pero nadie tiene mayor culpa que aquel que ignora a Dios.


7. Son muchos los que intentan la búsqueda de la verdad, pero pocos los que la encuentran. Mas las verdades que sobrepujan la inteligencia humana no se deben escudriñar. Todo cuanto supera a la mente humana no cabe investigarlo, sino dejarlo a la decisión divina, de modo que consideremos justo lo que agrade a la divina voluntad. Porque no podrá ser injusto lo que al justo juez complaciere.


8. Toda sabiduría se basa en la ciencia y en la opinión; pero el juicio producto de la ciencia es mejor que el de la opinión, pues aquel es verdadero; este, en cambio, problemático.


9. Ayuda a contraer una responsabilidad mayor el que uno conozca lo que debe practicar y no quiere practicar lo que conoce. Por ello, dice el Señor: “El siervo que conoce la voluntad de su amo y no la cumple, justamente recibirá muchos azotes” (cf. Lc 12,47). Y Santiago: “El que sabe hacer el bien y no lo hace es reo de pecado” (Sant 4,7)".
Sentencias, II, c. 1, 1-9.

domingo, 20 de junio de 2010

Alabanza a Cristo por sus acciones y milagros


El agua vertida en los cántaros se transforma en Falerno generoso; el sirviente dice que es el vino sacado de la tinaja del agua; el jefe mismo del banquete se llena de estupor ante las copas coloreantes bañadas del sabor aquel.

“Mando –dijo- que queden limpios los miembros ulcerados por la enfermedad, la podredumbre de las entrañas”; se cumple al punto lo que había mandado; las ofrendas expiatorias por los cuerpos llagados terminan por limpiar el cutis inflamado.


Tú unges con limo saludable y con el néctar de tu sagrada boca los ojos hundidos ya en tinieblas eternas; con este remedio volvió en seguida la luz a las órbitas abiertas.


Increpas al viento enfurecido, porque en terrible borrasca revuelve la mar desde su honda sima y descarga contra la nave a la deriva; obedece el viento a tus mandatos, la ola se recuesta mansamente.


Una mujer toca a escondidas la orla de tu sagrada túnica: sigue la curación al punto; la palidez deja su rostro; la corriente de sangre se detiene que manaba en incesante flujo.


Vio a un adolescente arrebatado por la muerte de su dulce juventud, a quien su madre viuda acompañaba a la morada última con extremo llanto. “Levántate”, le dijo, él se levanta y, puesto en pie, se lo devuelve a su madre.

A Lázaro, que no veía ya la luz del sol en cuatro días, que estaba ya metido en el sepulcro, le manda recobrar las fuerzas después de darle vida; el hálito vital regresa, recobrado, al hígado apestado.


Camina por las aguas de la mar, va pisando con sus pies la cresta de las olas; el agua móvil del abismo le ofrece un camino colgante (suspendido) y no se abre el agua al peso de sus sagradas plantas.


Un demente agitado por un furor salvaje, acostumbrado a bramar encadenado en un sepulcro que le sirve de caverna, sale precipitado y cae suplicante cuando sintió que llegaba Cristo.
La ponzoña multiforme de falaces demonios, expulsada de un poseso, se aloja en los cuerpos sucios de una piara de cerdos y se sumerge en las aguas negras como un rebaño enloquecido.

“¡Recoged en doce canastas los fragmentos sobrantes de la comida!” Ya están asaz alimentados millares de comensales con sólo consumidos cinco panes y dos peces.

Tú eres nuestra comida y nuestro pan, Tú la dulzura eterna; quien come tu manjar, jamás tendrá ya hambre ni sacia el vacío de su vientre, sino que mantiene lo que vive largo tiempo.

Prudencio, Himno de todas las horas, vv. 1-63.

sábado, 19 de junio de 2010

Silencio interior en el Sagrario


“Será el Evangelio el mago prodigioso que nos haga oír ruidos de palabras en donde el resto de las gentes no oye nada. ¡Oh palabra divina del Jesús de mi Sagrario, toca a mi oído, entra en mi alma, y quédate allí resonando con eco inextinguible!

Callad, lengua mía, sentidos míos y potencias mías; callad, pasiones de mi alma y nervios de mi cuerpo; callad, recuerdos del pasado y ambiciones tumultuosas de lo porvenir; callad, que voy a mi Sagrario a escuchar la voz dulce, que no habla más que a las almas en silencio...

¿Os enteráis? En el Sagrario hay tiempo de hablar y tiempo de callar. Hablad cuanto queráis; pero después callad cuanto podáis; en silencio exterior e interior esperad; ya recibiréis la respuesta... ya oiréis...”


Beato D. Manuel González, Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario,
en O.C., Vol. I, n. 493.

viernes, 18 de junio de 2010

Riqueza y hondura de los salmos


"¿Qué cosa hay más agradable que los salmos? Como dice bellamente el mismo salmista: Alabad al Señor, que los salmos son buenos; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. Y con razón: los salmos, en efecto, son la bendición del pueblo, la alabanza de Dios, el elogio de los fieles, el aplauso de todos, el lenguaje universal, la voz de la Iglesia, la profesión armoniosa de nuestra fe, la expresión de nuestra entrega total, el gozo de nuestra libertad, el clamor de nuestra alegría desbordante. Ellos calman nuestra ira, rechazan nuestras preocupaciones, nos consuelan en nuestras tristezas. De noche son un arma, de día una enseñanza; en el peligro son nuestra defensa, en las festividades de nuestra alegría; ellos expresan la tranquilidad de nuestro espíritu, son prenda de paz y de concordia, son como la cítara que aúna en un solo canto las voces más diversas y dispares. Con los salmos cantamos el nacimiento del día, y con los salmos cantamos a su ocaso.

En los salmos rivalizan la belleza y la doctrina; son a la vez un canto que deleita y un texto que instruye. Cualquier sentimiento encuentra su eco en el libro de los salmos. Leo en ellos: Cántico para el amado, y me inflamo en santos deseos de amor; en ellos voy meditando el don de la revelación, el anuncio profético de la resurrección, los bienes prometidos; en ellos aprendo a evitar el pecado y a sentir arrepentimiento y vergüenza de los delitos cometidos.

¿Qué otra cosa es el Salterio sino el instrumento espiritual que hace resonar en la tierra la dulzura de las melodías celestiales, como quien pulsa la lira del Espíritu Santo? Unido a este Espíritu, el salmista hace subir a lo alto, de diversas maneras, el canto de la alabanza divina, con liras e instrumentos de cuerda, esto es, con los despojos muertos de otras diversas voces; porque nos enseña que primero debemos morir al pecado y luego, no antes, poner de manifiesto en este cuerpo las obras de las diversas virtudes, con las cuales pueda llegar hasta el Señor el obsequio de nuestra devoción.

Nos enseña, pues, el salmista que nuestro canto, nuestra salmodia, debe ser interior, como lo hacía Pablo, que dice: Quiero rezar llevado del Espíritu, pero rezar también con la inteligencia; quiero cantar llevado del Espíritu, pero cantar también con la inteligencia; con estas palabras nos advierte que debemos orientar nuestra vida y nuestros actos a las cosas de arriba, para que así el deleite de lo agradable no excite las pasiones corporales, las cuales no liberan nuestra alma, sino que la aprisionan más aún; el salmista nos recuerda que en la salmodia encuentra el alma su redención: Tocaré para ti la cítara, Santo de Israel; te aclamarán mis labios, Señor, mi alma, que tú redimiste".
(S. AMBROSIO, Coment. Salmo 1, 4.7-12)

jueves, 17 de junio de 2010

La gracia obrando


Partamos de un texto de san Agustín, autor al que hay que leer y mucho (además de Las Confesiones, claro):

"Cristo toma forma, por la fe, en el hombre interior del creyente, el cual es llamado a la libertad de la gracia, es manso y humilde de corazón, y no se jacta del mérito de sus obras, que es nulo, sino que reconoce que la gracia es el principio de sus pobres méritos; a éste puede Cristo llamar su humilde hermano, lo que equivale a identificarlo consigo mismo, ya que dice: Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Cristo toma forma en aquel que recibe la forma de Cristo, y recibe la forma de Cristo el que vive unido a él con un amor espiritual. El resultado de este amor es la imitación perfecta de Cristo, en la medida en que esto es posible" (Com. Ep. Gal, n. 37).

* La vida del cristiano es un constante proceso de crecimiento interior tomando la forma de Cristo. Quedarse estancado es renunciar a esta forma de Cristo; pensar que uno ya tiene alcanzado todo en la vida espiritual, o que ya ha hecho bastantes cosas buenas en su vida, es aumentar la desemejanza en lugar de la semejanza con Cristo.

* La gracia de Dios inspira, sostiene y acompaña nuestras obras... Lo que hagamos solos, confiados sólo en nosotros, en nuestro ascetismo orgulloso, son "pobres méritos". Sólo la gracia que viene en auxilio del hombre y le mueve interiormente hace que lo que hagamos sea "mérito" ante Dios (léase todo el tratado de la Justificación de Trento, maravilloso).

* La gracia es lo más opuesto a la soberbia del hombre; la soberbia cree necesitar a Cristo en todo caso al final, casi como un adorno superficial, para demostrar lo mucho que valía; la humildad es tan consciente de su naturaleza que reconoce que "Sin Mï, no podéis hacer nada", y configura su vida como una "humilde petición de Gracia" (que eso es la oración para San Agustín), como un ser constantemente "mendigos de la Gracia".

miércoles, 16 de junio de 2010

Eclesialidad de la liturgia: ¡por favor, no tocar!


La dimensión eclesial de la liturgia ha de ser considerada una y otra vez como una nota característica para evitar los particularismos. La liturgia, con sus distintos ritos, evidencian la comunión del pueblo cristiano y la unidad de la Iglesia, y las creatividades, invenciones, arbitrariedades, distorsionan ese sentir eclesial de la liturgia reduciéndola al gusto de un grupo, de una comunidad, de una parroquia. ¡Cuánta diferencia hay en la celebración de la Eucaristía en una parroquia o en otra! Simplemente faltaría el sentido eclesial de recibir la liturgia como un don y un regalo que entrega la Iglesia y que vivimos agradecidos, con sentido de respeto, deponiendo la imaginación y la inventiva personal.

No sólo los ritos, las mismas fórmulas de oración, las plegarias litúrgicas (es decir, los textos eucológicos) son de la Iglesia y expresan la fe de la Iglesia; alterarlos o modificarlos pueden en ocasiones variar aspectos de esta fe de la Iglesia, apartándose de la ortodoxia.

La celebración litúrgica posee un sentido sagrado inherente; en la liturgia, en cierto modo, se reproduce el misterio de la zarza ardiente ante Moisés, y sólo podemos descalzarnos con respeto porque el sitio que pisamos es sagrado. El sentido de adoración, de veneración, de oración, de amor, debe impregnar el culto litúrgico, pero despojado del sentido sagrado –desacralizado, secularizado- la liturgia se convierte en aparato humano vacío e intrascendente.

martes, 15 de junio de 2010

El Evangelio leído en el Sagrario: fotografía del Corazón de Jesús


“Hora es ya de descubriros al gran revelador del Sagrario, el gran confidente que está en el secreto suyo, el amigo íntimo que nos puede hacer entrar en ese alcázar de las misteriosas maravillas del Sagrario.

Tenéis prisa por saber su nombre, ¿verdad?

¡El Evangelio!

Es ése el dedo poderoso que va a levantar ante vuestra vista asombrada el velo de aquellos arcanos, y ése es el mensajero que Dios bueno os envía para que vuestros ojos y vuestros oídos de carne puedan ver y oír, si milagro ni revelaciones especiales, lo que en el Sagrario se dice y se hace.

¡El Evangelio!

¿Pero os habéis fijado en lo que es y lo que vale el Evangelio?

Algunas veces nos hemos lamentado de que no se hubiera conocido el arte de la fotografía en los tiempos de la vida mortal de nuestro Señor Jesucristo para haber tenido el consuelo, grande por cierto, de conservar su retrato. ¡Qué alegría poder recrearse en una fotografía de la que pudiéramos decir: ése era Él!

Ese retrato, sin embargo, no nos había de dar más alegría que la que nos proporciona el Evangelio".


Beato D. Manuel González, Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario,
en O.C., Vol. I, n. 393.

domingo, 13 de junio de 2010

Oración colecta del Domingo XI del Tiempo Ordinario

Llevo todo el día rezando con la oración colecta de hoy, no sólo en el Oficio litúrgico, sino en la meditación personal, y cada vez más, me parece deliciosa:

Oh Dios, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas y pues el hombre es frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos.

La traigo también en latín, ya que el original presenta matices:
Deus, in te sperantium fortitudo, invocationibus nostris adesto propitius, et, quia sine te nihil potest mortalis infirmitas, gratiae tuae praesta semper auxilium, ut, in exsequendis mandatis tuis, et voluntate tibi et actione placeamus.

1. Dios es "fuerza de los que en ti esperan", "fortaleza": quien espera en Dios nunca queda defraudado; es más, en todo, en las pruebas y en la debilidad humana, Dios es fortaleza. "Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza" (Sal 17).

2. "El hombre es frágil y sin ti nada puede". Ya lo dijo el Señor: "sin mí no podéis hacer nada". Nos creemos poderosos, fuertes, decididos, capaces por nuestra sola voluntad de alcanzarlo todo, incluso en el orden espiritual con los propósitos... pero, ¿somos conscientes de nuestra fragilidad? No, el hombre no lo puede todo, el Omnipotente es sólo Dios. Necesitamos de Dios y de su Gracia, le necesitamos. La concupiscencia nos declara la guerra interior, el mundo afectivo se desajusta, la voluntad está sumamente debilitada: sin Cristo nada podemos.

3. "Concédenos la ayuda de tu gracia". Recordemos cómo san Agustín define al hombre como "Mendigo de la Gracia" y la misma oración personal es siempre, de forma más clara o de fondo, una petición de Gracia. La Gracia será la que nos dirija, sostenga y acompañe; la gracia la que nos enseñe a pensar lo que es recto y cumplirlo con su ayuda (Oración del Domingo X). 

4. "Para guardar tus mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos". Sin la Gracia, la Ley nos mata. La Gracia nos vivifica, rehabilita nuestro ser, nos capacita para obrar en santidad. El voluntarismo nos agota, nos deja secos y estériles. El pelagianismo optimista, que piensa que el hombre lo puede todo y que la Gracia es un estímulo exterior, nos deja cada día peor y con mal sabor de boca. Todo lo hace nuevo en nosotros la Gracia.

Termino: espiritualidad litúrgica, amor por la liturgia, no será el esteticismo, sino la asimilación orante de los textos, imbuirnos del espíritu cristiano que brota de la liturgia para cada uno de nosotros. 

Las oraciones de nuestro rito romano son muy concisas, breves, incluso secas si queremos; pero bien recitadas por el sacerdote en la liturgia nos introducen en el Misterio; meditadas personalmente nos dan la LEX CREDENDI, el dogma hecho oración, educándonos.

Acostumbrémonos a saborear, meditar y extraer el jugo a las oraciones de la Misa.

Estupor ante el Misterio de Cristo


¡Dame, esclavo, el plectro para cantar a la asamblea de los fieles un poema dulce y melodioso: las hazañas insignes de Cristo! A Él solo cante nuestra musa, a Él alabe nuestra lira.

Cristo es, cuyo remoto advenimiento el rey-sacerdote, adornada su cabeza de ínfulas, celebraba al acorde de su voz, de su arpa y su timbal, bebiendo la inspiración que del cielo inundaba sus entrañas.


Yo canto sus hechos y milagros ya reconocidos; testigo es el mundo, y la tierra misma no niega lo que vio: que Dios vino en persona para enseñar a los mortales.

Nacido del corazón del Padre antes del comienzo del mundo, llamado Alfa y Omega, Él es la fuente y término de todo lo que es, ha sido y habrá de ser.


Él mandó, y fue creado a todo, habló Él, y se hizo la tierra, el cielo, la fosa de la mar, la triple máquina del orbe y lo que en ellos vive bajo el alto globo del sol y de la luna.


La figura se vistió del caduco cuerpo, los miembros sujetos a la muerte, ara que no pereciese la raza descendiente del primer hombre, a quien la ley castigadora había sumergido en las profundidades del infierno.


¡Oh feliz nacimiento aquél, en que una virgen madre, por el Espíritu Santo fecundada, dio a luz a nuestra Salvación y en que el Niño, redentor del mundo, mostró su sagrado rostro!


¡Cante la altura del cielo; cantad, ángeles todos, que cuanta fuerza existe en todas partes cante en alabanza de Dios; que no calle lengua alguna y toda voz resuene al mismo tiempo.

¡Mirad a quien los poetas celebraban en los antiguos siglos, a quien habían prometido en los pasados tiempos: que unidas le alaben todas las criaturas!

Prudencio, Himno de todas las horas, vv. 1-27.

sábado, 12 de junio de 2010

Amistad personal con Cristo –oración- para ser testigos


“Ésta es la cadena: apóstoles, en cuanto testigos. Testigos en cuanto amigos. Amigos en cuanto íntimos...

Romped o quitad uno de los eslabones, y frustraréis la obra maestra de Jesús, y la acción de su apóstol. Con qué razón y satisfacción podía exclamar después el evangelista Juan a los fieles: “Lo que fue desde el principio, lo que oímos, lo que vimos con nuestros ojos y contemplamos y palparon nuestras manos tocante al Verbo de la vida... esto es lo que os anunciamos”.

¡Con qué precisión se revela en esta carta apostólica al apóstol, al testigo, al amigo, al íntimo de Jesús! ¡Dar testimonio de Aquel a quien vio, oyó, contempló, palpó! Es decir, dar testimonio de Jesús de todos los modos conocido, sabido y saboreado. ¿No os parece, hermanos, que el secreto de no pocos fracasos y hasta esterilidades, está no en la falta de misión, sino en el vacío de amistad íntima con el Jesús que nos envía?

“Si no tienen espíritu –decía santa Teresa de los letrados sin trato con Jesús-, que no salgan de sus celdas, que harán más daño que provecho”.

viernes, 11 de junio de 2010

Año sacerdotal. Madurez afectiva, ¡como el Corazón de Jesús!


El camino sacerdotal es siempre una mayor unión con Cristo, para que su amor pastoral transforme el propio corazón y devenga en un corazón pastoral semejante al suyo.

En la Eucaristía aprendemos a ser sacerdotes, en la entrega de la propia vida, de mi libertad, de mi ser.

"La Eucaristía debe llegar a ser para nosotros una escuela de vida, en la que aprendamos a entregar nuestra vida. La vida no se da sólo en el momento de la muerte, y no solamente en el modo del martirio. Debemos darla día a día. Debo aprender día a día que yo no poseo mi vida para mí mismo. Día a día debo aprender a desprenderme de mí mismo, a estar a disposición del Señor para lo que necesite de mí en cada momento, aunque otras cosas me parezcan más bellas y más importantes. Dar la vida, no tomarla. Precisamente así experimentamos la libertad. La libertad de nosotros mismos, la amplitud del ser. Precisamente así, siendo útiles, siendo personas necesarias para el mundo, nuestra vida llega a ser importante y bella. Sólo quien da su vida la encuentra" (Benedicto XVI, Homilía en las ordenaciones sacerdotales, 7-mayo-2006).

Y, un segundo punto: El sacerdote pone su corazón en el Señor como el Señor ha puesto todo su amor en el sacerdote. Busca crear comunidad eclesial vinculando las personas no a su afectividad (a veces egoísta o inmadura), sino vinculándolos al Amor de Cristo. Esto pide del presbítero un corazón muy grande, muy amable, pero, al mismo tiempo, un corazón maduro, equilibrado, muy lleno de Jesucristo.

"El pastor no puede contentarse con saber los nombres y las fechas. Su conocimiento debe ser siempre también un conocimiento de las ovejas con el corazón. Pero a esto sólo podemos llegar si el Señor ha abierto nuestro corazón, si nuestro conocimiento no vincula las personas a nuestro pequeño yo privado, a nuestro pequeño corazón, sino que, por el contrario, les hace sentir el corazón de Jesús, el corazón del Señor. Debe ser un conocimiento con el corazón de Jesús, un conocimiento orientado a él, un conocimiento que no vincula la persona a mí, sino que la guía hacia Jesús, haciéndolo así libre y abierto. Así también nosotros nos hacemos cercanos a los hombres. Pidamos siempre de nuevo al Señor que nos conceda este modo de conocer con el corazón de Jesús, de no vincularlos a mí sino al corazón de Jesús, y de crear así una verdadera comunidad" (Benedicto XVI, ibid.).

Esta misma idea la expone en otra homilía, en este caso de ordenación de obispos. ¡Qué revelador el sacerdote que crea un grupo cerrado en torno a él, porque revela su inmadurez afectiva! ¡Grupo cerrado, los únicos "comprometidos", a todas horas con él impidiendo su libertad hacia los demás, organizando la vida parroquial! El siervo debe dar cuentas sobre la gestión del bien que se le ha encomendado. No atamos a los hombres a nosotros; no buscamos poder, prestigio, estima para nosotros mismos. Conducimos a los hombres hacia Jesucristo y así hacia el Dios vivo" (Benedicto XVI, Homilía en la ordenación episcopal, 12-septiembre-2009).

Al término del Año sacerdotal... ¡Señor, concédenoslo! ¡Santifica a tus sacerdotes! ¡Danos muchas y santas vocaciones sacerdotales!

jueves, 10 de junio de 2010

El Corazón de Cristo


¡Dueño de mi vida,
vida de mi amor,
ábreme la herida de tu Corazón!

¡Qué petición tan sublime y humilde,
tan trascendental y sentida!

El Corazón de Jesús,
el Corazón divino-humano
de Cristo Resucitado es el Dueño de nuestras vidas,
de todas y cada una,
no nos pertenecemos a nosotros mismos,
pertenecemos al Señor,
y en la vida y en la muerte somos del Señor.

Vida de mi amor,
pues sólo Él sacia, llena,
con bondad infinita
la vida de nuestro amor,
nos hace amar con su amor,
o en lenguaje de Sta. Teresita,
“nos presta su amor” “para llenar nuestras manos vacías”

“Ábreme la herida de tu Corazón”,
ábreme tu costado traspasado
del que salió sangre y agua;
ábreme –como explicaba S. Juan de Ávila, patrón del clero diocesano-
esas saetías que son tus llagas
para ver que tus entrañas
son amor,
sólo amor, un amor sacrificado,
un amor crucificado, un amor hasta el extremo.

miércoles, 9 de junio de 2010

Culto al Corazón de Jesús (Pablo VI)

Como leemos en la Constitución Conciliar, “la Iglesia, o Reino de Cristo, presente ya como misterio, se desarrolla visiblemente en el mundo por la fuerza divina. Este nacimiento y desarrollo se significan por medio de aquella sangre y aquella agua que salieron del costado abierto de Jesús crucificado” (LG 3). Porque en realidad de aquel Corazón herido del Redentor nació la Iglesia y de él se alimenta, ya que Cristo “se entregó a Sí mismo por ella, para santificarla, purificándola por el agua, en virtud de la palabra de Vida” (Ef 5,25).

    Por esta razón es absolutamente necesario que los fieles rindan culto y veneración, ya con afectos de íntima piedad, ya con públicos obsequios, a aquel Corazón “de cuya plenitud todos hemos recibido” y aprendan de él a ordenar su vida, de modo que responda exactamente a las exigencias de nuestro tiempo. En este Smo. Corazón de Jesús se encuentra el origen y manantial de la misma Sgda. Liturgia, puesto que es “el Templo Santo de Dios”, donde se ofrece el sacrificio de propiciación al Eterno Padre, “de modo que puede salvar perfectamente a cuantos por Él se acercan a Dios” (Hb 7,25). De aquí recibe también la Iglesia el impulso para buscar y emplear todos los medios que sirvan para la unión plena con la Sede de Pedro de todos aquellos hermanos que están separados de nosotros; más aún, para que también aquellos que todavía están al margen del nombre cristiano, “conozcan con nosotros al único Dios y al que Él envió, Jesucristo” (Jn 17,3). Porque, en efecto, el ardor pastoral y misionero se inflama principalmente en los sacerdotes y en los fieles, para trabajar por la gloria divina, cuando mirando el ejemplo de aquella divina caridad que nos mostró Cristo, consagran todo su esfuerzo a comunicar a todos los inagotables tesoros de Cristo.

    A nadie se le oculta que tales son los principales objeti-vos que, por divina inspiración, recomienda y alienta en los fieles el Sdo. Concilio; y mientras nos esforzamos por traducir en realidad lo que la esperanza nos propone, hemos de pedir una y otra vez la luz y fuerza necesarias a aquel Salvador Divino, cuyo Corazón traspasado nos inspira tan ardientes deseos de lograrlo.

Carta “Diserti interpretes”, de Pablo VI, 25-mayo-1965

martes, 8 de junio de 2010

Dulzura de los salmos, valor teológico


"Aunque es verdad que toda la sagrada Escritura está impregnada de la gracia divina, el libro de los salmos posee, con todo, una especial dulzura; el mismo Moisés, que narra en un estilo llano las hazañas de los antepasados, después de haber hecho que el pueblo atravesara el mar Rojo de un modo admirable y glorioso, al contemplar cómo el Faraón y su ejército habían quedado sumergidos en él, superando sus propias cualidades (como había superado con aquel hecho sus propias fuerzas), cantó al Señor un cántico triunfal. También María, su hermana, tomando en su mano el pandero, invitaba a las otras mujeres, diciendo: Cantaré al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar.

La historia instruye, la ley enseña, la profecía anuncia, la reprensión corrige, la enseñanza moral aconseja; pero el libro de los salmos es como un compendio de todo ello y una medicina espiritual para todos. El que lo lee halla en él un remedio específico para curar las heridas de sus propias pasiones. El que sepa leer en él encontrará allí, como en un gimnasio público de las almas y como en un estadio de las virtudes, toda la variedad posible de competiciones, de manera que podrá elegir la que crea más adecuada para sí, con miras a alcanzar el premio final.

lunes, 7 de junio de 2010

El sacerdote y el Sagrario: su mejor Amigo y Compañía


“¡Con qué gusto habla un sacerdote del Sagrario!, del Sagrario en que vive el Jesús que lo ha hecho su consagrante, su repartidor, su guardián, su vecino, su confidente, su... inseparable.


¡El sacerdote y el Sagrario! ¡Dios mío! ¡Lo que da que decir y que pensar y que amar y que agradecer y que derretirse la unión de esas dos palabras!

¡Por qué pensar que con valer tanto y tanto el Sagrario, la divina largueza lo ha unido tan estrechamente al sacerdocio, que sin uno no puede existir el otro!...

¡Sin sacerdocio no hay Sagrario!

¡Qué alegría, hermanos, inunda mi alma de sacerdote al ver mi vida tan entrelazada, por así decirlo, con la existencia del Sagrario!

¿Qué le importa a un sacerdote no ceñir a sus sienes coronas de conquistador, de héroe, de sabio o de otras grandezas de aquí en la tierra, si puede saborear ante el cielo y ante la tierra el gusto inacabable de esa palabra; soy el hombre del Sagrario?

Por eso, para la lengua y para la pluma de un sacerdote no hay tema de conversación ni más delicioso, ni más propio, ni más interesante, que el hablar del Sagrario. Tanto más, cuanto que ese Sagrario de sus amores y que se ha instituido para ser conocido, amado y frecuentado, padece desconocimientos y abandonos inconcebibles, no sólo por parte de los que viven lejos de él, sino de los que viven o debieran vivir cerca, muy cerquita...


domingo, 6 de junio de 2010

"Sed de tu amor, Señor" (Plegaria)


Tu ejemplo, Amado mío,
a abajarme me invita y a despreciar honores.
Para encontrarte, quiero permanecer pequeña.

Olvidándome a mí tu dulce corazón cautivaré.
No ambiciono otra cosa
que en soledad vivir, donde encuentro mi paz y mi alegría.
En complacerte es sólo mi ejercicio

y mi felicidad... eres tú, mi Jesús.


Tú, el Dios inmenso,
a quien rendido adora
el infinito cielo,
vives dentro de mí,

hecho mi prisionero noche y día.


Tu dulce voz me implora

y a cada instante me repite quedo:

“¡Yo tengo sed! ¡Yo tengo sed de amor!”

Yo también soy, Jesús, tu prisionera,
y a mi vez quiero repetirte siempre

tu emocionada imploración divina:

“Amado mío, hermano, ¡yo tengo sed de amor!”

Yo tengo sed de amor, colma mis esperanzas

y aumenta en mí, Señor, tu llama viva.

Yo tengo sed de amor,
mi sufrimiento es grande,
a ti volar quisiera... ¡a ti, Dios mío!

Tu amor es mi martirio, mi único martirio.

Cuanto más él se enciende en mis entrañas,

tanto más mis entrañas te desean...

¡¡¡Jesús, haz que yo muera
de amor por ti...!!!
(Sta. Teresa del Niño Jesús, Poesía nº 31,
Cántico de Sor María de la Trinidad y de la Santa Faz).

viernes, 4 de junio de 2010

Cuidar la dignidad de la liturgia

Cuanto más leo a Pablo VI, más me admiro de su persona (mártir) y más profunda su doctrina. Es un Papa que será admirado en su gran talla cuando haya más perspectiva histórica y se calmen las aguas agitadas.

Veo un párrafo de un discurso de 1977 y me asombran sus palabras, certeras y medidas. ¡Hay que cuidar la liturgia! Y eso mismo nos debe servir hoy de pauta a nosotros: a Obispos y sacerdotes, pero también a los diferentes ministros de la liturgia, al coro parroquial, a catequistas que introducen en el Misterio...

"La liturgia católica ha de continuar siendo teocéntrica. Esta es su naturaleza propia. Es el espíritu de la renovación llevada a cabo por el Concilio.

Permitid que nos detengamos unos instantes a hablar de la celebración de la Eucaristía..

Esta es algo más que un encuentro fraternal y un compartir la vida. San Pablo no se asustaba de recordarlo a los cristianos de Corinto (1Cor 11,22). La Eucaristía es, esencialmente, la reiteración del sacrificio redentor de Cristo. 

Es una realidad de la cual ningún ministro, ningún laico es propietario.

Es un misterio sagrado que requiere una atmósfera de gravedad y de dignidad, y no soporta la mediocridad o el descuido del lugar, de los ornamentos, de los objetos de culto.

Sencillez, ¡sí! Desenfado ¡nunca!"

(Discurso a los obispos de la región suroeste de Francia presentes en Roma para la visita ad limina, 18-abril-1977).

jueves, 3 de junio de 2010

Año sacerdotal. El camino humilde del sacerdote


El camino sacerdotal no es otro sino el de Cristo: beber apurando el cáliz, compartir con Cristo la tarea redentora, no buscando medrar humanamente, sino vivir como Cristo, ser como Cristo.

Benedicto XVI, con la claridad expositiva y la hondura espiritual que le caracterizan, en diversas homilías ha abordado temas sacerdotales que no deben pasar inadvertidos, sino convertirse en un punto de interiorización para todos.

"Esta palabra "sube" (anabainei) evoca la imagen de alguien que trepa al recinto para llegar, saltando, a donde legítimamente no podría llegar. "Subir": se puede ver aquí la imagen del arribismo, del intento de llegar "muy alto", de conseguir un puesto mediante la Iglesia: servirse, no servir. Es la imagen del hombre que, a través del sacerdocio, quiere llegar a ser importante, convertirse en un personaje; la imagen del que busca su propia exaltación y no el servicio humilde de Jesucristo. Pero el único camino para subir legítimamente hacia el ministerio de pastor es la cruz. Esta es la verdadera subida, esta es la verdadera puerta. No desear llegar a ser alguien, sino, por el contrario, ser para los demás, para Cristo, y así, mediante él y con él, ser para los hombres que él busca, que él quiere conducir por el camino de la vida. Se entra en el sacerdocio a través del sacramento; y esto significa precisamente: a través de la entrega a Cristo, para que él disponga de mí; para que yo lo sirva y siga su llamada, aunque no coincida con mis deseos de autorrealización y estima. Entrar por la puerta, que es Cristo, quiere decir conocerlo y amarlo cada vez más, para que nuestra voluntad se una a la suya y nuestro actuar llegue a ser uno con su actuar" (Benedicto XVI, Homilía en las ordenaciones sacerdotales, 7-mayo-2006).

El sacerdote no busca subir, escalar, el “arribismo”: sino vivir como Cristo Buen Pastor dando la vida. No es un salteador que tenga que escalar una tapia, sino que se agacha empequeñeciéndose para entrar por la puerta estrecha que es Cristo.

"Tú has querido, Señor,
que tus sacerdotes sean ministros del altar y del pueblo;
te rogamos que... su ministerio te sea siempre grato
y dé frutos permanentes en tu Iglesia"
(Cf. O Ofrendas, Rito Ordenación de Presbíteros).

miércoles, 2 de junio de 2010

Orar los salmos, saber interpretarlos, sentirlos eclesialmente

"106. Quien recita los salmos abre su corazón a los sentimientos que éstos inspiran según el género literario de cada uno, ya sea de lamentación, confianza, acción de gracias u otros que acertadamente señalan los exegetas.


107. Adhiriéndose al sentido literal, el que recita los salmos fija su atención en la importancia del texto para la vida del creyente. En efecto, consta que cada uno de los salmos fue compuesto en circunstancias peculiares, como nos lo indican los títulos que los preceden en el salterio hebreo. Pero sea lo que fuere de su origen histórico, cada salmo tiene un sentido literal que incluso en nuestros tiempos no podemos desatender. Pues aunque tales cánticos traigan su origen de los pueblos orientales de hace bastantes siglos, expresan, sin embargo, de un modo adecuado el dolor y la esperanza, la miseria y la confianza de los hombres de todas las edades y regiones, cantando sobre todo la fe Dios, la revelación y la redención.
 

martes, 1 de junio de 2010

Sentirse solo en la Iglesia

La clave de la felicidad es Jesucristo y el encuentro con Él, Jesucristo el Amado; la felicidad no es un algo, sino Alguien, Jesucristo. Y en Él, un gran amor a la Iglesia. Nunca estamos solos estando en ella. Somos una Comunión, un Cuerpo. El cristiano nunca está solo: “Quien cree, nunca está solo” (Benedicto XVI, Homilía inauguración del ministerio petrino, 24-abril-2005).

Y en la Iglesia, Madre, Maestra, recibimos a Cristo y toda gracia. ¿No os parece maravilloso? Porque eso es lo que da consistencia a la frágil vida de cada uno de nosotros.

La sensación aparente a la vez que amarga de soledad viene cuando, intentando ser fiel a la Iglesia, las corrientes van en contra y todo se halla agitado. ¿He sido defraudado? ¿La Iglesia me ha abandonado? Cuando todo es convulso, ¿me estoy equivocando? La sensación de soledad consume interiormente cuando, siguiendo las pautas de la Iglesia, todo alrededor está tan infectado por la secularización interna, que uno va solo y es cuestionado, considerado como desfasado, “antiguo”, poco “pastoral” y otras lindezas. Todo esto ocurre por no sumarse al carro del “buenismo”, de ser “simpático” callando la sana doctrina de la fe, de desacralizar la liturgia...

Me parece que un texto, tal vez muy largo, de Von Balthasar capta perfectamente el problema de esa “soledad” en la Iglesia. ¡Cuántos no se van a sentir retratados, reflejados, comprendidos!