viernes, 11 de junio de 2010

Año sacerdotal. Madurez afectiva, ¡como el Corazón de Jesús!


El camino sacerdotal es siempre una mayor unión con Cristo, para que su amor pastoral transforme el propio corazón y devenga en un corazón pastoral semejante al suyo.

En la Eucaristía aprendemos a ser sacerdotes, en la entrega de la propia vida, de mi libertad, de mi ser.

"La Eucaristía debe llegar a ser para nosotros una escuela de vida, en la que aprendamos a entregar nuestra vida. La vida no se da sólo en el momento de la muerte, y no solamente en el modo del martirio. Debemos darla día a día. Debo aprender día a día que yo no poseo mi vida para mí mismo. Día a día debo aprender a desprenderme de mí mismo, a estar a disposición del Señor para lo que necesite de mí en cada momento, aunque otras cosas me parezcan más bellas y más importantes. Dar la vida, no tomarla. Precisamente así experimentamos la libertad. La libertad de nosotros mismos, la amplitud del ser. Precisamente así, siendo útiles, siendo personas necesarias para el mundo, nuestra vida llega a ser importante y bella. Sólo quien da su vida la encuentra" (Benedicto XVI, Homilía en las ordenaciones sacerdotales, 7-mayo-2006).

Y, un segundo punto: El sacerdote pone su corazón en el Señor como el Señor ha puesto todo su amor en el sacerdote. Busca crear comunidad eclesial vinculando las personas no a su afectividad (a veces egoísta o inmadura), sino vinculándolos al Amor de Cristo. Esto pide del presbítero un corazón muy grande, muy amable, pero, al mismo tiempo, un corazón maduro, equilibrado, muy lleno de Jesucristo.

"El pastor no puede contentarse con saber los nombres y las fechas. Su conocimiento debe ser siempre también un conocimiento de las ovejas con el corazón. Pero a esto sólo podemos llegar si el Señor ha abierto nuestro corazón, si nuestro conocimiento no vincula las personas a nuestro pequeño yo privado, a nuestro pequeño corazón, sino que, por el contrario, les hace sentir el corazón de Jesús, el corazón del Señor. Debe ser un conocimiento con el corazón de Jesús, un conocimiento orientado a él, un conocimiento que no vincula la persona a mí, sino que la guía hacia Jesús, haciéndolo así libre y abierto. Así también nosotros nos hacemos cercanos a los hombres. Pidamos siempre de nuevo al Señor que nos conceda este modo de conocer con el corazón de Jesús, de no vincularlos a mí sino al corazón de Jesús, y de crear así una verdadera comunidad" (Benedicto XVI, ibid.).

Esta misma idea la expone en otra homilía, en este caso de ordenación de obispos. ¡Qué revelador el sacerdote que crea un grupo cerrado en torno a él, porque revela su inmadurez afectiva! ¡Grupo cerrado, los únicos "comprometidos", a todas horas con él impidiendo su libertad hacia los demás, organizando la vida parroquial! El siervo debe dar cuentas sobre la gestión del bien que se le ha encomendado. No atamos a los hombres a nosotros; no buscamos poder, prestigio, estima para nosotros mismos. Conducimos a los hombres hacia Jesucristo y así hacia el Dios vivo" (Benedicto XVI, Homilía en la ordenación episcopal, 12-septiembre-2009).

Al término del Año sacerdotal... ¡Señor, concédenoslo! ¡Santifica a tus sacerdotes! ¡Danos muchas y santas vocaciones sacerdotales!

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