sábado, 28 de septiembre de 2013

Magisterio: sobre la evangelización (X)

Amplísimo discurso del papa Benedicto XVI, recién elegido, a un grupo de obispos polacos en visita ad limina (3-diciembre-2005); la nueva evangelización es su objeto. Posee el estilo personal de Benedicto XVI, sus claves de fondo, sus orientaciones siempre claras.

1) El obispo es el primer impulsor de la evangelización y ése ha de ser el centro de su interés al ejercer el ministerio episcopal, siempre contando -escuchando, acompañando- a sus inmediatos colaboradores, los presbíteros.

"Hoy, junto con vosotros, queridos hermanos, quisiera reflexionar sobre este tema. Sabemos bien que el primer responsable de la obra de evangelización es el obispo, que ejerce los tria munera:  profético, sacerdotal y pastoral. En su libro ¡Levantaos, vamos!, especialmente en los capítulos "Pastor", "Conozco mis ovejas" y "La administración de los sacramentos", Juan Pablo II, basándose en su propia experiencia, trazó el proyecto del camino del ministerio episcopal para que dé buenos frutos. No es necesario mencionar ahora los pasos de sus reflexiones. Todos podemos recurrir al patrimonio que nos ha dejado, y aprovechar abundantemente su testimonio. Que su sentido de responsabilidad por la Iglesia y por los creyentes encomendados a la solicitud del obispo sea para nosotros modelo y estímulo. Los primeros colaboradores del obispo en la realización de sus tareas son los presbíteros; a ellos, antes que a todos los demás, debería dirigirse la solicitud del obispo. Juan Pablo II escribió:  "Con su manera de vivir el obispo muestra que "el modelo Cristo" no está superado; también en las actuales condiciones sigue siendo muy actual. Se puede decir que una diócesis refleja el modo de ser de su obispo. Sus virtudes —la castidad, la práctica de la pobreza, el espíritu de oración, la sencillez, la finura de conciencia— se graban en cierto sentido en los corazones de los sacerdotes. Estos, a su vez, transmiten esos valores a sus fieles y así los jóvenes se sienten atraídos a responder generosamente a la llamada de Cristo" (¡Levantaos, vamos!, p. 118)". 

jueves, 26 de septiembre de 2013

Discernimiento y pensamientos (Exht. a un hijo espiritual - XIII)

"No aspires a complacer a ningún otro, salvo solamente al Señor. Para todo lo que pienses hacer, piensa primero en el Señor y examina con detenimiento si está de acuerdo con el Señor lo que piensas. Y si está bien a los ojos de Dios, realízalo; pero si se descubre que es contrario a Él, arráncalo de tu alma.


Todos los días analiza muy cuidadosamente tus actos, y si adviertes que eres víctima del pecado, refúgiate pronto en la penitencia. No quiero que continúes arrastrando tu pecado de día en día, sino que, si has tenido algún mal pensamiento, haz penitencia como Dios manda y arranca velozmente de tu corazón ese pecado. Y no digas: "No es grave esa falta que sólo he cometido con el pensamiento", porque a los ojos de Dios todo queda manifiesto y evidente.

No permitas que, como espinas y abrojos, crezcan en ti los malos pensamientos ni los descuides como si no tuvieran importancia: que quien menosprecia las faltas mínimas, se irá deslizando poco a poco en el mal. No menosprecies la picadura de una serpiente, no sea que su veneno se te extienda hasta el corazón. Arranca las ramas de espinas del labrantío de tu corazón, para que no claven en ti sus hondas raíces. Entérate de que tu corazón es el labrantío del Señor, cultívalo con las doctrinas celestiales y no permitas que en el labrantío del Señor se siembre la cizaña.

Así pues, si de este modo te mantienes en vela, fácilmente podrás ascender hasta la perfección" 

(S. Basilio Magno, Exh. a un hijo espiritual, n. 12).

martes, 24 de septiembre de 2013

La vía del mal gusto

Cuando tanto hablamos de belleza y de la "via pulchritudinis", debemos darnos cuenta de que la realidad que hoy se impone es el feísmo, las cosas utilitarias, o "la vía del mal gusto". Es una estética reinante fea, que va unida al rechazo a la Verdad y al Bien. Lo que es Bello en sí mismo sí va unido a la Verdad y al Bien.

Sociedad y cultura actuales han privilegiado ese "mal gusto"; la Iglesia, hija de su tiempo, con hombres que son hijos de su tiempo, ha asumido demasiado ese camino de fealdad en su música, en sus cantos, en sus "obras artísticas" (si pueden llamarse así) y en sus edificios. Aun cuando a veces esa banalidad en las formas y en los contenidos se justifiquen por la palabra talismán "pastoral", la pastoral auténtica sabe privilegiar los caminos de la belleza como vía de acceso y de comunicación del Misterio.

La Iglesia siempre se ha mostrado amiga del arte verdadero, pero no se identifica con estilo artístico ninguno, no reconoce ninguno como propio y exclusivo. Se adapta a la cultura de cada época, de regiones distintas, a condición de que sea belleza verdadera. Sería una contradicción construir hoy y celebrar hoy con el paradigma del "barroco" como único estilo bello y eclesial o la reproducción de lo bizantino como único arte y expresión evangelizadora; y tampoco sería verdadero y bello asumir acríticamente la música actual y la arquitectura actual, secularizando la belleza y el sentido del Misterio de Dios dándose.

Recordemos qué dice el Concilio Vaticano II.

Primero la "dignidad del arte sagrado" (obsérvese la palabra "dignidad" ):

"Entre las actividades más nobles del ingenio humano se cuentan, con razón, las bellas artes, principalmente el arte religioso y su cumbre, que es el arte sacro.

domingo, 22 de septiembre de 2013

La ascesis de quien quiere crecer

Un buen entrenamiento nos confiere agilidad, presteza.

El ejercicio -¡dicen!- es bueno para la salud.

Pero hay ejercicios que deben ser repetidos, con frecuencia diaria, para capacitarnos a algo. ¡Ay, los músculos del alma! Demasiado atrofiados, algo flojos, quizás entumecidos. Esta "gimnasia" espiritual, ejercicio, trabajo interior constante y esforzado se llama ascesis en el lenguaje cristiano. Significa lucha, entrenamiento.


Claro está que no por el esfuerzo uno se santifica... pero sí es verdad que hay que arar el terreno y arrancar las hierbas que estorban para que la tierra del corazón reciba la semilla de la Gracia; y luego vendrá otro entrenamiento, otro ejercicio: cultivar la tierra sembrada por Dios para que dé frutos, con constantes cuidados.

La ascesis es necesaria para cultivar lo bueno, fortalecer lo débil, afianzar pequeñas virtudes, y que otras se puedan ir desarrollando.

"Leyendo en la Escritura lo elevados que deben ser los pensamientos y el espíritu de los cristianos, olvidamos fácilmente que el espíritu cristiano es fruto del tiempo, y que por más deseable y necesario que sea poseerlo, no podemos imponerlo a nuestras mentes. También olvidamos que no basta con expresar sentimientos religiosos para ser religioso (es más bien al contrario), mientas que, si nos esforzásemos por obedecer en todo a la voluntad divina, eso nos permitiría entrenar de verdad el corazón para que pudiese alcanzar la plenitud del espíritu cristiano" (Newman, PPS I 18, 232-233).

viernes, 20 de septiembre de 2013

"Por todos ante Dios" - Adoración eucarística

A nadie se le oculta la importancia que tiene la adoración eucarística, la exposición del Santísimo, y por eso mismo, en este blog, con periodicidad, volvemos una y otra vez a mostrar sus valores y cualidades, litúrgicas, pastorales, espirituales.





Hace muchos años, o al menos eso me lo parece a mí, un lema de la Jornada Pro orantibus traía como lema una frase adaptada de Edith Stein (Sta. Teresa Benedicta de la Cruz), que rezaba así:


"Ante ti por todos".


La frase original (que he encontrado después de años) dice así: 

"nuestra vocación es interceder por todos ante Dios" 

(Carta nº 415, a Fritz Kaufmann, 14-mayo-1934; OC I, p. 1089).


Ese mismo sentido, en general, es el contenido hondo de la adoración eucarística. Se está ante el mismo Cristo, expuesto solemnemente en la custodia, intercediendo por todos. Se está ante el mismo Cristo cargando con los problemas, los sufrimientos, las angustias, los dolores, de nuestros hermanos, ofreciéndolos, intercediendo.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Fe, Iglesia y servicio al mundo

La fe orienta e  impulsa a transformar las realidades temporales, ordenándolas según Dios. La Iglesia, cuya vida y gozo es evangelizar, es servidora del hombre -como lo es su mismo Señor- para elevarlo a Dios, ofrecerle la gracia de la redención, acompañar sus pasos, engendrarlo para la vida eterna.


La Iglesia sirve al hombre y lo busca para que no se pierde ni se enrede en tantos lazos ideológicos o en situaciones de pecado. Convoca, llama, santifica. Esa es su misión, siendo signo e instrumento de la comunión con Dios y de la reconciliación de los hombres.

Cada cual, en la Iglesia, en su propia vocación, se convierte en servidor y no enemigo del mundo. Tal actitud y comportamiento no suponen una aprobación tácita del mundo para mundanizarse, ni para aceptar como bueno todo lo que ve, simplemente porque existe en el mundo y está de moda, sino que, desde dentro del mundo, lo purifica, lo eleva. Amar al mundo es la condición, pero no para dejarlo tal cual está sino para salvarlo, como Cristo mismo hizo: no vino para condenar al mundo sino para que el mundo se salve por él (cf. Jn 3,16).

Esta dinámica es conveniente recordarla no para generar optimismos ilusorios, pero sí para afrontar la relación con el mundo con la esperanza cristiana. Sobran los profetas de calamidades, los que claman contra todo a todas horas y quisieran hacer de la Iglesia un castillo cerrado a la defensiva, mirando el mundo con recelo y sospechas constantes. Sobra el pesimismo que cunde a veces por todas partes y que es anticristiano. Se necesita más bien la mirada sobrenatural de Cristo para ver el mundo y lanzarse a la obra de Cristo en este mundo concreto que ahora nos toca vivir.

Así es como la Iglesia quiere servir al mundo moderno -o postmoderno, según el pensamiento actual- y cada católico debe situarse para no rechazar el mundo de plano pero tampoco identificarse acríticamente con él fundiéndose en un abrazo mortal.

martes, 17 de septiembre de 2013

El fracaso del apóstol (VIII)


Las ilusiones del apóstol, los planes del enviado, los deseos evangelizadores, de la misión, del trabajo por el Reino, chocan con la realidad. Las cosas -los corazones, en el fondo- no salen ni se desarrollan según habíamos pensado, es Dios quien traza sus planes, su proyecto salvador, estando el apóstol al servicio de Dios y de la Iglesia, con la sabia disciplina del corazón de no esperar nunca ni frutos ni resultados (aunque fueran legítimos y santos), sino tener una santa indiferencia, una gran libertad de espíritu que sólo se logra poco a poco, con una "gran dosis de mística", de vida interior, de oración y sacramentos.

    El fracaso se podría interpretar de múltiples formas. 

Si el Señor manda sólo a sembrar, ¿quién puede sentirse fracasado por no cosechar? La cosecha, ¿es del Señor o nuestra? 

Y si es del Señor, ¿por qué alguien se puede sentir fracasado? 

El "negocio" del Evangelio es más del Señor que de los apóstoles, Él está más empeñado que ellos. Hay que dejar a Dios ser Dios, que Él dará crecimiento a la semilla a su tiempo.
 

lunes, 16 de septiembre de 2013

Dejarse inhabitar por el Espíritu

¿Será siempre el Eterno desconocido? ¿Permanecerá así en la teología, en la liturgia y en la espiritualidad de nosotros, cristianos latinos?

Sin embargo el Espíritu Santo habita en nuestro interior, como un Sello y Don, cuando se nos crismó en la frente con el Santo Crisma (el gran instrumento sacramental del Espíritu Santo).


Habita en lo interior; sugiere qué decir y cómo decirlo; indica qué hacer; nos conduce a la Verdad mediante la conciencia; impulsa al bien; ilumina en la oración; pone las palabras en nuestros labios para rezar... y nos empuja para descubrir -¡asombrados, llenos de estupor!- que Jesucristo es el único Señor, el Señor, el centro de la historia, de la vida y del propio corazón.

¡Ven Espíritu Santo!

"El Espíritu Santo... habita cuerpo y alma, como en un templo... Por lo tanto, nos invade (si se puede decir) como la luz penetra en un edificio o como un perfume delicado impregna los pliegues de un vestido valioso, de manera que, según el lenguaje de la Escritura, se dice que estamos en Él y Él en nosotros... En el lenguaje vigoroso de san Pedro, el cristiano se convierte en "partícipe de la naturaleza divina" (2P 1,4), y, como dice san Juan, tiene el "poder" o la autoridad de "convertirse en hijo de Dios"" (Newman, PPS II 19, 222).

viernes, 13 de septiembre de 2013

Virtud cardinal de la templanza

La conciencia requiere una formación constante, de manera que iluminada la inteligencia, se ejercite la voluntad con actos repetidos una y otra vez, hasta que se conviertan en hábitos, es decir, en modo habituales de actuar. ¡Nada que ver con el lenguaje de los "valores", frutos del consenso social y de las modas!


Las virtudes requieren un trabajo interior de la persona hasta lograr que no sólo realice actos virtuosos, sino que la persona misma sea virtuosa; no sólo que realice algunos actos de paciencia, sino que la persona llegue a ser paciente.

La virtud cardinal de la templanza ejerce una función primera que es la de controlar racionalmente, con una directriz de la inteligencia y de lo razonable, las pasiones y los afectos que tantas veces se desbordan. Esta virtud racional (¡cardinal!) organiza una jerarquía de prioridades para la persona y es capaz de subordinar lo inferior a lo superior, lo menos importante a lo más importante, sabiendo insistir en lo fundamental y evitando la dispersión en los placeres que son accesorios.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Oración atenta al cantar salmos (Exht. a un hijo espiritual - XII)

"Busca al Señor y lo encontrarás y no lo sueltes cuando ya lo tengas, para que tu espíritu se aúne con su amor.

Aspira a esto en tu vida: a ofrecerle a Dios una oración pura.

Que los pensamientos no turben tu corazón, ni tu espíritu se deje arrebatar por diversos lugares y cosas. Sí, acuérdate, hijo mío, de que estás en presencia del Señor, que mira en lo más recóndito del corazón y conoce los secretos del espíritu.

Mantén, pues, tu atención en presencia del Señor en el momento del rezo y de los salmos.

Que el sueño no rinda tu alma, y que no discrepe tu sentimiento de tu lengua, sino que estén en consonancia; y de uno y otra sean las palabras que se pronuncien. Lo mismo que es imposible servir a dos señores, tampoco una oración con doblez podrá ascender hasta Dios.

No se te pase, hijo mío, ningún momento ocioso ni desocupado. Conviene que tanto de día como de noche estés en vela, para que puedas evitar con mayor facilidad la tentación inminente. Y si pensamientos sucios turban tu corazón y te obligan a cometer lo que no está permitido, expúlsalos de tu alma por medio de oraciones y vigilias.

La oración es una sólida defensa para el alma. Gracias a las purísimas oraciones todo lo que es útil se nos concede por obra del Señor y todo lo perjudicial, sin ningún género de duda, se ahuyenta. en el momento de cantar los salmos, cántalos con sabiduría, hijo mío, y entona cánticos espirituales poniendo toda tu atención ante el Señor, para que más fácilmente puedas darte cuenta del poder de los salmos.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Algunas virtudes

Quisiera traer algunas consideraciones breves respecto a ciertas virtudes.

Una somera presentación, una breve palabra, y ya entre todos sacaremos consecuencias, las matizaremos, añadiremos matices y sumaremos (probablemente) nuevas virtudes.

El horizonte de sentido cristiano no es "hacer el bien", porque se podría hacer algunas veces sí y otras no, sino llegar a "ser buenos" porque entonces siempre obraremos el bien. Es más que practicar una virtud ocasional, sino llegar a ser virtuosos y que esa virtud sea un hábito nuestro que orienta el actuar cotidiano. Hay está la transformación cristiana.

1) La autoestima.

Por supuesto, nada tiene que ver con la soberbia, sino con la verdadera apreciación de uno mismo, el confiado recurso a la propia valoración y amor de uno mismo, sano y limpio. Entre otras cosas porque si hemos de amar al otro "como a uno mismo", tendremos que saber amarnos de verdad.

"Comprendí que 
en cualquier circunstancia

Yo estaba en el lugar correcto...
En la hora correcta...
En el momento exacto...

Entonces me relajé.

Hoy sé que eso
tiene nombre: Autoestima"

2) Autenticidad. Las máscaras con las que podemos recubrirnos y disfrazarnos pretenden mostrar algo que es inexistente. Es una preocupación constante por ganarnos el afecto de los demás, su aprecio, su estima, su valoración, adaptándonos a unos y otros, cambiando la máscara según las exigencias del otro. Revela así una mirada muy poco sobrenatural sino excesivamente interesada en el orden natural que nos rodea. La autenticidad refleja la madurez y libertad de quien sabe que su Juez es sólo el Señor.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Pensamientos de San Agustín (XX)

¿Dónde hallará el hombre la felicidad más pura y auténtica, la que nunca acaba? San Agustín apunta a la vida feliz y bienaventurada, en Dios, y junto con la Comunión de los santos, donde reinó siempre la caridad, el amor más sincero y entregado, sobrenatural.
Nosotros, empero, sólo seremos felices en El, con El y por El. Por su gracia somos unidad entre nosotros y un solo espíritu con El, siempre que a El se aglutine nuestro espíritu. Es un bien para nosotros adherirnos a Dios, pues pierde a todo el que lo abandona (San Agustín, Tratado sobre la Trinidad 6,5,7).
El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, con memoria, entendimiento y voluntad, con una estructura trinitaria (mente, comunicación y amor), pero esta imagen es deformada cuando el hombre se desprecia a sí mismo entregándose al pecado. En lugar de hombre, se convierte en bestia.
Si en ti te desprecias a ti mismo y desdeñas la imagen de Dios, en la cual te creó, vencido por el apetito de las bestias, serás bestia, como si el hombre se te perdiese... (San Agustín, Sermón 8,8).

jueves, 5 de septiembre de 2013

Santa Iglesia en sus santos

La Iglesia, a la que reconocemos como Santa, por el Espíritu Santo que en ella y por ella actúa, es a la vez una Madre fecunda engendrando santos.
La santidad es una nota característica y bella de la naturaleza de la Iglesia. Y cada santo es un testigo y un aval de la fecundidad santificadora de la Iglesia; cada uno de ellos es una pequeña, minúscula, llamativa encarnación de la santidad misma de la Iglesia.


¡Ese es el rostro, la verdad de la Iglesia!

""El cristianismo -observa de Lubac-... tiene que engendrar santos, es decir, testigos de lo eterno... Santo es el que ... logra hacernos entrever la eternidad, a despecho de la pasada opacidad del tiempo".

Pues bien, este penetrar en la opacidad se ha producido en la historia de la Iglesia en todo tiempo y en toda condición, nos ha llegado desde todos los continentes y en la más desconcertante variedad de circunstancias.

Formas y documentos de la santidad en la Iglesia están presentes cualitativa y cuantitativamente a lo largo de la historia de un modo incomensurable e incomparable respecto a cualquier otro ámbito de experiencia religiosa. Recordemos esta bella página de Adrienne von Speyr: "Los santos son la demostración de que el cristianismo es posible. Por ello pueden ser guías para caminar hacia esa caridad de Dios que de otro modo parecería imposible. Pues Dios, al fundar todas las modalidades de santidad, ha abierto infinitas posibilidades, de las cuales por lo menos alguna está sin duda a mi alcance. En el seguimiento real de los santos la exigencia "siempre mayor" de la caridad cristiana resulta clara por sí misma. De hecho un santo nunca significa un límite, un freno... La inserción de los santos es una facilidad que nos ofrece el Señor, una concreción de sus mandamientos, una indicación gracias a la cual nadie se puede engañar. Y por eso no sucede que la indicación sirva solamente para empezar el camino, teniendo luego que avanzar solos con el Señor. El santo acompaña, pues llega a ser de por sí cada vez más transparencia del Señor, y por eso no debemos dejarlo a un lado. El hace que el Señor nos resulte cada vez más central. Porque la esencia de toda santidad consiste en permanecer en el Señor hasta que Él vuelva".

martes, 3 de septiembre de 2013

De teología espiritual a una teología que sea espiritual

Parecería que la "teología espiritual" es la única que estudia y abarca la espiritualidad cristiana, sus vertientes, procesos, caminos, métodos, validez y antropología, y quienes se dedican a la "teología espiritual" serían teólogos con una gran espiritualidad interior y sensibilidad hacia el mundo interior y la acción del Espíritu Santo.


Por el contrario, vulgarmente, la teología tal cual no requeriría tal espiritualidad, sino datos, fuentes, revelación, patrística y por supuesto, un amplísimo cuerpo de notas a pie de página, citadas metodológicamente. Sería la frialdad, la apariencia de ciencia en lo exterior, y el teólogo una persona que sólo debe científicamente seguir el método teológico sin saltarse ninguno de los pasos y no crear una ideología o formular una herejía (herejía: una verdad absolutizada desgajada del conjunto).

¿Esto es así?

Más bien habría que considerar que para elaborar un pensamiento serio, racional, con base y fundamento, todo teólogo, fuera cual fuera su área o campo de investigación, ha de ser espiritual, hombre de Dios, en trato con Dios y apertura mística al Señor.

El teólogo es un creyente y un místico que vive a la escucha del Logos y recorre el Camino para llegar a la Verdad y a la Vida. La espiritualidad no es un mero añadido a una parte de la teología, sino que la espiritualidad es la base para que la teología sea ciencia "sobre Dios", "ciencia de Dios", que pronuncie palabras verdaderas sobre Dios.


lunes, 2 de septiembre de 2013

La fe quiere formación, no ignorancia

La ignorancia religiosa o en materia de fe, va minando la fe misma, que puede acabar en superstición o en creencias con tan poco fundamento, que a nada, a lo más mínimo, cae derrumbada.

La fe, por el contrario, requiere formación, luz, conocimiento; la fe quiere conocer. Por eso la formación católica es un campo permanentemente abierto para comunicar con suficiente solidez los tesoros de la fe. Si la ignorancia en cualquier campo es mala, porque es atrevida, la formación permite una madurez mayor y poder dar razón de nuestra esperanza a todo el que nos la pidiere.


Un fruto renovado de este Año de la fe bien podría ser, siguiendo una catequesis de Pablo VI, despertar el interés por una formación más capaz, más orgánica, y el impulso por retomar la formación de jóvenes y adultos, éstos especialmente, en todas las parroquias y comunidades católicas.

"Como sabéis, se clausura al final de este mes el Año de la fe, año que hemos dedicado a la memoria del XIX Centenario del Martirio de los Santos apóstoles Pedro y Pablo para honrar no solamente su memoria, sino para confirmar también nuestro compromiso con la herencia de la fe que aquellos, con su palabra y con su sangre, nos han transmitido. Tendríamos muchas cosas que decir todavía sobre este tema, del cual hemos hablado brevemente en estas audiencias semanales. Añadiremos todavía unas palabras en forma de exhortación, las más obvias que se puedan hacer al respecto: procurad que vuestra fe sea viva.

Esta recomendación sugiere una pregunta: ¿Puede acaso existir una fe muerta? Desgraciadamente, sí; puede haber una fe muerta. Y es claro que la negación de la fe, tanto objetivamente, cuando se niegan o deliberadamente se cambian las verdades que por fe debemos admitir, como subjetivamente, cuando consciente y voluntariamente se retira nuestra adhesión a nuestro credo, se apaga la fe, y con ella la luz vital y sobrenatural de la divina revelación en nuestra alma. Existe otro grado negativo respecto a la vitalidad de la fe, y éste priva a la misma fe de su desarrollo congénito, la caridad, la gracia: el pecado, que quita la gracia del alma, puede dejar sobrevivir la fe, pero ineficiente con respecto a la verdadera comunión con Dios, dejándola como en letargo. Recordad las palabras de San Pablo: "Fides quae per caritatem operatur, la fe que actúa por medio de la caridad" (Gal 5,6).

domingo, 1 de septiembre de 2013

Valores de todo tipo del Sacramento de la Penitencia

De todo tipo: en sí mismo para el penitente y también para el sacerdote que celebra el Sacramento; valores terapéuticos y sanadores, espirituales y morales... 


Un discurso muy positivo en el tono, muy pedagógico también, ofreció el papa Benedicto en la anual semana de estudio de este Sacramento en Roma.

Señalemos por partes los distintos valores (por llamarlos de alguna forma).

a) Es un ejercicio de santificación para el sacerdote. ¿Cómo lo explicaría? Un sacerdote se santifica no por el número de reuniones y organigramas pastorales, o planes pastorales y revisiones consiguientes, sino por el ejercicio del propio ministerio, las acciones santas del ministerio, movido por la caridad pastoral. Sentarse cotidianamente en el confesionario es un ejercicio de santificación y un medio para la santidad del sacerdote.

"Deseo detenerme con vosotros sobre un aspecto que quizás no se ha considerado suficientemente, pero que es de gran relevancia espiritual y pastoral: el valor pedagógico de la Confesión sacramental. Si es verdad que siempre es necesario salvaguardar la objetividad de los efectos del Sacramento y su correcta celebración según las normas del Rito de la Penitencia, no está fuera de lugar la reflexión sobre cuanto pueda esto educar la fe, sea del ministro, sea del penitente. La fiel y generosa disponibilidad de los sacerdotes en la escucha de las confesiones, sobre el ejemplo de los grandes Santos de la historia, desde San Juan María Vianney hasta san Juan Bosco, desde san Josemaría Escrivá a san Pío de Pietralcina, desde san Giuseppe Cafasso a san Leopoldo Mandić, nos indica a todos nosotros como el confesionario puede ser un “lugar”real de santificación" (Benedicto XVI, Discurso a los participantes en el Curso del Fuero interno, 25-marzo-2011).