sábado, 30 de octubre de 2021

Mecanismos de la liturgia (IV)

Los mecanismos y leyes de la liturgia, al ser explicados, nos iluminan para comprender la liturgia, vivirla mejor, realizar con solemnidad y con sentido.

La liturgia suele tener un esquema celebrativo fijo, unas partes concretas, donde luego se insertan otros ritos en días solemnes o en celebraciones sacramentales; partes más breves en días feriales, y más desarrolladas en las celebracions dominicales y solemnes.





            5. La liturgia tiene su ritmo y estructura celebrativa. En líneas generales, cada acción litúrgica, de un modo más desarrollado y amplio, o más breve, posee una estructura común:

            Preparación – Liturgia de la Palabra – Liturgia sacramental – Ritos de conclusión


Esa estructura se vuelve diáfana si celebra con ritmo y proporción, y no desfigurando esa estructura prolongando excesivamente, por ejemplo, la Liturgia de la Palabra con moniciones, explicaciones y homilía interminable, para luego reducir tiempo y apresurarse a ejecutar la Liturgia sacramental. Entonces es cuando la liturgia se vuelve complicada y extraña porque se no adivinan cuáles son sus partes ni sus líneas claras. 


No puede haber 25 minutos de homilía y luego, sin más, emplear la plegaria eucarística II por ser más breve, sin cantar nada, ni el prefacio ni las aclamaciones (Sanctus, “Este es el sacramento de nuestra fe” “Por Cristo… Amén”), por aligerar. Eso es lo que vuelve a la liturgia complicada y extraña.

jueves, 28 de octubre de 2021

"Programa pastoral": la adoración eucarística



Con el convencimiento de saber los frutos pastorales y espirituales que para la vida cristiana y comunitaria aporta la exposición del Santísimo, recojamos las últimas invitaciones del magisterio pontificio sobre la adoración y culto a la Eucaristía, recuperando una praxis litúrgico-pastoral que nunca debió desaparecer de las parroquias y comunidades religiosas.



La encíclica Ecclesia de Eucharistia, de Juan Pablo II, recogiendo una cita del ritual, recuerda que:


 “corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo las especies eucarísticas... Una comunidad cristiana que quiera ser más capaz de contemplar el rostro de Cristo... ha de desarrollar también este aspecto del culto eucarístico, en el que se prolongan y multiplican los frutos de la comunión del cuerpo y sangre del Señor” (n. 25). 


Además, añade el papa en la conclusión, favorece la edificación de la Iglesia y da frutos eximios de santidad como lo atestigua la piedad eucarística de tantos santos.

            Juan Pablo II, al plantear el Año de la Eucaristía 2004-2005 deseaba unas realizaciones concretas no exclusivas para ese Año sino como un fruto permanente, y entre esas realizaciones señalaba: 


“Incluso si el fruto de este Año se limitara al de reavivar en todas las comunidades cristianas la celebración de la Misa dominical e incrementar la adoración eucarística fuera de la Misa, este Año de gracia conseguiría un resultado significativo. Es bueno con todo, mirar hacia arriba, no contentándonos con medidas mediocres, pues sabemos que podemos contar siempre con la ayuda de Dios” (Carta Mane nobiscum Domine, n. 29).


miércoles, 27 de octubre de 2021

La caridad, virtud teologal (y III)


5. El último grado del amor, el amor a los enemigos, como Cristo en la cruz perdonó (Lc 23,34) y como Él nos enseñó en el Padrenuestro (Mt 6,12). 

El amor a los enemigos, a los que nos han hecho daño, a los que nos han perseguido es la piedra de toque de la verdadera virtud de la caridad. 



Amar a los enemigos es perdonar y olvidar (o desear y tratar de olvidar) el daño recibido; es orar por ellos pidiendo la bendición de Dios (cf. Mt 5,44) y hacerles el bien si nos necesitan (Rm 12,20) sin albergar odio, ni rencor, ni resentimiento. 

¿Hasta siete veces? “Hasta setenta veces siete” (Mt 18,29), es decir, siempre, ilimitadamente.

Este amor a los enemigos, fruto de saberse amado por Dios aunque le seamos infieles, es un acto de la voluntad de hacer el bien, prestar un servicio, orar, desear lo mejor para nuestros enemigos. Pudiera confundirse este amor a los enemigos con el campo afectivo, y pensar que amar a los enemigos es tener sentimientos de cariño y afecto. Al no brotar este sentimiento sentimos que somos hipócritas, que no llegamos a amar al enemigo. Pero el amor cristiano va más allá de la sensibilidad y de los afectos sensibles, del sentimiento: amar es entregarse, amar es hacer el bien a los enemigos aun cuando no haya sentimientos agradables e incluso se pueda sentir repulsión. Por encima de esto, está la voluntad humana, movida por la gracia y por ella auxiliada, para tratar bien a quien nos ha hecho daño, perdonarlo, ayudarle, orar por él. “Así seréis hijos de vuestro Padre del cielo...” (Mt 5,45).

lunes, 25 de octubre de 2021

La fe que todo lo ilumina


Para ver el alcance pleno y la potencia de la luz de la fe hay que remontarse a su origen, a su Fuente.

¿Nos damos luz a nosotros mismos?
¿Nos hemos inventado una luz inexistente?
La fe misma, ¿de dónde nos viene, cómo brota?


La fe nos viene del encuentro con Dios, un encuentro gratuito donde Dios ha tomado la iniciativa, y que ha transformado el horizonte de nuestra existencia (encuentro del que se ha valido de mil cauces distintos, de personas diferentes, etc.). 

No es un sentimiento –siempre pasajero- sino un encuentro, un Acontecimiento decisivo; entonces todo cambia; nosotros mismos cambiamos:

            “La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro. La fe, que recibimos de Dios como don sobrenatural, se presenta como luz en el sendero, que orienta nuestro camino en el tiempo” (Lumen fidei, 4).


sábado, 23 de octubre de 2021

Dinamismo y vida de la comunidad cristiana (I)



La Pascua creó la fraternidad auténtica, la que no nace de intereses o amiguismo, de afectividades inmaduras o de grupos de admiradores, sino de la vida nueva y de la experiencia de Cristo, el Señor.

Las comunidades cristianas iban siendo comunidades amplias, donde se tratan con respeto, cariño, delicadeza, con ternura de hermanos. Todos se conocían, todos se trataban, compartían las experiencias de la fe, ponían sus bienes en común, vivían y celebraban juntos. Era un “camino de salvación”, que no se entendía sin la comunidad-Iglesia y una adhesión de la fe firme a Cristo glorioso.



El contacto con la Palabra y la Eucaristía era la fuente de la vida para los hermanos. No se anquilosaban, no se quedaban parados... sino que progresaban en la vida comunitaria. Y no era para ellos un mal menor, o una imposición de la jerarquía, o algo opinable que cada uno ajustase a su gusto. Es que no se entendía, ¡era impensable!, seguir a Jesucristo sin vivir la experiencia de la comunidad eclesial.

¿Cómo era esta vida comunitaria? Para nosotros, hoy, sigue siendo el modelo de comunidad cristiana, de parroquia.

“Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén.
Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían bienes y propiedades y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando” (Hch 2,42-47).

            La vida eclesial tenía un ritmo y un estilo propio.

jueves, 21 de octubre de 2021

Creo en la Iglesia, Pueblo de Dios



La misma definición bíblica de “pueblo de Dios” ha sido profundamente tergiversada, como tantos otros conceptos y afirmaciones emanadas del Concilio Ecuménico Vaticano II. 



“Pueblo de Dios” expresa una consagración y una propiedad personal del Señor, organizado según la voluntad de Dios, con pastores que orientan y presiden a este pueblo, y donde se subraya su dimensión peregrina y caminante, en vez de estática y acabada. El Concilio Vaticano II, en su constitución dogmática Lumen gentium, explicó a la Iglesia con la expresión “Misterio” en el primer capítulo y con “Pueblo de Dios” en su segundo capítulo. Expresiones ambas necesarias y complementarias que no agotan la realidad de la Iglesia.

            Pueblo de Dios, ¿qué significa? Decía la Lumen gentium:


“En todo tiempo y en todo pueblo son adeptos a Dios los que le temen y practican la justicia (cf. Act, 10,35). Quiso, sin embargo, Dios santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados entre sí, sino constituirlos en un pueblo que le conociera en la verdad y le sirviera santamente. Eligió como pueblo suyo el pueblo de Israel, con quien estableció una alianza, y a quien instruyó gradualmente manifestándole a Sí mismo y sus divinos designios a través de su historia, y santificándolo para Sí. Pero todo esto lo realizó como preparación y figura de la nueva alianza, perfecta que había de efectuarse en Cristo... Nueva alianza que estableció Cristo, es decir, el Nuevo Testamento en su sangre (cf.  1Co, 11,25), convocando un pueblo de entre los judíos y los gentiles que se condensara en unidad no según la carne, sino en el Espíritu, y constituyera un nuevo Pueblo de Dios” (LG 9).


            Este Pueblo de Dios, entendámoslo bien, tiene unas características propias “que le distinguen claramente de todos los grupos religiosos, étnicos, políticos o culturales de la historia” (CAT 782): es de Dios, su propiedad personal; se es miembro de este cuerpo por la fe y el bautismo y tiene por cabeza a Cristo visible además en sus pastores; su identidad es la de ser hijos de Dios, como ley tiene el mandamiento del amor, su misión es ser sal y luz del mundo y su meta última, el Reino de Dios.  Con estos rasgos, es evidente que poco o nada tiene que ver con una concepción sociológica, donde pueblo se interpreta como un colectivo igualitarista.

martes, 19 de octubre de 2021

Adorar la Eucaristía



A veces realizamos cosas que ni sabemos entender ni valorar, pero que forman parte de nuestra liturgia y de nuestra espiritualidad. Haciéndolas sin valorarlas hondamente, puede acarrear mediocridad en la forma de realizarla, o falta de amor, o dejadez, lo cual sería pernicioso, porque si no hay amor, conocimiento y atención, todo se va devaluando, se hace por hacer, pero no se vive con una fe viva, ardiente y amorosa.


La exposición del Santísimo y la oración, tanto personal como comunitaria, ante el Señor en la custodia es una práctica que siempre ha estado muy arraigada en la piedad, pero que a veces no se sabe valorar ni descubrir el alto grado de espiritualidad que posee, su beneficio espiritual, y se puede realizar mal si desconocemos cómo la Iglesia enseña a realizar la exposición del Santísimo según su propio ritual, aprobado en 1973, pero que apenas se pone realmente en práctica.

Conocer lo que dice dicho ritual puede ser iluminador. Muchas parroquias afortunadamente exponen el Santísimo semanalmente al igual que los Monasterios; también hay Asociaciones de fieles que giran en torno a la vida eucarística, como la Adoración Nocturna, o su rama juvenil-infantil, los Tarsicios, o la Unión Eucarística Reparadora... así como las Hermandades y cofradías, incluso algunas son explícitamente Hermandades Sacramentales. 


Conocer el ritual puede permitirnos amar y potenciar la adoración eucarística, vivirla en plenitud y realizarla con más fidelidad a las normas litúrgicas.

domingo, 17 de octubre de 2021

Mecanismos de la liturgia (III)

Las leyes de la liturgia nos ilustran y sirven para vivir mejor el misterio de la liturgia, celebrarla mejor, orarla con mayor fervor, participar con intensidad.

Ni es complicada ni es extraña. Lo que pasa es que muchas veces no se ha querido explicar ni se ha catequizado para vivirla.




Una de esas leyes de la ltiurgia es su carácter simbólico, es decir, llena de símbolos de las realidades eternas.




            4. La liturgia por su naturaleza es simbólica. Expresa lo invisible de la Gracia y de la acción de Dios mediante signos sensibles que significando causan: 


En ella [la liturgia] los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre” (SC 7).


            La naturaleza simbólica de la liturgia requiere que sus gestos y acciones rituales sean expresivos, visibles, elocuentes en sí mismas, claras, patentes; pero si se realizan de manera insignificante, apresurada, sin apenas verse, pierde toda su fuerza plástica y entonces es cuando parece algo complicado y extraño.

sábado, 16 de octubre de 2021

La caridad, virtud teologal (II)



3. Después de ver la virtud de la caridad relacionada con su fin último y verdadero, que es Dios, hay que detenerse en el amor, la caridad, hacia uno mismo. ¿Por qué? Porque hay que “amar al prójimo como a uno mismo”; luego entonces el amor a uno mismo precede al amor al prójimo y, al mismo tiempo que le precede, va a ser el modo, la norma, de amar al prójimo.




Amarse a uno mismo en Dios es bueno y necesario; muchos males tienen como origen la falta de amor a uno mismo. Este amor a uno mismo nace de verse amado, querido, valorado, por el Señor, y en el trato con el Señor uno llega al conocimiento propio, a descubrir lo interior del propio corazón, y allí verá las aptitudes, cualidades, los dones, talentos, carismas. 

Uno debe conocer todo lo bueno del propio corazón, valorarlo, ponerlo en juego (Mt 25,16.26) y amarlo, siendo éste el modo primero de amarse a uno mismo en el Señor. Todo lo bueno que uno descubre en el corazón ámelo y agradézcalo al Señor, recordando la palabra del Apóstol: “¿Qué tienes que no hayas recibido?” (1Co 4,7). Ciego sería el que se engriera, con soberbia, por lo bueno que le ha sido otorgado. No es falta de humildad reconocer lo bueno y agradecérselo al Señor, la falta de humildad sería atribuírselo a uno mismo olvidando a Dios.

Al entrar en lo interior uno descubre también las tendencias equivocadas del corazón, herido por el pecado original, los rasgos negativos del carácter, las limitaciones y los fallos. Entonces, humíllese uno ante el Señor y pida su Gracia que sane el corazón. Esto también es amarse a uno mismo en el Señor. 

jueves, 14 de octubre de 2021

La liturgia para S. Isidoro

La obra "los oficios eclesiásticos" de san Isidoro, una pequeña joya, nos descubre muy acertadamente qué es la liturgia para el autor, y, por extensión, para la Iglesia hispana.



            La obra está dividida en dos libros, el primero sobre “el origen de los oficios”, el segundo libro sobre “el origen de los ministerios”. Una visión de conjunto de los libros y sus capítulos permitirá captar la visión de la liturgia que presenta san Isidoro como un entramado de distintos elementos que convergen en un conjunto armonioso, la liturgia, como culto y sacrificio a Dios y gracia santificadora para el hombre.

            En el libro primero presenta el origen y significado de las realidades materiales, celebrativas o temporales de la liturgia.

            Realidades “materiales”:
-          La iglesia y el nombre de los cristianos
-          Los templos

            Realidades “celebrativas”:

-          Referidas al canto: Coros, cánticos, salmos, himnos, antífonas
-          En cuanto a la lectura y la eucología: Oraciones, responsorios, lecciones, libros de ambos Testamentos, autores de los Libros Sagrados, Laudes, ofertorios, la Misa y sus oraciones, el símbolo niceno, las bendiciones, la Misa.
-          Oficio divino: Los oficios de las horas: Tercia, Sexta y Nona, las Vísperas, las Completas, la antigüedad de las Vigilias, los Maitines.

martes, 12 de octubre de 2021

La nube en el libro del Éxodo

CONTEXTO DEL PASAJE: Ex 40,34-38.


         El pueblo ha estado peregrinando, vagando por el desierto y ha tenido el momento constitutivo de su ser pueblo del Señor en la alianza en el Sinaí, según la teología de la historia ("historia teologizada") posterior. Allí el Señor se les hizo presente, les dio la Ley, de tanta importancia para P en el destierro, y les garantizó su presencia en el arca de la alianza. Esta presencia del Señor en medio de su pueblo requería todo un ritual litúrgico de relación entre el pueblo y el Señor Dios. Es, pues, en torno a la presencia del Señor en el arca, como brota todo este ritual, descrito en Ex 35-40, perteneciente, todo él, a P.




         El arca para el pueblo de Israel tenía un significado hondo y profundo; sabían perfectamente que el Señor no estaba en el arca, puesto que es inmenso e infinito, y no es un dios como los de los pueblos vecinos. ¿Qué es pues el arca?

El arca estaba concebida probablemente como el trono de Dios, y, por tanto, como un signo concreto y tangible de la presencia. Pero era un trono vacío, lo cual subraya la invisibilidad y la trascendencia de Dios. El arca era de este modo el símbolo del Dios escondido y revelado"[1].

lunes, 11 de octubre de 2021

"Demos gracias... Es justo y necesario" (Respuestas - XXIX)



1. El diálogo inicial del prefacio prosigue. Tras decir el sacerdote, elevando más las manos, “Levantemos el corazón” y la respuesta de todos (“lo tenemos levantado hacia el Señor”), sigue diciendo: “Demos gracias al Señor, nuestro Dios”, y los fieles contestan: “Es justo y necesario”.

            Tono vibrante, fuerte: así la voz del sacerdote motiva a los fieles presentes en el momento central de la celebración eucarística, así como los brazos más elevados que en las demás oraciones de la Misa.



            2. “Demos gracias al Señor nuestro Dios. –Es justo y necesario”.

            Esta invitación del sacerdote indica claramente la naturaleza de la plegaria eucarística: una gran oración “de acción de gracias y santificación” (IGMR 78). Los motivos de acción de gracias a Dios se expresan fundamentalmente en el prefacio: “darte gracias, siempre y en todo lugar, porque…” La naturaleza de esta pieza, el prefacio con su diálogo, se refuerzan más si se canta habitualmente en los domingos y solemnidades.

domingo, 10 de octubre de 2021

Descripción de la comunidad cristiana

Aceptando el lenguaje usual de "comunidad cristiana", que es muy genérico desde luego, podemos ver los rasgos concretos que cualquier comunidad posee para ser parte de la Gran Iglesia, de la Católica.

Toda comunidad cristiana no parte de un hecho asociativo, de un grupo que se da a sí mismo una forma, unas leyes, unos estatutos y un fin. No, no es un club, un grupo humano, una asociación del mundo.


La comunidad cristiana nace del Misterio pascual de Jesucristo; la Iglesia nace de la Pascua. Al anunciarse el kerygma, se forma la comunidad cristiana de los redimidos por la Cruz y Resurrección de Jesucristo.

Partamos de un texto paulino:




Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida esté con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría.

No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo. En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos (Col 3, 1-5. 9-11).

            La primitiva Iglesia tuvo una experiencia fundante y original. Experimentó la fuerza decisiva del Resucitado, nació a la luz de la Pascua del Señor. Entremos en esta vida, recuperando la frescura, la originalidad, la novedad de vida de Pascua que crea la Iglesia. O dicho de otra forma, renovar y renovarnos, volver a los orígenes, hallar la fuente de la vida eclesial.

            La persona, el cristiano es otro. Ha experimentado en su vida la fuerza del Resucitado y ha transformado todo su ser. El Bautismo ha sido la semilla de una existencia nueva. La Carta a los Colosenses lo expresa con fuerza. Resucitar con Cristo implica una novedad de vida, abandonar el hombre viejo, caduco, y nacer al hombre nuevo. Por eso se mortifican los miembros terrenos y se arranca del corazón la avaricia, los deseos de la lujuria y de la carne, la posesividad referente a las personas; se deja la ira, la indignación, la maldad, la codicia, la crítica. 

viernes, 8 de octubre de 2021

La obra de la salvación realizada por Cristo (SC - V)



Si sabemos que liturgia e Iglesia van unidas, se reclaman e iluminan mutuamente, otro tanto hay que decir de liturgia y cristología.

            El principio fundamental es éste: Cristo sigue actuando y salvando por medio de la liturgia.

            La obra de la salvación, desarrollada a lo largo de la historia, alcanza su plenitud y es definitiva por Jesucristo en su cruz y resurrección. La historia de la salvación es una línea ascendente que culmina en Cristo y prosigue –ésta es la etapa en que vivimos- hasta que Él vuelva en su Gloria como Señor de cielo y tierra, recapitulándolo todo.



            Sólo comprendiendo la obra de la salvación de Jesucristo podremos entender qué realiza la liturgia hoy y cuál es su fuerza santificadora. Omitiendo esto, la liturgia quedaría vacía y sería un sucedáneo ceremonial, o piadoso, o emotivo, o festivo: ¡un rito sin valor en definitiva! La liturgia es Cristo actuando y salvando hoy. Así toda la historia de la salvación se sigue desarrollando y su último eslabón es la liturgia misma: la liturgia es el último momento hoy de la historia de la salvación.

            La historia de la salvación nace por el designio de Dios misericordioso ante la caída de Adán. La voluntad de Dios es una voluntad salvífica y llena de misericordia. Así se desencadena todo el proceso desde Adán hasta Jesucristo y todo el Antiguo Testamento es signo, tipo, promesa y figura de la salvación que iba a cumplirse. Así, encadenando textos bíblicos, la constitución Sacrosanctum Concilium comienza:

            “Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas, cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne” (SC 5).

miércoles, 6 de octubre de 2021

¡Creo en la Iglesia!



Para poder hablar de la Iglesia con un lenguaje de fe, la mejor categoría de pensamiento es la de “Misterio”. La Iglesia es un Misterio, un signo del Amor de Dios, un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu, que es ya un anticipo y germen del Reino de Dios; es el pueblo cristiano, el Templo del Dios vivo, el Cuerpo místico de Cristo, la Esposa del Señor, la viña santa, el nuevo y verdadero Israel. 



¡Cuántas imágenes de la Iglesia encontramos en las Escrituras!, porque ningún nombre, ninguna imagen bíblica, agota el Misterio de la Iglesia. No sólo es Cuerpo de Cristo ni sólo es Pueblo de Dios ni sólo Esposa del Señor... lo es todo a la vez, y lo supera: es un Misterio que comunica la salvación de Dios, que prolonga la acción y la presencia del Resucitado entre los hombres. En palabras de De Lubac:


            “El misterio de la Iglesia es un resumen de todo el Misterio. Es por excelencia nuestro propio misterio. Nos abraza por completo. Nos rodea por todas partes, ya que Dios nos ve y nos ama en su Iglesia, ya que en ella es donde Él nos quiere y donde nosotros le encontramos, y en ella es donde también nosotros nos adherimos a Él y donde Él nos hace felices”. “La Iglesia, que brotó del Costado herido de Cristo en el Calvario y se templó en el Fuego de Pentecostés, avanza como un río y como una llama. Ella nos envuelve a su paso para hacer manar en nosotros nuevas fuentes de agua viva y para encender una nueva llama. La Iglesia es una institución que perdura en virtud de la fuerza divina que ha recibido de su Fundador. Más que una institución, es una Vida que se comunica. Ella pone el sello de la Unidad sobre todos los hijos que Dios reúne” (Meditación sobre la Iglesia, Madrid 1988, pp. 46 y 53).


            Así se entiende, aunque para algunos les resulte casi escandaloso, la doble dimensión de la Iglesia, humana y divina, visible e invisible, jerárquica y carismática. El Concilio Vaticano II lo explicará claramente, y de ahí habrá que deducir todas las consecuencias prácticas, concretas y espirituales para vivir, amar y sentir con la Iglesia. Dice la Lumen Gentium:

lunes, 4 de octubre de 2021

Jesús no abolió lo sagrado (2)



            Una mala teología, de influencia protestante liberal, insiste y repite que Cristo abolió lo sagrado y ya no hay diferencia ni distancia entre lo sagrado y lo profano. Por eso la liturgia cristiana debería despojarse de sacralidad, solemnidad y belleza, y se profana, simplista, convencional, más parecida a una reunión de amigos y colegas, sin un lenguaje litúrgico sino tomando las expresiones coloquiales de la vida cotidiana, los gestos de lo cotidiano, y cuanta menos diferencia exista, mejor.



            ¿Responde esto a la verdad de la fe? ¿La sacralidad de la liturgia es un invento humano y ya fue abolida por Jesucristo? ¿Lo sagrado de la liturgia es una barrera, un impedimento, un obstáculo? ¿Cuánto menos sagrada sea la liturgia y más informal y populista, es más fiel al deseo e intención de Cristo?

            Aporta mucha luz a esta cuestión la palabra de Benedicto XVI:

            Cristo “no ha abolido lo sagrado, sino que lo ha llevado a cumplimiento, inaugurando un nuevo culto, que sí es plenamente espiritual pero que, sin embargo, mientras estamos en camino en el tiempo, se sirve todavía de signos y ritos, que sólo desaparecerán al final, en la Jerusalén celestial, donde ya no habrá ningún templo. Gracias a Cristo, la sacralidad es más verdadera, más intensa, y, como sucede con los mandamientos, también más exigente. No basta la observancia ritual, sino que se requiere la purificación del corazón y la implicación de la vida” (Hom. en el Corpus Christi, 7-junio-2012).


sábado, 2 de octubre de 2021

Valoración de la plegaria "Emitte" (Bendición del Óleo de enfermos)

Llegamos al final de un largo recorrido, tan largo y amplio que nos ha permitido comprobar la riqueza contenida en las palabras de un texto litúrgico venerable, antiguo: la bendición del Óleo de los enfermos.



La eucología -es decir, la oración litúrgica de la Iglesia, el texto litúrgico- es fuente de referencia para la teología y para la espiritualidad, así como para la pastoral, que buscará iniciar a sus hijos en la sacramentalidad de la Iglesia.

Así es esta hermosa plegaria que el Obispo pronuncia en la Misa crismal:




Señor Dios, Padre de todo consuelo,
                       que has querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo:
escucha con amor la oración de nuestra fe
y derrama desde el cielo tu Espíritu Santo Defensor sobre este óleo.

Tú que has hecho que el leño verde del olivo
produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con tu bendición + este óleo,
para que cuantos sean ungidos con él
sientan en el cuerpo y en el alma
tu divina protección
y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores.

Que por tu acción, Señor,
este aceite sea para nosotros óleo santo,
en nombre de Jesucristo, nuestro Señor.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.


Es importante que todos adquiramos el ritmo, el hábito, el método, de acudir a la eucología para sumergirnos en el Misterio y conocer la liturgia.




5. La eucología, escuela de teología y vida

Comentar una plegaria litúrgica y, en general, profundizar en los textos litúrgicos responde siempre a la necesidad de una mistagogia desde los mismos ritos de la liturgia y la contemplación sosegada del Misterio mediante la eucología. Cuando ésta es saboreada se abren nuevas perspectivas para la teología y para la espiritualidad, y esta misma eucología reclama una profundización remitiendo una y otra vez a otras fuentes fundamentales: la Escritura y la Tradición, fuentes siempre de inspiración eucológica. Lo hemos comprobado en la oración “Emitte”. 

viernes, 1 de octubre de 2021

La caridad, virtud teologal (I)



1. El catolicismo cobra toda su luz, su fuerza, del Misterio de Dios, y “Dios es amor” (1Jn 4,8); es entonces cuando descubrimos lo original y específico del Evangelio: el amor; a la vez cuando descubrimos la realidad de lo que se vive en la Iglesia: el amor a Dios, el amor a los hermanos, el amor a la humanidad, constituyéndose el catolicismo en una religión del amor, de la caridad y la Iglesia, una comunidad de amor, un icono del amor de la Trinidad. 



La máxima ley, el mayor mandato, es el mandamiento nuevo: “amaos unos a otros como yo os he amado” (Jn 13,34), y el principal mandamiento proclamado por Cristo, aquel mandamiento que sostiene la ley entera y los profetas, es: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas, y al prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37-40). 

Con el amor lo somos todo, sin el amor nada que hagamos nos sirve.

2. El amor es una virtud teologal; proviene de Dios que “la ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5) y tiene por objeto último y pleno a Dios. 

Es el Señor quien infunde su amor en nosotros para que sepamos amarle; para que, con amor, busquemos el rostro del Dios vivo y vivamos en su amor, en unión de amor con el Señor, en trato de amistad. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él nos amó primero” (1Jn 4,10).