sábado, 31 de octubre de 2015

Golpes de pecho... participar en la liturgia


            Entre los posturas y gestos corporales, los hay más sencillos y tal vez más discretos, pero igualmente son cauces de participación de los fieles en la liturgia de una manera activa, viva. Los gestos exteriores ayudan a vivir lo interior, y lo que vivimos interiormente, a su vez, requieren la expresión, su manifestación externa. Así es como se vive la liturgia.






            f) Golpearse el pecho


            Un gesto sencillo es el golpe en el pecho, golpearse en el pecho, durante el acto penitencial, tanto en la Misa como en la celebración comunitaria de la Penitencia con confesión y absolución individual (llamada Forma B del Sacramento de la Penitencia).

            Actualmente, en el Ordinario de la Misa, se dice que a las palabras del “Yo confieso” “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”, todos se golpean en el pecho. El Misal de san Pío V señalaba que se hacía por tres veces; actualmente sólo se dice que “golpeándose el pecho, dicen…”, sin indicar una o tres veces. El “Yo confieso” pertenecía a los ritos preparatorios que rezaba el sacerdote y el acólito al pie del altar y que se incorporó poco a poco en el siglo XI en el ámbito germano; tenía un carácter privado. Se le añadió a esta confesión general de los pecados el gesto antiguo de golpearse el pecho.

  

viernes, 30 de octubre de 2015

Sobre la Iglesia (III)

La Iglesia es una comunidad litúrgica, es decir, la liturgia es su fuente y su culmen, allí donde la Iglesia se manifiesta a sí misma -epifanía de la Iglesia-, alcanza su culmen, lo más preciado, y a la vez de la liturgia mana como una fuente la vida santificadora de la Iglesia con la cual regenerará el mundo.

La liturgia no es un ritual inmutable ni unas ceremonias externas, sino la misma vida de Cristo comunicándose a sus miembros, a su Cuerpo. De ahí que la Iglesia, viviendo bien la liturgia, santa y fructuosamente, se reencuentre a sí misma y descubra a su Señor en Ella, agraciándola, transfigurándola, enviándola.

La liturgia es tesoro preciosísimo para la Iglesia ya que de ella recibe toda su vitalidad sobrenatural; cuanto más cuide la liturgia y potencia la participación interior y fructuosa, mejor responderá a su vocación sobrenatural, aquella que recibió de su Cabeza para evangelizar e instaurar todo en Cristo.

Cuando la vida litúrgica es pobre, exterior o descuidada, es porque la vida misma de la Iglesia está aquejada de diversas dolencias o males, llámense tibieza, subjetivismo o secularización interna; pero la liturgia es un reflejo fiel de lo que la Iglesia está viviendo y de su situación espiritual. Al reforzar la liturgia, celebrándola con unción y según los libros litúrgicos, con fidelidad al Misterio, fortaleceremos la vida real -interior y sobrenatural- de la Iglesia.

"La liturgia es una realidad integral. Por eso se distingue de la religiosidad basada en simples fórmulas (racionalismo) y de la devoción sentimental (romanticismo). En la liturgia, el hombre tiene que tratar con realidades temporales -hombres, cosas, ceremonias, elementos-, pero también con realidades metafísicas, es decir, con el Cristo viviente y con la Gracia real. la liturgia no es un mero pensar, tampoco un simple sentir, es, antes que nada, un hacer, un desarrollarse, un llegar a la madurez, una existencia. La liturgia es un llegar a la plenitud y progresar hacia la madurez. En ella, todo lo natural debe despertarse y ser poseído, transformado y transfigurado por la Gracia. Todo esto debe acontecer en la persona de Cristo, por medio del amor abrasador del Espíritu Santo, orientado hacia la Majestad del Padre que atrae todo hacia sí.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Incidencia social de la evangelización

La evangelización, una realidad fundamental propia del ser-Iglesia, tiende a anunciar a Jesucristo y su llamada a la conversión y al seguimiento en todas partes, en todos los ámbitos posibles. Reducir evangelización a una sala de catequesis para la infancia, pensando que con eso es suficiente, es un signo de ceguera ante la secularización.


La evangelización penetra y fecunda todas las realidades humanas, también las realidades temporales y sociales, para que el espíritu de Cristo lo impregne todo, lo salve todo purificándolo.

Hay ámbitos que son propios para la acción directa del laicado a la hora de evangelizar: la política, la economía, la cultura, el arte, los medios de comunicación, la enseñanza... Es la vida social, que sin Cristo, se vuelve contra el hombre y la vida misma, pero que, transformados en Cristo, hacen una sociedad verdaderamente humana, que responde a su fin, al bien, a la belleza, a la verdad.

lunes, 26 de octubre de 2015

Blasfemia contra el Espíritu, variaciones del demonio

El demonio busca nuestro mal. Está claro. Es incapaz de amar y tiene envidia del hombre, porque no siendo un espíritu puro, angélico, sino carnal, ha sido agraciado y amado tantísimo por Dios.

Su envidia y su soberbia llevan al demonio a hacer la guerra de todas las maneras posibles, buscando todos los recursos a su alcance, para apartarnos de Dios y que nos centremos únicamente en nosotros mismos, 'libres', audaces, 'autónomos', 'poderosos'. Quiere que seamos distintos a los demás, mejores, más perfectos y puros y miremos por encima del hombro a quien no lo sea.


Es esa una presunción vana del hombre: creer que no necesita a Dios, relegarlo al sentimiento, y obrar como si Dios no existiera ni fuera necesario, confiando sólo en sus propias fuerzas y proyectos. Más aún, quita el amor en el hombre, lo enciega en una Verdad aislada e inconexa (una herejía es una verdad desvinculada de otras verdades y erigida como absoluta), lo encierra en su propia perfección. Puede ser castísimo y asceta, pero lleno de orgullo y soberbia; un espiritualista ordenadísimo, pero corroído de envidia y desprecio a los demás.

sábado, 24 de octubre de 2015

Pensamientos de san Agustín (XXXV)

Escuchemos a los maestros, capaces de ofrecer una enseñanza válida y perenne, y que poseen acreditada solvencia como Padres.

San Agustín, por su amplísima producción y por la hondura de sus predicaciones y escritos, es maestro e interlocutor válido hoy para nosotros, ofreciéndonos doctrina y teología y honda espiritualidad.

Y así, puestos a la escucha, beberemos de las fuentes más claras y cristalinas de nuestro patrimonio.

¿Cómo se relaciona uno con los demás? En toda relación debe brillar el amor de caridad sin duda alguna, pero este amor de caridad reviste formas distintas: uno mismo, amigos, enemigos, etc.

Este hombre, mientras vive, usa de los amigos para mostrarles su generosidad; de los enemigos, para ejercitar su paciencia; de otros que puede, para hacerles bien; de todos, para abrazarlos por su benevolencia (San Agustín, Tratado sobre la Verdadera Religión 47,91).

La conversión en el hombre reporta un bien, aunque sea un proceso laborioso, y este bien es unirse a Dios más perfectamente. No disminuye, ni se hace menos hombre, ni renuncia a su humanidad concreta: por el contrario, la conversión en entrega a Dios, acreciente su ser humano a una plenitud mayor y desconocida.

jueves, 22 de octubre de 2015

La belleza de la santidad (Palabras sobre la santidad - XX)

La belleza que se puede contemplar en el orden de lo creado, refleja la Belleza del Sumo Artista, Dios; más aún, le refleja a Él mismo, que es la Belleza absoluta y plena.


Una existencia humana, plena, como la de los santos, es una existencia belleza en sí misma, que atrae y seduce, que provoca admiración y el deseo de ser transfigurados por esa misma belleza.

Los santos son una obra de la Belleza de Dios que han sido transformados en su Hermosura. Descubrieron a Cristo, amaron a Cristo, y comenzaron una vida plena de belleza. Lo humano en los santos, fue vivificado por Dios, transparentando la Belleza divina.

martes, 20 de octubre de 2015

El paralítico curado y otros

Los milagros del Evangelio, aquellas actuaciones del Señor que curan a los enfermos, muestran el poder divino de Jesús sobre la naturaleza creada y sobre las fuerzas del mal.

Pero apuntan a algo más. No porque el milagro sea simbólico, un relato mitico, ficticio, inventado por los evangelistas, sino que en su verdad, quieren poner de relieve la misión completa del Señor.

El paralítico curado es un pasaje muy claro a este respecto.

Este enfermo, nada habla, nada dice, nada pide. Se deja hacer sin oponer resistencia.
 
"Lo cierto es que el enfermo nada dice, sino que se entrega totalmente en manos de su médico divino; mas los otros, gentes curiosas y envidiosas, no hacen sino poner tropiezos a los beneficios de los demás [los fariseos presentes]" (S. Juan Crisóstomo, In Matt., hom. 29,2).

Son cuatro amigos los que llevan la camilla y abren un boquete por el techo para que llegue a Jesús, ¡tal era la concurrencia presente! Jesús ve la fe de los amigos -qué importante es la fe de los que se acercan a Jesús para interceder por otros- y lo primero que hace es perdonar los pecados. Luego para poner en evidencia que ese perdonar los pecados era real y divino (¿quién puede perdonar los pecados sino Dios?), sólo entonces, le dice al paralítico que tome su camilla y eche a andar.

Cristo se revela como un Médico que ejerce la salud en el cuerpo así como en el alma. Y todo en Él es curación y medicina: ya sea el obrar milagros, el predicar, el orar solo o sentarse a la mesa con los demás. Porque Él no se buscaba a sí mismo, sino la gloria de Dios y nuestro propio bien.

domingo, 18 de octubre de 2015

El humanismo de los santos (Palabras sobre la santidad - XVIII)

Ya sabemos la importancia, el valor y el alcance del verdadero humanismo, el humanismo cristiano. Cristo es el arquetipo del hombre creado, su imagen original, y fuera de Cristo, el humanismo simplemente se vuelve contra el hombre.
 

El humanismo cristiano, por su propia naturaleza, al corresponder a la imagen del hombre creado a imagen y semejanza de Dios, es cristocéntrico (por tanto, teocéntrico). Eleva al hombre, por gracia, al máximo de su naturaleza, desarrollando todas sus potencialidades y es que Cristo "revela plenamente el hombre al hombre" (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 10).

Los santos son un exponente claro de cómo es el verdadero humanismo cristiano y de qué modo el humanismo cristiano plenifica al hombre, sin mutilarlo, ni impedir su pleno desarrollo ni su vocación sobrenatural. Lo que corresponde a la verdad del hombre es este humanismo cristiano. Los santos son ejemplo claro de cómo su naturaleza ha alcanzado el más alto grado de desarrollo humano y sobrenatural.


viernes, 16 de octubre de 2015

Contemplación de Jesús evangelizador (y III)

Jesús es el Evangelizador y el Evangelio mismo. Ha venido para predicar y enseñar, como el verdadero y gran Profeta que surgió entre nosotros, como Palabra que es pronunciada en lenguaje humano para que lo acojamos y entendamos.

Evangeliza Jesús con su vida, que interpela y contrasta con la existencia llena de pecado. Su amor es un amor que evangeliza porque revela un origen distinto, sobrenatural, y se entrega sin límites ni condiciones mostrando que el amor está abierto al sacrificio y que nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos. 

Su perdón es un perdón sincero que permite a la persona comenzar de nuevo. Reconoce la gravedad del pecado, no lo disimula ni le resta importancia, y al perdonar, invita a una existencia nueva, a un cambio. Incluso perdona, en la misma cruz, a sus verdugos, exculpándolos por su ignorancia ante la crucifixión de su Redentor.

Ha venido para hacer la voluntad del Padre que lo envió. Ese es su alimento, hacer la voluntad del Padre, porque desde que entró en el mundo, tomó un cuerpo, y dijo: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad". Se abre a la voluntad de su Padre y la hace suya; quiere lo que quiere el Padre.

jueves, 15 de octubre de 2015

Conversación con santa Teresa (y 2ª parte)



Pero tú, madre Teresa de Jesús, fuiste original en todo y por eso todos reconocían tu especial pedagogía, siendo maestra de almas y formadora de orantes. Trazaste unas condiciones para ser orantes, unos requisitos, unas disposiciones fundamentales. No fabricaste recetas ni consejos de oración ni esquemas rígidos ni metodología férrea para cada día de la semana. Generaste orantes, muchos, generaciones enteras al paso de los siglos. Señalaste el amor verdadero como disposición del alma, la humildad como cimiento del edificio interior, la libertad de espíritu sin ataduras (el desasimiento de todo lo criado) y una firma decisión, irrevocable, determinada determinación, de entregarse al Señor. Todo irá, en tu magisterio teresiano, acompasado con el aroma de las virtudes sólidas[1], para que nazcan “obras, obras”[2], con ímpetus de apostolado, de misión y de sentido eclesial. Tú misma, madre Teresa, eres ejemplo y modelo; resumiste tu vida, al expirar, diciendo con paz y gozo: “al fin, Señor, muero hija de la Iglesia”.


Así nos has educado, querida doctora de la Iglesia; así has forjado nuestro espíritu; así has modelado nuestra alma. Déjanos que hoy lo reconozcamos y te lo agradezcamos: es deuda de gratitud que apenas podemos balbucir en este día, en este momento, en esta hora.

            ¿Y Cristo? ¡Para ti lo fue todo! ¡Cristo, solo Cristo, siempre Cristo!

            El descubrimiento vivo de su Santísima Humanidad supuso para ti la entrada en una oración viva, el acceso a la Trinidad, el medio y el fin de la contemplación. ¿Cómo apartarse de Él? ¿Cómo dejar o abandonar o relegar su Santísima Humanidad? ¡Imposible! Tu alma quedó prendida de Él cuando te hirió de amor[3], y de tal manera trocaste que tu Amado fue para ti y tú siempre fuiste para el Amado[4].

            ¡Cristo! ¡Cristo sumamente amado! A Él te entregaste cuando rompiste todas las barreras interiores, cortaste los nudos de las amarras que te retenían, pusiste tu voluntad en la suya y tu corazón en el Corazón de Jesús. A Él te entregaste, ya nada más querías: Él fue tu libro vivo[5], con Él, y no con hombres, mantenías conversación de ángeles[6], Él nunca te faltó[7] sino que te llevó de la mano[8], atravesó con un dardo de amor tu corazón[9], se desposó contigo en alianza perpetua, te sostuvo: “Ahora, Teresa, ten fuerte”[10], “soy yo y no te desampararé, no temas”[11], “ya sabes el desposorio que hay entre ti y Mí, y habiendo esto, lo que Yo tengo es tuyo” (CC 51).

miércoles, 14 de octubre de 2015

Las procesiones, modos de participación en la liturgia (y II)


            Hay otra procesión, tradicional, en la que participan todos los fieles, es la procesión de la comunión, e ir en procesión, ordenadamente, por el pasillo central para comulgar, es ya participar.  Ciertamente, con orden, sin ser una carrera, ni colarse, ni empezar a ceder el puesto a otros como si fueran los asientos del autobús. 





               Nada nuevo bajo el sol: ya san Juan Crisóstomo tenía que amonestar a sus fieles para que fuesen ordenadamente en procesión, sin atropellarse. Decía:


            “Cuando vosotros os acercáis a la sagrada mesa, no guardáis el respeto debido…: golpeáis con los pies, os impacientáis, gritáis, os injuriáis el uno al otro, empujáis a vuestros vecinos; en suma, armáis un gran desorden… En el circo, bajo el mandato del heraldo, está en vigor una disciplina mucho mayor. Si, por tanto, se observa un orden en medio de las pompas del demonio, cuánto más debiera existir junto a Cristo”[1].

            Es una procesión donde todos, con orden, caminan hacia el altar. “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti Dios mío” (Sal 41) y el pueblo cristiano acude a la fuente viva del altar; “me acercaré al altar de Dios” (Sal 42) y el pueblo cristiano se encamina para tomar el Pan de la vida. Son los fieles los que se acercan al presbiterio: “Cuando te presentas”[2], “cuando te acerques, no avances con las manos extendidas ni los dedos separados, sino haz de tu mano izquierda un trono…”[3], “el obispo comulgue y luego los presbíteros, los diáconos… y finalmente todo el pueblo en buen orden, con respeto, en adoración y sin ruido”[4].

martes, 13 de octubre de 2015

El consuelo en el sufrimiento

Por la cruz del Señor viene el Espíritu Santo, brotando de su costado abierto. Y siempre que aparece la cruz en la vida del cristiano, el Espíritu Santo es derramado como consolación interior.


En el sufrimiento, es el Espíritu Santo quien nos sostiene y alivia interiormente. Consolar es dar fuerzas, ofrecer palabras de aliento y ánimo, acompañar en ese reducto de soledad íntima que acarrea todo sufrimiento: esa es la acción del Espíritu Santo que viene a confortar.

Consolando el Espíritu Santo, el alma puede permanecer firme en la tribulación y el sufrimiento porque sus palabras y su dulzura dan fuerzas al alma. Entonces nos hace firmes y fuertes desde dentro.

domingo, 11 de octubre de 2015

Espiritualidad de la adoración (VI)

La pastoral de la Iglesia va incluyendo en sus acciones la adoración eucarística, facilitando el encuentro personal, personalísimo, con Cristo, del que va a depender la santidad, el apostolado, el compromiso en la vida pública; de la adoración eucarística dependerán los frutos de la caridad, la acción social, la catequesis y la evangelización, la comunión interna de los miembros de la Iglesia.


La adoración eucarística es el motor de iniciativas buenas y apostólicas. La adoración eucarística es, asimismo, el crisol y la medida de discernimiento de tantas y tantas acciones pastorales y compromisos apostólicos. Ante el Señor todo se discierne y Él da su consentimiento o sugiere nuevos caminos y maneras de realizarlo, purifica el corazón y las intenciones.

En el Sagrario y en la exposición del Santísimo, una parroquia, cualquier comunidad, crece y ahonda sus raíces; por eso es tan importante el cuidado y el cultivo de la adoración eucarística, integrándola en el ritmo, en los horarios y en la planificación de la vida parroquial (o de la vida de una comunidad, asociación, monasterio, movimiento, etc.).

viernes, 9 de octubre de 2015

Conversación con santa Teresa (1ª parte)



Queremos contigo, santa Teresa, cantar eternamente las misericordias del Señor, enteramente reconociendo su bondad, su alteza, sus gracias y sus mercedes: contigo alabamos a Su Majestad que tanto nos ha amado y nos ha agraciado.


            Pero hoy, Teresa, eres motivo especialísimo de nuestro festivo espíritu y canto jubiloso… porque eres la causa de nuestra alegría. En ti reconocemos, agradecidos, asombrados, una especialísima misericordia de Dios con nosotros, y no sólo con nosotros, pequeños discípulos y amigos tuyos, sino con toda la Iglesia, la de tu tiempo en el siglo XVI, de reforma y de santidad, y la de nuestro tiempo, ya iniciado el tercer milenio.

            No te sorprendas, querida santa Teresa, ni te ruborices, ni, sonriéndote, nos llames “exagerados”. Reconocemos lo que has supuesto en nuestra vida, el faro luminoso que eres para la Iglesia y no podemos por menos que ver en ti, madre Teresa, una especial misericordia que Dios tuvo a bien regalarnos.

            Mucho hemos recibido de ti, de tu persona así como de tus escritos; ejerces un magisterio riquísimo, amplio, hondo, transido de sabiduría, tan vivo, tan palpitante, tan exquisitamente humano y a la par tan divino, que nadie, después de conocerlo, permanece igual, sino que se vuelve más siervo de Dios, haciendo con perfección aquel poquito que a cada uno le es dado realizar, dándose del todo a Dios[1], porque quien de veras quiere servir al Señor lo menos que le puede ofrecer es la vida[2].

jueves, 8 de octubre de 2015

Señor, danos la fe (Plegaria)

Señor yo creo, yo quiero creer en ti.

                Oh Señor, haz que mi fe sea plena, sin reservas y que penetre en mi pensamiento, en mi modo de juzgar las cosas divinas y las cosas humanas,


                Oh Señor, haz que mi fe sea libre; que tenga el concurso personal de mi adhesión, que acepte las renuncias y los deberes que ella comporta y que exprese el ápice decisivo de mi personalidad: creo en Ti, oh Señor;

                Oh Señor, haz que mi fe sea cierta; cierta por una exterior congruencia de pruebas y por un interior testimonio del Espíritu Santo, cierta por su luz meridiana, por su posesión tranquilizadora, por su serena asimilación.

                Oh Señor, haz que mi fe sea fuerte, que no tema las contrariedades y los problemas de los que está llena la experiencia de nuestra vida, ávida de luz, que no tema la oposición de quien la discute, la impugna, la rechaza, la niega; sino que se fortifique con la experiencia íntima de tu verdad, resista infatigablemente a la crítica, se fortalezca con su afirmación continua, que supere las dificultades dialécticas y espirituales, en medio de las que se desenvuelve nuestra existencia temporal;

                Oh Señor, haz que mi fe sea gozosa y comunique paz y alegría a mi espíritu, lo prepare para la oración con Dios y la conversación con los hombres, de suerte que halle en el diálogo sagrado y profano la interior alegría de su dichosa profesión;


martes, 6 de octubre de 2015

¿Fascinarse? ¿Cómo, por qué, con quién?

Detenerse en los medios es olvidar el fin, pararse en las mediaciones humanas es olvidar que ellas son una referencia al Misterio a la Persona de Cristo. Sin embargo, esto puede ocurrirnos.


El método de la encarnación, que fue el elegido por Dios, conlleva que Jesucristo se encarna, utiliza medios concretos y reales, para comunicar su vida, su salvación, su voz y su Palabra. Así llega a nosotros, en la realidad limitada de nuestra carne, de nuestro espacio y de nuestro tiempo. El acceso a Cristo hoy para nosotros se produce por mediaciones concretas: sacramentos, la Iglesia, personas con las que convivimos, que remiten a Él.

Cristo sale a nuestro encuentro mediante esas mediaciones que son signo, sacramento (en sentido amplio y genérico) de Él mismo, aun cuando estas mediaciones puedan ser limitadas, débiles. Es el misterio, por ejemplo, de la Iglesia misma, santa, sacramento de Cristo, pero formada por hombres pecadores y falibles. Así, siempre y en todo, será Cristo el que brille a través de esas vasijas de barro, a través de esas deficientes, por humanas, mediaciones, y cuando Cristo brilla, atrae siempre hacia Él, se le reconoce a Él, se provoca la gracia de ese encuentro y uno queda fascinado con Jesucristo para siempre.

El problema es la torpeza, la ceguera del corazón, el mal uso de la inteligencia y la razón, que en lugar de dirigirse a lo significado, se queda entontecido en el signo; en lugar de ir al término y meta (Cristo), se detiene maravillado en la mediación. Entonces la confusión lo alborota todo y rompe la Comunión, y de nada sirve aludir a limar asperezas y sentimientos estériles, cuando la mediación la hemos convertido en un absoluto olvidándonos de Cristo.

lunes, 5 de octubre de 2015

El salmo 50 (Miserere)



                Proclama la Iglesia como salmo responsorial el salmo 50, el más clásico y el más típico de los salmos penitenciales. Existen varios de ellos en las Escrituras, por ejemplo, el salmo 129, “desde lo hondo a ti grito, Señor”. Este salmo 50 expresa la realidad de nuestro pecado y la humilde confesión de nuestras culpas en la presencia del Altísimo

                 Dice este salmo, tan apropiado para prepararse al sacramento de la Penitencia (para confesarse) y para cada viernes del año:


 Misericordia, Dios mío por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame : quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

 

sábado, 3 de octubre de 2015

Contemplación de Jesús evangelizador (II)

Una visión global del Evangelio nos permite encontrar el hilo conductor de las palabras, de las acciones, de los milagros y de la misma persona del Salvador.

Jesús es el gran evangelizador, el Evangelio mismo.


El corazón se dilata al contemplarlo a Él y sentimos la urgencia de vivir y de ser como Él, entregados al Evangelio del Reino, extendiendo su Evangelio, contribuyendo al Reino de Dios.

Su pedagogía, en la que se aúnan las enseñanzas y los gestos, queda sellada con su modo mismo de ser y de vivir, los sentimientos profundos de su Corazón.

viernes, 2 de octubre de 2015

La verdadera libertad y amor (Palabras sobre la santidad - XIX)

La libertad, más que la ausencia de condicionamientos exteriores y de una pluralidad de opciones y objetos de consumo, es la condición interior del hombre que se orienta a la verdad y al bien. Entonces es libre con una libertad redimida que no se deja atrapar por la propia concupiscencia ni por el pecado que debilita para arrastrarnos a esclavitudes diversas.


El amor, más que un sentimiento, es una entrega abierta incluso al sacrificio, como respuesta a un amor de donación que se nos dio primero, el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Incluye la afectividad, pero realmente toca a toda la persona, le aporta luz y conocimiento y realiza su propio ser personal.

La libertad y el amor, vividos en su verdad más originaria y radical, se cumplen ampliamente en los santos. Nadie más libre que ellos, nadie amó mejor que ellos, por lo que realizaron al máximo su humanidad en Cristo.