jueves, 29 de diciembre de 2022

Mística del silencio: san Agustín - y II (Silencio - XIV)



            La predicación, en general, la liturgia de la Palabra por tanto, será eficaz, fructuosa, si el sonido llega al corazón y allí escuchamos al Maestro interior:

            “Volveos a vuestro interior, y si sois fieles, allí encontraréis a Cristo. Es él quien os habla allí. Yo grito, pero él enseña con su silencio más que yo hablando. Yo hablo mediante el sonido de mi palabra; él habla interiormente infundiendo pensamientos de temor. Grabe él, pues, en vuestro interior las palabras que me atreví a deciros… Puesto que hay fe en vuestro corazón y, en consecuencia, habita Cristo en él, él os enseñará lo que yo deseo proclamar” (Serm. 102,2).



            Es ésta una enseñanza muy querida y repetida por San Agustín, la del sonido de su predicación y el Maestro interior que revela:

            “Y yo no digo a vuestros oídos tanto cuanto esa fuente misma mana, sino cuanto puedo comprender para trasvasar a vuestros sentidos, mientras ella misma obra en vuestros corazones más abundantemente que yo en vuestros oídos” (In Ioh. ev., tr. 22,1).

            “Todos los hombres de aquel reino serán aprendices de Dios, no oirán a los hombres. Y, si algo oyen a los hombres, sin embargo, lo que entienden se da dentro; dentro resplandece, dentro se revela. ¿Qué hacen los hombres que informan por fuera? ¿Qué hago yo ahora, cuando hablo? Introduzco en vuestros oídos el ruido de las palabras. Si, pues, no revela quien está dentro, ¿por qué explico, por qué hablo? El cultivador de árboles está fuera; el Creador está dentro” (In Ioh. ev., tr. 26,7).

            “Que, pues, crezcáis y la captéis [la luz inteligible] y, cuanto más crecéis, tanto más y más la captéis, debéis pedirlo y esperarlo no de este profesor que emite sonidos a vuestros oídos, esto es, planta y riega trabajando por fuera, sino de ese que da el crecimiento” (In Ioh. ev., tr. 97,1).

viernes, 23 de diciembre de 2022

Mística del silencio: san Agustín - I (Silencio - XIII)



Si la liturgia, en las santas Iglesias orientales, es calificada de “mística”, el silencio es un elemento integrante. Nos situamos así en la liturgia como una actuación divina, sobrenatural, y no como un “hacer” exterior del hombre o del grupo. La liturgia es la santa liturgia, la divina liturgia, la mística liturgia; en ella entramos en los santos misterios.

            Las reflexiones y enseñanzas de los grandes doctores de la Iglesia sobre el silencio contemplativo han de ser igualmente válidas para el silencio adorante que envuelve la celebración de la liturgia.



            San Agustín habla del silencio en ocasiones, aunque es mucho más explícito al hablar de la interioridad que, obviamente, requiere silencio.

            Para mirar el universo, la belleza de lo creado, es necesario un silencio contemplativo: “Así el espíritu, replegado en sí mismo, comprende la hermosura del universo, el cual tomó su nombre de la unidad. Por tanto no es dable ver aquella hermosura a las almas desparramadas en lo externo, cuya avidez engendra la indigencia, que sólo se logra evitar con el despego de la multitud. Y llamo multitud, no de hombres, sino de todas las cosas que abarcan nuestros sentidos” (De Ordine, I,2,3).

lunes, 19 de diciembre de 2022

Nuestra relación con los santos (Palabras sobre la santidad - CIII)



            A Dios se le adora, únicamente a Él, con culto de latría (: adoración); a la Virgen María se le rinde culto de hiperdulía, de máxima veneración; y a los santos se los venera. Rendimos culto a los santos y los veneramos por la obra que Dios ha realizado en ellos  y porque Dios los ha situado junto a sí, como amigos y poderosos intercesores que con su oración nos ayudan. Los veneramos como iconos vivos de Cristo pintados por el Espíritu Santo en sus almas. Reciben nuestro culto porque son modelos acabados y completos de vida cristiana hasta sus últimas consecuencias. Merecen veneración ya que son epifanías de Dios en nuestro mundo, transparentan a Cristo, han vivido la plenitud del misterio pascual, han sido rayos de luz divina disipando las tinieblas que nos envolvían.



            A ellos, pues, nos dirigimos y les rendimos culto de veneración, fijando normalmente la fecha de su fallecimiento como día de culto, su “dies natalis”, el día en que nacieron para el cielo.

            No los tratamos como seres endiosados, superhéroes, o a modo de talismán. En nada entra la superstición en su culto, ni opacan la adoración de Dios, deteniéndonos exclusivamente en ellos; porque al venerar a los santos, glorificamos a Dios que los santificó.

            El culto a los santos refuerza nuestra relación personal con ellos. Al venerar y recordar a los santos nuestra vida debe hacerse mejor de lo que es. Éste es el culto a los santos: un impulso decidido a vivir, como ellos, entregados a Dios y con amor absoluto e incondicional a Jesucristo. Verlos a ellos, nos mueven a querer ser mejores, a responder mejor al Señor, a desear que la gracia actúe en nosotros sin ponerle obstáculos ni impedimentos. “Si uno exaltase la virtud del maestro con sólo su discurso y otro le imitase en su propia vida, será mucho más válida la alabanza que se hace a través de la propia vida que la que se hace a través del mero discurso”, escribía S. Gregorio de Nisa (Elogio de S. Basilio, n. 62).

sábado, 17 de diciembre de 2022

La base teológica de la participación (y II) (SC - XX)



6) Una atención expresa dedica esta Constitución a la participación de los fieles en el sacrificio eucarístico. Participar es implicarse, orar, cantar, responder, escuchar, ofrecerse y la máxima participación será la comunión sacramental (si se está en estado de gracia).

            Todo el pueblo cristiano, al celebrarse el sacrificio eucarístico, debe estar implicado en él y no meramente asistir en silencio todo el tiempo, o superponiendo sus propias devociones, o desentendiéndose de la celebración eucarística como si sólo correspondiera al sacerdote y a los ministros.


            Con palabras claras, Sacrosanctum Concilium especifica bellamente cuál es la participación litúrgica auténtica de la Santa Misa, cuál su sentido, cuál su fin:

“La Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos” (SC 48).

            La participación eucarística de todos los fieles cristianos se cifra, con grna sentido pastoral y espiritual, en una serie de elementos por los que se vinculan más estrechamente al sacrificio de Cristo en el altar:

·         comprenderlo bien en sus ritos y oraciones
·         implicándose (o sea, participando) “consciente, piadosa y activamente”
·         ser instruidos por la Palabra
·         ser fortalecidos interiormente por el Sacramento
·         dar gracias a Dios (“¡es justo y necesario!”)
·         ofrecerse a sí mismo al Padre, juntamente con la hostia inmaculada
·         perfeccionarse constantemente, es decir, crecer en la vida de santidad con Cristo.

jueves, 15 de diciembre de 2022

La virtud de la humildad (II)

3. La palabra humildad proviene de “humus”, tierra. Es, por tanto, un reconocer que somos de tierra, que somos criaturas, y, como tales, débiles, frágiles, pequeñas, heridas además por el pecado. 



El soberbio olvida lo que es, es arrogante, prepotente, jamás reconoce ni sus fallos ni sus pecados ni las tendencias del corazón, pero la humildad nos conduce al conocimiento propio, a vernos y conocernos como Dios nos ve y nos conoce, y postrados ante Él, reconocer y confesar lo que somos, saber de nuestros pecados, y abandonarnos confiadamente en los brazos de Dios para que Él nos perdone, Él nos santifique, y hasta de nuestros pecados pueda sacar bienes.

La soberbia nunca hace silencio para entrar en lo interior, tal vez porque teme descubrir muchas cosas que le desagradarían; o se contenta con un examen de conciencia muy superficial y rápido sin descubrir nunca ningún pecado ni mortal ni venial ni ninguna falta o debilidad. 

La humildad, por el conocimiento propio, por el examen de conciencia, es extremadamente delicada, entra en el santuario interior de la conciencia, ve y asume y acepta su propia realidad y pecado, descubre sus faltas de delicadeza en el amor al Señor, su pequeña fe y desconfianza, su falta de esperanza teologal y sus esperanzas humanas, muchas veces, demasiado terrenas. 

martes, 13 de diciembre de 2022

El silencio como acceso a Dios (Silencio - XIII)



El silencio no es sólo una ascesis necesaria y purificadora del hombre, de sus sentidos y facultades interiores; el silencio no sólo purifica la palabra para darle peso específico, consistencia y verdad evitando la locuacidad y el verbalismo; el silencio “tiene también un valor místico, en el sentido de que permite la comunión con Dios y su misterio”[1].


            Es necesario, así pues, abrirse al silencio para poder orar; favorecer el silencio exterior e interior para la oración personal: 


“No debemos dejarnos llevar de la prisa, como si el tiempo dedicado a Cristo en la oración silenciosa fuera un tiempo perdido. En cambio, es precisamente allí donde brotan los frutos más admirables del servicio pastoral. No hay que desanimarse porque la oración requiere esfuerzo, o por tener la impresión de que Jesús calla” (Benedicto XVI, Disc. al clero polaco, 26-mayo-2006).


lunes, 12 de diciembre de 2022

Cristo, reflejo de la gloria del Señor



Otra acepción de gloria en el NT, no menos interesante, es la que se refiere al ser de Jesús, a saber, cómo Él refleja en sí mismo la gloria del Padre, puesto que Él es Dios. 

Así lo expresa la carta a los Hebreos: "el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su ser y el que sostiene todo con su palabra poderosa" (1,3). 



Esto, tomado de Sab 7,25-26[1] está mostrándonos la divinidad del Hijo, puesto que participa de la misma gloria del Padre, la misma divinidad.

Explicando la unión e inseparabilidad del Hijo con el Padre, llama resplandor de la gloria y figura a lo que eterna e infinitamente es contemplado junto con el Padre, infinito y eterno: con resplandor, designa connaturalidad; con figura, designa la igualdad de naturaleza[2].

sábado, 10 de diciembre de 2022

Educar para la liturgia (Nicolás Cabasilas)



Esta obra "Explicación de la divina Litugia", verdadera mistagogia, conduce a un crecimiento espiritual del fiel en la medida en que participa en la liturgia, y, viceversa, fruto de lo vivido en la liturgia, rica en textos, cantos y ritos, vivir espiritualmente. 



Más en concreto, Nicolás Cabasilas se detiene a comentar tan sólo la Divina Liturgia, es decir, el rito eucarístico bizantino (llamado desde antiguo Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo por atribuirse a éste la anáfora), y sólo hará algunas referencias a los demás sacramentos cuando le convenga reafirmar algo ya enunciado.

Para el autor, la liturgia es profundamente espiritual, su naturaleza es espiritual, tanto por la acción del Santo Espíritu, como por la comunión real y mística con los misterios de Cristo. Esta comprensión, explicada por él en un capítulo, es el trasfondo teológico de toda su obra. Dice Cabásilas:

viernes, 9 de diciembre de 2022

Vivencia cristiana de la enfermedad (III)

La mirada profundamente humana que nos debe caracterizar debe saber ver los sufrimientos íntimos, más profundos, a veces más lacerantes, de los enfermos. La enfermedad y el dolor, además de físicos, dejan una huella de sufrimiento interior, de interrogantes, de búsquedas, de miedos, de oscuridad en el alma, que pueden pasar inadvertidos preocupados únicamente por la situación física del paciente.


Pero como no sólo somos cuerpo, el alma también enferma y sufre la enfermedad. Ese sufrimiento hondo y silencioso necesita ser iluminado y acompañado; ese sufrimiento merece que se le preste atención y que nuestra presencia cristiana al visitar a los enfermos -o la pastoral de enfermos- llegue a abordar ese núcleo que es fundamental.

"Con frecuencia para los justos el solo tolerar exteriormente las adversidades es ya ejercicio de virtud. Pero para que el combate de una prueba completa perfeccione sus fuerzas, los tormentos les golpean por fuera, mientras las tentaciones les castigan por dentro... Mientras soporta exteriormente los golpes, en su interior sufre lo que es aún más grave, las tentaciones del adversario. Entre tanto, la fuerza del dolor se mitiga considerando la equidad y la potencia del que hiere" (S. Gregorio Magno, Moralia in Iob, IX, 22, 34).

martes, 6 de diciembre de 2022

Consuelo y salud del Médico celestial

Como buen Médico, Jesucristo sabe tratar al enfermo, con dulzura, con comprensión, identificándose con Él. En verdad, Él hace suyos los dolores y aflicciones de quienes sufren de un modo u otro, por una causa o por otra. Su Presencia es cercanía, sus palabras bálsamo.


Pensemos realmente que para consolar hay que situarse no por encima de quien sufre, minusvalorando su sufrimiento, quitándola importancia, sino poniéndose al lado e intentando com-padecer, sufrir con él, de una manera plena, con empatía absoluta. Entonces ese consuelo se percibe real, cercano, y no obligado cumplimiento distante.

Humanamente, cualquier consuelo debe ser así:

"Cuando queremos librar a un afligido de su desgracia, debemos procurar primero compartir con él su pesar. Quien no comparte el dolor no puede consolar a quien sufre, pues si no está en sintonía con la aflicción del abatido difícilmente será acogido por aquel cuyo estado de ánimo es motivo de distanciamiento" (S. Gregorio Magno, Moralia in Iob, III, 12,20).

domingo, 4 de diciembre de 2022

Formación litúrgica más profunda (I)



Hay que proveer una formación litúrgica cada vez más profunda, más seria, y más amplia también, y hacerlo atendiendo en primer lugar a su naturaleza y contenido teológico. Así se apreciará y valorará más la liturgia y se corregirá su derivación secularizada en muchos lugares que empobrece la liturgia y, por tanto, la vida espiritual del pueblo cristiano.


1. Hay unas premisas importantes, especialmente para la asignatura, como tal, de liturgia, que requieren atención[1]; esas premisas sirven, igualmente, de orientación para cualquier catequesis sólida de adultos, grupos de liturgia, etc.:

·         conocer la liturgia, y conocerla bien, requiere su estudio comparativo con otros ritos y liturgias, tanto occidentales (como el rito hispano-mozárabe) como orientales; así se entiende y se valora más lo propio, se aprende de otras familias litúrgicas, no se absolutiza lo propio pero tampoco se harán mezclas indiscriminadas a capricho;

·         para conocer la liturgia se requiere un estudio mayor y más cuidadoso de la teología de la liturgia;

·         la liturgia, para los alumnos –o para los fieles en un retiro o en una catequesis- debe irse convirtiendo en alimento de la vida espiritual y así, el contacto con la liturgia, favorece la unidad y la mejor comprensión de todas las disciplinas teológicas, de todas las ramas de la teología que, evidentemente, están interrelacionadas (Trinidad, cristología, antropología, eclesiología, moral, etc…).
 

viernes, 2 de diciembre de 2022

Cordero de Dios - I (Respuestas - XLIII)



1. La solemne, y se supone que amplia, fracción del pan consagrado va acompañada de un canto en forma de letanía: “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo”, canto que debe durar tanto como dure la misma fracción y que jamás se omite ni se sustituye por otro canto “de paz” (en el rito romano no existe ese canto de paz, porque el rito de la paz es muy breve y sobrio), como recuerda el mismo Misal (cf. IGMR 366).



            Se parte el pan consagrado y se fracciona para distribuirlo en la sagrada comunión una vez que todos se han dado la paz brevemente, sin empezar a partirlo cuando los fieles están aún dándose el abrazo santo de paz: “La fracción comienza después de haberse dado la paz” (IGMR 83). Entonces se canta la letanía “Cordero de Dios” y el sacerdote va partiendo todo el pan consagrado.

            Atendamos a las rúbricas del Misal:

“La súplica Cordero de Dios se canta según la costumbre, bien sea por los cantores, o por el cantor seguido de la respuesta del pueblo el pueblo, o por lo menos se dice en voz alta. La invocación acompaña la fracción del pan, por lo que puede repetirse cuantas veces sea necesario hasta cuando haya terminado el rito. La última vez se concluye con las palabras danos la paz” (IGMR 83).

sábado, 26 de noviembre de 2022

La teología que nace del silencio (Silencio - XII)



Tan grande es la Palabra, que en silencio brota como escucha, admiración y alabanza. No es un callar porque no haya nada que decir, escribir, predicar o anunciar; es la glorificación de la Palabra misma, que supera todo conocimiento y toda filosofía. En silencio se recibe, en silencio se ama, en silencio se adora.


             De aquí se concluye cómo hay un silencio muy conveniente para la teología y para el mismo teólogo, un silencio de escucha y oración contemplativa del Misterio antes que el academicismo o las normas metodológicas para una redacción formal (notas a pie, forma de citar, etc.). La verdadera teología es palabra que nace del silencio del teólogo adorando el Misterio (y qué sabor tan distinto de las pseudoteologías que son ideologías sin más).

            La adoración nos sitúa ante el Misterio mismo: “Con esta palabra sólo podemos encontrarnos en la adoración. La adoración no sólo ayuda a la palabra, traspasando todas las comprensiones (o incomprensiones) y motivos (o contramotivos) humanos, a llegar, hasta lo infinito, sino que hace de antemano que todos los sentidos e interpretaciones finitos comprendidos por nosotros se trasciendan y completen en un sentido infinito y en una significación infinita”[1].

jueves, 24 de noviembre de 2022

Equilibrio humano y madurez (Palabras sobre la santidad - CII)



            Leyendo las vidas de los santos, se va percibiendo hasta qué punto la gracia obró en ellos el fenómeno de la santidad, que les dio una madurez humana muy grande y consolidada, un equilibrio interior que se mantenía constante, sin sobresaltos, sin pasar de la euforia al hundimiento en seguida; una categoría humana muy superior por tener una serenidad y aceptación grandes en todo momento, así como firmeza en los principios y perseverancia en los buenos propósitos, sin cansarse de luchar, sin abandonar al momento, o sin ser veleidosos cambiando de proyectos sin concluir nunca ninguno.




            ¡Cuánto contrastan con la inmadurez actual, esa personalidad “líquida” de nuestros días, esa adolescencia prolongada durante años y años, también en consagrados! Los santos presentan una personalidad bien trabada, adulta (al margen de su edad), con unos rasgos de madurez que sorprenden, que destacan, que llaman la atención. La santidad –o sea, la gracia en ellos- influye en todo, también en el factor humano que no lo suprime, sino que lo eleva transformándolo.

            Esto ocurre de manera independiente del carácter del santo: ya sea más alegre y risueño o más serio y circunspecto, ya sea más introvertido o más extrovertido, más pesimista u optimista, más emotivo o más racional y calculador, más activo y emprendedor o más contemplativo y pausado… En caracteres tan distintos, reina en todos ellos la madurez y el equilibrio.

martes, 22 de noviembre de 2022

La virtud de la humildad (I)



1. En el vivir moral, hay una virtud que es inculcada con especial insistencia por el Señor en las Escrituras y por los auténticos maestros espirituales y Padres de la Iglesia; esa virtud es la humildad. Nadie anda sobrado de humildad y, desde luego, todos la necesitamos, pero la humildad verdadera, la que viene de Dios, la que aprendemos en la medida en que vamos tomando la forma de Cristo Humilde en nuestra alma.



2. La humildad es, en primer lugar, un abajarse, negarse a uno mismo en sus gustos, preferencias, opiniones y proyectos, con tal de que Cristo sea afirmado y ensalzado en cada alma. Es la frase paradigmática de Juan, el Bautista: “conviene que Él crezca y yo disminuya” (Jn 3,30), y el alma que anda en trato de amor y amistad con Cristo no temerá ni rehuirá aquello que le suponga desaparecer o empequeñecerse con tal de que brille sólo Jesucristo. 

La soberbia es creerse como Dios, hacerse igual a Dios, y poniéndose al nivel del Señor, todo lo cree saber, todo lo hace para destacar, no aguanta más perfección que la suya propia. 

El soberbio programa su vida, da satisfacción a todos sus deseos, rechaza que alguien brille más que él o le haga sombra y se constituye en rival de Dios. 

domingo, 20 de noviembre de 2022

La gloria que Jesus tiene



En efecto, la gloria que Jesús tenía antes que el mundo fuese, no es otra que la misma divinidad, i.e., su majestad y poder creador puesto que "todo fue creado por él y para él" (Col 1,16d), ya que existía desde el principio, junto a Dios y, es más, era Dios mismo (cfr. Jn 1,1-18). 



Se entiende mejor la afirmación de Jesús: "antes que naciese Abraham, Yo Soy" (Jn 8,58), declarando así su majestad y poder (su gloria) antes de hacerse carne y acampar entre nosotros (cfr. Jn 1,14), y se comprende asimismo la afirmación de Pablo: "de haberla conocido [la sabiduría divina] nunca hubiesen crucificado al Señor de la gloria" (1Cor 2,8). 

Poniendo Pablo a Cristo como Señor de la gloria, lo hace equiparable a Yahvé, revelando así su divinidad.

Gloria y Majestad de Cristo, que no es otra que su divinidad, la luz de su gloria. 

viernes, 18 de noviembre de 2022

Vivencia cristiana de la enfermedad (II)

La enfermedad, para vivirla humanísimamente, y que no sea una fuente de conflictos interiores, debe ser vivida con una mirada sobrenatural, con perspectiva de fe. A ello debe conducirnos una existencia que cada día es profundamente creyente, y donde la fe va evangelizando, cristificando, todas las fibras de nuesta alma, y se manifestará con una continuidad natural en el momento de la enfermedad y del sufrimiento.


Esta mirada sobrenatural ve la enfermedad y descubre en ella un matiz nuevo, sacando bienes de un mal objetivo (la falta de salud, el dolor).

"Cuando en esta vida sufrimos los males que no queremos, debemos dirigir los esfuerzos de nuestra voluntad a Aquel que nada injusto puede querer. Es de gran consuelo saber que las cosas desagradables que nos ocurren, suceden por orden de Aquel a quien sólo agrada lo justo. Si sabemos que lo justo agrada al Señor y que no podemos sufrir nada sin su beneplácito, consideraremos justos nuestros sufrimientos y de gran injusticia murmurar de lo que justamente padecemos" (S. Gregorio Magno, Moralia in Iob, II, 19,31).

miércoles, 16 de noviembre de 2022

La base teológica de la participación (I) (SC - XIX)



El fin de la liturgia es la glorificación de Dios y la santificación de los hombres (cf. SC 7. 10). Es una acción santa de Cristo mediante la Iglesia. Por eso, la liturgia es de todo el pueblo santo de Dios, implica a todos los fieles cristianos y todos toman parte de ella glorificando a Dios y siendo santificados, cada cual según su ministerio y función: “En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas” (SC 28), evitando la confusión, o arrogarse funciones que a uno no le correspondan, o generando un cierto democraticismo en la liturgia, tan propio de la secularización.



            La liturgia no es una acción clerical que atañe sólo a los ministros ordenados mientras los fieles asisten esperando a que todo se acabe pacientemente (y realizando mientras sus devociones particulares y rezos), ni es una acción indiscriminada de todos, donde todos puedan intervenir haciendo algo o modificando la liturgia según sus propios criterios. La liturgia, según el Concilio Vaticano II, es una acción jerárquica y comunitaria:

            “Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es sacramento de unidad, es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos.
            Por eso pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan; pero cada uno de los miembros de este cuerpo recibe un influjo diverso, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual” (SC 26).

domingo, 13 de noviembre de 2022

"Tuyo es el reino, tuyo el poder..." (Respuestas - XLII)




6. La Oración dominical concluye con un embolismo, es decir, una oración que desarrolla la última petición “líbranos del mal”.

            Dice la IGMR: “El sacerdote solo añade el embolismo, que el pueblo concluye con la doxología. El embolismo que desarrolla la última petición de la Oración del Señor pide con ardor, para toda la comunidad de los fieles, la liberación del poder del mal” (IGMR 81). Este embolismo es un desarrollo del Padrenuestro “estrechamente ligado a él. Con el embolismo se vuelve a la plegaria presidencial. El celebrante en nombre de todos lo hace en él más explícito y desarrolla la petición ya contenida al final de la oración del Señor”[1].



            En el rito romano, el embolismo suplica no caer en la tentación y ser protegidos de todo mal, subrayando la liberación última, plena y verdadera, que ni es sociológica ni política, sino la Venida gloriosa y definitiva de Jesucristo, la escatología y el establecimiento de su reinado. Se pide, en un primer momento, una preservación de todos los males y del pecado, de todo lo que pueda perturbarnos; después, pide la paz y la misericordia divina, o sea, su gracia, que es fuente de libertad verdadera; por último, el plano escatológico: se afirma la esperanza cristiana y se confiesa aquello que esperamos, que no es sino la venida gloriosa y última de Cristo Señor.

viernes, 11 de noviembre de 2022

Mistagogia y Misterio (Nicolás Cabasilas)

Nicolás Cabásilas ofrece una descripción de lo que él considera mistagogia: 


“La mistagogia por entero es como una representación única de un solo cuerpo, que es la vida del Salvador; pone ante nuestros ojos las diversas partes de esta vida, desde el comienzo al final, según su orden y armonía” (I, 7). 



La mistagogia es la representación del Misterio de Cristo, la mistagogica conduce a la economía salvadora:

            “La mistagogia por entero es como la unidad de un relato, que conserva desde el principio al final su armonía y su integridad, de manera que cada uno de los ritos o de las fórmulas ofrece algún aspecto complementario al conjunto. Así, mientras que las salmodias -las que se cantan al principio de la mistagogia [en este caso, la Liturgia de la Palabra]- significan el primer período de la obra redentora de Cristo, lo que sigue después, lecturas de la Escritura u otros textos, significa el segundo período” (XVI, 5).

Lo que el autor aplica a la liturgia en su forma mistagógica es, en realidad, el propio método del autor a lo largo de toda esta obra. La liturgia es mistagogia: 


“...nada impiden que puedan tener los dos significados y, por tanto, los mismos elementos que santifican a los fieles y a la vez representan la obra redentora. De la misma manera que los vestidos cumplen su función de vestir y cubrir el cuerpo y, por el hecho de ser de tales o cuales características, significan también la profesión, la condición y la dignidad de quienes los llevan, aquí pasa lo mismo. En tanto que son Escrituras divinas y palabras inspiradas, los cantos y las lecturas santifican a los que leen o cantan; pero por la elección de los textos que se ha hecho y por el orden en el que se han dispuesto, tienen también otra significación y son adecuados para representar los acontecimientos y la vida de Cristo. Además, no sólo los cantos y las fórmulas, sino también los ritos tienen igualmente esta función; y cada uno de ellos se realiza por razón de la utilidad presente, pero al mismo tiempo significa algún aspecto de las obras de Cristo, de sus acciones o de sus sufrimientos. Así sucede, por ejemplo, con el traslado del Evangelio al altar y con el de las ofrendas” (XVI, 6). 

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Palabra y silencio en la revelación (Silencio - XI)



Pero es necesario, aún más, ahondar en el silencio y su relación con la verdadera teología, porque de aquí saldrá el esbozo fundamental de qué es la teología y el valor del silencio como elemento contemplativo en un continuo recibir, escuchar, contemplar. Interrelación constante: Palabra y silencio, teología y silencio, contemplación y donación. Seguimos aquí la reflexión de von Balthasar[1].

            Con la hondura habitual de este teólogo, el autor examina la relación entre la Palabra y el silencio, algo específicamente propio de la experiencia cristiana. Hay, en general, un deseo de silencio: “En todas las religiones se da un hastío de la palabra y una fascinación por el silencio”[2].



            El cristianismo parte de la revelación de Dios mismo, de su plenitud en Jesucristo y de un hecho histórico: Cristo nacido, muerto y resucitado. Con palabras ha de transmitir y predicar y, sin embargo, le es connatural también el silencio porque está tratando de los misterios divinos. “Muy pronto, en el primer paso que se da después de la época de los Apóstoles, en Ignacio de Antioquía, el silencio levanta su cabeza por encima de la palabra; y lo hace con unas fórmulas tan definitivas, que no han sido jamás superadas y que apenas se han vuelto a alcanzar alguna otra vez en el cristianismo”[3].

lunes, 7 de noviembre de 2022

Liturgia, teología, fe de la Iglesia (y II)


3. Esta dimensión teológica de la liturgia debe enseñarse con todo cuidado.

Habrá que dedicar tiempo para explicar las grandes categorías teológicas de la liturgia; por ejemplo, las siguientes entre otras:



·         Sacrificio
·         Presencia
·         Anámnesis, es decir, actualización sacramental, aquí y ahora
·         Misterio: Dios dándose en Cristo por medio de la liturgia
·         Acción del Espíritu Santo (: epíclesis)
·         Iglesia convocada y celebrante
·         Historia de la salvación
·         Misterio pascual
·         Doxología (: glorificación), alabanza, intercesión, expiación
·         Etc…

Esta explicación de las categorías teológicas debe realizarse, en distinto nivel y grado de profundidad, en la asignatura de liturgia, en predicaciones, en retiros, en catequesis de adultos, etc.

sábado, 5 de noviembre de 2022

De la templanza, la mansedumbre y clemencia (II)



7. La templanza lo modera todo. Por ello hay una serie de virtudes que nacen de ella para controlar y encauzar distintas pasiones y tendencias.



La ira es una reacción colérica que desfigura la realidad y provoca violencia en las respuestas, en las palabras y en los modos de comportamiento. La ira lo resuelve todo con gritos y malas palabras, porque no es capaz ni de soportar ni de sufrir nada. Es verdad que hay caracteres muy fuertes, con mayor tendencia a la ira, pero se puede ir dominando y controlando. 

La ira destruye cuanto toca: a veces hacemos lo correcto al corregir o reprender o amonestar, pero si se hace con ira, pierde todo valor la corrección. 

Santa Teresa aconsejaba: “nunca siendo superior reprenda a nadie con ira, sino cuando sea pasada” (A 59). Hay que estar muy calmados y serenos antes de hablar o reprender o corregir. “La ira –define S. Juan de la Cruz- es cierto ímpetu que turba la paz” (C 21,7). I

jueves, 3 de noviembre de 2022

La gloria del Señor es Cristo


La gloria del Señor es el mismo Cristo Jesús, 

convertido en luz de las gentes[1]



constituido Siervo de Yahvé porque él ha sido levantado y ensalzado sobremanera[2]

cordero de Dios llevado al matadero[3]
él ha sido el que "por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará" (Is 53,11) en la mañana de la resurrección.

"Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese" (Jn 17,5). 

domingo, 30 de octubre de 2022

El Espíritu Santo eficaz

Pensemos en el Espíritu Santo, no únicamente en el tiempo de Pascua, sino siempre, ya que vivimos por su acción. Es el Espíritu Santo quien continuamente santifica al Cuerpo místico de Cristo y quien sostiene y eleva las almas hasta Dios.


El gran Don del Señor resucitado será siempre el Espíritu Santo. Sin Él no hay vida, ni santidad, ni plenitud; sin Él la redención no se podría aplicar en el hoy de la Iglesia, ni llegaríamos a la verdad plena, ni nos recordaría las palabras de Jesús.

Cristo Jesús prometió el Espíritu Santo y lo derramó sin medida para que Él prolongase ahora su acción en la historia, en la Iglesia y en los hombres. El Espíritu Santo realiza en este tiempo la obra de Jesús Salvador. Toma de lo que es de Jesús y lo distribuye; no crea una nueva revelación ni una nueva salvación, calificadas de "espirituales", sino que Él lleva a cabo hoy la misma economía de la salvación, la misma obra redentora de Jesucristo.

viernes, 28 de octubre de 2022

El silencio de los místicos y teólogos (Silencio - X)



El Misterio de Dios está envuelto en silencio de adoración, en un silencio lleno de respeto para no manipular el Misterio y un silencio más elocuente que muchas palabras que jamás llegarán a abarcar y aprehender el Misterio. Recordemos cómo Moisés adora y acoge la revelación descalzo y de rodillas; el Nombre de Dios no es pronunciado por sumo respeto hacia él, y se buscan circunloquios: “el Tres veces Santo”, por ejemplo.



            El silencio de adoración es lo que más conviene al Misterio de Dios:

            “Dios confía a su Nombre a los que creen en Él; se revela a ellos en su misterio personal. El don del Nombre pertenece al orden de la confidencia y la intimidad. “El nombre del Señor es santo”. Por eso el hombre no puede usar mal de él. Lo debe guardar en la memoria en un silencio de adoración amorosa. No lo empleará en sus propias palabras, sino para bendecirlo, alabarlo y glorificarlo” (CAT 2143).

            De este silencio saben los verdaderos místicos y los grandes teólogos, los teólogos auténticos; místicos y teólogos han tratado a Dios, con experiencia del Dios vivo, y saben bien que es inefable y cuán difícil es trasvasar lo que ellos han visto y oído, la Palabra de vida que han palpado, al lenguaje humano para comunicarlo, verbalizarlo, analizarlo. Ante el Misterio de Dios, el hombre no encuentra palabras apropiadas para expresar aquello que ha gustado, aquello que le ha sido mostrado. Por eso muchos auténticos teólogos y los grandes místicos necesitan el silencio adorante como expresión suprema; “el hablar del místico es un hablar contra las palabras; cuanto más habla más se da cuenta de que tiene a disposición una lengua muerta, hecha de palabras gastadas; cuanto más trata de comunicarse menos se explica. En semejante situación, la única opción que le queda es el silencio. Y, en efecto, el místico sufre, más que nadie, el embarazo de las palabras y la fascinación del silencio”[1].

miércoles, 26 de octubre de 2022

La revelación actualizada (SC - XVIII)



Entiéndase “actualizada”: hecha presente, resonando de nuevo, con la fuerza y el poder del Espíritu Santo, hablando a los corazones, interpelando las conciencias, reclamando asentimiento, esperando respuesta.

            En la liturgia se actualiza la revelación de Dios en su Palabra porque es leída con la luz de Cristo resucitado que es el intérprete y clave de todo: de ahí que durante la Pascua, el cirio pascual brille encendido junto al ambón o que la liturgia de la Palabra tenga un orden: primero el AT, luego el NT y su luz al final leyendo el Evangelio, de pie, enmarcado con el Aleluya. Se toman las Sagradas Escrituras, que son veneradas, y resuenan para la Iglesia en un diálogo esponsal de Cristo con su Esposa. El Espíritu Santo hace vivas y actuales estas Palabras:



“Para que la palabra de Dios realmente produzca en los corazones aquello que se escucha con los oídos, se requiere la acción del Espíritu Santo, por cuya inspiración y ayuda, la palabra de Dios se convierte en el fundamento de la acción litúrgica y en norma y ayuda de toda la vida.
Así pues, la actuación del Espíritu Santo no sólo precede, acompaña y sigue a toda la acción litúrgica, sino que también sugiere al corazón de cada uno todo aquello que, en la proclamación de la palabra de Dios, ha sido dicho para toda la comunidad de los fieles” (OLM 9).

            Y el Espíritu, en el silencio sagrado de la liturgia, logra la plena resonancia en los corazones, por ejemplo, en el Oficio divino: “según la oportunidad y la prudencia, para lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones y para unir más estrechamente la oración personal con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia, es lícito dejar un espacio de silencio…” (IGLH 202).

            Las lecturas bíblicas en toda celebración litúrgica y el canto de los salmos conforman el tejido de la liturgia. Es algo más que mera ilustración de hechos religiosos del pasado o adoctrinamiento moral. Es momento epifánico, de revelación: ¡Dios hablando! Todo esto se contiene en la constitución Sacrosanctum Concilium.

lunes, 24 de octubre de 2022

Sentencias y pensamientos (XXXIV)

59. "Misericordia, Señor, hemos pecado", de verdad, sí, hemos pecado: hemos sido soberbios, orgullosos, altaneros; no hemos mirado con compasión porque sólo nos mirábamos a nosotros mismos... Hemos sido infieles a Ti, hemos olvidado nuestras fidelidades, hemos sido egocéntricos, inmaduros. Hemos confundido el amor con una posesión superficial y egoísta.
 



"Misericordia, Señor, hemos pecado". Ahora comienza la Cuaresma como renovación de la vida cristiana para que sea "cristiana" de veras y llegar a la Noche santísima de la Pascua, transformados, libres, transfigurados.



 

60. "El que teme a Dios de todo sale bien parado", dice el Eclesiastés (cap. 6): confianza, eaperanza, para quien teme a Dios, es decir, para quien lo ama y obedece. Todo sirve para el bien. Todo es gracia..., de todo sale bien parado. ¡Adelante!


 

sábado, 22 de octubre de 2022

Liturgia, teología, fe de la Iglesia (I)



Para conocer la liturgia, incluso para decir que se sabe de liturgia, hay que conocer bien su teología, alcanzar una visión panorámica, una perspectiva completa. De verdad, es urgente que desterremos la idea de que conocer la liturgia es escribir o leer unas moniciones o inventar un ofertorio lleno de “ofrendas simbólicas”[1]… o que saber de liturgia es conocer únicamente rúbricas, sin saber ni su sentido, ni su historia, ni el porqué.



1. Hay que ir más allá, más adentro de la liturgia. A la hora de plantear, por ejemplo, la asignatura de Liturgia, o un plan de formación en catequesis de adultos, o un Curso formativo, etc., lo primero es ahondar en la teología de la liturgia. Eso evitará muchos despropósitos después… y los despropósitos que padecemos no son sino resultado de esa crasa ignorancia.

Los documentos de la Iglesia, al abordar el estudio de la liturgia, señalan como primer punto la teología de la liturgia. Ya sabemos que el Concilio Vaticano II señaló esta asignatura de liturgia “entre las materias principales, y debe ser enseñada ya bajo el aspecto teológico e histórico, ya bajo el aspecto espiritual, pastoral y jurídico” (SC 16).

 El aspecto teológico de la liturgia debe conducir a “mostrar la estrecha relación existente entre la liturgia y la doctrina de la fe; esta relación debe ser puesta de relieve en la enseñanza”[2].

jueves, 20 de octubre de 2022

Gloria del Señor, glorificación de Jesús



Vayamos contemplando lo que es la gloria para el NT desde la perspectiva del cuarto evangelio, el que más usa este concepto, con la aportación de otros versículos del NT.


Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Padre, glorifica tu Nombre. Vino entonces una voz del cielo: "Le he glorificado y de nuevo le glorificaré" (Jn 12,23b.28)



 Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Ya que le has dado poder sobre toda carne, que dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese (Jn 17,1-2.4-5).



         Todo tiende hacia una hora suprema y definitiva: la de la glorificación del Hijo único del Padre, que incluso es suplicada por Jesús. "Glorifica tu Nombre" es glorificar a Jesucristo mismo, que tiene el "Nombre-sobre-todo-nombre" (Flp 2,5ss), el Nombre Salvador de Dios, puesto que "bajo el cielo no se nos ha dado otro Nombre que pueda salvarnos" (Hch 4,12).