lunes, 12 de diciembre de 2022

Cristo, reflejo de la gloria del Señor



Otra acepción de gloria en el NT, no menos interesante, es la que se refiere al ser de Jesús, a saber, cómo Él refleja en sí mismo la gloria del Padre, puesto que Él es Dios. 

Así lo expresa la carta a los Hebreos: "el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su ser y el que sostiene todo con su palabra poderosa" (1,3). 



Esto, tomado de Sab 7,25-26[1] está mostrándonos la divinidad del Hijo, puesto que participa de la misma gloria del Padre, la misma divinidad.

Explicando la unión e inseparabilidad del Hijo con el Padre, llama resplandor de la gloria y figura a lo que eterna e infinitamente es contemplado junto con el Padre, infinito y eterno: con resplandor, designa connaturalidad; con figura, designa la igualdad de naturaleza[2].



         Cristo es constituido en el icono de Dios: "Él es Imagen de Dios invisible" (Col 1,15) como canta el himno cristológico de Pablo, ya que en "Él quiso Dios que residiera toda la Plenitud" (Col 1,19), insistiendo en que "en Él reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2,8). 

Quien ve a Cristo, contempla al Padre. Sí se puede hacer realidad la petición de Moisés ("déjame ver tu gloria" Ex 33,18) en Cristo, ya que Él es la gloria de Dios hecha carne, culminando así la revelación que dio comienzo con Abraham y se perfeccionó en el Horeb revelando su Santo Nombre.






    [1] "Es un hálito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla. Es un reflejo de luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad".
    [2] GREGORIO DE NISA, Sobre la perfección, nº 37.

No hay comentarios:

Publicar un comentario