Se sabe la prudencia del Magisterio pontificio al pronunciar un discurso o escribir un documento; si cita a algún teólogo, de manera ocasional o excepcional, es avalándolo, encontrando en su obra algún argumento pensamiento de valía que el Magisterio hace suyo e incorpora a la enseñanza eclesial.
Von Balthasar es uno de esos teólogos grandes que los Papas han citado y han valorado, situándolo como un pensador católico, un teólogo de la Iglesia. Eso ya es una garantía para nosotros, sabiendo que, con tranquilidad -siempre con espíritu crítico, usando la inteligencia- podemos leer sus obras.
Algunos ejemplos del Magisterio bastarán para corroborar lo dicho.
Pablo VI, a los cinco años de la clausura del Concilio Vaticano II, publicó la Exhortación apostólica Quinque Iam anni, y en ella inserta, laudatoriamente, una cita de Von Balthasar:
“En la actual crisis que padece el lenguaje y el pensamiento, le corresponde a cada Obispo en la propia Diócesis, a cada Sínodo, a cada una de las Conferencias Episcopales, cuidar atentamente que este esfuerzo necesario no traicione nunca la verdad y la continuidad de la doctrina de la fe. Se necesita destacadamente vigilar para que una elección arbitraria no coarte el designio de Dios entre nuestras humanas vidas, y no limite el anuncio de su Palabra a lo que nuestros oídos quieren escuchar, excluyendo, según criterios puramente naturales, lo que no es del agrado de los gustos modernos. “Pero aunque nosotros –nos previene san Pablo- o incluso un ángel del cielo os anunciase un evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gal 1,8).En efecto, no somos nosotros los jueces de la palabra de Dios: es ella la que nos juzga y saca a la luz nuestro conformismo con la moda del mundo. “Las deficiencias de los cristianos, también de aquellos que tienen la misión de predicar, no serán nunca en la Iglesia un motivo para atenuar el carácter absoluto de la palabra. El filo cortante de la espada (cf. Hb 4,12; Ap 1,16; 2,16) no podrá nunca ser biselado. Nunca podrá hablar de la santidad, de la virginidad, de la pobreza y de la obediencia distinto de cómo lo hizo Cristo” (Hans Urs von Balthasar, Das Ganze im Fragment, Einsiedeln, Benzaiger, 1963, p. 296).