domingo, 31 de julio de 2011

Oblación de mayor amor y estima


Con san Ignacio bien podríamos aprender a rendirnos completamente al Amor de Dios y entonces, libres de todo, buscar sólo su Gloria y el bien de los hombres.

Ese fue el ejercicio de su vida y así lo plasmó en ese proceso interior que llamamos "Ejercicios Espirituales". Al final, habiendo reconocido el fin para el que soy creado, reconocido y aborrecido el pecado internamente, siguiendo a Cristo que llama a través de la meditación de su vida, hallando contrición por su Pasión y gozo por su Resurrección, el cristiano se dispone a entregarse a Dios en su Iglesia.

Entonces surge, con la fuerza de la verdad y de la vida, la siguiente plegaria de san Ignacio, situados en el corazón de la Iglesia, sintiendo con la Iglesia:

Tomad, Señor,
y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer.
Vos me disteis, a Vos, Señor, lo torno.
Todo es Vuestro:

disponed de ello según Vuestra Voluntad.

Dadme Vuestro Amor y Gracia,

que éstas me bastan. Amén.

sábado, 30 de julio de 2011

Humanismo cristiano integral

El humanismo cristiano es integral, porque no se detiene a considerar al hombre en sí mismo, considerándolo casi un producto acabado y perfecto, olvidando su origen y su destino. Es más, el humanismo cristiano mira al hombre y ve en él al ser creado por el amor de Dios, que encuentra su plenitud humana en Jesucristo (que es el modelo y revelación de todo hombre), que tiene vocación de eternidad en la comunión con Dios.


Muchas pueden ser las corrientes humanísticas que hoy pululan... que hablan del hombre, su dignidad y derechos, pero todo está supeditado al hombre mismo y a su capricho, determinando el hombre mismo cuáles son sus derechos y creándolos (derecho al aborto, por ejemplo). Pero eso no es humanismo, es una caricatura del mismo. Ni ven en el hombre más que el portador de un voto y por tanto ha de ser convencido, engañado y manipulado, o ven un hombre que simplemente es un consumidor en el mercado: habrá que crearle necesidades nuevas para que requiera consumir y que se crea que así es feliz.

Nada de eso corresponde a la estructura de lo humano.

El humanismo cristiano en su valoración del hombre (creado, redimido, agraciado) lo potencia en todo aquello que sea bueno, bello y verdadero y le oriente y acompañe en su camino de comunión con Dios. De lo contrario el hombre está siempre frustrado, nostálgico, perdido. Esa es la grandeza del humanismo cristiano integral:

jueves, 28 de julio de 2011

La Palabra es celebrada

Celebrar es el momento festivo, simbólico y ritual en que se desarrolla la escucha y respuesta a la Palabra del Señor. Una celebración que, ciertamente, pertenece a la Iglesia (SC 26). Esta liturgia de la Palabra comienza a ser celebración cuando el lector sube al ambón y teniendo el leccionario abierto, signo de la presencia del Señor, presta su voz a las palabras contenidas en él, y la Palabra se hace Espíritu y deja de ser letra muerta impresa en un libro. Aquí está la celebración, comunitaria (por cuanto es Palabra dirigida a la Iglesia) y gozosa (puesto que es Espíritu y vida).

    ¿Y cómo se celebra?
    Ante todo, con la escucha atenta. Oír las palabras del Señor en el corazón y orarlas es la primera y más importante participación que se puede dar en la liturgia de la Palabra.

    Se celebra proclamando con voz fuerte y decidida, convencido de aquello que se está proclamando, las lecturas bíblicas, tarea de los lectores. Unas lecturas con las que, como a los discípulos de Emaús, "nos tiene que arder el corazón" (Lc 24,32).

    Se celebra también con el canto. El canto, gozo del espíritu, que recibe y responde a las palabras del Señor tomando "prestadas" las mismas palabras del Señor, es decir, cantando el salmo responsorial, con actitud orante, que cala en el corazón de la asamblea (dicho sea de paso: jamás el salmo se puede sustituir por cualquier otro canto, por mucho que le guste al coro). Cantando, también el Aleluya, de pie, con alegría, para recibir el anuncio del Evangelio, siempre nuevo.

    Se celebra, además, con unos signos rituales, que no hay porqué despreciar., minimizar o realizar de manera in-significante (de cualquier manera).
 

miércoles, 27 de julio de 2011

Ante las tentaciones (textos isidorianos)

14. De ningún modo incurre en las asechanzas del diablo quien no admite las sugestiones de él. Porque, si se desprecian sus primeros estímulos, fácilmente se le rechaza en la acción consiguiente. El diablo es, en efecto, una serpiente escurridiza, que, si no combatimos en la cabeza, es decir, en la primera sugestión, penetra toda entera, al no darnos cuenta, en lo íntimo del corazón.

15. Los principios de las tentaciones diabólicas son endebles; pero, si no se atajan, antes bien, por la repetición de actos, se convierten en costumbre, a la postre se acrecientan poderosamente, de tal modo que nunca o con dificultad se vencen.


16. Si es cierto que el diablo desea que el hombre peque durante toda la vida, sin embargo, al final de esta se esfuerza más en engañarlo. De aquí resulta cierto lo que al principio se dijo a la serpiente con respecto al primer hombre: “Y tú le acecharás el calcañal” (Gen 3,15), porque es verdad que el diablo se apresta a poner asechanzas en los últimos momentos al hombre que en el decurso de la vida anterior no pudo engañar. Así, pues, aunque uno sea justo, nunca debe considerarse seguro en esta vida, antes debe estar siempre precavido con humildad y siempre temer con solicitud, no vaya a sucumbir al fin.


17. El diablo halaga a sus secuaces, mas a los siervos de Dios los acecha con pruebas diversas; sirva de ejemplo el Señor, que permitió lo tentase el diablo después del bautismo (cf. Mt 4,1).



martes, 26 de julio de 2011

El Bautismo, sacramento social

Ya vimos lo que significa "social": todos los sacramentos se reciben en la Iglesia, mediante la Iglesia y como unión con la Iglesia superando así la imagen devocionalista y privada de la que a veces hemos revestido a los sacramentos. La reflexión teológica de De Lubac nos ilumina con nuevas perspectivas.

El Bautismo es el primer sacramento, la puerta de la vida eterna, la regeneración, el nacimiento sobrenatural como hijos de Dios, miembros de Cristo, templos del Espíritu... y así agrega al bautizado a un pueblo nuevo, una nación santa, la Iglesia.

El primer sacramento es el bautismo y “el primer efecto del bautismo, por ejemplo, no es otro que esta agregación a la Iglesia visible. Ser bautizado es entrar en la Iglesia. Hecho esencialmente social” (Catolicismo, p. 61). 
 
Las consecuencias del bautismo no son sólo jurídicas (aspecto éste nada desdeñable), sino que son consecuencias de orden espiritual y místico porque la Iglesia no es una sociedad meramente humana, y por eso la recepción del sacramento es la entrada en una sociedad religiosa que incorpora al bautizado al Cuerpo místico, y por ser miembro de este Cuerpo místico, de esta sociedad santa, se es hijo, se recibe la gracia de la filiación divina y la inhabitación del Espíritu como este mismo Espíritu inhabita a la Iglesia. 
 

lunes, 25 de julio de 2011

¡Amigo del Señor!


Título de gloria, honrosísimo, mereció el apóstol Santiago: ¡amigo del Señor!

Leemos en el libro del Eclesiástico, capítulo 6, que "el que encuentra un amigo encuentra un tesoro" porque "vale más que las perlas". Santiago encontró en Cristo a su Amigo, al mejor tesoro; Cristo, su amigo, fue para Santiago el tesoro escondido en el campo y la perla fina. Todo lo supeditó a esta amistad con el Señor, todo lo vendió, lo despreció, lo dejó con tal de gozar de la amistad de Jesús.

El encuentro con Cristo fue decisivo para la vida de Santiago. Fue llamado, dejó a sus padres y las redes, y junto con su hermano Juan, lo siguió inmediatamente. Ya nada fue igual. La amistad con Cristo fue cambiando a Santiago, moldeándolo poco a poco; y el impulsivo y vehemente amigo llegó a ser el valiente y audaz apóstol y evangelizador que da su vida.

Pero también Cristo encontró en Santiago un amigo. Con Santiago el Señor va compartiendo las confidencias de su corazón, su intimidad; quiere su compañía al resucitar a la hija de Jairo y sobre todo en el monte de la Transfiguración y en el momento de la agonía en el Huerto de los Olivos. Cristo lo amó y lo quiso como amigo íntimo.


domingo, 24 de julio de 2011

La mano y la lepra (Moisés en el Horeb)

El primer signo que concede Dios a Moisés es meter la mano en el pecho y cubrirla de lepra, volverla a meter y sacarla limpia.

    Nada más impuro que la lepra, nada más terrorífico sin cura y con exclusión social, nada más inmundo expresión del pecado y con una muerte anticipada. “En la antigüedad  se metía bajo la rubrica de lepra diferentes enfermedades infecciosas y contagiosas, que corroían las carnes. El miedo a la contaminación traía consigo, consecuentemente, la declaración de impureza y la exclusión de la vida social normal” . Nadie es capaz de curarla porque nadie tiene dominio sobre la muerte, la enfermedad y el pecado, sólo Dios –y Cristo en el Nuevo Testamento, afirmando así su señorío y divinidad-.

    Moisés va a recibir un poder que es sobrenatural, que para los pueblos antiguos debe causar espanto y luego el reconocimiento de algo milagroso, divino: tener lepra de pronto por meter la mano en el pecho y al volver a meter la mano, sacarla limpia. Es un signo acreditativo de primer orden.


sábado, 23 de julio de 2011

El tono del lenguaje cristiano

Es importante cuidar el lenguaje cristiano a la hora de predicar, de la catequesis, de la formación. El tono debe ser positivo, alegre, esperanzador porque "evangelio" es de por sí "buena noticia", un anuncio que provoca estupor, respuesta, adhesión, luz.

Sin embargo, la forma de expresión cristiana puede encontrar un escollo formidable en el interés por la moral, llegando a convertir el catolicismo es un moralismo, donde el hombre sólo tiene obligaciones (de todo tipo) y se urge a su realización de manera radical, con las propias fuerzas, propósitos y normas. En lugar de convertirse en "buena noticia" se convierte en un catálogo de obligaciones cada vez más aplastantes.

La Iglesia ofrece al mundo una visión positiva e inspiradora de la vida humana, la belleza del matrimonio y la alegría de la paternidad. Esto se arraiga en la infinitud de Dios, transformando y ennobleciendo el amor para todos nosotros, que abre nuestros ojos a reconocer y amar su imagen en nuestro prójimo (cf Deus Caritas Est, 10-11 et passim). Aseguraos de presentar esta enseñanza de esta manera que sea reconocida por el mensaje de esperanza que es. Con demasiada frecuencia, la doctrina de la Iglesia se percibe como una seria de prohibiciones y posiciones retrógradas, mientras que la realidad, como sabemos, es que es creativa y dadora de vida, y se dirige a la realización más plena posible del gran potencial de bien y a la felicidad que Dios ha puesto en cada uno de nosotros (Benedicto XVI, Discurso a los obispos de Escocia en visita ad Limina Apostolorum, 5-febrero-2010). 
 La predicación cristiana muestra "una visión positiva e inspiradora de la vida humana", por tanto, la alegría de vivir como un don de Dios. El tono siempre es positivo: "la belleza del matrimonio y la alegría de la paternidad".
Al final, y como fondo de todo, la enseñanza cristiana debe ser "reconocida por el mensaje de esperanza que es".

jueves, 21 de julio de 2011

Dios se hace Compañía

 "Yo soy el que soy", "Yo soy el que estoy".

Un aspecto de ese Nombre Santo (Ex 3) sería el aspecto existencial que se marca al señalar que su Nombre indica una Presencia, una Compañía que es salvadora. “Yo soy el que estoy”, no es ausente, sino presente; no es lejano, sino cercano; no indiferente, sino implicado en el peregrinar del hombre. A Moisés se le indica esta Compañía de Dios, “soy el que estoy contigo”, y vas a librar al pueblo porque yo estaré siempre contigo. “Este “estar contigo”, visto desde abajo, desde el hombre, es una garantía de éxito y una fortaleza inexpugnable. “Yo estoy contigo” es la frase más escueta que se pueda imaginar; un verbo nada más, casi sin cópula; es un sujeto y un predicado escueto. Aquí nos encontramos con estoy, en vez de soy. El Dios omnipotente y sabio no hace valer un soy, sino un estoy contigo. Ahí se encuentra todo. No se puede decir más con menos. ¿Qué puede temer el hombre que siente la presencia de Dios con él? Puede salir con ánimo a cumplir la misión más arriesgada. La misma frase significa de parte de Dios: Soy yo quien va a librar al pueblo, pero lo voy a librar estando contigo, sin necesidad de desbancarte ni desplazarte a ti de la historia. Yo voy a bajar y liberar estando contigo. Esta es la doble dimensión fecunda de una frase que va a repetirse reiteradamente” (Shökel).

Esta Presencia y Compañía de Dios marcarán la vida de Israel y llegarán a su plena expresión al encarnarse el Verbo y ser el “Dios con nosotros”, ser “Dios salva”. “Por eso Cristo es el verdadero Moisés, la culminación de la revelación del nombre. No trae una nueva palabra como nombre; hace algo más: él mismo es el rostro de Dios, la invocabilidad de Dios en cuanto tú, en cuanto persona, en cuanto corazón. El nombre propio de Jesús lleva hasta el final el enigmático nombre de la zarza; ahora es evidente que Dios no lo había dicho todo aún, sino que había interrumpido provisionalmente su locución. Pues el nombre de Jesús contiene la palabra Yahvé en su composición hebrea y añade a ella algo más: Dios salva. Yo soy el que soy, se convierte ahora, por propia iniciativa, en Yo soy el que os salva. Su ser es salvar” (Ratzinger, El Dios de los cristianos, pp. 23-24).

Mientras llena la plenitud con Cristo, Dios se revela en la zarza como cercano, los guiará como columna de fuego por el éxodo, se hará presente en el Sinaí sellando una Alianza imagen de la Alianza nueva y eterna, desciende con su shekiná en la tienda del encuentro y su Gloria llenará el Templo. ¡Dios está con su pueblo! “¡El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob!” (Sal 45).

miércoles, 20 de julio de 2011

El canto para la vida eterna (los peregrinos cantan)

Cantamos como peregrinos que anhelan la patria celestial –liturgia del cielo- que se animan y consuelan en la tierra cantando y soñando la meta a la que Dios nos llama, el premio que Cristo ha merecido para nosotros.
El canto en la liturgia (no es para hacerla divertida o entretenida) recuerda al hombre bautizado que es un peregrino, que canta mientras camina, hasta llegar a la Patria del cielo donde constantemente se canta el Aleluya, el Santo, la alabanza de la Iglesia Esposa a su Señor y Esposo.

    “¡Oh hijos de la paz, hijos de la Iglesia una y católica, caminad por la Ruta que es Cristo! ¡Cantad en la Ruta, como hacen los viajeros, los peregrinos, para consolarse de la fatiga del camino! ¡Cantad en la ruta! ¡Yo os conjuro a ello por Aquel que es nuestra Ruta! ¡Cantad el Cántico nuevo!, nada de viejos estribillos. ¡Ruta nueva, Hombre nuevo, Cántico nuevo!” (S. Agustín, Enar. 66,6).

    El mismo canto estimula la vida en santidad y justicia, es alivio en el trabajo de la vida:
    “Hermanos míos, cantemos ahora, no para deleite de nuestro reposo, sino para alivio de nuestro trabajo. Tal como suelen cantar los caminantes: canta, pero camina; consuélate en el trabajo cantando, pero no te entregues a la pereza; canta y camina a la vez. ¿Qué significa “camina”? Adelanta, pero en el bien. Porque hay algunos, como dice el Apóstol, que adelantan de mal en peor. Tú, si adelantas, caminas; pero adelanta en el bien, en la fe verdadera, en las buenas costumbres; canta y camina” (S. Agustín, Serm. 256, 1. 2. 3.).

martes, 19 de julio de 2011

Altares deshonrosos (rectificado)

He suprimido las fotos y la catequesis de este artículo.

Reflejaba una situación vista en muchas parroquias y en muchos sitios. Pero ha causado molestias, y eso sí que no era mi intención. Ni señalaba una parroquia concreta ni un sacerdote... sino una realidad generalizada.

Lo suprimo, pido excusas a quienes se hayan molestado, y dejo el artículo insertado de la revista "Liturgia y espiritualidad".


"Pues va a ser que no. El autor de este breve escrito ha mirado y remirado en todos los documentos nuevos y antiguos, de sínodos y concilios, declaraciones de los Papas y demás prelados insignes, liturgias occidentales y orientales, actuales y pretéritas, y nada de nada. En ningún lugar se dice que el altar deba o pueda tener apariencia de puzle, o de cómo se quiera decir aquello que está compuesto por varios elementos, a la manera
de piezas, con la diferencia que las de un rompecabezas están pensadas para que encajen, y lo que vemos a menudo sobre el altar no pega ni con cola. 


lunes, 18 de julio de 2011

Parábola de la humildad

La parábola del fariseo y el publicano sellan el camino de los grados de humildad.

    Esta parábola la encontramos en el evangelio de Lucas, capítulo 18, como exhortación a la humildad porque sólo los humildes pueden ser justificados por Dios; los soberbios se justifican a sí mismos y no necesitan a Dios aunque tengan, como dice el salmo, en la boca sus normas y preceptos, pero su corazón está lejos del Señor.

    "Dijo Jesús está parábola a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás".

    Es fácil caer en la tentación de la vanidad espiritual aquellos que están consagrados al Señor y a su servicio. Por eso esta Palabra es tan fuerte y radical para quienes siguen de cerca a Cristo (en la parroquia, en un Movimiento, en un convento), pues a veces en un mismo templo conviven el fariseo y el publicano, las actitudes del fariseo y las actitudes del publicano. Esta Palabra la pronuncia el Señor ahora para algunos que se tienen por justos, la pronuncia para todos nosotros. Los que se creen justos cumplen las tareas asignadas; externamente es obediente; no se falta nunca a nada y se cumple con las obligaciones de forma muy puntillosa incluso. "Todo es cumplir", y no se mira a sí mismo y se tiene por bueno, por justo, por cumplidor. Con el orgullo insano del que exteriormente todo lo cumple.

    Dice el Evangelio: "teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos". Todo lo cumple, crece la vanidad espiritual y la seguridad en uno mismo, no en Dios. Uno se siente seguro, jamás tiene dudas, todo lo ve claro desde su propia seguridad y por eso, aunque no lo diga, todo lo discute, se cree siempre en la posesión de la verdad, pero, aunque obedezca, por dentro está deseando que se demuestre que él tenía razón. Se siente seguro y crece la altanería y el orgullo porque piensa que a él nadie le puede reprochar nada. Por eso siempre dará su opinión sobre todas las cosas, aunque no se la pidan y todo lo criticará desde la medida de su propia perfección. Se cumple el inicio de la parábola: "se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás".  Pronunciará entonces expresiones del tipo: "A mí con esas", "¡qué se habrá creído...!"

    A ese gran pecado de vanidad y soberbia espirituales le dirige Jesús la denuncia del que es la Verdad.

    "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era un fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo".

   

domingo, 17 de julio de 2011

A vueltas con la adoración eucarística

A veces realizamos cosas que ni sabemos entender ni valorar, pero que forman parte de nuestra liturgia y de nuestra espiritualidad. Haciéndolas sin valorarlas hondamente, puede acarrear mediocridad en la forma de realizarla, o falta de amor, o dejadez, lo cual sería pernicioso, porque si no hay amor, conocimiento y atención, todo se va devaluando, se hace por hacer, pero no se vive con una fe viva, ardiente y amorosa.

    La exposición del Santísimo y la oración, tanto personal como comunitaria, ante el Señor en la custodia es una práctica que siempre ha estado muy arraigada en la piedad, pero que a veces no se sabe valorar ni descubrir el alto grado de espiritualidad que posee, su beneficio espiritual, y se puede realizar mal si desconocemos cómo la Iglesia enseña a realizar la exposición del Santísimo según su propio ritual, aprobado en 1973, pero que apenas se pone realmente en práctica.

    Conocer lo que dice dicho ritual puede ser iluminador. Muchas parroquias afortunadamente exponen el Santísimo semanalmente al igual que los Monasterios; también hay Asociaciones de fieles que giran en torno a la vida eucarística, como la Adoración Nocturna, o su rama juvenil-infantil, los Tarsicios, o la Unión Eucarística Reparadora... así como las Hermandades y cofradías, incluso algunas son explícitamente Hermandades Sacramentales. Conocer el ritual puede permitirnos amar y potenciar la adoración eucarística, vivirla en plenitud y realizarla con más fidelidad a las normas litúrgicas.

    La adoración al Santísimo es una práctica, ya secular, de la liturgia romana en la que, prolongando la “gracia del sacrificio” de la Misa, la atención espiritual de la Iglesia Esposa se dirige a Cristo su Esposo –presente en el Sacramento- y entra en coloquio espiritual con Él. La dinámica esponsal lleva a asumir y compartir su estado de Víctima glorificada, se repara con Él, se intercede con Él y con Él se implora la salvación del mundo.

    Es indudable el valor espiritual y pastoral de la adoración al Santísimo. Allí donde el culto a la Eucaristía ha florecido y se ha cuidado el silencio y la adoración, allí ha crecido el sentido eclesial y se han fomentado las debidas disposiciones para la participación en el Sacrificio eucarístico. Ha sido siempre ocasión de innumerables gracias para la comunidad cristiana y ha sido forja de almas de santos.

  

viernes, 15 de julio de 2011

Importancia de la Palabra en la liturgia

La liturgia de la Palabra sea una verdadera celebración, con entidad propia, con un desarrollo apropiado, que culmina eficazmente con la liturgia del sacramento.

         La liturgia de la Palabra es celebración, por tanto no es:

        * una mera instrucción o discurso
        * una catequesis
        * una exposición teológica
        * recuerdo de algo pasado (que nada tiene que ver con nosotros)
        * o un prólogo o preparación del sacramento.

 
    Es celebración:
    a) porque se va a oír la voz del Señor; la misma voz que se oyó en el Horeb, la misma voz que oyó Moisés y los profetas o la que oyeron los apóstoles cuando Jesús predicaba, se va a oír, por medio del lector, y esto provoca gozo y alegría en la Iglesia. Dios va a hablar, se va a hacer presente, y esto es celebración y fiesta.
[Cristo] Está presente también en su palabra, puesto que él mismo habla cuando se leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras (Eucharisticum Mysterium, 9).
    b) La liturgia de la Palabra es celebración también porque Dios se va a revelar y, de nuevo, va a conducir a su Pueblo, le va a mostrar su corazón misericordioso; esta revelación de Dios, esperada durante siglos, hoy también se va a verificar en Jesucristo, Palabra eterna del Padre (cfr. Hb 1,1), que se va a hacer presente, al igual que en la asamblea, cuando se proclame la Escritura, especialmente el Evangelio.

    c) Y es celebración, finalmente, porque Dios, de nuevo, va a actuar y operar la salvación hoy en su Iglesia, porque lo anunciado en la Escritura, se hace vida, por el Espíritu Santo, en los sacramentos, especialmente la Eucaristía.
La economía de la salvaicón, que la palabra de Dios no cesa de recordar y de prolongar, alcanza su más pleno significado en la acción litúrgica, de modo que la celebración litúrgica se convierte en una continua, plena y eficaz exposición de esta palabra de Dios.
Así, la palabra de Dios, expuesta continuamente en la litugia, es siempre viva y eficaz por el poder del Espíritu Santo, y manifiesta el amor operante del Padre, amor indeficiente para con los hombres (OLM 4).

    Reducir, entonces, a una moral o una instrucción o una catequesis o un discurso dirigido a la razón, o enfocar la Palabra de Dios como un deber moral o compromiso cristiano es demasiado pobre. La liturgia de la Palabra es más un "lo que Dios ha hecho por nosotros" que "lo que nosotros tenemos que hacer", es más alabanza y escucha que compromiso (el compromiso, las obras de una vida santa, serán resultado visible de la acogida en el corazón de la Palabra salvadora).
 
Hemos de recuperar el valor sagrado de la liturgia de la Palabra, su expresividad ritual; la participación plena, activa y fructuosa requiere una atención cordial a las lecturas bíblicas para que sean recibidas; necesitan del silencio orante y oyente, del canto del salmo, de la interiorización... y de buenos lectores que sepan ser el eslabón último de la Revelación en el HOY de la Iglesia.
   

jueves, 14 de julio de 2011

Pensamientos de San Agustín (IV)

San Agustín es un verdadero maestro y como tal su enseñanza no pasa de moda, se convierte siempre en una fuente de espiritualidad para quienes tengan sed de Dios y quieran vivir según Dios.

Seguimos, pues, con algunos pensamientos suyos (recopilados por Miserere mei).


Fe y oración van unidas, se reclaman la una a la otra. La fe -que cree- quiere tratar con Aquel a quien conoce; la oración es ferviente y continua en los hombres de fe, en los verdaderos creyentes:
Creamos, pues, para poder orar. Y para que no decaiga la fe mediante la cual oramos, oremos. De la fe fluye la oración; y la oración que fluye suplica firmeza para Ia misma fe (San Agustín. Sermón 115,1).
San Agustín es llamado también el Doctor de la humildad, el maestro de la humildad, porque la establece como la virtud fundamental para que, descendiendo, subamos a Dios, mientras que el soberbio, cuanto más se sube él solo, más desciende al abismo apartándose de Dios:
Los humildes son como la piedra; la piedra aparece cosa baja, pero es sólida. Y los soberbios, ¿Cómo aparecen? Como humo; cuanto más alto suben, tanto más pronto se disipan (San Agustín Comentarios a los Salmos 92,3).

miércoles, 13 de julio de 2011

Eclesialidad en la catequesis de adultos

    En toda catequesis de adultos (que tantas dimensiones debe abarcar: lo doctrinal, litúrgico, moral y espiritual), junto al sentido de misión-vocación apostólica, una peculiar línea, o tono característico, será la eclesialidad. 

A los catequizandos habrá que conducirles, de mil maneras distintas y en muchos momentos, a amar la Iglesia, sentirse Iglesia, reconocer la Iglesia como seno materno y casa de salvación, y, por tanto, a no detenerse en las mediaciones que a veces pudieran ocultar la vida cristiana. Por encima de cualquier sacerdote está la Iglesia, y la vinculación ha de ser con la Iglesia, no una vinculación afectiva con éste o aquél sacerdote; por encima de un grupo concreto, un camino o un movimiento, está la Iglesia a la que uno pertenece sin encerrarse en la exclusividad de “lo mío”; los sacramentos son celebraciones de la Iglesia, y en ellos hay que buscar al Señor, sin detenernos en la mediación del templo (más hermoso o menos) o del sacerdote... o incluso de participar en la catequesis de adultos por el catequista responsable o quien la imparta, sino por el bien que en sí mismo supone la catequesis. Por encima de todo, debe brillar Jesucristo y la Iglesia, y las mediaciones si conducen a ello estarán bien, y si lo entorpecen hay que tener la madurez de superarlas.

   

martes, 12 de julio de 2011

Los signos de Dios (Ex 3)

    Dios en la zarza le dará a Moisés tres signos para que los egipcios crean en él: el bastón que se convierte en serpiente, la mano que al meterla en el pecho se le cubre de lepra y luego, cuando la vuelve a meter, queda sanada, y el agua del Nilo que puede convertir en sangre.

    Moisés sabe que los egipcios le preguntarán quién le envía, cómo lo demuestra, quién es él para hablar así, y que va desprotegido a una misión, sin nada que le avale. Presenta esta objeción al Señor: ni tiene autoridad moral, ni le van a dar crédito a su persona ni a sus palabras. Sabe que es Dios quien debe acreditarle.

    “Las credenciales que Dios ofrece a Moisés es la capacidad de realizar signos. Primero se le exigía fe para poner mano a la empresa, y sólo al terminar vendría el signo a sellar su autenticidad; ahora, en cambio, Dios está dispuesto a dar a los israelitas algunas señales previas de tipo prodigioso, y Moisés deberá asumir de algún modo las funciones de mago o prestidigitador, en competencia con los magos del Faraón. Este poder sobrehumano dará crédito a su misión, y deberá ejercerlo ante los ojos atónitos de los israelitas, en una serie de transmutaciones o metamorfosis que tendrán lugar en su bastón de pastor, en su mano de jefe y en las aguas del Nilo. Las dos primeras tienen un significado particular íntimamente vinculado a la persona: mientras el cayado es el instrumento de su oficio de pastor, la mano es sede y órgano de la acción. La tercera se refiere al Nilo, que es linfa, corriente vital y arteria única que mantiene la vida de Egipto. Son los tres elementos en los que se va a manifestar el poder transmutador, taumatúrgico, de Moisés” (Shökel).

domingo, 10 de julio de 2011

Los sacramentos y lo católico (De Lubac)

Muchas veces se consideran y valoran los sacramentos con categorías de transmisión de la gracia casi en forma “cosificada” y la preocupación única en torno a la validez, la licitud y los efectos, pero considerados éstos de forma privada e individual, una devoción privada, particular, más junto a otras. El lenguaje teológico y la misma espiritualidad que en otras épocas se inculcaban y vivían era una piedad privada, de corte sumamente intimista, centrada en el alma del sujeto que recibe los sacramentos si cumple las condiciones requeridas, pero habiendo perdido la perspectiva más amplia, y el mejor sentido, más tradicional, de la sacramentalidad y de los sacramentos de la Iglesia. 

Pero vayamos a consideraciones más amplias de los sacramentos, en perspectiva eclesial, de unidad de la Iglesia y uniéndonos a la Iglesia, Cuerpo social.

    La vida de la Iglesia es sacramental, y por tanto, los sacramentos son eclesiales no únicamente en cuanto a la forma –siempre determinada por la Iglesia para su validez- sino también en cuanto a su efecto; los sacramentos son eclesiales, asimismo, en su efecto, pues incorporan a la Iglesia, acrecientan la comunión eclesial y, por ello mismo, los sacramentos son “sociales”. ¿En qué sentido?

viernes, 8 de julio de 2011

Sentido de la adoración eucarística

Leer Eucharisticum Mysterium, n. 50, ilumina sobre el sentido de la adoración tal como se ha ido presentando en diversas ocasiones, señalando la dimensión espiritual con un gran espíritu católico y en comunión con Cristo. El texto es muy sugerente, y al leerlo, se entiende el porqué la Eucaristía hay que considerarla en toda su plenitud, el sentido eucarístico de la Iglesia e incluso la misma aplicación del sacerdocio bautismal donde se ofrece a Cristo Víctima y cuando se ofrece a sí mismo con Cristo Víctima. Las disposiciones espirituales y el camino mistagógico de la adoración son:

“Así, pues, la piedad que impulsa a los fieles a acercarse a la sagrada, comunión
-los lleva a participar más plenamente en el misterio pascual
-y a responder con agradecimiento al don de aquel que por medio de su humanidad infunde continuamente la vida divina en los miembros de su cuerpo.

Permaneciendo ante Cristo, el Señor,

-disfrutan de su trato íntimo,
-le abren su corazón pidiendo por sí mismos y por todos los suyos
-y ruegan por la paz y la salvación del mundo.
-Ofreciendo con Cristo toda su vida al Padre en el Espíritu Santo,
-sacan de este trato admirable un aumento de su fe, su esperanza y su caridad.
-Así fomentan las disposiciones debidas que les permitan celebrar con la devoción conveniente el memorial del Señor
-y, recibir frecuentemente el pan que nos ha dado el Padre” (EM 50).

miércoles, 6 de julio de 2011

"Cantad al Señor un cántico nuevo": ¡vamos a ello!

La liturgia de la vida como alabanza es la liturgia del cántico nuevo. 
Hacemos de la vida un cántico nuevo en la medida en que, siendo hombres nuevos, no hombres viejos, elevamos al Señor el cántico de nuestras obras, de nuestros afectos, de nuestros deseos, de nuestra santidad en el vivir cotidiano. 
¡Somos nosotros mismos el cántico nuevo al Señor!

    S. Agustín es el Padre de la Iglesia que más ha profundizado en esta línea del culto espiritual al hacer una teología estética partiendo de la misma música. “La alabanza del canto reside en el cantor... Sed vosotros mismos la alabanza que cantáis” (Serm. 34,6). Por tanto, se aplica a cada alma todas las exhortaciones que al inicio recordábamos; es cada alma la que tañe la cítara delante de los ángeles; es cada alma la que consagra su música al Señor; es cada alma la que alaba al Señor porque la música es buena, y el Señor se merece la alabanza armoniosa de una vida santa; es cada alma la que despierta el arpa y la cítara de sus actos y pensamientos elevando al Señor el canto de lo cotidiano vivido santamente. “La alabanza del canto reside en el cantor... Sed vosotros mismos la alabanza que cantáis”. Cada alma consagrada por el bautismo y la confirmación ha de ser un canto hermoso, diferente, armonioso, melódico, que agrade a Dios.

    “¿Quieres que la alabanza resulte agradable a tu Dios? No juntes al buen canto la estridencia de tus malas costumbres... Él se fija más en tu vida que en el sonido de tu voz. Naturalmente, quieres estar en paz con Aquél a quien tú alabas: ¿Y cómo quieres tener paz con Él, cuando estás en disonancia contigo mismo? Sí, una cosa resuena en tus labios y otra indica tu vida” (S. Agustín, Enar. 146,3).
Es la moralidad del canto, la vida santa, las virtudes, las buenas obras realizadas en el Amor de Cristo. Vivamos así y nuestro canto será agradable a Dios.

    ¡Somos nosotros mismos el cántico nuevo al Señor!

  

lunes, 4 de julio de 2011

Humanismo cristiano

El humanismo cristiano es una rica realidad nacida de la consideración de la Persona del mismo Cristo.

"Cristo revela el hombre al hombre" (GS 22).

Tal cual: el hombre sabe lo que es, la antropología, y sabe su destino y vocación, la escatología, por la Persona del mismo Cristo, donde el hombre se descubre  a sí mismo.

El humanismo cristiano parece estar hoy incluso mal considerado. Algunos pretenden identificarlo con un culto al hombre por el hombre sin Cristo y lo rechazan; es más, la misma expresión "humanismo cristiano" se intenta proscribir como maldita.

Atendamos a unas palabras del Papa:

Confiados en la posibilidad de la “razón humana”, en la fidelidad plena al inmutable depositum fidei, es necesario – como hizo el "Doctor Communis" [Santo Tomás] – recurrir siempre a las riquezas de la Tradición, en la constante búsqueda de la “verdad de las cosas”. Por esto, es necesario que las Pontificias Academias sean hoy más que nunca Instituciones vitales y vivaces, capaces de percibir agudamente tanto las preguntas de la sociedad y de las culturas, como las necesidades y las expectativas de la Iglesia, para ofrecer una contribución adecuada y válida y promover así, con todas las energías y los medios a disposición, un auténtico humanismo cristiano (Benedicto XVI, Discurso a las Academias Pontificias, 28-enero-2010).
En la búsqueda de la verdad de las cosas, en la investigación, en la respuesta a los interrogantes del hombre de hoy, hay que responder y crear un "auténtico humanismo cristiano".

domingo, 3 de julio de 2011

Catequesis familiar (inexistente)

Con el mes de mayo, o para ser más precisos aunque se nos olvide, con el tiempo de Pascua y en razón de ser la cincuentena pascual, muchos niños se acercan a participar de la Eucaristía por primera vez. Las Últimas Comuniones, perdón, ¡qué digo!, las Primeras Comuniones.

No falta nunca quien después de una celebración litúrgica (bastante pueril, en plan festival, con poca unción y fervor), comenta cómo los niños han "participado", lo que les "ha gustado a los padres"; después de dos años de catequesis infantil, una hora a la semana, y coloreando muchos recuadros y dibujos del libro de catequesis, creen ilusionados, ingenuos, que los han preparado y que como les ha gustado mucho la Misa "tan bonita", han sembrado algo.

Faltan a la verdad de las cosas. Primero, esos niños han ido a Misa durante el año porque era "obligatorio" para la Primera Comunión: ver las iglesias llenas por esa razón no puede dar pie a pensar que están evangelizados padres y niños y van a incorporarse a la vida de la Iglesia. Segundo, esos niños (y sus padres) desaparecen en cuanto acaba la Primera Comunión. ¿De verdad soñamos que los hemos evangelizado, han descubierto a Cristo? ¿De verdad se puede llegar alguien a creer que, manipulando la liturgia para convertirla en una fiesta infantil donde cada niño "ha hecho algo", "han cantado muy bien", estos niños han descubierto la grandeza del Misterio?

Urge revisar ese tipo de pastoral de fuegos artificiales, ser mucho más moderado en sus expresiones (tanto en la catequesis como en la liturgia), abandonar el triunfalismo de ver tanta gente en las Misas con niños y en las celebraciones de la Primera Comunión.


sábado, 2 de julio de 2011

El pecado de avaricia (textos isidorianos)


1. No puede uno emprender la lucha espiritual si antes no sojuzga los deseos de la carne.

2. No puede quedar libre para la contemplación de Dios el alma que suspira por los deseos ambiciosos de este mundo. Porque no podrá contemplar las alturas el ojo cuya visión obstruye el polvo.


3. Más funesta que todo pecado es la avaricia y el amor a las riquezas. De aquí que afirme Salomón: “Nada más impío que el avaro” (Eclo 10,10); este, en efecto, tiene en venta su alma, pues en su vida vomita sus entrañas (Cf. Eclo 10,9s).


4. La avaricia es la madre de todos los crímenes. Por ello dice el Apóstol: “la avaricia es la raíz de todos los males, tras la cual, afanándose algunos, se extraviaron de la fe” (1Tim 6,10). Si, pues, se corta por debajo la raíz de los vicios, ya no se propaga el linaje restante de los pecados.


5. Muchos, por causa de la ambición terrena, abjuraron de su propia fe, ya que la avaricia puso en venta a Cristo (cf. Mt 26,14s). Porque muchos tienen una codicia tan grande de los bienes ajenos, que no vacilan en consumar hasta el homicidio, como Acab, que sació el deseo de avaricia con el derramamiento de sangre (cf. 1Re 21,1-16).


viernes, 1 de julio de 2011

Brilla el misterio de la Cruz (V)


"Apenas gustaron el fruto del árbol,
entró la muerte en el cosmos.
¡En el madero de la muerte busquemos el árbol de vida!

Suspendida del madero,
la vida produce como fruto las leyes.

Los que creéis, coged ahora los frutos de la vida.

Al primer hombre se le dio desde el árbol una ley terrible.

De allí surgió la muerte,
por haber sido violada la ley primera.

¡Extiende ahora tu mano
y coge del árbol de la vida!"

(Comodiano, Instructiones 35, 7ss).