sábado, 23 de julio de 2011

El tono del lenguaje cristiano

Es importante cuidar el lenguaje cristiano a la hora de predicar, de la catequesis, de la formación. El tono debe ser positivo, alegre, esperanzador porque "evangelio" es de por sí "buena noticia", un anuncio que provoca estupor, respuesta, adhesión, luz.

Sin embargo, la forma de expresión cristiana puede encontrar un escollo formidable en el interés por la moral, llegando a convertir el catolicismo es un moralismo, donde el hombre sólo tiene obligaciones (de todo tipo) y se urge a su realización de manera radical, con las propias fuerzas, propósitos y normas. En lugar de convertirse en "buena noticia" se convierte en un catálogo de obligaciones cada vez más aplastantes.

La Iglesia ofrece al mundo una visión positiva e inspiradora de la vida humana, la belleza del matrimonio y la alegría de la paternidad. Esto se arraiga en la infinitud de Dios, transformando y ennobleciendo el amor para todos nosotros, que abre nuestros ojos a reconocer y amar su imagen en nuestro prójimo (cf Deus Caritas Est, 10-11 et passim). Aseguraos de presentar esta enseñanza de esta manera que sea reconocida por el mensaje de esperanza que es. Con demasiada frecuencia, la doctrina de la Iglesia se percibe como una seria de prohibiciones y posiciones retrógradas, mientras que la realidad, como sabemos, es que es creativa y dadora de vida, y se dirige a la realización más plena posible del gran potencial de bien y a la felicidad que Dios ha puesto en cada uno de nosotros (Benedicto XVI, Discurso a los obispos de Escocia en visita ad Limina Apostolorum, 5-febrero-2010). 
 La predicación cristiana muestra "una visión positiva e inspiradora de la vida humana", por tanto, la alegría de vivir como un don de Dios. El tono siempre es positivo: "la belleza del matrimonio y la alegría de la paternidad".
Al final, y como fondo de todo, la enseñanza cristiana debe ser "reconocida por el mensaje de esperanza que es".


Esto implica un cambio en el lenguaje cristiano, en el tono y en la forma, según lo que dice el Papa:

-Sobra el moralismo: predicando sólo sobre el pecado, mandamientos y obligaciones cristianas (éstas realidades, evidentemente, deben ser anunciadas y formar la conciencia, pero reducir todo el lenguaje cristiano a esto no es el camino ni fue el método de Cristo). Es del tipo: "tenemos que", "hay que comprometerse con", "esto es pecado", "las penas del infierno"... con forma imperativa.

-Sobra un lenguaje que busca a todas horas la ortodoxia y mira siempre con sospecha todo brote en la Iglesia, arrojando la ortodoxia a la cara y calificando a los demás de poco "católicos" u otras lindezas. Claro que la ortodoxia es imprescindible, porque es la norma de la Verdad, pero ésta no es un arma arrojadiza como a veces se ve en ciertos ambientes muy católicos: todo les parece modernismo, liberalismo, herejía, falta de amor al Papa y a la Tradición (claro que ellos hablan confundiendo Tradición -que siempre implica progreso fiel- con las pequeñas costumbres y determinada estética barroca.) ¿Hace falta explicarlo más?

-Se necesita un lenguaje que lleve al hombre al encuentro con Jesucristo, a la adhesión cordial a su Persona, brotando la esperanza y de ahí una nueva conciencia iluminada (la moral cristiana). Si se me permite un simplismo quasi-demagógico pero ilustrativo: La Iglesia no es una Iglesia del "no" a todo, sino la Iglesia de un "Sí" a todo lo que es verdadero y bueno y bello.

Quien nos escuche en una homilía, un retiro, un grupo de catequesis, una conferencia, un artículo... ¿saldrá con el corazón ardiendo como los de Emaús, con la esperanza y la alegría de la Samaritana tras haber conversado con Cristo? ¿Saldrá reconociendo que lo que ha escuchado se ajusta al deseo más profundo de su corazón y por tanto ha hallado la perla escondida aunque le cueste renuncias? ¿O saldrá más agobiado y desilusionado, pensando y experimentando que el catolicismo lo hunde aún más en su debilidad?

8 comentarios:

  1. Creo que la vida cristiana tiene una parte positiva, que se refiere a las maravillas que hace Cristo en el ser humano.

    Y otra parte negativa, que se refiere a la enfermedad moral y espiritual que padece el hombre adámico, profundamente herido por el pecado original y personal.

    El cristianismo es infinitamente optimista respecto a lo que Cristo hace con el ser humano. Pero es profundamente pesimista respecto a las posibilidades del ser humano si está separado de Cristo y sólo cuenta con sus fuerzas adámicas.

    Comparto con usted, querido padre D. Javier, que esa parte positiva de la fe debe ser presentada con belleza, alegría y esplendor, con el fulgor de Cristo. Lleva razón.

    Hay cristianos que excluyen la presentación de lo bueno y bello de la vida sobrenatural. Eso es cierto. Se limitan a criticarlo todo. Eso está mal, porque hacen odiosa la virtud.

    Pero en otro sentido, la parte negativa, penitencial, ascética, purgativa, por la que vemos los males del hombre carnal y decidimos erradicarlos con la Gracia, también es necesaria en la vida cristiana;

    con la caridad de Cristo y su preocupación por las almas, hemos de hacer ver al hombre de hoy, que anda en tinieblas, que sin Cristo está perdido y que su vida está destinada al fracaso. Si no se lo hiciéramos ver no estaríamos cumpliendo nuestra misión.

    A una persona que está enferma de muerte, no se le puede decir que tiene un simple resfriado. hay que hacerle comprender la verdad, porque se salvará por la verdad. En este sentido, lo positivo es decirle que va por muy mal camino, pero que en Cristo irá por buen camino y verá la luz del día.

    En la Escritura y la Tradición encontramos innumerables ejemplos de esto: condena del mal y del pecado y anuncio de los males presentes y futuros, y a continuación presentación del bien y de la virtud y anuncio de los bienes presentes y futuros que trae el camino de Cristo.

    No obstante, entiendo que su entrada de hoy se refiere a esos cristianos que se limitan a criticar a la misma Iglesia en lo que tiene de bueno, creyendo que todo lo de hoy es malo. Es falta de fe en el Cuerpo de Cristo.

    Un abrazo

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  2. Reflexionando otra vez sobre este importante tema, d. Javier, que hace bien en plantearnos,

    creo que lo que pretende decirnos es que hemos de seguir los pasos de Cristo,

    andar por el mundo como Él anduvo.

    Nuestro Señor, por Amor a nosotros, no dudaba usar cuando era necesario un lenguaje sorprendente, duro, curativo:

    ""«Vosotros sois malos» (Lc 11,12).
    ""«si no hiciereis penitencia, todos moriréis igualmente» (Lc 13,3.5).
    ""El mundo me aborrece porque declaro que sus obras son malas" (Jn 7, 7)
    etc., etc.

    Y asimismo por Amor usaba un lenguaje esplendoroso y fascinante, lleno de Gracia, como nunca se había escuchado:

    ""«Jamás hombre alguno habló como éste» (Jn 7,46).
    «Todos le aprobaban, y se asombraban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca» (Lc 4,22).
    «La muchedumbre, al verle, quedó maravillada, y en seguida corrió a saludarle» (Mc 9,15).
    etc., etc.

    En definitiva, lo bueno y bello hemos de presentarlo con bondad y belleza, sin silenciar aquello que es malo y feo y ha de corregirse. Como hacía el Señor, que es nuestro "modelo de positividad". :)

    Un abrazo, y perdón por la extensión de los comentarios.

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  3. Estimado Alonso:

    Sí, así es. Eso era lo que quería decir.

    1) Lenguaje que suscita la esperanza y el deseo de entregarse a Cristo.

    2) Decir las cosas claramente, pero sin estar arrojando la ortodoxia a la cara ni buscar de manera obsesiva herejías en todos y en todo sitio.

    3) Anunciar a Cristo, despertar el deseo de Cristo, y después enseñar a vivir según Cristo: la moral cristiana, y los medios ascéticos necesarios.

    4) Lenguaje también sano, esperanzador, para la moral cristiana. Lejos del rigorismo o de los escrúpulos, presentarlo todo y educar mostrando la belleza de la vida cristiana, en lugar de la casuística moral: la belleza de la castidad, la belleza de la fidelidad, la belleza del sacrificio y la entrega...

    Creo, pues, que estábamos diciendo lo mismo.

    Saludos a todos. pax.

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  4. De acuerdo en todo.

    Espero no caer yo mismo alguna vez en mi apostolado en algo de eso que usted menciona.

    Rece por mí.

    Un abrazo

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  5. Estimado d. Javier,

    a mí hay un tema que me preocupa mucho.

    Y es que, en este momento de la historia de la Iglesia en que vivimos, existe una tremenda proliferación masiva de errores doctrinales, que hacen mucho daño a la vida cristiana.

    En no pocas ocasiones los padecen buenos cristianos, con poca formación, o confundidos por teólogos desobedientes al Magisterio, pero de lenguaje seductor.

    ¿Qué podemos hacer, para que no parezca que queremos arrojar la ortodoxia a la cara, como usted dice, cuando vemos que alguien defiende un error doctrinal o una herejía (seguramente sin saber que es herejía o un error)?

    ¿Debemos callar y dejar que siga equivocado y equivocando a otros, o intentar hacerle ver que la Iglesia afirma otra cosa? Yo a veces no sé qué es mejor, si callar o hablar. ¡Y ocurre tantas veces!
    Pues la falta de sana y recta doctrina es el mal generalizado de esta época.

    Cuando vemos que alguien defiende un error doctrinal, ¿no debemos corregírselo (con caridad y mucho tacto, claro)?

    A mí me ocurre que cuando veo que alguien está equivocado en algún punto doctrinal, siento un impulso muy fuerte de sacarlo de su error, porque pienso que el error hace daño a su alma o detiene su camino de perfección..

    ¿Qué podemos hacer entonces, para que no parezca que estamos golpeando con la ortodoxia en la cara del otro?

    Lo único que se me ocurre es ser muy respetuosos, hablar con santidad, por el bien del otro. Pero callarnos, creo que no debemos hacerlo. O tal vez sí, no sé.

    un abrazo

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  6. Querido Alonso:

    Intentaré despejar en algo sus dudas y preguntas, tan razonables por otra parte.

    El punto crucial al que yo me refería es el tono desafiante que ha cundido de unos años para acá y que es patente, demasiado patente, en algunas páginas religiosas de Internet. Un catolicismo a ultranza, unos principios dogmáticos rígidos, desdén y sospecha hacia la teología, y con esos ingredientes se ataca a todo y a todos, a los que se los tacha de "herejes". Viven así en eterna sospecha hacia todo y consideran la teología como una inmensa repetición de lo ya dicho; temen que se cambie el lenguaje y la expresión, que se aventuren hipótesis. Se han quedado estancados y presumen de ser ortodoxos. Por ese camino, ni san Pablo se hubiera salvado cuando decidió predicar a los gentiles y no impuso la circuncisión a Tito.

    Otro ejemplo. El Papa Benedicto en su libro "Jesús de Nazaret" alaba a un autor, Meier, por el rigor de su método y muchas de sus conclusiones, sin embargo éstos tan ortodoxos antes del prólogo del Papa, 'quemaban' el libro de Meier y su hermenéutica. Ahora se callan, lógicamente.

    En el caso particular que Vd. presenta, sí es claro que en una reunión, catequesis, sesión de formación, etc., la Verdad hay que mostrarla e indicar si alguien se ha salido del camino, que sus afirmaciones no son 'exactamente correctas, tal vez habría que introducir matices', y a continuación mostrar la fe católica con argumentos de razón y argumentos de autoridad (Tradición y Magisterio).

    Pero una cosa es corregir así, con caridad, amabilidad y argumentos, cara a cara, y otra muy distinta vivir en la sospecha de que todo es herejía.

    ¿Me he explicado mejor?

    Un abrazo

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  7. Le he entendido perfectamente, y me ha ayudado.

    Usted retrata a la perfección algunas páginas filo-tradicionalistas. Yo hice hace tiempo algunos comentarios en algunas de ellas defendiendo la obediencia sobrenatural a los actos lícitos de gobierno de los Papas, y salí escaldado. Por lo que no volví a entrar en ellas.

    Se hace daño a la Iglesia hablando mal de los grandes Papas que hemos tenido en el siglo XX, (sobre todo al pobre Pablo VI, que tantísimo sufrió por los problemas de desobediencia que estaba sufriendo la Iglesia) acusando a Roma de herejía, o difamando al Concilio Vaticano II,

    (que , por cierto, es tan bíblico-tradicional como el Concilio Vaticano I o el Tridentino, sólo que cambiando el lenguaje y girándolo como un prisma, para reflejar la misma luz pero de otra manera. )

    Hay que renovar la Iglesia desde el amor y la obediencia, no desde la rebeldía o la sospecha.

    La Iglesia hace lo que hace "porque puede". Porque Cristo vence hasta cuando los Papas o los obispos se equivocan en sus labores de gobierno . De la obediencia sobrenatural a lo lícito, aunque pueda estar en ocasiones equivocado, sólo surgen bienes.

    Hay que confiar en ella. No verlo todo bien, sino amarla y obedecerla en todo lo que es lícito, aunque no lo compartamos en ocasiones. Hay que tener visión sobrenatural.

    El celo amargo que usted critica es nefasto, porque nace de la soberbia disfrazada de un sentido carnal de la obediencia.

    Es un problema de obediencia sobrenatural (que no obediencia natural). la obediencia y la humildad son las virtudes principales de un hijo de la Iglesia, y las virtudes que más odia y combate el maligno.

    Yo escribí hace tiempo un post defendiendo la obediencia sobrenatural contra la obediencia carnal, que es el fundamento del celo amargo que usted critica. .http://diariodealonsogracian.blogspot.com/2011/01/observaciones-sobre-la-virtud-de-la.html

    Un abrazo y gracias por el comentario

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  8. Alonso:

    Coincidimos. Simplemente. Y creo que nos hemos entendido sin nombrar páginas. No sé si serán filo-tradicionalistas, pero se presentan como "Católicas" (más-que-nadie) y destilan soberbia. Sálvense algunos blogs de esas páginas (o de esa página), pero es soberbia. Y eso no viene de Dios.

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