miércoles, 30 de junio de 2021

Eucaristía e unidad de la Iglesia (S. Cipriano)

Figuras de la unidad de la Iglesia, para la teología del gran San Cipriano, son la túnica inconsútil de Jesucristo, la imagen de la casa como signo de concordia y también el pan y el vino eucaristizados, es decir, el sacramento eucarístico.



La imagen del pan y del vino eucarísticos es de gran belleza y presenta el tema de la unidad desde la misma Eucaristía. La Eucaristía es momento de comunión, es la Iglesia toda la que realiza la oblación, el sacrificio pascual de Jesucristo y lo ofrece al Padre. 

Toda la asamblea litúrgica participa de un solo pan y un solo cáliz, mostrando así la unidad. Es el argumento principal de Pablo: "el cáliz de bendición que bendecimos ¿no es la comunión con la sangre de Cristo? Porque no hay más que un solo pan, todos formamos un solo cuerpo, puestos todos participamos de un mismo pan" (1Cor 10, 16s), y como consecuencia, la unidad, si no es así, no es la cena del Señor: "cuando os reunís, hay entre vosotros divisiones, y en parte lo creo; pues es necesario que haya disensiones entre vosotros para que se manifiesten los que son de virtud probada. Cuando, pues, os reunís en común, ya no es eso comer la Cena del Señor" (1Cor 11, 18-20). 

La Eucaristía, signo de unidad, requiere que exista ésta para que se celebre auténticamente la Cena del Señor. Esta idea la toma Cipriano, presentando un argumento distinto, de extraordinaria belleza; el pan eucarístico es signo de unidad: 

lunes, 28 de junio de 2021

El Espíritu Santo en la plegaria Emitte

Centro de la gran plegaria de bendición del óleo de enfermos -la oración "Emitte"- es la epíclesis, la invocación del Espíritu Santo.

Al Espíritu se le califica de modo precioso como "Defensor", "Paráclito".





Señor Dios, Padre de todo consuelo,
                       que has querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo:
escucha con amor la oración de nuestra fe
y derrama desde el cielo tu Espíritu Santo Defensor sobre este óleo.

Tú que has hecho que el leño verde del olivo
produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con tu bendición + este óleo,
para que cuantos sean ungidos con él
sientan en el cuerpo y en el alma
tu divina protección
y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores.

Que por tu acción, Señor,
este aceite sea para nosotros óleo santo,
en nombre de Jesucristo, nuestro Señor.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

           


            3.2. Espíritu Santo Defensor

            La epíclesis suplica siempre el envío del Espíritu desde el Padre en nombre de Cristo para que transforme o santifique las personas o las realidades creadas. 

Este Espíritu Santo, que renueva la faz de la tierra, que todo lo vivifica cristificando, es el Defensor, Aquél que protege de toda debilidad, endereza, robustece, da vigor. 

sábado, 26 de junio de 2021

"Bendito seas por siempre, Señor" - y II (Respuestas - XXV)



4. “Bendito seas por siempre, Señor”.

            Como hemos ido viendo, esta fórmula litúrgica es profundamente bíblica y anclada en las Escrituras. Con ella, los fieles aclaman a Dios.



            El uso más común y extendido es como respuesta a las dos oraciones que el sacerdote puede (no debe siempre, mejor en silencio) pronunciar en voz alta sobre la patena y luego sobre el cáliz: “Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan…”

            Pero en la liturgia hay otros momentos en los que el sacerdote pronuncia algunas fórmulas, casi en forma de letanía, a las que igualmente se responde así, “bendito seas por siempre, Señor”. Hagamos el recorrido por algunos libros litúrgicos.


            5. En el ritual del Bautismo de niños se ofrecen dos formularios alternativos para bendecir el agua, que se pueden emplear como acción de gracias sobre el agua si ya está bendecida. En ambos formularios, los fieles responde: “Bendito seas por siempre, Señor”.

viernes, 25 de junio de 2021

Virtud teologal de la fe (I)



 1. Como un estribillo insistente, la carta a los Hebreos, para hacer el elogio de los patriarcas, repite: “Por fe”. “Por fe, Abraham; por fe, Sara...” (Hb 11).



La fe es lo que hace de nosotros hombres de Dios, que viven la totalidad de su existencia referida a Dios; son hombres y mujeres cuyo centro es Dios, y el criterio para juzgar las cosas, para hacer, para vivir, es Dios. 

Hombres y mujeres de Dios son aquellos en que Dios cuenta para todo, y no se encuentran en ellos divisiones ni separaciones, cosas para las que Dios cuenta, otras que se deciden siguiendo los criterios del mundo; no se halla en ellos una vida de piedad donde Dios cuenta a ratos y el resto del tiempo se vive como si Dios no existiera, viviendo, reaccionando, sintiendo, como lo hace todo el mundo. 

¡Hombres y mujeres de fe! Eso deseamos ser cada día y eso vamos a orar y pedir al Señor, humildemente, como los apóstoles: “auméntanos la fe” (Lc 17,5).

miércoles, 23 de junio de 2021

La liturgia de una coronación canónica



La coronación de una imagen de la Virgen se puede realizar en el transcurso del canto de las Vísperas solemnes, o de una celebración de la Liturgia de la Palabra o de la Eucaristía. 



Tras la homilía se presentan las coronas, el obispo recita una solemne plegaria de acción de gracias, las asperja con agua bendecida y corona primero la imagen del Niño y luego la de la Virgen, mientras se entona una aclamación solemne, para, finalmente, incensar la imagen.

La oración solemne de acción de gracias y bendición de las coronas ofrecen la clave espiritual con la que vivir estos ritos solemnes de fervor mariano. 

En esta plegaria se mira, primero, la gloria de Cristo y de su Madre: 


“Bendito eres, Señor del cielo y de la tierra, que con tu misericordia y tu justicia dispersas a los soberbios y enalteces a los humildes; de este admirable designio de tu Providencia nos has dejado un ejemplo sublime en el Verbo encarnado y en su Virgen Madre: tu Hijo, que voluntariamente se rebajó hasta la muerte de cruz, resplandece de gloria eterna y está sentado a tu derecha como Rey de reyes y Señor de señores; y la Virgen, que quiso llamarse tu esclava, fue elegida Madre del Redentor y verdadera Madre de los que viven, y ahora, exaltada sobre los coros de los ángeles, reina gloriosamente con su Hijo, intercediendo por todos los hombres como abogada de gracia y reina de misericordia”.


lunes, 21 de junio de 2021

Leer las Escrituras - II

III. Testimonio de los Padres





Veíamos antes que, según los Padres, "ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo" (S. JERÓNIMO, Comentario al profeta Isaías, prólogo). De ahí se sigue que tenemos que conocer las Escrituras para conocer a Cristo, sentido último de la Palabra. 




Es una lectura actual la que tenemos que hacer para comprender las Escrituras: es una Palabra actual, dirigida a cada uno de nosotros. Así lo expone Orígenes: 


"lo que se nos acaba de leer es siempre actual, y no solamente en el mundo que figura a Egipto, sino en cada uno de nosotros" (ORÍGENES, Homilía sobre el Éxodo, 2,1).



 Para los Padres, la Escritura es un alimento espiritual necesario, imprescindible. Lo expone S. Jerónimo, gran amante de la Escritura: 


"Cuando comemos el libro del Señor, con la asidua meditación en el tesoro de nuestra memoria, se llena nuestro vientre espiritual y se hartan nuestras entrañas" (S. JERÓNIMO, Comentario al profeta Ezequiel).


sábado, 19 de junio de 2021

La comunión eclesial es eucarística



La comunión eclesial, precisamente por ser comunión, es orgánica y no anárquica, forma un todo armónico y complementario que es la Belleza del mismo Cristo Resucitado:



La comunión eclesial se configura, más precisamente, como comunión «orgánica», análoga a la de un cuerpo vivo y operante. En efecto, está caracterizada por la simultánea presencia de la diversidad y de la complementariedad de las vocaciones y condiciones de vida, de los ministerios, de los carismas y de las responsabilidades. Gracias a esta diversidad y complementariedad, cada fiel laico se encuentra en relación con todo el cuerpo y le ofrece su propia aportación.

El apóstol Pablo insiste particularmente en la comunión orgánica del Cuerpo místico de Cristo (Christifideles laici, 20).

También en la Novo Millennio ineunte vuelve el papa Juan Pablo II sobre el significado de la comunión eclesial proponiendo, además, una espiritualidad de la comunión (¡cuánto ayudará todo esto a comprender el Misterio de la Eucaristía!):

viernes, 18 de junio de 2021

La visión de S. Cipriano sobre la unidad de la Iglesia


La unidad de la Iglesia es un tema de una tremenda actualidad que puede ser iluminado por la reflexión de Cipriano, ya que éste tiene todavía una palabra que decirnos y puede ayudarnos a vivir el ideal de Jesús, i.e. "que todos sean uno", en nuestra comunidad eclesial. 




Quisiéramos destacar dos aspectos de la obra de Cipriano que más nos han impactado: el uso de la Escritura y su actualidad, que nos pueden revelar al importancia que los Padres tienen para la Iglesia de todos los tiempos y la necesidad de volver a escucharlos, con una apertura de espíritu y, en concreto de este tema sobre la unidad eclesial. 

 En cuanto al primer aspecto de su obra, cabe reseñar el uso abundantísimo de la Escritura en Cipriano. Muchas citas están en su obra, de forma explícita o implícita, que hilvanan y fundamentan el pensamiento de Cipriano. Este revela el sentido de muchos pasajes a través de la alegoría dando interpretaciones de extraordinaria profundidad y belleza, así, p.e. el pasaje de la prostituta Rahab, la alegoría de la casa, el manto de Ajías, etc. Estas interpretaciones alegóricas son muy características de los Padres porque  parten de la idea de que Cristo está presente ya en el AT y que podemos descubrirlo a partir del NT; de ahí el uso de la alegoría en los Padres.

jueves, 17 de junio de 2021

El Espíritu Santo en el Credo



El Credo se presenta con una estructura trinitaria: creo en Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y por tanto, creo en el ámbito de la Iglesia, el lugar donde Dios se me da y se me revela incorporándome a su pueblo elegido y santo, a la familia de Dios que es la Iglesia.



           La tercera parte del Credo expresa la fe eclesial en el Espíritu Santo y su acción: la Iglesia, el Bautismo, el perdón de los pecados, la resurrección. Aunque en la racionalidad occidental y en la espiritualidad católica, no se le ha dado mucho espacio a la reflexión sobre el Espíritu Santo, en buena medida es el gran desconocido, ya sea en la reflexión y predicación, ya sea en la relación personal con él.

            Siguiendo la formulación clásica que luego analizaremos, el Espíritu Santo es el Amor del Padre y del Hijo, la Persona de la Trinidad que “procede del Padre y del Hijo” como afirma el Credo y puesto que el Espíritu Santo es Dios igual que lo es el Padre y el Hijo “recibe una misma adoración y gloria”. La dificultad de ver al Espíritu Santo, de percibirlo pues no toma forma humana, su acción invisible, llevó a veces a negar su divinidad, lo que obligó a los Padres de la Iglesia a defender la recta fe, ofreciéndonos preciosos tratados sobre el Espíritu Santo.

            El Credo confiesa que el Espíritu Santo es Dios, la tercera persona de la Trinidad, constituyéndose así en una Comunión de Personas distintas que se aman con un amor de donación. Dios es relación, Dios es Comunión y no soledad o aislamiento. Y como el acto mismo de amar es dinámico y habla de relación, así en la Trinidad, siguiendo a san Agustín, Dios que es amor, debe poseer la misma estructura trinitaria del amor; hacen falta el amante (el Padre), el Amado (el Hijo) y el amor mismo que une amante y amado (el Espíritu Santo).

martes, 15 de junio de 2021

Piedad mariana: la coronación canónica de una imagen de la Virgen



La Dormición de la Virgen María, el misterio de su Asunción en cuerpo y alma a los cielos, por tanto, de su glorificación corporal, estuvo muy presente en el sentir del pueblo de Dios durante siglos, muchísimo antes de su definición dogmática en 1950. 




En Oriente y en Occidente se celebraba el tránsito glorioso de la Santísima Virgen, asociándola y uniéndola a la Pascua del Señor; por eso no sólo su alma sino también su cuerpo ya participa de la gloria, de la Resurrección. Muchas catedrales, Monasterios e iglesias con el correr de los siglos se titularon “de la Asunción”. 

El afecto del pueblo cristiano empezó a hablar del triunfo y glorificación de María como de una coronación regia, y la veneraban e invocaban como Reina y Señora de todo lo creado.
  
Hermosos cuadros, o imágenes de la Virgen representaban la coronación de la Virgen: así encontramos obras de Fra Angelico, Fra Filippo Lippi (1469), del Maestro Velilla (s. XV), Rafael, El Greco (1592), Velázquez, etc.; normalmente, para expresar la glorificación de la Virgen, se la adornaba con una corona, plasmando artísticamente la visión del Apocalipsis: “una mujer vestida de sol, coronada con doce estrellas, la luna bajo sus pies…” (Ap 12,1). 

El rosario incorporó la coronación de María Santísima a los misterios gloriosos, que durante generaciones, contemplaron así a María.

domingo, 13 de junio de 2021

Epíclesis de la oración Emitte (Bendición óleo de enfermos)

Después de la invocación a Dios y de la anámnesis o memorial de la salvación, la plegaria Emitte ofrece la epíclesis, es decir, la invocación a Dios para que envíe desde el cielo el Espíritu Santo sobre el óleo.





Señor Dios, Padre de todo consuelo,
                       que has querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo:
escucha con amor la oración de nuestra fe
y derrama desde el cielo tu Espíritu Santo Defensor sobre este óleo.

Tú que has hecho que el leño verde del olivo
produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,
enriquece con tu bendición + este óleo,
para que cuantos sean ungidos con él
sientan en el cuerpo y en el alma
tu divina protección
y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores.

Que por tu acción, Señor,
este aceite sea para nosotros óleo santo,
en nombre de Jesucristo, nuestro Señor.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.






3. Epíclesis

            La oración tiene una expresa epíclesis que da nombre a esta oración de bendición en los Sacramentarios, “Emitte”, y por la cual, recordemos, comenzaba directamente, ya que el memorial era en sí todo el Canon que se acababa de proclamar.

            3.1. La oración de nuestra fe

            “Escucha con amor la oración de nuestra fe”. He aquí otra alusión bíblica clarísima a la carta de Santiago en el pasaje que recomienda la unción de enfermos. Dice el apóstol: “llame a los presbíteros de la Iglesia y que recen sobre él, después de ungirlo con óleo, en nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo” (St 5, 13-16). Esta oración de fe, que el apóstol recomienda, comienza aquí y ahora, pues es el principio o antecedente de la Unción que se practicará sobre los enfermos. 

viernes, 11 de junio de 2021

El Corazón del Salvador (y II)

¡Cristo tiene Corazón! Es pura misericordia; es el Amor mismo de Dios manifestado en toda su Persona, en su ser.

Se entregó por nosotros, encarnándose por la salvación del mundo; padeció, subió al árbol de la Cruz y de su costado traspasado derramó sangre y agua, generando la Iglesia.


¡Nos amó y se entregó por nosotros!

Su Corazón es nuestra salvación, porque en nada podemos confiar salvo en sus entrañas de misericordia.

Así la Iglesia ha inculcado la piedad hacia el Corazón del Salvador, dejándonos indicaciones para comprender este Misterio:


CORAZÓN DE JESÚS, ABISMO DE TODAS LAS VIRTUDES (Juan Pablo II, Ángelus, 28 de julio de 1985):


            1. “Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes”.
            Bajo el corazón de la Madre ha sido concebido el hombre. El Hijo de Dios ha sido concebido como hombre... A la luz del momento de la concepción, a la luz del misterio de la Encarnación, contemplamos toda la vida de Jesús, nacido de María. Buscamos, siguiendo las indicaciones de las letanías, describir en cierto sentido esta vida desde dentro a través del corazón.
            

martes, 8 de junio de 2021

El Corazón del Salvador (I)

¡Fuente de vida santidad, abismo de todas las virtudes!

Así se invoca al Corazón de Jesús en las Letanías, confiando en el Salvador, siempre misericordioso, y en su acción hacia nosotros. 


Él tiene piedad de nosotros. Él es todo misericordia para nosotros.

Esta devoción, además, nos sitúa en el núcleo mismo de la redención. Cristo ha reparado el pecado de Adán, el del hombre, el de toda la humanidad, y nos permite ahora asociarnos a Él, reparando por nuestro pecado y por los pecados de los hombres.

Veamos una catequesis de Juan Pablo II:




La reparación de Cristo y de los cristianos  (Juan Pablo II, 20-IV-1983):


            El sacrificio expiatorio de la cruz nos hace comprender la gravedad del pecado. A los ojos de Dios el pecado jamás es un hecho sin importancia. El Padre ama a los hombres y está profundamente ofendido por sus ofensas y rebeliones. Aun estando dispuesto a perdonar, Él, por el bien y el honor del hombre mismo, reclama una reparación. Pero es justamente aquí cuando la generosidad divina se muestra del modo más sorprendente. El Padre entrega a la humanidad su propio Hijo para que ofrezca esta reparación. Con ello muestra la abismal gravedad del pecado, puesto que reclama la más alta reparación posible, la cual viene de su propio Hijo. A la vez, revela la grandeza infinita de su amor, pues es el primero, con el don de su Hijo, en llevar el peso de la reparación.

domingo, 6 de junio de 2021

Virtudes cristianas (III)



5. Que nos oriente la misma Escritura y sirva de estímulo: “Todo lo que es noble, justo, puro, amable, laudable; todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta” (Flp 4,8). 



La tradición espiritual enseña y aconseja las virtudes, pues vienen así a reorientar el corazón, fruto del trato íntimo con el Señor. La misma oración nunca será un refugio donde huir, sino lugar de transformación y el criterio serán las obras, los frutos, las virtudes, ya que la oración incide en la vida. “Yo no desearía otra oración –escribe Santa Teresa- sino la que me hiciese crecer en virtudes” (Ep 148,8). Es que “la virtud siempre convida a ser amada” (C 4,10) y exhorta a que “amemos las virtudes y lo bueno interior” (C 4,7).

Como el hombre es peregrino, siempre está en camino, siempre tendiendo y buscando su plenitud y su desarrollo, el proceso del crecimiento dura siempre; es el espíritu pronto y ágil que va desarrollándose, en espirituales ejercicios, para ser según Cristo. 

sábado, 5 de junio de 2021

¿Qué es una coronación canónica?



Tal vez sería lo mejor, para empezar, ver lo que el ritual nos enseña en su introducción, al describir el sentido de una coronación. 



La Santa Madre Iglesia no ha dudado en afirmar repetidamente la legitimidad del culto tributado a las imágenes de Cristo, de su Madre y de los santos y con frecuencia ha adoctrinado a los fieles sobre el significado de este culto. La veneración a las imágenes de santa María Virgen frecuentemente se manifiesta adornando su cabeza con una corona real. Y, cuando en la imagen de la santa Madre de Dios lleva en los brazos a su divino Hijo, se coronan ambas imágenes” (nn. 1-2).


Desde que Cristo, por su Encarnación, es “imagen visible de Dios invisible”, la Iglesia ha representado los misterios de nuestra salvación en imágenes que nos remiten a lo que representan; las imágenes tienen un culto de veneración, no tanto por ellas mismas, cuanto por lo que representan. Es por ello que coronar una imagen de la Virgen María es un acto de veneración a la Santísima Virgen, un modo, muy visual y plástico, de dejar traslucir el amor filial a la Señora. 

jueves, 3 de junio de 2021

Reverencia, devoción, saber estar (Sacralidad - XII)



Existe un modo específico y adecuado de estar en la liturgia, de asistir y vivir la liturgia, incluso una forma conveniente de saber estar en un templo: se llama “reverencia”, una actitud y un comportamiento como corresponde a un lugar sagrado (la iglesia) y una acción santa (la liturgia), al igual que hay una forma educada y propia de ir en transporte público, comer en un restaurante, ver una película en el cine, asistir a clase en un aula, aguardar en la sala de espera de un médico, acompañar a un doliente en el tanatorio.



            En la iglesia, y para la liturgia más aún, la actitud se llama “reverencia”, y la primera base de esta reverencia es la educación, que nos enseña a estar correctamente con los demás según los sitios y circunstancias. Sobre la base de la educación, normas de urbanidad, está el espíritu de fe ante el Misterio de Dios, el recogimiento, la devoción.

            Esto afecta a todos y cada uno de los fieles, sin lugar a dudas, porque no es lo mismo estar en la calle, en un bar, en un salón de catequesis, que estar en la iglesia; y también afecta e incluye a todos los ministros de la liturgia al desempeñar en el presbiterio su oficio litúrgico, ante Dios y para Dios.

            A este tema y con este fin, el beato John Henry Newman dedicó un bello sermón[1] que nos va a servir de guía y referencia. Y si ya a mediados del siglo XIX, en la Inglaterra puritana, Newman llamaba la atención sobre este punto, ¡qué no habría que decir hoy, reinando la secularización, y donde se han perdido las más elementales normas de cortesía, urbanidad y educación!

miércoles, 2 de junio de 2021

Eucaristía y comunión eclesial



La Eucaristía es la culminación de todos los Sacramentos, y a todos los contiene, porque lleva a una perfección suma: la Comunión con el Dios Trinidad, esto es, nos elevamos a Dios por el Sacrificio pascual de Cristo, por obra del Espíritu Santo, o dicho con la doxología de la plegaria eucarística: “Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria”. La Eucaristía nos introduce en ese misterio de Comunión que es el corazón de Dios.


Esta comunión con Dios en Cristo es, pues, requisito imprescindible para la otra comunión, la eclesial, con los hermanos, en la solidaridad de un solo Cuerpo y un solo Espíritu. ¡Querer recibir al Señor!, ese es el anhelo constante para vivir unidos los hermanos formando un solo Cuerpo. 

De ese necesidad de comunión nace la práctica laudable de la comunión espiritual –renovando la comunión recibida a lo largo del día, o deseándola hasta poder celebrar la Misa, o renovando la última comunión hasta el día en que se pueda celebrar la Eucaristía-. Dice el papa Juan Pablo II en la encíclica Ecclesia de Eucharistia:

            Precisamente por eso, es conveniente cultivar en el ánimo el deseo constante del Sacramento eucarístico. De aquí ha nacido la práctica de la “comunión espiritual”,  felizmente difundida desde hace siglos en la Iglesia y recomendada por Santos maestros de vida espiritual. Santa Teresa de Jesús escribió: “Cuando [...] no comulgáredes y oyéredes misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho [...], que es mucho lo que se imprime el amor ansí deste Señor” (EE 34).


            Es más que un simple ejercicio devocional, sino que actualiza los efectos espirituales de la última comunión sacramental y permite vivir en constante unidad con el Señor.