jueves, 30 de junio de 2011

La Palabra de Dios proclamada

    La liturgia tiene una estructura dialogal, una relación entre dos sujetos: Dios y la Iglesia, no cada creyente individualmente o la suma de los bautizados, sino la Iglesia como Cuerpo y Templo del Espíritu, porque el Señor convoca a un Pueblo, habla a su Pueblo, no a los individuos en particular. Así se refleja esta estructura dialogal en la liturgia, es Palabra eclesial para que la Iglesia responda a su Señor:
"En la liturgia, Dios habla a su Pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio; y el pueblo responde con el canto y la oración" (SC 33).
    La Iglesia sigue estando plenamente abierta a estas Palabras del Señor, nutriéndose de las dos Mesas, la de la Palabra y la de la Eucaristía: 
"La Iglesia, esposa de la Palabra hecha carne, instruida por el Espíritu Santo, procura comprender cada vez más profundamente la Escritura para alimentar constantemente a sus hijos con la Palabra de Dios" (DV 23),

miércoles, 29 de junio de 2011

Pedro y Pablo

Pedro y Pablo, apóstoles, confesores de la fe con su sangre en Roma, ministerio de comunión y evangelización: ¡hoy los celebramos a ambos!

Ambos son elegidos por el Señor, es decir, en ellos no hay méritos, ni exigencias, ni nada especialmente relevante que fuese tan destacable como para que el Señor se sintiese en modo alguno "obligado" a escogerlos. El ministerio depende de la elección gratuita, libre, amorosa del Señor.  El ministerio siempre es un don del Señor. A veces, cuando nos fijamos en los méritos humanos, o en los títulos, o en cualquier otro ingrediente humano, desvirtuamos el ministerio para acercarnos y ensalzar sólo a la persona que en ese momento lo ejerce. Pero obrando así, sólo acabamos por crear un club de fans en torno a lo que san Pablo denunció a los corintios: unos son de Apolo, otros de Cefas, otros de Pablo...

El ministerio es mucho más grande que la persona lo realiza por encargo divino. Y si nos acercamos al ministerio, no es por la persona concreta (que mañana será otra distinta), sino por el hecho mismo del ministerio que nos garantiza la corriente de vida divina.

El amor de Cristo elige a Pedro y ese mismo amor de Cristo elige a Pablo. Y no es que fueran perfectos, ni estuviesen acabados en la obra de la propia santidad. Pedro negó tres veces a Cristo, renegando de Él, y tuvo que confesarle tres veces su amor reparando. Saulo fue el gran perseguidor de los inicios del cristianismo hasta que el Señor, como Él sólo sabe hacerlo, lo derriba.

Pero sí vivieron ambos desde entonces de una manera muy distinta: todo su amor fue Jesucristo, su vida fue Jesucristo, su esperanza fue Jesucristo, y todo lo que no fuera Jesucristo les estorbaba, lo consideraban basura, algo despreciable.

martes, 28 de junio de 2011

La humildad en san Agustín

Cristo no sólo aportó a los hombres la fuerza de practicar la humildad, sino que les trajo su mismo concepto. Cristo es, para San Agustín, el maestro de la humildad, el doctor de la humildad.


    Escribe este Padre:

"Nuestro Señor Jesucristo se dignó humillarse hasta una muerte de cruz para enseñar el camino de la humildad" (Contra Ep. Parmeniani 3,2,5).

    "Fue crucificado por ti para enseñarte la humildad" (Trat. in Ioh. 2,4).

    La humildad es reconocimiento de la propia realidad humana y propósito de realizar plenamente, con adhesión de corazón, la voluntad de Dios, sencillo espíritu de infancia (cf. Serm. 353), tónica de vida espiritual, fundamento de todas las virtudes que sin ella llevarían a soberbia, orgullo y vanidad de ver lo bueno que somos, lo mucho que avanzamos, las penitencias y trabajos que realizamos, adorándonos a nosotros mismos, proyectando nuestra soberbia satisfacción personal sobre aquellos que no haya llegado adonde nosotros suponemos haber llegado. Nada más importante que la humildad, nada más necesario. Todo el pensamiento moral de este Padre, Maestro de Humildad, está entretejido por la humildad e inculca a todos la humildad. ¡Cuánto más a las vírgenes consagradas! ¡Con qué fuerza para aquellas que adoran en silencio a Cristo, escondido en el Sacramento! ¡Estamos en frase de Juan Pablo II, ante los “preciosos y humildes sacramentos”!

   

lunes, 27 de junio de 2011

La mirada de Dios es mirada de futuro (Ex 3)

    Es altamente significativo un dato que proporciona el icono: la mirada de Dios en la zarza. No mira a Moisés cuando se está descalzando, quedando anclado en el momento de ese encuentro sino que la mirada de Dios se dirige a Moisés cuando comienza a descender del Horeb (Ex 3) De lo que se podrían considerar algunos aspectos:


    a) Mirada de amor

    La mirada de Dios es mirada amorosa, de protección y Compañía, atenta a Moisés, atenta a esa mirada a la vida concreta del hombre que Él ha enviado a una misión salvífica. No estamos solos, ¡nunca estamos solos!, Dios mira y acompaña. No estamos solos: aunque se experimenten multitud de rupturas, de decepciones, de desafíos, de persecuciones, y uno esté solo tantas veces, sin la experiencia humana de sentirse arropado o comprendido por alguien, Dios está, Dios mira, Dios acompaña en la misión, Dios va rompiendo la soledad del hombre. Moisés pudo ser enviado porque Dios lo mira siempre con amor acompañándole. Dios no se desentiende del hombre: “Está”, “Es el que es”, “Es el que está con nosotros”.


sábado, 25 de junio de 2011

La cultura contemporánea: un reto

Como he afirmado muchas veces, la cultura de hoy se resiente fuertemente, tanto de una visión dominada por el relativismo y el subjetivismo, como por métodos y actitudes a veces superficiales e incluso banales, que dañan la seriedad de la investigación y de la reflexión y, en consecuencia también el diálogo, la comparación y la comunicación interpersonal. Parece, por tanto, urgente y necesario volver a crear las condiciones esenciales de una capacidad real de profundización en el estudio y en la investigación, para que se dialogue racionalmente y se confronte eficazmente sobre las diversas problemáticas, en la perspectiva de un crecimiento común y de una formación que promueva al hombre en su integridad y compleción. A la carencia de puntos de referencia ideales y morales, que penaliza particularmente la convivencia civil y sobre todo la formación de las generaciones jóvenes, debe corresponder una oferta ideal y práctica de valores y de verdades, de razones fuertes de vida y de esperanza, que pueda y deba interesar a todos, sobre todo a los jóvenes (Benedicto XVI, Discurso a las Academias Pontificias, 28-enero-2010)

Varios son los puntos fuertes de este párrafo. 

1. Hemos de ser realistas y mirar la realidad en la que vivimos para saber situarnos y dar una respuesta creyente. Lo primero es que la cultura hoy se resiente, y mucho, del relativismo y del subjetivismo. Nos lo inculcan por todas partes, desde lo más inocente (programas de humor, series de TV) hasta lo más descarado (tertulias y debates). Esto genera una mentalidad: la opinión lo es todo, la tolerancia es compartir opiniones sin establecer ni buscar qué es Verdad y qué es mentira. A esto se le une el subjetivismo: la vida se determina por las emociones y sentimientos de cada uno, hacer lo que uno "sienta", lo que a uno le plazca, sin pensar, porque la inteligencia hoy está arrinconada en favor del sentimiento. ¡¡Es horrible!! Veamos (por favor, una sola vez) pero veamos uno de esos programas de "corazón" y comprenderemos bien qué es el subjetivismo y el emotivismo. Incluso la tan manida frase "allá cada cual con su conciencia" permite que incluso una conciencia errónea, equivocada o deformada, tenga plena libertad de acción. ¿Nada ni nadie ilumina la conciencia?

viernes, 24 de junio de 2011

"¡Qué larga la Misa!"





"La Misa es larga, dices,
y añado yo:
porque tu amor es corto"

(S. Josemaría Escrivá, Camino, 529).


¡Cuántas veces habrá que repetirlo y predicarlo!

¡Es que siempre hay tanta prisa para todo y luego desperdiciamos el tiempo charlando o en un bar!

Pero habrá que pacificar el corazón y centrarlo en Dios; como dice nuestro NIP en su blog:


¡¡Sólo adorando vendrá la calma!!


Más tiempo tendremos, más nos cundirá el tiempo de que dispongamos, cuando lo serenamos y multiplicamos adorando al Señor en la Eucaristía.

Sí, es sólo un recordatorio. No te alarmes.

Pero me canso de gente con tan poquito amor que la Misa siempre le parece larga y jamás entran en su espíritu y adoración.

Repasa tu corazón, por si acaso.

jueves, 23 de junio de 2011

Una teología del "cántico nuevo"

En las Escrituras santas se repite constantemente una invitación a modo de imperativo para que el pueblo que ha sido ya creado –la Iglesia- alabe a su Señor. Este imperativo está expresado de manera clara en los salmos: “Cantad al Señor un cántico nuevo” (Sal 95; Sal 97; Sal 149). No sirven los cánticos viejos de la esclavitud o del pecado; no sirven los cánticos de la ley antigua; no sirven los cánticos que antaño combinábamos con nuestras tendencias de pecado; ¿qué sirve? Aquello que brota de los labios de un pueblo redimido, “un cántico nuevo” porque nueva es la redención, nueva la gracia, nuevo el orden creado por Cristo en su Pascua, nuevo el hombre, nueva y eterna la alianza, nuevas las promesas: ¡“He aquí que todo lo hago nuevo” clama el Eterno Viviente en el Apocalipsis!

    Junto a la exhortación al “cántico nuevo”, el salterio tiene otras hermosas exhortaciones para elevar el alma de la Iglesia al canto, a la alabanza: “para ti es mi música, Señor” (Sal 100), y desde esa convicción y ofrenda, se repetirá: “Alabad al Señor que la música es buena, nuestro Dios merece una alabanza armoniosa” (Sal 146), y la vida misma de la Iglesia peregrina será un unirse a la Iglesia celestial para cantar: “delante de los ángeles tañeré para ti” (Sal 137), y la cláusula final del prefacio siempre unirá al cielo y a la tierra, en una sola voz, “con los ángeles y arcángeles y con todos los santos, cantamos sin cesar el himno de tu gloria”.

    La Iglesia –cada alma fiel en la Iglesia- eleva su cántico, entona sus cantos en dimensión cósmica y universal, en síntesis preciosa de recapitulación de todo lo creado (“Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor” o como reza la cláusula final del Prefacio de la plegaria eucarística IV: “innumerables ángeles te sirven en tu presencia y te adoran sin cesar; y también nosotros, llenos de alegría, y por nuestra voz las demás criaturas, alabamos tu nombre cantando”), en nombre de todo hombre: (“Todo ser que alienta alabe al Señor”), adorando así a su muy Amado Señor y Salvador. 
 
Tocad la cítara para el Señor” y grita jubilosa: “alabad al Señor todas las naciones” (Sal 116), invita a todos los santos: “aclamad, justos al Señor, que merece la alabanza de los buenos” (Sal 32), y en la mañana, al mirar la santa Resurrección de Cristo, exclama: “Despertad, cítara y arpa, despertaré a la aurora” (Sal 56). La Iglesia está así ofreciendo el culto verdadero, culto en Espíritu y en Verdad, en el Espíritu Santo y en la Verdad, que es Cristo, culto de adoración y alabanza, del pueblo nuevo, el pueblo redimido.

   

miércoles, 22 de junio de 2011

"El nuevo realismo de la teología"

La teología con el Concilio Vaticano II ha recibido un nuevo impulso orientando su método y señalando sus fines.

Toca ahora el integrarlos y asumirlos en el quehacer teológico y en la valoración de la misma teología y su función y misión dentro de la Iglesia.

Ratzinger describía esta perspectiva nueva:

"El concilio, empero, manifestó e impulsó también su voluntad de cultivar de nuevo la teología desde la totalidad de las fuentes, de no mirar estas fuentes únicamente en el espejo de la interpretación oficial de los últimos cien años, sino de leerlas y entenderlas en sí mismas; manifestó su voluntad no sólo de escuchar la tradición dentro de la Iglesia católica, sino de pensar y recoger críticamente el desarrollo teológico de las restantes Iglesias y confesiones cristianas, dio finalmente el mandato de escuchar los interrogantes del hombre de hoy como tales, y, partiendo de ellos, repensar la teología y, por encima de todo esto, escuchar la realidad, la "cosa misma" y aceptar sus lecciones" (El nuevo Pueblo de Dios, p. 319).

Después de señalar este programa, fascinante desde luego, Ratzinger, con la honradez del teólogo, señala sus límites y problemas alertando:

"Nadie podrá negar que aquí surgen algunos peligros. en nuestro siglo fueron cabalmente los historiadores los que desarrollaron la idea de una teología puramente magisterial para eludir las incertidumbres del conocimiento histórico en los enunciados de fe y para dejar a la vez a los historiadores el mayor espacio libre posible para sus investigaciones y tanteos. La oposición a la tesis de que en el campo católico había también el sola scriptura [principio luterano: solo la Escritura, sin Tradición ni Padres ni Magisterio], vino cabalmente de los exégetas, temerosos de que, en tal caso, debería demostrarse todo por la Escritura, la libertad de la investigación exegética caería más que nunca bajo la presión de un apriori dogmático y, a la postre, por su inmediata vinculación a los orígenes históricos, el dogma caería en peligrosas incertidumbres. Sin intentar aquí desarrollar el difícil problema del concepto de tradición ni meternos así en una cuestión teológica particular que se sale de nuestro tema, podemos decir, sin embargo, acerca de la orientación general que debe prevalecer según el concilio, que una teología magisterial que naciera del miedo al riesgo de la verdad histórica o al riesgo de la realidad misma, sería cabalmente una teología apocada, una teología de poca fe desde su punto mismo de partida y, en último término, una evasión ante la grandeza de la verdad. Sería una teología conservadora, en el mal sentido de la palabra, preocupada sólo del hecho de conservar y no de la realidad. Y no sería ciertamente una teología misional, sino todo lo contrario.

martes, 21 de junio de 2011

El valor de la adoración eucarística

En la reserva eucarística se manifiesta de nuevo, de modo admirable, que Dios es el Dios-con-nosotros, presente “entre las casas de sus hijos e hijas” (Christifideles Laici, 26): esa cercanía real del Señor eucarístico suscita la devoción, la plegaria, la adoración, el encuentro personal que enriquece la vida del cristiano, pero también la vida de cada comunidad eclesial. Recogiendo una preciosa cita de la encíclica Mysterium fidei, el RCCE n. 2 dice: 

“Porque Cristo, el Señor, que «se inmola en el mismo sacrificio de la misa cuando comienza a estar sacramentalmente presente como alimento espiritual de los fieles bajo las especies de pan y vino», también «una vez ofrecido el sacrificio, mientras la Eucaristía se conserva en las iglesias y oratorios es verdaderamente el Emmanuel, es decir "Dios-con-nosotros". Pues día y noche está en medio de nosotros, habita con nosotros lleno de gracia y de verdad»”. 

Por eso es importante, tal como quiere el Ritual, tal como lo demanda el sentido común y la finura pastoral, que las iglesias, guardando el silencio sagrado, permitan la oración personal y que estén abiertas un tiempo amplio cada jornada: “Cuiden los pastores de que, a no ser que obste una razón grave, las iglesias en que, según las normas de Derecho, se guarda la santísima Eucaristía, estén abiertas diariamente durante varias horas en el tiempo más oportuno del día, para que los fieles puedan fácilmente orar ante el santísimo Sacramento” (RCCE 8). ¡Y esto es ya un ejercicio pastoral y es apostolado eucarístico!

    El n. 4 de Eucharisticum Mysterium plantea una conclusión, en cierto modo, lógica de cuanto ha ido exponiendo: se trata de la catequesis o de la formación del espíritu de los fieles cristianos. Si los principios teológicos y pastorales no penetran en el alma de los fieles y moldea su vivencia eucarística, se habrán quedado en bellas y banales palabras. Éste es entonces uno de los fines de la EM: “se tengan a mano los principios más generales que hay que enseñar al pueblo en la catequesis del misterio eucarístico” (n. 4). 
 
La catequesis e instrucción a los fieles se regirá por un principio de totalidad, es decir, exponer los principios de la doctrina católica sobre la Eucaristía y el culto eucarístico, pero, como ya se señaló, “hay, pues, que considerar el misterio eucarístico en toda su amplitud; tanto en la celebración misma de la misa como en el culto de las sagradas especies que se reservan después de la misa para prolongar la gracia del sacrificio” (EM 3g), “Conviene, en efecto, que el misterio eucarístico, considerado en su totalidad bajo sus diversos aspectos, brille ante los fieles con el esplendor debido, y que se fomente en la vida y en el espíritu de los fieles la relación que, según la doctrina de la Iglesia, existe objetivamente entre los aspectos de este misterio” (EM 2), así como el mismo RCCE: “hay que considerar el misterio eucarístico en toda su amplitud” (n. 4) aunque en los números del Ritual que estamos considerando (nn. 1-8) no se refiere explícitamente a la formación de los fieles.

lunes, 20 de junio de 2011

Pensamientos de San Agustín (III)

Como en anteriores ocasiones, traemos aquí algunos pensamientos, frases breves o máximas, de san Agustín (gracias al trabajo de Miserere).

Pueden ser buenos puntos de reflexión y por su estilo es fácil que se nos queden grabadas.


Hemos de ser pacíficos y pacificadores los que somos siervos y hermanos del Príncipe de la Paz:

¿Quiénes son los pacíficos? Los que construyen la paz. ¿Ves a dos personas discordes? Actúa en medio de ellas como servidor de la paz. Habla bien a aquél de éste y a éste de aquél (San Agustín Sermón 53A,12).
En todo tiempo la limosna de la misericordia y del bien ofrecido es una marca distintiva: 

Existen dos clases de limosnas: el dar y el perdonar; dar el bien que posees y perdonar el mal que sufres (San Agustín. Sermón 42,1).
La humildad edifica, la soberbia destruye... incluso las obras más santas que hagamos:
Pueden perderse por el apetito de alabanza las empresas que laudablemente ejecutamos (San Agustín, Contra los Académicos 118,3.22).
El cristiano es siempre apóstol y busca que todos, aquellos que amamos y son amigos también, lleguen a Cristo:
 Tratemos, pues, con todas nuestras fuerzas de que lleguen también a El aquellos a los que amamos como a nosotros mismos, si amando a Dios sabemos ya amarnos a nosotros mismos (San Agustín. Cartas 155,4.14).

domingo, 19 de junio de 2011

Lenguaje condenatorio (Oración de los fieles - XII)

El tono desafiador del lenguaje y su juicio despectivo sobre la realidad es otra variante de los lenguajes secularizados que se pueden encontrar en las intenciones que se proponen a la oración de los fieles en la Santa Misa.

Con este lenguaje condenatorio, marcadamente secularizado con una ideología de moda, más que orar, se emiten juicios de valor: 

  • “Para que nuestra sociedad, injusta e hipócrita, que busca lo que la escandaliza y fomenta lo que luego condena, asuma su culpa y procure el remedio” (Libro de la Sede, Domingo V Cuaresma);

  • “por nuestra sociedad satisfecha y autosuficiente: para que reconozca su necesidad radical de Dios” (Libro de la Sede, Viernes III Pascua). 

La economía –da igual el sistema o su justa distribución- es llamada “demonio”: 

  • “Pedimos por nuestro mundo, roto por los demonios de la economía, la guerra y la sinrazón, para que crezcamos en orden a favorecer la vida de todos”.

Este lenguaje condenatorio, muy frecuente en ciertos ámbitos, emite constantemente juicios de valor negativos y suele añadir un sentido de culpabilidad a los que oran, convirtiendo en exhortación imperativa lo que debería ser una oración

sábado, 18 de junio de 2011

Catequesis de adultos: las vidas de santos

    Los santos son norma, canon, de cómo el Evangelio puede ser realmente vivido y cómo la gracia va transformando al hombre haciéndolo semejante a Cristo en medio del mundo, sin ser del mundo pero sin sacarlo del mundo. Un santo es el fruto maduro de la Redención de Cristo y la demostración palpable de que es posible vivir en entrega al Señor. Son espejos que nos devuelven nuestra propia imagen, los mejores hijos de la Iglesia que se constituyen en estímulo para el seguimiento del Salvador. Más que para admirarlos, los santos se nos ofrecen para imitarlos por su concreción, por su cercanía. Son evangelios vivos, con diferentes edades, carismas y vocación, circunstancias y momento histórico, y en ellos cada uno puede ver reflejada su propia lucha, su sed de Dios, sus dificultades, su trabajo y profesión.

    Este valor pedagógico-catequético de los santos se presenta como una ayuda para la catequesis de adultos. El alto nivel de vida cristiana que representa la santidad, el Evangelio anunciado en catequesis, tiene luego personas que lo han vivido. Cuando se conocen a estas personas, despojando la hagiografía de leyendas y anécdotas piadosas y devocionales, son una ayuda en el proceso formativo de los adultos. 

Cada mes se puede entregar una biografía amplia (hay libros que son compendios de hagiografías de 10-12 páginas, muy útiles) de algún santo contemporáneo, preferiblemente seglar en los primeros meses (Luigi Beltrame y su esposa, el doctor José Moscati, Pier Giorgio Frassati...) para conocer modelos seglares de santidad. De paso, se inculca así la vocación a la santidad, común a todo bautizado.

¿Qué se puede aprender leyendo estas vidas de santos?

Entre otras cosas:

viernes, 17 de junio de 2011

El Misterio de la Iglesia, centrada sólo en Cristo

La Iglesia es DE Dios y no una agregación humana, una unión corporativista que se den los hombres a sí mismos. Es de Dios porque su origen está en Jesucristo y está constantemente vivificada por el Espíritu Santo para ser el Cuerpo del Señor Resucitado, para ser la Esposa de Cristo, embellecida por la santidad de sus miembros.

Recientemente, decía el Santo Padre: "el Espíritu Santo anima a la Iglesia. Ella no deriva de la voluntad humana, de la reflexión, de la habilidad del hombre y de su capacidad organizativa, porque si fuera así se habría extinguido hace tiempo, así como pasan las cosas humanas. La Iglesia, en cambio, es el Cuerpo de Cristo animado por el Espíritu Santo" (Benedicto XVI, Hom. en Pentecostés, 12-junio-2011). La Iglesia, que es de Dios, recibe su santidad de Él: "Desde el primer instante, de hecho, el Espíritu Santo la ha creado como la Iglesia de todos los pueblos; ella abraza el mundo entero, supera todas las fronteras de raza, clase, nación; abate todas las barreras y une a los hombres en la profesión del Dios uno y trino. Desde el inicio la Iglesia es una, católica y apostólica: esta es su verdadera naturaleza y como tal debe ser reconocida. Ella es santa, no gracias a la capacidad de sus miembros, sino porque Dios mismo, con su Espíritu, la crea y la santifica siempre"( ibíd.).


De este origen sobrenatural y divino dependen todas las cosas en la Iglesia. Ella es Misterio, signo de algo mayor, pues nos lleva a Jesucristo.

Pero apunta De Lubac a un peligro, insidioso, amenezante, como es el de anunciar más a la Iglesia que a Cristo; el de predicar más sobre la Iglesia que sobre Cristo, desplazando el Objeto central. Serían entonces comunidades cerradas en sí mismas, discutiendo todo el día sobre sí mismas y la “renovación” de la Iglesia, de sus estructuras y jerarquía, más que salir valientemente a anunciar a Jesucristo y transformar desde dentro las estructuras sociales con la santidad de vida y la palabra profética.  

jueves, 16 de junio de 2011

Unidad "doméstica" de la Iglesia: cosas de casa

Está muy bien rezar por la unidad de los cristianos, ser sensibles a la división de la Iglesia de la que surgieron distintas confesiones y ramas, y tener un espíritu de sano y verdadero ecumenismo.

Ante ese ecumenismo todos somos sensibles (y "solidarios"), nos alegramos cuando se dan pasos concretos en el camino de la unidad, como los Ordinariatos para iglesias anglicanas que vuelven a la Comunión, y se nos llena la boca de emoción en el "Octavario por la unidad de los cristianos", en enero.

Pero quiero traer en primer plano el otro ecumenismo, el doméstico, el de "andar por casa", en parroquias, movimientos y demás. Entonces se diluye la unidad de la Iglesia, el sentido eclesial, y se sustituye inmediatamente por lo propio, edificando pequeños tabiques y barreras, donde sólo lo propio cuenta, debe destacarse, imponerse, obtener los minutos de gloria necesarios. El bien común, para el cual edifica el Espíritu Santo la Iglesia con carismas y dones diversos, queda reemplazado por el "bien particular". La unidad de la Iglesia se ve suspendida por la suma de los bienes particulares: uno más otro, aislado, hacen cada cual lo suyo, incapaces de mirar más allá y arrogándose unos derechos por los cuales se creen legitimados para pisotear lo común. Son unas luchas de poder que jamás se nombran ni se reconocen como tales, pero donde sólo se ve como válido, espiritual y evangelizador lo propio, llámese parroquia, asociación, movimiento, comunidad, Orden o Congregación, y se desprecia o se subestima lo ajeno.

Súmese a esto que el ministerio ordenado es un ministerio de comunión, que debe buscar la comunión, alentando a unos, frenando a otros, acompasando los pasos de todos, para integrar en la Comunión a todos. Cuando se obra ignorando el ministerio ordenado, a espaldas del ministerio ordenado, o explícitamente en dirección contraria al ministerio ordenado, la Comunión es imposible. La Eucaristía entonces será válida pero resulta no pocas veces ilícita; el sacerdote no es un señor que oficia unos ritos para recibir sentimentalmente la sagrada comunión: sino que es Cristo ofreciendo la Comunión con su Cuerpo en la verdad y la Eucaristía es verdadera, válida y lícita, si no se rompe el tejido eclesial, la túnica inconsútil de Cristo. De lo contrario, tendremos muchos fervores y caras místicas al comulgar, pero estaremos viviendo fuera del sentir eclesial, haciendo cada cual su pequeña torre de Babel. El ministerio ordenado, repito e insisto, no es solamente para que cada cual pueda comulgar devotamente, sino para presidir la Eucaristía y la Comunión eclesial, y mal andamos, mal iríamos, si comulgando con intensos fervores, después obráramos sólo mirando el interés de la propia parcela particular y no del viña entera del Señor; si comulgamos de las manos del ministro ordenado, pero luego actuamos en contra de la Comunión eclesial, ignorando al ministerio ordenado.

miércoles, 15 de junio de 2011

Evangelización por medio del arte y la belleza

La evangelización ha mostrado la riqueza de la fe y la Presencia del Misterio por medio de la Belleza. El arte ha sido un potente instrumento de evangelización que permitía el acceso del hombre al Misterio por la contemplación despertando en él el deseo de Dios, de la plenitud y de la trascendencia.

Las cosas feas, mediocres o de consumo, no son vehículos de Gracia, Belleza y evangelización. Sólo la Belleza remite al Autor de la Belleza. El arte, además, ha hecho accesible por la pintura y la escultura, la plasmación del Evangelio como una catequesis visual; la arquitectura sumerge al hombre en el Misterio al entrar y vivir en ella; la música ha educado el espíritu para orar y elevarse...

Hay que apoyar dedicidamente la Belleza y el arte como vehículos de evangelización y no limitarse a una pastoral secularizada de grupos, reuniones, misas chirriantes... 

Los conciertos son un medio espléndido, acompañados de un folleto que explique al compositor y lo que expresa con su música.

También las exposiciones de pintura religiosa o de orfebrería, con buenas introducciones, catálogos, explicaciones, suelen ser un medio que provoca la respuesta de la fe. Téngase en cuenta que este tipo de iniciativas educan humana y culturalmente, entre otras cosas, porque dada la ignorancia reinante en la enseñanza, apenas se sabe leer, ver, interpretar, las obras de arte de temática religiosa. 

Y son de alabar las interesantísimas "Edades del Hombre" que los Obispos de Castilla y León han organizado y donde se hace un auténtico itinerario de fe, así como otro tipo de exposiciones y muestras en distintos aniversarios, centenarios o Congresos. Todo esto es camino de evangelización que muestra la fe vivida por nuestros antepasados y provocan el espíritu del hombre post-moderno.

martes, 14 de junio de 2011

El lenguaje secularista (Oración de los fieles - XI)

El lenguaje secularista en las intenciones para la Oración de los fieles no sólo desfigura la presentación del Misterio de la Iglesia, sino la forma de hablar del mundo, de la sociedad, de la cultura actual. Se tratan o se quieren respaldar con la oración los principios y presupuestos del secularismo, aceptados acríticamente, y forman un discurso que de cristiano no tiene nada, y sí del tono secularizado de la New Age o de determinadas ideologías políticas.

Los ejemplos, tomados de formularios reales encontrados en un sitio y otro, analizados así, nos harán palpables estos lenguajes para, lógicamente, evitarlos en el futuro.

  • "Presentemos a nuestra Madre Tierra, que cada vez presenta más signos de que se haya enferma porque no la cuidamos y sólo la contaminamos. Para que desde nuestras pequeñas acciones cotidianas hagamos un uso y consumo responsable de todo lo que ella gratuitamente nos regala y seamos ejemplos para los demás de que es necesario cuidar nuestro Medio Ambiente. Roguemos al Señor”.

¿Qué decir? ¿Esto es proponer una intención para orar o presentar una reflexión del ecologismo secularizado, de lo políticamente correcto hoy? Además, en lugar de orar, muy en general “por la tierra”, se incluye un discurso culpabilizador: “porque no la cuidamos y sólo la contaminamos”. Llamarla, además, "Madre tierra", da un sabor muy ecologista, con el panteísmo de la New Age.

O también al orar –supuestamente- por otras realidades de la vida social:
  • “4. Por todas las personas víctimas de la violencia, para que no lleguemos nunca a acostumbrarnos a este delito contra los derechos humanos, y para que trabajemos cada día por ser instrumentos de paz, allí donde nos toque vivir cada día. Roguemos al Señor.
  • 5. Por los pobres y marginados, por todos aquellos que viven pasando necesidad: para entre todos seamos capaces de construir una sociedad más justa y más solidaria, que sepa repartir con justicia los recursos que la naturaleza nos regala. Roguemos al Señor”.

Fijémonos en varios detalles: 

1) lenguaje secularizado del buenismo de hoy: derechos humanos, sociedad más justa y solidaria... 

2) Aunque enuncia “por”, en realidad casi no se ora por ellos, sino que la intención (el “para que”) es por los presentes con cierto moralismo: “para que trabajemos... para que seamos capaces...”

Los ejemplos se pueden multiplicar, con tal de ver con claridad, lo ideologizado de ciertos lenguajes:

-Sobre el ecologismo reinante: 

lunes, 13 de junio de 2011

Comulgar también con la Palabra (AMPLIADO)

En la sagrada liturgia, Dios nos nutre también con su Palabra, que se torna viva y vivificante por la acción del Espíritu Santo para suscitar en cada uno de nosotros el asentimiento de la fe y la obediencia del corazón:
"el Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente" (Dei Verbum, 8).

Por esta razón, la Iglesia constantemente alimenta a sus hijos con el Pan de la Palabra de Dios que nos conduce a la comunión con el Pan consagrado, el Cuerpo sacramental del Señor.
"La Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia. Siempre las ha considerado y considera, juntamente con la Sagrada Tradición, como la regla suprema de su fe, puesto que, inspiradas por Dios y escritas de una vez para siempre, comunican inmutablemente la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las palabras de los Profetas y de los Apóstoles" (Dei Verbum, 21).
Se pide pues que los hijos de la Iglesia comulguen con sumo respeto con la Palabra de Dios proclamada; la oigan con atención y devoción, la retengan con la meditación, obedezcan por la fe, moldeen su vida según la Palabra proclamada donde Dios se sigue comunicando, revelando, iluminando.


domingo, 12 de junio de 2011

¡¡Pentecostés!!

Santo Espíritu, desciende.
Santo Espíritu, ven a nosotros.
Santo Espíritu, impulsa a la Iglesia.

¡Oh Tú, Espíritu Santo!, ¿quién eres?

"El es el Santo y el santificador por excelencia; 
es el Paráclito, nuestro patrono y consolador; 
es el Vivificador; es el Liberador; 
es el Amor; 
es el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo, la gracia increada que habita en nosotros como manantial de la gracia creada y de la virtus de los sacramentos; 
es el Espíritu de la verdad, y la unidad, es decir, el principio de la comunión y, por lo mismo, el fermento del ecumenismo, es el gozo de la posesión de Dios; 
es el dispensador de los siete dones y de los carismas, es el fecundador del apostolado, el sostén de los mártires, el inspirador interior de los maestros exteriores; 
es la voz primera del magisterio y la autoridad superior de la jerarquía; 
y es, finalmente, la fuente de nuestra espiritualidad: fons vivus, ignis, caritas et spiritalis unctio" (Pablo VI, Audiencia general, 26-mayo-1971).

¿Qué ocurre hoy?

¿Cuál es el misterio que acontece?

Cantaremos en el prefacio:

Pues para llevar a plenitud el misterio pascual,

enviaste hoy el Espíritu Santo

sobre los que habías adoptado como hijos

por su participación en Cristo.

Aquel mismo Espíritu

que, desde el comienzo,

fue el alma de la Iglesia naciente;

el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios

a todos los pueblos;

el Espíritu que congregó en la confesión de la misma fe

a los que el pecado había dividido

en diversidad de lenguas.

sábado, 11 de junio de 2011

Orar al Espíritu Santo

Cuando se atraviesan momentos de desolación en la vida espiritual, tiempos de aridez, de sequedad, que son normales en la vida interior, etapas por las que hay que pasar para que busquemos sólo a Dios y no los gustos o consuelos de Dios, suelo aconsejar que durante un tiempo se cante o se rece muy suavemente el Veni Creator.

Postrados en el suelo o de rodillas, invocar al Espíritu Santo que, como Fuego, avive las pocas brasas que quedan en el alma. Es el Espíritu el que puede orar en nosotros e invocar a Dios como "Abba, Padre". Es el Espíritu el que puede arrancar nuestra alma de situaciones de oscuridad, o de tibieza, o de frialdad.

¡Ven, Espíritu Santo!

Descubrí la fuerza tremenda que podría tener el himno Veni Creator en la vida espiritual, rezado así, pausada, suavemente, al leer a santa Teresa.

Ella, durante veinte años en el monasterio de la Encarnación de Ávila, se había acomodado en exceso a su vida religiosa, sin vivir con el corazón libre sino más preocupado de afectos, amistades y consuelos que del Esposo Jesucristo. Ella veía que ya no iba bien. Necesitaba cambiar. Necesitaba una conversión.

Así, en ese proceso, se encuentra un buen confesor que le aconseja cantar el Veni Creator:

viernes, 10 de junio de 2011

La acción del Espíritu Santo

Pentecostés es una fiesta eclesial, es decir, el don del Espíritu Santo se da a la Iglesia como tal Iglesia, constituyéndola en un Cuerpo vivo y santo, en una Comunidad con un principio vital de Comunión, en un río de gracia para la humanidad.


A cada uno de nosotros, ungidos por el Señor, se nos da el Espíritu Santo sin medida en cuanto miembros vivos de su Cuerpo, para la edificación del bien común; se nos da como miembros del Cuerpo eclesial, del Cuerpo místico de Cristo para que la Iglesia se edifique sólidamente con piedras vivas.

Aquí no cabe el intimismo ni la privacidad; aquí no ha lugar una devoción sentimental al Espíritu Santo que consistiera en rezar un puñado de oraciones, una devoción más al lado de otras. ¡Es algo distinto! Piénsese que la medida de poseer el Espíritu Santo es la medida del amor a la Iglesia, y que su acción en cada uno de los ungidos, siendo beneficiarios, está también en orden al bien común de la Iglesia.

jueves, 9 de junio de 2011

Catequesis sobre Pentecostés

Densa y sumamente bíblica, la siguiente catequesis de Juan Pablo II nos puede ayudar a prepararnos a Pentecostés, sabiendo lo que significa y el valor que contiene para la Iglesia.

Sin el Espíritu Santo no hay Iglesia.

Sin el Espíritu Santo no hay vida posible.



¡Ven, Espíritu Santo! Y, al venir en Pentecostés, hizo brotar la unidad y la concordia frente a la desunión y la ruptura.

"1. El Pentecostés cristiano, celebración de la efusión del Espíritu Santo, presenta varios aspectos en los escritos neotestamentarios. Comenzaremos con el que nos delinea el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que acabamos de escuchar. Es el más inmediato en la mente de todos, en la historia del arte e incluso en la liturgia.

San Lucas, en su segunda obra, sitúa el don del Espíritu dentro de una teofanía, es decir, de una revelación divina solemne, que en sus símbolos remite a la experiencia de Israel en el Sinaí (cf. Ex 19). El fragor, el viento impetuoso, el fuego que evoca el fulgor, exaltan la trascendencia divina. En realidad, es el Padre quien da el Espíritu a través de la intervención de Cristo glorificado. Lo dice san Pedro en su discurso: "Jesús, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado, como vosotros veis y oís" (Hch 2, 33). En Pentecostés, como enseña el Catecismo de la Iglesia católica, el Espíritu Santo "se manifiesta, da y comunica como Persona divina (...). En este día se revela plenamente la santísima Trinidad" (nn. 731-732).


miércoles, 8 de junio de 2011

Revelación del Nombre (Ex 3)

Algo maravilloso sucede en el episodio del Horeb. No solamente hay unos signos hierofánicos que provocan la fascinación y la adoración, sino que también hay una locución de Dios mismo comunicándose con Moisés. ¿Quién es Dios? Moisés es elegido y enviado para librar al pueblo de la esclavitud, pero Moisés en un diálogo conmovedor con Dios expone razones de distintos tipos para excusarse de realizar la misión. Descalzo ante Dios, reconociendo su pequeñez y sus limitaciones evidentes, se siente superado por el Misterio y la misión le parece enorme para su capacidad. El hombre se reconoce ante Dios pequeño y limitado.

    En el diálogo, una de las preguntas de Moisés tiene enorme trascendencia. ¿Quién me envía? ¿Quién digo que me ha enviado? ¿Cuál es tu nombre? Pide una seña de identidad que al mismo tiempo le avale a él, como después veremos. Requiere poder remitir a Dios y llamarlo, poderlo nombrar, a semejanza de los otros dioses que tienen nombre, pero sabiendo ahora, en esta epifanía, que Éste que se le revela es distinto y único. ¿Cuál es tu Nombre?

   Entonces Dios va a revelar su Nombre: “Yo soy el que soy”, “Yo soy el que estoy”, “Yo soy –viene a decir- el que existo y voy con vosotros”. Los demás dioses simplemente no-son, no existen, no tienen existencia ni poder salvador. Esos dioses se los ha creado el propio hombre, “no-son”. Pero Dios es el que Es, el que existe y sustenta todo y, además, no se desvincula del hombre, de su pueblo ni de su historia, sino que se revela acompañando al hombre, actuando bondadosamente en su vida, incluso, como ahora en el Horeb, dialogando con él. Estamos ante un momento sublime, cumbre, referente, en la historia salutis:
“Dios se reveló progresivamente y bajo diversos nombres a su pueblo, pero la revelación del Nombre Divino, hecha a Moisés en la teofanía de la zarza ardiente, en el umbral del Exodo y de la Alianza del Sinaí, demostró ser la revelación fundamental tanto para la Antigua como para la Nueva Alianza” (CAT 204).

    a) Dios quien lo sustenta todo

    El primer aspecto de este Nombre vendría a ser la afirmación de Dios sobre sí mismo, como Quien sustenta todo, lo crea todo, llama a la existencia a lo que no existe porque Él es el único que existe, el existente. Es el principio de todo. Pudiera calificarse de un orden metafísico pese a la alergia que hoy parece suscitar esta afirmación (y que no estaría propiamente en la mente del redactor del episodio).

    Es el que Es , y se define a sí mismo como el Dios vivo, “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”, por lo que Él es quien permanece siendo el Todopoderoso. 

martes, 7 de junio de 2011

El valor de lo oculto: la vida de clausura

En la Iglesia no todo es lo visible o lo activo; en la vida y Misterio de la Iglesia ocupan un lugar preeminente las realidades invisibles: la Presencia de Dios, el Don del Espíritu, la Gracia, la Comunión de los Santos.


Ya pasaron los años en que todo se quería visible, concreto, activo y se miraba la vida de clausura con recelo y prevención. Y esto era así por desconocer el valor más profundo de la oración, la contemplación y la penitencia en el Corazón invisible de la Iglesia, en la Comunión de los santos. Se argumentaba que había mucho que hacer en el mundo y en la sociedad... ¿y acaso no es hacer inmolarse como Cristo por el mundo, orar por el mundo como Cristo oraba, estar con Cristo en el Tabor proyectando luz sobre ese mundo al que se decía que se quería ayudar...?

Desde aquí, en primer lugar, el reconocimiento y la gratitud amorosa a la vida de clausura de tantos monjes y monjas que en el silencio monástico, en la oración asidua y en la generosa penitencia derraman torrentes de vida sobre todo el Cuerpo Místico, permiten que broten ríos invisibles de Gracia que nos fecundan a quienes estamos en el mundo (¡demasiado en el mundo a veces!).

Las palabras del papa Benedicto en un monasterio de clausura espero que nos sirvan a todos para valorar este género de vida, apreciarlo, tenerlo presente, rezar con ellos y por ellos, sostenerlos con nuestra ayuda económica.

"Para esta oración coral, que encuentra su culmen en la participación cotidiana en el Sacrificio Eucarístico, vuestra consagración al Señor en el silencio y en el ocultamiento se hace fecunda y llena de frutos, no sólo en orden al camino de santificación y de purificación, sino también respecto a ese apostolado de intercesión que lleváis a cabo por toda la Iglesia, para que pueda aparecer pura y santa en presencia del Señor. Vosotros, que conocéis bien la eficacia de la oración, experimentáis cada día cuántas gracias de santificación esta puede obtener en la Iglesia.
Queridas hermanas, la comunidad que formáis es un lugar en el que poder morar en el Señor; esta es para vosotros la Nueva Jerusalén, a la que suben las tribus del Señor para alabar el nombre del Señor (cfr Sal 121,4). Sed agradecidas a la divina Providencia por el don sublime y gratuito de la vocación monástica, a la que el Señor os ha llamado sin mérito alguno vuestro. Con Isaías podéis afirmar “el Señor me plasmó desde el seno materno" (Is 49,5). Antes aún de que nacieseis, el Señor había reservado para Sí vuestro corazón para poderlo llenar de su amor. A través del sacramento del Bautismo habéis recibido en vosotros la Gracia divina e, inmersas en su muerte y resurrección, habéis sido consagradas a Jesús, para pertenecerle exclusivamente. La forma de vida contemplativa... os coloca, como miembros vivos y vitales, en el corazón del cuerpo místico del Señor, que es la Iglesia; y como el corazón hace circular la sangre y mantiene con vida al cuerpo entero, así vuestra existencia escondida con Cristo, entretejida de trabajo y de oración, contribuye a sostener a la Iglesia, instrumento de salvación para cada hombre al que el Señor redimió con su Sangre.
Es a esta fuente inagotable a la que vosotros os acercáis con la oración, presentando en presencia del Altísimo las necesidades espirituales y materiales de tantos hermanos en dificultad, la vida descarriada de cuantos se alejan del Señor. ¿Cómo no moverse a compasión por aquellos que parecen vagar sin meta? ¿Cómo no desear que en su vida suceda el encuentro con Jesús, el único que da sentido a la existencia? El santo deseo de que el Reino de Dios se instaure en el corazón del cada hombre, se identifica con la oración misma, como nos enseña san Agustín: Ipsum desiderium tuum, oratio tua est; et si continuum desiderium, continua oratio (cfr Ep. 130, 18-20); por ello, como fuego que arde y nunca se apaga, el corazón permanece pie, no deja nunca de desear y eleva siempre a Dios el himno de alabanza.
Reconoced por ello, queridas hermanas, que en todo lo que hacéis, más allá de los momentos personales de oración, vuestro corazón sigue siendo guiado por el deseo de amar a Dios. Con el obispo de Hipona, reconoced que el Señor es quien ha puesto en vuestros corazones su amor, deseo que dilata el corazón, hasta hacerlo capaz de acoger al mismo Dios (cfr In O. Ev. tr. 40, 10). ¡Este es el horizonte de la peregrinación terrena! ¡Esta es vuestra meta! Por esto habéis elegido vivir en el ocultamiento y en la renuncia a los bienes terrenos: para desear por encima de todo ese bien que no tiene igual, esa perla preciosa que merece la renuncia a cualquier otro bien para entrar en posesión suya" (Hom. en el Monasterio de Santa María del Rosario, Monte Mario (Italia), 24-junio-2010).
******************

Y ahora oremos juntos, unos por otros, convirtiendo el blog en un Cenáculo virtual:

Haz que gustemos y valoremos los dones de tu Espíritu, para que nos apartemos de la muerte y alcancemos la vida y la paz.

Oremos.

Derrama, Señor, sobre nosotros la fuerza del Espíritu Santo,
para que podamos cumplir fielmente tu voluntad
y demos testimonio de ti con nuestras obras.
Por Jesucristo nuestro Señor. 

Oremos cantando, implorando la venida del Espíritu Santo sobre esta comunidad virtual:


lunes, 6 de junio de 2011

Para Pentecostés...

 Una catequesis de preparación para Pentecostés, impartida por el papa Juan Pablo II, es nuestra catequesis de hoy.

Es un alimento sólido, casi solidísimo, pero pensemos en la necesidad de catequesis que sean doctrinales para edificar nuestro conocimiento de los misterios de la fe sobre roca.


"Es importante, ante todo, tener presente la relación que existe entre la fiesta judía de Pentecostés y el primer Pentecostés cristiano.

Al inicio, Pentecostés era la fiesta de las siete semanas (cf. Tb 2, 1), la fiesta de la siega (cf. Ex 23, 16), cuando se ofrecía a Dios las primicias del trigo (cf. Nm 28, 26; Dt 16, 9). Sucesivamente, la fiesta cobró un significado nuevo: se convirtió en la fiesta de la alianza que Dios selló con su pueblo en el Sinaí, cuando dio a Israel su ley.

San Lucas narra el acontecimiento de Pentecostés como una teofanía, una manifestación de Dios análoga a la del monte Sinaí (cf. Ex 19, 16-25): fuerte ruido, viento impetuoso y lenguas de fuego. El mensaje es claro: Pentecostés es el nuevo Sinaí, el Espíritu Santo es la nueva alianza, el don de la nueva ley. Con agudeza descubre ese vínculo san Agustín: «¡Gran misterio, hermanos, y digno de admiración! Si os dais cuenta, en el día de Pentecostés (los judíos) recibieron la ley escrita con el dedo de Dios y en el día de Pentecostés vino el Espíritu Santo» (Ser. Mai, 158, 4). Y un Padre de Oriente, Severiano de Gabala, afirma: «Era conveniente que en el mismo día en que fue dada la ley antigua, se diera también la gracia del Espíritu Santo» (Cat. in Act. Apost., 2, 1).

domingo, 5 de junio de 2011

Las manos de Cristo

¡Santa Ascensión!

¿Nos deja el Señor desprotegidos, a la intemperie?

¡Benditas manos de Cristo! Sube al cielo con las manos extendidas, bendiciendo.


¡Esas manos...! Bendijeron y acariciaron a los niños, las impuso transmitiendo el don del Espíritu y la salud, partieron el Pan de la Eucaristía...

¡Esas manos...!


sábado, 4 de junio de 2011

El Misterio de la Iglesia... que es DE Dios

        La Iglesia es una realidad multiforme y sobre todo viva y dinámica. Ningún aspecto la agota y centrarse en uno solo de ellos olvidando los demás desfiguraría su ser: cultura, arte, civilización, humanismo, evangelización, liturgia, canto, música, espiritualidad... todo se da en ella y ella no se reduce a ninguno de estos aspectos. Si se la considera sólo como medio humano, si se atiende en ella sólo a un fin temporal, la Iglesia queda desvirtuada. Muchos harán causa de su bandera particular apoyándose en la Iglesia y otros se sentirán excluidos entonces; unos quieren convertir a la Iglesia Esposa en instrumento de sus combinaciones humanas frente a otros que en la misma Iglesia sueñan con otra realidad. Y tal vez la Iglesia en sus pastores se equivoque en una determinada opción, pero pronto se despierta y afirma su independencia. Entonces unos la atacarán como vinculada al pasado nada más, y otros como modernista que abandona a sus hijos: ¡decepciones provocadas por una torpe y deficiente concepción de la vida y misión de la Iglesia! Pero es que ella es la Iglesia de Dios.

    “¡Cuán raros son, por desgracia, incluso entre los católicos llamados intransigentes aun en aquellas cuestiones en las que la fe está en juego, los que verdaderamente juzgan y deciden en razón de su fe, es decir, movidos por razones de fe! Con mayor razón, todos los hombres de este mundo, y quizá principalmente los mejores de ellos, si sólo son de este mundo, se sentirán un día u otro escandalizados por la Iglesia. Lo mismo si son conservadores que si son revolucionarios, siempre se mostrarán impacientes por estimar que la Iglesia es reticente y tibia, aunque ella, en el fondo, está empeñada con más ardor. La Iglesia está, en efecto, desprendida tanto de los unos como de los otros. Ella es la Iglesia de Dios. Es testigo entre los hombres de las cosas divinas y habita desde ahora en la eternidad (De Lubac, Meditación sobre la Iglesia, p. 174).
    La comprensión del misterio de la Iglesia se esclarece, y se atisba mejor su fin único y primordial, si se tiene en cuenta que ella es Jesucristo prolongado hoy en la historia y en la vida de los hombres; si se tiene en cuenta que su tesoro y su vida es sólo Jesucristo, que ella vive por Jesucristo y para Jesucristo y que no es un museo con preciosas obras del pasado, ni un organismo social de revolución y progreso que buscase una organización temporal nueva del mundo al vaivén de las ideologías (o de las “teologías de genitivo”: teología de la liberación, de la muerte de Dios –absurdo y contradictorio en sí mismo-, de la muerte de Dios para centrarse sólo en el hombre y para el hombre, el llamado "giro antropocéntrico" de la teología...).


viernes, 3 de junio de 2011

Brilla el misterio de la Cruz (IV)


"Cristo, primogénito que es de toda la creación,
vino también a ser principio de un nuevo linaje,
por Él regenerado con el agua, la fe y el madero,
que contenía el Misterio 
(es decir, aquí, la mística prefiguración)
de la Cruz"

(S. Justino, Diálogo con Trifón, 86).

"La Cruz de Cristo es el árbol de vida"

(S. Atanasio Sinaíta; cita sin localizar).

jueves, 2 de junio de 2011

"Todos buscan su interés..."

Esta catequesis va a ser, simplemente, una reflexión en voz alta para destacar un concepto que se nos escapa de las manos... "la catolicidad".

"Todos buscan su interés, no el de Jesucristo" (Flp 2,21).

A la hora de organizar algo en la Iglesia, un acto, un encuentro, en que confluyen diversas instituciones, realidades pastorales, o como queramos llamarlas, salen los pecados de una manera palpable; no por una maldad decidida y clara, sino por una mentalidad que se podría llamar, muy paulinamente, "mentalidad carnal".

En lugar de mirar el fin, el objeto de lo que se organiza, éste se diluye únicamente en los medios y en los protagonistas del acto. ¿Cuál ha de ser siempre el fin? ¿Qué es aquello que jamás se puede olvidar? La gloria de Dios y el bien de las almas, la evangelización, el permitir un encuentro con Cristo.

Sin embargo, en vez del fin al que se tiende, las reuniones para organizar algo se quedan en los medios. Entonces cuando aparece palpable que "todos buscan su interés". Se crea una cierta lucha de poder para que cada institución, grupo, movimiento, etc., prevalezca y aducen sus derechos, exigiendo una cuota de participación y de intervención, de protagonismo, en definitiva. Cuando ya han conseguido algo... entonces se desentienden del resto del acto o del encuentro; ya quedan tranquilos y lo demás no les preocupa. Han conseguido que su institución o grupo tenga algo propio, relevante, aunque descuadre el acto o el encuentro, aunque reste tiempo para los demás. Cada uno piensa que lo suyo debe aparecer evidente y palpable, tiene derechos adquiridos, solera histórica, ¡lo que sea!, el caso es aparecer, que se noten que están. Y si de una hora pueden acaparar más de media hora, el resto que se apañen.

La catolicidad es integradora; para empezar buscaría el bien común, la integración de todos, el fin evangelizador, y se dejarían las particularidades sin elevarlas a norma absoluta. Se trata de ser servidores de algo para evangelizar, no para buscar su correspondiente aparición pública. La catolicidad ama la diversidad y busca la Comunión entre todos, pero el particularismo excesivo mira a los demás con cierto recelo e impone lo privado-particular como norma obligatoria para todos. ¡Y a pasar por el aro! Entonces sólo cuenta "mi" parroquia, "mi" grupo, "mi" asociación, "mi" movimiento: los demás son unos compañeros obligados en el camino, pero son secundarios en escena. Lo "mío" tiene que ser bien visible.

miércoles, 1 de junio de 2011

Luchar contra los vicios (textos isidorianos)


1. Entonces los varones santos se purifican más sinceramente de la inmundicia de los vicios cuando oponen a cada uno de estos las correspondientes virtudes. De vez en cuando, los vicios pugnan útilmente con las virtudes, para que, a resultas del conflicto, ora la mente se ejercite, ora el ánimo, apartado de la arrogancia, se modere.

2. Frente al ímpetu de los vicios hay que luchar con las virtudes contrarias; a saber: frente a la lujuria hay que emplear la pureza de corazón, frente al odio hay que aprestar el amor, frente a la ira proponer la paciencia. Asimismo, frente al temor hay que servirse de la virtud de la confianza; frente a la indolencia, la actividad del celo; igualmente, a la tristeza hay que enfrentar el gozo; al desánimo, la fortaleza; a la avaricia, la liberalidad; a la soberbia, la humildad. Y así, cada virtud reprime los vicios que surgen contra ella y domina los impulsos de las tentaciones con la fuerza de la divina caridad.

3. La abstinencia reprime la pasión carnal, ya que, en la medida en que el cuerpo se mortifica por la falta de comida, el alma se aparta del deseo prohibido.