La oración sobre las ofrendas
ofrece indicaciones muy sugerentes de cómo vivir la liturgia, es decir, la
forma tanto interior como exterior de participar. Lo hace con una alusión
breve, con un adverbio de modo o un adjetivo, pero son suficientes para ir
forjando el espíritu en una educación litúrgica.
Basta,
eso sí, que el sacerdote pronuncie bien, claro, con sentido, estas oraciones,
para que todos, al oírla, se dispongan mejor a la Plegaria eucarística.
1. “Dignamente”, “con dignidad”
Hay
oraciones sobre las ofrendas que resaltan cómo se requiere que todos celebren,
participen, asistan, “dignamente” o también “con dignidad”.
La
liturgia, que es glorificación de Dios y santificación de los hombres, que es
culto en Espíritu y Verdad, exige dignidad y no dejadez; dignidad y no
precipitación; dignidad y no ridiculez; dignidad y no improvisación; dignidad y
no espíritu secular, que todo lo convierte en fiesta, happening o distracción.
Dignidad
es, según el Diccionario de la RAE,
“excelencia”, “realce”, “gravedad y decoro de las personas en la manera de
comportarse”. Así pues, es un elemento apropiado para la santidad de la
liturgia misma: ésta debe ser digna, de calidad, y todos vivirla con gravedad,
con decoro, respeto y atención. Todo esto contradice la práctica, sumamente
extendida, de una liturgia secularizada, distraída y “divertida”, muy
antropocéntrica, donde no hay lugar para actitudes verdaderamente religiosas y
espirituales.