domingo, 28 de septiembre de 2014

La liturgia educando: "Con dignidad" (I)


La oración sobre las ofrendas ofrece indicaciones muy sugerentes de cómo vivir la liturgia, es decir, la forma tanto interior como exterior de participar. Lo hace con una alusión breve, con un adverbio de modo o un adjetivo, pero son suficientes para ir forjando el espíritu en una educación litúrgica.

Basta, eso sí, que el sacerdote pronuncie bien, claro, con sentido, estas oraciones, para que todos, al oírla, se dispongan mejor a la Plegaria eucarística.


            1. “Dignamente”, “con dignidad”

            Hay oraciones sobre las ofrendas que resaltan cómo se requiere que todos celebren, participen, asistan, “dignamente” o también “con dignidad”.

            La liturgia, que es glorificación de Dios y santificación de los hombres, que es culto en Espíritu y Verdad, exige dignidad y no dejadez; dignidad y no precipitación; dignidad y no ridiculez; dignidad y no improvisación; dignidad y no espíritu secular, que todo lo convierte en fiesta, happening o distracción.

            Dignidad es, según el Diccionario de la RAE, “excelencia”, “realce”, “gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse”. Así pues, es un elemento apropiado para la santidad de la liturgia misma: ésta debe ser digna, de calidad, y todos vivirla con gravedad, con decoro, respeto y atención. Todo esto contradice la práctica, sumamente extendida, de una liturgia secularizada, distraída y “divertida”, muy antropocéntrica, donde no hay lugar para actitudes verdaderamente religiosas y espirituales.



            Pero vayamos a los textos mismos de la oración sobre las ofrendas, ya que es el texto litúrgico el que debe formarnos –la liturgia es maestra de vida espiritual-, textos litúrgicos que merecen ser conocidos, leídos, pensados, rezados, asimilados:


            “Concédenos, Señor, participar dignamente de estos santos misterios, pues cada vez que celebramos este memorial del sacrificio de Cristo se realiza la obra de nuestra redención”[1]; “oh Dios que obras con poder en tus sacramentos, concédenos que nuestro servicio sea digno de estos dones sagrados”[2].


Y también: 


“Que nuestra oración, Señor, y nuestras ofrendas sean gratas en tu presencia, para que así, purificados por tu gracia, podamos participar más dignamente en los sacramentos de tu amor”[3]; “prepara, Señor, nuestros corazones para celebrar dignamente estos misterios, y concédenos que su fruto se haga realidad permanente en nuestra vida”[4]; “Señor, tú que nos purificas con tu gracia para que nos acerquemos dignamente a tus santos misterios…”[5].


            Siguen más oraciones inculcando este sentido de dignidad: “concédenos, Dios de misericordia, servir siempre a tu altar con dignidad, y, participando en él frecuentemente, danos la salvación”[6]; “concédenos, Señor, celebrar dignamente estos misterios”[7]; “acepta, Señor, nuestras ofrendas y concédenos que… celebremos con dignidad estos santos misterios y los recibamos con fe”[8].

            Es una idea recurrente en estas oraciones suplicar esa dignidad al celebrar el sacrificio eucarístico, recordando así que sólo es posible un modo de participar, y es “dignamente”, tanto en lo interior –vivir en gracia- como en lo exterior y ritual: 


“te rogamos, que tú mismo nos dispongas para celebrar dignamente este sacrificio”[9]; “te pedimos, Señor, que recibas nuestras súplicas y nos dispongas tú mismo para celebrar dignamente estos santos misterios”[10].


Sólo este primer criterio de “dignidad” sería ya un correctivo para tantas formas de celebrar secularizadas o precipitadas. El “Ars celebrandi” que reclamaba el papa Benedicto XVI en la exhortación “Sacramentum caritatis” se enlaza con la dignidad misma de la liturgia que necesita, por tanto, ser celebrada dignamente.



[1] OF II Tiempo Ordinario.
[2] OF XIII Tiempo Ordinario.
[3] OF VI Domingo Pascua.
[4] OF Viernes II Cuaresma.
[5] OF Sábado III Cuaresma.
[6] OF Viernes V Cuaresma.
[7] OF 1 de junio, S. Justino.
[8] OF 21 de agosto, S. Pío X.
[9] OF 7 de octubre, Ntra. Sra., la Virgen del Rosario.
[10] OF 28 de octubre, S. Simón y S. Judas.

2 comentarios:

  1. ¿Qué añadir a una entrada tan bella y profunda?

    “Con dignidad”, “dignamente”, si lo enlazamos con “la liturgia que es glorificación de Dios y santificación de los hombres” así como con las oraciones transcritas, concluimos en cuál debe ser nuestra actitud y cuál es la acción de Dios. En primer lugar, nosotros como respuesta a la invitación del Señor debemos vivir la Santa Misa con “el traje de boda” ( dignidad en la actitud interior y exterior) al que se refiere Jesús en la parábola del gran banquete (“El rey…reparó en un hombre que no tenía traje de boda y le dijo: amigo ¿cómo has entrado aquí sin tener traje de boda? Pero él no contestó. Entonces el rey dijo a los camareros: atadlo de pies y manos y arrojadlo a las tinieblas exteriores… porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”) y, además, pedirle a Dios que Él nos dé aquella dignidad a la que nuestra humana voluntad no es capaz de llegar.

    En segundo lugar, la acción de Dios que no es otra que santificarnos. Mi madre me enseñó la oración de san Ignacio de Loyola para rezarla antes de comulgar o después en acción de gracias: Alma de Cristo santifícame. Cuerpo de Cristo sálvame…, y yo se la enseñado a mis hijos.

    Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación (de la salmodia de Laudes)

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    1. Julia María:

      De nuevo, ahora que estoy contestando todos los comentarios con mucho retraso, le digo sí, de acuerdo.

      Tengo en mi cabeza algo -artículos- sobre celebrar con DIGNIDAD. Ya veremos cuándo puedo centrarme y ponerme a ello.

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