Con esta oración breve sobre las
ofrendas, se cierra todo el rito de preparación de los dones y, por su contenido
orante, dispone a todos los fieles para la gran Plegaria eucarística:
“Es esto lo que expresa la única
oración del sacerdote que comporta dicho rito en la antigua tradición romana.
Con el nombre de Super oblata [sobre
las ofrendas], que le da el sacramentario gregoriano, constituye su conclusión.
Este formulario breve, en un estilo todavía más simple que el de la colecta,
utiliza profusamente el vocabulario forjado por las plegarias eucarísticas para
traducir la ofrenda sacrificial; sin embargo, ésta se pone en relación con el
simbolismo del gesto concreto que consiste en llevar las ofrendas al altar: los
panes que se amontonan sobre la mesa (muneribus
altaria cumulamus) hablan de la pobreza de aquellos que no sabrían aplacar
al Señor ni con sus méritos ni con sus presentes (nihil in nobis quod placare te possit), pero también de su
fidelidad en cumplir lo que él mismo ha prescrito (quae tuis sunt instituta praeceptis); es así como se reciben casi
por adelantado los frutos del sacramento (ut
divinis rebus et corpore famulemur et mente)”[1].
Normalmente,
una breve invocación, “Dios” o “Señor” sin adjetivos, una alusión a la ofrenda
del pan y del vino ya depositada en el altar, y una súplica clara, sin
oraciones de relativo. Por ejemplo:
“Que los
ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor,
y al vernos
desvalidos y sin méritos propios,
acude,
compasivo, en nuestra ayuda”[2].
“Acoge, Señor,
con bondad las ofrendas de tu pueblo,
para que, bajo
tu protección,
conserve los
dones pascuales y alcance la felicidad eterna”[3].
“Al celebrar
tus misterios con culto reverente,
te rogamos,
Señor,
que los dones
ofrecidos para glorificarte
nos obtengan
de ti la salvación”[4].
Con
esta pieza litúrgica tan breve, el rito romano dispone al gran rito
eucarístico; de ahí la importancia de este pequeña pieza eucológica, que merece
ser escuchada atentamente e interiorizada por todos; así, de esta manera, se
podrá vivir mejor, más espiritual y contemplativamente, la solemne plegaria
eucarística.
Emparenta
muy de cerca esta oración sobre las ofrendas del rito romano con la plegaria
del rito ambrosiano, “sobre los dones”. Sirva de ejemplo la oración “sobre los
dones” del VII Domingo per annum:
“Acepta, oh
Dios misericordioso, las ofrendas que te consagramos
y concede que
sean para nosotros seguro y perenne apoyo”.
Nuestro
rito hispano-mozárabe, en cambio, fuertemente influenciado por la liturgia
norteafricana así como por los ritos orientales, en particular el bizantino, no
posee una oración equiparable a la “oración sobre las ofrendas”, entre otras
cosas, porque la sucesión de ritos es totalmente distinta y propia:
·
Procesión de los dones con el canto
“Sacrificium”
·
Preparación de los dones en el altar por el
diácono
·
Oración secreta del sacerdote ante el altar
inclinado
·
Incensación
·
Lavabo de las manos
·
Oración de Admonición (dirigida al pueblo desde
la sede o “chorus”)
·
1ª parte de los dípticos
·
Oración “Alia”
·
2ª parte de los dípticos
·
Oración “Post Nomina”
·
Oración “Ad Pacem”
·
Beso de la paz
·
Prefacio…
La
oración de los fieles, dirigida por el diácono, así como el beso de la paz, se
realizan después de depositar los dones eucarísticos sobre el altar y antes de
la gran Plegaria eucarística.
Esta
“oratio admonitionis” mozárabe podría, muy in genere, ser equiparable a la “oración
sobre las ofrendas” romana en cuanto a preparar el espíritu de los fieles para
orar y ofrecer el sacrificio. Sólo un ejemplo de esta oratio admonitionis,
larga, elaborada, incluso poética, puede conducirnos a entender el sentido y
función de nuestra romana “oración sobre las ofrendas”:
“Queridos
hermanos, gloriémonos en la Cruz
de nuestro
Señor Jesucristo,
y, con el
corazón lleno de alegría,
con toda
reverencia y gozo espiritual,
celebremos la
solemnidad de este día.
Nuestro Señor
y Salvador, para nuestra salvación,
estuvo colgado
en la Cruz y en
ella venció al diablo;
en la altitud
de esta misma Cruz
fueron
suspendidos los delitos del primer hombre
y las manos
que ofrecieron a la boca la comida prohibida
fueron
atravesadas por la dureza de los clavos…”[5]
En
algunas ocasiones, la llamada oración “Alia”, entre los dípticos, menciona los
dones que reposan sobre el altar, envolviéndolos así con esta gran intercesión
de la Iglesia:
“Acepta
benigno los dones
que te
ofrecemos en esta solemnidad,
a la vez que
penetras en nuestro corazón,
abierto a Ti
de par en par,
preparado para
recibirte.
Purifica
nuestra mente;
adórnala como
a Ti te agrada;
y una vez
realizada en ella la obra de tu gracia,
guárdala, y
habita en ella para siempre”[6].
“Alcance su
efecto nuestras peticiones,
consuelo
nuestra contrición,
nuestra
consagración realice el sacramento,
sea nuestra
oblación santificada en abundancia,
tu seguridad
aleje nuestros temores,
derrame tu
bendición salud, bien y fuerza”[7].
De
este modo la oración sobre las ofrendas, tan sintética en su estilo, induce a
todos a ofrecer el sacrificio espiritualmente, envuelto en oración, y dispone
así a los fieles a la
Plegaria eucarística. Destaca cuáles son los elementos
fundamentales de la ofrenda de la
Iglesia, el pan y el vino, para que sean el Cuerpo y la Sangre del Señor:
“Es una oración que el celebrante
dice en nombre de todo el pueblo y, al igual que la colecta y la poscomunión,
es una oración funcional que cierra un determinado complejo ritual. Su
finalidad principal es dar sentido a las
ofrendas presentadas; por lo que no es infrecuente que aparezcan ideas del
formulario que acompaña la preparación de los dones. Sin embargo, aparecen con
frecuencia algunos grandes temas que desarrolla la Plegaria Eucarística,
tales como ofrenda, santificación, sacrificio, etc. a veces alude al misterio
de la fiesta que se celebra. Y no faltan los casos en los que casi se considera
realizado el sacrificio y se ofrece por determinadas intenciones”[8].
Nos
fijaremos en tres aspectos únicamente que aparecen con frecuencia en esta
oración Super Oblata y que nos educan para mejor participar y vivir la
celebración de la Santa Misa.
[1] MARTIMORT, A.G. (ed.), La
Iglesia en oración,
Barcelona 1987 (3ª aum.), 390-391.
[2] OF Martes III Adviento.
[3] OF Sábado V Pascua.
[4] OF VII Tiempo Ordinario.
[5] Oratio Admonitionis en la Fiesta de la Invención de la
Sta. Cruz, 3 de mayo.
[6] Oración Alia, Solemnidad
de Sta. María, 18 de diciembre.
[7] Oración Alia, Domingo VI
de Quotidiano.
[8] ABAD IBÁÑEZ, J.A.-GARRIDO
BONAÑO, M., Iniciación a la liturgia de la Iglesia, Madrid 1997
(2ª), 320.
Aunque he intentado prestar atención a esta oración, muchas veces se me pierde porque el sacerdote la reza a un ritmo "espiritual" más rápido que el mío, sin solución de continuidad. Seguiré prestando atención pues se trata de un cambio de ritmo, de hábito, en la atención.
ResponderEliminarQue los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor.
Confieso mi pecado: muchas veces la he recitado rapidito y me detenía más, en ritmo y solemnidad, en el prefacio y plegaria... Hasta que me fueron llamando la atención por su contenido. Luego las estudié y salieron estos artículos y, desde entonces, las recito más cuidadosamente.
Eliminar