jueves, 18 de septiembre de 2014

La oración sobre las ofrendas - II



Con esta oración breve sobre las ofrendas, se cierra todo el rito de preparación de los dones y, por su contenido orante, dispone a todos los fieles para la gran Plegaria eucarística:



           “Es esto lo que expresa la única oración del sacerdote que comporta dicho rito en la antigua tradición romana. Con el nombre de Super oblata [sobre las ofrendas], que le da el sacramentario gregoriano, constituye su conclusión. Este formulario breve, en un estilo todavía más simple que el de la colecta, utiliza profusamente el vocabulario forjado por las plegarias eucarísticas para traducir la ofrenda sacrificial; sin embargo, ésta se pone en relación con el simbolismo del gesto concreto que consiste en llevar las ofrendas al altar: los panes que se amontonan sobre la mesa (muneribus altaria cumulamus) hablan de la pobreza de aquellos que no sabrían aplacar al Señor ni con sus méritos ni con sus presentes (nihil in nobis quod placare te possit), pero también de su fidelidad en cumplir lo que él mismo ha prescrito (quae tuis sunt instituta praeceptis); es así como se reciben casi por adelantado los frutos del sacramento (ut divinis rebus et corpore famulemur et mente)”[1].

            Normalmente, una breve invocación, “Dios” o “Señor” sin adjetivos, una alusión a la ofrenda del pan y del vino ya depositada en el altar, y una súplica clara, sin oraciones de relativo. Por ejemplo:

“Que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor,
y al vernos desvalidos y sin méritos propios,
acude, compasivo, en nuestra ayuda”[2].

“Acoge, Señor, con bondad las ofrendas de tu pueblo,
para que, bajo tu protección,
conserve los dones pascuales y alcance la felicidad eterna”[3].

“Al celebrar tus misterios con culto reverente,
te rogamos, Señor,
que los dones ofrecidos para glorificarte
nos obtengan de ti la salvación”[4].



            Con esta pieza litúrgica tan breve, el rito romano dispone al gran rito eucarístico; de ahí la importancia de este pequeña pieza eucológica, que merece ser escuchada atentamente e interiorizada por todos; así, de esta manera, se podrá vivir mejor, más espiritual y contemplativamente, la solemne plegaria eucarística.

            Emparenta muy de cerca esta oración sobre las ofrendas del rito romano con la plegaria del rito ambrosiano, “sobre los dones”. Sirva de ejemplo la oración “sobre los dones” del VII Domingo per annum:

“Acepta, oh Dios misericordioso, las ofrendas que te consagramos
y concede que sean para nosotros seguro y perenne apoyo”.

            Nuestro rito hispano-mozárabe, en cambio, fuertemente influenciado por la liturgia norteafricana así como por los ritos orientales, en particular el bizantino, no posee una oración equiparable a la “oración sobre las ofrendas”, entre otras cosas, porque la sucesión de ritos es totalmente distinta y propia:

·         Procesión de los dones con el canto “Sacrificium”
·         Preparación de los dones en el altar por el diácono
·         Oración secreta del sacerdote ante el altar inclinado
·         Incensación
·         Lavabo de las manos
·         Oración de Admonición (dirigida al pueblo desde la sede o “chorus”)
·         1ª parte de los dípticos
·         Oración “Alia”
·         2ª parte de los dípticos
·         Oración “Post Nomina”
·         Oración “Ad Pacem”
·         Beso de la paz
·         Prefacio…


            La oración de los fieles, dirigida por el diácono, así como el beso de la paz, se realizan después de depositar los dones eucarísticos sobre el altar y antes de la gran Plegaria eucarística.

            Esta “oratio admonitionis” mozárabe podría, muy in genere, ser equiparable a la “oración sobre las ofrendas” romana en cuanto a preparar el espíritu de los fieles para orar y ofrecer el sacrificio. Sólo un ejemplo de esta oratio admonitionis, larga, elaborada, incluso poética, puede conducirnos a entender el sentido y función de nuestra romana “oración sobre las ofrendas”:


“Queridos hermanos, gloriémonos en la Cruz
de nuestro Señor Jesucristo,
y, con el corazón lleno de alegría,
con toda reverencia y gozo espiritual,
celebremos la solemnidad de este día.

Nuestro Señor y Salvador, para nuestra salvación,
estuvo colgado en la Cruz y en ella venció al diablo;
en la altitud de esta misma Cruz
fueron suspendidos los delitos del primer hombre
y las manos que ofrecieron a la boca la comida prohibida
fueron atravesadas por la dureza de los clavos…”[5]


            En algunas ocasiones, la llamada oración “Alia”, entre los dípticos, menciona los dones que reposan sobre el altar, envolviéndolos así con esta gran intercesión de la Iglesia:


“Acepta benigno los dones
que te ofrecemos en esta solemnidad,
a la vez que penetras en nuestro corazón,
abierto a Ti de par en par,
preparado para recibirte.
Purifica nuestra mente;
adórnala como a Ti te agrada;
y una vez realizada en ella la obra de tu gracia,
guárdala, y habita en ella para siempre”[6].


“Alcance su efecto nuestras peticiones,
consuelo nuestra contrición,
nuestra consagración realice el sacramento,
sea nuestra oblación santificada en abundancia,
tu seguridad aleje nuestros temores,
derrame tu bendición salud, bien y fuerza”[7].

            De este modo la oración sobre las ofrendas, tan sintética en su estilo, induce a todos a ofrecer el sacrificio espiritualmente, envuelto en oración, y dispone así a los fieles a la Plegaria eucarística. Destaca cuáles son los elementos fundamentales de la ofrenda de la Iglesia, el pan y el vino, para que sean el Cuerpo y la Sangre del Señor:

            “Es una oración que el celebrante dice en nombre de todo el pueblo y, al igual que la colecta y la poscomunión, es una oración funcional que cierra un determinado complejo ritual. Su finalidad principal es dar sentido a las ofrendas presentadas; por lo que no es infrecuente que aparezcan ideas del formulario que acompaña la preparación de los dones. Sin embargo, aparecen con frecuencia algunos grandes temas que desarrolla la Plegaria Eucarística, tales como ofrenda, santificación, sacrificio, etc. a veces alude al misterio de la fiesta que se celebra. Y no faltan los casos en los que casi se considera realizado el sacrificio y se ofrece por determinadas intenciones”[8].

            Nos fijaremos en tres aspectos únicamente que aparecen con frecuencia en esta oración Super Oblata y que nos educan para mejor participar y vivir la celebración de la Santa Misa.


[1] MARTIMORT, A.G. (ed.), La Iglesia en oración, Barcelona 1987 (3ª aum.), 390-391.
[2] OF Martes III Adviento.
[3] OF Sábado V Pascua.
[4] OF VII Tiempo Ordinario.
[5] Oratio Admonitionis en la Fiesta de la Invención de la Sta. Cruz, 3 de mayo.
[6] Oración Alia, Solemnidad de Sta. María, 18 de diciembre.
[7] Oración Alia, Domingo VI de Quotidiano.
[8] ABAD IBÁÑEZ, J.A.-GARRIDO BONAÑO, M., Iniciación a la liturgia de la Iglesia, Madrid 1997 (2ª), 320.

2 comentarios:

  1. Aunque he intentado prestar atención a esta oración, muchas veces se me pierde porque el sacerdote la reza a un ritmo "espiritual" más rápido que el mío, sin solución de continuidad. Seguiré prestando atención pues se trata de un cambio de ritmo, de hábito, en la atención.


    Que los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza te conmuevan, Señor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Confieso mi pecado: muchas veces la he recitado rapidito y me detenía más, en ritmo y solemnidad, en el prefacio y plegaria... Hasta que me fueron llamando la atención por su contenido. Luego las estudié y salieron estos artículos y, desde entonces, las recito más cuidadosamente.

      Eliminar