martes, 28 de febrero de 2023

¿Cómo se comulga en la mano?

La educación litúrgica requiere que, a veces, se recuerden cosas que se dan por sabidas.

La comunión en la mano está permitida para todo aquel que lo desee, a tenor de nuestra Conferencia episcopal, que lo solicitó a la Santa Sede.


¿Cómo se comulga en la mano? ¡Hemos de conocer las disposiciones de la Iglesia para quien desee comulgar así!, porque en muchísimas ocasiones se hace mal, de forma completamente irrespetuosa.

Debe cuidarse la dignidad de este gesto, sin que desdiga de la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía como si fuese un mero trozo de pan que se recibe de cualquier forma: al aire, agarrando la Forma de cualquier manera,  o con una sola mano... Actitudes que desdicen de la adoración debida.


Debe cuidarse la dignidad de este gesto, sin que desdiga de la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía como si fuese un mero trozo de pan que se recibe de cualquier forma:

“Sobre todo en esta forma de recibir la sagrada Comunión, se han de tener bien presentes algunas cosas que la misma experiencia aconseja. Cuando la Sagrada Especie se deposita en las manos del comulgante, tanto el ministro como el fiel pongan sumo cuidado y atención a las partículas que pueden desprenderse de las manos de los fieles, debe ir acompañada, necesariamente, de la oportuna instrucción o catequesis sobre la doctrina católica acerca de la presencia real y permanente de Jesucristo bajo las especies eucarísticas y del respeto debido al Sacramento”[1].

domingo, 26 de febrero de 2023

Mística del silencio: Edith Stein - I (Silencio - XVII)



El contacto cotidiano con el Salvador nos dispone para aceptar su plan de salvación, tomar nuestra cruz y cooperar con Él en la redención, expiando. Nos hace disponibles para escuchar su voz y acoger su santa voluntad. Para ello hay que procurar un tiempo silencioso de oración diaria, donde se renueva el alma en unión con Dios y se ora cotidianamente; un espacio de silencio y oración que se ha de defender sin ceder a otras urgencias:



            “¿Es que no es posible ahorrar una hora en la mañana en la que podamos recogernos en vez de distraernos, en la que no malgastemos nuestras energías, sino que ganemos fuerzas para vencer con ellas en las luchas que nos depara el día? Sin duda alguna se necesita para ello algo más que una hora. Hemos de vivir de tal manera que a la una se suceda la otra y éstas preparen a las que vienen. De ese modo se hace imposible “dejarse llevar por la corriente” del día, aunque no sea más que transitoriamente…

            Lo mismo ocurre en nuestra relación diaria con el Salvador: cada día crece nuestra sensibilidad para percibir lo que le agrada y lo que no le agrada. Si hasta ese momento estábamos relativamente contentos con nosotros mismos, a partir de nuestro encuentro con Él se van a transformar muchas cosas en nuestra vida. Vamos a descubrir muchas facetas que no son del todo buenas e intentaremos cambiarlas en la medida de lo posible, y otras que tampoco son buenas, pero que a la vez son casi imposibles de cambiar. Con ello podremos crecer en humildad y llegaremos a ser pacientes y comprensivos frente a la paja en el ojo ajeno, pues tendremos clara conciencia de la viga en el propio. Finalmente aprenderemos a aceptarnos tal cual somos a la luz de la presencia divina y abandonarnos a la misericordia de Dios que puede alcanzar todo aquello de lo que nuestras propias fuerzas son incapaces” (El misterio de la Navidad, OC V, 489).

miércoles, 22 de febrero de 2023

Partir el Pan (Acciones sacramentales - III)



            Es uno de los grandes gestos del NT y de nuestra liturgia. La Eucaristía es designada en el NT como "la fracción del pan". Consistía en un gesto de bendición a Dios y de comulgar unidos de un solo pan que era partido en tantos trozos cuantos comensales había. Por la gran amplitud de las asambleas se fue perdiendo el gesto de partir todo el pan y se introdujeron las hostias pequeñas que todos conocemos (a partir del s. X).



            El carácter sacrificial

            La fracción del pan eucarístico tiene un carácter sacrificial. Cristo, el Cordero de Dios, se entrega, es partido, para comunicar su vida y su salvación. Es así un gesto sacrificial. Es Cristo, "como oveja llevada al matadero" (Is 53) "el cordero sin defecto ni mancha" (1Pe) que se entrega al Padre para el perdón de los pecados. En la liturgia se subraya este carácter sacrificial con el canto del Cordero de Dios (introducido por la papa Sergio I en el siglo VII).

            Signo de la fraternidad eclesial

            La fracción del pan apunta a la existencia de un solo pan, del que todos participan. La comunión es comulgar todos en fraternidad de un solo Señor para que la vida de la Iglesia sea una en Cristo. Al comulgar un solo pan, nos hacemos un solo Cuerpo con Cristo.

            "Porque aún siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo nos hacemos, pues todos participamos de un solo pan" (1Co 10,17).

            "Como este pan estaba disperso por los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino" (Didajé, cap. IX).

lunes, 20 de febrero de 2023

También la dimensión dogmática de la liturgia (Nicolás Cabasilas)

La liturgia, para Nicolás Cabasilas, en su obra, es también una fuente para la dogmática y, por tanto, sirve y es utílisima para la comprensión de las verdades de la fe.

Junto a la dimensión espiritual, presente en su "Explicación", hallamos igualmente la dimensión dogmática con la que explica, mistagógicamente, el misterio de la Divina Liturgia.



El orden doctrinal-dogmático es, siempre, el hilo conductor de Nicolás Cabásilas para desarrollar la dinámica interna de la Divina Liturgia. Ésta es la presencia dinámica de toda la economía redentora para la Iglesia, la actualización de todos los misterios salvadores que se visualizan en ritos y gestos, que poseen eficacia salvífica en los sacramentos. En esta obra se palpa hasta qué punto la lex orandi es lex credendi porque absolutamente todo tiene un sentido y una explicación teológica. La liturgia misma es una gran teología. 

* El pan se prepara antes de la celebración con un ritual, en el que se parten diversos fragmentos que se ofrecen, y se deja otra parte para ser eulogias o pan bendito. ¿Por qué no se ofrece un pan entero sino sólo un fragmento? Escribe Nicolás: 

“Pero el cuerpo del Señor que fue separado, por el mismo Cristo, en tanto que sacerdote, de los otros cuerpos: fue presentado, propuesto y ofrecido a Dios, y finalmente inmolado. Es el Hijo de Dios en persona quien escogió, él mismo, este cuerpo y lo tomó de la masa que formamos; él mismo se entregó como ofrenda a Dios, él mismo puso esta ofrenda en el seno del Padre, él, que, sin haberse separado nunca de este seno del Padre, creó en él este cuerpo del que se revistió, de manera que este cuerpo fue formado y al mismo tiempo ofrecido a Dios. Finalmente, él mismo llevó hasta cruz este cuerpo y él mismo lo inmoló. He aquí porqué el pan que debe ser transformado en este Cuerpo, es el mismo sacerdote quien lo separa de los otros y quien lo ofrece a Dios colocándolo sobre la sagrada patena; después, lo lleva al altar y lo ofrece en sacrificio” (V, 3-4).

sábado, 18 de febrero de 2023

El fuego: la Gloria del Señor



En estrecha relación con lo anterior, la imagen del fuego, en cuanto columna, que se mueve con vida propia, refleja el poder y la gloria del Señor, su presencia.

Ezequiel ve la visión del Carro de Yahvé, al inicio de su libro, y es descrito como fuego: "Yo miré: vi un viento huracanado... una gran nube de fuego" (Ez 1,4). Solamente recoge una tradición ya muy antigua en las Escrituras que podemos hallar, incluso, en la literatura patriarcal. 



El Señor realiza un pacto con Abraham, y se compromete el Señor a realizar sus promesas mediante el pacto hecho con víctimas partidas por la mitad, entonces "puesto ya el sol, surgió en medio de densas tinieblas un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre aquellos animales partidos" (Gn 15,17): era el paso del mismo Señor.

 El fuego es un elemento teofánico que revela la potencia y majestad del Señor; por eso, aparece en la cumbre del monte en diversos momentos. El primero en la revelación de Yahvé a Moisés: "El Ángel de Yahvé se le apareció en forma de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza estaba ardiendo, pero que no se consumía" (Ex 3,2); saldrá de nuevo esta imagen del fuego en el Sinaí, cuando Dios, en su majestad, se manifiesta a su pueblo estableciendo una Alianza fundante de Israel: "La gloria de Yahvé aparecía a la vista de los hijos de Israel como fuego devorador sobre la cumbre del monte" (Ex 24,17), por tal razón siempre se recordará que "Yahvé os habló entonces de en medio del fuego" (Dt 4,12), manifestándose en la majestad de su gloria.

jueves, 16 de febrero de 2023

La Iglesia y los sacramentos (SC - XXII)



Constantemente, para ser Iglesia, debe recibir la vida de su Señor. Los sacramentos construyen y edifican la Iglesia, le comunican a la Iglesia la gracia de Jesucristo, le hace partícipe de su vida divina, y sin ellos, la Iglesia no sería tal Iglesia, sino simple agregación humana, una sociedad de amigos, una organización filantrópica, o benéfica, o solidaria, entre tantas otras.

            Constituida por los sacramentos, éstos regeneran el Cuerpo eclesial y la unen a su Esposo, Maestro y Señor. Recordemos esa dinámica sacramental tal como la expone la constitución dogmática Lumen Gentium; es un número extenso que conviene conocer:


“El carácter sagrado y orgánicamente estructurado de la comunidad sacerdotal se actualiza por los sacramentos y por las virtudes. Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo, quedan destinados por el carácter al culto de la religión cristiana, y, regenerados como hijos de Dios, están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios mediante la Iglesia. Por el sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras. Participando del sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella. Y así, sea por la oblación o sea por la sagrada comunión, todos tienen en la celebración litúrgica una parte propia, no confusamente, sino cada uno de modo distinto. Más aún, confortados con el cuerpo de Cristo en la sagrada liturgia eucarística, muestran de un modo concreto la unidad del Pueblo de Dios, significada con propiedad y maravillosamente realizada por este augustísimo sacramento.

Quienes se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de la ofensa hecha a El y al mismo tiempo se reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron pecando, y que colabora a su conversión con la caridad, con el ejemplo y las oraciones. Con la unción de los enfermos y la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda los enfermos al Señor paciente y glorificado, para que los alivie y los salve (cf. St 5,14-16), e incluso les exhorta a que, asociándose voluntariamente a la pasión y muerte de Cristo (cf. Rm 8,17; Col 1,24; 2 Tm 2,11-12; 1 P 4,13), contribuyan así al bien del Pueblo de Dios. A su vez, aquellos de entre los fieles que están sellados con el orden sagrado son destinados a apacentar la Iglesia por la palabra y gracia de Dios, en nombre de Cristo. Finalmente, los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del matrimonio, por el que significan y participan el misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5,32), se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y educación de la prole, y por eso poseen su propio don, dentro del Pueblo de Dios, en su estado y forma de vida. De este consorcio procede la familia…
Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre” (LG 11).

martes, 14 de febrero de 2023

La virtud de la humildad (y IV)

6. La humildad es el cimiento de todas las virtudes, y sin la humildad, las virtudes se vienen abajo, se destruyen. La humildad les da fuerza y consistencia. 




Se ha de pedir siempre la humildad sincera como un don precioso del Señor, y toda oración personal acabarla en conocimiento propio, en conocerse tal como uno es en presencia de Dios, que esto da humildad. 

A mayor trato e intimidad con Cristo en la oración, mayor humildad que es andar en verdad reconociendo lo poco que uno es y lo grande y bueno que es el Señor a pesar de nuestra miseria.

Existen unos medios para adquirir y ganar humildad, siendo el primero pedir la verdadera humildad al Señor.

Para adquirir humildad con el prójimo, es importante admirar sin celos ni envidias las cualidades del prójimo. Además no fijarnos en los defectos del prójimo –que siempre resaltan más a los ojos del soberbio- sino excusar sus defectos o callarlos. Y finalmente, considerarnos inferiores a los demás porque sabemos bien que nos falta mucho para responder plenamente a la gracia.

domingo, 12 de febrero de 2023

Principios innegociables para la liturgia (I)



1. Para conocer bien la grandeza de la liturgia, y entenderla con las distintas dimensiones que se dan en ella, hay que establecer bien los principios teológicos que dan las claves de comprensión. 



Muy probablemente, el desconocimiento de estos principios es lo que ha provocado el “desastre” y la anarquía en la liturgia, de la que tantos fieles y sacerdotes se quejan y sufren:

-          entender que es expresión de fe del grupo o asamblea celebrante y, por tanto, el grupo es dueño de la liturgia y la cambia para expresarse mejor;

-          entenderla como mero encuentro festivo o sentimental, por lo que se favorece la emotividad, lo sensible, y el mejor calificativo para este tipo de liturgia es que “fue muy emotiva”, “unas palabras muy emocionantes”;

-          o también vivirla con un exceso de antropocentrismo, poniendo al hombre en el centro, haciéndolo protagonista: el sacerdote parece más bien un showman, micrófono en mano, que debe divertir y entretener; multiplicación de personas que suben y bajan del presbiterio (para muchas moniciones, un lector para cada petición, una larguísima procesión de ofrendas, un aplauso para no sé quién, etc.);

viernes, 10 de febrero de 2023

"Señor, no soy digno de que entres..." - I (Respuestas - XLV)



1. Es usual y dato común en todas las liturgias, ya sean orientales, ya sean occidentales, que inmediatamente antes de distribuir la comunión eucarística, el sacerdote se dirija al pueblo y lo invite a acercarse a comulgar con disposiciones de fe, humildad, santo temor de Dios y, por tanto, en gracia y no en pecado mortal. No es un acceso indiscriminado a todos, sino que se ha de estar preparado y en estado de gracia.

          
  El Catecismo lo recuerda afirmando que “para responder a esta invitación debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia… Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar” (CAT 1385). También, muy claramente, Juan Pablo II escribía: “el juicio sobre el estado de gracia, obviamente, corresponde solamente al interesado tratándose de una valoración de conciencia. No obstante, en los casos de un comportamiento externo grave, abierta y establemente contrario a la norma moral, la Iglesia, en su cuidado pastoral por el buen orden comunitario y por respeto al Sacramento, no puede mostrarse indiferente. A esta situación de manifiesta indisposición moral se refiere la norma del Código de Derecho Canónico que no permite la admisión a la comunión eucarística a los que ‘obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave’ (cn. 915)” (Ecclesia de Eucharistia, 37).


            2. Por eso, recordando la santidad de la Eucaristía misma y la necesaria disposición de los fieles, la liturgia introdujo una invitación sacerdotal que es una admonición, una advertencia para todos. La más difundida y corriente es “Sancta sanctis”, es decir, “lo Santo (o las cosas santas) para los santos”. Los fieles todos aclaman y responden con humildad: “sólo Tú eres santo”, reconociendo que, aunque puedan comulgar y están en gracia, son pequeños comparados con la santidad absoluta de Jesucristo.

            ¿Testimonios? El primero que se puede aducir lo hallamos en las catequesis de S. Cirilo de Jerusalén, en el siglo IV:

miércoles, 8 de febrero de 2023

Mística del silencio: S. Juan de la Cruz (Silencio - XVI)



Muchas anotaciones se hallan sobre el silencio en san Juan de la Cruz como un elemento pedagógico del proceso interior para vivir una auténtica experiencia de Dios.

           
Para este doctor el silencio tiene una dimensión teologal, de cara a la relación con Dios. Por una parte es fundamental entender que Dios se comunica en el silencio, por iniciativa divina. Es famoso el aviso de S. Juan: “Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma” (A 2,21), como dirá también en la Subida, texto de sobra conocido: “Porque, en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar” (2S 22,3). El silencio es acogida de la revelación, recibir a Cristo a mismo. En el silencio, y sólo en el silencio, Dios se expresa a sí mismo.

            En el silencio están contenidos todos los tesoros del saber y del conocer; advierte entonces: “mire aquél infinito saber y aquél secreto escondido: ¡qué paz, qué amor, qué silencio está en aquel pecho divino!” (Av 6,17). La presencia de Dios en el hombre es silenciosa y en silencio se expresa, en “el centro y fondo del alma” y allí mora “secreta y calladamente” (LlB 4,3).

            Dios, sumamente Amado, en Cristo es “música callada, soledad sonora”. Deliciosa es la descripción del Amado que realiza en el Cántico espiritual:

            “Y llama esta música callada porque, como habemos dicho, es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así, se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio. Y así, dice que su Amado es esta música callada, porque en él se conoce y gusta esta armonía de música espiritual. Y no sólo eso, sino que también es “la soledad sonora”.
            Lo cual es casi lo mismo que la música callada, porque, aunque aquella música es callada cuanto a los sentidos y potencias naturales, es soledad muy sonora para las potencias espirituales; porque, estando ellas solas y vacías de todas las formas y aprehensiones naturales, pueden recibir bien el sentido espiritual sonorísimamente en el espíritu de la excelencia de Dios en sí y en sus criaturas…
            Y por cuanto el alma recibe esta sonora música, no sin soledad y enajenación de todas las cosas exteriores, la llama “la música callada y la soledad sonora”, la cual dice que es su Amado” (CB 14,25-26.27).

lunes, 6 de febrero de 2023

¿Qué es un santo? ¿Quién es un santo? (Palabras sobre la santidad - CV)



            Maravilloso y variadísimo es el paisaje de la santidad, con mil tonalidades distintas que reflejan una belleza superior y que fascina al contemplarlo No es un único color, ni un solo tono cromático, ni una misma intensidad: el paisaje los recoge a todos creando un panorama digno de ser contemplado con finura de alma.



            Cada santo es como un color concreto, con su intensidad y sus matices porque cada uno es fruto de una historia de amor del Señor, de una peculiar vivencia, de un trabajo específico de la gracia.

            Un santo nace y se forja por la Pascua de Jesucristo, y cada santo ha vivido en plenitud el misterio pascual del Señor. La resurrección el Señor la celebramos y la vemos realizada místicamente en los santos que se llenaron de la vida nueva de Cristo, que murieron a sí mismos y resucitaron con Cristo. Los santos no lo son en virtud de sus méritos sino porque se abrieron totalmente a la gracia que nace de la Pascua del Señor.