miércoles, 22 de febrero de 2023

Partir el Pan (Acciones sacramentales - III)



            Es uno de los grandes gestos del NT y de nuestra liturgia. La Eucaristía es designada en el NT como "la fracción del pan". Consistía en un gesto de bendición a Dios y de comulgar unidos de un solo pan que era partido en tantos trozos cuantos comensales había. Por la gran amplitud de las asambleas se fue perdiendo el gesto de partir todo el pan y se introdujeron las hostias pequeñas que todos conocemos (a partir del s. X).



            El carácter sacrificial

            La fracción del pan eucarístico tiene un carácter sacrificial. Cristo, el Cordero de Dios, se entrega, es partido, para comunicar su vida y su salvación. Es así un gesto sacrificial. Es Cristo, "como oveja llevada al matadero" (Is 53) "el cordero sin defecto ni mancha" (1Pe) que se entrega al Padre para el perdón de los pecados. En la liturgia se subraya este carácter sacrificial con el canto del Cordero de Dios (introducido por la papa Sergio I en el siglo VII).

            Signo de la fraternidad eclesial

            La fracción del pan apunta a la existencia de un solo pan, del que todos participan. La comunión es comulgar todos en fraternidad de un solo Señor para que la vida de la Iglesia sea una en Cristo. Al comulgar un solo pan, nos hacemos un solo Cuerpo con Cristo.

            "Porque aún siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo nos hacemos, pues todos participamos de un solo pan" (1Co 10,17).

            "Como este pan estaba disperso por los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino" (Didajé, cap. IX).


            El Misal es muy claro en destacar y potenciar la fractiopanis:

            “El sacerdote parte el pan eucarístico, con la ayuda, si es del caso, del diácono o de un concelebrante. El gesto de la fracción del Pan realizado por Cristo en la Última Cena, que en el tiempo apostólico designó a toda la acción eucarística, significa que los fieles siendo muchos, en la Comunión de un solo Pan de vida, que es Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo, forman un solo cuerpo (1Co 10, 17). La fracción comienza después de haberse dado la paz y se lleva a cabo con la debida reverencia, pero no se debe prolongar innecesariamente, ni se le considere de excesiva importancia. Este rito está reservado al sacerdote y al diácono.

            El sacerdote parte el pan e introduce una parte de la Hostia en el cáliz para significar la unidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en la obra de la redención, a saber, del Cuerpo de Cristo Jesús viviente y glorioso. La súplica Cordero de Dios se canta según la costumbre, bien sea por los cantores, o por el cantor seguido de la respuesta del pueblo el pueblo, o por lo menos se dice en voz alta. La invocación acompaña la fracción del pan, por lo que puede repetirse cuantas veces sea necesario hasta cuando haya terminado el rito. La última vez se concluye con las palabras danos la paz” (IGMR n. 83).

            “Mientras se dice Cordero de Dios, los diáconos o algunos de los concelebrantes, pueden ayudar al celebrante principal a partir las Hostias, sea para Comunión de los concelebrantes, sea para la del pueblo” (IGMR n. 240).

            Recordemos que el Pan debe ser partido realmente en diversos trozos para que al menos algunos fieles puedan comulgar de ellos:

            “La naturaleza del signo exige que la materia de la celebración eucarística aparezca verdaderamente como alimento. Conviene, pues, que el pan eucarístico, aunque sea ácimo y elaborado en la forma tradicional, se haga de tal forma, que el sacerdote en la Misa celebrada con pueblo, pueda realmente partir la Hostia en varias partes y distribuirlas, por lo menos a algunos fieles. Sin embargo, de ningún modo se excluyen las hostias pequeñas, cuando lo exija el número de los que van a recibir la Sagrada Comunión y otras razones pastorales. Pero el gesto de la fracción del pan, con el cual sencillamente se designaba la Eucaristía en los tiempos apostólicos, manifestará claramente la fuerza y la importancia de signo: de unidad de todos en un único pan y de caridad por el hecho de que se distribuye un único pan entre hermanos” (IGMR 321).

            Este era el modo y la práctica habituales en todos los ritos pero también en el rito romano, hasta que se fue estilizando (la Hostia sólo en tres trozos) y la comunión se situaba fuera de la Misa. La práctica tradicional era la siguiente según la descripción de Jungmann en las misas estacionales (que eran el prototipo):

            “La fracción del pan tuvo asimismo gran importancia en el culto romano de los diez primeros siglos. En los oficios estacionales, terminado el Paternoster, los acólitos se acercaban al altar y recibían de manos de diácono las Hostias consagradas dispuestas en grandes patenas o sobre manteles de lino. Se colocaban seguidamente junto a los obispos y sacerdotes que rodeaban el altar, y éstos se encargaban entonces de partir los panes consagrados... La fracción del pan no tenía al principio otra finalidad que obtener los fragmentos suficientes para la Comunión del pueblo. El uso del pan ázimo y –algo más tarde- el de las formas pequeñas hicieron innecesaria esta ceremonia”[1].





[1] JUNGMANN, J.A., Breve historia de la Misa, Cuadernos Phase nº 157, Barcelona 2006, p. 69.

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