domingo, 12 de febrero de 2023

Principios innegociables para la liturgia (I)



1. Para conocer bien la grandeza de la liturgia, y entenderla con las distintas dimensiones que se dan en ella, hay que establecer bien los principios teológicos que dan las claves de comprensión. 



Muy probablemente, el desconocimiento de estos principios es lo que ha provocado el “desastre” y la anarquía en la liturgia, de la que tantos fieles y sacerdotes se quejan y sufren:

-          entender que es expresión de fe del grupo o asamblea celebrante y, por tanto, el grupo es dueño de la liturgia y la cambia para expresarse mejor;

-          entenderla como mero encuentro festivo o sentimental, por lo que se favorece la emotividad, lo sensible, y el mejor calificativo para este tipo de liturgia es que “fue muy emotiva”, “unas palabras muy emocionantes”;

-          o también vivirla con un exceso de antropocentrismo, poniendo al hombre en el centro, haciéndolo protagonista: el sacerdote parece más bien un showman, micrófono en mano, que debe divertir y entretener; multiplicación de personas que suben y bajan del presbiterio (para muchas moniciones, un lector para cada petición, una larguísima procesión de ofrendas, un aplauso para no sé quién, etc.);


-          o quienes, como los reformadores luteranos, lo importante de la liturgia es la predicación, la catequesis y la enseñanza, lo didáctico, la ilustración moral, no la santificación, el culto a Dios y el sacrificio espiritual. De ahí se deriva el verbalismo-verborrea: mientras que las oraciones y textos litúrgicos se rezan como un mero trámite, rápidamente, sin entonación ni sentido, el tiempo se detiene para la larguísima homilía de tipo moralista, y para las otras mini-homilías pesadas del sacerdote a lo largo de la Misa (antes del Padrenuestro, antes de la bendición final), así como moniciones amplias al inicio de la Misa, a cada lectura, etc… Se piensa que la liturgia es, simplemente, catequesis, formación, para adoctrinar a los fieles y lo demás es mera envoltura sin importancia;

-          no falta quienes ven en la liturgia un espectáculo estético, vacío, formal, bellísimo; no incide en sus vidas, ni saben rezar con la liturgia y en la liturgia, pero la preocupación única en ciertos ambientes es el número de candelabros de plata, en perfecta simetría, o los exornos florales aunque estorben el paso o la visión del altar, o se suprima la sede, o el ambón sea un simple atril discreto para que luzcan otros elementos (como una imagen presidiendo)…


Todas estas deformaciones tienen un punto en común, por muy diferentes que luego sean en sí, y es considerar la liturgia como algo externo, un culto manipulable de una manera u otra[1].

Todos estos comportamientos, tan erróneos, obedecen a la buena voluntad pero carente de un conocimiento real de la liturgia, les falta descubrir la naturaleza teológica de la misma liturgia.



[1] Ya el Siervo de Dios Pío XII escribió: “No tienen, pues, noción exacta de la sagrada liturgia los que la consideran como una parte sólo externa y sensible del culto divino o un ceremonial decorativo; ni se equivocan menos los que la consideran como un mero conjunto de leyes y de preceptos con que la jerarquía eclesiástica ordena el cumplimiento de los ritos” (Mediator Dei, 38).

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