domingo, 30 de octubre de 2022

El Espíritu Santo eficaz

Pensemos en el Espíritu Santo, no únicamente en el tiempo de Pascua, sino siempre, ya que vivimos por su acción. Es el Espíritu Santo quien continuamente santifica al Cuerpo místico de Cristo y quien sostiene y eleva las almas hasta Dios.


El gran Don del Señor resucitado será siempre el Espíritu Santo. Sin Él no hay vida, ni santidad, ni plenitud; sin Él la redención no se podría aplicar en el hoy de la Iglesia, ni llegaríamos a la verdad plena, ni nos recordaría las palabras de Jesús.

Cristo Jesús prometió el Espíritu Santo y lo derramó sin medida para que Él prolongase ahora su acción en la historia, en la Iglesia y en los hombres. El Espíritu Santo realiza en este tiempo la obra de Jesús Salvador. Toma de lo que es de Jesús y lo distribuye; no crea una nueva revelación ni una nueva salvación, calificadas de "espirituales", sino que Él lleva a cabo hoy la misma economía de la salvación, la misma obra redentora de Jesucristo.

"Así Cristo, que asciende al Padre, no deja huérfanos a sus discípulos. Les deja el Otro Paráclito, que es como si fuera Él mismo; el Espíritu Santo es el Espíritu de Cristo, que continúa su obra, la corona desde dentro de los discípulos. Así lo experimentarán ellos, hasta poder decir san Pablo: 'El Señor es el Espíritu' (2Co 3,17)" (JIMÉNEZ HERNÁNDEZ, E., El Espíritu Santo, dador de vida, en la Iglesia, al critiano, Bilbao 1993, p. 98).

En este "hoy" de la Iglesia, el Espíritu Santo vivifica la totalidad del Cuerpo eclesial, entablando unas relaciones entre sus miembros de santidad y de vida. Es la Comunión de los santos la que es asegurada siempre por el Espíritu Santo, Espíritu de unidad, con los lazos de la caridad sobrenatural.

La unidad más íntima de la Iglesia es esta Comunión de los santos, creada por el Espíritu Santo que busca la unidad y la belleza del Cuerpo místico.

"Dios quiere reunirnos con Él por el mismo Espíritu que es el lazo entre el Padre y el Hijo. Así el Espíritu crea la 'comunión de los santos' (communio sanctorum: de las cosas santas y de los santos), que trasciende el tiempo y el espacio. Él hace presente en el momento actual el pasado (Jn 14,26; 16,13-15) y el futuro escatológico, al menos como arras. Él hace una a la Iglesia desde Abel hasta el último justo elegido, la Iglesia de la tierra y la del cielo, la cabeza y los miembros, porque en todos está el mismo Espíritu" (Ibíd., p. 122).

Además de crear esta Comunión de los santos, el Espíritu Santo es el Abogado, el Defensor, el Paráclito de las almas, a tenor de las palabras de Cristo.

El Espíritu es el Paráclito que testifica en los corazones la Verdad de Jesús, nos recuerda sus palabras actualizándolas, encarnándolas en la existencia del cristiano y conduciendo a la Iglesia a la verdad plena, dándole su sentido último.

"El Espíritu, el Paráclito que Jesús promete enviar, tiene como misión 'convencer al mundo de pecado'. Como abogado del Padre, al revisar el proceso injusto, hecho por los hombres al Hijo querido, condenándolo como malhechor y blasfemo y entregándolo a la ignominiosa muerte de cruz, el Espíritu convence a los hombres de la injusticia declarándoles culpables, declarando a Jesús inocente, acogido por el Padre. De este modo el Paráclito manifestará el sentido de la muerte de Jesús, derrota y condenación del Príncipe de este mundo...

El Espíritu Santo, actuando en el interior del hombre, penetra hasta lo más hondo, como una unción. Así nos hace sentir la mentira y el engaño de nuestra vida frente al amor de Dios, puesto al descubierto en la cruz de su Hijo. Iluminándonos la cruz de Cristo, el Espíritu nos hace sentirnos juzgados y, al mismo tiempo, acariciados por el perdón de Dios, cuyo amor es más grande que nuestro pecado" (Ibíd., pp. 226-227).

No olvidemos la acción e importancia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y de las almas. Es continua y lo mejor que podemos hacer es tener una íntima familiaridad con el Espíritu Santo, invocándolo, rezándole, siendo sensible a su presencia y acción en la liturgia y en la propia oración personal, así como los signos que ofrece a nuestra existencia.

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