59. "Misericordia,
Señor, hemos pecado", de verdad, sí, hemos pecado: hemos sido
soberbios, orgullosos, altaneros; no hemos mirado con compasión porque
sólo nos mirábamos a nosotros mismos... Hemos sido infieles a Ti, hemos
olvidado nuestras fidelidades, hemos sido egocéntricos, inmaduros. Hemos
confundido el amor con una posesión superficial y egoísta.
"Misericordia, Señor, hemos pecado". Ahora comienza la Cuaresma como
renovación de la vida cristiana para que sea "cristiana" de veras y
llegar a la Noche santísima de la Pascua, transformados, libres,
transfigurados.
60. "El que teme a Dios de todo sale bien parado", dice el Eclesiastés (cap. 6): confianza, eaperanza, para quien teme a Dios, es decir, para quien lo ama y obedece. Todo sirve para el bien. Todo es gracia..., de todo sale bien parado. ¡Adelante!
61. Tradicionalmente se le dice a la Virgen: "tota pulchra es Maria", toda hermosa eres. ¿Belleza física? Ningún rasgo nos han transmitido; más bien una Belleza de la gracia en ella, llena de gracia desde el mismo instante de su Concepción, transparentando con la mayor simplicidad-sencillez la Belleza de Dios.
Así se abre el camino de la Belleza (via pulchritudinis) para nuestras vidas; un camino que no es la belleza aparente, fugaz, física o los productos de consumo en arte o música, sino la Belleza que viene de Dios y transfigura. Vivamos, pues, de la Gracia (no de nuestros esfuerzos o valores o compromisos) y vivamos en Gracia de Dios, sin manchas de pecado (y siendo restaurados en el Sacramento de la Penitencia).
62. La historia de la salvación, cuyo vértice es Cristo, se hace posible con la disponibilidad virginal de Santa María. Su vocación es única: Dios la eligió, luego la llamó y para ello, antes que nada la preparó: su concepción es inmaculada.
Para nosotros, en la peculiar vocación de cada uno (sacerdotal, religiosa, matrimonial), es modelo y ejemplo. Dios no llama a los capacitados, sino que capacita a los que llama; por eso, aunque tengamos la sensación o sea real que no estamos a la altura de lo que Dios nos pida, sus gracias son constantes y no nos han de faltar. Entonces, con cada uno de nosotros, pequeños, sigue avanzando la historia de la salvación.
63. Para pensar: "Odiarse a sí mismo es más fácil de lo que se cree. La gracia consiste en olvidarse. Si muriera en nosotros todo orgullo entonces la gracia de las gracias sería amarse humildemente como a una parte, aunque muy insignificante, de los miembros dolientes de Cristo" (Bernanos, Diario de un cura rural).
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