Hay
otra procesión, tradicional, en la que participan todos los fieles, es la procesión de la comunión, e ir en
procesión, ordenadamente, por el pasillo central para comulgar, es ya participar. Ciertamente, con orden, sin ser una carrera,
ni colarse, ni empezar a ceder el puesto a otros como si fueran los asientos
del autobús.
Nada nuevo bajo el sol: ya san Juan Crisóstomo tenía que amonestar
a sus fieles para que fuesen ordenadamente en procesión, sin atropellarse.
Decía:
“Cuando
vosotros os acercáis a la sagrada mesa, no guardáis el respeto debido…:
golpeáis con los pies, os impacientáis, gritáis, os injuriáis el uno al otro,
empujáis a vuestros vecinos; en suma, armáis un gran desorden… En el circo,
bajo el mandato del heraldo, está en vigor una disciplina mucho mayor. Si, por
tanto, se observa un orden en medio de las pompas del demonio, cuánto más
debiera existir junto a Cristo”[1].
Es
una procesión donde todos, con orden, caminan hacia el altar. “Como busca la
cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti Dios mío” (Sal 41) y el
pueblo cristiano acude a la fuente viva del altar; “me acercaré al altar de
Dios” (Sal 42) y el pueblo cristiano se encamina para tomar el Pan de la vida.
Son los fieles los que se acercan al presbiterio: “Cuando te presentas”[2],
“cuando te acerques, no avances con las manos extendidas ni los dedos
separados, sino haz de tu mano izquierda un trono…”[3],
“el obispo comulgue y luego los presbíteros, los diáconos… y finalmente todo el
pueblo en buen orden, con respeto, en adoración y sin ruido”[4].
Comulgaban
según los distintos órdenes, es decir, primero el Obispo, luego los
presbíteros, diáconos, subdiáconos, lectores, cantores, ascetas; después a las
mujeres de algún modo consagradas a Dios: diaconisas, vírgenes y viudas;
después los niños y por último, al resto del pueblo[5].
Como
siempre en la estructura del rito romano, la secuencia ritual es procesión –
canto – oración que cierra ese movimiento. Así ocurre en el rito de entrada
(procesión, canto y oración colecta), en la presentación de los dones (procesión,
canto y oración sobre las ofrendas) y en el rito de comunión (procesión, canto
y oración de postcomunión).
Ahora,
nosotros, siguiendo el Misal, recordemos en primer lugar que el modo habitual
romano es caminar en procesión para recibir el Cuerpo de Cristo (y la Sangre
del Señor, distribuida por el diácono); en segundo lugar, que hay que caminar
ordenadamente, sin prisas, sin atropellarse; y en tercer lugar, que se avanzan
cantando, participando del canto que ayuda a orar.
“Mientras el
sacerdote toma el Sacramento, se inicia el canto de Comunión, que debe
expresar, por la unión de las voces, la unión espiritual de quienes comulgan,
manifestar el gozo del corazón y esclarecer mejor la índole “comunitaria” de la
procesión para recibir la Eucaristía. El canto se prolonga mientras se
distribuye el Sacramento a los fieles. Pero si se ha de tener un himno después
de la Comunión, el canto para la Comunión debe ser terminado oportunamente”
(IGMR 86-87).
“Índole
comunitaria de la procesión para recibir la Eucaristía”: esta procesión de los
fieles al altar es ya una participación activa, consciente, interior, plena,
fructuosa.
Por
eso, desterremos la idea de que participar es “leer” algo en un atril o
intervenir y si no, no se participa. La participación de los fieles en la
liturgia también es caminar en procesión, ya sea aportando la materia del
sacrificio y sólo la materia del sacrificio (pan, vino y agua), ya sea
caminando en procesión para comulgar.
"ir en procesión, ordenadamente, por el pasillo central para comulgar, es ya participar." -Ordenadamente, por el pasillo central es lo excepcional-: lo habitual es que surjan los fieles de la parte central y de los laterales y, en consecuencia se amontonen ante el presbiterio. Como mi espíritu no puede vivir la comunión "en masa" serenamente, me acerco a comulgar al principio o al final de la comunión, según el número de asistentes.
ResponderEliminarEl Señor me ha revestido de justicia y santidad (antífona de Laudes)
Julia María:
ResponderEliminarDesgraciadamente es así. Salen al galope los primeros por el pasillo central y otros adelantan los obstáculos por los laterales para agolparse en el centro... mientras yo, todavía, estoy comulgando con el cáliz.
¡Es una carrera olímpica! Pero... hemos de recordar que hay que hacerlo bien, y que tiene sentido procesional, acercándonos con orden al altar del Señor.
Un fuerte abrazo