Continuamos con las palabras iluminadoras de san Agustín, gracias al trabajo de Miserere.
Nos ponemos como discípulos a la escucha de un gran maestro y suplicamos la ayuda del verdadero Maestro interior para que lo aquello que vayamos leyendo, cale en nuestro corazón sedimentándose e ilumine nuestra inteligencia con principios de vida.
Sobre la parábola de la cizaña se ha escrito mucho porque mucha es su densidad y, siempre, resulta actual. En primer lugar, siempre habrá cizaña; en segundo lugar, hemos de padecerla con paciencia; en tercer lugar, hemos de vigilar para no ser nosotros la cizaña que crea división en la Iglesia (cerrados en sí mismos, grupos cismáticos en el fondo aunque no en la forma) y entorpece lo mucho bueno que sigue creciendo en la Iglesia.
La vida cristiana es continuo combate. Quien así lo entiende, persevera, lucha, resiste las embestidas del Maligno; pero quien no lo entiende así, ha desertado y se ha pasado al bando del Enemigo, aun inconscientemente, porque ha depuesto las armas, se ha rendido, y, finalmente, se ha acomodado a situaciones de absoluta mediocridad. El Maligno los ha conquistado y jamás alcanzarán nada bueno ni bello ni verdadero porque han renunciado a luchar.
¿Quién podrá subir al monte del Señor? ¿Quién podrá estar en el recinto sacro? Así canta el salmo 23. Acceder a Dios pide un espíritu contrito y humillado, que ha lavado sus pecados con las lágrimas de la penitencia, ha luchado por erradicarlos, ha fortalecido su espiritu para no caer en las seducciones. ¡De los esforzados -de los violentos- es el Reino de Dios (Cf. Mt 11,12)!
En esa misma línea, sumemos el siguiente pensamiento de san Agustín:
Sólo la penitencia continua puede ablandar el corazón endurecido. ¿Sólo en Cuaresma? La penitencia siempre es necesaria como virtud del alma: oración, ayuno y limosna y la frecuente celebración del Sacramento de la Penitencia:
La penitencia se nos olvida con facilidad y no será por oportunidades. Todo el año, a todas horas hay ocasiones en las que negarse a si mismo y regalarle a Dios el protagonismo.
ResponderEliminarArrepentirse es incluso más difícil que hacer penitencia. Significa un paso adicional que excluye la soberbia de nuestros actos.
Que el Señor les llene de luz esta semana que comienza dentro de nada. Dios le bendiga D. Javier. Seguimos unidos en oración :)
Esta semana ha sido absolutamente "irregular": he estado impartiendo un curso de liturgia fuera, y a partir de mañana recupero los horarios normales de vida.
ResponderEliminarEspero dedicar algo más de tiempo al blog y a contestar, como siempre, los comentarios que más tranquilidad.
Sumadle, además, que estoy estrenando ordenador portátil -por pura necesidad- y estoy en plan torpe-torpe, instalando programitas, acostumbrándome al teclado, etc. y peleándome para instalar mi Office 97 de toda la vida... y no me lo admite.
un abrazo a todos
Si le puedo echar una mano en algo, dude en decirlo, D Javier. La pena es que estemos tan lejos en Km. Un abrazo en el Señor.
ResponderEliminarBuenas noches don Javier.
ResponderEliminarMientras consigue instalar su Microsoft Office 97, puede instalar un software equivalente de código abierto, o sea, gratis y con las mismas funciones que el anterior: Open Office (Que me corrija Miserere si algo le digo mal)
Aquí hay alguna información sobre Open Office y lo puede descargar:
http://openoffice.es/
Aunque para descargarlo es mejor hacerlo desde la web oficial que es:
http://download.openoffice.org/index.html
A cambio de esta pequeña ayudita informática, rece por mí para que obtener la gracia de un arrepentimiento fructuoso (:-)